Clara Janés. Sarantis Antíocos.
El Greco. Tres miradas:
Cervantes, Rilke, Antonio López.
Vaso Roto Arte. Madrid, 2014.
Ocho magnificas reproducciones -siete de cuadros del Greco y Cabeza griega y vestido azul, de Antonio López- abren El Greco. Tres miradas: Cervantes, Rilke, Antonio López que han escrito Clara Janés, responsable también de la edición, y el poeta griego Sarantis Antiocos.
Lo publica Vaso Roto en su colección Arte y está organizado en tres secciones: Los ojos de Rilke, de Clara Janés, Talleres colindantes: Cervantes y El Greco, de Sarantis Antiocos, y Las notas del Greco a la Arquitectura de Vitruvio, que recoge un diálogo de los coautores del volumen con el pintor Antonio López.
Este libro delicado y admirable, un prodigio de inteligencia creativa y de sensibilidad artística, quedará como una de las aportaciones más destacadas en este año conmemorativo del cuarto centenario de la muerte del Greco, contemporáneo de Cervantes, que le sobrevivió solo dos años.
Por eso si Clara Janés se centra en el deslumbramiento que la pintura del Greco provocó en Rilke, que vio en sus cuadros el istmo que comunica lo visible y lo invisible, Sarantis Antíocos explora los vínculos ideológicos y estéticos que permiten relacionar al pintor con Cervantes en un juego especular que sitúa frente a frente a los dos artistas a través de sus textos: los cervantinos del Persiles, el Quijote y algunas novelas ejemplares, y las notas que El Greco dejó manuscritas en su trabajado ejemplar de la Arquitectura de Vitruvio. Ese es el punto de partida del diálogo vivo y hondo entre los dos escritores y Antonio López.
Leonardo da Jandra.
Filosofía para desencantados.
Prólogo de Guillermo Fadanelli.
Atalanta. Gerona, 2014.
Las preguntas que se hace la Filosofía son lenguaje, pero las respuestas sólo las puede dar la experiencia. La medida de la verdad la da la experiencia, no la lógica, escribe Leonardo da Jandra (México, 1951) en Filosofía para desencantados, un breve pero intenso volumen que publica Atalanta con prólogo de Guillermo Fadanelli, que destaca la resistencia de este autor para no ceder a las tentaciones de la decepción contemporánea.
Tras fijar su objetivo en el capítulo preliminar, Cuestiones de método, al que pertenecen las frases transcritas, Da Jandra analiza tres momentos en la evolución de la conciencia y los comportamientos: desde la animalidad pura de la conciencia egocéntrica al sociocentrismo, que plantea la sociabilidad como una consecuencia de la imposibilidad del individuo para sobrevivir aislado en su desencanto: Lo último que nos queda cuando ya no creemos en nada es el falso consuelo de la razón desilusionada, de la fría y desolada intemperie del escepticismo.
Y finalmente, la conciencia cosmocéntrica, la apertura a una perspectiva integradora en un futuro en que se superarán dualismos como los que confrontan espíritu y materia o cultura y naturaleza.
Claude Lanzmann.
La tumba del sublime nadador.
Traducción de Gabriel García Santos
y José Miguel Parra.
Confluencias Editorial. Almería, 2014.
Antes de ser el cineasta reconocido desde 1985 por esa cumbre del género documental que es Shoah, una película de casi diez horas sobre el holocausto, el francés Claude Lanzmann (1925) fue un periodista con oficio que abordó la realidad desde múltiples ópticas, denunció los restos del colaboracionismo y la represión contra los argelinos o analizó el fenómeno de las bandas marginales de jóvenes que sembraron el terror en París.
A mediados de los cincuenta, Sartre lo incorporó a la redacción de Les Temps Modernes, de la que acabaría siendo director, pero su firma fue habitual en cabeceras tan distintas como Le Monde, Libération o Elle, donde publicó artícuilos en los que brillaron por igual su prosa y su independencia.
Hace dos años, Gallimard publicó una amplia selección, hecha por él mismo, de sus textos periodísticos que ahora edita en español Confluencias con traducción de Gabriel García Santos y José Miguel Parra: crónicas y relatos, análisis críticos y polémicos, textos en torno a Shoah, homenajes y necrológicas y sobre todo una espléndida sección de retratos que Lanzmann publicó en Elle y que trazan un panorama completo de la cultura francesa de los decisivos sesenta.
En el espléndido Prefacio que escribió para esta muestra de lo que él mismo llama sus artículos alimenticios, Lanzmann habla del bellísimo monumento funerario griego del siglo V a.C. cuyo techo representa a alguien que salta en el vacío. En esa imagen, que sugiere la del nadador que da nombre al monumento y al libro, ve Lanzmann la metáfora exacta de su vida y su escritura.
Darian Leader.
El robo de la Mona Lisa.
Lo que el arte nos impide ver.
Traducción de Elisa Corona Aguilar.
Sexto Piso. Madrid, 2014.
El lunes 21 de agosto de 1911 Vicenzo Perugia, pintor de brocha gorda, robaba del Louvre el retrato de la Gioconda, la obra más reproducida de la historia de la pintura.
En los días posteriores se formaron largas colas para contemplar el hueco que había dejado en la pared del museo el cuadro robado. Kafka y Max Brod estaban entre aquel gentío que acudía a contemplar no la obra de arte, sino su ausencia. Algunos de ellos no habían visto el cuadro antes de aquel suceso que otorgó a la Gioconda un valor icónico añadido a su valor artístico.
¿Qué buscaban aquellas personas –sería impropio llamarlos espectadores- que esperaban pacientemente para ver el vacío? Esa es la pregunta inicial que se plantea Darian Leader en este ensayo de interpretación psicoanalítica del arte que sigue el camino abierto por Freud y desbrozado por Lacan. Y luego van surgiendo otros interrogantes: ¿Por qué miramos un cuadro?, ¿qué esperamos encontrar en la contemplación de una obra de arte?, preguntas que plantean la relación entre el espectador y el cuadro, entre el sujeto y el objeto, entre el hombre y el mundo, entre la mirada propia y la mirada del otro, esa mirada de la que Perugia quiso preservar a la Mona Lisa durante los dos años y medio que la tuvo escondida en su casa.
Ricardo Piglia.
El último lector.
Debolsillo. Barcelona, 2014.
Un espléndido relato metafórico con ecos de Borges y Cortázar abre El último lector, un conjunto de ensayos breves en los que Ricardo Piglia hace una interpretación de la figura del lector.
Enmarcados entre ese prólogo y el epílogo, seis capítulos integran el ensayo en un tono narrativo para abordar la función del lector dentro del libro, el cambiante papel que de él refleja la literatura. Y muestran a un Kafka que en las cartas a Felice busca una lectora más que una amante, a un Borges que concibe la ficción como teoría de la lectura, o hablan del papel del lector en la novela negra, de Robinson y la lectura como salvación, de la lectura creativa como fuente de sentido y como impulso de la vida activa en el Quijote o como expresión de la interioridad en Hamlet.
Como ellos, los lectores imaginarios, Che Guevara, Anna Karenina y su linterna, Cortázar o el Ulysses proponen respuestas diferentes a la pregunta esencial del libro: ¿Qué es un lector? Esa pregunta es el motor de estas reflexiones y el título de su primer capítulo, pero es también y sobre todo la pregunta fundamental de la literatura, la que en su respuesta contiene el sentido de la escritura. Esta es la que propone Piglia: Un lector sería entonces el que encuentra sentido en un libro y preserva un resto de la tradición en un espacio donde impera otra serie (el terror, la locura, el canibalismo) y otro modo de leer los signos.
Junto con Crítica y ficción y Formas breves, recuperados también ahora por Debolsillo, El último lector forma una suerte de trilogía reflexiva de Piglia. Como en esos libros, también aquí el autor establece una estrecha relación entre la lectura y la vida que le lleva a cerrar así el epílogo: Este libro es acaso el más personal y el más íntimo de todos los que he escrito.
Santos Domínguez