16/10/17

Breve manual del perfecto aventurero



Pierre Mac Orlan.
Breve manual del perfecto aventurero.
Traducción de Juan Manuel Salmerón Arjona.
Jus Ediciones. México, 2017.

El aventurero pasivo se agarra al brazo de su sillón como un capitán de crucero a la baranda de su puente de mando. Por él y solo por él hemos escrito este libro. Nos agrada su conducta apacible: nos permite explicar su forma de vida incluso a los más timoratos. 

El aventurero pasivo es sedentario. Detesta el movimiento en todas sus formas, la violencia vulgar, las matanzas, las armas de fuego y cualquier clase de muerte violenta.

Detesta estas cosas si le atañen, pero su imaginación las evoca amorosa e ilusionadamente cuando quien las protagoniza es el aventurero activo.

El aventurero pasivo sólo existe porque parasita las proezas del aventurero activo, escribe Pierre Mac Orlan, seudónimo de Pierre Dumarchey (1880 – 1970), en el Breve manual del perfecto aventurero, un curioso y divertido libro de 1920 escrito para aventureros pasivos, para lectores sedentarios que disfrutarán de las páginas inteligentes e irónicas de esta obra inolvidable, espléndidamente editada por Jus Ediciones con traducción de Juan Manuel Salmerón Arjona.

Y así como el aventurero activo carece de imaginación y de sensibilidad, solo entiende la disciplina, suele morir de muerte violenta y deshonra a la familia más pintada, el aventurero pasivo –escritor o lector- se alimenta de la imaginación y de la fantasía, porque la aventura sólo existe en la imaginación del que la busca, afirma Mac Orlan.

Y de ahí la inutilidad de la experiencia directa de la aventura y de los viajes, cuyas incomodidades hacen que no valga la pena realizarlos más allá del ensueño. Eso sí, aunque el aventurero pasivo no debe alejarse mucho de su biblioteca, puede realizar algún viaje a Marsella, a Holanda, a Bretaña, a los suburbios de París o a la costa mediterránea, y hasta puede visitar algún cabaret bretón.  

Una rareza exquisita en la que se leen párrafos como este, sobre la lectura:

Un aventurero pasivo solo se conservará bien si se alimenta abundantemente con la sustancia maravillosa de los libros. 
Podemos afirmar que los libros de los grandes clásicos, que suelen reflejar el sentimiento general de una época, nada valen para nuestro hombre. 
Será en la literatura que refleja las inquietudes, a veces poéticas, de los escritores sin gloria donde hallaremos los principios que sustentan la profunda inquietud que convierte el aventurero pasivo en alguien comparable a un paralítico que recitara cien veces al día la Invitación al viaje de Baudelaire.

Santos Domínguez