Wisława Szymborska.
Hasta aquí.
Traducción de Abel Murcia y
Gerardo Beltrán.
Bartleby Editores. Madrid, 2014.
Veintisiete huesos,
treinta y cinco músculos,
unas dos mil células nerviosas
en cada una de las yemas de nuestros cinco dedos.
Es absolutamente suficiente
para escribir Mein Kampf
o Winnie the Pooh.
Ese poema, La mano, es uno de los trece que forman parte de Hasta aquí, el póstumo de Wisława Szymborska (1923-2012) que apareció en Polonia el mismo año de su muerte.
En España acaba de publicarlo Bartleby en edición bilingüe con traducción de Abel Murcia y Gerardo Beltrán. Precisamente una entrevista a los traductores cierra el volumen como un epílogo donde se explican las claves de la poesía de Wisława Szymborska y se abordan las dificultades de su traducción.
Hace cinco años, en esta misma editorial y de la mano de los mismos traductores, se publicaba Aquí, una composición de lugar escrita en el tono bajo que caracteriza a los poetas polacos que desde la segunda mitad del siglo XX renuncian al énfasis y aspiran a la precisión.
El poeta y el mundo tituló su discurso de recepción del Nobel. Allí expresó su asombro ante la realidad, su afirmación de la vida, y como en el resto de su obra. Una obra relativamente corta y muy homogénea en sus temas y su tonalidad.
En mi poesía busco ese efecto que en pintura se llama claroscuro – explicaba Wislawa Szymborska en 1975-. Quisiera que en mis poemas se encontraran e incluso se fundieran cosas magníficas y triviales, tristes y cómicas.
Tal vez por eso, la expresión directa y el tono coloquial son compatibles en esta poesía con la profundidad reflexiva acerca de la condición humana y con una honda conciencia existencial: su poesía interrogativa es una reflexión sobre el hombre y su lugar en el mundo, en la naturaleza o en el tiempo. Una reflexión que se concreta en cada poema en una respuesta provisional e insuficiente acerca del mundo, el tiempo y el espacio, la memoria y la poesía.
Hasta aquí es un libro escrito desde la noción del límite, desde la conciencia del tiempo que se acaba, una conciencia que está presente ya en el título de este libro. Como en el resto de su obra, en sus poemas coexisten la reflexión y la sorpresa, el asombro y el desengaño, la ironía y la seriedad, la memoria y el presente.
La homogeneidad de tono y de temas de toda su obra se corresponde con el mismo nivel de exigencia de una poesía en la que, como explican Abel Murcia y Gerardo Beltrán, no hay nada casual, las palabras ocupan el lugar que ocupan porque otras palabras ocuparán a su alrededor también un lugar preciso, pero el lector nunca será plenamente consciente de ello, la lectura resultará “ligera” y, sin embargo, la preparación de esa sencillez lingüística tiene que haber significado un gran esfuerzo.
Un ejemplo, este espléndido poema, para mi gusto el mejor del libro:
A todos alguna vez se les muere alguien cercano,
entre ser y no ser
obligado a escoger lo segundo.
Nos cuesta reconocer que es un acto banal,
unido al transcurso de los hechos,
de acuerdo con los procedimientos;
antes o después a la orden del día,
de la tarde, de la noche o del pálido amanecer;
y evidente como un dato en un registro,
como un apartado en un código,
como una fecha cualquiera
en el calendario.
Pero así son las leyes y delitos naturales.
Así, al azar, su presagio y su naufragio.
Así su evidencia y su omnipresencia.
Y solo en ocasiones,
cierta amabilidad de su parte:
a nuestros muertos cercanos
nos los pone en los sueños.
Santos Domínguez