21/2/09

Juan de Arguijo


Juan de Arguijo.
Poesía completa
Edición de Oriol Miró Martí.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2009.


Fue uno de esos poetas menores imprescindibles en toda antología que se precie, Lope lo elogió repetidamente y le dedicó cuatro de sus libros. Claro que aquellos elogios no eran desinteresados y revelaban una venalidad tan escandalosa que el propio homenajeado tuvo que frenarlos.

Juan de Arguijo (1567-1622), sevillano, concejal –caballero veinticuatro se decía en su época- y poeta ingenioso y elegante, es autor de una obra que ha permanecido dispersa en antologías muy distintas y en manuscritos e impresos desperdigados por todo el mundo.

Lo señalaba Rodríguez Moñino en 1963 y dos décadas después, en 1985, su discípulo Stanko B. Vranich publicaba la obra completa del sevillano después de un riguroso rastreo por archivos y bibliotecas de todo el mundo. La publicación de su Poesía completa en Letras Hispánicas de Cátedra, en una cuidada edición de Oriol Miró repara definitivamente esa insuficiencia.

Un texto de Arguijo abría en 1605 las Flores de poetas ilustres de Pedro de Espinosa, en donde aparecía representado con seis sonetos intensos y delicados en los que se funden mitología y tragedia, como en el resto de su poesía.

Con una contención aún manierista tras la que se entreveía el Barroco incipiente, Arguijo seguía el camino de su paisano, maestro y contertulio Fernando de Herrera a la manera refinada del segundo Renacimiento, con una sobriedad literaria que no tuvo en su vida privada, en la que no tardó en dilapidar la fortuna heredada del comerciante rico que fue su padre. Fue un cortesano perfecto y un mecenas generoso hasta el derroche, pero tuvo que huir de sus acreedores y se enclaustró durante algún tiempo en una casa de jesuitas. Cuando reapareció en Sevilla era ya otro hombre, casi definitivamente acabado para la poesía.

La llamativa ausencia del intimismo petrarquista, la huida del tono confesional y de la introspección amorosa en la poesía de Arguijo limita temáticamente su obra a un eje de referencia en la mitología y la historia antigua. Son textos en los que la forma preferida es el soneto, una estructura en la que el poeta encauza una cierta tendencia a la teatralidad, a la narratividad y a la contención imaginativa en composiciones sobre Ariadna, Narciso o Faetón.

Otro sevillano, Luis Cernuda, editó una selección de Sonetos clásicos sevillanos en la que hablaba de Arguijo como un poeta sobrio que –igual que Medrano y Rioja- ni puede ni quiere ser un brillante charlatán.

En su contención expresiva vio Cernuda un antecedente de Bécquer; en él pudo pensar Borges cuando evocaba a aquel poeta menor de una antología, uno de esos poetas que oyeron al ruiseñor una tarde, mientras se llevaba

el mar su llanto, el viento su deseo.



Santos Domínguez