cuando el deseo toma el horizonte del vientre
y zarpa la razón de duna y barca.
Crece la sal en los cabellos y crece el viento,
crece el árbol y se me abraza como un sexo
y el rumor de bosque desborda los riscos.
Se organizan en dos partes -En el deseo cicatrizado y en la sombra y Sangre presa- que suponen un cambio de tono con el que se matiza la construcción de la identidad en el proceso sentimental del conjunto en torno a dos ejes, el primero, la experiencia de la maternidad solitaria:
yo contemplaba aquel pedazo de mí
extranjero, y a la vez impreso para siempre, a corazón y sangre,
en el deseo cicatrizado, y en la sombra.
***
Heura,
victoria de marzo,
hermana
extranjera, de golpe hecha presente:
¡Cómo descifrar tu lenguaje bárbaro
y violento que fuerza mis confines
hasta la sangre, un reto que no me deja
ni las piernas tan solo para huir!
¿Qué ojos y qué manos -no las mías-
sabrían verte como un tacto, sólo,
como la belleza hecha carne, eclosión
sobre mi vientre, sin interrogantes?
No puedo dejar de añorar los oídos
adivinos que atrapaban tu voz
cuando sólo eras la sombra de un murmullo
de hojas altas, cuerpo adentro, deseo,
señales de humo de uno a otro lado
del bosque, sonido de tambores, abierto, lejano,
palomo de pico blanco, donde yo inscribía
el alfabeto vegetal de tu mensaje,
poema vivo que no urgía respuesta
como por ejemplo esta que sé que no sé.
Y a pesar de todo te nombro victoria,
hiedra de marzo, hermana, la extranjera.
El día siguiente al solsticio de la lluvia
empezó la derrota: No lo vi
hasta que el estrago por todas partes plantó bandera
y los espejos de la noche me reflejaron
con la pena clavada en medio del sexo.
Lo supe, amor, de repente,
y quería deshacer nuestros pasos
para descifrar el enigma: en la hora fundida
no encontraba ningún rastro de pisada.
Sólo esqueletos calcinados de palabras,
fósiles de besos, presagios en ceniza,
silencios que fijaban el silencio.
La añoranza interrogaba precipicios
y el vacío retornaba, en el eco, las preguntas
asesinadas por los puñales del aire.
Amor de sal, claridad
de noche y de arma blanca.
El arrabal oscuro donde pierdo
el paso imanta toda
la tristeza del mundo.
Sangre muerta en los bolsillos.
***
Y sé que eres tú, y sé que no eres tú
la sangre que chupo de esta herida.
¿Recuerdas? Menstruaban las estrellas
y un grito de primavera temeraria
manchaba las sábanas lívidas del miedo:
ya ninguna lejía borrará la impronta.
¿Recuerdas, lejos, la desbandada loca,
incruenta, generosa, rosas encendidas
de tu-mi sexo, entre la seda y el ónix
-trampa de melancolías indomables:
¿Reloj vivo, contraluz de horas fundidas
sin señal, calendario lunar y abrazo?
Y ahora que tú no estás, absurdamente,
la sangre se me hace, absurdamente, herida.
Es porque te sé hermana que puedo decirte extranjera.
Sin tregua esbozada, sin tregua abolida
esta guerra que me une a ti
en un pacto de sangre interminable.
Es porque te sé extranjera que puedo decirte hermana.










