3/5/21

Ramón Gómez de la Serna o El mercader de imágenes

Ricardo Fernández Romero.
Introducción de Ramón Gómez de la Serna 
o El mercader de imágenes.  
Carpe Noctem. Madrid, 2021.

“Escribir sobre Ramón Gómez de la Serna (1888-1963) es enfrentarse de inmediato a un misterio como el descrito en La carta robada, de Edgar Allan Poe: un escritor que siempre ha estado a la vista, y del que, sin embargo, apenas nadie parece haberse percatado. A Ramón se le ha dado por supuesto y se le ha dado carpetazo: gel autor de las greguerías, poco más.
Hay que apresurarse entonces a agradecer el esfuerzo de Ioana Zlotescu y Pura Fernández para intentar poner remedio con el titánico esfuerzo de publicación de las Obras completas de Gómez de la Serna en Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores: diecinueve gruesos volúmenes de novelas, ensayos, obras de teatro, biografías y autobiografías, libros inclasificables y sí, también greguerías, que cubren en conjunto una larga carrera que va de 1905 a 1961. Sin embargo, sino del autor, ni serán completas ni el proyecto se ha completado tal como se diseñó, y no por la falta del empeño heroico de las editoras. A Ramón, que así firmaba y se le conocía, le persigue esta maldición de ver sus empresas cumplidas a medias. Le sucedió en vida y le sigue pasando en su posteridad. Claro que nunca resultó ajeno a ello el propio autor, culpable en buena medida y hasta a propio intento, vale decir. Su nombre de fábrica ya da la pista: RAMÓN, como firmaba sus cartas, con sus descomunales letras mayúsculas, oculta la obra, a pesar de ser ésta oceánica por su extensión y variedad, y oculta hasta al hombre. El motivo lo resumen Martín Greco y Juan Carlos Albert: Ramón fue “un escritor minoritario esencialmente incomprendido no en virtud de su anonimato sino de su celebridad”, afirma Ricardo Fernández Romero en la Introducción de Ramón Gómez de la Serna o El mercader de imágenes, un  amplio y profundo estudio sobre la escritura de Ramón Gómez de la Serna que publica Carpe Noctem en su colección de ensayo.
 
En la línea crítica abierta por Juan Carlos Rodríguez sobre la literatura como producción, sobre el sujeto libre y el inconsciente ideológico, Ricardo Fernández Romero aborda “el análisis de Ramón como un sistema de producción y práctica cultural material y radicalmente histórico. Éste se desarrollará a tres niveles, o a través de lo que definiré como tres esferas o círculos concéntricos y superpuestos. El resultado cubrirá una visión general de Ramón, que por motivos prácticos se centrará en el período que abarca desde 1910, momento en que empieza a publicar en su revista Prometeo las primeras entregas de El libro mudo a 1948, cuando han aparecido El hombre perdido y Automoribundia.
La primera esfera corresponde a la caracterización y evolución interna de su sistema creativo, que definiremos, a partir de Fredric Jameson, como el ideologema de la circulación de la mercancía cultural. Se analizarán dos momentos fundamentales, el ascendente (El libro mudo, El Rastro) y el descendente (El hombre perdido).
La segunda esfera corresponde a la evolución externa de esa matriz creadora, o, en otras palabras, al posicionamiento de Ramón en el campo cultural y político. Esta segunda esfera está intrínsecamente relacionada con el sistema interno de la obra de Ramón en tanto que las prácticas socio-culturales de Ramón (entre ellas principalmente su liberalismo y su actividad periodística) son el sustento material de su práctica estética.
La tercera y última esfera corresponde al estudio del sistema de circulación. Esta esfera habría de englobar todas las anteriores bajo la etiqueta del libro ultravertebrado, a la vez sistema y producto: matriz generadora de contenidos y su indesligable plataforma de distribución, con evidentes fenómenos de retroalimentación.”

Esas dos primeras esferas que abarcan dos de los tres capítulos en que se organiza el libro hacen el seguimiento interno (las imágenes) y externo (el mercader) de un curioso proceso circular: de expansión -desde la marginalidad de la literatura minoritaria hacia publicaciones periódicas como el diario El Sol, la Revista de Occidente o La Gaceta Literaria y hacia editoriales como Calpe- y de contracción, ya en el exilio, hacia lo autobiográfico, hacia el aislamiento y el yo. 

“Su sobreexposición en los medios (incluida la radio a partir de los años treinta), fue una operación tan deliberada como a la postre contraproducente”, señala Ricardo Fernández cuando alude a “esta especie de absurda operación de auto sabotaje que aparenta ser la carrera literaria de Ramón. Porque ¿para qué alimentar sin tregua a ese público, si eso no le da la paz suficiente, el tiempo para la creación de la obra definitiva, el “Libro”, con mayúsculas? Se trata de una cuestión en la que conviene detenerse porque es central para mi visión de Ramón.”
 
El Rastro Automoribundia quedan como ejemplos de las implicaciones creativas, lingüísticas y de estilo que provoca ese proceso en el que Ramón buscó vías de compatibilidad entre la literatura culta y la literatura de masas, entre la marginalidad minoritaria y la atención al mercado más efímero de las publicaciones en prensa, que le permitían conectar con un mayor número de lectores y crearse una imagen pública de celebridad llamativa, más o menos estrafalaria, pero eficaz.

Se aborda así más de medio siglo de escritura torrencial, entre 1905 y 1961, de un “escritor sin género”, como lo calificó Umbral en Ramón y las vanguardias, una de las aproximaciones más brillantes a la obra dispersa de un escritor disperso que pasó de la vanguardia al existencialismo, de la deshumanización a la rehumanización, con una época creativa central que va desde El Rastro (1914) a Ismos (1931) y una etapa intermedia porvenirista que empezó a marcar su repliegue interior y su conciencia del tiempo.

La relación intuitiva de Ramón con los objetos, ese “ir a las cosas” que comparte con Ortega y con Husserl -“psicólogo de las cosas”, lo llamó Azorín- y que está en la raíz de las imágenes sobre las que se sustentan la mayor parte de las greguerías; su deslumbramiento ante lo nuevo y su mirada hacia el viejo Madrid; su camino desde El Rastro hasta la Casa del Libro de la Gran Vía; la práctica de una “vanguardia popular” como camino intermedio entre las concepciones antagónicas de la literatura -el elitismo y la industria-; su humorismo disolvente o el porvenirismo como tradición de lo nuevo anclado en su tiempo y su contexto que inspiró su producción ensayística en los años treinta son algunos de los aspectos de la escritura de Gómez de la Serna que se estudian con rigor y profundidad en las casi setecientas páginas de este volumen, que contiene también minuciosos análisis de El Rastro, El Doctor Inverosímil, Ismos o Los medios seres.

Se completa de ese modo, a través de diversos asedios y variadas perspectivas, una magnífica monografía sobre la totalidad de la obra de Gómez de la Serna, porque “la obra oceánica de Ramón está para entrar y salir de ella por los lugares más insospechados, después de entregarse a recorridos no lineales.”

Con una metodología crítica que combina las influencias de Adorno y Bürger, de Baudrillard y Bourdieu, así resume su estudio Ricardo Fernández Romero:

 Entender a Ramón como ese sistema de producción y práctica cultural consistente en la circulación de la mercancía, las imágenes y su consumo, significa asumir hasta las últimas consecuencias la inseparabilidad de vida y obra que el mismo autor resume en su nombre, que desprovisto de sus apellidos ya no es el de la persona civil, sino el de una marca comercial, una forma de producir y de abastecer un consumo (literario). ¿Cuál es ese producto de Ramón? Aquí, insisto, se opta por dejar de lado el estudio de los “géneros” cultivados por Ramón: no es la greguería, la novela, el teatro, la biografía, etc., sino la matriz de la que son resultado y que soporta su circulación. Aunque se volverá en su momento sobre esto, tal matriz son los medios de comunicación, y su resultado final un género de géneros, al que me gustaría ver como el verdadero género de Ramón: el libro ultravertebrado [...], puesto que no sólo las obras de Ramón han vuelto al alcance del público, sino que, gracias a la digitalización de revistas y periódicos se recuperará el aparentemente interminable caudal de textos de este portentoso escritor, lo que nos acercará al fin a la verdadera obra completa de Ramón. El libro ultravertebrado es el libro por venir, experimental y nunca definitivo, pero en el que Ramón empezará a realizarse al fin. 
 
Santos Domínguez