Fernando Aramburu.
Ávidas pretensiones.
Seix Barral. Barcelona, 2014..
Unas jornadas literarias patrocinadas por un gobierno regional en un convento de monjas son el punto de partida de Ávidas pretensiones, una novela en clave, la sátira de un zoológico lírico reconocible que el autor –poeta él también- conoce de primera mano.
Intrigas y discusiones, envidias y rencores en una feria de vanidades y egos literarios, en un baratillo poético con dos docenas largas de figurones mediocres – metafas o realitas- en busca de notoriedad y polvos y radicalmente ajenos a la poesía.
Hay de todo entre ellos: banderías irreconciliables de la experiencia y el silencio, hombres y mujeres, viejos y jóvenes, heterosexuales, homosexuales y bisexuales, peleas y borracheras, polvos de diverso tipo y hasta un inverosímil concurso interno.
Divertida aunque previsible, excesiva hasta la caricatura y el acartonamiento, algo deshilvanada a veces, se lee sin embargo con facilidad y con gusto. Con esta obra, esperpéntica o costumbrista, según se mire, ganó Fernando Aramburu el Biblioteca Breve de novela que publica Seix Barral.
Manuel Longares.
La vida de la letra.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2014.
Galaxia Gutenberg reúne por primera vez en un volumen La vida de la letra, de Manuel Longares, que explica en el prólogo de esta edición definitiva que estas tres novelas no forman una trilogía ya que no comparten argumento ni temática. Les une su vocación experimental por la fusión de géneros, porque en La novela del corsé la narración participa del ensayo y en Soldaditos de Pavía y Operación primavera, de las formas novelescas y teatrales.
Tres novelas en las que Manuel Longares no pone letra a la vida, como en la literatura realista, documental y hasta fantástica, sino que da vida a la letra. Y es que este ciclo se levanta no sobre la realidad, ni siquiera sobre la imaginación o la fantasía, sino sobre textos literarios o subliterarios previos: la novela sicalíptica de comienzos del XX o los libretos de zarzuelas o de óperas.
Por eso en el fondo de lo que tratan las obras de La vida de la letra es de la relación entre la literatura y la vida tomando como punto de partida la primera, no esta última, que era lo que hacían Galdós, Baroja o el realismo objetivo o social de mediados del XX.
Este es también el ciclo más experimental de la novelística de Longares, que explora aquí las posibilidades expresivas de la fusión con otros géneros: el ensayo en La novela del corsé, el género chico en Soldaditos de Pavía o el formato operístico en Operación Primavera.
Anne Douglas Sedgwick.
La inquietante Hester.
Traducción de Susana Carral
Rey Lear. Madrid, 2014.
«Supongo que la he odiado desde el primer momento en que la vi», se oyó decir a sí misma Monica Wilmott, al recordar a Hester tal y como la había visto la primera vez, sentada en la ventana abierta del salón de la casa de Chelsea, recortándose contra el río; extraordinariamente tranquila, muy segura de sí misma, con sus cejas oscuras y una ligera capa negra forrada de rojo.
Así comienza, en la traducción que Susana Carral ha preparado para Rey Lear, La inquietante Hester, de la estadounidense Anne Douglas Sedgwick (1873-1935), una autora admirada por Henry James y con una trayectoria vital y literaria que se asemeja asombrosamente a veces a la de Edith Warthon. Afincada como ellos en Inglaterra y escritora de éxito, su narrativa refleja la crisis general que culminó en la Primera Guerra Mundial con su consiguiente cambio de valores sociales y culturales.
La inquietante Hester, una novela de 1929 que como toda su obra permanecía inédita en español hasta ahora, fue una de las obras más vendidas en su momento y refleja con la fuerza de sus diálogos y las nítidas caracterizaciones de sus personajes la desorientación de entreguerras tras el vértigo del conflicto bélico, las secuelas síquicas de quienes lo vivieron en las trincheras o sufrieron sus consecuencias en la retaguardia.
Victor Hugo.
Historia de un crimen.
Prólogo de Jaime Fernández.
Hermida Editores. Madrid, 2014.
En 1851, Marx publicaba una de sus obras esenciales, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, en la que relacionaba el reciente golpe de estado en Francia con el que Napoleón había perpetrado en noviembre de 1799.
Y algo muy parecido hizo Víctor Hugo con esta espléndida Historia de un crimen, que está a la altura de sus mejores obras. Historia de un crimen es una denuncia implacable del sangriento golpe de estado que Luis Bonaparte dio el 2 de diciembre de 1851. Víctor Hugo, que lo vivió en primera persona y fue una de sus víctimas, tuvo que exiliarse en Bruselas y empezó a escribir inmediatamente con su prosa potente esta declaración de un testigo que sin embargo no publicó hasta 1877, cuando unas circunstancias muy parecidas devolvieron esta crónica a la actualidad y hasta la hicieron urgente: Este libro es más que actual; es urgente.
De la oportunidad de aquella edición habla muy claramente el enorme éxito de ventas del libro, que se vendía a un ritmo de diez mil ejemplares diarios y colapsó las imprentas, que no tenían tiempo ni de satinar el papel a aquel ritmo.
Tan oportuna aquella primera edición de 1877 como esta cuidada traducción de Juan Samit Martí que acaba de publicar Hermida Editores con un estupendo prólogo de Jaime Fernández Martín. Una aportación más a la consolidación de esta editorial joven, pero con una clara y admirable apuesta por la calidad literaria.
Daniel Guebel.
Genios destrozados.
Vida de artistas.
Eterna Cadencia. Buenos Aires, 2013.
Eterna Cadencia publica Genios destrozados, un conjunto de treinta y tres relatos en los que el argentino Daniel Guebel difumina los límites de la realidad y la ficción, de lo trágico y lo cómico para construir la verdadera historia del arte a través de las vidas de artistas reales o imaginarios.
Treinta y tres relatos por los que circulan las figuras y los cuadros de Rembrandt y Picasso, de Renoir y Grunewald, de Mondrian o Gauguin junto con otros nombres que están a medio camino entre las Vidas imaginarias de Schwob y la Historia universal de la infamia de Borges.
Hay entre ellos referencias menos ilustres, como las de las caras de Belmez, que nunca formarán parte de una historia académica de la pintura y que le sirven a Daniel Guebel para hacer una irónica reivindicación del humor y del arte en El acto estético a propósito del Ecce Homo restaurado en Borja, en tanto clásicamente peor, modernamente mucho mejor. (...) Aquel que tenga la fortuna de observar la nueva versión no podrá menos que reconocer en esa borroneada cara de simio angustiado una evocación del grito de Edward Munch y una anticipación tardía de las deformidades de Francis Bacon. Con esta intervención plástica, doña Cecilia Giménez Zueco se inscribe en la gran historia del arte y deja por el piso las acciones blandamente irreverentes con las que los farsantes de Dalí y Duchamp engañaban a los tarados.
Álvaro Do Carvalhal.
Los caníbales.
Traducción de Enrique Moya Carrión.
Prólogo de Fernando Iwasaki.
Ardicia. Madrid, 2014.
El mismo año de su muerte prematura en Coimbra, Álvaro Do Carvalhal (1844-1868) se publicó ya póstumo un volumen con sus cuentos. El más largo de ellos, Los caníbales, una nouvelle, acaba de publicarlo Ardicia por primera vez en español con traducción de Enrique Moya Carrión y prólogo -La maestría grotesca de Álvaro Do Carvalhal- de Fernando Iwasaki.
En ese ámbito grotesco de la conciencia, donde se cruzan la risa y el horror en una mueca que los mezcla de manera variable, se desarrolla este texto atravesado por el humor negro de un narrador que está a la vez fuera y dentro del relato, en una distancia irónica que a veces se convierte en sarcasmo y que cuestiona la materia narrada o se ríe entre bastidores hasta el final de cadáveres que cierra la obra.
Discípulo de Hoffmann y de Poe –al que se tradujo al portugués un año antes que en España-, en el origen de Los caníbales parecen estar pesando El extraño caso del señor Valdemar y El hombre de arena.
Pero hay también, de forma patente, una parodia grotesca del donjuanismo satánico en el triángulo amoroso que componen el misterioso Vizconde de Aveleda, Margarida, la mujer fatal que se enamora de él, y Don João, el pretendiente despreciado y resentido.
Jacques Abeille.
Los jardines estatuarios.
Traducción de Lluís Maria Todó.
Sexto Piso. Madrid, 2014.
Vi grandes campos de invierno cubiertos de pájaros muertos.
Sus rígidas alas trazaban en el infinito surcos indescifrables. Se hizo la noche.
Había entrado en la provincia de los jardines estatuarios.
Tras ese comienzo alucinado (“Creí haber escrito el relato de un loco”, declaró Abeille a propósito de esta obra), al lector de Los jardines estatuarios le espera una de las experiencias más turbadoras: la que le abre las puertas a un mundo extraño, a otra dimensión de la realidad de la mano de una novela impresionante de Jacques Abeille, que acaba de publicar Sexto Piso con una admirable traducción de Lluís Maria Todó.
Como el viajero que llega a esa región de jardines estatuarios de la mano de un guía que le orienta como a Dante en su viaje al inframundo, el lector se incorpora a ese juego de espejos que le plantea el narrador desde la primera línea y asume a partir de ese momento que de su mano entrará él también en ese territorio misterioso donde sus habitantes practican una agricultura mineral en la que se cultivan y se injertan estatuas.
Los jardines estatuarios resume varios modelos narrativos: es un libro de viajes, una intemporal fábula alegórica, un relato filosófico, una novela que recoge la mejor tradición de la novela de la Ilustración y de Swift, un texto en el que la imaginación no es un mecanismo de evasión, sino un procedimiento metafórico cargado de potencia por la magnífica prosa de Abeille y por su mirada inteligente a la sociedad y a la condición humana. Porque hay otras regiones por venir. Habrá países.
Santos Domínguez