Carmen Martín Gaite.
La búsqueda de interlocutor.
Prólogo de Manuel Longares.
Siruela. Madrid, 2021
Para
Carmen Martín Gaite, una de las escritoras fundamentales de la segunda
mitad del siglo XX en España, el fundamento y la justificación de la
actividad narrativa y de la escritura en general es la búsqueda de un
interlocutor.
Esa idea se la había sugerido ya en esos términos exactos Juan Benet, que tanto se despreocuparía luego de esa búsqueda, en una carta de 1965. Y en septiembre de 1966 publica en Revista de Occidente su ensayo La búsqueda de interlocutor, que formula ya una poética de la comunicación literaria en la que volverá a insistir para matizarla en El cuento de nunca acabar.
Dedicado
a Juan Benet, “cuando no era famoso”, ese texto central en su obra
revela la concepción de la obra literaria como un diálogo cómplice y
múltiple (con el lector, con su tiempo, con la tradición) que está en la
base de toda su narrativa. Escribía allí líneas como estas: “siempre
me he inclinado a pensar que el originario deseo de salvar de la muerte
nuestras visiones más dilectas, nuestras más fugaces e intensas
impresiones, a pesar de constituir la raíz inexcusable de toda ulterior
narración, comporta un primer estadio de elaboración solitaria donde la
búsqueda de interlocutor no se plantea todavía como problema. Es decir,
que las historias ya nacen como tales al contárselas uno a sí mismo,
antes de que se presente la necesidad, que viene luego, de contárselas a
otro.”
De ese ensayo tomó título la recopilación de ensayos
breves -que habían ido apareciendo dispersos en distintas revistas-, que
se publicó por primera vez en 1973 y que iría creciendo en posteriores
ediciones hasta adquirir su forma definitiva en la tercera, del año
2000, el de la muerte de su autora, un conjunto de treinta textos que Siruela reedita ahora con un
espléndido prólogo -Hablemos- en el que Manuel Longares evoca la
figura de Carmen Martín Gaite, que tuvo en él un interlocutor
privilegiado, porque, como escribía la narradora en ese ensayo, “la del
interlocutor no es una búsqueda fácil ni de resultados previsibles y
seguros, y esto por una razón fundamental de exigencia, es decir, porque
no da igual cualquier interlocutor.”
Como señalaba la propia
Martín Gaite en el prólogo a la primera edición, la selección tiene su
unidad en “un asunto al que he comprobado que, más tarde o más temprano,
acaba remitiendo cualquier posible reflexión sobre los conflictos
humanos: el de la necesidad de espejo y de interlocución, se sepan o no
buscar.”
Búsqueda del encuentro con el otro, como espejo donde
reconocer la propia identidad, tema central del ensayo que abre el
libro, ‘Los malos espejos’; la evocación fúnebre de Ignacio Aldecoa en los
dos años de Comunes en Salamanca y luego en Madrid, donde la puso en
contacto con los narradores del medio siglo: Ferlosio, Fernández Santos,
Medardo Fraile; el centenario de Macanaz, que encontró en ella a una
interlocutora excepcional desde que lo conoció a fondo en el archivo de
Simancas, y al que dedicó un libro memorable; tres siglos
de quejas de los españoles sobre los españoles; la condición social
femenina de Madame Bovary a Marilyn Monroe: la publicidad dirigida a las
mujeres, el matrimonio y las mujeres liberadas (“O se asumen las
ataduras o se asume la soledad. No creo que haya más alternativas”).
Completan
la recopilación una reflexión sobre las coplas de posguerra y una
crítica demoledora del Cancionero general que recopiló Vázquez
Montalbán; artículos sobre Jekyll y Hyde, Capote o El otoño del patriarca, Robert Mitchum y Gregory Peck en El cabo del miedo, Fernando Quiñones y Jane Eyre, Salamanca o los cuentos de Medardo Fraile.
Referencias
todas ellas sobre las que se proyecta la búsqueda de interlocutor de
estos ensayos que confirman -insiste Carmen Martín Gaite- que “toda
búsqueda de aprecio, de identidad, de afirmación o de confrontación con
el mundo se reduce, en definitiva, a una búsqueda de interlocutor.”
Porque, como señala Manuel Longares en su prólogo, “la existencia de interlocutor escolta y atestigua el traspaso de las fuentes clásicas a las generaciones modernas. [...] La heredera de este universo de fantasía en el que sus antepasados echaron raíces recoge de sus contemporáneos sugerencias de todo tipo, incluso desdenes. Pero también iluminaciones de quienes, tratados en su día como aprendices y aprovechándose de las lecciones de sus maestros, predican ahora como expertos y, en calidad de interlocutores de la autora desaparecida, toman la voz cantante en el proceso tantas veces abanderado por Carmen Martín Gaite en el cuarto de atrás de su piso de Doctor Esquerdo, cuando, bajo el cielo pintado de la tardecer y en actitud receptiva, se situaba frente a su escucha y, con todo el tiempo del mundo a su disposición, le interpelaba con el estimulante: «hablemos».”
Es,
digámoslo para terminar, “el título más mencionado en las tesis y
estudios sobre mi obra”, como señalaba la autora al comienzo del prólogo
de la edición definitiva de este volumen.
Santos Domínguez