19 diciembre 2017

Navidades de libro. Narrativa



Henry James.
Cuentos completos.
Volumen I
[1864-1878].
Edición de Eduardo Berti.
Editorial Páginas de Espuma. Madrid, 2017.

Terminada la edición de los Cuentos completos de Chéjov, Balzac o Marcel Schwob, Páginas de Espuma comienza otro ambicioso proyecto con la publicación de los Cuentos completos de Henry James, uno de los padres de la literatura contemporánea, un escritor que cumple el papel de bisagra entre la narrativa del siglo XIX y la del XX.

Se ha encargado de la edición Eduardo Berti, que señala en el prólogo que “era hora de ofrecer en castellano una versión cronológica y global de los numerosos relatos de James, que muchos consideran una de las cumbres de su producción personal e incluso una de las cumbres de la ficción escrita en Estados Unidos."

Acaba de aparecer el primero de los tres volúmenes que se ajustan a las tres etapas que se suelen distinguir en el desarrollo de su obra. Tres volúmenes que a lo largo de tres años reunirán en ediciones anotadas la totalidad de los relatos de James, casi cien cuentos -algunos inéditos en español- ordenados cronológicamente, lo que permite seguir la evolución de una narrativa en la que superficialmente no pasa nada, aunque bajo su superficie corre una caudalosa corriente subterránea.

En este primer tomo se reúnen los relatos de sus años de iniciación y formación, escritos entre 1864 y 1878 y publicados en revistas. Veintisiete cuentos que, entre “Una tragedia del error” y “El casamiento de Longstaff”, de alguna manera son una obertura en la que empiezan a perfilarse sus temas y la intensidad de su talento, que brilló especialmente en la distancia corta.

Está aquí en ciernes el mejor James, el escritor magistral que superó el realismo y se adentró en los abismos psicológicos de lo subjetivo con su capacidad analítica, proyectada en la asombrosa variedad de enfoques y matices que recorre su obra.

La relación entre vida y arte, entre ficción y realidad, la profundidad psicológica y la complejidad de los comportamientos humanos, la importancia del punto de vista frente a la ficción de la objetividad realista, la lentitud sin sorpresas ni efectismos, la incertidumbre, la importancia del matiz, la sutileza del análisis psicológico del personaje, la importancia del detalle, temas como el arte y el secreto, el fracaso o la pérdida de la inocencia, la ambigüedad, la frase larga, la hondura y el misterio, el flujo de conciencia y esa expresión ambigua a la que alude Eduardo Berti en un prólogo que contiene espléndidas introducciones a cada uno de los relatos, son algunas de las claves de estos cuentos que James escribió entre los 21 y los 35 años.

Aparecen en ellos comportamientos ilógicos y narradores engañosos o equivocados, diálogos intensos como los de 'Un día perfecto', pintores como el de 'La historia de una obra maestra' y espectros como los de 'La leyenda de ciertas ropas antiguas', su primer cuento de fantasmas, o 'El alquiler fantasmal', la inocencia perdida en 'Un hombre ligero', el conflicto entre lo europeo y lo americano en 'Benvolio', el uso magistral de la elipsis en 'Cuatro encuentros'.

Son los relatos de un Henry James cada vez más sutil y ambiguo, camino de convertirse en el autor refinado y magistral que controla todos los mecanismos del relato, juega con los narradores indirectos y bucea en lo más profundo de los personajes y en sus contradicciones, en la patología de la vida cotidiana; el escritor que ahonda en la soledad y en la tristeza, en las ilusiones y en la fatalidad, en la soledad de los vivos y los muertos, en la melancolía y en el espejismo imaginativo; el Henry James experto en elipsis y dueño de una calculada técnica narrativa. Un libro imprescindible.



El lector decadente.
Selección y prefacios 
Jaime Rosal y Jacobo Siruela .
Atalanta. Vilaür, 2017. 

“Me gusta la palabra ‘decadencia’ [...] Me sugiere pensamientos sutiles de extrema civilización, alta cultura literaria, un arma capaz de intensas voluptuosidades” escribía Paul Verlaine en 1888.

Lo recuerda Jacobo Siruela en el segundo de los prefacios -el dedicado a Inglaterra- de la espléndida antología de narrativa decadentista que publica Atalanta con el título El lector decadente y selección y prefacios del propio Jacobo Siruela y de Jaime Rosal, que explica que “el decadentista era un escritor de vuelta de todo, caracterizado por una enfermiza sofisticación en lo artístico, el equivalente al dandi en lo social, uno de cuyos modelos era Oscar Wilde.” 

El Decadentismo fue un fenómeno que se desarrolló en los años finales del siglo XIX y a principios del XX. Surgió en un mundo finisecular que se desmoronaba y en una sociedad en crisis y dejó en España su huella más significativa en la primera época de Valle-Inclán. 

Caracterizado por el refinamiento enfermizo, la artificiosidad y el exotismo orientalizante, por la tendencia autodestructiva de sus autores lúcidos y perversos, atraídos por los distintos abismos del alcohol y las drogas, el Decadentismo tuvo mucho de actitud, de postura y hasta de impostura. 

“El Decadentismo no puede definirse como un movimiento literario propiamente dicho, sino más bien como una forma de sentir”, explica Jaime Rosal. En sus actitudes convivieron la incertidumbre y la crueldad, la transgresión y el esteticismo diletante, la provocación y el irracionalismo sentimental, el hastío y el desprecio de la sociedad burguesa, lo morboso y lo canalla, el satanismo y la exquisitez. 

El lector decadente ofrece una amplia selección con catorce autores franceses –de Baudelaire a Lautréamont, de Barbey d'Aurevilly a Schwob, de Villiers de L'Isle-Adam a Mallarmé o a Mirbeau- y seis ingleses, entre ellos Oscar Wilde o Aubrey Beardsley, que firma también un buen número de las abundantes ilustraciones de este volumen, como las que preparó para la Salomé de Wilde o para su propia Historia de Venus y Tannhäuser. 

Fragmentos de El jardín de los suplicios de Mirbeau, varios de los póstumos Poemas en prosa de Baudelaire, una de las semillas de las que brotó la poesía contemporánea; uno de los Cantos de Maldoror de un Lautréamont visionario y provocador que explora el territorio del mal con pasión imaginativa y potencia verbal; la pasión autodestructiva de Pierre Louÿs; un Schwob imaginativo y extemporáneo, inventor de voces y de vidas y erudito evasivo; tres de las Divagaciones de un Mallarmé oblicuo y secreto; uno de los Cuentos crueles de De Villiers; un Barbey ambiguo y antimoderno; varios capítulos de A contrapelo, la novela de Huysmans que acabará convirtiéndose en manifiesto decadentista; una amplia muestra del mejor Wilde y su visión de la vida como obra de arte o un Crowley satánico y exhibicionista son algunos de los contenidos de este volumen, que ofrece una muy significativa muestra del que, en palabras de Jacobo Siruela, fue “uno de los primeros movimientos artísticos genuinamente modernos que reflejó en el espejo de la literatura el otro rostro (siempre variopinto) de la modernidad, tal como había empezado a hacer Baudelaire a mediados del siglo XIX.



Ramón del Valle-Inclán.
El ruedo ibérico.
Edición de Diego Martínez Torrón.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2017.

El reinado isabelino fue un albur de espadas: Espadas de sargentos y espadas de generales. Bazas fulleras de sotas y ases.

Con esa viñeta comienza Aires nacionales, el primero de los diez libros que componen La corte de los milagros, la primera entrega de El ruedo ibérico. Esas mismas líneas volverán a repetirse al final del capítulo, lo que completa un diseño circular acorde con el título de la serie y con la meditada estructura que diseñó Valle para todo el ciclo.

Cátedra Letras Hispánicas publica El ruedo ibérico en edición anotada de Diego Martínez Torrón, que en su estudio introductorio lo define como “la obra cumbre de la narrativa universal del siglo XX. Una obra maestra que parece escrita para un lector lector/a de otro siglo posterior.”

Un ciclo que –añade- se caracteriza por “una perfecta técnica narrativa”, “un estilo inigualable” y “un retrato de la época que abarca desde las clases altas de la corte a las clases bajas de la sociedad.”

Fue el más ambicioso de los proyectos literarios de Valle-Inclán, el más sostenido en el tiempo y, a pesar de que el plan quedó inconcluso, a la escritura del ciclo novelístico El ruedo ibérico le dedicó una constancia poco frecuente en él. 

En 1923 ya había empezado a hablar de una serie narrativa sobre el siglo XIX y pocos días antes de su muerte el 5 de enero de 1936 seguía trabajando en el ciclo que había proyectado en nueve novelas organizadas en tres series ternarias que iban a abarcar desde las vísperas revolucionarias de 1868 a la muerte de Alfonso XII -Los amenes de un reinado, Aleluyas de la Gloriosa y La Restauración borbónica-, aunque el ciclo se interrumpiría en agosto de 1868, antes de la Revolución de septiembre, la Gloriosa

Con una historia textual laberíntica, pues la publicación de fragmentos en periódicos anticipaban o seleccionaban fragmentos, en 1927 apareció en libro la primera novela –La corte de los milagros- y el año siguiente Viva mi dueño. El proyecto se truncó en la tercera novela –Baza de espadas-, de la que Valle dejó terminado sólo el primer libro -Vísperas setembrinas-, que no se publicó hasta 1958. 

Organizadas en libros formados por breves estampas, viñetas o cromos expresionistas, las novelas de El ruedo ibérico son una muestra depurada de la técnica del esperpentismo: la perspectiva cenital, la ironía, la degradación de los personajes, héroes o villanos reflejados en espejos cóncavos y rebajados a la condición de peleles o animales, la mirada distanciada, la visión crítica de la realidad y sobre todo la potencia de su elaboración estilística se imponen a un dudoso afán cronístico o documental:

Los héroes marciales de la revolución española no mudaron de grito hasta los últimos amenes. Sus laureadas calvas se fruncían de perplejidades con los tropos de la oratoria demagógica. Aquellos milites gloriosos alumbraban en secreto una devota candelilla por la Señora. Ante la retórica de los motines populares, los espadones de la ronca revolucionaria nunca excusaron sus filos para acuchillar descamisados. El Ejército Español jamás ha malogrado ocasión de mostrarse heroico con la turba descalza y pelona que corre tras la charanga.

Y esa perspectiva astral propia del esperpento permite componer un mosaico narrativo de multitud de personajes grotescos en escenarios descoyuntados, como en esta viñeta de Cartel de ferias, la parte central de Viva mi dueño:

En la llanura fulgurante, el villaje ancho y decrépito. Fuera de bardas, el gitano aduar. Sobre un cerro de retamares la mina del castillo. Triscan las cabras, y el pastor remontado en la sombra de la ruina, hace calceta.—En Solana del Maestre, como por todo aquel ruedo, las ferias aparejan siempre prematuros calores, y prosperan las alegrías del jarro. Por aquellos días, nunca faltaba el Trueno Madrileño en Los Carvajales. El Marqués de Torre-Mellada —parasol de alpaca, uniforme con espadín, sombrero apuntado—, entre un juez y un alcalde, los murguistas detrás, las vaquillas de la capea por delante, presidía, año tras año, la Ceremonia de los Verdes.


Ramón del Valle-Inclán.
Sonatas.
Ilustraciones de Víctor López-Rúa.
Edición de Luis Alberto de Cuenca.
Reino de Cordelia. Madrid, 2017.

“Las Sonatas de Valle-Inclán son la mejor, y acaso la única, muestra de literatura plena y profundamente décadente de las letras hispanas. Atrevidas y audaces, nos hacen discurrir por un universo trazado a la medida de un personaje, el Marqués de Bradomín", escribe Luis Alberto de Cuenca en el prólogo de la espléndida edición ilustrada por Víctor López-Rúa de las Sonatas de Valle-Inclán.

Las publica Reino de Cordelia con el texto fijado por Luis Alberto de Cuenca a partir de  la última versión corregida por Valle, la edición de 1933 en Rivadeneyra, para ofrecer al lector –señala en el prólogo-  “un texto limpio, nítido, claro, listo para acoger tanto al entusiasta de las Sonatas como a quien todavía no las conozca. Un texto que dirige su flecha ecdótica del siglo XXI al corazón de uno de los libros más hermosos de la literatura universal, coincidiendo con el octogésimo primer aniversario de la muerte de su autor.”

Se reúnen así en un volumen muy cuidado las cuatro Sonatas –Primavera, Estío, Otoño e Invierno- que Valle publicó entre 1902 y 1905 y que contienen las memorias amorosas del Marques de Bradomín, un irrepetible don Juan “feo, católico y sentimental.”

Desde la doble distancia que le dan a Bradomín el exilio y la edad, la Nota que Valle colocó al frente de las Sonatas explica que "estas páginas son un fragmento de las Memorias Amables que, ya muy viejo, empezó a escribir en la emigración el Marqués de Bradomín. Un Don Juan admirable. ¡El más admirable tal vez!
Era feo, católico y sentimental…"

Los jardines italianos de la Sonata de Primavera, la caliente tierra mexicana de la Sonata de Estío, los brumosos pazos gallegos de la Sonata de Otoño y la Navarra de la guerra carlista en la Sonata de Invierno sirven de telón de fondo a las memorias amables y escandalosas de Bradomín, a sus recuerdos de la novicia María Rosario en los ambientes vaticanos, de la Niña Chole en las llanuras de Tierra Caliente, de una Concha a punto de morir en el palacio de Brandeso o de María Antonieta en la corte estellesa.

Cuatro estaciones, cuatro edades del marqués, cuatro paisajes, cuatro mujeres sobre un fondo estilizado de jardines y conventos, palacios y salones, obras de arte y armonías musicales que crecen en la prosa rítmica de las Sonatas, cima del Modernismo, y en la sensorialidad de su lengua exuberante y su erotismo refinado:

“Anochecía, cuando la silla de posta traspuso la Puerta Salaria y comenzamos a cruzar la campiña llena de misterio y de rumores lejanos. Era la campiña clásica de las vides y de los olivos, con sus acueductos ruinosos, y sus colinas que tienen la graciosa ondulación de los senos femeninos. La silla de posta caminaba por una vieja calzada: las mulas del tiro sacudían pesadamente las colleras, y el golpe alegre y desigual de los cascabeles despertaba un eco en los floridos olivares. Antiguos sepulcros orillaban el camino y mustios cipreses dejaban caer sobre ellos su sombra venerable.
La silla de posta seguía siempre la vieja calzada, y mis ojos fatigados de mirar en la noche, se cerraban con sueño. Al fin, quedeme dormido y no desperté hasta cerca del amanecer, cuando la luna, ya muy pálida, se desvanecía en el cielo. Poco después, todavía entumecido por la quietud y el frío de la noche, comencé a oír el canto de madrugueros gallos, y el murmullo bullente de un arroyo que parecía despertarse con el sol. A lo lejos, almenados muros se destacaban negros y sombríos sobre celajes de frío azul. Era la vieja, la noble, la piadosa ciudad de Ligura.”

Así empieza la Sonata de Primavera, la primera de cuatro obras  maestras. “No puede acumularse en ellas –escribe Luis Alberto de Cuenca- una brizna más de belleza, no cabe más encanto ni más capacidad de seducción auditiva en sus páginas, no puede soportarse tanta perfección (...) Y es que en la literatura española de los últimos ciento cincuenta años no hay nada comparable a las Sonatas de don Ramón del Valle-Inclán.”



Augusto Roa Bastos.
Yo el Supremo
Real Academia Española 
y Asociación de Academias de la Lengua Española.
Alfaguara. Madrid, 2017.

Para celebrar el centenario del nacimiento de Augusto Roa Bastos la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española patrocinan la publicación en Alfaguara de la edición conmemorativa de la que es sin duda la novela más importante del autor paraguayo, Yo el Supremo, una obra fundamental también de la novelística latinoamericana.

Casi simultánea, aunque un poco anterior a El recurso del método y a El otoño del patriarca, con Yo el Supremo la novela de dictador alcanza su valor literario más alto.

Inspirada en la figura de José Gaspar Rodríguez de Francia, autoproclamado Supremo dictador perpetuo de la República del Paraguay entre 1816 y 1840, Yo el Supremo es una reflexión sobre el poder absoluto, una novela que integra materiales narrativos y ensayísticos, históricos y mitológicos, porque aquí el tiempo mítico se superpone al tiempo histórico.

Imaginación y documentación conviven, como el castellano y el guaraní, en las páginas de esta novela brillante y exigente, en la que una enorme potencia verbal se pone al servicio de la disección del poder absoluto, cuyo objetivo es instaurar el discurso único del dictador y eliminar la disidencia.

Sobre ese proyecto y sobre su fracaso gira toda la novela: frente al pasquín subversivo  del comienzo, la circular perpetua; y frente a la monodia, la polifonía de narradores, el despliegue de voces que articulan el sentido de la novela y vertebran su estructura.

Además de una reflexión sobre el poder absoluto, Yo el Supremo es también una indagación sobre la escritura y sus límites,  sobre la libertad y la realidad a través de la búsqueda del autor del pasquín y de la escritura alucinada del propio dictador que dicta a su secretario-escriba, Policarpo Patiño.

Como en el resto de los títulos de la colección, enmarcan la edición del texto un conjunto de estudios monográficos y ensayos breves con distintas aproximaciones críticas a la narrativa de Roa Bastos y a Yo el Supremo: un análisis de sus aspectos formales, su trama y sus características genéricas, sus voces narrativas y su punto de vista, su concepto del tiempo o su complejo andamiaje novelístico. 

Completan el volumen, además de una breve cronología de hechos históricos citados en la obra, un útil glosario y un índice onomástico.



Arturo Úslar Pietri.
Oficio de difuntos.
Prólogo de Moisés Naím.
Drácena. Madrid, 2017.

Drácena recupera uno de los títulos esenciales de Arturo Úslar Pietri, Oficio de difuntos, una obra de madurez que publicó en 1976.

Úslar Pietri fue el primero que utilizó la expresión ‘realismo mágico’ para referirse a la narrativa hispanoamericana que estaban escribiendo Asturias, Carpentier y él mismo en los años treinta y cuarenta.

No fue esa la única relación entre los tres novelistas: los tres, aunque en fechas distintas, escribirían una novela de dictador: El señor presidente, El recurso del método y esta espléndida Oficio de difuntos, que es -en palabras de Moisés Naim en el prólogo de esta edición- “quizás la menos conocida de la serie de grandes novelas hispanoamericanas en este subgénero de dictadores (...) que han buscado explicar el mundo y la psicología de los caudillos y de sus víctimas, los pueblos que subyugan.”

Centrada en la figura de Juan Vicente Gómez, el sátrapa que gobernó Venezuela durante casi treinta años, entre 1908 y 1935, Oficio de difuntos es una sátira política, una meditación sobre el poder y la ambición y sobre el papel del intelectual.

La distancia irónica con que la escribió Úslar Pietri le evitó caer en la simplificación y en la caricatura para abordar la psicología del dictador y los mecanismos del poder a través de un personaje fundamental, el padre Solana, que puso su talento envilecido y temeroso al servicio del caudillo.

Es él quien abre y cierra la novela, el hilo conductor de un relato construido a partir del momento de la muerte del dictador -que aparece en la novela como el general Aparicio Peláez-, cuando Solana se ve obligado a redactar la oración fúnebre que tendrá que pronunciar en el oficio de difuntos ante el cuerpo muerto del general:

En la noche lo llamaron desde Tacarigua para darle la noticia. Demasiado breve, demasiado simple para comprenderla en toda su significación. “El general acaba de morir”. Fue una noche de callado pavor, de andar por la casa sin rumbo, de hablar solo, de rezar rosarios sin término, de despertar al fámulo para que lo acompañara, de pensar en los más diversos y disparatados medios de desaparecer y de huir. Disfrazarse, esconderse, refugiarse en una embajada, salir al extranjero. Temprano, en la mañana, después de aquella larga noche, vino la otra llamada. De parte del general encargado del poder ejecutivo, le participaban que había sido designado para decir la oración fúnebre en la misa de difuntos de cuerpo presente que se iba a celebrar al día siguiente, allá en Tacarigua, antes del entierro.

Y a partir de ahí se suceden los recuerdos, se superponen el presente y el pasado para reconstruir el proceso por el que llega al poder el dictador y las circunstancias que formaron su personalidad.

Ante el poder absoluto que representa el general Peláez, dos personajes, el padre Solana y el general rebelde Damián Dugarte, reaccionan de dos maneras distintas: con sumisión o con rebeldía y articulan la reflexión sobre la realidad política y social de la dictadura y sobre los mecanismos del poder.

Pero Oficio de difuntos, habitado por personajes que representan la cobardía y la corrupción, la crueldad y el valor, la astucia y la injusticia, funde lo personal y lo colectivo y va más allá del ámbito venezolano para trazar un poderoso mural de la realidad hispanoamericana.


Paul Metcalf.
Génova. 
Una historia de las maravillas.
Traducción de José Luis Piquero.
Hermida Editores. Madrid, 2017.

Algo más de medio siglo después de su primera edición en 1965, Hermida Editores publica Génova, que seguramente es la mejor novela del norteamericano Paul Metcalf (1917-1999).

Original y renovadora, Génova es una novela inclasificable y sorprendente, narrada por Michael Mills, un médico que no ejerce y trabaja en Indianápolis en la General Motors. La relación con su hermano Carl, ejecutado en una cámara de gas en Missouri por el asesinato de un niño, es uno de los motores de la novela, escrita para atender, afrontar, examinar, quizá, algunas de las otras obligaciones, como

Nota: Post mortem: comprender a mi hermano Carl
y
Nota: para los vivos, yo mismo y otros, descubrir lo que hay que curar, y por qué, como médico, no lo haré.

Con el relato se mezclan citas de obras y cartas de Herman Melville –bisabuelo de Metcalf-  y de los diarios de Colón, fragmentos que convierten la novela en un collage de citas y referencias, en un palimpsesto de la memoria y en una indagación sobre la monstruosidad el viaje y el sentido de la vida.

Viajes y viajeros reales y ficticios articulan en contrapunto la estructura de una novela deslumbrante en la que se funden la imaginación y la realidad, el espacio y el tiempo, la narración y el documento, el relato clásico y la ficción posmoderna para trazar una geografía del tiempo desde la metaficción de un narrador-protagonista en busca de explicaciones.




César González-Ruano.
Memorias.
Mi medio siglo se confiesa a medias
Prólogo de Manuel Alcántara 
Editorial Renacimiento. Sevilla, 2017.

En su Biblioteca de la memoria, Renacimiento reedita Mi medio siglo se confiesa a medias, las memorias que César González-Ruano escribió entre el 1 de julio y la noche del 31 de diciembre de 1950. 

Seiscientas apretadas páginas que redactó con rapidez pasmosa si se tiene en cuenta que no era su única dedicación y que sólo las escribía por las tardes. Lo explicaba así en el prólogo de la primera edición: Escribiré de prisa, no porque tenga prisa, sino miedo a aburrirme, y no corregiré –casi nunca lo hice– ni he de volver sobre el original por otro miedo: el de que no me guste y lo rompa. Creo que éste es un tipo de libro, aunque pueda parecer lo contrario, de inspiración y de cogerlo y no dejarlo hasta el final, casi casi como un trance o como la rápida reconstrucción de un sueño.

Como en una labor de reciclaje, González-Ruano aprovechó diversos materiales previos (artículos, relatos, crónicas...) para componer un mosaico en el que conviven la calidad de su prosa y ese silencio interesado -y no sólo sobre asuntos amorosos- que se anuncia desde el título.  

Un silencio que acaba convirtiéndose en una especie de cínica renuncia a la sinceridad que es muy característica del personaje que fue Ruano. Personaje, sí, porque en estas páginas la autobiografía se convierte en novela y la memoria se transforma en autoficción, en creación de una máscara alejada de la persona y cercana al personaje: 

En suma, no basta con ser un tipo moral, ni siquiera físico, si los demás se empeñan en ver otro. Si se tiene una fuerte personalidad, a lo más que se puede llegar es a defender un cincuenta por ciento de ella, a circular por la vida y el mapa como un medio ser logrado por uno mismo y otro medio ser inventado por la gente.
Esta ficción impuesta de lo que los demás han querido que uno sea, esta farsa en la que uno representa el papel que nos han dado nuestros autores, como un cómico que necesita vivir, a veces es tan insistente, o tan atractiva, o nos proporciona tal éxito inmerecido, o nos acarrea tanta desgracia, que acaba por afectarnos, y, con frecuencia, nos la incorporamos al medio ser auténtico, y entonces, uno mismo, se hace un lío tremendo, y ya no sabe hasta dónde se es de verdad y desde dónde se es –por mucho que seamos– de mentira.

"Amanuense de sí mismo" lo llama en su prólogo –César- Manuel Alcántara, que destaca la centralidad de esta obra en el amplio conjunto de la producción de González Ruano: “Está claro que el César preferible es el articulista que hizo época además de llenarla y el autor de Mi medio siglo se confiesa a medias. (...) Si tuviera que explicarle a alguien quién era, quién sigue siendo, y nadie menor de treinta años tiene una idea muy clara de él, le diría que leyera este libro y una recopilación de crónicas. Ahí está lo mejor de su desparramada y febril creación de pura raza de las letras, de escritor de cuerpo entero. Su bibliografía tiene más de ochenta títulos, pero sus credenciales de supervivencia literaria están aquí y en sus artículos. Es casi como haberle conocido. Casi como haber sido amigo suyo. Casi.”

Santos Domínguez

18 diciembre 2017

Navidades de libro. Regalo


Atlas de literatura universal.
Ilustración y diseño 
de Agustín Comotto y Tono Cristòfol.
Coordinación de Pedro García Martín.
Nórdica. Madrid, 2017.

“Tras recorrer una treintena larga de títulos, dibujamos una suerte de Imago Mundi de la literatura universal. Un fresco histórico en cuyo espacio podemos leer el tiempo. Un mosaico donde las teselas librescas son hijas de su época. Aun a riesgo de la sentencia bíblica sobre el daño para la salud que produce escribir y estudiar. A sabiendas de que elegir un manojo de títulos es cosa de nunca acabar”, escribe Pedro García Martín en el prólogo del Atlas de literatura universal, el volumen que ha coordinado para su edición en Nórdica con ilustración y diseño de Agustín Comotto y Tono Cristòfol.

Una vuelta al mundo en 35 obras abordadas por 35 escritores, traductores, críticos o profesores que proyectan su mirada sobre las obras en textos breves de una o dos páginas: Julio Llamazares sobre el Quijote, Carlos García Gual sobre La Odisea, Luis Alberto de Cuenca sobre La Eneida y Sherlock Holmes, José María Conget sobre Hamlet o Alberto Manguel, que escribe sobre Las mil y una noches, La metamorfosis de Kafka o El Aleph de Borges.

Son algunos de los colaboradores de un libro que no propone una panorámica, sino una representación significativa de la literatura universal, una cartografía que abarca desde el Poema de GilgameshLa Biblia hasta Ladera Este, de Octavio Paz, y La hija de Burger, de Nadine Gordimer, a través de dos tipos de mapas: los mapas simples, que sitúan las obras en su contexto espaciotemporal, y los mapas conceptuales, que presentan en infografías el mundo propio de cada obra: desde la ruta de Ulises en La Odisea a los libros analizados en el donoso escrutinio del comienzo del Quijote, los espacios parisinos de 1913 en A la busca del tiempo perdido, el Dublín del Ulysses en 1922 o las siete generaciones de los Buendía en Macondo.

Como los atlas tradicionales, este Atlas de literatura universal puede hojearse al azar para merodear por sus páginas con la seguridad de que en cualquiera de ellas hay una ventana abierta al mundo y a la imaginación. 


Palabra de Lorca. 
Declaraciones y entrevistas completas.
Edición de Rafael Inglada 
con la colaboración de Víctor Fernández. 
Prólogo de Christopher Maurer.
Malpaso. Barcelona, 2017.

‘Lorca de viva voz’ titula Christopher Maurer el prólogo que ha escrito para presentar el espléndido volumen Palabra de Lorca. Declaraciones y entrevistas completas, que publica Malpaso con edición de Rafael Inglada, que ha contado con la colaboración de Víctor Fernández.

Entre la cuartilla que recoge su intervención en el homenaje colectivo a Granada en 1922 y el prólogo a la edición de El público en el que Rafael Martínez Nadal evocaba en 1978 el último día de García Lorca en Madrid, ciento treinta y tres textos organizados en cuatro secciones cronólogicas que incluyen también las entrevistas y declaraciones publicadas póstumamente, entre 1937 y 1978.

Una colección que, como señalan Rafael Inglada y Víctor Fernández en ‘El poeta al que no le gustaban las entrevistas’, el texto preliminar en el que explican el contenido del libro y el sentido de esta edición, contiene “salvo sorpresas de última hora, la totalidad de las entrevistas concedidas por Federico García Lorca a la prensa de la época, desde 1922 (...) hasta la que concedió a Otero Seco pocas semanas antes de ser asesinado en agosto de 1936.”

O como la que le hizo Luis Bagaría para El Sol del 10 de junio de 1936, en donde decía:
- Yo soy español integral, y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más. Yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula; pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política.

Traducidas algunas del catalán, inglés, italiano y francés, “las abundantes entrevistas, declaraciones y documentos inéditos que recogen ahora Rafael Inglada y Víctor Fernández incitan a nuevas lecturas y abren nuevos caminos en la investigación. Las espléndidas fotos, muchas de ellas desconocidas hasta ahora, ofrecidas en su momento como garantía de autenticidad de la entrevista, nos deslumbran como en aquel entonces: con el “estallido súbito del magnesio”. Junto con el epistolario y con las ya mencionadas declaraciones políticas ofrecen una valiosísima serie de retratos, autorretratos y caricaturas verbales.”

Hay una serie de líneas temáticas que recorren estas declaraciones recogidas durante los quince años de mayor creatividad de Lorca: las noticias y reflexiones sobre sus libros de poesía y sus estrenos teatrales, la dirección de La Barraca, sus viajes a América del Norte y Cuba, su gira por Argentina y Uruguay como dramaturgo y conferenciante, sus opiniones sobre la poesía de su tiempo, sus dudas y sus exageraciones, su evolución como persona y como escritor, la configuración progresiva de su mundo literario y sus proyectos, su compromiso social y cultural, su fama creciente, favorecida por el desarrollo del formato periodístico de la entrevista literaria que le sirvió de escaparate, como recuerda Christopher Maurer en su prólogo.

Y en todas estas entrevistas y declaraciones, una expresividad torrencial que suele reflejar una mezcla de simpleza inocente y de intuiciones profundas, como en la entrevista que apareció en Buenos Aires el 15 de octubre de 1933, en la que declaraba:

-En arte no hay que quedarse nunca quieto ni satisfecho... Hay que tener el coraje de romperse la cabeza contra las cosas y contra la vida... El cabezazo... Después veremos qué pasa... Ya veremos dónde está el camino... Algo que también es primordial es respetar los propios instintos... El día en que deja uno de luchar contra sus instintos, ese día se ha aprendido a vivir...

Además de las abundantes ilustraciones que reproducen imágenes del poeta y páginas de las publicaciones donde aparecieron las entrevistas, un útil índice onomástico permite la consulta rápida de personas, personajes y lugares aludidos en ellas.





Juan Rulfo.
Obra.
Fundación Juan Rulfo. Editorial RM.
Barcelona, 2017.

Para cerrar el año del centenario del nacimiento de Juan Rulfo, uno de los narradores imprescindibles del siglo XX en español, una edición única recoge la totalidad de su obra narrativa en un volumen cuidado por la Fundación Juan Rulfo, que ha fijado los textos definitivos, espléndidamente editados por la Editorial RM

Están aquí los diecisiete cuentos intensos e imprescindibles de El Llano en llamas, que inauguraron un territorio literario inconfundible y un nuevo tono narrativo, intermedio en su estilización entre lo coloquial y lo poético, para elevar lo regional al nivel de la tragedia griega. 

Un territorio inhóspito que dos años después, en 1955, daría cabida a su novela Pedro Páramo, habitada por un coro de voces y sombras que sirven de fondo a la bajada a los infiernos de Juan Preciado, el narrador que habla en el comienzo memorable: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera.” 

Todo desmiente en esta novela la fama de creador intuitivo que injustamente le atribuyó a Rulfo una parte de la crítica. Todo está medido en ella: desde la estructura caleidoscópica -aparentemente anárquica- que traba la novela y sostiene su construcción en una meticulosa organización circular, hasta el nombre del pueblo –que evoca el de la sartén sobre las brasas- o los nombres simbólicos de los personajes, habitantes de un territorio intermedio entre la vida y la muerte, de un espacio vacío y calcinado en un tiempo que es el de la ucronía, el no-tiempo del mito.

Y finalmente, el guión de El gallo de oro, que con el trasfondo del mundo de las peleas de gallos, las ferias y los palenques, las apuestas y las mesas de juego, explora un mundo emparentado con el universo de Rulfo: un mundo en el que están presentes la venganza y el poder, el destino trágico y la autodestrucción, y en el que la figura femenina protagonista recuerda en su inaccesibilidad a Susana San Juan. 

Decía el crítico Chris Powell que “se puede leer la breve pero densa obra de Rulfo en un par de días, aunque eso sólo significa dar el primer paso dentro de un territorio todavía por conocer. Su exploración es uno de los viajes más extraordinarios de la literatura.” 

Lo advirtió el propio Rulfo cuando decía que hasta después de tres o cuatro lecturas no se entendía Pedro Páramo, una novela inagotable cuya brevedad engañosa es otro de los espejismos de la obra.



Rafael Sánchez Ferlosio.
Páginas escogidas.
Selección de Ignacio Echevarría.
Literatura Random House. Barcelona, 2017.

Como “un recorrido que se quiere a la vez representativo e incitante, capaz tanto de procurar una idea aproximada de la amplitud y de la diversidad de la obra de Ferlosio como de despertar el deseo de adentrarse más a fondo en ella” define Ignacio Echevarría la selección de Páginas escogidas de Rafael Sánchez Ferlosio que ha preparado para el volumen que publica Literatura Random House.

Un recorrido amplio y abarcador por los textos más significativos de Ferlosio a través de catorce apartados ordenados cronológicamente y encabezados por sendas secciones de Pecios que dan paso a textos narrativos, ensayos y artículos de las distintas etapas de la prosa ferlosiana. 

Sermones y homilías, relatos breves de El escudo de Jotán, capítulos de Alfanhuí o un fragmento de El testamento de Yarfoz configuran una selección que  responde a un criterio múltiple y panorámico porque, como explica el compilador, “pretende abarcar los diferentes géneros y los principales registros en que se ha desarrollado la obra de Ferlosio.” 

Dientes, pólvora, febrero, Personas y animales en una fiesta de bautizo, Los babuinos mendicantes, Homilía del ratón, Las azoteas de Damasco o El deporte y el Estado, son algunos de los textos que ofrece esta impecable selección que refleja la escritura rigurosa y poliédrica de Ferlosio, de la que pueden dar una muestra representativa dos fragmentos.

 El primero (De los ásperos y grandes lances de la montaña) es de Alfanhuí:

Por la tierra de secano hacia la montaña, canta la pájara antigua. Sobre las tapias de pizarra, junto a la blanca carretera, grazna, mece su cola. Al carretero le roba el pan y le despinta el carro. Grita a los cereales cuando les llega el madurar. Con su voz, seca los campos para la siega. Las otras aves se van, pero las urracas se quedan siempre, antiguas pájaras de la meseta. Ellas delatan crímenes nefastos y piden venganza para las violadas. Reconocen a los hombres y saben mucho de geografía. Saben cuanto pasa en los pueblos y los caminos. Dicen los nombres de los muertos y los recuerdan sin pena. Unas a otras se narran las historias de los muertos. Camino del camposanto los ven pasar y se quedan sobre una piedra, narrándose cuanto vieron. Viven los hombres y envejecen; las urracas hablan y miran. Las urracas sin pena no creen en la esperanza; ellas narran tan sólo, y repiten los nombres de los muertos. Los muertos van a lo largo del camino de la montaña. Van, como nublados sin lluvia, a trasponer las oscuras cimas. En la voz de las pájaras sus nombres quedan.
La montaña es silenciosa y resonante. Como el vientre de la loba es su vientre, arisco y maternal. Esconde sus manantiales en los bosques, como la loba sus tetas entre pelo. La montaña está tendida mansamente, amamantando a la llanura. Sólo a veces se levanta dura y esquiva y rasga los labios de los campos.

El otro es el comienzo de Carácter y destino, el discurso que leyó en abril de 2005 en la ceremonia de recepción del Premio Cervantes:

Una mañana de verano del 59, paseando mi hija y yo por el Retiro, al cruzar por el trecho que separaba el quiosco de la música del antiguo escati de baldosines, oí de pronto unas voces que venían de entre los árboles, en las que reconocí el falsete característico de los actores de guiñol.
En mis tiempos era muy difícil encontrar un padre joven, medianamente instruido, que, en el trato con sus hijos, no se creyese un pedagogo consumado. Ella no había cumplido los tres años y medio, y no podía haber reconocido aquellas voces, porque nunca había asistido a un espectáculo de guiñol ni a ningún espectáculo en absoluto (y, por supuesto, a aquel padre pedagogo le habría resultado hasta ofensiva la pregunta de si había dado entrada a la televisión en casa). Así que su ignorancia me dio tiempo de dudar: ¿la llevo o no la llevo?
Y aquí no es necesario recordar hasta qué punto la cuestión de la conveniencia o inconveniencia pedagógica, social y hasta política de los espectáculos públicos en general ha sido en Occidente un asunto moral que se remonta cuando menos a Platón.



Pablo Neruda.
Confieso que he vivido.
Edición, prólogo y notas de Darío Osés.
Seix Barral. Barcelona, 2017.

“Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta”, escribía Pablo Neruda en el texto introductorio a Confieso que he vivido, las memorias que publica Seix Barral en una edición ampliada con diecinueve textos inéditos que estaban depositados en la Fundación Pablo Neruda, 

 La edición incorpora además tres conferencias inéditas, un álbum fotográfico de casi cincuenta fotografías y varias reproducciones facsimilares de mecanoscritos y apuntes manuscritos relacionados con la elaboración de estas memorias, que Neruda pensaba publicar en 1974 para celebrar los 70 años que no llegó a cumplir.

Su muerte el 23 de septiembre de 1973 frustró la redacción definitiva de las memorias, definitivamente interrumpidas. Fueron su viuda, Matilde Urrutia, y Miguel Otero Silva quienes ordenaron el material para la primera edición, que apareció en 1974. 

Entre los textos agregados, que se han editado con un tipo de letra distinto al del resto del libro para que el lector pueda identificarlos fácilmente, se incorpora un capítulo sobre la homosexualidad de García Lorca que Neruda prefirió no incluir en su plan de edición de las memorias porque podía perjudicar el prestigio de su amigo poeta.

El origen de Confieso que he vivido está en las cinco conferencias que Neruda pronunció en 1954 en la Escuela de verano de la Universidad de Chile para celebrar sus 50 años. De ellas forman parte las tres que permanecían inéditas y aparecen ahora en el apéndice de esta edición preparada y anotada por Darío Osés, que en su prólogo –‘La persistencia autobiográfica’- destaca su elaboración prolongada en el tiempo y su carácter singular y explica que “la obra poética de Neruda alimenta también a sus memorias.”

Por eso se puede seguir en Confieso que he vivido no sólo la peripecia biográfica del poeta, sino también la intrahistoria circunstancial de la que surgieron algunos de los libros  de Neruda. 

Con el amor y el paisaje, el compromiso político y la amistad como ejes vertebrales de las memorias, “los nuevos materiales de valioso contenido autobiográfico agregados a esta edición permiten hoy –explica Darío Osés en el prólogo- proponer nuevas lecturas de sus memorias, y de esa forma prolongar y enriquecer el persistente relato de las vidas del poeta.”




Breve antología de la Enciclopedia.
Selección y traducción de Gonzalo Torné.
Prólogo de Fernando Savater.
Debate. Barcelona, 2017.

“Un autor que resulta frío porque se expresa con un exceso de viveza puede llegar a corregirse atemperando la imaginación. En cambio, un autor que es frío porque no tiene alma no puede corregirse a sí mismo. Podemos moderar el uso del fuego, pero quien no sabe cómo encenderlo nunca podrá usarlo”, escribía Voltaire al final del artículo Frío, una de sus contribuciones a la Enciclopedia que dirigieron en circunstancias muy adversas Diderot y D'Alembert, que abandonó el proyecto a la mitad, asustado por la reacción del poder

Es uno de los artículos de la Breve antología de las entradas más significativas de la Enciclopedia que ha seleccionado y traducido Gonzalo Torné para un espléndido volumen que publica Debate con prólogo de Fernando Savater, que destaca que “la Enciclopedia fue un símbolo, el estandarte de una forma de pensar distinta a la tradicional, la leva de la veda para desacreditar los dogmas más acrisolados, el final del respeto. Su simple presencia transmitía un mensaje intelectual y también político.”

Al cabo de veinte años de trabajo, fueron 72000 los artículos que tuvo la Enciclopedia. De ahí la necesidad de una antología como esta, que reúne en trescientas páginas una selección de los artículos más representativos y como señala Gonzalo Torné responde al criterio de “seleccionar las mejores entradas escritas por los nombres más relevantes que aparecen de las cuatro decenas de autores acreditados.”

Voltaire (Elegancia, Fantasía, Felicidad o Historia), Diderot (Adulterio, Cerveza, Chocolate, Melancolía) D'Alembert (Astrología, Corrupción, Optimismo) o Rousseau (Economía política, Música o Temperamento) son algunos de los nombres y los variados temas que recoge esta antología que se abre con el amplio Discurso preliminar de D'Alembert sobre la doble condición de la obra: como Enciclopedia debe hacer una exposición de los diversos conocimientos humanos y como Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios,debe establecer los principios en los que se basan esas actividades.

Desde esa doble perspectiva de la mirada ilustrada se desarrolló la Enciclopedia, de cuyos autores dice Fernando Savater en el prólogo: “los enciclopedistas no se proponen derrocar el orden vigente ni deponer la monarquía, sino refundarlo todo basándose en principios racionales, no de linaje o de fortuna familiar. La tradición, él ‘siempre se ha hecho así’ y las leyendas fundacionales deben dejar paso al ‘espíritu geométrico’, a los méritos del estudio y a la competencia profesional.” 

Cierra el volumen el prefacio de Diderot al último tomo de la Enciclopedia. “El mundo madura pero no cambia, escribe cuando ve culminada ya la realización del proyecto, “quizá -añade- el más ambicioso que nunca se ha emprendido en el marco de la literatura.”




Cees Nooteboom.
Tumbas de poetas y pensadores
Fotografías de Simone Sassen.
Traducción de María Condor.
Siruela. Madrid, 2017. 

¿Por qué visitamos la tumba de alguien a quien no hemos conocido en absoluto? Porque aún nos dice algo, algo que sigue resonando en nuestros oídos, que hemos retenido e incluso no hemos olvidado, que nos sabemos de memoria y de vez en cuando repetimos, en voz baja o en voz alta. 
 (...)
Los poetas cuyas tumbas he visitado sabían todo esto. Yo no revelo aquí ningún secreto. Las he visitado porque forman parte de mi vida. Porque han acompañado dicha vida de las maneras más diversas y en los momentos más variados. Unas veces eran lisa y llanamente poetas, poetas en sentido amplio: versificadores y pensadores, escritores y filósofos, es decir, junto a Celan y Dante estaban también Descartes y Wittgenstein, Mann y Kafka; y otras, como en el caso de Borges o Joyce, una combinación de ambos. Para mí son voces vivas. Ni siquiera entre miles de lápidas funerarias he tenido jamás la sensación de haber ido a visitar a un muerto. La relación es siempre personal, incluso cuando se trata de poetas que murieron hace tanto tiempo como Virgilio, Hölderlin o Leopardi. 

Esas líneas pertenecen a Tumbas de poetas y pensadores, el libro de Cees Nooteboom que publica Siruela con traducción de María Condor.

Ilustrado con las espléndidas fotografías en blanco y negro que hizo Simone Sassen, es un libro espectacular que propone no sólo un itinerario por decenas de tumbas de escritores. Es también y sobre todo un diálogo con esos autores y una lúcida aproximación a sus obras, porque cada visita a la tumba de un poeta es una conversación en la cual la respuesta ya está ahí mucho antes que todo lo que nosotros mismos pudiéramos decir.

Las tumbas de Proust, Vallejo y Wilde en el cementerio Père Lachaise de París; el Monte Vaea de Samoa donde está enterrado Stevenson en medio de un silencio vivo sobre la selva virgen; la lápida de Yeats en la niebla de la costa irlandesa; las tumbas nevadas de Canetti, Thomas Mann y Joyce cerca de Zúrich; la de Valéry en su cementerio marino y la de Chateaubriand entre las rocas de St. Malo contra un fondo de olas en la abrupta costa de Bretaña; las tumbas de Keats y Shelley en el Cementerio Acattolico de Roma; las de Beckett, Cortázar y Baudelaire en Montparnasse; la de Borges en Ginebra bajo una inscripción en anglosajón –Y nada temas- tan lejana de la de Bioy Casares en La Recoleta bonaerense; las tumbas vienesas de Bernhard y Auden, a la sombra de una pequeña iglesia blanca; la de Italo Calvino en la Toscana y la de René Char en la Provenza; la de T. S. Eliot en East Coker -in my beginning is my end / in my end  is my beginning- las de Goethe y Schiller, vecinos en su cripta de Weimar; las tumbas costeras de Robert Graves en Deià y de Neruda en Isla Negra; las de Hölderlin en Tubinga y Leopardi en Nápoles; la de Machado en Collioure; las tumbas venecianas de Pound y Brodsky...

Una viva evocación de los autores y de sus obras, porque visitamos a unos muertos a los que conocemos mejor que a la mayoría de los vivos.

Y porque en gran medida la literatura es una conversación con los muertos, Cees Nooteboom visitó durante años decenas de tumbas de poetas y pensadores. De esa experiencia surgió este libro, un viaje inducido por la lectura y que invita a la relectura, porque el que visita la tumba de un poeta emprende una peregrinación a sus obras completas.



T. S. Eliot. 
El libro de los gatos sensatos 
de la Vieja Zarigüeya.
Traducción de Juan Bonilla.
Ilustraciones de Edward Gorey.
Nórdica. Madrid, 2017.

Ponerle nombre a un gato, no te asombres
es cosa complicada y no banal.
Seguro que piensas que estoy muy mal,
pero es que un gato ha de tener tres nombres.

Así comienza El nombre de los gatos, el primero de los quince poemas que T. S. Eliot publicó en 1939 en El libro de los gatos sensatos con el seudónimo “Old Possum” (la Vieja Zarigüella) y que sirvieron de base al libreto del musical Cats.
Nórdica publica El libro de los gatos sensatos de la Vieja Zarigüella en edición bilingüe con versión rimada de Juan Bonilla y con las abundantes ilustraciones de Edward Gorey para la edición norteamericana de Harcourt Brace Jovanovich en 1982.

Quince poemas infantiles que Eliot escribió para sus ahijados, en los años 30 y que entre el juego y el propósito didáctico se dedican a Jenny, la gata chiclosa, al último episodio del Tigre Fiero o al viejo durmiente Deuteronomio.

En estas páginas suena la canción de los gatos melifluos, pasea en silencio el gato misterioso y  recuerda su época de gloria el gato teatral; luce sus polainas blancas el gato de etiqueta y hace su turno el gato del tren.

El caprichoso Rum Tum Tugger, Mungojerrie y Rumpelteazer, dos gatos vagabundos, o el gran gato Jaleo, que interviene en la pelea entre pequineses y pollicles, Mistoffles el mago, maestro del conjuro, piratas, ilusionistas, artistas o acróbatas maúllan o dormitan, corren y hacen trastadas en estos versos divertidos y juguetones que completan la imagen poética de T. S. Eliot.


Aleksandr Pushkin.
El Zar Saltán
y otros cuentos populares rusos.
Ilustraciones de Iván Bilibin.
Traducción de José Fernández Bueno.
Reino de Cordelia. Madrid, 2017.

Tres hermanas que hilan en una rueca, un cisne prodigioso a la orilla del mar, un sorprendente gallo de oro que vigila las fronteras, un pescador que captura un pececillo de oro, una princesa muerta y siete caballeros... Esos son algunos de los habitantes de los seis cuentos tradicionales rusos que recopiló Aleksandr Pushkin en la primera mitad del siglo XIX. 

Los publica Reino de Cordelia en una edición ilustrada por Iván Bilibin, como la de los Cuentos populares rusos recogidos por Afanásiev, que publicó hace tres años esta misma editorial.

Pushkin convirtió los relatos folclóricos que había oído en su niñez en poemas narrativos que José Fernández Bueno ha traducido en prosa, en cuentos que desprenden la magia ancestral de los cuentos folclóricos y contienen el alma tradicional de la vieja Rusia de los zares.

El despliegue escenográfico de las espléndidas ilustraciones de Iván Bilibin completa una edición espectacular. Son telones de ópera, como señala el editor en su prólogo. De hecho el cuento que da título al volumen inspiró una ópera homónima de Rimski-Kórsakov.


Rachel Ignotofsky. 
Mujeres de ciencia.
Traducción de Pedro Pacheco.
Nórdica cómic. Capitán Swing. Madrid, 2017.

“Nada presagia más problemas que una mujer en pantalones. Esa era la actitud predominante en la década de 1930. Tanto era así que el hecho de que Barbara McClintock llevara pantalones de vestir en la Universidad de Missouri era considerado escandaloso. Pero era aún peor, además de escandalosa, era luchadora, directa, increíblemente inteligente y el doble de ingeniosa que cualquiera de sus compañeros masculinos. Hacía las cosas a su manera para obtener los mejores resultados, aunque eso implicara trabajar hasta muy tarde con sus estudiantes, lo cual iba contra los horarios establecidos.”

Así comienza la Introducción que Rachel Ignotofsky ha escrito para presentar su Mujeres de ciencia, un libro que ella misma ha ilustrado y que recoge la biografía de 50 intrépidas pioneras que cambiaron el mundo, como indica el subtítulo de este volumen que publican Nórdica cómic y Capitán Swing. 

Desde la matemática y filósofa Hipatia de Alejandría, que murió a principios del siglo V, hasta la también matemática iraní Myriam Mirzajani (1977-2017), pasando por Wang Zhenyi, astrónoma y poeta china del siglo XVIII, Marie Curie, Rita Levi-Montalcini o Valentina Tereshkova, “a lo largo de la historia, muchas mujeres lo han arriesgado todo en nombre de la ciencia. Este libro cuenta la historia de algunas de estas científicas, desde la antigua Grecia hasta hoy en día, que cuando se topaban con un no respondían: ‘Intenta detenerme.’ 

Una historia de la lucha de las mujeres contra la discriminación y las restricciones, porque “mucha gente pensaba que no eran tan inteligentes como los hombres. Las mujeres que aparecen en este libro tuvieron que luchar contra los estereotipos para poder desarrollar las carreras que deseaban. Rompieron reglas, publicaron bajo seudónimos y trabajaron por el afán de aprender sin ninguna ayuda. Cuando otros dudaban de sus habilidades, ellas tenían que creer en sí mismas.” 


Agenda literaria 2018.
Vladimir Nabokov.
Anagrama. Barcelona, 2017.

Anagrama celebra la obra de Vladimir Nabokov con una espectacular Agenda literaria 2018 que incorpora dos textos inéditos traducidos por Jesús Zulaika: una aguda reflexión sobre La metamorfosis y una meditación sobre el boxeo, la vida y el arte en Breitensträter-Paolino.

Con abundantes fotografías del escritor y sus libros, con dibujos de mariposas hechos por el  novelista entomólogo, con citas de sus libros, fragmentos de ensayos sobre su obra y reproduccioness de manuscritos y mecanoscritos, esta agenda es un complemento de la imprescindible Biblioteca Nabokov que publica Anagrama en sus colecciones Compactos y Panorama de narrativas.

Una invitación a pasar un año con Nabokov, a leerlo o a releerlo. Un libro para disfrutarlo todo el año.

Santos Domínguez

15 diciembre 2017

Juan Arnau. La fuga de Dios


Juan Arnau.
La fuga de Dios.
Atalanta. Gerona, 2017.

“La fuga de Dios tiene tres voces cuidadosamente entretejidas. Ante la magia musical de la creación, la sabiduría pretende seguirlas y darle a cada uno lo que le pertenece: al intelecto, la abstracción; al cuerpo, la sensación, y al alma, la imaginación. ¿Qué es el alma sino una alforja de visiones? Esas tres voces suenan al unísono, vertebradas por el contrapunto del aquí y el ahora, un contrapunto que entrelaza intelecto, visión y sensibilidad”, escribe Juan Arnau en el preludio de La fuga de Dios, que publica Atalanta en su colección Memoria mundi.

Las ciencias y otras narraciones es el subtítulo de este volumen que se organiza en tres partes -Mundo sensible, Mundo inteligible y Mundo imaginal- rematadas por un epílogo -Cultura mental- que cierra un recorrido por la ciencia y la filosofía como formas de conocimiento, por la relación compleja entre conciencia y materia y los límites de la ciencia mecanicista y sus dogmas. 

Entre la sensorialidad y la abstracción, entre la conciencia y la existencia, el tiempo y el espacio, la plenitud y la creatividad Juan Arnau propone en estas páginas un recorrido por la historia de las actitudes filosóficas y científicas a través de una serie de referencias fundamentales: las huellas de Newton en una semblanza memorable, una biografía de la luz de Empédocles a Einstein pasando por Berkeley y Goethe; las aportaciones de Feyerabend y su crítica del método científico como modelo de conocimiento; la reivindicación del mundo imaginal a partir de la crítica de las insuficiencias del positivismo en autores como Laszlo y su revisión del concepto clásico del conocimiento, Barfield y la revalorización de la imaginación o Skolimowski y su defensa de la sensibilidad a través de la mente participativa.

Porque –explica Juan Arnau en el epílogo - “si analizamos las experiencias fundamentales que dieron pie a la física de nuestro tiempo y al desmoronamiento del paradigma de la objetividad, observaremos que todas ellas [Faraday, Einstein y Heisenberg] tienen una naturaleza imaginal.”

Santos Domínguez

13 diciembre 2017

Max Aub. Campo abierto

Max Aub.
Campo abierto.
El laberinto mágico, II.
Prólogo de José Antonio Pérez Bowie.
Cuadernos del Vigía. Granada, 2017.

“Y no deseaba amor, sino una vida nueva. La que se alzaba tras la muerte, tras la lucha, tras los disparos. Una vida nueva donde habría un nuevo amor, el mismo, pero distinto. Más puro. Completamente nuevo. Ya no estudiaría lo que estudiaba antes, sino otra cosa. Ya no haría lo que hacía antes, sino otra cosa, nueva. Como era nuevo —siendo el mismo— el nuevo día que surgía por todas partes; de una vez para siempre.
Y apretaba, a más no poder, la culata de su fusil”

Así termina Campo abierto, la segunda de las seis novelas en las que Max Aub articuló El laberinto mágico, que recupera Cuadernos del Vigía en una edición revisada por Carmen Córdoba y Miguel Ángel Arcas.

Si la anterior novela, Campo cerrado, terminaba el 18 de julio de 1936 en Barcelona, Campo abierto se sitúa en Valencia, Burgos y Madrid durante los primeros meses de la guerra, hasta el asedio de la capital en noviembre de 1936.

Como el resto del ciclo, esta obra es una crónica novelística coral, un caleidoscopio narrativo construido con “fragmentos heterogéneos de diversa extensión con el propósito de reflejar la condición laberíntica inaprehensible de la realidad a la que se enfrenta”, como escribe en el prólogo -Max Aub, ficción y testimonio- José Antonio Pérez Bowie, que destaca también el distanciamiento irónico del autor respecto de la materia narrativa y humana de la serie.

Organizada en tres partes, la primera –Valencia- consta de seis capítulos con seis relatos independientes en torno a seis personajes en la retaguardia republicana; la segunda –Del otro lado- es un intermedio de un capítulo ambientado en Burgos, en la zona sublevada; y finalmente, la tercera –Madrid- se organiza en ocho capítulos que se desarrollan entre el 3 y el 7 de noviembre, inmediatamente antes de la batalla de Madrid.

Al igual que en el resto del ciclo El laberinto mágico, los distintos episodios de Campo abierto no tienen un tono de exaltación épica, sino el de la reflexión sobre la condición humana, entre la heroicidad y la sordidez, sobre la dimensión humana contradictoria frente al carácter caótico y laberíntico de la realidad.

Un mundo poliédrico que Max Aub aborda con diversos enfoques: la perspectiva omnisciente, la del narrador externo y la de muchos momentos en los que el autor cede la voz a los personajes para el monólogo o el diálogo.

Santos Domínguez

11 diciembre 2017

Joseph Campbell. Mitología oriental


Joseph Campbell.
Las máscaras de Dios.
Mitología oriental.
Traducción de Belén Urrutia.
Atalanta. Gerona, 2017.

“Al mundo moderno han llegado dos mitologías totalmente opuestas del destino y la virtud del hombre, que contribuyen conflictivamente al proceso de creación de toda nueva sociedad. Pues del árbol que crece en el jardín donde Dios pasea al fresco del día, los hombres sabios al oeste de Irán han probado la fruta del conocimiento del bien y del mal, mientras que los que están al otro lado de esa linde cultural, en la India y en Extremo Oriente, sólo han saboreado la fruta de la vida eterna. No obstante, se nos dice que los dos miembros se unen en el centro del jardín, donde forman un solo árbol cuyas ramas se bifurcan cuando alcanzan cierta altura. De la misma forma, las dos mitologías hunde sus raíces en Oriente Próximo. Si el hombre probara ambos frutos, se convertiría en Dios mismo (Génesis 3, 22); esta es la gran posibilidad que nos ofrece hoy el encuentro de Oriente y Occidente”, escribe Joseph Campbell en Mitología oriental, el segundo volumen de Las máscaras de Dios, que publica Atalanta con traducción de Belén Urrutia.

Campbell trabajó durante doce años en Las máscaras de Dios, que sería su obra central y que planteó como una “historia natural de los dioses y los hombres”, como un monumental estudio de mitología comparada que publicó entre 1959 y 1968 en cuatro tomos centrados en los mitos primitivos, orientales y occidentales y en la mitología creativa. 

Escrito en 1962, este segundo volumen, Mitología oriental, ofrece una nueva edición revisada por la Fundación Joseph Campbell y explora el desarrollo de la mitología oriental en diversas culturas como la mesopotámica, egipcia, india, china y japonesa.

Originados en el Oriente Próximo y luego separados entre lo oriental y lo occidental, mitos como el del eterno retorno, la muerte y la regeneración que dan lugar al interminable ciclo de la vida; imágenes y símbolos presentes desde Mesopotamia en las escenas alegóricas de los sellos sumerios; personificaciones del conflicto cósmico entre lo claro y lo oscuro, entre eros y tánatos, entre el yang y el yin del taoísmo. 

A través de epopeyas y leyendas, de construcciones y grabados se exploran en estas páginas los dos grandes motivos que se manifiestan en las distintas mitologías: el asombro y la salvación, los mitos de la creación, la caída y el diluvio o imágenes como la del primer ser dividido en dos, los arquetipos básicos de la agresión y el deseo o la escisión de lo humano y lo divino.

Campbell reconstruye así la atmósfera del mito en las tumbas egipcias y los ritos funerarios y explora las mitologías de la India desde el Valle del Indo en la India antigua a la Edad de Oro, pasando por la India budista del nirvana y la vía del placer; o los mitos de Extremo Oriente: de China, entre el sistema de Confucio y la filosofía del Tao; de la  mitología japonesa entre la edad de los espíritus y la vía de los héroes o del Tíbet y la nueva felicidad del budismo.

“Su principal resultado para mí ha sido la confirmación de una idea que he mantenido larga y confiadamente: la unidad de la raza humana, no sólo en su historia biológica sino también en la espiritual” escribía Joseph Campbell en un texto elaborado a la conclusión de Las máscaras de Dios, que figura como Preámbulo de este segundo volumen.
Santos Domínguez

08 diciembre 2017

Ortega. El Espectador V-VIII


José Ortega y Gasset.
El Espectador V y VI.
Alianza Editorial. Madrid, 2017.




José Ortega y Gasset.
El Espectador VII y VIII.
Alianza Editorial. Madrid, 2017.

¡La gran delicia, rodar por los caminitos de Castilla! Como la tierra está tan desnuda, se ve a los caminos en cueros ceñirse a las ondulaciones del planeta. Se lanzan de cabeza, audazmente, por el barranco abajo, y luego, de un gran brinco elástico, ganan el frontero alcor y se adivina que siguen su ruta cantando alegremente no se sabe qué juventud inalterable adscrita a ellos. Hay momentos en que sobre los anchos paisajes, amarillos y rojos, parecen la larga firma del pintor.
/.../ 
Tierra de Campos. Mieses, mieses maduras. Por todas partes oro cereal que el viento hace ondear marinamente. Náufragos en él, los segadores, bajo el sol tórrido, bracean para ganar la ribera azul del horizonte.

Es el comienzo y el final de En el viaje, la primera de las Notas del vago estío con las que se abría el volumen V de El espectador, que Ortega y Gasset publicó en 1927.

Coordinados y revisados por un equipo de trabajo del Centro de Estudios Orteguianos de la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón, los ocho volúmenes originales han ido apareciendo en El libro de bolsillo de Alianza Editorial, que culmina la edición íntegra en cuatro tomos de El espectador en el marco de una Biblioteca de autor dedicada a Ortega.

Están en estos últimos volúmenes (V-VIII), publicados entre 1927 y 1934, la serie Notas del vago estío, a la que pertenecen textos como Nuestra Señora del Harnero o Ideas de los castillos, Fraseología y sinceridad, Dios a la vista, El origen deportivo del Estado o Meditación del Escorial.

Está en estos libros el mejor Ortega desde el punto de vista literario, el prosista brillante que, más allá del descuido barojiano o del esquematismo casi telegráfico de Azorín, da constantes muestras de una prosa de largo aliento, elaborada, clara y tersa que alcanza en estas páginas sus manifestaciones más altas. 

Son las páginas de Ortega que han soportado y seguramente soportarán mejor el paso del tiempo por la consistencia estilística de una prosa en la que conviven el matiz y la limpidez, la levedad fluida de la frase y la precisión luminosa de sus imágenes. 

Y aunque en todos ellos está el pensador profundo, estos no son textos estrictamente filosóficos, sino manifestaciones de la curiosidad intelectual de un observador perspicaz. Se sitúan en su variedad más cerca del libro de viajes, de la crítica literaria, de los apuntes sobre pintura, arquitectura o música que del ensayo puro.

Textos en los que el extraordinario prosista que fue Ortega dejó la impronta de su voluntad de estilo, de su intuición y su inteligencia, de su capacidad para la sutileza, para la metáfora o la sugerencia impresionista.

Observación, descripción y meditación se suceden en estas páginas, en las que la mirada profunda al paisaje y a su carga histórica sirve como palanca de reflexiones sobre política y sociedad. Impresiones de viaje, meditaciones sobre filosofía y cultura,  antropología y psicología o crítica literaria, como en Tiempo, distancia y forma en el arte de Proust.

Una mirada integradora como la que aparece en Meditación del Escorial, que se abre con el capítulo 'En el paisaje', que comienza así:

Sobre el paisaje del Escorial, el Monasterio es solamente la piedra máxima que destaca entre las moles circundantes por la mayor fijeza y pulimento de sus aristas. En estos días de primavera hay una hora en que el sol, como una ampolla de oro, se quiebra contra los picachos de la sierra, y una luz blanda, coloreada de azul, de violeta, de carmín, se derrama por las laderas y por el valle, fundiendo suavemente todos los perfiles. Entonces, la piedra edificada burla las intenciones del constructor y, obedeciendo a un instinto más poderoso, va a confundirse con las canteras maternales.

Santos Domínguez

06 diciembre 2017

Relatos de Kolimá VI


Varlam Shalámov.
 Relatos de Kolimá VI.
Ensayos sobre el mundo del hampa.
Traducción y posfacio de Ricardo San Vicente.
Minúscula. Barcelona, 2017.

“Si no se entiende con toda claridad la esencia del mundo criminal no se puede comprender qué es un campo de trabajo”, escribe Varlam Shalámov (Vólogda, 1907-Moscú, 1982) en uno de los ocho textos que forman parte de sus Ensayos sobre el mundo del hampa, el volumen con el que la editorial Minúscula culmina la publicación de los Relatos de Kolimá.

Es el sexto volumen de un proyecto editorial que comenzó hace una década con el propósito ahora cumplido de publicar por primera vez en español de manera íntegra estos Relatos de Kolimá traducidos por Ricardo San Vicente, que en el posfacio de este último volumen los define como “seis ciclos contundentes, arrebatadores, verídicos, pavorosos y al mismo tiempo bellos.”

Entre el ensayo y el relato, los ocho textos de este tomo final abordan la presencia de los hampones en los campos de concentración, la colaboración de los ladrones en el exterminio de los presos políticos y los tratos de favor que se les dispensaban, porque “el espíritu corruptor de los hampones impregnaba toda la vida de Kolimá.”

Además de denunciar la simpatía con que la literatura ha tratado a los delincuentes comunes, a los que ha puesto una máscara romántica, Shalámov  describe en estos textos el papel de la mujer en el mundo del hampa, los comportamientos del hampa y, con notable ironía, hasta sus necesidades estéticas a las que los ladrones dan salida con su lírica carcelaria o con la expansión narrativa de sus “novelos”.

La edición se cierra con la transcripción de un manuscrito de 1961 –Qué he visto y comprendido en los campos- en el que Shalámov resume en primera persona a lo largo de cuarenta y seis puntos su experiencia del cautiverio en los campos de concentración de la región de Kolimá, en Siberia, bajo el estalinismo.

“He sabido –escribe en uno de esos puntos- que el mundo no se ha de dividir entre buenos y malos, sino entre los cobardes y los que no lo son. El 95 % de los cobardes son capaces de cualquier villanía, de vilezas mortales, ante una débil amenaza.”

El infierno blanco de Kolimá, en el extremo oriental de Siberia, el paisaje de la taiga, los sufrimientos, la injusticia, el dolor y la aniquilación de los disidentes en la tierra de la muerte blanca son las claves de unos textos que suman a su potencia literaria su valor documental y han hecho de su autor uno de los grandes de la narrativa rusa del siglo XX.

Shalámov fue un superviviente que pasó allí más de quince años de torturas físicas y morales que pudo conjurar con la escritura intensa y liberadora de estos relatos breves, que tienen la sutileza elíptica de Chéjov, la voluntad testimonial de los cuentos de Isaac Babel y un estilo que parece aprendido de la dureza cortante del hielo siberiano.

Santos Domínguez

05 diciembre 2017

Gerardo Diego - Juan Larrea. Epistolario



Gerardo Diego - Juan Larrea.
Epistolario 
1916 –1980.
Edición de Juan Manuel Díaz de Guereñu 
y José Luis Bernal.
Residencia de Estudiantes. 
Fundación Gerardo Diego.
Madrid, 2017.

“La correspondencia de Gerardo Diego y Juan Larrea es un conjunto documental de excepción. Lo definen como tal el número de mensajes que incluye, su densidad y extensión en el tiempo y, sobre todo, la significación de los dos autores en la historia de la poesía española del siglo XX.” 

Así comienzan Juan Manuel Díaz de Guereñu y José Luis Bernal la Introducción a la edición del Epistolario que intercambiaron Gerardo Diego y Juan Larrea entre octubre de 1916 y enero de 1980, un volumen que publica la Residencia de Estudiantes en coedición con la Fundación Gerardo Diego.

Un epistolario que, como se señala en la nota introductoria a la edición, “desgrana el vivo diálogo poético y personal que mantienen entre ellos durante su etapa de formación y primera madurez, y aporta textos y abundantes datos acerca de la creación de sus obras respectivas, así como de la poética que compartieron. Las cartas contienen, además, los textos de 31 poemas de Larrea (más uno traducido del francés por Diego) y de 69 de Diego. La mayoría son inéditos o versiones tempranas de poemas luego publicados.”

En conjunto, más de cuatrocientas cartas que documentan no sólo su amistosa relación personal, sino su proceso de formación y madurez como poetas, sus tanteos y entusiasmos, sus descubrimientos compartidos de novedades, sus reflexiones sobre teoría y práctica de la escritura, la definición de sus mundos literarios y la expresión de su propia voz poética, sus afinidades o sus referentes entre los que destaca el creacionista Vicente Huidobro, una referencia constante como maestro en estas cartas en las que también tiene una presencia considerable César Vallejo y, lo que puede chocar más, Jacinto Benavente, con alusiones que son mucho más frecuentes que las que hay a otros poetas del 27 o a Machado o Juan Ramón Jiménez.

Cartas que se hicieron más esporádicas desde 1937, cuando la guerra y el exilio separaron a Diego y Larrea con una distancia que no fue sólo física, sino también ideológica y vital desde que Larrea llegó a llamar “Judas” en un artículo de 1938 a Gerardo Diego, que se lo reprochó treinta años después, en una carta de 18 de enero de 1967.

Un conjunto espléndidamente editado y presentado por un estudio introductorio que analiza el valor de estas cartas y las sitúa en el contexto de la evolución política y personal de estos dos autores y en el horizonte más amplio de la poesía española de su tiempo. 

Porque, como concluyen Juan Manuel Díaz de Guereñu y José Luis Bernal, “esta correspondencia esclarece el papel que muchos de los autores y obras de la Edad de Plata han desempeñado y desempeñan en la historia literaria contemporánea española, así como el protagonismo fundamental que en ella tienen Diego y Larrea. Las voces que diálogan en estas cartas -tan diferentes, tan complementarias- interpretan dos solos esenciales en una actividad creadora coral, que los epistolarios de la Edad de Plata redescubren.”

Santos Domínguez

04 diciembre 2017

La vida perra de Juanita Narboni


Ángel Vázquez.
La vida perra de Juanita Narboni.
Seix Barral. Barcelona, 2017.

1962, que fue un año decisivo en el desarrollo y la reorientación de la novela española contemporánea, por la publicación de Tiempo de silencio y la concesión del Biblioteca Breve a La ciudad y los perros, pudo haber sido también un año decisivo para la carrera literaria de Ángel Vázquez.

Pudo, subrayo, porque con Ángel Vázquez (1929-1980) todo es impredecible y extraño. Hasta la forma de ganar el Planeta ese año con Se enciende y se apaga una luz por descalificación de la novela que había ganado en principio. Cuando le dieron el premio, Ángel Vázquez sobrevivía en Casablanca en una pensión de mala muerte en donde disimulaba su insolvencia haciendo creer que salía todas las mañanas a trabajar como oficinista. Quien le comunicó la noticia recordaba que encontró al novelista vagabundeando y mordisqueando un bocadillo.

Él mismo contó alguna vez que escribió aquella novela en Tánger a base de infusiones de whisky y vino tinto, tan a contrapelo como todo en su vida. Más allá de las poses y de los diletantes, quizá haya sido el último escritor verdaderamente maldito de la literatura española, con una obra sometida a un injusto olvido.

Escritor fuera de nómina se le ha llamado alguna vez, en todo caso escritor marginal que nació en 1929 en esa tierra de nadie que fue Tánger desde la conferencia de Algeciras hasta la independencia de Marruecos, una ciudad internacional con un estatuto especial en la que pensó Curtiz cuando rodó Casablanca, que es más Tánger que Casablanca.

La originalidad literaria de Ángel Vázquez debe mucho a su origen: tuvo una infancia complicada y traumática, fue empleado de sucesivas precariedades, autodidacta de sólida formación literaria, con una afición cada vez más adictiva al alcohol y su situación económica se hizo más difícil a medida que Tánger se convertía en una ciudad marroquí.

En 1965, después de la muerte de su madre, se traslada a España, publica su mejor novela, La vida perra de Juanita Narboni en 1976 y muere el 25 de febrero de 1980 de un ataque al corazón.

Despectivo consigo mismo y con su escritura, exigente hasta el límite del rechazo, un rato antes de morir había estado quemando dos novelas que no había conseguido terminar y que sus amigos tienen por lo mejor que había escrito.

Marginal por vocación y por destino, escritor a contracorriente e inclasificable, la literatura fue para él una forma de defenderse de las injurias de la vida. Era, lo decía él mismo, la evasión del prisionero, no la huida del desertor, y se instalaba más que en la tradición española, en la de la narrativa francesa o inglesa y en las novelas y relatos de Virginia Woolf, Katherine Mansfield o Chejov.

Indefinible como la ciudad en la que nació y vivió hasta 1965, en Tánger fue amigo de los Bowles, especialmente de Jane, que profetizó que Ángel Vázquez escribiría algún día una obra irrepetible. Esa obra es La vida perra de Juanita Narboni, que reedita Seix Barral, una novela intensa y sorprendente, escrita bajo la influencia de sustrato de la memoria y la yaquetía, el castellano popular y mestizo que se hablaba en Tánger.

Ardua y discontinua en su redacción, brillante en su resultado final, La vida perra de Juanita Narboni es la novela de Tánger, de su protagonista-narradora femenina, que muere cuando muere la ciudad, y del lenguaje con el que se expresa en un soliloquio desgarrado más que en un monólogo interior. Esos tres elementos se funden en la única voz que habla en la novela, el mejor monólogo (así lo calificó Rafael Conte) de la literatura española contemporánea. 

El monólogo crispado de una mujer que da rienda suelta en él a su amargura y a su fracaso, el soliloquio de una mujer disparatada como la ciudad declinante en la que sobrevive a su propia ruina:

Cada día me cuesta más trabajo ponerme las medias. Si tuviera ocasión y pudiera ir a Madrid, me compraría un abriguito de entretiempo. Estas cosas, indudablemente, son michelines. ¡Tócate bien, Juani! Michelines... ¡Quién te lo iba a decir! Yo que siempre creí que eso era un anuncio. ¡Y pensar que aún no hace diez años yo era una mujer delgada! Delgada, delgadísima. «Patas de alambre» me llamaban las niñas en la escuela. Sobre todo aquella hija de puta de la nieta de Madame Naudy. ¡Bien muerta está! Echo de menos los altavoces. Con este levante no creo que aparezca nadie por aquí. ¿Qué habrá sido de Rina Ketty? Cantaba «Sombreros y mantillas» de morir. Ése es el hijo de Cecilia. Parece mentira. ¡Y pensar que lo he visto nacer! Una prenda. Que Dios se lo conserve. Dicen que nada mejor que un delfín. ¡Qué guapo es! No se parece mucho a Cecilia, y para nada a Rodolfo. La Virgen del Carmen quiera que a Ricardito Atalaya no se le ocurra equivocarse de bandera. Y, ahora, este tonto viene a echarme. Si te conozco, niño. Tú eres el hijo de Isabel, aquella criada que mamá se trajo de Cartagena. Estuvo un tiempo sirviendo en casa y luego nos la quitó María Benet. No. No voy a comer, ni muchísimo menos. Con lo que cuesta aquí el cubierto yo tengo para una semana. Le preguntaré por la madre. Como la que no quiere la cosa. Eso le desconcertará. Lo que yo decía. Se ha quedado de piedra. ¡Cómo sonríe el cabrón! Me alegro de que Isabel esté bien, y que hayan puesto un chiringuito en Algeciras. ¡Claro que soy la señorita Narboni! Nada de por casualidad... Juani Narboni, para que te enteres.

Pues eso, para que se enteren, un personaje inolvidable y una lectura imprescindible.

Santos Domínguez

01 diciembre 2017

Ko Un. Flores de un momento


Ko Un.
Flores de un momento.
Poemas breves.
Traducción de Sung Chul Suh.
Introducción de Antonio Colinas.
Linteo Poesía. Orense, 2017. 

Mi nirvana es nirvana errante. 
Aprendí eso 
del viento. 
Aprendí más de cosas como 
nubes, 
lluvia, 
agua de acequias. 

Soy un estudiante siempre errante,

escribe el poeta coreano Ko Un (1933) en uno de los textos de Flores de un momento, un conjunto de ciento ochenta y cinco poemas breves que publica Linteo Poesía traducidos por Sung Chul Suh y con una introducción de Antonio Colinas, que destaca que este libro "es solo un afluente, pero muy significativo de ese río de ríos que es la caudalosa obra poética de Ko Un."

En estos poemas, de gran variedad de temas y registros, confluyen la vida y la literatura, conviven la meditación y la contemplación del paisaje, la memoria y el presente, la luz del universo como reino poético y la historia, el sentimiento y las sensaciones.

Son poemas que entre el lirismo y el compromiso dibujan con leves pinceladas el mapa de un viaje al conocimiento y al interior de sí mismo a través de una poesía en la que –escribe Antonio Colinas- “se funden siempre la realidad más viva con el lirismo más natural y exquisito.”

Como en esta mirada a lo cotidiano y lo próximo:

Una hilera de hormigas 
está cruzando una calle.
Quizás para que nosotros podamos darnos cuenta 
hoy, 
mañana 
y pasado mañana, 
poco a poco, 
de que este mundo no le pertenece 
solo a la  humanidad.

Al mediodía, caliente como un brasero de carbón,  
el cuclillo ha dejado de llamar.


Santos Domínguez