Javier Marías.
Berta Isla.
Alfaguara. Madrid, 2017.
Durante un tiempo no estuvo segura de si su marido era su marido, de manera parecida a como no se sabe, en la duermevela, si se está pensando o soñando, si uno aún conduce su mente o la ha extraviado por agotamiento. A veces creía que sí, a veces creía que no, y a veces decidía no creer nada y seguir viviendo su vida con él, o con aquel hombre semejante a él, mayor que él. Pero también ella se había hecho mayor por su cuenta, en su ausencia, era muy joven cuando se casó.
Así comienza Berta Isla, la nueva novela de Javier Marías que publica Alfaguara en su colección Narrativa Hispánica.
Dos narradores, Berta Isla y un anónimo omnisciente, dos perspectivas, la de la primera y la de tercera personas, muestran las vidas de unos personajes que están y esperan: la de Berta Isla, de simbólico apellido, una Penélope aislada y en aguardo a ciegas de su marido, Tom/Tomás Nevinson, medio inglés medio español, reclutado para el servicio secreto británico por el profesor Peter Wheeler por su facilidad para los idiomas y para las imitaciones.
Dos protagonistas, dos voces narrativas, dos países y tres décadas -entre 1969 y 1995- en una novela vinculada con el ciclo de Oxford no sólo por el espacio en el que se sitúa, sino por la reaparición de personajes de Tu rostro mañana como Wheeler y Bertram Tupra, que desempeñan aquí papeles fundamentales.
Con el amor y el espionaje como ejes, con relatos como El regreso de Martin Guerre o El coronel Chabert como referencias de fondo, Berta Isla es una absorbente novela sobre la espera y la soledad, la duda y el secreto, sobre las desapariciones y la vida de quien acaba siendo casi un fantasma tras veinte años de ausencia, “un espectro que va y viene y se aleja y vuelve.”
“Cuánto riesgo en cualquier cosa”, advierte el narrador antes de evocar el noviazgo de los dos adolescentes a mediados de los 60. Y a partir de ahí un crimen dudoso que precipita los acontecimientos, el error y la traición, la culpa y la incertidumbre, la identidad y la máscara, las relaciones opacas con los demás y con uno mismo articulan una narración inquietante sobre el destino y la espera, sobre las zonas de oscuridad en el conocimiento de sí mismo y de los otros, porque “uno no sabe nunca cuánto tiene que ocultar”.
En Berta Isla asistimos con creciente intensidad a un ejercicio de vidas ficticias que da lugar a “una convivencia confusa y oscura, plagada de silencios y engaños y ausencias, o de medias verdades en el mejor de los casos y extensísimas zonas de sombra.”
Y como contrapunto de la trama, los versos de uno de los Cuatro cuartetos de Eliot -The Little Gidding- dan la clave del sentido de la novela:
Nacemos con los muertos:
ved, ellos vuelven, y nos traen con ellos.
Santos Domínguez