se complace en su pecho colorado;
Considerando
Comprendiendo sin esfuerzo
Considerando también
Considerando sus documentos generales
le hago una seña,
Es uno de los setenta y seis Poemas humanos de ese milagro de la lengua española, de ese poeta absoluto que se llama César Vallejo que publica Galaxia Gutenberg en su colección de poesía de bolsillo, al cuidado de Jordi Doce y con un prólogo de Julieta Valero.
Quizá
como ningún otro poeta, César Vallejo abrió caminos nuevos e
insospechados para la poesía en español. Su voz auténtica y su poesía
crecientemente prodigiosa, de una verdad radical y de enorme potencia
verbal y humana, tienen como tema vertebral la tensión entre el dolor
universal y la esperanza, entre la vida y la muerte, la experiencia y la poesía, la pobreza y la
solidaridad, entre la emoción y la protesta, el paso del tiempo y la
nostalgia de la infancia, el humor y la tristeza, la desolación ante
el mundo y la confianza en el hombre.
Poemas humanos,
que se publicó en París en 1939, un año después de su muerte en la indigencia, con una
serie de poemas escritos entre 1931 y 1937, no sólo es un libro central
en la trayectoria poética y vital de Vallejo, es también uno de los
libros fundamentales de la poesía en lengua española de cualquier época.
Estas son algunas de sus estrofas más memorables:
¿Quién no tiene su vestido azul?
¿Quién no almuerza y no toma el tranvía,
con su cigarrillo contratado y su dolor de bolsillo?
¡Yo que tan sólo he nacido!
¡Yo que tan sólo he nacido!
(Altura y pelos)
***
Fue domingo en las claras orejas de mi burro,
de mi burro peruano en el Perú (Perdonen la tristeza)
Mas hoy ya son las once en mi experiencia personal,
experiencia de un solo ojo, clavado en pleno pecho,
de una sola burrada, clavada en pleno pecho,
de una sola hecatombe, clavada en pleno pecho.
***
¡Amadas sean las orejas sánchez,
amadas las personas que se sientan,
amado el desconocido y su señora,
el prójimo con mangas, cuello y ojos!
(Traspié entre dos estrellas)
***
Jamás, hombres humanos,
hubo tánto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tánto cariño doloroso,
jamás tan cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tánta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.
(Los nueve monstruos)
No
hace falta decir más de la admirable aventura ética y estética de estos poemas, de los que escribe Julieta
Valero en su prólogo: “Como el pan de cada día, los poemas de César
Vallejo siempre parece que acaban de ser escritos y siempre nos
requieren desde su ferocidad humana, tan capaz de conjugarnos como
especie; en ellos, jamás tan cerca arremetió lo lejos.”
Piedra negra sobre una piedra blanca es seguramente el más famoso, el más feroz, el más desolado y definitivo de sus imprescindibles Poemas humanos:
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro