23 diciembre 2022

Vida. Biografía y antología de José Hierro



Vida.
Biografía y antología de José Hierro.
Antología a cargo de Lorenzo Oliván
y textos de Jesús Marchamalo.
Nórdica libros. Madrid, 2022. 

Biografía y antología de José Hierro es el subtítulo de Vida, el espléndido volumen ilustrado que publica Nórdica libros en el centenario del nacimiento del autor del Libro de las alucinaciones.

Organizado en dos secciones, la primera la firma Jesús Marchamalo y propone un recorrido biográfico en veintiún capítulos que reconstruyen otros tantos momentos decisivos en la vida del poeta, desde la experiencia de la cárcel a su elección para un sillón en la Academia, pasando por viajes tan determinantes para su obra como el que hizo a Nueva York en abril de 1991. 

Los trabajos y los días, las anécdotas, la afición al dibujo, al tabaco y a escribir en los bares, el lento proceso de su escritura y sus meticulosas correcciones, las reflexiones sobre la escritura y el hecho poético  son los ejes de referencia del apartado biográfico, que se abre con un texto de Marchamalo -‘Del Madrid castizo’- que comienza así:

Le recuerdan quienes le conocieron caminando deprisa, enérgico, apurado, con una premura que resultaba a veces impostada. Iba y venía, eléctrico, nervioso: hacía muebles, pintaba, cocinaba... Lo mismo escuchaba a Schubert que paseaba, aéreo, por el campo, o recitaba a Lope y a Machado. ¿A dónde corres, Hierro?, le preguntaban, sonriendo, sus amigos. Imponía, es cierto, esa presencia suya, hierática y fibrosa, su aspecto de viejo boxeador, de caudillo otomano, de forzudo de circo: la calva rojiza, puntiaguda, el bigote poblado, los ojos vivarachos y unos rasgos — la nariz, la barbilla, pronunciadas ojeras— parecería tallados en madera.
Prevalecía en todo caso un aire sencillo, afable, maneras campechanas, toscas en ocasiones —ese refugio inconfesado de la timidez—, que ocultaba un íntimo refinamiento. Unas manos poderosas, de gestos expresivos, y una voz de locutor de radio, mullida y modulada y que podía ser también atronadora.
Se llamaba José Hierro Real y había nacido en 1922 en el Madrid castizo de la calle Andrés Borrego, en la casa de su abuela paterna. Una calle a espaldas de la Gran Vía, estrecha, que comunica la calle de la Luna y la del Pez en ese barrio popular, ruidoso y concurrido, de fruterías, obradores de pan y pequeños talleres, carros de mano, cestos y bicicletas.

Un recorrido por la vida de Hierro que no se hace sólo con la palabra, sino también con imágenes de un nutrido álbum fotográfico que ofrece un itinerario visual por su biografía y su obra a través de materiales gráficos: desde fotografías personales hasta portadas de las diferentes ediciones de sus libros, pasando por una abundante muestra de manuscritos de los poemas.







La segunda parte del volumen es una amplia antología a cargo de Lorenzo Oliván, que recoge una muestra muy significativa de la obra de Hierro con más de setenta poemas extraídos de sus ocho libros: desde Tierra sin nosotros, más de medio siglo de escritura con obras imprescindibles como el Libro de las alucinaciones o Agenda, y con poemas centrales no sólo en la trayectoria personal de su autor, sino en la poesía española de la segunda mitad del XX: ‘Llegada al mar’, ‘Los andaluces’, ‘Lope. La noche. Marta’, o ‘Los claustros’, que comienza con estos versos:

No, si yo no digo 
que no estén bien en donde están:
más aseados y atendidos
que en el lugar en que nacieron,
donde vivieron tantos siglos. 
Allí el tiempo los devoraba. 
El sol, la lluvia, el viento, el hielo,
los hombres iban desgarrándoles 
la piel, los músculos de piedra 
y ofrendaban el esqueleto
―fustes, dovelas, capiteles― 
al aire azul de la mañana.
Atormentados por los cardos,
heridos por las lagartijas,
cagados por los estorninos, 
por las ovejas y las cabras.

La suma de esas dos partes en las que se articula el libro propone un diálogo fructífero entre la vida y la poesía de Hierro en un admirable esfuerzo editorial que constituye una aportación fundamental en las conmemoraciones del centenario de su nacimiento.

Santos Domínguez 




21 diciembre 2022

Pablo Andrés Escapa. Herencias del invierno



Pablo Andrés Escapa. 
Herencias del invierno. 
Cuentos de Navidad.
Páginas de Espuma. Madrid, 2022.

 Junto con las campañas publicitarias y las iluminaciones festivas, una de las señales invariables que anunciaban por estas fechas la proximidad de la Navidad era recibir en el correo un estupendo cuento navideño de Pablo Andrés Escapa. 

Ese privilegio que disfrutábamos desde hace años un grupo de amigos lo hace ahora extensivo Páginas de Espuma al común de los lectores al publicarlos en un magnífico libro, Herencias del invierno. Cuentos de Navidad, lujosamente editado con ilustraciones de Lucie Duboeuf y encuadernado en el oro de sus palabras, en el azul nocturno y en el blanco de la estrella y la nieve de sus cuentos, las tonalidades que predominan en la portada, en las guardas, en las delicadas imágenes interiores y en las cuatro postales que acompañan la edición.

Diez cuentos navideños de uno de nuestros mejores narradores actuales, dueño de una prosa de altísima calidad, que mantiene así una costumbre personal, heredada de su padre, del impulso fabulador del noroeste y de las tradiciones orales de los filandones con las que Escapa está tan vinculado.

Así comienza el primero de los relatos, titulado Ceniza:

–¡Santas noches!
Hay saludos que comprometen, quién lo duda. Y este era de los que abren las puertas a la buena fe. Pero eso lo ve uno ahora, pasado el tiempo. Cuando lo oímos, estábamos Celino y yo como para devolver gentilezas. Lo único que nos preocupaba era que alguien nos descubriese a aquellas horas y de semejante facha: Celino con la cara tiznada de negro, que se empeñó en las seguridades que le daba ese disfraz; yo, sin hollines, pero tan sombrío de ánimo que había de parecer más oscuro que él. Y de pronto aquella voz recibiéndonos a ras de suelo. Ahora es fácil decir que no hubo azar en el encuentro, que los milagros lo son por necesidad.
Debíamos componer una estampa más que dudosa, Celino y yo. Imagínense: dos cabezas asomadas a la boca de una alcantarilla con los ojos levantados hacia las estrellas. Y allí, vibrante en el aire helado, el susto de aquella cortesía inesperada.

“Escribir cuentos, como escribir poemas, es un trabajo delicado que no debe proceder nunca con prisas ni incurrir en traiciones a ese mundo que previamente se ha forjado el escritor.” Esa reflexión de Pablo Andrés Escapa, que formaba parte de su poética, recogida en el colectivo El arquero inmóvil, publicado también por Páginas de Espuma, resume las claves de su literatura. Porque la palabra de Escapa tiene la delicadeza, la consistencia, la pausa y el peso específico de la palabra poética. 

Y esas virtudes, que suelen ocasionar un indeseable efecto antinarrativo, son en sus relatos elementos fundamentales que hacen del cómo (el tono, el enfoque, el ritmo de la frase, la voz narrativa) la materia esencial de estos cuentos en los que vibra la memoria infantil de los belenes de cartón y corcho y arde también el hondo temblor de la emoción y el tiempo al evocar “semillas de discordia en días de misterio” :

Todos los arquitectos de Belén, los sembradores infantiles de veredas y estrellas, los repartidores de ángeles, los hacedores humildes de ríos de plata y prósperos arados sobre el suelo de serrín, corrieron a la ventana. Y allí, pegadas al cristal todas las caras como una sola alma, dejaron volar su asombro hasta mezclarse con las semillas blancas que la nieve iba poniendo en las miradas para hacer la realidad más pura.

Coleridge definía la poesía como el resultado de las mejores palabras en el mejor orden. A ese planteamiento parece responder siempre la prosa de Pablo Andrés Escapa, su buen oído y el ritmo armonioso de una frase limpia y natural de tan trabajada, sus metáforas que crean un mundo animado por la mirada emocionada que inserta lo mágico en lo cercano, el prodigio en el entorno cotidiano, la ensoñación en la realidad.    

Entre el encuentro prodigioso de dos pobres ladrones en huida en Nochebuena y la noche luminosa y sostenida del cometa desde Nochebuena a Reyes en el milagro final de unas navidades sin nieve, la escarcha y las ausencias, el fuego y los sueños, los surcos de fulgores abiertos en el cielo por un buey herido y los caminos imprevistos de las estrellas errantes, diez magníficos cuentos navideños reunidos en un volumen que sin duda está entre los libros mejor editados de 2022 y que, en lugar de la fecha de impresión, lleva como colofón un magnífico texto que termina con estas líneas:

Por eso lees, lector crédulo, que no hay tiempo cabal para estas fábulas, ni día seguro de su fin, que juntas salieron de la imprenta un atardecer, a hora en la que a los pasmos de este mundo se les vino a unir el de un lucero que brillaba por negar el calendario y enseñarles a los hombres que no hay alba fija ni ocaso prescrito para soñar.

Santos Domínguez 




 

19 diciembre 2022

Catherine Fletcher. La belleza y el terror



 Catherine Fletcher.
La belleza y el terror. 
Una historia alternativa del Renacimiento italiano.
Traducción de 
Juan Rabasseda Gascón y Teófilo de Lozoya.
Taurus. Madrid, 2021.

El libro negro del Renacimiento se titula la reciente edición en italiano de La belleza y el terror, de la profesora Catherine Fletcher que publica Taurus con traducción de Juan Rabasseda Gascón y Teófilo de Lozoya en un cuidadísimo volumen ilustrado con treinta y dos espléndidas imágenes en dos cuadernillos centrales.

‘Una historia alternativa del Renacimiento italiano’ es el subtítulo de este libro que -frente a la imagen idealizada del Renacimiento que dibujó Burckhardt en 1860 con su inaugural La cultura del Renacimiento en Italia-, explora su lado oscuro, sus zonas de sombra en un poderoso relato, sustentado en el rigor historiográfico y en la capacidad narrativa de la autora, que explica así su propósito:

Precisamente porque el legado de ese Renacimiento (o Época de la Reforma, o Era de las Exploraciones, si así lo preferimos) ha resultado tan importante en la cultura de Occidente, a la hora de definir quiénes somos «nosotros» (y quiénes no somos «nosotros»), merece la pena conocerlo con más profundidad.
Sobre todo es necesario porque el relato popular del Renacimiento —al igual que muchas versiones de la historia moderna de Occidente— tiende a focalizarse en el genio y la gloria a expensas de las atrocidades. Las ideas de Maquiavelo en lo relativo al poder, por ejemplo, se convierten en una serie de aforismos atemporales en vez de surgir, como hicieron efectivamente, de un escenario específico. Ni que decir tiene que el hecho de que todos aquellos individuos coexistieron con los primeros viajes europeos a las Américas, con los que algunos de ellos tuvieron una conexión muy especial, y de que los italianos proporcionaron parte del personal, financiación y crónicas de la subsiguiente colonización no son circunstancias desconocidas. El aspecto cruel y sangriento del Renacimiento ha sido uno de los elementos que han suscitado la fascinación que sentimos por aquella época.

Porque en el Renacimiento conviven, como en el título, en un inestable equilibrio la belleza y el terror, la brillantez y la turbulencia, el desarrollo de la imprenta y el índice de libros prohibidos, la grandeza monumental y la violencia, los refinamientos nobiliarios y las traiciones entre cortesanos, el progreso artístico y el desarrollo de las armas de fuego, el genio de Miguel Ángel y las conspiraciones tenebrosas, la Reforma y la Contrarreforma, la creatividad de Leonardo da Vinci, inventor de máquinas de guerra, y la pulsión de hogueras de Savonarola, el descubrimiento de América y las guerras por el Nuevo Mundo, el auge político y comercial de Venecia y la instauración de su ghetto, la poesía más refinada y la guerra de las palabras, la pintura de Boticelli y la ejecución de Giordano Bruno y Lepanto y el Saco de Roma, la brillantez y la corrupción, Tiziano y los Borgia, la pintura de Rafael y el papado de Julio II; el ejercicio del poder y de la guerra como un arte, la cúpula del Duomo de Florencia y el maquiavelismo de los Médicis, las cimas artísticas y las epidemias, la cultura y los negocios, los lujos civiles y religiosos y las hambrunas. 

Y de todo ello da cuenta la fluida prosa de Catherine Fletcher en las páginas de este volumen, que en sus veintiséis capítulos aborda las invasiones bélicas y los conflictos sociales, las luchas por el poder civil, militar o eclesiástico, las relaciones entre los papas y los príncipes, el acceso de las mujeres a la educación, al arte o al desempeño de cargos públicos, la invención de la pornografía con I Modi, los grabados de Giulio Romano con dieciséis posturas sexuales, y los Sonetos del Aretino o la transcendencia cultural y artística del Concilio de Trento.
 
“En líneas generales -escribe la autora-, la historia del Renacimiento ha desempeñado un papel más sutil, e incluso menos pernicioso, que las mitologías de sus grandes hombres que reforzaban la idea de una superioridad blanca europea y cristiana sin llegar a ser nunca tan vulgares como para expresarlo así. Con ello no quiero decir que constituya un error apreciar la innovación artística de la Europa del siglo XVI y disfrutar de ella: hay mucho ante lo que maravillarse. Y si analizamos con rigurosidad cómo veía la gente de ese mundo su propia revolución de los medios de comunicación, o ciertas cuestiones relacionadas con el género y la sexualidad, también podremos comprender mejor el mundo en el que nos ha tocado vivir, y las distintas maneras en las que, tanto entonces como ahora, puede coexistir una brillante innovación cultural con todo tipo de atrocidades, con las que, de hecho, suele estar interrelacionada.”

Gracias a este libro, que atiende tanto a esa “brillante innovación cultural” como a las atrocidades con las que, de hecho, suele estar interrelacionada”, tenemos una imagen más completa y más fiel a la realidad de un movimiento cultural y de una época histórica que ofrece, como todas, una mezcla de luces y sombras, de belleza y terror que no puede ser obviada.

Santos Domínguez

 

16 diciembre 2022

Antonio Gamoneda. Libro del frío


Antonio Gamoneda.
Libro del frío.
Prólogo de Tomás Sánchez Santiago.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2022.


Tengo frío junto a los manantiales. He subido hasta
cansar mi corazón.

Hay yerba negra en las laderas y azucenas cárdenas
entre sombras, pero, ¿qué hago yo delante del abismo?

Bajo las águilas silenciosas, la inmensidad carece de significado. 

Con ese poema abre Antonio Gamoneda su Libro del frío, que termina con estos versos:

Amé las desapariciones y ahora el último rostro ha salido de mí.

He atravesado las cortinas blancas:

ya sólo hay luz dentro de mis ojos.

Sometido a varias revisiones y reescrituras [1986-1992, 1998, 2004 y 2016], lo recupera Galaxia Gutenberg en su colección de Poesía de bolsillo con un prólogo -‘De nuevo la emoción’- en el que Tomás Sánchez Santiago afirma que, treinta años después de su aparición, “aquel lector de 1992 sigue hoy asistiendo asombrado a una galería de imágenes que lo introducen en un espacio donde, bajo el código enigmático de una memoria obstinada, se suceden a sí mismas las brasas vivas de ese lenguaje de insistencias y revelaciones.”

En su reciente prólogo a los cuentos de Antonio Pereira, Antonio Gamoneda declara que “la lírica es la narrativa”, lo que se podría aplicar a este Libro del frío, que de alguna manera es la narración de un viaje por el bosque del recuerdo en busca del centro del sentido, el relato de una travesía desde los umbrales a los límites en una sucesión de textos e imágenes, de claroscuros y contraluces, de contrastes y deslumbramientos, de iluminaciones en la sombra y persistencias en el vacío: 

Hay un anciano ante una senda vacía. Nadie regresa de la ciudad lejana; sólo el viento sobre las últimas huellas.

Yo soy la senda y el anciano, soy la ciudad y el viento.

Memoria y palabra, mirada y paisaje permiten al ‘yo’ de estos poemas recorrer un difícil camino ascendente hacia la afirmación de la identidad a través de unos textos visionarios que convocan imágenes potentes en la oscuridad desde la fijación de su frágil territorio vital. Un territorio de intemperie, delimitado desde la contención expresiva y la desnudez verbal hasta la angustia y la enfermedad, desde la conciencia del deterioro hasta la llegada a la luz y la serenidad de la desaparición.

Y en el ‘Aún’ del tránsito que da título a la zona central del libro confluye el pasado que atraviesa la identidad del presente con los manantiales que hablan en la noche, y se suceden el amor y la desolación, la música y el abismo, el desasosiego existencial y la nieve del límite: 

Sábana negra en la misericordia: 
tu lengua en un idioma ensangrentado. 

Sábana aún en la sustancia enferma, 
la que llora en tu boca y en la mía 
y, atravesando dulcemente llagas, 
ata mis huesos a tus huesos humanos.

No mueras más en mí, sal de mi lengua.

Dame la mano para entrar en la nieve.


Amé todas las pérdidas. 
Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.

Santos Domínguez



14 diciembre 2022

Antonio Pereira. Todos los cuentos



 Antonio Pereira.
Todos los cuentos.
Prólogo de Antonio Gamoneda.
Siruela. Madrid, 2022.

“Sin escoger apenas, he leído y recortado una y otra vez en cualquiera de las casi novecientas páginas del tomo. El recorte, en ocasiones, me ha proporcionado cuanto esperaba y también una rítmica. No voy a considerar la poética esencial que esto comporta porque no es necesario y porque la rítmica es componente notable y sabido de mucha de la mejor prosa que por el mundo circula y bien la quisiera para mí. Lo que anoto para terminar con discreta decencia es que, como yo, los lectores habrán advertido (habrán sentido son palabras más justas) la doble potencia semántica del fraseo; es narración, sí, pero la narración es sustancialmente poética. Y no digo más porque yo, simple «hermano menor» de Antonio Pereira, no sé decirlo”, escribe Antonio Gamoneda para cerrar su prólogo a la reedición de Todos los cuentos de Antonio Pereira que acaba de publicar Siruela.

Una página ya conocida –sostenía Pereira- es nueva en cada relectura, en cada actualización, porque el lector nunca es el mismo. La esmerada reedición de toda su narrativa breve en el volumen que publica Siruela es una nueva ocasión para comprobar la vitalidad de sus relatos, para releer o para leer por vez primera a Antonio Pereira, del que decía Manuel Talens: “Si en el mundo hubiera eso que llamamos justicia, si Dios (¿pero existe?) fuera en verdad misericordioso, hace años que Antonio Pereira estaría públicamente considerado como el contador de historias más grande que ha dado este país en el último cuarto de siglo.” Aquel artículo terminaba con una recomendación que agradecerán quienes aún no hayan leído estos cuentos: “Lean a Antonio Pereira. Les cambiará la vida.”

Se reúnen en este volumen todos los relatos que fueron apareciendo en seis libros publicados entre 1967 y 2007, entre Una ventana a la carretera y La divisa en la torre. Y se añade un último relato, ‘Bradomín’, de 2008, que comienza así:

«Puede tratarme de tú, otra cosa no oirá en esta república libertaria, pero llámeme Marqués», me pidió mi compañero de habitación la primera vez que me hablaba, de vuelta yo del quirófano y de la anestesia. Con el despertar había ido reviviendo el viraje brusco del coche que me llevaba a Santiago, la maldición del conductor. En el hospital, en una ciudad de la Galicia más interna, me dijeron que se estaba construyendo un hospital nuevo y que en este de ahora el operado de una rodilla podía tener de compañero a un demente senil.
Mi demente era pacífico y se me presentó cortésmente: «Soy el marqués de Bradomín», y siguió con una sarta de apellidos, los Cela, los Montenegro, y el más improbable, un Bibbiena de Rienzo. Cuando dejaba la cama, y lo hacía según su marquesal gana, su figura era noble y quijotesca, aun con la bata gregaria que te presta la Seguridad Social. Yo, en cambio, no podía moverme, con la pierna estirada y prisionera en un cepo odioso.

Está recogido en este espléndido volumen la totalidad del inconfundible mundo narrativo de Antonio Pereira, la oralidad del filandón estilizado que es el humus de sus relatos, en los que se armonizan con refinado oficio lo mejor de la tradición y de las aportaciones del relato contemporáneo para integrar una evidente variedad de técnicas narrativas en un continuo ejercicio de virtuosismo formal, de equilibrismo divertido y seguro en el filo de la navaja, como destacó Ricardo Gullón.

En Pereira se funden la ironía cervantina y el humor comprensivo, la profundidad sicológica y el uso magistral de los diálogos, la fluidez de la oralidad y la sabiduría en el uso de las técnicas elusivas. Y una melancolía en las evocaciones que tiene algo de indecible y que convive en su mirada con la cordialidad zumbona, con esa forma castiza de ironía que llamamos retranca.

La publicación de su narrativa breve completa depara una nueva ocasión de comprobar que el cuento no es un género menor, sino una manifestación fundamental de la literatura, un género para el virtuosismo. Nos lo tuvieron que venir a decir los autores sudamericanos y entonces se empezó a valorar a Ignacio Aldecoa o al mismo Antonio Pereira como referencias fundamentales cuya sombra ha ido creciendo en el panorama narrativo español.

Estos cuentos completos dan cuenta de la altura narrativa, de la variedad temática y la riqueza técnica de un autor experto en sutileza e ironía, en un esperpentismo suave, sin desgarro ni alejamiento, que busca siempre  la complicidad de aquellos lectores que Pereira invocaba en el título de una de sus antologías más leídas, Cuentos para lectores cómplices.

‘El ingeniero Balboa’, ‘Las peras de Dios’, ‘El síndrome de Estocolmo’, ‘La ilustre casa de Pereira’, ‘La Orbea del coadjutor’ o ‘El pozo encerrado’ son algunos de esos textos imprescindibles e inolvidables. Cuentos en los que la realidad y la imaginación convergen en una técnica que Antonio Pereira maneja como pocos: la que le permite contar lo irreal de forma verosímil para hacer creíble lo increíble y para presentar lo real con un toque de fantasía que lo eleva un palmo o dos por encima de su altura diaria.

Además de las valoraciones de la crítica, los mayores elogios de la obra narrativa de Antonio Pereira los han firmado Mateo Díez, José Mª Merino o Martín Garzo. Y no sólo narradores como esos, también poetas como Antonio Colinas, Juan Carlos Mestre o Antonio Gamoneda, que escribió para la primera edición de este libro una espléndida ‘Carta (sin fecha) a Antonio Pereira’, en la que afirma: “Realidad poética es el componente verídico y esencial de tu narrativa breve, y esta es la razón de su sencilla, íntima –implicada- grandeza. Todo ello tiene como causa –aquí una obviedad necesaria- que tú, esencialmente, eres poeta, y, precisamente porque eres poeta, escribes una prodigiosa narrativa breve.”

Y es que la precisión y la exactitud de la prosa de Pereira aproxima sus cuentos a la estilización de la poesía. Y así surge un relámpago de acero como el de la navaja de la barbera alemana de uno de sus libros, Picassos en el desván. Termina con este párrafo:

Hubo un relámpago de acero en el aire (se notó un movimiento en las gabardinas) y un alivio de los agentes cuando la navaja rozó apenas la nuez del registrador, limpiándole ese poco de pelusilla. Luego la barbera ofreció las muñecas y ellos le pusieron unas esposas que parecían estarle pequeñas. Así salió en las fotografías de sucesos, junto a esos horrores de Düsseldorf que cuesta trabajo creer.

Un volumen para el disfrute de sus lectores, que podrían llevar una pancarta como la que llevaban sus amigos canarios cuando fueron a recibirle al aeropuerto de Tenerife: LEA USTED A PEREIRA.

Pues eso. Léanlo.

Santos Domínguez 



12 diciembre 2022

Bernard de Fallois. Siete conferencias sobre Proust

  


Bernard de Fallois.
Siete conferencias sobre Marcel Proust.
Traducción de Lluís Maria Todó.
Ediciones del Subsuelo. Barcelona, 2022.

‘¿Es Proust el auténtico autor de La comedia humana?’ 

Ese es el llamativo y provocador título de la cuarta conferencia de las Siete conferencias sobre Marcel Proust que dictó Bernard de Fallois. Junto con las otras seis (‘¿De veras es tan interesante la vida de Proust?’, ‘¿Cómo compuso Proust su novela?’, ‘¿Han envejecido los personajes de Proust?’, ‘Proust ¿a favor o en contra del amor?’, ‘¿La obra de arte puede vencer a la muerte?’, ‘Proust y Chateaubriand’) y con el luminoso artículo ‘Lectores de Proust’, las reúne Ediciones del Subsuelo con traducción de Lluís Maria Todó en un volumen con el que la editorial conmemora el centenario de la muerte de Proust.

Fallois (1926-2018), descubridor a principios de los cincuenta de Jean Santeuil y Contra Sainte-Beuve y autor de una imprescindible Introducción a La recherche du temps perdu (2018), elaboró estas siete magníficas conferencias de una hora de duración sobre Marcel Proust, que se publicaron en 2019 y completan una guía esclarecedora sobre la monumental obra proustiana. 

Con un estilo transparente y una fluidez expositiva admirable, Fallois aborda en la primera de ellas un asunto clave: la distancia entre biografía y obra en Proust, que criticó esa relación en su iluminador Contra Sainte-Beuve, frente a lo que pensaba Painter en su canónico y monumental ensayo en dos volúmenes sobre el autor.

Así esbozaba aquel primer día Fallois el programa semanal de conferencias:

Nos preguntaremos cómo fue construida esa catedral, […] pasaremos una tarde con sus personajes, […] nos plantearemos si Proust no es uno de nuestros grandes autores cómicos, […] por qué Proust está considerado uno de los más grandes pintores del amor. […] Nos preguntaremos también cómo puede ser que un hombre que conoció tantos pesares, tantas decepciones, tanta tristeza y que, en cierto modo, fue un hombre muy poco optimista, fuera al mismo tiempo uno de nuestros autores más divertidos. […] Finalmente, cuando hayamos despachado estas cuestiones llegaremos a otra que se sitúa más bien al final de la novela, la de saber la importancia que otorga Proust al arte, todo lo que dice sobre él, todo lo que merece ser sacrificado por él, todo lo que representa, según Proust, la parte más viva de la vida y, en cierto modo, la vida auténtica. El arte es el camino de salvación para luchar contra esas dos fuerzas tan poderosas, tan irresistibles, que son la muerte y el olvido.

En esa primera conferencia está presente ya el tono incitativo, alejado de la erudición pero nunca superficial, que recorre todas las charlas, en un impulso para despertar la curiosidad del oyente de entonces, del lector de ahora :

¿Quién era ese Marcel Proust tan desconocido en el momento de su muerte y también mucho tiempo después de su muerte, tan mal conocido y poco leído, todo sea dicho? Ese personaje extraño, sobre el que corrían rumores, una especie de leyenda, ¿quién era? ¿Qué vida tuvo? ¿Qué carácter?
Y ahora viene la pregunta que me gustaría plantearles: ¿tenemos motivos para interesarnos tanto por él?

Faillois se pregunta por el papel de la enfermedad, de la sexualidad conflictiva, de la religión o por la seguridad de Proust en lo que estaba escribiendo, pero defiende que no es el yo autobiográfico “quien escribió su libro, sino otro que ni su correspondencia ni los estudios sobre él ni los testimonios pueden darnos a conocer.” Es otro yo secreto, “que tan sólo está en su obra.” 

Y por eso lo importante es saber “no el día que conoció a Robert de Montesquiou, sino el día que conoció a Swann, a Charlus o a Albertine” y afrontar, más que la historia de la persona, la historia de su obra: su evolución, el proceso cambiante de composición de sus textos o la meditada arquitectura de su ciclo novelístico. 

Con esa perspectiva, Bernard de Fallois aborda en estas conferencias cuestiones como la búsqueda por parte de Proust de un territorio narrativo propio, la importancia de temas como la homosexualidad, los celos, el esnobismo o la decisiva dimensión temporal de los personajes, agrupados por el novelista en círculos concéntricos y sometidos a un intenso proceso de individualización: 

¿Cómo hace Proust para que, a las primeras palabras de un personaje suyo, aunque hayamos pasado años sin frecuentarlo, lo reconozcamos inmediatamente?

La magistral caracterización verbal, la metáfora como método, la perspectiva del narrador, la elaboración literaria de los escenarios, el diseño temporal, su estructura, basada en la “idea de terminar el libro en el momento en que el protagonista va a ponerse a escribirlo y nosotros acabamos de leer el libro terminado” son algunas de las claves que Fallois dilucida en estas páginas que esclarecen la coexistencia de dos tiempos en “las intermitencias del corazón” que fueron el título inicial de la serie.

“Ustedes ya conocen -escribe Faillois- la comparación que usó él para hacernos comprender lo que es un escritor y lo que podemos esperar de él. Un escritor es como un óptico que nos hace probar unas lentes para las gafas, luego otras, luego otras más, diciéndonos: «¿Ve mejor así? ¿O así? ¿Y con estas?».
Muchos lectores, tanto en Francia como en el extranjero, en los últimos setenta y cinco años, han tenido como yo la sensación de que a partir del momento en que habían leído algunas páginas de Proust veían mucho más claro.”

Estas espléndidas conferencias no son sólo un acicate para visitar o revisitar la obra de Proust, también ayudan a verla más clara.

Santos Domínguez 



09 diciembre 2022

Rosa Lentini. Fuera del día


 Rosa Lentini.
Fuera del día.
Prólogo de Edgardo Dobry.
Bartleby Editores. Madrid, 2022.

Y para que ese cuerpo de niña 
cumpliera su papel 
           la mujer acechante le supuso 
                    deseos de adulta, 
                         estrategias de ramera… 

… aun si la mente inmadura solo buscaba 
             al único que se ocupaba de ella, 
                     el único con quien compartir secreto y culpa,

se lee en ‘Remando hacia la luz’, uno de los poemas más potentes de Fuera del día (Bartleby Editores)el espléndido libro en el que Rosa Lentini hace -como en los anteriores Tuvimos y Hermosa nada, pero aquí con más intensidad- un renovado y radical ejercicio de memoria interior en unos textos que son un viaje hacia las raíces y un exorcismo de fantasmas con la palabra sanadora y la tarea de reconstrucción personal que late al fondo de estos poemas perturbadores.

Culminan así diez años de indagación poética y humana en el peso del pasado, en la construcción de la memoria de quien ahora mira de frente la experiencia traumática infantil que llevó “el pubis de una niña hasta la vergüenza.”

El trauma de los extravíos secretos y los abusos familiares es, como señala Edgardo Dobry en su excelente prólogo, el “nudo familiar que se aprieta en Fuera del día. Nudo lírico, donde no se recupera la anécdota o el acontecimiento objetivo sino la larga onda expansiva que el acontecimiento tiene en la memoria y en la sensibilidad.”

Esa onda expansiva, esa secuela imborrable de la astucia, el delirio y la estrategia nos llega no en la prosa directa del reportaje o la denuncia, sino en el intenso lenguaje elusivo y alusivo de la poesía, a través de una lenta elaboración verbal de la experiencia traumática, liberada y canalizada en sueños y pesadillas, expresada en un poderoso proceso de elipsis y metaforización de una crudelísima realidad:

En el calor de la noche una mujer dormida 
                           es pura teoría 
su talle desnudo abraza el monólogo 
de una cabeza sin ideas, arrancada de sí misma, 
            y sin lograr escribir 
                         da vueltas con dificultad 
                         sobre las sábanas empapadas… 

pero el deseo 
pugna por nacer a una segunda piel 
la incredulidad de la que brota, 
             donde el demonio de los versos 
se libre de la ira y de su lluvia envenenada.

Porque si estos poemas que tienen la fuerza de la verdad resultan perturbadores para el lector, tienen para su autora la virtud sanadora del conjuro poético de las cicatrices, son el exorcismo verbal que cauteriza con el fuego de su palabra ardiente las heridas abiertas en “lo que se quiebra” y aún duele; reflejan la purga de un corazón en claroscuro que, entre la vigilia y el sueño, proyecta su dolorida experiencia lejos del patetismo en un admirable ejercicio de precisión verbal y contención expresiva, de intensidad emocional y de hondura poética.

Estas son las estrofas que cierran el último poema, en el que la voz que habla desde fuera del día conversa con el fantasma de su abuela centenaria Desde la habitación de un hotel:

…le digo que nunca dejamos de hablarle a la mujer 
que aún ignora si resistirá, 
como si su cuerpo no estuviera ya en el reverso de la luz 
y sé que se lo estoy diciendo a alguien que ha vivido todo 
lo que se puede vivir sin desencanto…

Aunque ocupemos habitaciones separadas, 
puedo verla, hilando su cesta de mimbre,
                                      que deja a un lado, 
y con su expresión más secreta me responde 
acercando a mis labios el dedo 
               que ha puesto antes en los suyos

Santos Domínguez 



07 diciembre 2022

Chesterton. El alma del ingenio



Gilbert K. Chesterton.
El alma del ingenio.
Sobre William Shakespeare.
Introducción de José María Álvarez.
Traducción de Aurora Rice.
Renacimiento. Sevilla, 2022.


 “Cuando leemos a Shakespeare no hace falta nada entre él y nosotros. Sólo dejarse llevar; como se deja y nos propone aquí Chesterton, quien alguna vez dijo «Envejeceré para todo, hasta para el amor, pero nunca envejeceré para el asombro», escribe José María Álvarez en la introducción de El alma del ingenio, el magnífico libro que recoge los ensayos, conferencias y artículos en que Chesterton habló de Shakespeare, uno de esos autores que “no escribían con un fin moral, sino con una base moral.”

Lo publica Renacimiento con traducción de Aurora Rice, la primera que se hace al español de esta recopilación de textos que reunió Dorothy Collins, la secretaria de Chesterton, en 1971 en el volumen Chesterton on Shakespeare

Cincuenta años después, en 2012, Dale Ahlquist amplió notablemente aquella selección inicial con nuevos textos y fragmentos en una edición renovada que es el origen de este El alma del ingenio. Sobre William Shakespeare.

Organizado en ocho secciones temáticas, lo precede un prólogo en el que Dale Ahlquist señala que “a cualquiera que conozca la exquisita crítica literaria de Chesterton le tiene que doler que no viviese por escribir el libro prometido sobre Shakespeare” y concluye que “Chesterton consigue que leamos a Shakespeare por primera vez. […] Shakespeare es un clásico, que significa que no se lee sino que se cita. La popularidad de Shakespeare nunca pasa, pero pocos hemos leído a Shakespeare. Chesterton leyó realmente a Shakespeare. Como ya dije, fueron amigos toda la vida. Y una cosa que hacen los amigos de verdad es cumplir sus promesas. Aquí, espero, está el libro que Chesterton prometió escribir sobre su amigo.”

El contexto histórico y cultural de la vida y la obra de Shakespeare, agudos comentarios sobre las tragedias y las comedias, el papel de la imaginación, el mundo de los sueños y los abismos morales, el sonido y el humor o su temperamento artístico, ordinario y extraordinario a un tiempo; las convenciones teatrales y la brillantez verbal; la capacidad inventiva y la morena misteriosa de sus sonetos; el estilo y la técnica, las tramas y los personajes, las disparatadas atribuciones que niegan la autoría de Shakespeare, aunque para Chesterton “Shakespeare es Shakespeare”…

Esos son los ejes de estos textos breves -algunos brevísimos- que combinan en su prosa deslumbrante la profundidad intelectual y la percepción sentimental, la mirada irónica y la humanidad comprensiva, la agudeza lectora y el buen humor falstaffiano. Por eso no puede extrañarnos que Falstaff (“Amamos a Falstaff porque es cualquier cosa menos un fariseo”) sea uno de los personajes más citados en estas páginas que hablan de Hamlet (“Lo trágico de Hamlet no es que sea escéptico. Lo trágico es que es demasiado buen filósofo como para ser escéptico”), de Macbeth (“un buen asesino, un asesino sólido, serio, digno”), de Lear, protagonista de una obra en la que “casi todos están más o menos locos”; de Shylock, “tan digno y tan intelectual”; de la asombrosa arquitectura, “la inalcanzable excelencia” y  la mística de la felicidad de El sueño de una noche de verano, a la que dedica algunas de las mejores páginas del libro. 

Y por encima de todo, estos textos son una muestra de la frescura y la lucidez lectora de Chesterton, de su alegría transitiva en la celebración de la literatura, de su capacidad de presentar al lector el universo de Shakespeare como recién creado, porque “hay una clase de crítica que nos recuerda que hemos leído un libro y hay otra clase, mucho mejor, que nos convence de que nunca lo hemos leído.” 

Cierra esta amplia selección un texto muy breve y muy significativo, unas pocas líneas que aparecieron en el Daily News el 2 de enero de 1907:

¿Cómo podemos discutir de cómo habríamos escrito nosotros las obras de Shakespeare? Shakespeare nos ha escrito a nosotros. Y usted y yo somos dos de sus mejores personajes.

Y en 1912 esta otra afirmación, que complementa a la anterior:

Todos somos igual de poéticos que Shakespeare; sólo que no somos tan grandes poetas. Nuestros temperamentos son iguales que el suyo, pero ni usted ni yo somos capaces de escribir versos como: “Todos  nuestros ayeres han iluminado para los tontos el camino de la muerte polvorienta…”

Estas palabras de la introducción de José María Álvarez resumen lo que el lector se va a encontrar en este magnífico libro que hace conversar por encima del tiempo a dos genios como Shakespeare y Chesterton en estas páginas luminosas:

“Estoy convencido de que a muchos lectores de Shakespeare este libro de Chesterton puede abrirles a reflexiones nuevas, a ver de otra forma lo que creían y habían aprendido de su obra; e incluso me atrevo a asegurar que también a sus consideraciones sobre otros muchos libros y autores, y sobre sí mismo. Shakespeare, ese Maestro de Cien Edades con frase de Mencio, no se acaba nunca. Y como él, Chesterton y su admirable y jovial contemplación de la Vida, tampoco.”

Santos Domínguez 




05 diciembre 2022

Vladimir Pozner. Tolstói ha muerto


 Vladimir Pozner.
Tolstói ha muerto.
Traducción y prólogo 
de Adolfo García Ortega.
Seix Barral. Barcelona, 2022.

Los tres primeros días:
del 1 al 3 de noviembre de 1910

1. Nikoláyev

El 1 de noviembre de 1910, a las diez y diez de la mañana, se envió un telegrama desde la ventanilla de la pequeña estación de Astapovo, situada en la línea férrea Riazán-Ural.

             Ayer caí enfermo. Viajeros me han visto bajar del tren muy débil. Temo que la noticia se propague. Hoy, mejoría. Proseguimos viaje. Tomad medidas. Tenednos al corriente.

Veinte minutos más tarde, un nuevo telegrama es expedido a la misma dirección por una de las dos mujeres que acompañan al enfermo.

                   Ayer bajamos en Astapovo. Fiebre alta, estado inconsciente. Esta mañana, temperatura normal; actualmente, de nuevo fiebre. Imposible viajar. Ha expresado su deseo de veros.

El primer telegrama está firmado «Nikoláyev»; el segundo, «Frolova». (El destinatario se llama Chertkov.)

2. Un viejo

Tres días antes, en la noche del 27 al 28 de octubre, un viejo del que, dos años atrás, el mundo entero había celebrado el ochenta aniversario, había abandonado su hacienda, sus libros, a sus allegados y a su mujer, sobre todo a su mujer. Se proponía ir a reunirse con unos pretendidos discípulos que estaban muy lejos. Por otro lado, el destino le importaba menos que el hecho de marcharse. Ya había tratado de huir en otra ocasión, pero su mujer se lo había impedido. Esta vez, viajaría con un nombre falso. En un país donde la censura había prohibido la versión íntegra de Resurrección, Tolstói llevaría el nombre de Nikoláyev y su hija se llamaría Frolova.
Nadie sospecharía nada. Sería uno más de los viejos que van sentados en el banco del vagón.

Con esos dos fragmentos comienza el primero de los capítulos en los que Vladimir Pozner organiza su Tolstói ha muerto, que publica Seix Barral con traducción y prólogo de Adolfo García Ortega.

Vladimir Pozner (París 1905-1992), hijo de judíos rusos, lo publicó en francés en 1935 con un aviso al lector que señalaba: “Cuando huyó de su casa y de los suyos, Tolstói cayó enfermo en la lejana estación de Astapovo. Moriría allí una semana más tarde, el 7 de noviembre de 1910, veinticinco años antes de la redacción de este libro. Durante siete días, el telégrafo fue el único nexo entre Astapovo y el mundo.”

Esos telegramas son la base de la construcción de Tolstói ha muerto, que toma su título del último de ellos, el que cierra la obra con la noticia de la muerte del novelista.

A partir de ese material inicial, Pozner elabora un potente mosaico narrativo que reconstruye los últimos días de Tolstói y las circunstancias que provocaron su huida en tren, en compañía de su hija Alexandra, con la que aparece en la magnífica fotografía de la portada. “Una huida -aclara Adolfo García Ortega en el prólogo a su traducción- que transformó una pequeña aldea rusa en la capital del imperio por unos días”.

De la agitación, de la confusión que produjeron aquellos hechos en aquel pueblo perdido y de las distintas versiones que suscitaron da cuenta este caleidoscopio de voces y miradas en torno a la huida y a la agonía de Tolstói a través de un amplio elenco de personajes: su abundante familia, los médicos que le atendieron, los periodistas que cubrieron la información, los empleados del ferrocarril, las autoridades locales, los policías, los representantes de la iglesia o los empleados del telégrafo.

Sus veintisiete capítulos se organizan en una estructura oscilante que alterna el seguimiento cronológico de la enfermedad entre el 1 y el 7 de noviembre (‘El drama’) y los antecedentes de la crisis familiar, evocada con citas de las obras de Tolstói y de sus cartas, con testimonios de su mujer y de sus allegados (‘Historia de un matrimonio’). “Dichos testimonios -advierte Pozner- explican la tragedia final por los malentendidos acumulados durante los cuarenta y ocho años de un matrimonio tan célebre como infeliz.”

El conjunto, que ensambla sus ciento ochenta y cinco fragmentos en un sabio montaje de documentos policiales, artículos periodísticos e informes médicos, completa una vertiginosa narración que no sólo recrea los hechos como un reportaje periodístico ilustrado con espléndidas fotografías de aquella semana, sino que aventura una hipótesis explicativa desde el territorio de la literatura sobre las llamativas circunstancias que envolvieron la última semana de vida de Tolstói. 

“Tal vez no exista en este libro ni un gramo de ficción -concluye García Ortega-, pero el conjunto, el modo de montar cinematográficamente los fragmentos de todo este material tiene la estructura de una novela moderna absorbente y literaria. […] Con esta audaz propuesta narrativa sobre la agonía mítica de Tolstói, Vladimir Pozner logra hacer la crónica de un país, de un tiempo y de unas figuras insólitas del siglo XIX iluminando sus sombras con la luz del siglo XX.”

Santos Domínguez 



02 diciembre 2022

Mariluz Escribano. Poesía completa

 


Mariluz Escribano.
Poesía completa.
Edición de Remedios Sánchez
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2022.

CANCIÓN DEL SILENCIO  

En las horas pisadas por las sombras
en un gesto final de despedida,
cuando es tarde y tardíamente escucho
esta niebla o canción que me regresa,
todos los muebles tienen
una poblada soledad de incierta
nostalgia telefónica.

Y los libros me miran
con sus ojos de octubre
y el cigarrillo clama
urgido desde el piano
con volutas que pasan
transitan, me construyen
la palabra de amor en que trabajo.

Sobre la mesa, intacta,
la violeta de un nombre
que desprende una página.

Yo ya sé que es domingo
y que la brisa tiene una luz convocada
que me recuerda el mar.
Pero deja que guarde entre mis manos
limosnas de silencio:
siempre dejan sus huellas
espacios de rocío en la mirada.

Es una de las treinta y cinco Canciones de la tarde, el tercer libro de Mariluz Escribano. Lo publicó en 1995, antes de un largo silencio de casi veinte años, y forma parte de su Poesía completa, que publica Cátedra Letras Hispánicas con edición de Remedios Sánchez, que en su extenso estudio introductorio analiza la obra poética de la autora en dos etapas de tres libros cada una: desde el clasicismo inaugural de los tres primeros libros -Sonetos del alba (1991), Desde un mar de silencio (1994) y Canciones de la tarde (1995)- hasta la consolidación de la memoria de una poeta-isla que culmina en su libro final, Geografía de la memoria, de 2018, al que pertenece este ‘Cuando me vaya’:

Dejaré un silencio en el recuerdo,
sonidos de una voz que fue muy joven,
y un aroma de sándalo y cipreses
para que no me olvides.

Y ahora, cuando el sol desaparece,
y hay promesa de una noche clara,
las estrellas se esconden
y están muertas de tanta nívea luz.

Dejaré abierta la ventana.
Un gorrión divulgará mi huida,
y un frescor de mañana
anunciará mi marcha,
con trémula voz para llamarte.

Cuando me vaya
perderé las praderas,
los bosques encendidos de noviembre,
el verde del jardín en primavera,
la tenue luz de los planetas,
la sonrisa de un niño,
el calor de un amigo,
lágrimas de dolor por los caminos
que transité tan alta,
la caricia de un perro
que dio fuego a mis manos.

Cuando me vaya
habré perdido tantas cosas,
que creceré en trigal
por no morirme.

Granada, donde nació en 1935, “en un tiempo de cunas mecidas por el viento de la guerra” y donde -“alguna antigua calle / reconoce mis huellas”- murió en 2019, es una presencia constante en su obra poética, una geografía de la memoria que resumió en uno de sus títulos.

El interés de su poesía, atravesada por la emoción y la memoria, el cuidado estilístico y la elaborada imaginería, reside, en palabras de Remedios Sánchez, “en su singularidad, en la libertad, la independencia y la autenticidad que la sustentan.”

Se reúne así en un volumen espléndidamente editado, la obra poética total de Mariluz Escribano: los iniciales Sonetos del alba y su idealización del amor y del paisaje; el elegíaco Desde un mar de silencio, dedicado a su madre; las emocionales y amorosas Canciones de la tarde; el refugio en la memoria infantil y la figura del padre de Umbrales de otoño; la reunión de poemas de diversas épocas y varia temática intimista en la claridad expresiva de El corazón de la gacela; la mirada plástica y sensorial, introspectiva y nostálgica de Geografía de la memoria.

Un conjunto que refleja, en palabras de Remedios Sánchez, “una lírica de una fortaleza ética difícilmente alcanzable en la actualidad.”


Santos Domínguez

 

30 noviembre 2022

Josep Pla. Humor honesto y vago



 Josep Pla.
Humor honesto y vago.
Austral. Barcelona, 2022.


-¿Pero no ha pensado usted en la rapidez, en el tiempo que se gana andando en bicicleta? 
-¡Pero cuándo, Dios mío, acabaremos de hablar en camelo! ¿No ve usted que, en el mundo en que vivimos, la prisa, la rapidez, el ganar tiempo son problemas absolutamente superados e inexistentes? ¿Prisa de qué? ¿Ganar tiempo para qué? ¿No se da usted cuenta de que los problemas actuales son absolutamente diversos? Yo no sé si el mundo persistirá en este sentido o volverá a lo anterior. Lo que le digo es que esta es la característica de la época presente. 
-¡No se ponga usted serio! Volvamos a las bicicletas. ¿No ha oído usted decir que este es un ejercicio completo?
-Eso dicen de todos los ejercicios. Yo, modestamente, creo que el ejercicio más completo es la dialéctica, y tanto como la dialéctica, la poesía. Lo que digo es que es terriblemente peligroso para la gente que tiene la inteligencia en los pies darle un mecanismo susceptible de desarrollarle la inteligencia. Me ha sucedido, en estos últimos meses, a menudo, preguntar a varios amigos por sus hijos y encontrarme con esta respuesta: «Fulanito está en cama o en la clínica; tiene un cansancio de bicicleta». Una pleuresía, el hígado, los bofes... la biblia. 
-Entonces, ya veo: propone usted el automóvil... 
-No, señor. Me basta con que tengan automóvil algunos excelentes amigos. Yo propongo andar a pie y sin prisa. Andar un par de kilómetros, tomar un rato el sol y sentarse, ante el paisaje, en el pretil del puente de la carretera. Yo soy en todas partes una especie de forastero humilde y oscuro, pero mis irrisorias pretensiones me divierten.

Así termina “La bicicleta”, uno de los cuarenta y tres artículos que Josep Pla reunió en 1942 en Humor honesto y vago, el volumen que acaba de reeditar Austral con una nota a la edición en la que Jordi Cornudella explica que “como otros volúmenes de Pla, se trata de una recopilación de artículos que se nutre, en parte, de la colaboración semanal que el escritor mantuvo desde 1940 en la revista Destino: la sección «Calendario sin fechas», que durante cerca de cuarenta años constituyó una cita ininterrumpida (o casi) entre el escritor y sus lectores. Veinte de los cuarenta y tres artículos de Humor honesto y vago habían aparecido en Destino; diecinueve eran inéditos, y el resto había podido leerse en otras publicaciones.”

Aquella primera edición llevaba una presentación fechada en otoño de 1942, titulada ‘Cuatro palabras’, en la que un Pla irónico y burlón explica el motivo del título:

En realidad, hace muy poco tiempo que me enteré de que era un humorista. Fue a primeros de mayo de este año. Me lo dijeron unos amigos de confianza y pusieron en sus palabras una tal seriedad, que me lo creí en el acto. La pequeña tragedia del humorista consiste en no poder dar importancia más que a las cosas serias y graves. Mi candor ha sido siempre, además, muy grande. Después todo ha sido coser y cantar. A medida que he ido escribiendo, mi humorismo se ha ido afianzando y consolidando.
-¿Ve usted, querido amigo? —me dice ahora la gente—. ¿Ve usted? Ya se lo decíamos que era usted un humorista. Nuestras previsiones se han plenamente confirmado...
Yo soy incapaz de frustrar las previsiones de las personas que me son gratas. Al contrario. Para mantenérselas haré todo lo posible para dar la sensación de que soy un humorista aplicado. En la época que vivimos, la aplicación tiene mucha importancia. Con el tiempo probablemente iré ganando y así podrá suceder que en el momento en que me decida a poner por escrito mis últimas voluntades, me salga un papel divertido e inusitado.
He titulado el libro: Humor honesto y vago. He puesto «humor» porque, dentro de las reglas del juego que acabamos de establecer, el ingrediente es inescamoteable. Honesto, porque no he sentido jamás la delincuencia de la declamación antisocial. Y vago, porque estando desde hace tan poco tiempo en el humorismo no he tenido tiempo, todavía, de conocer los rincones y los desvanes de la cosa.

El afortunado lector de Humor honesto y vago se encontrará en estas páginas con la prosa fluida, transparente y vivaz de Pla, con la agudeza y la divagación inteligente de su mirada cáustica y analítica, contradictoria y antidogmática. Es la mirada desengañada de quien escribe en la divertida e ingeniosa ‘Teoría de la propina’:

El hombre que consciente o inconscientemente suponga o crea que éste es el mejor de los mundos posibles vivirá rabioso y frenético. El que por el contrario parta de la idea de que esto es un valle de lágrimas corregido por un sistema de propinas vivirá resignado y tranquilo.

O la mirada demoledora de un Pla que habla de los niños en estos términos:
 
Las criaturas son los seres más insignificantes de la tierra, pero ello no quiere decir que no presenten todas las características del estado de naturaleza: son violentas, crueles, desenfrenadas, ansiosas, alocadas, vacuas, absurdas. Su psicología instintiva es muy compleja. La supuesta bondad natural del hombre es absolutamente indiscernible en ellas.

Es un Pla imprevisible y subjetivo, irónico y socarrón, antirretórico y  agudo que educó su pluma y su mirada en el periodismo, practicó la lentitud contemplativa y, como Stendhal, fijó su interés en los detalles para pasar con naturalidad de la pequeñez de la anécdota o la maledicencia de la tertulia a la hondura reflexiva del pesimista sobre la condición humana y al análisis político, cultural o sociológico, como en ‘Por qué soy conservador’:

Si el dinero se volatiliza, si las mujeres pasan, si el equilibrio microbiano de nuestra vida es tan precario e incierto, si todo, por el mero hecho de existir, está predestinado a la destrucción y a la ruina, si de tantas cosas buenas no queda apenas el recuerdo y de las más bellas ni el recuerdo siquiera, si todo huye por la bocacalle de la fugacidad y del olvido... ¿cómo puede usted sospechar que yo pueda dejar de ser conservador? ¿Me considera usted un loco de remate o no me considera usted un loco de remate?

O en ‘Sobre el odio’:

Los vegetarianos, naturistas, herbívoros, aguaclaristas, infusionistas, nudistas, y en general toda clase de puritanos, son susceptibles de odiar a sus semejantes en grado máximo.

La juventud, la importancia de las sastrerías, los perros, el teatro, la soledad, los lenguados, el fútbol, las tertulias, la felicidad, la muerte, las bicicletas, las propinas… Esos son algunos de los temas que abordan estos artículos. Pero por encima de la gran variedad de asuntos que aparecen en estos textos, hay algunas líneas maestras que los recorren: el paso del tiempo como tema esencial, el desengaño y la memoria como actitud, la invención autobiográfica y la lenta contemplación como estrategia, la libertad de escritura y el cuidado de la prosa como método.


Santos Domínguez 



28 noviembre 2022

Luis Ramos de la Torre. Hacia lo verdadero



 Luis Ramos de la Torre.
Hacia lo verdadero.
(Cercanías a la vida y al arte 
en la poesía de Claudio Rodríguez).
Chamán Ediciones. Albacete, 2022.

‘La presencia de la vida en el canto verdadero de Claudio Rodríguez’ titula Luis Ramos de la Torre el primero de los diez capítulos de Hacia lo verdadero (Cercanías a la vida y al arte en la poesía de Claudio Rodríguez), que publica Chamán Ediciones

Ese es el ensayo nuclear de un conjunto que aborda otros aspectos centrales en la poesía de Claudio Rodríguez “desde el convencimiento de que se trata de una poesía de la naturaleza y en la naturaleza centrada en la vida.” 

Los ensayos y artículos recogidos en este volumen ofrecen una relectura profunda de la poesía de Claudio Rodríguez, desde el inaugural y milagroso Don de la ebriedad hasta el inacabado y póstumo Aventura, para iniciar -como explica Luis Ramos- “un nuevo camino de reflexión hacia lo verdadero en el que analizaremos las posibles cercanías entre la vida y el arte a lo largo de su poesía y su obra, siempre al lado, por supuesto, de otros conceptos fundamentales como pueden ser la luz -tan presente siempre su obra-, el mundo del cuerpo, las sensaciones y los sentidos.”

Así se plantea en los distintos apartados del libro el análisis de esta poesía del acontecer y la corporalidad, de intensa factura temporal articulada en torno a conceptos vertebrales en el pensamiento poético claudiano: vida y verdad, paisaje y luz, mirada y camino, celebración y alegría, temblor y salvación, revelación y corporalidad, en una trayectoria poética y vital que une experiencia y conocimiento. 

Un camino hacia la conciencia de lo verdadero que se inicia con el impulso celebratorio y epifánico de Don de la ebriedad y su exaltación contemplativa y atraviesa toda su obra: con la iluminación de lo misterioso en Conjuros; con la búsqueda existencial y la densidad meditativa de Alianza y condena; con la luminosa plenitud hímnica de El vuelo de la celebración con la depuración expresiva de Casi una leyenda.

Y ese “camino hacia lo verdadero” que recorrió el poeta en busca de las claves que dieran sentido a su vida y su obra se vuelve a recorrer de la mano experta de Luis Ramos en estos ensayos y artículos que proponen una relectura iluminadora de los poemas esenciales de Claudio Rodríguez, que creó uno de los mundos poéticos más característicos y exigentes de la poesía española del medio siglo. 

Un mundo poético atravesado por el deslumbramiento ante la magia de lo cotidiano, por la revelación de la mirada y la memoria que construyen una poesía del conocimiento como experiencia sensorial, como fruto de la percepción y de la participación con todo lo que existe. 

Como en estos versos iluminadores de ‘La mañana del búho', que resumen el sentido de su obra, porque en ellos se dan cita algunas de las claves fundamentales sobre las que se sustenta una poesía que es aventura y participación, que canta el milagro de la vida y es en sí misma un milagro y una revelación: 

¡Si lo que veo es lo invisible, es pura 
iluminación, 
es el origen del presentimiento! 

Santos Domínguez


25 noviembre 2022

José Manuel Benítez Ariza. Laberinto

  


José Manuel Benítez Ariza. 
Laberinto.
Renacimiento. Sevilla, 2022

ESCAYOLISTA 

Puede decirse que aprendí el oficio, 
aunque, en la práctica, jamás pasé 
de la categoría de aprendiz.

Ayudaba a mi padre, eso fue todo, 
porque en este trabajo, me decía, 
siempre hace falta quien te alcance 
una herramienta o limpie las espátulas 
o vaya a buscar agua 
o sujete una pieza de moldura 
mientras fragua la mezcla que ha de fijarla al techo.

Pero el trabajo fino -eso decía- 
siempre era cosa suya: 

sacar el molde de las piezas únicas, 
cortar ingletes que encajaran 
con absoluta precisión, trazar 
con un cordel teñido en polvo azul 
las guías, dibujar los arcos.

Con lo que me pagaba por un solo chapuz 
ese fin de semana me sentía 
un estudiante rico 
y llevaba a mi novia al restaurante chino 
o me compraba un libro caro.

Ahora me acuerdo mucho de lo aprendido entonces.

Cuando escribo un poema, por ejemplo.

Este es uno de los textos que forman parte de Laberinto, el último libro de José Manuel Benítez Ariza, que aparece en la colección Calle del Aire de la Editorial Renacimiento. 

Es una muestra renovada de la poesía de Benítez Ariza, que combina contemplación y meditación en un movimiento sereno que va de la mirada a la mente, del ojo a la palabra, de lo exterior a lo interior, de la observación a la escritura.

Un primer texto celebratorio en prosa -‘Buenos días’- y una parte final en la que atardece en medio de la claridad enmarcan unos poemas que desde la atención a la realidad cotidiana profundizan en la conciencia de la temporalidad entre la nostalgia del pasado y la incertidumbre del futuro, entre el recuerdo de una noche en la playa y los presagios funestos que trae una canción de los Beatles (When I'm Sixty-Four…).

Y a lo largo de sus cinco partes que desde las ‘Coordenadas’ atraviesan un ‘Laberinto’ para llegar a la ‘Claridad’, la mirada plástica de Benítez Ariza se proyecta en cinco aguafuertes irlandeses de nombres femeninos o en una postal de despedida; la anécdota trivial provoca la reflexión existencial; la biografía se funde con un paisaje con temblor humano, con la erosión del tiempo en la montaña de Benaocaz, con las flores humildes de las espardetas o con las verduras fijadas en el poema 

antes de que se enzarcen los tallos de las tagarninas 
y se conviertan en espinos, antes 
de que ennegrezcan los limones 
o granen las lechugas, antes 
de que el tiempo sentencie incluso contra 
esta abundancia ahora inagotable.

Entre la profundidad sutil de los haikus de ‘El poema de un día’ y el ‘Interludio de pájaros’ como el mirlo joven que desconoce el miedo y el flamenco que refleja su silueta en el agua de la marisma, aparecen también las sombras de las noches de hospital, los abecedarios de los amigos muertos, las despedidas:

Nosotros, desde el barco, le decimos adiós
a este empeño de todo por disolverse en todo, 
del que sólo resulta vencedora la niebla.

Unos poemas escritos en el tono bajo y conversacional de la confidencia compartida, en una línea de intensa depuración verbal en busca de una transparencia que no es más que la coherente manifestación poética del diálogo consigo mismo y con los demás, de ese camino hacia la claridad que culmina en la parte final, cuando 

Cantan los pájaros 
y surge de lo oscuro 
la claridad.

Pájaros que cantan también al atardecer que el poeta contempla acodado en la ventana y agradecido 

mientras cantan los pájaros 
como al filo de un pozo 
en el que te resistes a caer.

Santos Domínguez