17/12/16

Xavier Seoane. Threnói



Xavier Seoane.
Threnói.
Edición bilingüe.
Reino de Cordelia. Madrid, 2016


Procedamos al entierro 
                                        de los Derechos del Hombre.

Canten las plañideras 
                                       el estado de excepción.

Si Escalibor 
                     está en manos de felones,
¿dónde los druidas que fundan
                                                   el caldero de cobre?

¿Alguien
                alertó a las reses?
¿Salieron
                las manadas de lobos?

Así comienza el primero de los cuarenta cantos en los que Xavier Seoane ha organizado Threnói, que publica Reino de Cordelia en edición bilingüe con traducción del autor.

Versos en los que resuena el eco de Shakespeare y del Apocalipsis, de Homero y los plantos medievales, de platón y los profetas, de Dante y de Lorca, de Allen Ginsberg y el romancero. 

Una multitud de voces que convoca el poeta en un libro cuyo título y explica de esta manera: “Threnói: palabra latina, que significa planctus, lamentum. Procedente del griego Thrènos. Tiene una cierta equivalencia con el término hebreo Qinôt. En castellano significa trenos, llantos, cantos plañideros entrecortados de suspiros, elegías, lamentaciones.”

Y nadie mejor que el propio autor para hacer la traducción del gallego al español de estos versos que hablan, con tono oracular y mirada visionaria, del desmoronamiento de un mundo. 

Entre el lamento elegíaco y la denuncia de la injusticia y la destrucción, la evocación de Dachau, Treblinka, Auswitch o Wall Street, estos cuarenta cantos reúnen en la intensidad de sus versos un coro de voces que viene del fondo de la historia de la conciencia humana, desde el jardín de Academo a la ciudad moderna por la que yerra un Samsa herido entre torres derrumbadas que recuerdan aquellas otras torres altas de Ilión y se convierten en metáfora de la condición del hombre en el mundo contemporáneo, que ha visto cómo 

Se quebraron las vigas.

Se derrumbaron 
                            los muros de carga.
Se desfondó el tejado.

Lo que parecía granito 
era yeso laminado.

El revestimiento, 
la cimentación... 
todo está destrozado.

Aunque a veces, entre tanto derrumbe emerge en estos versos un espacio de esperanza que se levanta con la luz que deja una muchacha al cruzar la calle o en la mirada a la naturaleza:

Mirando al mar  
no hay naufragio.

El azul es la absoluta plenitud  
de una frágil mas cierta victoria sobre la nada.

Y, pese a todo,

aunque quizás 
no logremos cambiar la Historia con mayúsculas 
y el destino prosiga formateando camadas 
de histriones y canallas, 
hay esperanza, amor, hay esperanza. 

Pues no toda viejecita sentada al sol nocturno es celestina, 
no todo fracasado es un inútil 
ni estúpido quien no mete la mano 
en las arcas de su conciudadanos. 

Hay una elegancia de destino 
en la forma en que se desliza
la humilde gota 
                            por el cristal. 

Hay dignidad en la chispa que se alza 
como una mariposa en lo imposible 
para inmolarse un instante después 
sobre las brasas del hogar.