Ángel García López.
Nocturnas aves.
[Poemas burlescos]
Ars Poetica. Oviedo, 2021
El animus iocandi con que subtitula su Dramatis personae marca el tono y avisa de la intención de los divertidos sonetos burlescos que Ángel García López reúne en Nocturnas aves, que publica Ars Poetica.
Antes de entrar de lleno en el interior de los poemas, un simple vistazo al índice anuncia ya la tonalidad jocosa que los recorre: Auroro Boreal es incluido en el Real Diccionario de Escritores; Arsénico Caifás, en su versión de otoño; Peluso Iscariote, juntaletras de plantilla; Adonis Canapé, poetambre épico-lírico, acude a la presentación de un libro en el Hotel Majestic; Euclides Adulón, poeta en horas libres, es designado Director General de Acupuntura; Necrófilo Sinfín, taxidermista; Celebración de la obra poética completa de Iván el Horrible, bobo egregio; El joven profesor comenta a sus alumnos lo prescindible de los clásicos; Verecundo, el Divino, alaba al inspirado autor de «El espejo retrovisor de los planetas» o Jeremías, el Llorica, es denunciado al tribunal de Apolo por las nueve musas:
El coplero más listo del montón,
un don nadie endiosado, otro tunante
que no pasó de fraile mendicante,
consigue, al fin, su canonización
porque, desde la cruz al colofón,
contradiós obsesivo del bergante,
ha fabricado un bodrio delirante
sobre la muerte y la resurrección.
Y, en lo que fue desierto, llueve a mares:
incienso, bulas, procesión, altares,
prebendas, canonjías, sinecura…
¡Justicia en tanta lluvia haga tu mano!
Impide que el Parnaso sea un pantano
y en él flote este corcho de criatura.
Arquetipos que, avisa el autor en nota previa, “pertenecen a la fantasía y el humor, por lo que cualquier similitud que pudiera establecerse con la realidad sería formulación exclusivamente personal de quien la hiciese.”
Bien sabe el autor que el lector avisado y malévolo inevitablemente pondrá cara a algunas de estas criaturas que habitan los arrabales de la poesía. Como el protagonista de esta Noticia de Florito Malayerba:
Gallea en el cotarro un elemento
del gremio de influyentes paniaguados
que en medio siempre está de los fregados
lo pida el cuerpo o sin venir a cuento.
Servilón del trampeo, su talento
lo emplea en mil concursos amañados
y en comprar voluntades y jurados
cómplices de lo sucio de su invento.
Prodigio del chanchullo, del cinismo
y el te doy si me das del amiguismo,
nunca marra el caballo ganador.
Que suele ser un quídam de su cuerda,
fullero ungido por la misma mierda,
del mismo estiércol y del mismo hedor.
Escritos entre 2005 y 2012, cuando una decisiva experiencia luctuosa se hizo incompatible con esta temática desenfadada, han permanecido inéditos hasta que ahora, cinco años después del cierre circular de su obra que fue Cuando todo es ya póstumo, se recuperan en esta edición que perfila definitivamente el conjunto de la obra de Ángel García López, que sin estos poemas no estaría completa.
En la mejor tradición de las sátiras literarias, entre la mueca y la risa, vienen a completarla estos divertimentos irónicos que van desde los consejos para ambiciosos principiantes letraheridos hasta las descripciones esperpénticas de la feria de vanidades y la “jaula llena de leones” que es el cerrado mundillo de la poesía o retratos quevedescos de vates endiosados como este Peluso Iscariote, juntaletras de plantilla:
Al conocer la espuria biografía,
de todas las virtudes un dechado,
el ingenuo lector, acojonado,
se santiguaba ante lo que leía.
Y es que este enfermo de palabrería,
globo de feria de mentira inflado,
presume de un currículo inventado
que cambia en oro la bisutería.
Pues la verdad que esconde el tal poeta,
sólo diestro en tocar la pandereta,
las palmas y el olé y el chalaneo,
es que, usando de chiste y chismorreo,
con esa mala leche que rezuma,
apesta cuanto sale de su pluma.
Arquetipos, sí, aunque con esos moldes se han fabricado los abundantes figurones que trepan por las laderas del Parnaso y la variada fauna de muermos y copleros, poetisas decadentes y botarates venales que lo sobrevuelan.
Pájaros, pajaritos, pajarracos. Nocturnas aves.
Santos Domínguez