Emmanuel Bove.
Diario escrito en invierno.
Traducción de Alex Gibert.
Hermida Editores. Madrid, 2019.
¿Qué me queda si el aislamiento no me trae la serenidad? Me he distanciado de todo el mundo, convencido de que mi resolución de vivir solo era perdurable; porque era, o eso me parecía, la más grande de las resoluciones, esa que se toma una vez en la vida. Hoy comprendo que esta resolución sagrada tendrá el mismo final que el resto. Mi vida no habrá sido más que una larga sucesión de abandonos. Ahora que no me queda nada que abandonar siento que he llegado al punto culminante, que tal vez sea el que me reporte la mayor felicidad: ese punto en que uno adivina que el deseo es una cadena sin fin. La reclusión es una vanidad como cualquier otra.
Esas líneas forman parte del Diario escrito en invierno, la espléndida novela de Emmanuel Bove que edita Hermida Editores con traducción de Alex Gibert.
Bove la publicó en 1931 con la estructura de un diario escrito entre un 7 de octubre y un 2 de febrero. Asumía así una vez más la forma narrativa en la que estaba más cómodo: la perspectiva de una primera persona, el inmaduro e inadaptado Grandville, para describir el proceso de crisis y disolución de su problemático matrimonio con la inestable y posesiva Madeleine. Una relación descrita con tanta minuciosidad como distancia emocional por un personaje insociable y celoso, débil y contradictorio, dueño del secreto de un oscuro pasado sentimental y de una vida sin afecto ni rumbo, uno de esos personajes desorientados y neuróticos que abundan en las novelas del autor.
Pero más allá de sucesión de desavenencias, reconciliaciones y abandonos que marcan esas conflictivas relaciones de pareja, la novela es un admirable ejercicio de profundidad en el análisis psicológico y de sutileza en la matización del comportamiento de los personajes centrales.
Sus abundantes personajes secundarios, trazados con enorme precisión, son un reflejo de la dificultad de las relaciones sociales, de la incomunicación y la soledad, de la renuncia y la tristeza. Personajes cambiantes y contradictorios como el propio narrador-protagonista, cuya dependencia afectiva de su mujer no le impide maltratarla psicológicamente de una manera constante y alternar entre la desesperación y la felicidad.
Escrita con la agilidad narrativa propia de Bove y sin apenas acción exterior, porque la atención se vuelca en el conflictivo interior de los personajes, el conjunto proyecta la imagen del mundo propio del autor: ese complejo de sentimientos, actitudes y comportamientos que transmiten la imagen amarga de la vida que recorre toda la narrativa de Bove.
Como en el resto de su obra, el aislamiento y la infidelidad, la dificultad de las relaciones humanas y de pareja, la sensación de fracaso, son algunos de los hilos conductores de una historia en la que lo importante no es su línea argumental, sino el fondo que la sostiene: las difíciles relaciones del personaje consigo mismo y con los demás en un mundo opaco que es una proyección del propio mundo interior de Bove, que ejerció una reconocible influencia en Camus, Beckett o Nathalie Sarraute y suscitó la atención de Handke o Ashbery, que lo tradujeron y reivindicaron de esa manera su forma de narrar y de mirar sombríamente la realidad.
Santos Domínguez