27 mayo 2014

Especial Feria del Libro de Madrid. Regalo


Miguel Navia.
Chueca.
Prólogo de Óscar Esquivias.
Reino de Cordelia. Madrid, 2014.

Presentado por un prólogo de Óscar Esquivias, Reino de Cordelia publica Chueca, un espléndido álbum gráfico en el que las ilustraciones de Miguel Navia recorren un barrio lleno de contrastes.

Por eso, ninguna forma de expresión más adecuada que los dibujos con tinta china, que con su juego de blancos y negros reflejan el universo plural de este barrio céntrico de Madrid, un cruce de caminos en el que confluyen lo antiguo y lo moderno, lo castizo y la posmodernidad, el cocido madrileño y la cocina de diseño.

Centro de un laberinto urbano, social y cultural donde se cruzan la diversidad de las razas y las costumbres, el pasado y el presente, el centro y el margen, en el paisaje urbano de Chueca, entre las fachadas exteriores, las calles y los espacios interiores, conviven los solitarios y los grupos. Porque ese barrio madrileño que tiene como límites las calles Fuencarral y Barquillo y su eje en Hortaleza es un lugar donde late la vida en toda esa complejidad heterogénea que ha dibujado Miguel Navia en este libro que refleja -escribe Óscar Esquivias para cerrar su prólogo- “a todos los figurantes de esta gran película atolondrada, castiza y moderna que se titula Chueca”.



Oscar Wilde.
Oscariana.
Traducción de Carmen Francí.
Prólogo de Luis Antonio de Villena.
Hermida Editores. Madrid, 2014.

En 1895 se editaba un pequeño volumen que con el título Oscariana reunía una colección de 362 de aforismos de Oscar Wilde que su mujer había ido entresacando de su obra teatral, narrativa y ensayística publicada hasta entonces. De aquel tomo se hizo una edición no venal y de circulación muy restringida, limitada a cincuenta ejemplares.

Con traducción de Carmen Francí y prólogo de Luis Antonio de Villena -Oscar Wilde: elegancia y paradoja-, Hermida Editores reúne ahora ese material con otras dos colecciones de aforismos: Frases y filosofías para uso de los jóvenes y Algunas máximas para la enseñanza de los individuos educados en exceso, para ofrecer una imagen completa del Wilde más brillante y transgresor, del escritor ocurrente y lúcido que fue dejando sus chispazos paradójicos y provocadores a lo largo de toda su obra y al que no le importaba su fama de cínico porque el cinismo es solo el arte de ver las cosas como son en lugar de verlas como deberían ser.

No se trata de meros fogonazos. Tras su apariencia burbujeante hay con frecuencia una mirada honda y desengañada y una capacidad de seducción de la que escribía Borges: “Los largos siglos de la literatura nos ofrecen autores harto más complejos e imaginativos que Wilde; ninguno más encantador. Lo fue en el diálogo casual, lo fue en la amistad, lo fue en los años de la dicha y en los años adversos. Sigue siéndolo en cada línea que ha trazado su pluma.”


Chantal Maillard.
India.
Pre-Textos. Valencia, 2014.

¿Qué fuiste a buscar a India y qué encontraste?, se pregunta Chantal Maillard en el texto preliminar de India, el amplio volumen que acaba de publicar Pre-Textos, una obra reunida en torno a la India con materiales inéditos o revisados de sus diarios, poemas, ensayos y textos críticos elaborados durante un cuarto de siglo, entre 1987 y 2012. La hondura de los centenares de páginas que Chantal Maillard ha dedicado a la India es la mejor contestación a esa pregunta inicial. Una contestación abierta, porque hay en estos textos más búsquedas y aproximaciones que respuestas.

Búsquedas y aproximaciones que con esas cuatro formas complementarias de escritura –autobiográfica, poética, ensayística, crítica- y con el espléndido cuaderno de imágenes que cierra el volumen exploran más que otro espacio y otra cultura otra forma de estar en el mundo, de tomar conciencia de la identidad y del sentido de la vida y de la muerte.

Porque este no es un libro de crónicas de viaje o de impresiones de un turista, sino una reunión de esas cuatro perspectivas que describen un viaje hacia el conocimiento. Cuatro perspectivas que se complementan porque, como explica la autora, cada una de ellas responde a una manera de dialogar con la realidad, de provocarla, recibirla y expresarla, por lo que reunirlas permite ofrecer ángulos y derivas que podrán ayudar a imaginar la complejidad del mundo que describen.




Joseph Conrad.
El corazón de las tinieblas.
Ilustraciones de Abraham Cruzvillegas.
Traducción de Juan Sebastián Cárdenas.
Sexto Piso Ilustrado. Madrid, 2014.

Las últimas palabras de Kurtz en El corazón de las tinieblas (¡El horror! ¡El horror!), tan misteriosas y ambiguas como quien las pronuncia antes de morir, son el testamento moral de aquella sombra que Marlow sólo recuerda como una voz que sube de la pesadilla y de la niebla de su propia conciencia.

La tarea que intento llevar a cabo, gracias al poder de la palabra escrita, es haceros oír, haceros sentir..., es, antes que nada, haceros ver.

Esas palabras, que Conrad escribió en el prólogo que redactó para El Negro del Narcyssus, adquieren un nuevo sentido a la vista de esta edición ilustrada de El corazón de las tinieblas, en la que Conrad denuncia las consecuencias del colonialismo salvaje de Leopoldo II de Bélgica en el Congo, una cárcel gigantesca que le dejó herido el cuerpo de malaria y el espíritu dañado con secuelas psíquicas que no superó nunca.

Hay en estas ilustraciones de Abraham Cruzvillegas no sólo el relato de un viaje fluvial, sino sobre todo un recorrido literario y moral a través de la novela y la realidad. Un periplo de enorme impacto visual que resume el itinerario moral, la bajada al fondo del corazón del hombre, que es El corazón de las tinieblas.

Esta bellísima edición de Sexto Piso es una invitación a releer esta bajada a los infiernos de la barbarie colonial mientras subimos por el río Congo acompañados por Marlow, un Virgilio moderno que nos guía hasta la figura ambigua de Kurtz, una sombra más oscura que la sombra de la noche que se proyecta sobre la zona más oscura del hombre y sobre la presencia perturbadora del blanco en el África Negra.


Benoît Peeters.
Hergé, hijo de Tintín.
Traducción de Laura Naranjo y Carmen Torres.
Confluencias Editorial. Almería, 2013.

He envejecido con Tintín, escribe Benoît Peeters en Hergé, hijo de Tintín, un volumen que publica Confluencias Editorial con una eficiente traducción de Laura Naranjo y Carmen Torres.

Discípulo de Barthes y autor de Tintín y el mundo de Hergé, Benoît Peeters hace en este amplio estudio un espléndido acercamiento a la vida y la obra del creador de uno de los iconos fundamentales de la cultura popular del siglo XX.

Todos, menos Tintín, hemos envejecido con él, con una obra de la que quedan dieciocho álbumes excepcionales, desde Los cigarros del faraón a Las joyas de la Castafiore, que podrían justificar por sí solos el cómic como un arte de pleno derecho.

En este completísimo análisis de la vida y la obra de Hergé, un individuo más complejo de lo que se podría imaginar, se establece la relación de las distintas entregas de la serie de Tintín no solo con las circunstancias biográficas de su creador, sino con la situación política de Bélgica.


A. N. Afanásiev.
Basilisa la Bella
y otros cuentos populares rusos
Ilustraciones de Iván Bilibin.
Edición de Luis Alberto de Cuenca.
Reino de Cordelia. Madrid, 2014.

El gusto romántico por las leyendas tradicionales y los cuentos folclóricos obedeció en toda Europa a un propósito político y cultural: la reivindicación de la esencia nacional que veía reflejada en esas tradiciones orales. 

En ese contexto, los hermanos Grimm en Alemania o Fernán Caballero en España recopilaron los relatos orales de la misma manera que A. N. Afanásiev (1826-1871) publicó una amplia colección de cuentos populares rusos a mediados del siglo XIX, y los adaptó a su prosa directa. Eran cuentos de animales, cuentos maravillosos y cuentos de costumbres que mantienen hoy toda su viveza y su fuerza expresiva y muestran en sus argumentos cargados de fantasía y humor el alma tradicional de la vieja Rusia de los zares. 

Ahora, con las espectaculares ilustraciones que Iván Bilibin (1876-1942) publicó en 1899,  los recupera Reino de Cordelia en una espléndida edición cuidada por Luis Alberto de Cuenca, que reproduce la que la editorial Insel Verlag, de Fráncfort, lanzó en 1974.

Santos Domínguez

26 mayo 2014

Especial Feria del Libro de Madrid. Narrativa





Antonio López Ortega.
La sombra inmóvil.
Pre-Textos. Valencia, 2014.

Catorce relatos de Antonio López Ortega (Venezuela, 1957) uno de los narradores más interesantes del panorama latinoamericano actual.

Variados en temática y registros estilísticos, en tono y en enfoques narrativos, los catorce cuentos tienen sin embargo una serie de rasgos comunes que dan cohesión al conjunto: la tensión constante entre la vida y la muerte, entre la memoria y el olvido, la realidad y la imaginación, el orden y el caos en la prosa trabajada y eficaz de López Ortega.

Y entre ellos, dos especialmente brillantes: el espléndido Elizabeth: sus perros, un homenaje conmovido a la poeta venezolana Elizabeth Schön, y Letter from home, un relato en el que la música del guitarrista Pat Metheny genera un proceso mental y estético de una enorme intensidad emocional expresado con  una alta calidad de estilo.




Georg Groddeck.
El buscador de almas.
Traducción de José Aníbal Campos.
Sexto Piso. Madrid, 2014.

Mi amiga, la señora Agathe Willen, me encargó en su lecho de muerte que publicara la historia de su hermano, un tipo raro llamado Thomas Weltlein.
Así comienza El buscador de almas, de Georg Groddeck, en la versión de José Aníbal Campos que acaba de publicar Sexto Piso. Fue la única novela de uno de los fundadores del psicoanálisis y, tras varios rechazos de editores escandalizados, acabó publicándola Freud en el mismo sello editorial donde aparecieron los textos fundamentales de la teoría psicoanalítica.
Nada en ese comienzo algo insustancial en el que se repite el conocido método de inserción narrativa del manuscrito hallado hace esperar lo que se desencadena torrencialmente en sus páginas: una secuencia imparable de  asociaciones delirantes y divertidos disparates que son una provocación frente a las convenciones sociales, una desaforada manera de dar rienda suelta a los impulsos reprimidos.
Una de las novelas más divertidas de la temporada, sin ninguna duda.


Alexander Grin.
Cazador de ratas.
Traducción de Mercedes Noriega.
Pasos perdidos. Madrid, 2014.

El ruso Alexander Grin (1880-1932) tuvo una existencia marcada por la desgracia y el desarraigo y una peripecia vital errática y novelesca que reflejó parcialmente en su narrativa.
Ambientada en la primavera de 1920 en el San Petersburgo posterior a la guerra civil y heredera de la tradición del terror alucinado de Hoffmann y Poe, Cazador de ratas, el título que publica Pasos perdidos con traducción de Mercedes Noriega, es una novela corta en la que, como en su narrador perplejo, se borran las fronteras de la realidad y la pesadilla.
Como en la vida desorientada y marginal de Grin, en estas páginas una realidad miserable se convierte en el escenario de las visiones escalofriantes en medio de los caminos confusos del azar que se convierte en metáfora del mundo.


James McClure.
Piel de serpiente.
Traducción de Susana Carral.
Reino de Cordelia. Madrid, 2014.

Reino de Cordelia publica una nueva entrega –la tercera, tras La canción del perro y El cazador sordo- de los casos de la pareja de detectives integrada por el teniente Kramer y el sargento bantú Zondi.
Piel de serpiente, que comienza en un suburbio sudafricano con robos y altercados tribales, se centra en la muerte de una stripper que usaba una serpiente en su espectáculo erótico. Publicada originariamente en 1976, en la Sudáfrica racista del apartheid su bien tejida trama policial tenía como telón de fondo la injusticia social y la opresión del régimen racista.
Y si entonces la fuerza de la denuncia se superponía a las claves de un género negro en el que McClure es un maestro, hoy mantiene el vigor de un testimonio de primera mano espléndidamente traducido, como los otros títulos de la serie, por Susana Carral.



Ihara Saikaku.
El gran espejo del amor entre hombres.
Historias de actores.
Traducción de Carlos Rubio y Akiko Imoto.
Prólogo de Luis Antonio de Villena.
Satori. Gijón, 2014.

Satori publica en su colección Maestros de la literatura japonesa la segunda entrega de El gran espejo del amor entre hombres, una obra que Ihara Saikaku escribió a finales del siglo XVII.
Tras las Historias de samuráis del primer libro, este volumen -Historias de actores- recoge en los veinte relatos de sus cuatro partes una serie de relatos de amor homosexual con actores jóvenes del teatro kabuki que, como en la Europa del XVII, representaban papeles femeninos. Se completa así el panorama de las armas y las letras en la literatura homoerótica japonesa, en un entorno cultural y social que veía este tipo de relaciones sin sordidez y con la naturalidad que recorre estos textos ilustrados con grabados de la época, traducidos por Carlos Rubio y Akiko Imoto  y prologados por Luis Antonio de Villena


António Patrício.
Vigilia inquieta.
Traducción de Julio Reija.
Ardicia Editorial. Madrid, 2014.

Vigilia inquieta reúne los cinco cuentos que António Patrício (Oporto, 1878-Macao, 1930) publicó en 1910 en su único libro de relatos, traducido ahora al español por Julio Reija en Ardicia Editorial.
Nocturnos y desasosegantes, tramados en un lugar intermedio entre el sueño y la vigilia y situados en una zona de frontera entre la razón y la locura, Pessoa definió el conjunto de estos cinco relatos como el más perfecto de los libros de cuentos escritos en Portugal.
Protagonizados por seres raros y marginales como el mendigo Veiga, insomne y desolado, por un niño moribundo y lúcido junto a su madre, por un hombre de las fuentes, estos cuentos se asoman a esa ojiva de misterio que aparece en uno de ellos. Cinco relatos atravesados por la presencia continua de la muerte y escritos con la calidad de la prosa estilizada y precisa de quien fue poeta antes y después que narrador.



Miguel Ángel Oeste.
Far Leys.
Zut Ediciones. Málaga, 2014.


Far Leys, la segunda novela de Miguel Ángel Oeste es una historia que empieza con una visita y termina con una muerte. La historia de un músico ignorado durante su vida que empezó a ser escuchado según pasaban los años. Y la historia de un actor que fue admirado mientras vivió y olvidado con celeridad en cuanto murió.
Dos trayectorias opuestas, la del músico Nick Drake y el actor Richard West, contadas por una narradora , Janet McDonals, inglesa en Nueva York, que ha dedicado su vida al recuerdo de Drake. Y una banda sonora, la canción Pink Moon, para narrar una historia llena de sombras que tiene como centro la peripecia de alguien que desaparece para renacer y alguien que aparece para morir.
Una novela en la que se conjugan la literatura, la música y el cine, no solo como referentes temáticos, sino como técnicas, como enfoque, como desarrollo tonal o como método estructural que está en la base del contrapunto entre la voz de la narradora y el diario del actor. Esa técnica contrapuntística, común a la narrativa, el cine y la música articula la segunda parte de esta novela que confirma el talento narrativo de Miguel Ángel Oeste.



Vasilis Vasilicós.
Lo poco que sé de Glafcos Zrasakis.
Traducción de Ángel Pérez González.
Hoja de Lata. Gijón, 2014.

El escritor griego Vasilis Vasilicós (Cavala, 1934) es un autor poco conocido en España, donde se suele olvidar que es el autor de Z, la novela que sirvió de base a la película homónima de Costa Gavras con un guión adaptado por Jorge Semprún.

El eje de aquella novela era la denuncia de la dictadura de los coroneles griegos en los años sesenta. Y ese es también uno de los momentos históricos en los que se centra Lo poco que sé de Glafcos Zrasakis, que raya a mayor altura literaria que Z y se traduce ahora por primera vez del griego al español en Hoja de Lata.

Una intensa obra en marcha que escribió y reelaboró durante cuatro décadas para acabar completando un fresco de la Grecia contemporánea. Lo poco que sé de Glafcos Zrasakis es en esta versión definitiva el resultado de la reunión en un volumen de las tres novelas que tenían como referente al escritor imaginario Glafcos Zrasakis, alter ego del novelista. Construida con elementos autobiográficos que se ensamblan siguiendo un modelo estructural parecido al que empleó Nabokov en Pálido fuego, esta es una novela política, con un enfoque irónico y crítico y con una distancia que seguramente es la única soportable por una víctima de la dictadura griega como Vasilicós.



Rudyard Kipling.
América.
Traducción, introducción y notas
de José Manuel Benítez Ariza.
Pre-Textos. Valencia, 2014.

De mar a mar. Cartas de viaje tituló Rudyard Kipling el original inglés de un amplio volumen en el que recogía las crónicas y artículos que fue escribiendo durante un viaje que le llevó en 1889 desde la India, a donde ya no volvería más. Se iniciaba así un periplo que el editor define en su prólogo como un viaje iniciático que le llevó por Extremo Oriente y el Pacífico hasta los Estados Unidos de América y desde allí hasta Inglaterra por el Atlántico.

Con traducción y prólogo de José Manuel Benítez Ariza, Pre-Textos publica en su cuidada colección Narrativa Clásicos una parte –los dieciséis capítulos centrados en América, desde el desembarco en San Francisco hasta una entrevista con Mark Twain- de aquella media vuelta al mundo que recogió en estos textos periodísticos que acabaron siendo también la despedida de Kipling del oficio de corresponsal en la India.

Como en otros casos memorables –García Márquez sin ir más lejos-, el trabajo periodístico fue la base del aprendizaje literario de un autor que después de esta travesía se dedicó plenamente a la creación.


Lêdo Ivo.
La muerte de Brasil.
Traducción de Ángel José Alonso.
Vaso Roto. Madrid, 2014.

Con un diseño de novela negra clásica, narrada en primera persona por un comisario de policía desengañado y con una tonalidad irónica característica de los mejores modelos del género policial, Lêdo Ivo invita al lector en La muerte de Brasil a responder a una doble pregunta -¿Dónde está la verdad? ¿Dónde está la mentira?- y a escoger entre estas dos opciones: aceptar la mentira como una verdad o aceptar la verdad como una mentira o ficción.

Sobre un fondo autobiográfico en el que confluyen los recuerdos infantiles del autor en Maceió y los paseos nocturnos por callejones inquietantes de Río, el narrador se convierte en depositario de la memoria de Lêdo Ivo, que proyecta en la figura del inolvidable comisario –antes comisario de oficio- que protagoniza esta historia su misma mirada ambivalente.

Una mirada narrativa ambivalente que refleja lo peor y lo mejor de la existencia  y del ser humano entre la evocación del paraíso de la infancia y la incursión profesional en la realidad más siniestra y sombría de la criminalidad.Con una espléndida prosa cuya fuerza se mantiene en la traducción de Ángel José Alonso, Lêdo Ivo trazó en esta novela que publica Vaso Roto una alegoria sobre el poder y la muerte.



Nathaniel Hawthorne.
La casa de los siete tejados.
Traducción de Miguel Ángel Pérez.
Alianza Editorial. Madrid, 2014.

Contemporáneo de Poe y amigo de Melville, Nathaniel Hawthorne es no solo uno de los mejores representantes del Romanticismo oscuro. Es también uno de los padres de la narrativa en Estados Unidos.

Nació en Salem (Nueva Inglaterra) al lado de una casa de estilo colonial del XVII en la que situaría la acción de una de las mejores novelas del siglo XIX. Esa casa de siete tejados acaba convirtiéndose en el centro de una historia de fantasmas y maldiciones, las que sufren los Pingeon en esta novela sobre la ambición, la culpa y la venganza.

Como en sus mejores cuentos, Hawthorne, maestro en la creación de atmósferas, consigue dotar de una potente corporeidad y de una verosimilitud inquietante a los personajes que recorren las estancias de esa casa siniestra donde lo sobrenatural, lo mágico y el horror parecen estar acechando al otro lado de un espejo inquietante, en un mundo opaco en el que cristaliza la parte más significativa de la herencia narrativa gótica.

La publicó en 1851, en su plenitud creativa, al año siguiente de La letra escarlata, y ahora Alianza la edita en su colección 13/21 con una nueva y espléndida traducción de Miguel Ángel Pérez.

Santos Domínguez

23 mayo 2014

La piedras de Jerusalén


Lasse Söderberg, 
La piedras de Jerusalén. 
Traducción del autor y Ángela García.
Introducción de Ángela García.
Prólogo de Víctor Rodríguez Núñez.
Linteo Poesía. Orense, 2014.

Al séptimo día 
el general examinó 
el territorio que acababa 
de conquistar.
Con su ojo sano 
parecía ver 
cómo la tierra florecía 
y rebosaba de miel.
Así lo dijo 
al escribiente a su lado.
Pero calló lo que veía 
su ojo perdido: 
que las flores eran de hueso 
y la miel se había coagulado.

Ese irónico texto de resonancias bíblicas, fechado en 1967 y titulado General con un ojo tapado, un poema introductorio puesto casi al final, como indica el propio autor, forma parte de Las piedras de Jerusalén, del poeta sueco Lasse Söderberg (Estocolmo, 1931), uno de los nombres fundamentales de la literatura de su país, además de un prestigioso humanista que ha traducido al sueco una parte significativa de la poesía española e hispanoamericana, de García Lorca a Octavio Paz, de Borges a Gonzalo Rojas.

Salvo ese poema, provocado por la figura algo siniestra de Moshe Dayan y la guerra de los seis días, los demás de este libro son consecuencia de dos viajes del poeta a Jerusalén en los años noventa, los de la primera intifada: añicos apenas –escribe el autor- de un espejo roto donde la comprensión destella por lo menos momentáneamente.

Un poema introductorio puesto casi al final, en el que se pueden leer las claves fundamentales de Las piedras de Jerusalén, donde hay comprensión pero también indignación en la mirada binocular de Lasse Söderberg, que avisa desde el principio no soy peregrino ni poeta en esa ciudad conflictiva y llena de contradicciones, donde predicaban la paz los escarabajos.

En principio su intención en aquellos viajes era tomar notas sobre el terreno para un reportaje periodístico que no llegó a terminar, porque aquellas notas sirvieron años después como punto de partida para una escritura compulsiva que acabó dando lugar a este libro que se publicó por primera vez en 2002 y que en esta traducción de Linteo incorpora algunos poemas posteriores a aquella primera edición.

Tras ver en la ciudad las tragedias que deja el uso siniestro de las creencias por el fanatismo religioso el poeta pudo comprobar, como señala Ángela García en su introducción, que “la fe es un mercado y Jerusalén simboliza el centro de ese comercio, de las guerras fratricidas azuzadas por los fundamentalismos.”

Pero encauzar esa indignación, que puede convertirse en un factor antipoético, no era un reto fácil para Sörderberg, que prefirió la contención como método y como tono poético: “me obligué al laconismo constante –explica en una nota al final del libro- para evitar la prolijidad: experiencias complejas conducen a  veces a cierta verbosidad.”

La difícil coexistencia de israelíes y palestinos, las injusticias y los fundamentalismos, la ciudad y los asentamientos, el amor, la historia y el sentido de la poesía son algunos de los centros de interés de este libro en el que conviven la leyenda y la vida cotidiana, la tragedia y la esperanza, en la mirada comprensiva, piadosa, pero total y poliédrica del poeta:

En la primera página del Jerusalem Post
vi la imagen de tres jóvenes risueños.

Sus sonrisas cortaron como un cuchillo
la carne viva de la nación.

La arrogancia de los malhechores
estaba en todas las bocas.

“Descendientes de Caín” dijeron algunos
“O de Abel” oí de otros.

Lasse Söderberg no es un testigo imparcial, ni quiere ni puede serlo. Se decanta del lado de los oprimidos o de los asesinados en las matanzas de Sabra y Chatila. Desde el lugar de las palabras que es la poesía, el poeta toma partido, evoca la continuidad con otros momentos históricos en los que la ciudad fue también un desolado escenario de destrucción y muerte, como cuando los cruzados medievales llegan a Jerusalén: Desde las sucias ciudades del norte / llega la turba de genocidas.

O conversa – ¿Conversaré con los muertos / o trataré con los vivos?- con los poetas antiguos (Ibn Gabirol, Mosé Ibn Ezra o Yehudah Halevi) y con contemporáneos como Jabès o Darwish y “su corazón tristemente quebrado / como emblema de concordia.”

Una mirada que refleja todo aquello – huesos, destrucción y sangre- que, siniestro y mortífero, había callado el general porque lo había visto con su ojo perdido, igual que conviven en el título las piedras monumentales y aterradas de la historia y las piedras humildes que se convierten en símbolo de la rebeldía desigual contra el invasor:

Abandonamos las partes orientales de la ciudad
acercándonos de nuevo a Yemin Moshe.

"Comprar legumbres para la familia,
es tan sencillo como tirar piedras,”

pero tirar piedras puede llevar lejos",
decía, mientras señalaba en el suelo.

"La que ves ahí reposando
vino una vez de la honda de David".

Santos Domínguez

22 mayo 2014

Larkin. Poesía reunida


Philip Larkin.
Poesía reunida.
Versiones de Damián Alou y Marcelo Cohen. 
Edición de Damián Alou.
Lumen. Barcelona, 2014.


Trabajo todo el día y por las noches me emborracho.
Me despierto a las cuatro en una oscuridad callada y miro. 
Los bordes de las cortinas no tardarán en iluminarse.
Hasta entonces veo lo que siempre ha estado ahí: 
la muerte infatigable, ahora un día entero más cerca, 
que borra todo pensamiento excepto 
cómo y dónde y cuándo moriré. 

/.../

Lentamente se hace de día, y la habitación cobra forma.
Es evidente como un guardarropa, lo que sabemos, 
lo que hemos sabido siempre, sabemos que no podemos escapar, 
pero no lo aceptamos. Algo tendrá que desaparecer.
Mientras tanto los teléfonos se agazapan, dispuestos a sonar
en oficinas cerradas, y todo este mundo indiferente,.
Intrincado y de alquiler comienza a despertar. 
El cielo es blanco como arcilla, sin sol. 
Hay trabajo que hacer.
Los carteros, como los médicos, van de casa en casa.

Esas dos estrofas abren y cierran Albada, una de las composiciones más memorables de Philip Larkin (1922-1985), una de las voces imprescindibles de la poesía inglesa en la segunda mitad del siglo XX.

Albada no formó parte de ninguno de los libros de Larkin, se publicó en el suplemento literario de The Times el 23 de Diciembre de 1977 y fue incluido póstumamente en los Collected Poems que se editaron en 1988.

La versión que reproducimos parcialmente es de Damián Alou y acaba de aparecer en Lumen en una magnífica edición de la Poesía reunida de Larkin.

Una edición bilingüe que reúne por primera vez en español los tres libros fundamentales del autor (Engaños, Las bodas de Pentecostés y Ventanas altas) con traducciones de Damián Alou y Marcelo Cohen, además de algunos poemas últimos y dispersos como esa Albada.

Tal vez pensaba en textos como ese Georges Steiner cuando hablaba de la refinada indiferencia de Larkin, un notario de lo cotidiano y de la prosa del mundo, de lo cercano, el dolor, el fracaso y la angustia del hombre corriente.

Heredero de una línea poética que viene de Thomas Hardy y Edward Thomas, su tono conversacional y cáustico y una emoción contenida que nunca se desboca en patetismo, encontró su propia voz en Engaños, un libro de 1955 con el que superó el simbolismo y las secuelas vanguardistas, y con Las bodas de Pentecostés y Ventanas altas –dos asombrosos éxitos comerciales de los que se vendieron miles de ejemplares- acabó de perfilar esa voz propia hecha con palabras sencillas como alas de pájaro.

Tras unos inicios juveniles con poemas marcados por la lectura de Yeats o con meros pastiches impostados de Auden, Larkin encuentra en la lectura de Thomas Hardy un modelo poético: una modesta atención a la realidad, una incursión en lo cotidiano es lo que le enseña esa poesía. 

Y en su poesía Larkin habla en voz baja de la realidad, de los hechos y la experiencia –La poesía de una experiencia titula Damián Alou su prólogo. Pero no se trata solamente de una cuestión de temas. El tono coloquial y la actitud de retraimiento ante el mundo sitúan esta poesía en las antípodas de Pound, Eliot o Auden.

En un artículo sobre Hardy, Philip Larkin hablaba de ese autor en términos que definen su propia poesía, su propia literatura: No es un escritor trascendente, no es un Yeats, no es un Eliot; sus temas son los hombres, las vidas de los hombres, el tiempo y el paso del tiempo, el amor y el apagarse del amor.

Es justamente esa modestia de los temas la que define esta poesía y orienta su tono. Lo anota el propio Larkin: Mis poemas se explican tan bien solos que cualquier comentario sería superfluo. Todos derivan de cosas que he visto, pensado o hecho, y dudo que entre sus temas haya nada extraordinario.

La poesía, señalaba Larkin en una reseña para la radio, debería comenzar con una emoción en el poeta, y acabar con esa misma emoción en el lector. El poema no es más que el instrumento de esa transferencia que en Larkin suele adoptar un tono elegiaco que convive con la ironía para construir una poesía autobiográfica que tiene menos de confesión que de venganza y de ajuste de cuentas con los agravios de la vida:

La vida primero es tedio, luego miedo.
La utilicemos o no, pasa,
y deja lo que algo ajeno a nosotros eligió, 
y la vejez, y luego el único fin de la vejez

dice al final de Dockery e hijo, uno de los mejores textos de Las bodas de Pentecostés. Otras veces, Larkin escribe una partitura compasiva como A Sidney Bechet, el clarinetista más famoso de Nueva Orleans, al que está dedicado uno de los poemas más emocionados del libro.

La tonalidad discursiva de su poesía, leída por quienes no suelen leer poesía, no le resta altura a su estilo ni hondura a una actitud meditativa que se remonta desde el objeto cotidiano a la reflexión profunda y a menudo desalentada, como en el final de Ventanas altas, uno de sus poemas más conocidos, que dio además título a su libro más famoso:

Y de inmediato, 
más que en palabras, pienso en ventanas altas:
el cristal donde cabe el sol y, más allá, 
el hondo aire azul, que nada muestra,
y no está en ninguna parte, y es interminable.

Santos Domínguez

21 mayo 2014

José Kozer. Naïf


José Kozer.
Naïf.
El sastre de Apollinaire. Madrid, 2014.


Acaba de ocurrir, voraz, 
locuaz, de pe a pa, alfa
de la omega, entre 
arborescentes helechos, 
y una jenízara de pelo 
ensortijado más negro
que Machín (jenízara 
jabada). Un león, rijoso 
mas herbívoro ha
concurrido del brazo
de San Jerónimo a un 
cuadro del Aduanero.

Así termina uno de los poemas de Naïf, el libro de José Kozer (La Habana, 1940) que acaba de publicar El sastre de Apollinaire.

Entre dos lindes de tinieblas, uno al principio y otro al final, los 31 poemas de Naïf responden a lo que anuncia su título: una actitud ingenua y receptiva ante la realidad, que parece surgir recién creada o renovada de estos poemas que también exigen del lector un ejercicio de renuncia a su percepción discursiva y racional.

Imposible hacer poesía si no se sucumbe a Proteo, escribe Kozer a propósito de sus versos deslumbrados y deslumbrantes, de su poesía revelada que ofrece al lector revelaciones de una realidad que brota de las imágenes y la naturaleza, que evoca la música de Palestrina o Telemann, el cine de Fellini o Cecil B. de Mille, la literatura de Kafka y Juvenal o la pintura de Rousseau el aduanero.

José Kozer ha hablado de su poesía como de un mapa de meandros, anacolutos, bifurcaciones, poemas-río, textos que fluyen libres y torrenciales o crecen como la vegetación exuberante del trópico. 

Junglas ha llamado alguna vez el autor a estos textos en los que el lenguaje se adueña del poema. Junglas de senderos claros que son una metáfora de una poesía densa y difícil, de unas composiciones desbordantes en las que las palabras caen como la lluvia para hacer crecer esa selva poética.

Me voy diciendo el 
Sutra del Corazón: 
niebla, tiniebla, blanco 
soy del ave negra que
se abalanza a mi hígado 
y se
atora.


Santos Domínguez


19 mayo 2014

Chantal Maillard. La baba del caracol


Chantal Maillard.
La baba del caracol.
Vaso Roto Cardinales. Madrid, 2014.

En su cuidada colección de bolsillo Cardinales, Vaso Roto publica La baba del caracol. Cinco apuntes sobre el poema como señala el subtítulo de este conjunto de ensayos breves en los que Chantal Maillard reflexiona sobre la poesía y el conocimiento desde la hondura y la sensibilidad y con una prosa intensa y llena de sutileza y matices.

¿Qué significa crear? ¿Qué cometido tiene el poema? ¿Qué cometido tienen las artes actualmente? /.../ ¿Qué se espera de ellas? ¿Qué esperamos del poema?

A responder a esas preguntas que se suceden en el primero de los ensayos aspira el conjunto de estos textos en los que conviven la hondura del ensayo con el voltaje poético de la palabra.

Mediador de revelaciones, arquitecto de la realidad o receptor que escucha la música secreta del poema, el papel del poeta responde a la varia condición que Chantal Maillard explora en las tipologías –ermitaño, araña, erizo- de la Pequeña zoología poemática y en la traza que deja la baba del caracol, el otro que somos todos bajo las hojas de acanto. El saber no sabido por el mí, sólo adivinado, y en la traza, reconocido.

¿No resuena ahí el eco del no saber sabiendo sanjuanista y de la razón poética de María Zambrano y su búsqueda del centro?

Un centro que en este volumen lo ocupa El pájaro, siete variaciones sobre poesía y pensamiento que están a la altura de las reflexiones de José Ángel Valente sobre las relaciones entre pensamiento y poesía, entre la delimitación que acota la realidad y la transgresión de sus límites, porque la palabra que traspasa los cercos es palabra bereber: importa y exporta, agita lo conocido. La comprensión es el resultado de esa agitación.

Destilados en sus páginas, leves y densas a un tiempo, laten siglos de cultura, de creación y reflexión, de poesía y filosofía y completan un libro lleno de revelaciones e intuiciones, un libro luminoso que contiene, más que el mundo, una forma de entenderlo con la verticalidad arbórea del pensamiento y la horizontalidad expansiva del poema, en textos como este:

Abertura en el tiempo. Brecha sobre el afuera.
Allí donde, a veces, el poema.
Lo que el pájaro bebe en la fuente 
y no es el agua.

Y una última pregunta, ahora con respuesta:

¿Y el poema? ¿Dónde se sitúa el poema? Donde el pájaro, por supuesto. /.../ El poema es lo que bebe el pájaro.

Santos Domínguez


16 mayo 2014

Sánchez Rosillo. Hilo de oro


Eloy Sánchez Rosillo.
Hilo de oro.
(Antología poética 1974-2011).
Edición de  José Luis Morante.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2014.

No hay lugares vacíos 
si se posan en ellos unos ojos;
los puebla la mirada
con las propias historias de quien mira.

Esos versos, de La pared, un poema del último libro de Eloy Sánchez Rosillo, forman parte también de la amplia antología poética que acaba de publicar Cátedra Letras Hispánicas con edición de  José Luis Morante.

Y aunque el subtítulo delimita el periodo antologado entre 1974 y 2011, fecha de publicación del penúltimo libro de Sánchez Rosillo, habría que matizar que tales fechas son las de escritura, no las de los libros recogidos, porque esta muestra se cierra con una nutrida selección de poemas de Antes del nombre (2013), donde figura un significativo poema del que toma título esta antología. Así termina ese Hilo de oro:

Formo parte del mundo y estoy vivo.
Soy uno más, por suerte, 
en la gran cofradía de la luz.

Esos versos resumen la segunda etapa poética de un autor que desde La certeza sustituyó la tonalidad elegiaca por una actitud si no abiertamente celebratoria sí marcada por la aceptación de la temporalidad y por un esfuerzo sostenido por mantener viva la luz de la memoria desde la luz del presente, de un ahora continuo e inextinguible que persiste en la existencia cotidiana de alguien con su tristeza y su alegría, / su sol, su lluvia, su ansia, sus papeles.

Para el poeta, lo dice en esa magnífica introducción a su obra que es Garabatos de poética, la poesía es una manera de ser y de estar en el mundo, una manera de mirar la realidad, con un enfoque a menudo elegiaco, con un agudo sentido del tiempo, pero sin melancolía, un mundo de fragilidad indestructible, para decirlo con sus propias palabras. Y es que junto a la elegía está siempre en la poesía de Eloy Sánchez Rosillo la celebración de la vida, esa luz que nunca se extingue.

Porque –explica en ese texto- escribir poesía es para mí una manera de entender y de considerar la vida, de acercarme a ella y de confundirme con su sustancia; un ser y un estar. Y un destino hermoso como pocos, del que hay que hacerse digno asumiéndolo hasta sus últimas consecuencias. Percibo las cosas del mundo a través de la poesía, que no es en modo alguno el reino de lo subjetivo, de lo neblinoso e indeterminado, de lo arbitrario, sino la posibilidad de aprehensión de la realidad más rigurosa, lúcida y comprensiva que conozco. No escribo para explicarme el misterio del mundo —los misterios no tienen explicación—, sino para participar de él, para formar parte del corazón de ese misterio.

Con la infancia, el tiempo y el sueño como alguno de sus temas centrales, Sánchez Rosillo explora el misterio absoluto que es la vida. Y en la edad de las pérdidas, los recuentos y las despedidas hay también un espacio y un tiempo para la celebración del momento irrepetible, para recuperar el pasado en el recuerdo o el sueño. Celebración de lo que huye, con el gozo de disfrutar lo irrepetible, la alegría y el dolor, la luz del atardecer de otoño o la plenitud de una mañana de verano:

Qué extraña la belleza. Cuántas veces
a un tiempo nos alegra y nos aflige;
su luz te da en los ojos y te salva,
pero en el pecho canta la elegía.

A pesar de esa evolución desde la unidad elegiaca de los primeros libros –desde Maneras de estar solo hasta La vida- a la conformidad con un presente integrador que une los libros de la segunda etapa del poeta, hay una serie de líneas de fuerza que recorren  toda su obra: la suma de emoción y meditación, de memoria y presente, el intimismo y la confesionalidad autobiográfica -que también ha evolucionado de la preferencia por una segunda persona especular a una declaración explícita de la primera persona- o el diálogo constante del sujeto y el tiempo que tiende a ser en los últimos libros diálogo entre el sujeto y el mundo.       

Y, lo que es aún más importante como elemento vertebrador de la poesía de Rosillo, el rasgo que fija José Luis Morante al final de su estudio introductorio: “su palabra unifica existencia y escritura, ese hilo de luz que ilumina la vida.”

Santos Domínguez

14 mayo 2014

Hergé, hijo de Tintín


Benoît Peeters.
Hergé, hijo de Tintín.
Traducción de Laura Naranjo y Carmen Torres.
Confluencias Editorial. Almería, 2013.

He envejecido con Tintín, escribe Benoît Peeters en Hergé, hijo de Tintín, un volumen que publica Editorial Confluencias con una eficiente traducción de Laura Naranjo y Carmen Torres.

Discípulo de Barthes y autor de Tintín y el mundo de Hergé, Benoît Peeters hace en este amplio estudio  un espléndido acercamiento a la vida y la obra del creador de uno de los iconos fundamentales de la cultura popular del siglo XX.

Todos, menos Tintín, hemos envejecido con él, con una obra de la que quedan dieciocho álbumes excepcionales, desde Los cigarros del faraón a Las joyas de la Castafiore, que podrían justificar por sí solos el cómic como un arte de pleno derecho.

En este completísimo análisis de la vida y la obra de Hergé, un individuo más complejo de lo que se podría imaginar, se establece la relación de las distintas entregas de la serie de Tintín no solo con las circunstancias biográficas de su creador, sino con la situación política de Bélgica. 

Y ese análisis, además de ser riguroso, se hace desde una perspectiva crítica y nada hagiográfica que interpreta las aventuras de Tintín –en palabras de Benoît Peeters- como una autobiografía indirecta o más exactamente como una especie de diario a través del cual se nos muestran todos los acontecimientos, públicos o privados, que marcaron a Georges Remi, conocido como Hergé. No obstante, en esta singular novela de formación, es sobre todo el personaje quien construye a su autor.

De esa manera, a través del recorrido por su infancia gris, por su juventud y las lecturas que marcarían su obra, se establecen las claves que explican el carácter asexuado y antifamiliar que recorre toda su producción.

Completada su formación inicial como dibujante, Hergé entrega un primer Tintín en el país de los soviets, un álbum extraño, inverosímil y a veces absurdo, pero con el que su autor empieza a renovar el código de la historieta gráfica con un nuevo lenguaje en el que influye decisivamente –como él mismo reconoció- la influencia del cine sonoro.

Y si en Tintín en el Congo y en Tintín en América Hergé muestra un creciente dominio del dibujo, la defensa del débil se convierte en un tema recurrente a partir de El loto azul, un álbum que marca un giro tanto en el terreno ideológico como en el gráfico. 

Tras El asunto Tornasol, Los cigarros del faraón y Tintín en Oriente, Benoît Peeters examina la revolución  narrativa que supuso La oreja rota, que se consolidaría en El cetro de Ottokar, La isla negra o El templo del sol.

La génesis de cada nueva entrega, la incorporación del capitán Haddock como un excelente elemento narrativo a partir de El cangrejo de las pinzas de oro, una crítica negativa de La estrella misteriosa, su obra más reprochable desde el punto de vista ideológico por su antisemitismo, su cercanía con el nazismo en los años previos a la derrota de Hitler, lo que le valió en la posguerra acusaciones de colaboracionismo, la aparición del profesor Tornasol desde El tesoro de Rackham el Rojo y la introducción del color desde 1944 –incluso retroactivamente- o las intermitencias creativas y el cansancio de Hergé son algunos de los aspectos que se abordan minuciosamente en este volumen monumental, imprescindible y seguramente definitivo sobre las claves técnicas, ideológicas, narrativas y autobiográficas de Tintín, icono indispensable del cómic del siglo XX, en palabras de Álvaro Pons, que en el prólogo de esta edición en español añade:

Entender la peculiaridad de Las aventuras de Tintín implica necesariamente conocer a Georges Remi. Una labor compleja que Benoît Peeters se adjudica con voluntad enciclopédica, hurgando en la vida del dibujante belga con una exhaustividad extrema, buscando cada pequeño detalle, cada ínfimo aspecto de su memoria cotidiana, cada pieza de un rompecabezas gigantesco del que se sabe, con seguridad, qué imagen proporcionará: la de un joven reportero de flequillo revoltoso con pantalones bombachos, acompañado de su fiel perro Milú. 
Santos Domínguez

12 mayo 2014

La cámara sangrienta



Angela Carter.
La cámara sangrienta.
Ilustraciones de Alejandra Acosta.
Traducción de Jesús Gómez Gutiérrez.
Sexto Piso Ilustrado. Madrid, 2014.

En su imprescindible Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Bruno Bettelheim indagó en las oscuras claves psicológicas de los cuentos infantiles: los ritos de paso, las pulsiones sexuales, los complejos y las represiones, los procesos de maduración de los personajes aportaban nuevas pautas de lectura que se convierten en método de escritura en La cámara sangrienta, de Angela Carter (Sussex, 1940-1992).

Los diez relatos que forman parte de este volumen que acaba de publicar Sexto Piso Ilustrado aparecieron originalmente en 1979 y en ellos Angela Carter da una vuelta de tuerca a las tramas, los protagonistas y las situaciones de los cuentos de Perrault y otros recopiladores de ese tipo de relatos infantiles y folklóricos, crea a partir de ellos nuevas historias tan llenas de sugerencias perturbadoras como los textos que le sirven de referencia..

Una vuelta de tuerca en la que confluyen la base tradicional, las interpretaciones psicoanalíticas o los textos de Sade para reelaborar esa materia narrativa y abordar explícitamente desde una perspectiva femenina las claves sexuales de estos relatos que vienen de un antiguo fondo atávico, de viejos miedos y represiones, de una oscura sexualidad latente en un mundo oscuro que también exploraron Bataille y el superrealismo

Porque en estos diez magníficos relatos esas pulsiones latentes y simbólicas se convierten en descripciones patentes de una sexualidad en la que conviven lo nocturno y lo celebratorio, lo luminoso y lo oscuro, el placer y el miedo, las relaciones de dominio y poder, para dar lugar a lo que la autora definió como cuentos góticos, cuentos crueles, cuentos de terror, narrativas fabulosas que tratan directamente del imaginario del inconsciente.

Barba Azul, el cuento que se recrea en el relato La cámara sangrienta que da título al volumen, La Bella y la Bestia, El gato con botas, Caperucita Roja –con dos variantes distintas en sendos cuentos, una historia de vampiros en La dama de la casa del amor, una asombrosa recreación de Alicia en Lobalicia, son algunos de los puntos de partida de estos textos en los que conviven lo gótico y el placer, la crueldad y la fantasía desde una perspectiva femenina.

El estilo elaborado de Angela Carter se alimenta de una sensualidad expresiva para generar un lenguaje potente y sensorial, pródigo en descripciones plásticas y matizadas por un sabio uso del adjetivo sutil, de la sensación irrepetible.

Esa excelente prosa, cuya matizada sutileza ha sabido mantener en español Jesús Gómez Gutiérrez, se ha traducido en imágenes por Alejandra Acosta, que capta plásticamente la potencia expresiva y vital de estos diez sorprendentes y perturbadores relatos.

Santos Domínguez


09 mayo 2014

Antonio Colinas. Canciones para una música silente


Antonio Colinas.
Canciones para una música silente.
Siruela. Madrid, 2014.

¿Y si fuese la música el silencio?
Dejad hablar a la silente música.

Esos dos versos, de la sección que cierra el último libro de Antonio Colinas, resumen un proceso poético que encuentra ahí su meta y su sentido, en esa música callada que es la que oyeron también San Juan o María Zambrano.

Canciones para una música silente, que acaba de publicar Siruela, es un libro de búsquedas y preguntas, un viaje a la semilla, a lo esencial, el reflejo de un proceso de depuración espiritual y formal, el mapa de un camino poético hacia el centro y el conocimiento.

¿Qué es la verdad?, ¿qué es lo verdadero? ¿La verdad es el sentir o la verdad es el pensar? ¿No será, quizá, la verdad el revelar?, se preguntaba Antonio Colinas en El sentido primero de la palabra poética, en donde la mística, el Romanticismo o María Zambrano aparecían como ejemplos de la aspiración de absoluto y de conocimiento que está en el impulso de la poesía, de su soledad sonora, de su viaje hacia dentro.

Tras una primera etapa marcada por un culturalismo vivido y una intensa sentimentalidad neorromántica, por un lirismo telúrico y una pureza formal que tienen su eje en Sepulcro en Tarquinia, la escritura de Antonio Colinas crece en su impulso órfico en la etapa ibicenca que se desarrolla entre Astrolabio y Jardín de Orfeo. Una fase que tiene su centro en Noche más allá de la noche, donde el equilibrio entre el sentir y el pensar, la emoción y la reflexión da lugar a un largo poema en el que la poesía de Colinas alcanza una de sus cimas de profundidad y de transcendencia de la palabra inspirada.

La culminación de ese largo viaje hacia la armonía y la luz, hacia la desnudez expresiva y la depuración de un lenguaje esencial, hacia el conocimiento a través de la razón poética se produce en una tercera etapa a la que pertenecen obras esenciales como el Libro de la mansedumbre, Desiertos de la luz o Tiempo y abismo, libros en los que se resuelve en síntesis poética la armonía de sentimiento y pensamiento, de tradición oriental y humanismo, de filosofía y mística a través de un diálogo cada vez más resuelto con lo sagrado a través de la depuración formal y de la intensidad y con ese alto voltaje emocional que Pound le exigía a la palabra poética.

Ese es un viaje orientado hacia un centro y atravesado por una concepción unitaria en la que la poesía –suma de intensidad emocional, de hondo conocimiento y elaboración verbal- es un medio para sentir, interpretar y valorar la realidad y nuestra propia experiencia humana. Pero no sólo esa realidad aparente que los ojos ven, sino la que yo he llamado en otros momentos una realidad transcendida o transcendente.

En esa línea coherente que culmina su trayectoria poética hay que situar estas Canciones para una música silente, un amplio conjunto de poemas organizados en ocho partes, con distintos temas y con enfoques que van del irracionalismo de las Semblanzas sonámbulas al realismo de los Siete poemas civiles pasando por una intensa elaboración simbólica, resueltos en distintas tonalidades de voz y con músicas diversas que van desde la solemnidad endecasilábica al verso de arte menor más propio de la canción. 

Y es que desde la primera parte, El laberinto invisible, que ya apareció parcialmente en la edición de su obra poética completa hace tres años en esta misma editorial, hasta la última, de la que toma título el volumen, las ocho secciones del libro describen un itinerario poético hacia dentro y hacia el silencio, lo que se refleja también en el trazado de los textos, que van abreviando no solo su tamaño, sino su ritmo con una presencia cada vez más fuerte del arte menor. 

Pero en su buscada diversidad este es un libro unitario, recorrido por una serie de temas que cifran el mundo poético de Antonio Colinas: el viaje, el arte, la música, la búsqueda de la plenitud, de la luz, el amor y la armonía construyen su esqueleto y sus articulaciones en una constante y creativa lucha de contrarios de la que surge la propuesta de una vida más alta.

Escritura y vida, emoción y conocimiento, música y mirada, misterio y armonía se funden en unos textos que aspiran a la revelación –sentir y pensar a un tiempo- de una realidad superior a la que solo puede llegarse con el impulso órfico que ha inspirado la mejor poesía, la que transciende la realidad y la ilumina.

Es la palabra poética como vía de acceso a un conocimiento más alto, a una realidad más honda y más plena. No es por eso una casualidad que la última sección del libro se titule significativamente Llamas en la morada, en alusión a la lírica nocturna sanjuanista y a la mística teresiana. 

El poema que cierra esa sección y el libro es casi una declaración poética que resume el sentido de toda la trayectoria literaria de Antonio Colinas:

Solo quisiera
escribir mis palabras con silencios: 
escribir el poema sin palabras.

Solo quisiera 
musitar el poema
como plegaria de silencio
en el silencio.

Santos Domínguez

07 mayo 2014

Chantal Maillard. India



Chantal Maillard.
India.
Pre-Textos. Valencia, 2014.

¿Qué fuiste a buscar a India y qué encontraste?, se pregunta Chantal Maillard en el texto preliminar de India, el amplio volumen que acaba de publicar Pre-Textos, una obra reunida en torno a la India con materiales inéditos o revisados de sus diarios, poemas, ensayos y textos críticos elaborados durante un cuarto de siglo, entre 1987 y 2012.

La hondura de los centenares de páginas que Chantal Maillard ha dedicado a la India es la mejor contestación a esa pregunta inicial. Una contestación abierta, porque hay en estos textos más búsquedas y aproximaciones que respuestas.

Búsquedas y aproximaciones que con esas cuatro formas complementarias de escritura –autobiográfica, poética, ensayística, crítica- y con el espléndido cuaderno de imágenes que cierra el volumen exploran más que otro espacio y otra cultura otra forma de estar en el mundo, de tomar conciencia de la identidad y del sentido de la vida y de la muerte. 

Porque este no es un libro de crónicas de viaje o de impresiones de un turista, sino una reunión de esas cuatro perspectivas que describen un viaje hacia el conocimiento. Cuatro perspectivas que se complementan porque, como explica la autora, cada una de ellas responde a una manera de dialogar con la realidad, de provocarla, recibirla y expresarla, por lo que reunirlas permite ofrecer ángulos y derivas que podrán ayudar a imaginar la complejidad del mundo que describen.

El conjunto traza el mapa de un itinerario interior, de un viaje que no es espacial ni externo, sino intelectual y hacia dentro con el telón de fondo de Benarés, el Ganges o Calcuta, en un mundo en el que la mirada de los búfalos llega a convertirse en un estado interior o en una metáfora del tiempo lento. 

Un viaje interior y difícil –Es difícil llegar a uno mismo, escribe Chantal Maillard en el primero de sus Diarios indios- que aspira al olvido de sí, al despojamiento, a un “desnacer” desde el que reconstruirse para aprender a mirar.

Tras los poemas de La otra orilla o El río, un amplio conjunto de textos ensayísticos aborda ese viaje interior desde una perspectiva analítica que indaga de manera sistemática los aspectos filosóficos, morales o existenciales del hinduismo.

Uno de esos textos, el brevísimo ¿Quién ve cuando no hay quién?, apéndice de 2012 a Schopenhauer y las doctrinas indias, resume significativamente las líneas fundamentales del pensamiento tentativo de Chantal Maillard en este volumen:

Si ser consciente implica conocimiento y el conocer implica la existencia de esa escisión entre el que ve y lo que es vista, entonces, ¿qué ve esa conciencia? ¿O es que no ve nada? (...) ¿Por qué no podemos salirnos del lenguaje para hablar de lo que no pertenece al mundo de la experiencia?

El apartado Palabras mercenarias reúne textos críticos publicados entre 1998 y 2011. Y finalmente, a manera de epílogo, se ha incluido el reciente ensayo La India globalizada. ¿Quién gana y quién pierde?, sobre la trivialización de lo oriental y los peligros de la occidentalización de la India, con una conclusión tan lúcida como esta:

Extraer un rasgo cultural de su contexto y recontextualizarlo en el propio supone apropiarse de él. Es, entre otras cosas, la mejor manera de que lo extraño, o lo diferente, deje de ser una amenaza, y esto, por supuesto, lo tienen muy claro los poderes de la globalización. Folklorizar significa reducir una cultura a producto turístico: lo suficientemente exótico como para atraer, pero lo suficientemente común como para no inquietar. El folklore es una de las manifestaciones del kitsch: una forma de devaluación, de degradación de los elementos culturales para su consumo masivo.

Santos Domínguez

05 mayo 2014

Blake. Libros proféticos II


William Blake. 
Libros proféticos II. 
Edición de Bernardo Santano Moreno. 
Imaginatio Vera. Atalanta. Vilaür, 2014.


Milton, poema en dos libros (1804) y Jerusalén: la Emanación del Gigante Albion (1804-1820) son los dos poemas portentosos con los que William Blake coronó su obra profética y con los que Atalanta culmina la espectacular primera edición completa y bilingüe de sus Libros proféticos con traducciones y prefacios de Bernardo Santano.

William Blake (1757-1827) es uno de los poetas más enigmáticos y asombrosos de la tradición occidental. Inclasificable e irrepetible, su intensa poesía fue una isla deslumbrante en el racionalismo del siglo XVIII, una profecía del irracionalismo romántico y de la actitud visionaria del superrealismo. 

Grabador y poeta, místico y pintor, visionario y filósofo, excéntrico y astuto, Blake fue un artista total que fundió la palabra y la imagen en una doble actividad que nunca concibió por separado y que dio lugar a libros tan desasosegantes como El matrimonio del cielo y del infierno o los Cantos de experiencia y de inocencia.  

Aquel poeta iconoclasta y profético, en cuyos versos conviven en raro equilibrio las luces y las sombras, fundó una cosmogonía prometeica propia sobre el hombre anterior a la caída en los Cantos de inocencia y sobre el conocimiento del dolor en los Cantos de experiencia, creó una obra de enorme potencia imaginativa, murió cantando y -como explicó Antonio Rivero Taravillo- dejó una huella importante en Yeats o en el Graves de La diosa blanca, en Cirlot o en Borges, o en el Neruda más visionario de las Residencias. 

Hace casi ochenta años, en noviembre de 1934, la revista Cruz y Raya publicaba Visiones de las hijas de Albión y El viajero mental, dos poemas de William Blake traducidos por Pablo Neruda, que estaba escribiendo por entonces la segunda entrega de su Residencia en la tierra. 

En ese año central en la escritura de Neruda quizá ninguna voz como la suya podía plasmar mejor en español la potencia visionaria, el irracionalismo sensorial y la ambición verbal de William Blake, el eslabón que conecta la actitud pasional del Romanticismo con la intelectualización simbolista. No es una casualidad que por aquelllos años Neruda tradujera parcialmente Las flores del mal de Baudelaire, ni que, a caballo entre la Residencia de 1933 y la de 1935, el poeta chileno escribiese esa cima o sima del superrealismo. 

Entre el mito y el delirio, entre la visión sagrada del mundo y la reivindicación social emparentada con el fervor revolucionario de 1789, esos dos poemas de Blake proponen un mundo de imágenes, sinestesias y metáforas deslumbrantes que aspiran a resumir el universo y a contener –como quería Blake- la eternidad en una hora. 

Las cincuenta planchas de Milton ilustran las dos visiones que articulan sus dos partes: la del meteoro –Milton- que entra en el cuerpo de Blake y la de la niña que acude a su jardín para reintegrar a Milton a los espacios siderales tras una sucesión torrencial de visiones simbólicas y apocalípticas.

Las cien planchas del más extenso Jerusalén, el último gran poema épico y visionario de Blake, son la representación plástica de las revelaciones y automatismos de un largo poema que en su método de construcción anticipa la escritura automática del superrealismo o evoca la recepción al dictado de la inspiración divina de los antiguos textos proféticos.

Es la primera vez que se hace una edición en español con todos los grabados originales del artista, en un proceso cuidado hasta el más mínimo detalle para reflejar la obra del artista complejo que fue Blake, la convivencia en ella de lo oscuro y lo deslumbrante a la vez, de la inspiración y el caos, de lo disparatado y lo convencional, de un raro equilibrio, de la inusual coexistencia de lucidez y locura que recorre sus textos. 

“Para Blake –explicó Kathleen Raine, que iluminó las claves espirituales y artísticas de una obra tan opaca y de tanta fuerza expresiva y en la que las luces y las sombras conviven con tanta naturalidad- vivir según la Imaginación es el secreto de la vida.”

Por eso la obra de Blake, con su fusión de lo plástico y lo verbal, encuentra un espacio propio en el que se conjuntan el tiempo histórico y el tiempo mitológico, la poesía y la pintura, en el territorio común de la imagen, compartida por dos artes que Blake entiende, igual que las civilizaciones orientales, como una forma de meditación. 

El glosario final de conceptos, nombres y referencias, con casi un centenar de páginas, traza un atlas utilísimo para orientarse en el universo visionario de Blake, complejo y laberíntico, deslumbrante y simbólico, exuberante y frondoso como una selva de revelaciones que toman cuerpo en las palabras y los grabados asombrosos de aquel irrepetible bardo profético.

Un escritor tan irrepetible como Blake se merecía dos volúmenes tan excepcionales como estos. 

Santos Domínguez



02 mayo 2014

Derek Walcott. Pleno verano


Derek Walcott.
Pleno verano. 
Poesía selecta (1948-2004).
Edición bilingüe.
Traducción de José Luis Rivas.
Vaso Roto Esenciales Poesía. Madrid, 2012.


La mitad de mis amigos están muertos.
Te daré otros nuevos, dijo la tierra.
No, en vez de eso, devuélvemelos como eran,
con defectos y todo, grité.

Robar puedo esta noche sus palabras
al confuso rumor del oleaje
entre los juncos, pero no andar a solas

sobre las hojas del océano que la luna baña
por aquel blanco camino,
ni cernirme en el vuelo, propio de un sueño,

de los búhos ya libres del peso de la tierra.
Los amigos que guardas, oh tierra,
son más que aquellos que dejaste para amar.

Al pie del farallón brillan los juncos, verdes, plateados;
fueron lanzas seráficas de mi fe,
pero de eso que está perdido crece algo más fuerte

que irradia el resplandor racional de la piedra,
tenaz claro de luna, más allá de la desesperación,
resuelto como el viento, que entre divisores juncos

trae delante de nosotros a los que amamos, como eran,
con defectos y todo, no más nobles, pero aquí.

Ese magnífico Juncos de mar, de Derek Walcott, es uno de los poemas antológicos de Pleno verano, una amplia selección de su poesía que publica Vaso Roto en una cuidada edición bilingüe en tapa dura y con una espléndida traducción de José Luis Rivas.

Una selección de poemas que entre En una noche verde y El hijo pródigo reúne una muestra significativa de libros como El náufrago y otros poemas, Otra vida, Uvas de la playa, El reino del caimito, Dichoso el viajero, A mitad del verano o esa cima de la poesía contemporánea que es el poema épico Omeros, traducido memorablemente también por José Luis Rivas hace veinte años.

Solares y marítimos, estos textos recorren los temas característicos del universo poético de Derek Walcott, un poeta total dueño de un mundo literario que anula el tiempo y el espacio para reunir en sus páginas los días mediterráneos de Ulises con la luz caribeña de una playa antillana.

Un mundo poético ubicuo e intemporal, clásico y mestizo, y una poesía de la imagen y la mirada en que se funden la insularidad y el viaje, la mitología griega y el paisaje del Caribe, el presente y la nostalgia, la memoria del paraíso y el mar, entre una orilla y otra, bajo las nubes cambiantes y sobre las olas insistentes, bajo la luz del tiempo y sobre el mar de la historia en esta actualización del tópico elegíaco Ubi sunt?:

¿Dónde están sus monumentos, sus batallas, sus mártires?
¿Dónde su memoria tribal? Están, señores, 
en esa bóveda gris. La mar. La mar 
los puso bajo llave. La mar es la Historia.

Con la exuberancia formal que parece ser un rasgo estilístico común a los poetas caribeños, a su paisaje natural y a su mundo multicultural –ahí estuvieron  antes Saint John Perse en francés y Lezama Lima en castellano-, la potencia verbal y metafórica de Walcott construye una poesía de los sentidos y de la inteligencia en la que conversan las razas, las épocas y los espacios.

Una poesía que evoca naufragios memorables y derivas ancestrales de mitos eternos en un mar sin tiempo, en las aguas antillanas donde confluyen las herencias europeas, orientales o africanas con la presencia siempre renovada de lo americano como encrucijada de tradiciones y culturas, como en este magnífico Mapa del Nuevo Mundo:

Archipiélagos

Al final de esta frase, comenzará la lluvia.
Al filo de la lluvia, un velero.

Poco a poco el velero perderá de vista las islas;
se desvanecerá en la bruma
la fe en los puertos de una raza entera.

La guerra de diez años ha terminado.
La cabellera de Helena: una nube gris.
Troya: un foso blanco de ceniza
a orillas de la mar donde llovizna.

La llovizna se tensa como las cuerdas de un arpa.
Un hombre con la vista empañada presiente la lluvia
y tañe el primer verso de la Odisea.

Más de medio siglo de escritura potente y vital, marítima y terrestre, poblada de luminosas metáforas que hacen el milagro de aniquilar las edades y las fronteras para convertir lo fugaz en eterno y lo local en universal, en unos poemas en los que las olas de ahora crepitan en la cultura que viene de Ovidio, una camarera desprecia a Helena bajo la música disco mientras el poeta espera la cuenta sentado en la terraza y Aquiles cambia su arpón por un machete bajo la mirada de este Homero antillano que nació en Santa Lucía en 1930.

De la estirpe de Homero, al que consagró su libro más conocido, épico y lírico, hímnico y elegiaco, narrativo y elíptico, Walcott resume en sus versos de largo aliento una mirada mestiza unitaria sobre la vida y la muerte, sobre la naturaleza y el hombre, como en Un mapa de Europa:

La luz crea su propia calma. En su anillo
todo ES. Una quebrada taza de café,
una hogaza partida, un ánfora abollada,
llegan a ser ellos mismos, como en Chardin,
o en el brillo color cerveza de Vermeer,
y no objetos que nos muevan a compasión.

En esto no hay lacrimae rerum,
ni arte. Solo el don de ver las cosas
como son, demediadas por una oscuridad
de la que no pueden librarse.


Santos Domínguez