26/11/06

La elasticidad del acordeón


Llàtzer Moix.
Mundo Mendoza
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Seix Barral. Barcelona, 2006.

No es una biografía de Eduardo Mendoza ni un estudio crítico de sus novelas, ni una reunión de conversaciones. Mundo Mendoza, el libro que publica Llàtzer Moix en la colección Los Tres Mundos de Seix Barral, es todo eso a la vez y por tanto es mucho más que la suma de esas partes.

Es una aproximación global al universo narrativo de Mendoza, a su mundo personal y a su círculo familiar, decisivo en su formación lectora, y a los años universitarios y el despertar político.

Es también el retrato coral de un escritor mestizo o paródico en temas y tonos. Un retrato elogioso de su obra y su personalidad hecho por sus amigos y compañeros de letras ( Azúa, Francisco Rico, Gimferrer, Marías, Cercas...) que hablan de su obra, de su desencantado humor, de su buena educación, de la importancia que tuvo como revitalizador de la novela interesante, con argumento, personajes e intriga. Eso es lo que representa Mendoza: la recuperación del público lector de novelas. Él fue uno de los novelistas que recuperaron el placer del narrador y reivindicaron la fiesta de la lectura.

Y un recorrido por los escenarios urbanos de una Barcelona heroína y mártir en un marco temporal que arranca desde el anarquismo de principios de siglo a la época espacial de un Gurb transustanciado en el cuerpo de Marta Sánchez.

Eduardo Mendoza ha construido sus novelas bajo la influencia de lo mejor de la novela mundial, de Cervantes a Dickens, de la picaresca a Dostoievski, de Tolstoi a Baroja, y ha encontrado una voz personal inconfundible que suscita la admiración generalizada de los lectores y, lo que es más raro y meritorio, de sus compañeros de fatigas en la novela. Quizá sea él su crítico más duro, el más distante de sus lectores:

Se me va la vida intentando escribir una novela y, como no me sale, hago otra y la publico.

La elasticidad del acordeón que Mendoza aprende en Guerra y Paz es una de las claves de su novelística y está presente, con su peculiar mezcla de tonos y prosas, desde su primer libro hasta Mauricio o las elecciones primarias, en todas sus novelas, incluso en las que se entienden como menores. Ese collage de voces, de temas y de enfoques es uno de los atractivos de la narrativa del autor. Por eso sus novelas más flojas son las monocordes (La visión del Archiduque y El último trayecto de Horacio Dos).

Eduardo Mendoza representa en la novela lo que Woody Allen en el cine: el sentido artístico de la parodia. Ni en un caso ni en otro se trata de la destructiva parodia clásica, sino de una forma moderna de parodia que tiene mucho de homenaje y de admiración.

Mundo Mendoza es también un análisis certero de la arquitectura de cada texto de Mendoza, sin encumbramiento, pero con la lucidez agradecida del lector que ha disfrutado de estas obras, de sus personajes, de su constante sátira del poder.

Un recorrido que acaba con una visita al hábitat literario y al ámbito doméstico, al taller de los prodigios del escritor y al patio, tan particular, de la escritura y de los escritores.

Escrito con la agilidad de un estilo expresivo y directo, Mundo Mendoza es una invitación a entrar en el mundo y en la obra de Eduardo Mendoza, una invitación a la lectura.

Estoy convencido de que esa es la forma más saludable de hacer crítica literaria.

Santos Domínguez