15/3/21

Steiner. Un lector


 George Steiner. 

Un lector. 

Siruela. Biblioteca de ensayo. 

Madrid, 2020



“El crítico cita estratégicamente con objeto de transmitir su idea, de alcanzar una convincente economía. Su crítica es una recapitulación con fines judiciales; las citas son las pruebas que presenta como evidencia. Si la crítica filosófica es una rama de la estética, la crítica performativa o mimética es una de las múltiples formas de la retórica aplicada. Cabría decir que, grosso modo, esta forma abarca nueve décimas partes del oficio. Se extiende desde el iceberg constituido por la masa de la crítica diaria —el “crítico de arte”, el “crítico literario”, en los medios de prensa— hasta indiscutibles pináculos de representación y recapitulación judiciales tales como el discurso de Samuel Johnson sobre Shakespeare o el de T. S. Eliot sobre Dante. Pero puede ser que lo que Eliot dijo sobre Dante sea crítica inspirada, mientras que lo que dijo Mandelstam sobre Dante sea “lectura”.
Muy a menudo esta clase casi ubicua de crítica tiene por motivo el elogio. La finalidad del acto de la visión organizadora es potenciar la fortuna, reforzar el impacto de una obra o movimiento dados. En su autoritaria inocencia, el término comunista agitprop da en el clavo. Describiría la polémica de Zola en defensa de Manet, la de Pound en la del modernismo. Cada uno de estos observadores es, en el ejemplo dado, un virtuoso de la celebración. La categoría contrastiva es la de un distanciamiento crítico calculado (“motivado”) para reducir, incluso erradicar el objeto: ocasionar, por ejemplo, su retirada de los planes de estudio, de la galería pública al sótano. Aunque antitéticos en sus fines, la defensa o el castigo festivos son parte general de la clase de práctica crítica “presentacional” o performativa”, escribía George Steiner en «Critico» / «Lector», uno de los textos que forman parte de Un lector, una amplia antología panorámica que preparó él mismo y que, aunque se publicó en 1984, permanecía inédita en español hasta su aparición reciente en Siruela.

Una retrospectiva que seleccionó el propio Steiner sobre las primeras etapas de lo que entonces era una obra en marcha que se había iniciado en 1960 con un libro dedicado a Tolstói y Dostoievski, del que dice en el Prefacio de esta recopilación en 1983: “Aunque por entonces no podía saberlo, la convicción de la que surgió aquel primer libro, esto es, que la crítica literaria y filosófica seria proviene de «una deuda de amor», que escribimos acerca de los libros o la música o el arte porque «un instinto primordial de comunión» nos impulsa a comunicar y a compartir con los demás un enriquecimiento incontenible, iba a ser la raíz de toda mi enseñanza y mi obra posteriores.”

Lo subtituló provocadoramente “Ensayo según la vieja crítica”, en respuesta a la separación entre texto y contexto que estaba promoviendo por entonces la llamada Nueva crítica. Porque ya en ese primer libro Steiner presta una enorme atención al fondo ideológico, filosófico, social o religioso de los textos y no sólo a su construcción como artefacto lingüístico.

Esa es una línea crítica por la que Steiner seguirá transitando en todos sus libros con “un entendimiento de la literatura como una ‘humanidad central’”, con una mirada trascendente en la que se implican mutuamente la ética y la estética. Ese papel fundador de su primer libro lo percibe él mismo y lo destaca con estas palabras:

“El fundamento de esta discrepancia y cierta anticipación de lo que nos aguarda cuando el estudio y la lectura de la literatura se desgajan de la historia, de la historia del lenguaje y de la ética del sentido común ya se encuentran en Tolstói o Dostoievski. Es posible que este haya sido el más oportuno de mis libros.”

Entre ese primer ensayo y En lo profundo del mar, con hitos intermedios como La muerte de la tragedia -uno de sus libros más celebrados, sobre “aquellos dramas que llegan hasta el corazón de la noche para quedarse”-, Lenguaje y silencio, Después de Babel («pésimo libro, que es también, ay, un clásico», como lo saludó un reseñista obtuso; “condena que se lleva con agradecimiento”, decía un sarcástico Steiner) o Sobre la dificultad y otros relatos, el sabio lector y crítico que ya era Steiner en 1983, cuando escribe el prefacio, organiza esta selección en torno a cinco ejes: El acto crítico, Lecturas, Obsesiones, Cuestiones alemanas y Lenguaje y cultura.

Y en todos estos textos, que afronta con ejemplar mirada autocrítica, porque “esta recopilación no puede sino dejarme con una idea más clara de las ocasiones perdidas”, Steiner se muestra crecientemente como maestro de lectura, como se definió a sí mismo. Un lector. Un maestro.

Un lector. Ningún título mejor que ese para resumir lo que representa la imprescindible figura de George Steiner, uno de los pocos faros fiables para orientarse en el confuso y agitado panorama crítico de la posmodernidad. Ejemplo y lección de un grande.

Santos Domínguez