22/3/09

Hablar bien


Pancracio Celdrán.
Hablar bien no cuesta tanto.
Temas de Hoy. Madrid, 2009



¿Hay faltas de ortografía orales? ¿Son afines talento y talante? ¿Se da el gatillazo o se da gatillazo? ¿Duodeno equivale a duodécimo? ¿Es correcto decir la primer vuelta? Un árbitro, ¿señala o señaliza? ¿Existió alguna vez la intemerata?¿Qué tiene quien tiene pluma?

Contestar dudas y corregir errores como los que acabamos de enumerar es el propósito explícito de la primera parte de este nuevo libro de Pancracio Celdrán que edita Temas de Hoy.

Alarmado porque a su parecer la Real Academia no siempre está a la altura de lo que se espera de ella y preocupado por la poca atención que se le presta al lenguaje, Pancracio Celdrán, que mantiene una sección fija los fines de semana en Radio Nacional de España, recoge el material de su espacio radiofónico en Hablar bien no cuesta tanto.

Con propósito más divulgativo que científico, en función del público al que quiere llegar, el autor hace un recorrido por los errores y dudas frecuentes en el uso y la norma de la lengua española.

La segunda parte del volumen enumera una serie de frases y dichos populares, aclara o aventura su origen y aclara el sentido de expresiones como gramática parda, pacotilla, pagar el pato, meter la pata o dar el coñazo.

Finalmente en una tercera sección, Celdrán aborda la historia de las palabras, su evolución, la etimología curiosa de cementerio, alirón, mus o perejil.

Y en el fondo ese es el sentido de un libro como este: el de hacer una floresta más curiosa que sistemática, más divertida que rigurosa, de las dudas, etimologías y curiosidades de la lengua española.

Como al propósito divulgador se superpone a veces la voluntad normativa, el comentarista evoca a aquel Probo que quería imponer a toda costa la necesidad de preservar el latín clásico (calida, no calda; vetulus, no veclus; auris no oricla) frente a la imparable realidad viva del latín vulgar.

No era la anarquía lo que triunfaba, era la lengua viva frente a los gramáticos que querían disecarla. Era tapar el sol con un dedo, claro, y nadie –por fortuna- les hizo caso.

Mayra Vela