13/2/19

María Zambrano. Obras Completas IV. Tomo 2



María Zambrano.
Obras Completas IV. Tomo 2
Libros (1977-1990)
Notas de un método.
Algunos lugares de la pintura. 
Los bienaventurados.
Edición dirigida por Jesús Moreno Sanz
con la colaboración de
Pedro Chacón, Karolina Enquist,
Sebastián Fenoy Gutiérrez y Fernando Muñoz.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2019.

El poeta, en sentido estricto, sólo muestra como marca de distinción específica una mayor, visible avidez de la intimidad con las formas todas de lo real, especialmente en la época moderna, de aquellas más desdeñadas, de la realidad perdida, y el apegarse al inicial delirio y el retraerse a las palabras como invocación y conjuro. En su conjunto se diría que la poesía lírica moderna pretende hacer un conjuro para descubrir esa realidad cuya huella enmarañada se encuentra en la angustia que precede a la creación.

Ese párrafo de María Zambrano forma parte de sus “Apuntes sobre el lenguaje sagrado y las artes”, uno de los capítulos de Algunos lugares de la pintura. Es uno de los tres libros que junto con Notas de un método y Los bienaventurados se recogen en el segundo tomo del volumen IV de las Obras Completas que viene publicando Galaxia Gutenberg en una edición dirigida por Jesús Moreno Sanz. 

En esos tres títulos finales, escritos en los últimos años de su vida y fechados en 1989 y 1990, María Zambrano fijó y reafirmó su teoría del conocimiento, su crítica madura a la razón discursiva y su idea de la razón poética.

Notas de un método es el último tramo de una secuencia que forman además Claros del bosque y De la Aurora. En palabras de Fernando Muñoz Vitoria en su Presentación del texto es “un tratado sobre la razón poética como razón geométrica y musical.” Así lo anunciaba la propia María Zambrano en las palabras preliminares: Estas notas de un método no son anotaciones, sino notas en sentido musical, lo cual impone, más que justifica, la discontinuidad.

Notas que abordan la razón poética a través de instrumentos como la inspiración, que ocupa el vacío que deja la razón discursiva, la transcendencia como transparencia, la identidad de vida y pensamiento o la autonomía de la imaginación. 

Escribe María Zambrano en estas Notas de un método: La grandeza de una cultura quizá se aparezca en las metáforas que ha inventado, si es que las metáforas se inventan. Ya que todo lo que el hombre hace tiene, además del sentido primario, otro sentido, por lo menos, más oculto y recóndito, que luego salta y se manifiesta. Y así sucede igualmente con lo que mira y discierne, con lo que fija su atención. Nada es solamente lo que es.

Algunos lugares de la pintura es -señala Pedro Chacón Fuertes- “expresión de las experiencias subjetivas sentidas por Zambrano ante los cuadros en los que detiene su mirada, o por mejor decir, ante las obras artísticas que apresaron su mirada y su ánimo; lugares privilegiados de la pintura, afirmará la pensadora en la Introducción que redactó para su libro en 1989, donde la semilla esencial del arte se da con abundancia e intensidad.”

El arte como medio de conocimiento y de revelación, la pintura como cauce del soñar, la luz y el color, la mirada con la que hay que acercarse a la más humana de las artes, la idea de la pintura como arte que revela la verdad inefable que escapa de la esfera conceptual o la capacidad iluminadora del arte que hace ver son algunos de los centros de interés de una obra en la que María Zambrano se acerca a cuadros de Zurbarán, el pintor que mejor representa su ideal pictórico, Giorgione, Velázquez, Goya o Picasso.

De ese libro forman parte los ya citados “Apuntes sobre el lenguaje sagrado y las artes”, en los que se lee: 

Del culto que la poesía tributa a la palabra velada nacerá la imagen y el lenguaje metafórico obligadamente, toda transposición. La imaginación desvelada se revela, se hace verdadera, cuando la poesía se cumple. Es el parto de la imaginación que arriesga a ser lo opuesto de esa palabra inocente buscada de la inmaculada concepción de la palabra, imán de la humana palabra creadora.

Los bienaventurados es un libro póstumo que María Zambrano dejó preparado poco antes de morir. Karolina Enquist, Sebastián Fenoy y Jesús Moreno Sanz lo presentan como una muestra del “cristianismo místico y no sacrificial de Zambrano”, que los define así:

Los bienaventurados son seres de silencio, envueltos, retraídos de la palabra.

Modelos de perfección humana, sus prototipos son el exiliado, el filósofo o el místico, seres instalados en la pasividad, el abandono y la desposesión de sí mismos para situarse en el desierto del alma, que es el lugar del exilio por excelencia, y abismarse en el naufragio del silencio, en el abismo blanco, por usar la expresión de María Zambrano.

Cada uno de los tres libros se enriquece en esta edición con apéndices que recogen textos inéditos que no forman parte de ellos pero que mantienen una fuerte conexión con el contenido y las propuestas de esas obras

Santos Domínguez