20 octubre 2014

Caminos anfibios


Ernesto Calabuig. 
Caminos anfibios.
Menoscuarto. Palencia, 2014.

Un domingo tranquilo y soleado de primavera, como en La condena de Kafka, comienza la acción de Caminos anfibios, el cuento que abre y da título al conjunto de trece relatos de Ernesto Calabuig que publica Menoscuarto.

Ese domingo es el punto de partida del diario de Marie Baumann, que en el cajón no es ya un ser inerte, es el corazón abultado y poderoso de un frío anfibio. Y como los caminos de ese cuento inicial, los textos del libro se mueven en un terreno de nadie y hablan de ritos de paso y tránsitos en los que los personajes llegan por sendas anfibias a lugares inesperados.

A caballo entre relatos largos como Del ahogarse en un vaso de agua o Nocturno del Ruhr y microrrelatos como Última instantánea, ese itinerario peligroso que los anfibios recorren instintivamente cada primavera se convierte en una metáfora que resume estos cuentos en los que los personajes afrontan un camino que les lleva de una realidad a otra; de una edad a otra;  de un territorio a otro; de la vida a la muerte o del amor a la infidelidad.

Las relaciones de pareja, el tiempo y la memoria de unos personajes que buscan la noción de lugar en estos relatos de estructura abierta, anfibios también porque se mueven entre la vida y la literatura, entre la ficción y la autobiografía, entre la reflexión y el sentimiento, sólidos en su construcción y en su mirada hacia dentro y al mismo tiempo dotados de la levedad que les aportan las sugerencias y las elipsis de sus finales abiertos.

El aire alemán que recorre la atmósfera, los paisajes y los interiores de estos textos, densos y ligeros a un tiempo, acaba afectando también a su estilo denso e introspectivo, siempre absorbente para el lector.

La vida en unas líneas, como titula Ernesto Calabuig uno de los mejores relatos de estos Caminos anfibios.

Santos Domínguez

17 octubre 2014

Francisco. Canto de una criatura

Alda Merini.
Francisco.
Canto de una criatura.
Traducción de Jeannette L. Clariond.
Prólogo de Gianfranco Ravasi.
Vaso Roto. Madrid, 2014.


Al igual que Saulo de Tarso 
fui desarzonado,
fui arrojado al suelo,
y milagrosamente me levanté desnudo.
Desde entonces, cada elemento terrenal 
alcanzó un resplandor incomparable.
Vi el significado del agua, 
el porqué sin culpa 
de la brizna de hierba 
que arde bajo el sol.
Comprendí el placer de un pie desnudo 
que devora una tierra llena de aspereza 
y que siente las espinas
como las espinas de Dios.
Día tras día,
he vivido el calvario
y mi locura 
ha entusiasmado a muchos.

Con una voz que reúne en la ambigua identidad de la primera persona el yo lírico de Francisco de Asís y el mundo poético de la autora, Alda Merini (Milán, 1931-2009) escribió en sus últimos años Francisco. Canto de una criatura, que acaba de publicar cinco años después de su muerte Vaso Roto en edición bilingüe con traducción de Jeanette L. Clariond y prólogo de Gianfranco Ravasi.

Y así como en Cuerpo de amor Alda Merini fundía mística y erotismo, espíritu y carnalidad, en estos poemas levanta un emocionado retablo en el que se conjugan la pobreza y la locura compartidas por el sujeto real y el sujeto poético y la desnudez del despojamiento se convierte en humildad expresiva.

Porque si el centro explícito de estos poemas es el canto franciscano de quien renunció al mundo, Alda Merini proyectó en esa figura lo esencial de su propio universo vital, la mirada de quien también cree que "en la fe está el total abandono a lo indescifrable y a nuestro mejor yo."

Y es esa identificación implícita, esa confusión deliberada la que hace que estos poemas vayan más allá de la mera evocación hagiográfica de una figura fundamental en la espiritualidad occidental para convertirse en el resumen sereno de la propia actitud vital de la escritora, en su autobiografía poética:

¿Sabes que el tormento es voz?
¿Sabes que el dolor canta?
Me incliné sobre ti, 
lavé tus llagas 
y descubrí la música, 
la música del dolor.
Además lo he dicho, 
y tú me miraste 
como se mira a un loco. 
Jamás pensaste que tú, 
oculto en la inmundicia, 
pudieras estremecerme de amor.

Con esa potencia conmovedora crece este canto elaborado por Alda Merini para ponerlo en los labios de  aquel juglar de Dios, aquel hombre alejado del animal lleno de miedo que era su cuerpo:

Pero antes
he oído a todos los animales del mundo,
todos los suspiros de odio y amor.
Me sentí lleno de caballos desbocados 
que corrían 
hacia la meta del Reino.

Santos Domínguez

15 octubre 2014

Kenneth Rexroth. Cita con los clásicos


Kenneth Rexroth.
Cita con los clásicos.
Traducción de Federico Corriente.
Pepitas de calabaza. Logroño, 2014.

En una esmerada edición, con  traducción de Federico Corriente, Pepitas de calabaza acaba de publicar Cita con los clásicos, un libro esencial de Kenneth Rexroth, de quien ya había aparecido en esta misma editorial Desconexión y otros ensayos.

Rexroth, quizá más conocido como poeta y como antólogo de poesía japonesa y china, es también un poderoso ensayista, del que Ken Knabb decía: “Es uno de mis poetas favoritos, pero como ensayista, considero que su talento es inigualable. No conozco a otros tan vivos, tonificantes y contundentes, y a la vez con un espíritu tan abierto y sano.”

Algo que salta a la vista en esta Cita con los clásicos, que propone un recorrido por esos “ejes de referencia” a los que se refirió Ezra Pound en El ABC de la lectura, como recuerda Bradford Morrow en el epílogo de esta edición.

Lo que más llama la atención en este volumen es la amplitud de perspectivas genéricas y espaciales con que Rexroth aborda el panorama de los clásicos, integrando las literaturas orientales y la tradición occidental que arranca de Homero en un periplo a través de todos los géneros: de la narrativa a la lírica y del ensayo al teatro, del libro de viajes a la literatura memorialística pasando por la historiografía.

Esa mirada comprensiva y abarcadora permite que un lector privilegiado como Rexroth descubra en estos textos la red de relaciones que establecen los distintos clásicos en un diálogo enriquecedor que ilumina el conjunto y conecta a unos clásicos con otros.

Rexroth advierte en la introducción de que hay clásicos serenos e idílicos pero los clásicos más representativos son tragedias porque la vida es trágica. No hay ningún clásico optimista que nos diga que todo sucede para bien en el mejor de los mundos posibles y que todo va ir cada vez mejor.

Desde el mesopotámico Poema de Gilgamesh, la primera narración que se conserva y “el primer ego consciente”, hasta el teatro de Chéjov; desde la potencia meditativa del Libro de Job a la ambigüedad de La tempestad; desde La Orestiada y su aprendizaje del sufrimiento hasta el sentimiento trágico de la vida en las novelas de Dostoievski; desde la perfección de Edipo rey hasta la ironía compasiva de Flaubert; desde la grandeza de espíritu de Lucrecio a la excelencia poética de Du Fu; del talento en estado puro de Casanova a Stendhal como maestro del bonapartismo narrativo; de Baudelaire y la poesía como sacerdocio visionario a la contemplación como actividad moral en Whitman, de la autoconciencia de Don Quijote a la construcción de la persona en Shakespeare, se habla en estas páginas memorables de la virtud disolvente de los héroes y su destino trágico, de la poesía como critica simbólica de los valores establecidos, de la intensidad de la vida que reflejan los clásicos desde el difícil equilibrio entre lo intelectual y lo sentimental que hay en todos ellos.

Clásicos de los que se podría decir lo que escribe Rexroth a propósito de los poemas homéricos: Obras de arte unitarias que abordan la experiencia universal con una profundidad, una amplitud de miras y una intensidad insuperables.

Santos Domínguez

13 octubre 2014

Breve historia de la literatura española


Carlos Alvar, José Carlos Mainer y Rosa Navarro.
Breve historia de la literatura española.
Alianza Editorial. Madrid, 2014.

Diecisiete años después de su primera edición en 1997, aparece en El libro de bolsillo de Alianza Editorial una nueva versión revisada y ampliada de la Breve historia de la literatura española.

La puesta al día de la bibliografía, la incorporación de muchos recursos que ofrece internet, una nueva redacción de los capítulos dedicados a la literatura de estos últimos cincuenta años y una actualización que recoge obras publicadas en 2011 y 2012 son algunas de las novedades más significativas de esta segunda edición.

Una nueva edición que –como indica la Nota editorial- es el resultado de actualizar el texto “de acuerdo con la evolución del panorama de los estudios referentes a este ámbito, tarea a la que los autores se han entregado, nuevamente, con tanto entusiasmo como acierto.”

Organizada en tres bloques -la literatura medieval a cargo de Carlos Alvar, la Edad de oro, de la que se ocupa Rosa Navarro, y la época contemporánea que analiza José Carlos Mainer-, la variedad de sus enfoques metodológicos se proyecta sobre ochocientos años de creación: de la lírica tradicional anónima de la Edad Media a las novelas de Isaac Rosa o Manuel Longares; de la indefinición de los géneros medievales a la disolución de las fronteras genéricas en los textos posmodernos; de la dignificación literaria de las lenguas romances a la recepción de la vanguardia, pasando por la revolución poética del Renacimiento o la sociabilidad de la literatura ilustrada.

Sus casi ochocientas páginas evitan el esquematismo e invitan a la lectura demorada mientras reflejan los ocho siglos de existencia de la literatura española entre la unidad del idioma que le sirve de vehículo y la variedad de las tendencias estéticas que fija el canon crítico o el gusto del público, cuya evolución se sigue paralelamente a la de los contextos históricos e ideológicos.

Completado con una cronología y con un índice onomástico que facilita también la consulta rápida sobre un autor concreto, se ofrece aquí un panorama general en el que no faltan el rigor ni la profundidad en el análisis de obras y épocas atendiendo a la recepción, al autor y al contexto para resumir el cambiante concepto de lo literario, la evolución histórica de las ideas literarias o las variaciones en la mentalidad de las épocas o en la sensibilidad de los lectores. 

Así resumen su labor los autores en el Preliminar que abre el volumen:

Unidad y diversidad. El lector se va a poder encontrar aquí con todos los autores importantes de nuestra literatura que se han expresado en castellano, pero también hallara una recreación de las circunstancias históricas y de la tradición literaria en la que esos escritores se insertan. Tiene, pues, en este libro las claves para comprender mejor una parte del pasado y del presente, para seguir el proceso evolutivo de los cambios de mentalidad, y para conocer más de cerca a quienes han utilizado nuestra lengua con mayor acierto, con más sensibilidad, los que han servido de modelo o han marcado un camino; en definitiva quienes han configurado en gran medida nuestra forma de ser y de pensar.

Santos Domínguez

10 octubre 2014

Adonis. Epitafio para Nueva York


Adonis. 
Epitafio para Nueva York.
Traducción de Federico Arbós
 Nórdica Libros. Madrid, 2014.


NUEVA YORK,
mujer, estatua de mujer
que alza en una mano un harapo llamado libertad,
una hoja de papel que llamamos historia,
mientras con la otra estrangula a una niña
cuyo nombre es Tierra.

NUEVA YORK / HARLEM
¿Quién viene en guillotina de seda, quién va en ataúd a lo largo del Hudson?
¡Derrámate, ritual del llanto! ¡Cicatrizad, cosas de la pena y el cansancio! Rosas, jazmines, lo azul, lo amarillo y la luz afilan sus agujas y en la punzada nace el sol. ¿Ardiste, ay, herida oculta entre muslo y muslo? ¿Llegó a ti el ave de la muerte y escuchaste el último estertor? Una soga y el cuello trenzan la tristeza. En la sangre, la hiel del tiempo...

Son dos de los poemas de la primera de las diez secciones de Epitafio en Nueva York, el libro de Adonis que publica Nórdica Libros con traducción y prólogo de Federico Arbós.

Adonis, seudónimo de Alí Ahmad Said Esber (Qassabin, 1930), es uno de los renovadores de la poesía árabe contemporánea, a la que ha puesto en contacto con la poesía occidental. Poesía de la encrucijada, del mestizaje cultural de dos tradiciones: la grecolatina y mediterránea y la árabe pagana y clásica en una fusión que se expresa en la asimilación de los lenguajes poéticos más renovadores del siglo XX, del expresionismo al superrealismo, que se integran con esquemas métricos y rítmicos de la poesía oral árabe: 

"Reivindico toda la herencia mediterránea, pero además formo parte integrante de la cultura universal, de Oriente hasta Occidente. La única especificidad que me reconozco es mi lengua y mi subjetividad. Pero, por medio de ellas, trato de abrirme a lo universal."

Sirio de nacimiento y libanés de elección, Adonis explicaba con estas palabras el sentido del seudónimo que utiliza: 

“Al cambiar un nombre muy musulmán –Ali– por otro sin relación con el Islam –Adonis–, asumía y reivindicaba una trayectoria hacia lo universal. Al firmar así, salía de una tradición petrificada y accedía a una libertad más amplia.” 

Este es mi nombre, la versión definitiva de Un tiempo entre la rosa y la ceniza, que Adonis publicó en Beirut en 1971, recogía tres poemas largos; uno de ellos es este Epitafio para Nueva York que ahora se publica exento en Nórdica Libros con el complemento de otros dos poemas de tema y tono similares: Garganta de piel roja y Paseo por Harlem, dos reivindicaciones de la negritud afroamericana que Adonis escribió en 1996 y 1997, un cuarto de siglo después del Epitafio, y con motivo de una estancia como conferenciante en Princeton.

Epitafio para Nueva York es una relectura creativa de Poeta en Nueva York para rescatar algunas de las imágenes más potentes del espléndido poema lorquiano, para releer en los años setenta el dominio violento del hombre rubio y su máquina de matar en Palestina o en Vietnam. 

Un grito de protesta levantado en 1971, cuarenta años después de Poeta en Nueva York. Más de cuarenta años han pasado desde la publicación de ese Epitafio y los motivos del grito siguen tan vigentes como entonces:

NUEVA YORK,
cuerpo color de asfalto. Cinturón húmedo le ciñe las caderas,
ventana cerrada su rostro… Me dije: Walt Whitman
podrá abrirla —“Yo pronuncio la palabra prístina”—. 
Pero esa palabra no la escuchó más que un dios que ya no está
en su lugar de siempre. Los encarcelados, los esclavos, los
desesperados, los ladrones, los enfermos salen a borbotones de su garganta sin canal ni boca. Grité: ¡Puente de Brooklyn! Pero ése es el puente que une a Whitman con Wall Street,
a la hoja de hierba con la hoja de papel del dólar...

Con Walt Whitman al fondo, Epitafio para Nueva York es un texto de tono profético, de poesía visionaria, de revelación de lo oculto por un poeta transformado en vidente:

Repetí, al modo árabe, esta sentencia en Wall Street, donde corren desde sus fuentes lejanas ríos de oro de todos los colores.
Y entre ellos vi a los ríos árabes llevando millones de cadáveres, víctimas y ofrendas al Gran Ídolo. Al bordear el Chrysler Building para volver a las fuentes, ríen entre las víctimas con estrepitosas carcajadas los marineros. 

Imágenes, motivos y visiones que estaban en los poemas lorquianos más atormentados del ciclo neoyorquino se revitalizan al proyectarse sobre una nueva época con un lenguaje poético propio: 

Digo y repito:
mi poesía es un árbol. Y entre rama y rama,
entre hoja y hoja/ sólo la maternidad del tronco.
Digo y repito:
la poesía es la rosa de los vientos. No los vientos, sino el lugar 
donde soplan todos los vientos. No la rotación, sino el círculo.
Por eso suprimo la Ley, para establecer en cada instante una ley.
Por eso me acerco y no salgo.
Salgo y no vuelvo.
Y voy hacia septiembre, hacia las olas.


Santos Domínguez

08 octubre 2014

Javier Marías. Así empieza lo malo


Javier Marías. 
Así empieza lo malo. 
Alfaguara. Madrid, 2014.

"Así empieza lo malo y lo peor queda atrás", eso es lo que dice la cita de Shakespeare que Muriel había parafraseado  para referirse al  beneficio o la conveniencia, al  perjuicio comparativamente menor, de renunciar a saber lo que no se puede saber.

Aunque se suele traducir la segunda parte de esa frase de Hamlet a su madre como que lo peor es lo que está por venir y no lo que queda atrás, hay otras posibilidades de traducirla y quizá la paráfrasis que hace el personaje aprovecha intencionadamente esas palabras para acomodarlas a sus intereses y al sentido del olvido en la última novela de Javier Marías. 

Porque esa cita del acto III de Hamlet hace que el lector familiarizado con la obra de Marías recuerde otra frase de sentido muy similar en el inolvidable comienzo de Corazón tan blanco: No he querido saber pero he sabido; o esta otra de Los enamoramientos: inmediatamente empecé a lamentarlo; por qué  tenía que saber lo que sabía o el comienzo de Tu rostro mañana: No debería uno contar nunca nada. 

Esa idea de que a menudo es mejor no saber recorre gran parte de la narrativa de Javier Marías y es uno de los ejes centrales de Así empieza lo malo, una novela portentosa que publica Alfaguara y que se sostiene en una intriga absorbente y turbadora y en la potencia irrepetible de su prosa sin desmayo.

Una novela organizada en torno a cuatro personajes fundamentales: el narrador Juan de Vere, que tenía 23 años en 1980, la época en la que transcurre la acción, aunque su perspectiva actual es la de un hombre maduro que fue testigo admirativo e involuntario -porque uno mete a alguien en su casa y, al hacerlo, lo obliga a ser un testigo- de las malas relaciones matrimoniales –una larga e indisoluble desdicha- entre Eduardo Muriel, director de cine, áspero y sentimental, con un parche en el ojo y una decadencia imparable, y su mujer (infeliz, amorosa y doliente) Beatriz Noguera, cuyo apellido recuerda al del médico nocturno de uno de sus cuentos, de cama desconsolada –otra expresión de Shakespeare, que es uno de los hilos conductores de la novela-, a los que se suma un cuarto personaje, el Doctor Van Vechten, un pediatra prestigioso que tiene consulta privada en el barrio de Salamanca y un oscuro pasado en el que ahondará el narrador a instancias de su jefe Eduardo Muriel, amigo del médico y al que han llegado una serie de rumores turbios que cuando se confirman recuerdan directamente las situaciones que Javier Marías abordó en Cuando fui mortal, un relato de 1993 que es el embrión del que surge en buena medida esta novela.

Además de su sólida armazón narrativa, Así empieza lo malo contiene una reflexión lúcida y realista sobre la Transición, la desmemoria y los pactos de silencio en torno a la guerra civil y la posguerra. Y es que la acción, evocada muchos años después, se sitúa en la época de Suárez, cuando se construyó un modelo político y social sobre una componenda más o menos implícita: “nadie pida cuentas a nadie.” A partir de ahí los lavados de cara, los cambios de chaqueta, el disimulo o la falsificación de la biografía de los antiguos franquistas se convirtieron en monedas de curso legal.

En ese contexto transcurre una de las historias incontables y secretas de la vida privada de un matrimonio, una historia tenue y casi nunca contada, como no suelen contarse las de la vida íntima /…/ o tal vez sí, pero en susurros.

Y ese tono narrativo de susurro sobre un secreto recorre las páginas de una novela que concluye con esta frase: Y no, nada de palabras y que tiene como centro la fuerza del rencor y el deseo, el olvido y el perdón, la ocultación y el engaño, la inocencia y la culpa, la humillación y el chantaje, la verdad dudosa y a menudo indeseable o la impunidad.

Con una estudiada alternancia de planos narrativos, Así empieza lo malo es una novela de personajes complejos que se construye sobre la proyección de lo intimo en lo público, de la vida privada en los comportamientos colectivos, porque el silencio íntimo es un correlato del silencio impune y tutelado de la Transición y sus pactos de silencio y olvido, y la desgracia personal de la mujer un reflejo de la desgracia del país, porque, como le explica Muriel al joven De Vere, España entera está llena de hijos de puta en mayor o menor grado, individuos que oprimieron y sacaron tajada, que medraron y se aprovecharon, que contemporizaron en el mejor de los casos.

Y es que cuando uno renuncia a saber lo que no se puede saber /.../ quizá entonces empieza lo malo, pero a cambio lo peor queda atrás.

Santos Domínguez



06 octubre 2014

Julio Neira. Memorial de disidencias


Julio Neira. 
Memorial de disidencias. 
Vida y obra de José Manuel Caballero Bonald. 
Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2014.

¿Sabe que miente el que recuerda?, escribió en un verso memorable José Manuel Caballero Bonald. Sobre esa misma idea de la memoria que inventa lo que escapa al recuerdo escribió entre 1992 y 2001 los dos tomos de sus memorias –Tiempo de guerras perdidas y La costumbre de vivir.

Y porque la memoria fabula con frecuencia y la ficción reinventa los recuerdos, cuando Caballero Bonald decidió reunir esos dos tomos en un solo volumen lo tituló significativamente La novela de la memoria.

Ese solo hecho ya justifica un libro como este Memorial de disidencias que publica la Fundación José Manuel Lara, un amplio estudio sobre la vida y la obra de Caballero Bonald con el que Julio Neira obtuvo el Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías.

Si además se tiene en cuenta que aquellos dos tomos de memorias se cerraban en 1975 con la muerte del dictador, a la conveniencia de documentar con rigor la biografía del poeta y novelista jerezano se sumaba la necesidad de rellenar esa amplia laguna de casi cuarenta años que quedaron fuera del relato autobiográfico de Caballero Bonald.

A todo eso responde con solvencia este libro, que no es un mero recorrido panorámico y bien documentado por la biografía del autor de Ágata ojo de gato o Descrédito del héroe, sino una aproximación global por la obra de un autor fundamental en la literatura española de los últimos cincuenta años.

Un autor en cuya obra la experiencia vital es el sedimento del que brota la literatura. Experiencia de vida transmutada en hecho estético y en voluntad de estilo, en método de conocimiento de sí mismo y en búsqueda de respuestas. Así resume Julio Neira en el prólogo (Vida, memoria, recuerdo y ficción) esa voluntad autorreferencial, esa voluntaria construcción autobiográfica a modo de examen de conciencia de lo vivido:

Si casi todos los escritores contemporáneos han nutrido su materia literaria en la fuente de la experiencia personal de forma más o menos directa o evidente, aderezándola con elementos ficticios en mayor o menor dosis –tal vez haya que salvar las excepciones de quienes se dedican al género fantástico o a la ciencia ficción, aunque la imaginación no deja de ser una forma de experiencia–, la obra de José Manuel Caballero Bonald es altamente paradigmática de la íntima fusión entre vida y fábula, como él mismo ha proclamado con frecuencia. Hasta el punto de que los episodios de su vida y la elaboración del resultado de su experiencia del mundo han sido el núcleo germinal de su escritura, no importa qué forma literaria adoptara.

Por eso las disidencias del título aluden no sólo a su actitud crítica y autocrítica con la realidad y consigo mismo, sino a una obra escrita desde la desobediencia como línea ética y como exigencia estética, porque Caballero Bonald ha evitado siempre el gregarismo y ha buscado lo que Prieto de Paula ha llamado acertadamente “la soberanía verbal.”

Con un abundante material gráfico y un amplio índice onomástico, este recorrido por las genealogías y los aprendizajes, por las tentativas y los inicios literarios, por los años de extravío y de trabajo en Papeles de Son Armadans, entre el viaje a Collioure y la experiencia americana, entre el activismo político y el reencuentro con Doñana, la relación con el flamenco y los encuentros y desencuentros con el socialismo en el poder, la indignación ante el sucesor de asesino, será una referencia indispensable en la bibliografía sobre Caballero Bonald y sobre este medio siglo de literatura, un periodo histórico, social y cultural del que ha sido protagonista fundamental y testigo privilegiado.

Santos Domínguez

01 octubre 2014

Jordi Doce. Zona de divagar


Jordi Doce.
Zona de divagar.
Ensayos y fragmentos.
Vaso Roto Cardinales. Madrid, 2014.

En la nota que abre la recopilación de textos que Jordi Doce reúne en Zona de divagar, que aparece en la colección Cardinales de Vaso Roto, describe el autor este volumen como un librito de fragmentos azarosos y vagamente ensayísticos que se ha ido escribiendo casi sin darme cuenta. Confluencias, deltas, franjas pantanosas donde el pensamiento apenas hace pie o avanza con dificultad. Divagar, caminar sin rumbo, errar (en fin) en el doble sentido de rodar por el mundo y de equivocarse. Esa distracción, sobre todo.

Y hay mucho efectivamente de paseos y de deambulaciones en estas páginas en las que Doce traza con sus divagaciones el mapa y el territorio, como en la novela de Houellebecq que se analiza en uno de los capítulos.

El pensamiento, la personalidad y la obra nuclear de Canetti a través de sus memorias; una travesía urbana de Madrid en compañía de Emerson; el papel del juego y la fantasía en los relatos de Cortázar; las fuentes de energía que actúan como imanes urbanos en París, en Londres o en barrios sin historia; la lógica sonámbula de la poesía de Tranströmer o la luz sutil que proyecta la poesía de Milosz sobre un tiempo de sombras son algunos de los lugares que dibujan el trayecto de esta Zona de divagar.

Son los espacios por los que transita el flâneur en una reflexión constante sobre la escritura y sobre la poesía, sobre la proporción entre forma y contenido, entre literatura y vida, entre ética y estética, entre el escritor y la sociedad.

Una idea central, la de la literatura como forma de resistencia frente al mundo, recorre estas divagaciones en las que se conjugan la inteligencia y la sensibilidad de quien se ve a sí mismo en el capítulo final caminando sobre el bordillo mientras guarda el equilibrio. 

Una imagen que resume la postura de Jordi Doce, crítico y poeta, ante la literatura y la realidad. 

Santos Domínguez


29 septiembre 2014

Luis Landero. El balcón en invierno


Luis Landero.
El balcón en invierno.
Colección Andanzas. Tusquets. Barcelona, 2014.  


En una obra tan atravesada por la autobiografía como la de Luis Landero, El balcón en invierno, que acaba de publicar Tusquets en su colección Andanzas, es la más abiertamente confesional, la que más explícitamente se nutre de la memoria personal, la más intensa y seguramente también la más sincera y emocionada de cuantas ha escrito el autor de Juegos de la edad tardía y El guitarrista, novelas que de manera más indirecta integraban memoria personal y ficción narrativa.

Un Landero maduro y eficaz,  directo y emocionante, porque parte de estas historias las contó de modo más o menos elíptico en sus novelas o en Entre líneas, donde el autor aún se escondía tras la figura de su alter ego Manuel Pérez Aguado. Pero El balcón en invierno no es una novela: es la memoria de la infancia campesina y la juventud confusa de quien no era aún un artista adolescente en una familia de emigrantes que habían pasado del campo extremeño a la vida periférica en el barrio de Prosperidad, donde acababa Madrid en los años sesenta.

Sobre ese carácter indisimuladamente autobiográfico del libro aporta una pista pretextual la imagen que se ha elegido para la portada, con un Landero adolescente junto a su abuela Francisca, una de las presencias fundamentales de estas memorias que arrancan de una crisis creativa desde la que el novelista se asoma al balcón de los recuerdos:

Llevo escribiendo desde la adolescencia y ahora soy casi viejo, ya pueden verse las primeras sombras del crepúsculo al fondo del camino. Pronto empezarás a oler a viejo, pensé. Estás en una edad en la que las balas pasan cerca y, con suerte, podrás escribir aún dos, tres, cuatro libros quizá. Y siempre aquí, junto al balcón, junto a la acacia, y al fondo la estampa inalterable del inmueble vecino. Por si fuese poco, a veces caigo en la tentación de pensar que a mí en realidad no me gusta escribir, que a mí lo que me hubiese gustado es una vida de acción, y que todo esto de la escritura es el fruto de un espejismo, de un malentendido vocacional que se originó allá en la adolescencia, y que por tanto he equivocado mi vida y, a fin de cuentas, la he desperdiciado. La literatura me ha llevado además a estudiar filología y a ser profesor de literatura, a casarme con una filóloga, también profesora de literatura, a tener amigos filólogos abarrotar la casa de libros literarios, a rodearme de un modo casi enfermizo de plumas, de lápices, de sacapuntas, de cuadernos de todos los estilos y tamaños, de ingentes cantidades de papel. De adolescente soñaba con haber sido pistolero en el Lejano Oeste. Ahora cambio los cartuchos de tinta de la estilográfica con la misma rapidez y destreza que si recargara el revólver en una refriega contra los comancheros. Esto es lo que pienso en algunos momentos, mientras me quedo con los ojos suspensos en el aire.

Con esa alternancia natural de la primera y la segunda persona autorreferencial, El balcón en invierno es un texto atravesado por una dulce melancolía, porque este balcón se asoma más al tiempo que al espacio y se sitúa en un terreno de nadie, en un espacio intermedio que comunica el interior con el exterior, sí, pero sobre todo el pasado con el presente. 

Hay mucho en este libro de mirada elegiaca sobre el fracaso de los sueños, sobre los años perdidos y las historias olvidadas que ya no tendrán un narrador que las ponga por escrito para perpetuarlas; pero El balcón en invierno es también un canto emocionado a la existencia y una celebración de la literatura de un yo discreto y tímido que se asoma al balcón de la memoria un día de desengaño literario para ver pasar la vida, porque no sabes vivir sin escribir. No sabes. ¿Algo de tu vida, quizá de cómo la fantasía y el lenguaje fueron arraigando en tu alma hasta que, casi sin darte cuenta, te convertiste en poeta allá en la adolescencia? Pero eso, ¿será más fuerte y auténtico que la pura ficción? Vamos, vamos, ¿desde cuándo lo vivido, en literatura, es garantía de la verdad? ¿Y hasta qué punto el carácter imaginario de la memoria, y tu afición a la inventiva y al embuste, no te llevarán fatalmente hacia el derrotero de las patrañas novelescas? Con razón, ya de pequeño, todos decían de ti: Pero ¡qué mentiroso es este niño!

Y el recuerdo se remonta a un anochecer de septiembre de 1964, hace justo medio siglo: Salí al balcón, a ese espacio intermedio entre la calle y el hogar, la escritura y la vida, lo público y lo privado, lo que no está fuera ni dentro, ni a la intemperie ni a resguardo, y entonces me acordé de un anochecer de finales de verano de 1964.

Porque a veces el pasado no acaba nunca de pasar, el centro del libro es la muerte del padre, el episodio central de mi vida y el manantial de donde brota ciego e incontenible mi destino, /.../ porque ya no me dirigía a la calle sino hacia el futuro, era allí donde comenzaba mi verdadero futuro, el que con el correr de los años me traería hasta esta mañana en que escribo estas líneas, deudoras, como casi todo lo que he escrito en mi vida, de aquella tarde incesante de mayo.

Entre una infancia en el centro del mundo y una juventud de mentiroso casi profesional, entre el pasado y el presente, la figura del padre muerto –demasiado padre para mí- es el eje de este texto por el que también transitan la madre, las hermanas o el primo Paco, guitarrista y torero en ciernes, los oficios y los afanes del protagonista o el desdén de la rubia máxima del barrio y las consabidas catástrofes espirituales de los amores nuevos que te invitaban al suicidio o al arte.

Vidas oscuras y siluetas que se recortan en la memoria sobre el telón de fondo de unos tiempos sombríos, tiempos brutos, de infamia y de ignorancia, pero tiempos irrepetibles y mágicos para quienes no tuvieron otros que vivir.

Porque, pese a su título, este es un libro que mira más hacia dentro que hacia fuera, que habla de la niñez sin libros, del paso de la cultura oral a la literatura, de la emigración a la ciudad, de una infancia campesina y un barrio de casas bajas y pobres en el extrarradio, de los cambiantes oficios –repartidor, mecánico, oficinista, guitarrista- de aquel joven desorientado que fue canonizado en 1969 por un profesor decisivo que lo llevó del caos de sus lecturas al canon literario y que cincuenta años después se asoma desde el balcón al tiempo pasado más que al espacio exterior.

Un pasado que el recuerdo asocia a los coloquios familiares y a la magia de un mundo misterioso, a los miedos ancestrales y a las narraciones fantásticas de la abuela Francisca. Heredero de esa estirpe de narradores orales y del gusto por contar y fabular, Landero ha construido una vez más un texto que se desenvuelve con admirable fluidez narrativa, una virtud que tiene mucho que ver con la tonalidad oral de este texto escrito entre la nostalgia del pasado y la alegría del presente de quien explica: nunca tuve claro si yo pertenecía al colegio o al taller, a la ciudad o al pueblo, al mundo moderno o al mundo antiguo, a la clase media o a las clases humildes, o si era una mezcla, un híbrido de dos modos de vida inconciliables, y destinado por tanto a la extinción o la impostura.

Ese balcón que no está ni dentro ni fuera acaba convirtiéndose en un símbolo de la existencia del autor: ese ha sido siempre el signo de mi vida, la ambigüedad, el desarraigo, el merodeo, la vaguedad de los contornos, la indefinición de las tareas.

Y a ese balcón se asoma también el lector para comprobar con asombro y gozo que lo que en principio se planteaba como una crisis creativa se resuelve finalmente en uno de los mejores libros de Luis Landero, que vuelve a dar muestra de una prodigiosa capacidad narrativa para evocar un mundo que se mueve entre lo trivial y lo misterioso, entre un grano de alegría y un mar de olvido.

Santos Domínguez

26 septiembre 2014

Atxaga. El paraíso y los gatos


Bernardo Atxaga.
El paraíso y los gatos.
Libro y CD con la voz del poeta.
Círculo de Bellas Artes. Madrid, 2012.

¿Dónde está el paraíso? 

Esa es la pregunta que sirve como hilo conductor del relato que utilizó Bernardo Atxaga en su lectura en el Círculo de Bellas Artes en marzo de 2012, una charla acompañada por los contrapuntos musicales de Jabier Muguruza.

El texto escrito para la ocasión y el CD que recoge su testimonio sonoro los edita el Circulo en su colección de poesía en el volumen El paraíso y los gatos. Porque la primera pregunta, tan trascendental, tan seria, la matiza y la adelgaza humorísticamente Atxaga con esta otra: ¿Qué será el paraíso para los gatos? 

Se lo pregunta directamente a un gato rubio en Arantzazu:

Gato, gato -le dije-, escucha gato, mish, mosh,
escucha y dime, ¿qué es para ti el paraíso?
¿Eres feliz en este muro de piedra? ¿Eres feliz 
con tu sol y tus pedazos de merluza?
¿Necesitarías algo más, mish, mosh, gato,
para sentirte en el paraíso, gato, mish, mosh, rubio?
Miau mi ma mo mo, dijo el gato levantando la cabeza.
"Lo entiendo", dije. Miau mi ma mo mo. Pero, en concreto, 
¿qué más necesitarías para sentir que estás en el paraíso?
Sex, -exclamó, maulló él. Wild sex! ¡Sexo animal!
Saltó del muro y escapó hacia un bosque, mi, ma, miau, sex, mo!

Aquella lectura formó parte de un homenaje a la lengua vasca y por eso el volumen incorpora un Epílogo con dos poemas y dos lenguas en el que se recogen en edición bilingüe dos textos, Un día finlandés y Written in USA, un espléndido poema -relacionado con el mundo y el tono de su reciente Días de Nevada- en el que Atxaga pasea por América del Norte y evoca a Virgilio como un profeta fracasado de la alegría.

Cierra el volumen un texto sobre el valor y el lugar de la utopía, con el que se completa esta reflexión sobre la búsqueda de la felicidad, sobre un paraíso elemental en el que se aspira a estar al menos seis horas, que son las que dicen que estuvo el mismísimo Adán antes de lo de la manzana.

Paraíso ahora, paraíso aquí, como en la contestación del cura que deja de piedra a las estatuas de la basílica y que suscribiría el gato sin dudarlo:

- ¿Que dónde está el paraíso? Pues aquí mismo, Margarita. ¿Para qué ir más lejos?


Santos Domínguez

24 septiembre 2014

Leopardi. Poesías


Giacomo Leopardi.
Poesías.
Traducción de Miguel Romero Martínez. 
Introducción de Gabriele Morelli.
Renacimiento. Sevilla, 2013.

Una famosa foto del primer invierno de la guerra civil muestra a Luis Cernuda leyendo a Leopardi bajo la luz madrileña mientras al fondo sonaban las bombas que caían sobre la Ciudad Universitaria.

La traducción que leía Cernuda es la que Miguel Romero Martínez había publicado en 1928 con veinticinco de los cuarenta y un poemas que forman la poesía completa de Leopardi.

Esa vrsión es la que recupera Renacimiento precedida de una Introducción en la que Gabriele Morelli repasa las traducciones y la recepción de Leopardi en España y explora su influencia en el Cernuda de Las nubes.

Como Schubert en música, Giacomo Leopardi (Recanati, 1798-Nápoles, 1837) representa en poesía la síntesis de lo clásico y lo moderno en un estilo nuevo. Sus personalidades, atormentadas y complejas, propensas a la huida, crearon obras de asombrosa modernidad de lenguaje y de tono.

Leopardi está en la frontera contradictoria e integradora que separa la actitud del hombre moderno de los comportamientos y la mirada del hombre antiguo. Él, que no se siente moderno y sabe que sus modelos son anacrónicos, vive apartado del mundo y busca refugio en la biblioteca familiar y consuelo en el arte y la belleza en una actitud evasiva muy característicamente romántica que en su caso se intensifica por sus problemas físicos y su deformidad dolorosa.

Romántico a su pesar y poeta imprescindible, Leopardi fue, junto con Shelley, el más lucreciano de los poetas románticos. Y lejos del patetismo o la desmesura de Byron, encontró su voz más personal y duradera en los Cantos, especialmente en algunos de sus poemas centrales, como El infinito, La noche del día de fiesta (Dolce e chiara è la notte e senza vento...), La vida solitaria, A Silvia o Los recuerdos (Passo gli anni, abbandonato, occulto).

En esos Cantos que escribió en Recanati y en Florencia entre 1819 y 1831 Leopardi fundió sentimiento y pensamiento en una armonía dolorosa, unió la contemplación y el recuerdo en una mirada reflexiva con la que la emoción se proyecta en la naturaleza y el paisaje se convierte en espacio de meditación.

En la cima de un monte al que se apartaba en sus días desolados o cuando la vista cansada no le dejaba leer, concibió en septiembre de 1819 esa otra cima poética que es El infinito, que culmina en la plena fusión en la nada de los últimos versos, llenos de contención y fuerza:

Cosí tra questa 
inmensità s’annega il pensier mio:
e il naufragar m’è dolce in questo mare.

Esa es la parte central de su obra. Los últimos años, que también se reflejan en los cantos finales, escritos ya en Nápoles, fueron tiempos autodestructivos y feroces, años de ruina física y desorden vital, en los que se impuso la desesperación sobre la serenidad y la extravagancia pudo más que la reflexión.

Fueron años que dieron lugar a una poesía distinta, la que culmina en el espléndido contracanto que tituló La retama o La flor del desierto, al pie del Vesubio, uno de sus poemas más portentosos, una desolada y extensa composición sobre la ruina y la fugacidad simbolizada en esa retama que brota en la ceniza volcánica para acabar muriendo en un destino que comparte con el poeta (Soccomberai del sotterraneo foco).

El de Leopardi es el Romanticismo más profundo y por eso mismo el menos efímero, el que hace de él un clásico y por tanto un contemporáneo, un poeta en  quien el pesimismo y la angustia encuentran un doble consuelo en la serenidad contemplativa y en la armonía de su palabra poética, que inauguró la modernidad poética en la literatura europea.

Santos Domínguez


22 septiembre 2014

Madame Bovary


Gustave Flaubert.
Madame Bovary.
Prólogo de Mario Vargas Llosa.
Edición, traducción y notas de Mauro Armiño.
Siruela. Madrid, 2014.

Con Madame Bovary, una de las novelas imprescindibles del realismo europeo, Flaubert cambió su forma de escribir y construyó durante más de cinco años, de 1851 a 1856, una de las piezas fundacionales de la narrativa de la segunda mitad del XIX.

No se trataba solamente de abordar el mundo con una nueva mirada, no era una mera aproximación temática a la realidad diaria y trivial, a esas “costumbres de provincia” que Flaubert resalta en el subtítulo. Era sobre todo una cuestión de estilo y, más aún, de tono. 

Flaubert hacía en Madame Bovary y con su protagonista –“Madame Bovary soy yo”- su propia transición de la subjetividad lírica a la objetividad narrativa, su mutación autocrítica de la exaltación romántica a la distanciada contención del realismo.  

Como en toda la novelística del realismo, lo que se cuenta aquí es el choque entre el personaje y el ambiente, el conflicto entre la realidad y el deseo, entre la voluntad y el mundo. Como en toda la novelística del realismo, solamente hay dos salidas para esa lucha desigual: o la integración del personaje o su marginación, la cara o la cruz de una misma derrota del individuo frente a la sociedad.

Ese planteamiento, que estaba ya en Cervantes, es el motor de la novela moderna y tiene una de sus piedras angulares en Madame Bovary, que publica Siruela en su colección Tiempo de Clásicos con una magnífica traducción anotada de Mauro Armiño y prólogo de Mario Vargas Llosa, autor de La orgía perpetua, el mejor ensayo que se ha escrito en español sobre Flaubert y Madame Bovary, que además de una creación esencial que inaugura un nuevo tipo de novela es una obra que cambió la vida del Nobel peruano y le abrió múltiples caminos narrativos.

Antes de publicarla en 1857 en formato de libro, Flaubert fue dándola a conocer en entregas quincenales en la Revue de Paris entre octubre y diciembre de 1856. Y aunque la autocensura había aconsejado eliminar algunos pasajes, el autor y los editores de la revista tuvieron que comparecer ante los tribunales del Segundo Imperio a principios del año siguiente acusados de ofensa a la moral religiosa y ultraje a las buenas costumbres, aunque finalmente serían absueltos.

No fueron motivos morales, sino de carácter literario los que indujeron a Maxime du Camp, codirector de la Revue de Paris y amigo de Flaubert, a sugerir la supresión de tres fragmentos -Conversación durante el baile, Una discusión sobre libros y El juguete de los niños Homais- por redundantes o porque interrumpían el ritmo narrativo de la obra o distraían al lector de lo esencial.

Esos tres fragmentos, rescatados por Gallimard el año pasado en la publicación  de las obras completas de Flaubert para La Pleïade, son la novedad más llamativa de esta edición en la que aparecen en apéndice y con una indicación del lugar exacto que ocupaban en la novela según los manuscritos de Flaubert, que siguió descartándolos en la edición definitiva de 1873.

Santos Domínguez

19 septiembre 2014

Wisława Szymborska. Hasta aquí


Wisława Szymborska.
Hasta aquí.
Traducción de Abel Murcia y
Gerardo Beltrán.
Bartleby Editores. Madrid, 2014.


Veintisiete huesos,
treinta y cinco músculos,
unas dos mil células nerviosas
en cada una de las yemas de nuestros cinco dedos.
Es absolutamente suficiente
para escribir Mein Kampf
o Winnie the Pooh.

Ese poema, La mano, es uno de los trece que forman parte de Hasta aquí, el póstumo de Wisława Szymborska (1923-2012) que apareció en Polonia el mismo año de su muerte. 

En España acaba de publicarlo Bartleby en edición bilingüe con traducción de Abel Murcia y Gerardo Beltrán. Precisamente una entrevista a los traductores cierra el volumen como un epílogo donde se explican las claves de la poesía de Wisława Szymborska y se abordan las dificultades de su traducción.

Hace cinco años, en esta misma editorial y de la mano de los mismos traductores, se publicaba Aquí, una composición de lugar escrita en el tono bajo que caracteriza a los poetas polacos que desde la segunda mitad del siglo XX renuncian al énfasis y aspiran a la precisión.

El poeta y el mundo tituló su discurso de recepción del Nobel. Allí expresó su asombro ante la realidad, su afirmación de la vida, y como en el resto de su obra. Una obra relativamente corta y muy homogénea en sus temas y su tonalidad.

En mi poesía busco ese efecto que en pintura se llama claroscuro – explicaba Wislawa Szymborska en 1975-. Quisiera que en mis poemas se encontraran e incluso se fundieran cosas magníficas y triviales, tristes y cómicas.

Tal vez por eso, la expresión directa y el tono coloquial son compatibles en esta poesía con la profundidad reflexiva acerca de la condición humana y con una honda conciencia existencial: su poesía interrogativa es una reflexión sobre el hombre y su lugar en el mundo, en la naturaleza o en el tiempo. Una reflexión que se concreta en cada poema en una respuesta provisional e insuficiente acerca del mundo, el tiempo y el espacio, la memoria y la poesía.

Hasta aquí es un libro escrito desde la noción del límite, desde la conciencia del tiempo que se acaba, una conciencia que está presente ya en el título de este libro. Como en el resto de su obra, en sus poemas coexisten la reflexión y la sorpresa, el asombro y el desengaño, la ironía y la seriedad, la memoria y el presente.

La homogeneidad de tono y de temas de toda su obra se corresponde con el mismo nivel de exigencia de una poesía en la que, como explican Abel Murcia y Gerardo Beltrán, no hay nada casual, las palabras ocupan el lugar que ocupan porque otras palabras ocuparán a su alrededor también un lugar preciso, pero el lector nunca será plenamente consciente de ello, la lectura resultará “ligera” y, sin embargo, la preparación de esa sencillez lingüística tiene que haber significado un gran esfuerzo.

Un ejemplo, este espléndido poema, para mi gusto el mejor del libro:

A todos alguna vez se les muere alguien cercano,
entre ser y no ser
obligado a escoger lo segundo.

Nos cuesta reconocer que es un acto banal,
unido al transcurso de los hechos,
de acuerdo con los procedimientos;

antes o después a la orden del día,
de la tarde, de la noche o del pálido amanecer;

y evidente como un dato en un registro,
como un apartado en un código,
como una fecha cualquiera
en el calendario.

Pero así son las leyes y delitos naturales.
Así, al azar, su presagio y su naufragio.
Así su evidencia y su omnipresencia.

Y solo en ocasiones,
cierta amabilidad de su parte:
a nuestros muertos cercanos
nos los pone en los sueños.

Santos Domínguez

18 septiembre 2014

Julio Cortázar y Cris



Cristina Peri Rossi.
Julio Cortázar y Cris.
Cálamo. Palencia, 2014.

Cálamo se suma a las conmemoraciones del centenario del autor de Rayuela con la edición de Julio Cortázar y Cris, un libro en el que Cristina Peri Rossi rememora su relación con el gran cronopio que da título a la primera de las dos partes en las que se organizan los quince capítulos de este volumen.

Quince capítulos que no sólo reconstruyen la memoria de aquella relación incompleta e intensa, sino que exploran a una nueva luz interior su dimensión literaria, que se concretó en conversaciones que se evocan aquí, en las cartas que se transcriben y sobre todo en los Quince poemas de amor a Cris que formaron parte del póstumo  Salvo el crepúsculo. Un amor imposible del que escribió Cortázar: En realidad poco me importa / que tus senos se duerman / en la azul simetría de otros senos. / Yo los hubiera hollado / con la cosquilla de mi roce / y te hubieras reído justamente / cuando lo necesario y esperable / era que sollozaras.

Si la frase No fui al entierro de Julio Cortázar abre el libro, una emocionada Carta a Julio treinta años después, fechada en mayo de 2014, lo cierra con este colofón: cualquier día, en cualquier momento, nos volvemos a encontrar, porque yo me sé la fórmula de Einstein y vos sos inmortal como siempre dijiste.

Santos Domínguez

16 septiembre 2014

Octavio Paz. Itinerario poético


Octavio Paz. 
Itinerario poético.
Prólogo de Alberto Ruy Sánchez.
Atalanta. Gerona, 2014.

Estas lecturas retrospectivas han provocado en mí emociones y sentimientos contradictorios: simpatía y repulsión por el que yo fui, aprobación y disgusto por lo que escribí. El asentimiento y la negación conviven y batallan en mi interior. Así, no puedo ni siquiera juzgarme. No me condeno ni tampoco me absuelvo. Me limito a verme y, para decir la verdad, a soportarme. No obstante, en la medida que puedo ser objetivo, que es muy pequeña, advierto que cambio y continuidad son dos notas constantes en mis trabajos poéticos: dos polos, dos extremos contrarios que me han atraído desde que comencé a escribir.

Con esas palabras iniciaba Octavio Paz el martes, 18 de marzo de 1975, la quinta conferencia de un ciclo de seis que impartió en el Colegio Nacional de México y en las que resumió su itinerario poético, su evolución ideológica y su trayectoria vital uno de los autores imprescindibles de la poesía en español en el siglo XX.

Estas seis conferencias permanecían inéditas y acaban de aparecer en Atalanta, en una cuidada edición prologada por Alberto Ruy Sánchez, que explica en su prólogo –El incierto regreso del tiempo- que aunque se anunciaron como conferencias y se llevaron a cabo como lecturas de poemas comentados, los seis actos públicos que Octavio Paz decidió hacer en 1975 fueron mucho más que eso. […] El ciclo entero se convirtió para el poeta en una especie de ritual público del "fuego nuevo", que él describiría como "la ceremonia de los aztecas donde el tiempo que acaba es el tiempo que comienza. […] Si su obra de creación y su reflexión son "dos alas del mismo pájaro" que vuela alto y veloz hacia el fuego del sol, estas conferencias son la columna vertebral de ese vuelo.

A aquellas alturas, con cuarenta años de escritura a sus espaldas, Paz había escrito ya la parte fundamental de su obra, lo que convierte estas conferencias en una antología comentada que recorre sus poemas esenciales, en una elucidación de sus claves, en una confluencia de poesía, vida y pensamiento.

Entre el barroquismo y la vanguardia, entre el compromiso y la meditación, de los tanteos de Raíz del hombre, su primer libro, a Ladera este, de Libertad bajo palabra a Salamandra, Paz explica en estas charlas las diversas estaciones de su viaje poético y vital, expresa el reconocimiento por los autores que marcaron su evolución estética e ideológica y revela el sentido de algunos de sus poemas fundamentales: Elegía interrumpida, Himno entre ruinas, Piedra de sol, Blanco, Viento entero, Vuelta o Nocturno de San Ildefonso.

Entre 1935 y 1996, Paz desarrolló una de las aventuras literarias más ambiciosas y duraderas de la literatura contemporánea en español. Poesía y ensayo, intuición y reflexión, conocimiento y sensaciones, ambición expresiva y hondura indagatoria se unen en una obra que se mueve siempre entre la tradición y la modernidad, entre lo clásico y la vanguardia, en un debate que comparte con el grupo del 27 porque Octavio Paz forma parte de la misma cultura, de la misma lengua y casi del mismo momento histórico.

Desde la tensión entre escritura e historia de la poesía comprometida a un enfoque más abstracto y conceptual, entre el testimonio y la revelación, entre la ética y la estética, Paz construyó un mundo poético potente e inconfundible, un universo literario inaugurado con un primer ciclo que se resume en Libertad bajo palabra, al que luego seguirían otras direcciones y tentativas, como él mismo las llama.

Octavio Paz es autor de una poesía cambiante en la metamorfosis del clavel y la roca y atravesada siempre por la profunda conciencia autocrítica del creador que se expresa en estas conferencias como dueño de su mundo poético y que ejerce una influencia decisiva en la poesía en español. Entre lo fugaz y lo perpetuo se alza, como señaló Saúl Yurkievich, la verticalidad de su palabra contra el tiempo horizontal, una integración ejemplar de espíritu y forma, de memoria y presente, de lo intelectual y lo sensorial, de lo racional y lo onírico, del ritmo interior y la imagen externa.

En su evolución de la soledad a la comunión con el mundo y con el otro, en su paso de lo personal a lo universal, la poesía de Paz, mutante y autorreflexiva, sometida a un movimiento de rotaciones y traslaciones, obedece al acorde de la conciencia de un creador que proyecta constantemente su reflexión crítica -la escritura sobre la escritura- sobre una poesía como la suya, que indaga en el vínculo esencial que define cualquier obra: el que se establece entre el poeta, la palabra y el mundo. 

Instalada en la tradición de la ruptura propia de la poesía contemporánea, la poesía de Paz es una integración de tradiciones (occidental, azteca, oriental, la poesía contemporánea, sobre todo del superrealismo), de lo mágico y lo conceptual, del lenguaje y el conocimiento, del tiempo histórico y el tiempo sin tiempo del mito.

De la soledad a la trascendencia, en una suma de conciencia e inspiración, la reflexión sobre el lenguaje y su nexo entre lo tangible exterior y lo inefable interior se expresa en poemas cortos, elípticos y sincopados, o en poemas largos de vocación narrativa, discursivos o abstractos como Blanco, quizá la cima de su segunda etapa y de toda su poesía, que instalada en un presente perpetuo, en su tiempo circular, es una honda exploración incansable en la identidad y en la realidad, en la naturaleza y en la temporalidad, en la palabra y el silencio, en los límites de la escritura y el conocimiento, a través de un proceso de abstracción que culmina en Salamandra y que en Ladera este se resuelve en un cambio de actitud intelectual y sensorial ante la palabra y el mundo, que suma la contemplación y la reflexión.

Una aportación imprescindible al centenario de Octavio Paz, que afirma en uno de estos textos:

Una de las heterodoxias del mundo moderno, desde hace dos siglos, ha sido la poesía. La poesía y el arte sucesivamente expulsados y, después, hipócritamente consagrados por los poderes sociales.

Santos Domínguez

15 septiembre 2014

Gulliver ilustrado



Jonathan Swift.
Los viajes de Gulliver.
Ilustraciones de Javier Sáez Castán.
Traducción de Antonio Rivero Taravillo.
Sexto Piso. Madrid, 2014.



En 1726, cinco años después de la edición de las Cartas persas de Montesquieu, un modelo que imitó aquí Cadalso casi setenta años después en las Cartas marruecas, se publicaba un libro anónimo que compartía con esa obra el esquema del viaje y la mirada extranjera. Una mirada cuya extrañeza pone al descubierto el carácter absurdo de algunas costumbres, la arbitrariedad de ciertas instituciones o la injusticia de determinadas normas.

Porque eso son también los Viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, una construcción satírica, una crítica de las costumbres y del sistema político, además de un relato de aventuras, una parodia de la literatura de viajes y una denuncia de las leyes injustas y del colonialismo.

Una obra construida alrededor de los cuatro viajes narrados en primera persona por Lemuel Gulliver, cirujano y viajero, ajeno a los mundos extraños a los que le conduce el azar: gigante en el país de los enanos y enano en el país de los gigantes, favorito en la corte de Liliput y protegido de la reina de Brobdingnag, que en su tercer viaje llega a la isla flotante de Laputa, donde conoce la incapacidad práctica de la ciencia o habla con los fantasmas de hombres célebres en la isla de Glubbdubdrib, para acabar conociendo a los yahoos en el país de los Houyhnhnms antes de dejar su afición por los viajes para apartarse definitivamente del mundo y acabar siendo el hombre que hablaba a los caballos.

Sexto Piso recupera la traducción que hizo Antonio Rivero Taravillo para Pre-Textos en esta nueva edición ilustrada por Javier Sáez Castán del libro de un ilustrado, de una de las novelas fundamentales de la Ilustración.

Santos Domínguez





12 septiembre 2014

La Real Academia Española. Vida e historia



Víctor García de la Concha.
La Real Academia Española.
Vida e historia.
Espasa Calpe. Madrid, 2014.

Para conmemorar el III Centenario de la fundación de la Academia de la Lengua, Espasa publica La Real Academia Española. Vida e historia, escrita por quien fue su director durante doce años, Víctor García de la Concha, que lo resume en la Presentación como un relato secuencial, que, al discurrir del tiempo y en estrecha relación con el acontecer político, social y cultural, muestre qué hacía la Academia en cada momento, cómo ha reaccionado a las demandas de cada época: en una palabra, cómo ha servido al honor de la Nación, sirviendo a la lengua que ayer vertebraba España y hoy vertebra a veinte naciones en la Comunidad Iberoamericana y aún fuera de ella. Con el Diccionario, la Gramática y la Ortografía que engarzan la unidad. Porque la vida e historia de la Real Academia reflejan la historia y vida de España.

Organizadas en siete capítulos distribuidos cronológicamente, el medio millar de páginas de este volumen narran la historia de la Academia desde el momento fundacional en que la presidió el marqués de Villena hasta la dirección de Fernando Lázaro Carreter, que finalizó en 1998.

La última etapa, la de la presidencia de García de la Concha, se aborda como una crónica -La construcción de una política panhispánica- que culmina este volumen del que dice su autor: Tengo que confesar que me atrapó la historia. En cada recodo de los libros de actas me asaltaron figuras deslumbrantes, episodios para mí desconocidos que son parte de ese reflejo de que hablo o que iluminan tramos de la historia de España. He preferido ceder la voz a los protagonistas y a la propia Academia en su fe de vida.
Santos Domínguez

11 septiembre 2014

Un neoyorquino en la ciudad de nunca jamás




John Julius Reel.
¿Qué pinto yo aquí?
Un neoyorquino en la ciudad de nunca jamás.
Confluencias Editorial. Almería, 2014.

Si pinto algo en esta tierra es como observador, no participante, escribe John Julius Reel para responder a la pregunta que plantea este libro que acaba de publicar Confluencias Editorial con ilustraciones de Daniel Rosell.

Un neoyorquino en la ciudad de nunca jamás es el subtítulo de este volumen en el que refleja su experiencia de guiri asombrado en Sevilla, una experiencia de la que empezó a dar cuenta en los artículos que publicó en el Diario de Sevilla en 2009 y 2010.

En torno a los cinco sentidos, porque Sevilla es una ciudad para entenderla con la irracionalidad de lo sensorial, se organiza este divertidísimo volumen en el que el neoyorquino afincado en Sevilla con su mujer sevillana y sus hijos oye ese “no ni ná” tan sevillano, que él no entiende, ve una bulla espléndida, huele la variada sinfonía olfativa que ofrece una ciudad que tiene un sabor elemental a borrón y cuenta nueva y a la que le toma el pulso en estas páginas.

Los sentimientos encontrados ante la feria, las costumbres gastronómicas, el trato diario, los toros, el cristianismo sevillano, los cursis y los cutres son algunos de los aspectos de quien escribe sobre lo que soy, un guiri ocupándome de mis asuntos como padre, marido, yerno, vecino, ciudadano, consumidor, contribuyente en mi ciudad adoptiva, Sevilla.

                                                                                                                             Santos Domínguez