09 enero 2013

Luis Harss. Los nuestros

Luis Harss.
Los nuestros.
Alfaguara. Madrid, 2012.

La reedición de Los nuestros, de Luis Harss, en  Alfaguara es una de las mejores noticias del año editorial.

Aquel libro, escrito inicialmente en inglés -Into the Mainstream: Conversations with Latin American Writers- y traducido por él mismo al español, apareció en noviembre de 1966 en Sudamericana de la mano de Paco Porrúa y fijó el minuto inicial del boom de la novela latinoamericana.

Llevaba años sin reeditarse, pero no sin circular, porque es un clásico necesario. Lo explica Luis Harss en la Nota inicial a esta nueva edición: cuando el libro ya no se conseguía en librerías, la gente lo robaba de las bibliotecas.

Por eso, el creciente número de copias piratas indicaba que la recuperación de Los nuestros casi medio siglo después de la primera edición, no solo era pertinente sino imprescindible.

Los nuestros excedió desde muy pronto la modestia de su planteamiento inicial como libro de entrevistas o galería de retratos para convertirse en el primer acercamiento crítico y luminoso a la novela latinoamericana de los años sesenta, en una referencia tan ineludible como las obras mayores del boom.

En cierto modo, Harss estaba inventando el boom, bautizándolo y fijando un canon que reunía equilibradamente dos generaciones de narradores: los mayores -Carpentier, Asturias, Borges, Guimarães Rosa, Onetti- y los aún jóvenes Cortázar, Rulfo, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa, unidos por un propósito literario común que –como señala Harss- es el tema constante de Los nuestros: la realidad pensada y hablada de otro modo.

Cada uno de los diez capítulos es un ensayo que tiene como núcleo una conversación en la que el autor habla, respira, reflexiona. Y a partir de ese núcleo, Luis Harss elabora un comentario crítico que es, con la perspectiva de varias décadas, lo más interesante de este libro imprescindible.

Han pasado casi cincuenta años desde la aparición de esta obra que fue mucho más que un libro oportuno, como lo califica con modestia Harss. Y mucho más que un libro polémico, porque, cuando todavía no se sabía si aquellos escritores eran una casualidad o una promesa, quedaron fuera de aquella selección a autores como Sabato, Clarice Lispector, Arguedas, Donoso, Roa Bastos, Lezama Lima, Felisberto Hernández o Cabrera Infante, y proyectó una mirada muy crítica sobre la novela anterior, de corte indigenista y naturalista que surge en  torno a 1920 bajo la influencia tardía del realismo europeo.

Rómulo Gallegos, Horacio Quiroga, Ciro Alegría o Eduardo Mallea son algunos de los novelistas que arrastraron durante décadas aquel retraso originario que contrasta con la decisiva renovación poética que había generado la literatura hispanoamericana desde Rubén Darío a Neruda pasando por Vallejo o Huidobro.

Superficialidad, anacronismo, atraso y localismo eran algunas de las rémoras de aquella novela precontemporánea frente a la que Roberto Arlt fue una isla excéntrica y marginal, sin la calidad que precisaba aquella literatura para salir de las selvas intrincadas, las pampas interminables o las ciénagas peligrosas.

Lo que trajo el boom, marcado por influencias comunes como las de Faulkner, Hemingway o Camus, fue una nueva relación del novelista con la realidad, con la lengua literaria y con el habla de la calle. Una nueva relación que dio como resultado una narrativa totalizadora que rompió con el anacronismo de la novela extemporánea y que, como señala Harss, se ramificó en dos tendencias que a veces se cruzan en intersecciones: la panorámica y la interior, la que tiende a la mirada colectiva en Carpentier, Fuentes, Vargas Llosa y García Márquez, o al ensimismamiento y lo conceptual en Borges, Onetti o Cortázar.

Han pasado casi cincuenta años desde que la lectura de Rayuela generó en Harss la idea de este libro y muchas cosas desde entonces –dictaduras, premios y reconocimientos universales, traducciones a las principales lenguas de cultura, decenas de títulos posteriores como Cien años de soledad, que cambió el mundo. Títulos con los que creció en extensión y en profundidad, en cantidad y calidad, la obra de estos autores- pero en  los diez ensayos de Los nuestros quedó delimitado el perfil de la nueva novela latinoamericana, de su proyección universal y de sus nombres esenciales:

Alejo Carpentier -precursor de nuestra novela actual; el primero de nuestros novelistas en querer asumir la experiencia latinoamericana en su totalidad-, Miguel Ángel Asturias -el novelista que ha penetrado más a fondo en lo latente e irracional de nuestra cultura-, Jorge Luis Borges -una figura casi legendaria —una ausencia— en nuestra literatura; una aspiración al absoluto que se vislumbra en las formas de la imaginación-, João Guimarães Rosa -nadie ha penetrado como él en la psicología del habitante del sertão; es literatura contemporánea con sus laberintos cronológicos y sus arquitecturas verbales-, Juan Carlos Onetti  -le interesa un único tipo emocional —casi abstracto—: el extranjero, en los diversos sentidos de la palabra. El alienado de su sociedad-, Julio Cortázar - brillante, minucioso, provocativo, adelantándose a todos sus contemporáneos latinoamericanos en el riesgo y la innovación; un bromista que convive con un visionario; un pescador en aguas profundas que tiende mil redes, un hombre de infinitos recursos, violento, contradictorio, jubiloso, paradójico-, Juan Rulfo -uno de los milagros de nuestra literatura; sus libros están en un paisaje de tragedia clásica, los muertos lo persiguen-, Carlos Fuentes -el hombre de letras completo-, García Márquez –gracias a García Márquez, el lugar más interesante de Colombia es un pueblo tropical llamado Macondo, que no aparece en ningún mapa-, Vargas Llosa -un inspirado que parecía haber nacido bajo una lengua de fuego. Tenía fuerza, fe y la verdadera furia creadora; un perfeccionista que agoniza con cada hijo que trae al mundo y trata de controlar todos los aspectos de su obra, desde la primera chispa creadora hasta el parto final, y siempre dudoso, que es la publicación.

Medio siglo después de aquel libro mítico y milagroso por el que no ha pasado el tiempo, aquella foto fija que marcaba en 1966 el canon de la nueva novela latinoamericana era un diagnóstico exacto y un pronóstico lúcido, una profecía que el tiempo ha ido confirmando casi cincuenta años después de aquella primera edición de Los nuestros, cuando no se sabía si aquellos diez nombres eran un punto y aparte o un punto de partida. Acabaron siendo las dos cosas.

Santos Domínguez

08 enero 2013

Faulkner. Intruso en el polvo



William Faulkner.
Intruso en el polvo.
Traducción de José Manuel Álvarez Flórez.
Alfaguara. Madrid, 2012.

Alfaguara cierra la conmemoración del cincuentenario de la muerte de Faulkner con la edición de Intruso en el polvo, una de las novelas más significativas de la madurez narrativa del maestro de la novela norteamericana del siglo XX.
Como en toda novela policial, en Intruso en el polvo al principio hay un asesinato, un cadáver y un sospechoso: el arrogante Lucas Beauchamp, a quien se acusa sin pruebas de un crimen que no ha cometido. Y otros dos personajes esenciales: Gavin Stevens, el abogado de negros que en El villorrio, La mansión, La ciudad o Gambito de caballo se convierte, como aquí, en detective y en portavoz moral de Faulkner, y su sobrino Charles Mallison, el narrador adolescente y perplejo que se erige en el dueño del secreto.

Si en la trama policial lo normal es que haya que demostrar la culpabilidad del sospechoso, en Intruso en el polvo se trata de lo contrario: de buscar pruebas que exculpen a quien orgullosamente se niega a defenderse.

Era justo mediodía aquel domingo cuando el sheriff llegó a la cárcel con Lucas Beauchamp, aunque toda la ciudad (y todo el condado también) sabía desde la noche anterior que Lucas había matado a un blanco.

Desde ese primer párrafo, la potencia del estilo de Faulkner atrapa al lector en la vertiginosa intriga narrativa de la que ya no saldrá hasta la última línea.

Un Faulkner maduro en una novela intensa, concentrada en tiempo y espacio, y en la que se combinan la intriga policial, los prejuicios racistas y la violencia de las relaciones sociales en el Sur profundo de Jefferson.
Santos Domínguez

07 enero 2013

Wilde. El secreto de la vida



Oscar Wilde.
El secreto de la vida.
Edición de Andreu Jaume.
Traducción de Miguel Temprano García.
Lumen. Barcelona, 2012.

Lumen publica en un espléndido tomo una selección de ensayos de Oscar Wilde. Con edición y prólogo de Andreu Jaume y traducción de Miguel Temprano García, reúne los ensayos más representativos de Wilde, una selección cronológica de aquellos textos que (...) pueden considerarse expresión del pensamiento crítico de su autor. Más que en ninguna otra zona de su obra, es en los ensayos donde brilla el Oscar Wilde más lúcido y profundo, un Wilde en el que la agudeza no es un simple destello verbal, sino una manifestación de su asombrosa capacidad analítica y de la ambición crítica que atraviesa toda su obra.

Tras la máscara del personaje homónimo que se había construido Wilde, tras sus provocaciones y sus ocurrencias, está aquí el escritor refinado y culto que considera la literatura la forma más alta de vida y reflexiona en profundidad sobre la importancia de la crítica como género literario y sobre sus posibilidades creativas, que ya exploraron los antiguos griegos, una nación de críticos de arte que nos legaron las dos artes más elevadas que existen, la vida y la literatura, la vida y la perfecta expresión de la vida. La pintura, Shakespeare, el arte por el arte o la admiración por el mundo clásico recorren estos textos procedentes de las conferencias que dio en Estados Unidos (El renacimiento inglés del arte), artículos como "La decadencia de la mentira" o "El crítico como artista", colecciones de aforismos (Frases y filosofías para uso de la juventud) y como cierre De profundis, la desgarrada carta que Wilde le escribió a su amante lord Alfred Douglas desde la cárcel de Reading.

Santos Domínguez

05 enero 2013

Shakespeare. Comedias y Tragicomedias



William Shakespeare.
Teatro completo II.
Comedias y Tragicomedias.
Edición de Ángel-Luis Pujante.
Espasa Clásicos. Barcelona, 2012.

Los tres círculos concéntricos que se unen en la noche del bosque y en un sueño de verano, las comedias oscuras y la fuerza del deseo, la Roma clásica y la Florencia del Renacimiento, el Rosellón o las Bermudas, el amor y los celos y las variables formas de la venganza, lo cortesano y lo pastoril, el campo y la ciudad, la ambigüedad sexual, el humor y la inteligencia, una Venecia oscilante entre lo trágico y lo cómico, el sueño y la magia, el desdén y la furia domada, lo inverosímil y los naufragios, los mercaderes y los equívocos, el honor y la ambición, el enredo y el diálogo, el teatro dentro del teatro, Falstaff y las comadres de Windsor, el mito y la tempestad, el perdón y la risa, los juegos de palabras, la simulación y las apariencias, las mujeres disfrazadas de hombre y los matrimonios no deseados, la libertad individual y las convenciones sociales...

El mundo, el hombre y la vida según Shakespeare, cuyas comedias contienen la totalidad de la realidad, desde su plenitud más luminosa en El sueño de una noche de verano hasta su sesgo más oscuro y amargo en El mercader de Venecia, desde la veta trágica de Medida por medida a la armonía musical de La tempestad.

De ahí que, con la libertad creativa que le caracteriza, Shakespeare se mueva a partir de Medida por medida y Pericles en un territorio incierto que combina lo trágico y lo cómico, en un cruce de géneros más propio ya del Barroco que del Renacimiento.

Muchas de estas obras funcionan como un mecanismo de precisión, aunque todavía se discute y se seguirá discutiendo la jerarquía de su perfección. Para unos, El sueño de una noche de verano con su fusión sutil de realidad y fantasía; para otros, Noche de Reyes, la culminación de sus comedias amorosas en una apoteosis de libertad, sutileza y equilibrio constructivo; otros, en fin, prefieren la deslumbrante alegría de La tempestad.

La colección Espasa Clásicos sigue publicando el teatro completo de William Shakespeare, el mayor dramaturgo de la historia, el clásico primordial. Tras la primera entrega, que recogía las Tragedias completas, acaba de aparecer  un volumen que reúne todas las comedias y tragicomedias de Shakespeare, en una versión unitaria y actual con traducciones de Ángel Luis Pujante, Salvador Oliva y Alfredo Michel Modenessi.

Precedidas de un prólogo general sobre la evolución técnica y temática de las comedias y de una breve introducción a cada obra, organizadas en orden cronológico y presentadas en una edición cuidadísima, ocho de las dieciocho traducciones son inéditas: Los dos caballeros de Verona, Todo bien si acaba bien, Cimbelino, La fierecilla domada, Las alegres comadres de Windsor, Pericles, La comedia de los enredos y Afanes de amor en vano.

La serie se completará con un tercer volumen que recogerá las piezas que el First Folio clasificaba como Histories, los dramas históricos.

Como a todos los clásicos que lo son de verdad, a Shakespeare no se le acaba de leer nunca. Y por eso vale la pena volver una y otra vez a sus textos, porque en cada nueva lectura, en cada nueva versión, en cada nueva puesta en escena de sus variadas tramas incide una luz distinta.

Santos Domínguez

04 enero 2013

Proust. Poesía completa



Marcel Proust.
Poesía completa.
Edición bilingüe de Santiago R. Santerbás.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2012.

Cátedra Letras Universales publica por primera vez en español la Poesía completa de Marcel Proust en una edición bilingüe preparada por Santiago R. Santerbás, que reconoce en el prólogo que “encontraremos quizá tanta dosis de poesía en un par de páginas de À la recherche du temps perdu como en toda la producción versificada de Proust; una producción cuya cantidad y exigencias formales irán disminuyendo a medida que aumentan la cuantía y calidad de la creación narrativa.”
Proust escribió cerca de un centenar de textos en verso, dispersos y desiguales: eran juegos verbales, desahogos de la melancolía o divertimentos humorísticos, ejercicios parnasianos o aproximaciones simbolistas. De ellos solo publicó ocho poemas en los Retratos de poetas y músicos de su primer libro, Los placeres y los días (1896).
Proust estaba muy lejos, en el tiempo y en la técnica, de ser el Proust de En busca del tiempo perdido, pero ya por entonces una lectura autocrítica de sus versos debió de inclinarle a abandonar la poesía.
Aquel Proust suspirante en los salones aristocráticos, entre ninfas pubescentes y damas ajadas, con los ojos vueltos mientras oían a Chopin o a Schumann, no dejó de hacer composiciones de pompa y circunstancia a la sombra de las muchachas en flor, juegos galantes con versos dedicados y muchos nombres propios y mucho ambiente refinado.
Su casi nulo valor literario queda compensado sin embargo con su alto poder evocador del mundo social y literario que reflejó en sus novelas, habitadas por muchos personajes que aparecen también en estos poemas mundanos de salón francés.
 
Santos Domínguez

02 enero 2013

El gran Gatsby ilustrado


F. Scott Fitzgerald.
El gran Gatsby.
Traducción de Justo Navarro.
Ilustraciones de Jonny Ruzzo.
Sexto Piso. Barcelona, 2012.


El gran Gatsby, uno de esos títulos que han ido creciendo con el paso del tiempo hasta convertirse en un clásico contemporáneo, vuelve de nuevo a la actualidad.

El interés que sigue suscitando la novela lo confirma no sólo el reciente estreno de una nueva versión cinematográfica -la primera es de 1926, solo un año después de la primera edición del libro- con Leonardo Di Caprio y Carey Mulligan, sino el hecho de que en las mesas de novedades aparezca una nueva y espléndida edición ilustrada que publica Sexto Piso con la traducción que Justo Navarro preparó para Anagrama.

Scott Fitzgerald la escribió en Francia en una época complicada marcada por los problemas personales en la relación con su mujer, Zelda Sayre. Sometido a la presión de ese conflicto sentimental, el autor proyectó su propia situación en la del protagonista en su difícil relación con Daisy.

Lo reconocía el novelista en un texto autobiográfico que escribió años después. Decía allí Scott Fitzgerald de su personaje, Jay Gatsby:

Es lo que siempre fui: un joven pobre en una ciudad rica, un joven pobre en una escuela de ricos, un muchacho pobre en uní club de estudiantes ricos, en Princeton. Nunca pude perdonarles a los ricos el ser ricos, lo que ha ensombrecido mi vida y todas mis obras. Todo el sentido de Gatsby es la injusticia que impide a un joven pobre casarse con una muchacha que tiene dinero. Este tema se repite en mi obra porque yo lo viví.

Probablemente a esas alturas ya había comprendido que, de la misma manera que Gatsby traza sin saberlo como un protagonista de tragedia clásica su propio destino autodestructivo, en esa novela había prefigurado lo que sería su sino trágico.

Como en todas las novelas clásicas, lo que plantea El gran Gatsby es la relación conflictiva entre el protagonista y el mundo. De Cervantes a Proust y de Dickens a Joyce o a Kafka, esa mirada a la sociedad es un elemento que forma parte de la raíz del relato largo.

Y esa característica es la que fundamenta la vigencia de El gran Gatsby: la crítica social de un mundo frágil y superficial que acabaría estallando en el crack del 29, cuatro años después de la aparición de esta novela que de alguna forma lo profetizaba.

Porque eso es lo verdaderamente importante de esta novela: la atmósfera social y humana que evoca el narrador, Nick Carraway, un excelente hallazgo técnico que acredita la solvencia narrativa de Scott Fitzgerald, desde las primeras, inolvidables, frases del libro:

Cuando yo era más joven y más vulnerable, mi padre me dio un consejo en el que no he dejado de pensar desde entonces.
«Antes de criticar a nadie», me dijo, «recuerda que no todo el mundo ha tenido las ventajas que has tenido tú.»

El mundo de la novela es un mundo de apariencias y de imposturas, un mundo de máscaras en el que nadie es lo que parece, empezando por el propio protagonista, que oculta su pasado oscuro, se inventa una biografía presentable y cambia su nombre real –James Gatz- por el más elegante Jay Gatsby.

Scott Fitzgerald siempre tuvo sentimientos encontrados hacia el mundo de los ricos, con los que alternó en fiestas tan dadas al exceso como las que ofrece Gatsby, un advenedizo como él en ese paraíso mundano y vertiginoso.

Son los mismos sentimientos encontrados que tiene Carraway, un narrador comprensivo que ha aprendido a no juzgar a nadie, hacia un Gatsby complejo y poliédrico.

Ambiguo y misterioso, problemático y contradictorio, víctima o verdugo, ángel o demonio, héroe o antihéroe, Gatsby no es ni una cosa ni otra o tal vez las dos a un tiempo, tras la cortina de humo o de niebla que difumina su contorno moral y lo convierte en un personaje opaco.

Pero en todo caso, como explicó lúcidamente Vargas Llosa, Gatsby es un personaje emparentado con una genealogía de personajes como Don Quijote o Mme. Bovary, habitantes de un mundo en el que se han borrado las fronteras entre la realidad y la fantasía, entre la vida vivida y la vida soñada y acaban sus asumiendo la derrota y el fracaso de sus sueños perdidos. Y eso es lo que hace de Gatsby, por encima de su pasado turbio y su ambigüedad ética, un personaje admirable.

Por debajo de su superficie sentimental y folletinesca y más allá de su desenlace truculento, El gran Gatsby es uno de esos títulos que han ido creciendo con el paso del tiempo hasta convertirse en un clásico contemporáneo imprescindible y en la más acabada representación del ambiente americano de los años veinte, la Edad del Jazz y la ley seca, con su rara y explosiva mezcla de vitalismo y decadencia, de miseria y lujo.

Con ilustraciones de Jonny Ruzzo, norteamericano de Rhode Island, que captan en un potente lenguaje plástico el espíritu y la ambientación de la novela, es una invitación a la lectura o a la relectura de un texto que traza una épica de la derrota, una elegía de la autodestrucción de una época y unos personajes que comparten con el autor esa virtud poliédrica, cambiante y hasta contradictoria que solo tienen los clásicos.

Santos Domínguez

31 diciembre 2012

Los miserables


Victor Hugo.
Los miserables.
Traducción de 
Nemesio Fernández Cuesta.
Edición y notas de José Luis Gómez.
Introducción de Alain Verjat.
Austral. Barcelona, 2012.

Siglo y medio después de su primera edición en 1862, Los miserables vuelve al primer plano de la actualidad con el estreno reciente de una esperada versión cinematográfica dirigida por Tom Hooper (El discurso del rey) e interpretada por Anne Hathaway, Hugh Jackman y Russell Crowe. De hecho, para la portada de esta reedición en Austral se ha elegido el cartel de la película con la magnífica fotografía de Amanda Seyfried que encarna a Cosette.

Es una buena ocasión para volver a este novelón irrepetible y visitable que nunca ha pasado de moda y ha generado secuelas tan memorables como el famoso musical de Boublil y Schönberg, porque como en todos los clásicos en Los miserables cabe el mundo y vive nuestro tiempo en un espacio literario y moral alejado de la liviandad de la literatura ligera y el pensamiento blando.

Fantine, Cosette, Jean Valjean, Javert, Myriel o Marius, por encima de su condición romántica, son personajes intemporales, actores de una trama que es una defensa de la dignidad frente al infortunio. En ellos habitan el arrepentimiento y la injusticia, la maldad y el heroísmo, el encarnizamiento y la piedad, el desamparo y la esperanza.

"Este libro -le escribía Hugo a su editor- es la historia mezclada con el drama, es el siglo, es un espejo amplio que refleja al género humano en un momento concreto de su existencia. Novela por supuesto, pero también es Historia."

Los miserables, añade Alain Verjat en la certera introducción al texto, es "historia de los  acontecimientos que cambian la faz del mundo (Waterloo), historia social (retrato del gran burgués), historia de las mentalidades. Sin olvidar, ya que de Victor Hugo se trata, la dimensión poética, el aliento épico que insufla a la mayoría de sus capítulos.”

Desde su anterior novela, Nuestra Señora de París, habían pasado más de treinta años en los que la novela fue tomando cuerpo y Hugo cogió frecuentes apuntes en las prisiones y conoció al obispo de Grasse que inspiró la figura del admirable obispo de Digne.

De ese lento proceso de gestación nació esta novela monumental que tuvo un enorme éxito y una muy mala recepción crítica en la prensa conservadora, que detectó el peligro de su mensaje social reivindicativo. "El señor Hugo -escribía uno de aquellos detractores de Los miserables- no ha hecho un tratado socialista, ha hecho algo más peligroso todavía: ha puesto la reforma social en novela."

Baudelaire, sin embargo, se quedaba con su arquitectura poemática y con la condición épica de un conjunto cuya columna vertebral es Jean Valjean, el hilo conductor que enhebra la trama y hace aparecer a muchos otros personajes, a veces poco matizados, pero siempre potentes como Javert, que componen un fresco inolvidable desde su altura de personajes de tragedia griega o de estatuas de un monumental conjunto escultórico.

Santos Domínguez

29 diciembre 2012

Hipnosis / La Colonia.

David Fernández Rivera.
Hipnosis / La Colonia.
Prólogo de Ángel Padilla.
Ediciones Antígona. Madrid, 2012.

Libertad artística y potencia creativa, teatro y poesía, vanguardia visionaria y compromiso social, ética y filosofía confluyen en Hipnosis / La Colonia, de David Fernández Rivera (Vigo, 1986), un texto dramático que publica Ediciones Antígona, “una inquietante y hermosa alegoría de las ciudades modernas y sus sociedades alienadas”, escribe Ángel Padilla en el prólogo –El sueño letal de millones- que ha preparado para esta edición.

David Fernández Rivera no forma parte de la estirpe despreciable de poetas imitativos que Platón desterró de su República, sino de aquella otra de poetas inspirados y visionarios que están cercanos a los filósofos en la jerarquía del conocimiento. Poetas que escriben en el rapto de la lucidez irracional o del irracionalismo lúcido y construyen no una simulación de la realidad, sino una propuesta alternativa que cuestiona los cimientos de la sociedad, la cultura y la historia.

Esa condición poética se aprecia sobre todo en las acotaciones, que más que propuestas de un decorado imposible, son una prolongación alucinatoria de la conciencia. Un ejemplo, del final de la obra, resume esas proyecciones de la imaginación visionaria de David Fernández Rivera:

La cremallera del incendio se reúne en la dualidad angustiosa del que nunca quiso reemprender su marcha en la lengua cobriza del adiós...

La actitud, el tono y el enfoque de los textos de David Fernández Rivera son los propios de un poeta que utiliza el teatro -como otras veces la música- como vehículo social y como altavoz de sus propuestas en esta alegoría kafkiana del mundo contemporáneo emparentada también con el teatro simbólico de Buero Vallejo y con las novelas alegóricas de Saramago.

Teatro para ser leído o representado, monólogo tenso e intransitivo de Bruno de la Vega para salir del laberinto tras descifrar su clave, para desprenderse de las máscaras y las cadenas, para despertar conciencias y remover certezas, que esa ha sido históricamente una de las misiones fundamentales de la literatura.

Santos Domínguez

28 diciembre 2012

Eduardo Mitre. Obra poética



Eduardo Mitre.
Obra poética 
(1965-1998).
Pre-Textos. Valencia, 2012.

Pre-Textos, que ha venido publicando en los últimos años los libros más recientes -El paraguas de Manhattan, Vitrales de la memoria y Al paso del instante- de Eduardo Mitre (Oruro, Bolivia, 1943), recoge en un volumen toda su Obra poética anterior.

Una producción que refleja la evolución de su poesía entre Elegía a una muchacha y Camino de cualquier parte, con títulos como Morada, Ferviente humo, La luz del regreso o Líneas de otoño, un libro de 1993 al que pertenece este Tarea:

Contemplar las cosas
con los siete sentidos
–el lenguaje incluido
y la memoria.
Absorberlas,
lentamente,
como una esponja.

Y exprimirlas –escribirlas–
hasta dar el poema:
otra cosa y la misma.

Entre el asombro de la palabra ante el mundo y el otro y la conciencia del tiempo, este volumen que recoge la obra poética de Eduardo Mitre entre 1965 y 1998 permite ver en su evolución una transición progresiva desde los ambientes cerrados a los espacios abiertos, del intimismo a la historia, de la subjetividad elíptica a una narratividad que se proyecta en la naturaleza, en los nombres propios, en los pasajes y en los parajes que articulan dos de las secciones de Camino de cualquier parte.

Desde la primera poesía de Eduardo Mitre, mínima y corporal, entre el jaiku y un experimentalismo contenido del lenguaje visual, hasta la poesía concreta centrada en el objeto y en el animal doméstico; desde el caligrama y los breves poemas en prosa hasta las formas que enlazan con la poesía oral tradicional; desde la estampa impresionista al texto como meditación; desde los poemas exploratorios que combinan la mirada profunda y el relámpago breve hasta la pincelada de la imagen que bautiza el mundo, con la obra de Mitre pasa lo mismo que con algunos meteoros de los que escribió una vez: nieva por primera vez siempre.

Santos Domínguez


27 diciembre 2012

Bruce Chatwin. Bajo el sol


Bruce Chatwin.
Bajo el sol.
Las cartas de Bruce Chatwin.
Selección y edición de Elizabeth Chatwin 
y Nicholas Shakespeare.
Traducción de Ismael Attrache y Carlos Mayor.
Sexto Piso. Barcelona, 2012.

Sexto Piso publica en Bajo el sol un amplio conjunto de cartas de Bruce Chatwin seleccionado y editado por la viuda del escritor, Elizabeth Chatwin, y por su biógrafo Nicholas Shakespeare.

Organizado en doce capítulos precedidos de espléndidas introducciones y de comentarios que construyen el marco argumental que las sitúa en su contexto vital, el conjunto traza la autobiografía epistolar -menos lineal y sistemática que las biografías convencionales, pero a cambio mucho más directa- de un escritor irrepetible y enigmático que murió poco después de haber encontrado su voz propia, cuando "Bruce apenas había empezado. Tan sólo vimos el primer acto", como explicó su amigo Salman Rushdie.

Desde una carta escrita a sus padres con menos de ocho años desde el colegio donde pasaba su primer domingo interno y en la que explicaba con orgullo que era el segundo de la clase, hasta la carta final, de finales de 1988, apenas dos semanas antes de su muerte, dirigida a Nicholas Shakespeare desde un castillo del sur de Francia donde pasó sus últimos meses de vida, la abundante correspondencia de Chatwin que conservan sus destinatarios es el testimonio de una vida nómada que le llevó a la Patagonia, Afganistán, Suecia, Sudán, Australia o China, y de una personalidad compleja, inquieta y vagabunda.

Es el Chatwin en tránsito constante de ida y vuelta, el yoyó Chatwin, según se define a sí mismo en una carta enviada a George Ortiz desde Praga el 7 agosto de 1987.

Bajo el sol. Así estaba Chatwin entre julio y octubre de 1978 en Ronda, en una casa sin electricidad, el cenador de un  antiguo convento. Y desde allí lamenta el bochorno que le agota y le impide escribir como quisiera -Me aso. Tengo más calor aquí que en Benarés-, evoca a una fantástica reinona pelirroja que regenta un bar de tapas y sufre el rigor sahariano del viento de levante.

Controvertido y sorprendente, Chatwin es autor de “una obra literaria que asombra por su capacidad de innovación”, como señala en su introducción Nicholas Shakespeare, que empezó a trabajar con las cartas de Chatwin cuando redactó su biografía y que ha culminado con este volumen una labor de recopilación que se ha prolongado durante dos décadas.

Sebald lo definió como una personalidad enigmática que escribió libros inclasificables, como un torbellino en constante transformación en el que convivían personalidades contradictorias.

Obsesivo, inestable y problemático, se construyó un personaje como máscara para proteger las zonas más frágiles de su personalidad y por eso en estas cartas, como explica el editor, un Chatwin más vulnerable que su personaje literario “revela mucho más de él de lo que estaba dispuesto a mostrar en sus libros.”

Seguramente si Chatwin hubiera escrito su autobiografía, el resultado se parecería mucho a la imagen que ofrecen estas cartas que tienen como destinatarios a sus padres, su mujer, a expertos en arte, a cineastas como  James Ivory o a escritores amigos como Gerald Brenan, Susan Sontag o Paul Theroux.

En muchas de estas cartas, la capacidad descriptiva de Bruce Chatwin y su mirada plástica iluminan el paisaje -Mauritania, nada excepto hombres azules caminado a través de paisajes naranjas y púrpuras- o lo resume con trazo rápido -Botsuana: calor, polvo y arañas.

O brilla su ironía cuando recuerda a un experto en poesía griega que tiene una mujer que habla sin parar del número áureo en el arte griego.

Santos Domínguez

26 diciembre 2012

Tomeo. Cuentos completos



Javier Tomeo.
Cuentos completos.
Edición y prólogo de Daniel Gascón.
Páginas de Espuma. Madrid, 2012.

Desde la década de los ochenta, la extensa y peculiar obra narrativa de Javier Tomeo le ha ido confirmando como uno de los más renovadores y libres escritores españoles contemporáneos, como un autor que ha puesto su imaginación al servicio de la creación de un mundo excéntrico, a veces divertido y a veces inquietante, siempre en el límite de la crueldad y de la pesadilla, del humor y el absurdo.

El inconfundible mundo literario de Tomeo, más que en sus novelas, se ha configurado en su narrativa breve, en estos Cuentos completos que se reúnen por primera vez en un espléndido volumen que publica Páginas de Espuma con edición y prólogo de Daniel Gascón.

Javier Tomeo es un narrador de enorme capacidad en la distancia corta y directa del cuento, un autor que se mueve con soltura con una gran economía de lenguaje y recursos, en unos textos breves que son dardos certeros que llegan con facilidad al lector porque son muy directos y apenas hay en ellos descripciones.

Se reúnen en este amplio tomo los animales en primera persona de sus dos Bestiarios, las figuras en diálogo en las escenas dramáticas de las Historias mínimas, los híbridos intercambiables de hombres y animales en Zoopatías y zoofilias, la muñeca hinchable y el hombre bicolor de los Cuentos perversos o el centenar de textos agrupados en el último apartado, Inéditos y reescrituras.

La base de casi todos sus relatos son los personajes, seres lunáticos, solitarios e inestables que, sin barreras morales ni lógicas, actúan por impulsos instintivos ante situaciones extravagantes. Personajes atípicos y esperpénticos, amados monstruos como los que aparecen en el título de una de sus novelas más leídas.

Dotado de un inusual sentido del humor, con una explosiva y chocante mezcla de Buñuel, Valle y Kafka, Javier Tomeo -a quien el lector puede confundir con el narrador en primera persona que suele aparecer en su narrativa- transmite en sus textos una visión ácida de las relaciones humanas a través de una reflexión tierna y benevolente o cruel y desengañada sobre la condición humana.

Una visión valleinclanesca que deforma a los personajes y exagera las aristas de la realidad por medio del narrador-personaje que suele predominar en sus relatos, en los que se alternan con mucha fluidez la narración y el diálogo y se suceden de manera magistral las transiciones entre estilo directo e indirecto en frases relampagueantes y párrafos cortos llenos de expresividad y dinamismo.

Tomeo ha dicho alguna vez que sus narraciones son emanaciones sentimentales que afloran al exterior en forma gaseosa, que el comportamiento de sus criaturas puede resultar poco ortodoxo y que algunas de ellas son incluso víctimas de lo que algunos psicólogos llaman reacciones en cortocircuito, que inscriben por derecho propio a casi todos sus personajes en el poblado censo de los psicópatas.

Por eso con frecuencia el lector tiene la sensación de estar ante una sucesión de viñetas rápidas, como de película de Chaplin o Buster Keaton. Esa economía narrativa de Tomeo afecta también a los personajes, pocos y terminantes en sus palabras, que se mueven en los márgenes de la sociedad, de la realidad y de la lógica para habitar un mundo absurdo, sometido a una lógica sonámbula de pesadilla imposible que mezcla con naturalidad las albóndigas con la Revolución Francesa, el sobrepeso con la suspicacia y los charcos con el apetito. Una lógica tan descoyuntada como esos personajes de Tomeo a los que se les doblan las rodillas.

Siempre a medio camino entre lo previsible y lo sorprendente, el de estos relatos es el mejor Tomeo, tan directo y tan terminante como siempre, con esa primera persona verosímil que nos cuenta historias inverosímiles de personajes excéntricos con un sentido del humor cruel.

A partir de unos planteamientos argumentales en los que lo costumbrista se enriquece con un toque kafkiano de extravagancia o de disparate, en los cuentos de Tomeo asoma la mirada, más despiadada que irónica, del Valle-Inclán esperpéntico, porque la distancia narrativa es siempre la del narrador que descoyunta a sus criaturas y las maneja desde arriba como a marionetas.

Como en el esperpento, como ocurre también en sus novelas, el tratamiento degradante de los personajes es paralelo a la personalización de los objetos. De esa peculiar mirada habla Daniel Gascón en su prólogo El mundo de Tomeo:

“En estos relatos están las preocupaciones más constantes de su literatura: la aceptación de las reglas del azar y el absurdo, la capacidad de sugerencia y la fascinación por lo monstruoso, la animalización de los humanos y la humanización de los vegetales y los animales, la fascinación por los detalles del mundo natural y la desconfianza hacia la tecnología, la fantasía desbocada y la intuición escalofriante, la vivencia traumática del amor y el sexo, la violencia repentina, la importancia del ello y esa mirada que a Tomeo le gusta llamar “psicopática”.

Con su prosa tajante y directa, Tomeo suele transmitir una visión ácida de las relaciones humanas y de la soledad poniendo distancia no sólo con los personajes, sino con la narración misma en unos relatos en los que se concentran los rasgos característicos de su narrativa: el absurdo, el humor y una cierta crueldad que recuerda a Buñuel; con situaciones insólitas, cómicas y lamentables a la vez, que generan una reflexión simbólica y amarga sobre la condición humana.

Sus personajes atípicos, excéntricos e incomunicables son el punto de partida y de llegada de historias inverosímiles en las que Tomeo se maneja con soltura y una enorme economía verbal en la elaboración de los diálogos y las descripciones.

Libertad e imaginación, humor y parábola, mundo y fábula son los materiales literarios que más frecuenta Tomeo. Y a todo eso hay que añadir una evidente tendencia a la abstracción y al simbolismo, una preferencia clara por los personajes masculinos y solitarios y por los finales abiertos como la vida, en esas distancias cortas que le han convertido en un narrador eficaz, en el constructor de una de las obras narrativas más peculiares de los últimos treinta años y en uno de los indiscutibles maestros del cuento contemporáneo en España.

Santos Domínguez

24 diciembre 2012

Yokai. Monstruos y fantasmas en Japón


Chiyo Chida.
Andrés Pérez Riobó.
Yokai.
Monstruos y fantasmas en Japón.
Satori. Gijón, 2012.


Híbridos de formas animales y humanas, los yokai japoneses viven a medio camino entre la realidad y la pesadilla, entre la superstición y el folklore en los espacios compartidos por el mundo de los dioses y los hombres.

Yokai. Monstruos y fantasmas en Japón, la espléndida guía ilustrada de estos monstruos y fantasmas japoneses que han publicado en Satori la diseñadora gráfica japonesa Chiyo Chida y el historiador Andrés Pérez Riobó, es una recopilación de leyendas que hace un inventario alfabético de 33 yokai por su apariencia física y por su temperamento.

Protagonistas grotescos o terroríficos de diversas leyendas tradicionales japonesas, atormentan, asustan o auxilian a las personas desde su condición de dioses menores caídos en desgracia, de habitantes de los fondos marítimos, los bosques intrincados o las montañas inaccesibles.

Malignos o benéficos, divertidos o violentos, invisibles y extraños, permanecen en un limbo propio aunque con frecuencia invaden el mundo de los hombres para ocupar en principio un lugar en los relatos tradicionales de transmisión oral y para adquirir forma plástica desde el siglo XVII, en el periodo Edo de la cultura japonesa.

Es entonces cuando toman cuerpo estas apariciones inquietantes que a menudo muestran esas formas mixtas de animal y hombre, aunque también, como los oni, pueden ser ogros de montaña, diablos rojos y cornudos que asaltan al viajero. 

El oni es seguramente el más serio y peligroso de los yokai y, junto con el kappa –un humanoide anfibio- y el tengu –un duende-, también el más famoso. Pero las variantes son muchas: el chupamugres o chupatechos, el lavahabas que aterroriza con ese ruido a la orilla del río, el fuego fatuo o la sirena, el dios perro o el vuelcaalmohadas, la vieja de montaña o la mujer de nieve, el cara plana o el cortapelos con aspecto de gallo punki o la mujer de cuello elástico que figura en la portada.

Una variada zoología oriental del fantasma capaz de diversas metamorfosis físicas o monstruoso resultado físico de la monstruosidad del carácter, de los celos o la envidia.

Estos crepusculares seres de frontera y penumbra que procesionaban en las oscuras noches del medievo se modernizaron y emigraron de las zonas rurales a los núcleos urbanos antes de convertirse en antecedentes del manga y de los videojuegos, a cuya iconografía han contribuido de forma decisiva.

Santos Domínguez

21 diciembre 2012

Para Eugenio Montejo



Para Eugenio Montejo.
Edición de Gustavo Guerrero.
Pre-Textos. Valencia, 2012.


En casa me decían: -¿Dónde has estado?
Me hablaban de los lobos,
pero yo tenía tiempo.
...
No queda en casa nadie que pregunte,
sino sus fotos en los muros.
Busco las huellas de los lobos
que me asustaban. Y los lobos son ellos.

Pocas veces se topa un lector con un poema en el que convivan la dureza del fondo y la suavidad del tono como en ese Deshora de Eugenio Montejo (1938-2008) que cita Antonio Deltoro en uno de los textos que forman el espléndido volumen Para Eugenio Montejo. Un homenaje seguido de una selección de poemas del poeta venezolano que publica Pre-Textos.

Que no sepan sus poemas que él ha muerto. Esas palabras de Auden que recuerda el editor Manuel Borrás en el párrafo que abre el libro resumen el sentido de este homenaje coordinado por Gustavo Guerrero.

Una reunión de amigos en torno a la memoria personal y literaria del amigo y del poeta muerto. Desde esa doble experiencia de la lectura y la amistad se suceden treinta y cinco evocaciones recorridas por la proximidad emocional, el afecto amistoso y la admiración literaria..

El volumen se completa con una antología breve pero significativa con veinte poemas de uno de los poetas imprescindibles de la lengua española en los últimos años, que escribió memorablemente versos como estos:

Dura menos un hombre que una vela
pero la tierra prefiere su lumbre
para seguir el paso de los astros.
Dura menos que un árbol,
que una piedra,
se anochece ante el viento más leve,
con un soplo se apaga.
Dura menos un pájaro,
que un pez fuera del agua,
casi no tiene tiempo de nacer,
da unas vueltas al sol y se borra
entre las sombras de las horas
hasta que sus huesos en el polvo
se mezclan con el viento,
y sin embargo, cuando parte
siempre deja la tierra más clara.

Santos Domínguez

20 diciembre 2012

Diccionario de iconografía y simbología

                                                                            


Federico Revilla.
Diccionario de iconografía y simbología.
Grandes Textos Cátedra. Madrid, 2012.

Es ya la octava edición de una obra imprescindible, de un referente cultural que va mucho más allá del mero libro de consulta para eruditos.

El Diccionario de iconografia y simbología de Federico Revilla, que publica Cátedra en una versión ampliada con casi trescientas entradas nuevas, es ya un clásico en los estudios de arte, literatura y antropología cultural, y su reedición confirma el interés que siguen suscitando sus descripciones y sus propuestas de interpretación.

Son ya casi tres mil quinientas las voces analizadas en esta obra viva y creciente sobre unos símbolos que –explica su autor en el texto introductorio de esta nueva edición- son otros tantos intentos de la humanidad, en sus diversos ámbitos y épocas, para alcanzar las realidades más delicadas, decisivas o huidizas.

Del cenotafio de Carlos II en la catedral de Barcelona a Greta Garbo, de los personajes bíblicos a los animales que prestaron su personalidad a las fábulas clásicas, del Angelus novus de Klee al Grial, de Leviatán a la conquista del Oeste y de los centauros a la cultura rock, un recorrido antropológico, histórico y cultural por el origen, el significado y la evolución de unos símbolos que han construido la historia de la humanidad, están presentes en la vida diaria y en el inconsciente colectivo, inciden en las mentalidades sociales y en los comportamientos individuales

Apoyados en construcciones metafóricas o en sustituciones metonímicas, los símbolos permiten una vinculación de lo sagrado y lo profano y generan la relectura del mito a la luz del presente, una teoría de la imagen de los cuatro elementos o una interpretación de los atributos religiosos de la santidad y sus variantes.
En libros como este encuentran su cifra,  su resumen y la explicación de su sentido esos símbolos  que, como señala Revilla, nos orientan pero también nos sorprenden.

Y en esa doble vertiente, la de la orientación y la sorpresa, puede resumirse esta obra fundamental y sugerente.

Santos Domínguez

19 diciembre 2012

Navidades de libro. Viajes




Christopher Isherwood.
El cóndor y las vacas.
Diario de un viaje por Sudamérica.
Traducción de Andrés Barba.
Sexto Piso Realidades. Barcelona, 2012.

Amigo de Auden, y conocido sobre todo por su Adiós a Berlín, que fue adaptado al cine por Bob Fosse en la conocida Cabaret, el dramaturgo y novelista Christopher Isherwood (1904-1986) viajó por Sudamérica acompañado del fotógrafo estadounidense William Caskey entre el 20 de septiembre de 1947 y el 27 de marzo de 1948.

Ese mismo año, a partir de las notas que fue tomando, publicó sus impresiones del viaje en The Condor and The Cows, un diario que acaba de editar en español Sexto Piso con traducción de Andrés Barba y las fotografías de Caskey.

Cartagena, Bogotá, Cali, Popayán, Quito, Lima, Arequipa, La Paz y Buenos Aires son las estaciones principales por las que transita un viajero lúcido y agudo, con la mirada aguda del escritor y la perspectiva distante del extranjero en la Bogotá de las librerías y los limpiabotas que citaban a Proust, en Cartagena de Indias o en una travesía por el río Magdalena.

La misma capacidad de observación y de análisis que demostró en los relatos de Adiós a Berlín aparece en este trayecto que va desde el ámbito andino y montañoso del cóndor hasta las vacas de la Pampa. Ciudades y campos, paisajes y personajes, incidentes y asombros evocados en la prosa ágil de Isherwood, que ve en Medellín un pequeño Chicago y detecta la peste sudamericana en los ejércitos y en los generales golpistas.

La violencia, la represión, la apatía, la pobreza, la energía malgastada y la riqueza mal repartida como claves históricas de un territorio analizado en su dimensión moral y humana por la mirada perspicaz de Isherwood, que es mucho más que un turista.



Oscar Wilde.
Impresiones de Yanquilandia.
Traducción de Susana Carral.
Rey Lear. Madrid, 2012.

La estupenda traductora que es Susana Carral es la responsable de la versión en Rey Lear de Impresiones de Yanquilandia, un libro tan breve como espectacularmente editado, porque suma a los cuatro ensayos de Wilde – Impresiones de Norteamérica, La invasión americana, El hombre americano y El Evangelio según Walt Whitman- un abundante número de fotos y grabados de los Estados Unidos que conoció Wilde en 1881 cuando viajó allí para dar un ciclo de conferencias.

Por favor, no disparen al pianista: Hace lo que puede. Oscar Wilde vio ese cartel sobre el piano de un salón de baile en Liedville, la ciudad más rica del mundo. Y la más violenta: en ella todos los hombres llevan revólver. Lo cuenta en sus Impresiones de Norteamérica, el primero de los cuatro artículos que se recogen en este volumen generosamente ilustrado con abundantes imágenes de la época. Un dandy en el Oeste, como señala el prólogo del editor.


Benito Pérez Galdós.
Viajes de un desmemoriado.
Prólogo de Germán Gullón.
Ediciones Evohé. Madrid, 2012.

En su colección El periscopio, dedicada a los libros de viaje, Ediciones Evohé publica una selección de textos viajeros de Pérez Galdós.

Prologados por Germán Gullón, se recogen en este volumen sus Viajes por España, las Memorias de un desmemoriado, los Viajes por Europa –Portugal, Italia, Inglaterra-, además de un apéndice con las cartas de Galdós a Clarín.

Santillana del Mar, El Toboso, Lisboa, Verona, la costa napolitana, Roma, Edimburgo o la casa de Shakespeare son algunos de los lugares en los que se detiene un Galdós que se describe a sí mismo como un “peregrino infatigable.”

Es una buena manera de comprobar lo que dice Germán Gullón en el prólogo: que “la literatura de viajes de Galdós no ha sido tratada con el cuidado que se merece, y este libro sale con la intención de rescatar textos importantes. Los viajes aquí contados vienen a constatar que, a diferencia de la fama que le atribuye la ignorancia, fue un escritor cosmopolita.”

Porque la mirada del Galdós viajero que escribe estos textos no es la visión rápida y superficial del turista, sino la del escritor a tiempo completo que extrae de sus experiencias itinerantes un material que tiene valor en sí mismo por su maestría en las descripciones, pero que incide además en las zonas más conocidas de su obra novelística.

Ana Puértolas.
Paris-Saigón.
Pasos perdidos. Madrid, 2012.

En Paris-Saigón, que publica Pasos perdidos, Ana Puértolas, que fue durante años encargada de la sección de Viajes del periódico El País y directora de la revista Viajar, narra un viaje de miles de kilómetros con doce escalas insospechadas entre París y Saigón.

Es un largo viaje que dura cuarenta años, desde el París de 1965 al Saigón de 2005 y que, como señala Ana Puértolas, resume “la historia de una ruta marcada tanto por el azar como por el deseo.”

Un recorrido imprevisible por ciudades y paisajes ligados a la experiencia, a la literatura y a los sentimientos de la viajera, desde los veinte años que tenía la joven que se escapa un verano a París y se deslumbra ante la libertad  y ante la vida, y el Saigón de 2005, al que llega la autora “manteniéndome a flote como la ciudad, mudable y testaruda.”

Lima bajo el toque de queda, la llovizna y la brutalidad militar, la Jerusalén ocupada por Israel, Alepo como cruce de caminos y culturas, las pirámides y los templos mayas de Tikal... son las primeras etapas de un itinerario prolongado a lo largo de cuatro décadas en las que la viajera se transforma más que el mundo, y su forma de mirar –tan intensa en Ana Puértolas, tan llena de vida, de emociones y de ideología- cambia más que lo que mira.

Joseph Conrad.
El espejo del mar.
Recuerdos e impresiones.
Edición y traducción de Javier Marías.
Prólogo de Juan Benet.
Debolsillo. Barcelona, 2012.

Aunque poco conocido, El espejo del mar es desde hace tiempo un libro de culto para iniciados en Conrad. El mejor de los suyos en opinión de algunos de sus más prestigiosos lectores. Por eso, a instancias de Juan Benet, Javier Marías hizo con ella una de sus mejores y más difíciles traducciones en una edición que publicó Hiperión.

“Contra el aprovechado y explotador gremio de los editores en general /.../ y contra uno de éstos en particular, nítido ejemplo de aprovechamiento y explotación,” Marías revisó en 2004 para una edición ilustrada en Reino de Redonda la traducción  del “libro que más trabajo le dio en su vida y le supuso más dificultades -pero quizá también más íntimos orgullo y satisfacción.” Una de las razones era “el inalterado e inconmovible entusiasmo del traductor por dicho libro.”

Aunque sin el material gráfico de la edición de Reino de Redonda, esa es la versión que publica Debolsillo, con el prólogo de Juan Benet, que compartía su entusiasmo con el editor y explicaba que en este libro “no hay una sola página de estilo menor, no hay un solo personaje o frase de reputación dudosa, nadie viene de fuera con voz propia. Todo el libro es Conrad cien por cien, y, además, el mejor Conrad, el que sabía dibujar un hecho del mar con la más perfecta forma literaria, y el que sabía ilustrar un acontecimiento narrativo con la más acertada imagen marinera.”

Son catorce textos escritos “como si le hablara a un viejo amigo" por un marinero en tierra como desahogo mientras componía Nostromo, una de sus novelas más trabajadas e intensas. Catorce capítulos que completan una narración autobiográfica sobre su relación con el mar y los veleros, una experiencia fundamental en la vida y la obra de Conrad.

El espejo del mar constituye –escribía Conrad en 1919- “el mejor homenaje que mi piedad puede rendir a los configuradores últimos de mi carácter, de mis convicciones, y en cierto sentido de mi destino: al mar imperecedero, a los barcos que ya no existen y a los hombres sencillos cuyo tiempo ya ha pasado.”


Julio Camba.
Londres.
Prólogo de Francisco Fuster García.
Reino de Cordelia. Madrid, 2012.

En su Novela de un literato, Rafael Cansinos Assens describía a Julio Camba como un feroz anarquista que “odiaba a los burgueses, pero amaba la buena vida burguesa, los bistecs gordos y las mujeres finas.”

No parece que Camba encontrase muchos filetes gordos ni muchas mujeres finas en el año largo que estuvo en Londres escribiendo artículos y crónicas para un periódico de Madrid. Estaba recién llegado de un París muy distinto cuando se instaló en Londres -“donde la gente no se ríe nunca”- desde finales de 1910 hasta enero de 1912.

Después de Playas, ciudades y montañas, Reino de Cordelia publica, también con prólogo de Francisco Fuster García, Londres, una espléndida antología de aquellos textos periodísticos con los que Camba se ganaba la vida como corresponsal indolente y brillante.

Es una reunión de textos que sin embargo genera un volumen coherente no solo por la referencia común al espacio urbano londinense, sino por la homogeneidad del tono con que están escritos estos artículos, que se recogieron en forma de libro en 1916.

Desde la entrada en Inglaterra por la aduana de Newhaven, se van sucediendo estampas con guardias ingleses, sobrehumanos, impasibles e impermeables en una ciudad que con sol es absurda e inexplicable; referencias a la comida de unos ciudadanos que comen de pie y se bañan a diario porque viven en un país sucio y sepultado bajo la niebla.

La lucha con el idioma, las mujeres feas, la psicología de la blasfemia, la visión de los ingleses como animales tranquilos que admiran las ruinas, una fantasía sobre las patatas a propósito de la monotonía unánime de la comida inglesa –si no tienen imaginación en la cabeza, ¿cómo van a tenerla en el estómago?- son algunos de los temas en los que brillan el ingenio y la prosa del mejor Camba, el articulista genial al que le sirve cualquier asunto para trazar una estampa londinense.

El negocio y el deporte, el gin y las tabernas, los barberos ingleses, los oradores de Marble Arch, las costumbres, la moral inglesa y sus virtudes húmedas y frías y el carácter de los londinenses, indiferentes o suicidas, los clubes de mujeres solas, el pudding navideño o el público de los teatros.

Camba luchaba con humor y buena prosa con aquella ciudad donde todo le es hostil al español: el idioma, las comidas, las costumbres. Pero de aquella hostilidad ambiental aquel dormilón en Londres extrajo el material del que se nutren algunas de sus mejores páginas.

Santos Domínguez



18 diciembre 2012

Gerald Brenan. Diarios sobre Dora Carrington

Gerald Brenan.
Diarios sobre Dora Carrington
y otros escritos (1925-1932).
Edición de Carlos Pranger.
Traducción de Laura Naranjo y Carmen Torres García.
Confluencias. Almería, 2012.

Con edición de Carlos Pranger y traducción de Laura Naranjo y Carmen Torres García, la editorial Confluencias inaugura una nueva colección con los Diarios sobre Dora Carrington y otros escritos de Gerald Brenan.

Inéditos en conjunto, aunque los utilizó parcialmente en su Memoria personal, estos diarios muestran, como señala Carlos Pranger en su Nota a la edición, “el itinerario vital y místico de Brenan entre 1925 y 1932, marcado por su romance con Dora Carrington y el trágico suicidio de la pintora.”

Con Bloomsbury al fondo, Dora Carrington, Ralph Partridge y Lytton Strachey son los nombres de un triángulo amoroso complicado y platónico, carnal e intelectual. Y al margen, obsesionado con Dora, soñando con ella desde la Alpujarra, Brenan anota en estos diarios las intermitencias de una relación difícil, de un afecto “por fascículos”, como dice Carlos Pranger en el intenso prólogo que titula Gerald Brenan y las estaciones del alma.

Entre la realidad y la fantasía onírica, esa relación complicada entre el escritor y la pintora fue determinante en el desarrollo de la vocación literaria de Brenan y en su descubrimiento de la mística como vía de evasión y de idealización de aquella historia sentimental conflictiva entre dos personas tan problemáticas como ellos y el círculo que les rodeaba.

Fue una relación que duró desde 1921 a 1925, por lo que estos diarios reflejan, como indica el propio Brenan en el Prefacio, los últimos y dolorosos coletazos de esa historia de amor hasta la muerte de Carrington.

Organizados en dos partes, de 1925 a 1926 la primera y de 1927 a 1932 la segunda, estos diarios se mueven entre los amores reales y los amores imposibles, entre la obsesión y la depresión, entre el sueño y el desengaño, y se incrementan con la edición de materiales complementarios en forma de cartas y anotaciones sobre Dora, a las que se añaden al final varios relatos y sueños sobre las muertes de sus amigos Lytton y Dora.

Por ejemplo este sueño, de la noche del 31 de marzo al 1 de abril de 1932:

Soñé que veía a Lytton, alto y solemne, completamente vestido de negro.
Me decía: «He de asistir a una ceremonia importante, muy importante, y no tengo ropa apropiada. Devuélveme la capa, la que tienes tú.»
Yo le alargaba la capa negra que llevaba echada en el brazo.
«Está del revés», dijo, y le dio la vuelta. El otro lado, como pude ver entonces, era rojo sangre.

Esa misma noche Brenan sueña con una escalera que baja desde el mundo de los vivos al de los muertos. Allí, como un nuevo Dante o como un Eneas actual, ve a Dora con un cubo vacío en la mano. Y anota esta reflexión:

Todas las noches desde su muerte, descendía como Eneas al país de los muertos, aunque por el día tuviera la impresión de haberla olvidado. De hecho mis noches, como mis días, formaban una sucesión intercomunicada, de modo que en mi cabeza parecían vivir codo a codo dos personas diferentes.

Tras haber meditado, añadiré que creo que este sueño es una excusa ideada para paliar la dificultad que he sufrido todo este tiempo para comprender que D. C. está muerta, en otras palabras, mi indiferencia.

Con este título se inaugura la colección Gerald Brenan de excéntricos y heterodoxos, en la que ya se anuncia la entrega siguiente, su poesía completa.

Santos Domínguez

17 diciembre 2012

Navidades de libro. Bolsillo

Álvaro Mutis.
Empresas y tribulaciones
de Maqroll el Gaviero.
Debolsillo. Barcelona, 2012

Uno de los conjuntos novelísticos más ambiciosos y brillantes de la literatura contemporánea en español. Un recorrido completo y tortuoso por puertos y peligros de la mano de Álvaro Mutis y Maqroll el Gaviero. Debolsillo reúne en un estuche con dos tomos las siete novelas que resumen las aventuras y errancias de un personaje inolvidable: La Nieve del Almirante, Ilona llega con la lluvia, Un bel morir, La última escala del Tramp Steamer, Amirbar, Abdul Bashur, soñador de navíos y Tríptico de mar y tierra. La edición se cierra con un epílogo de García Márquez (Mi amigo Mutis), un texto escrito sólo para decirle con todo el corazón, cuánto lo admiramos, carajo, y cuánto lo queremos.




Charles Dickens.
Grandes esperanzas.
Traducción de Manuel Vallvé.
Booket Austral Navidad. Barcelona, 2012.

Como culminación del bicentenario de Charles Dickens, Austral publica en su colección Booket Navidad Grandes esperanzas, una de las grandes obras de madurez del maestro de la novela en inglés del siglo XIX y su última obra maestra.

Contada en forma autobiográfica por Philip Pirrip, un narrador-personaje que evoca su vida desde que era el huérfano Pip, Grandes esperanzas es la novela mejor construida de Dickens, con una muy meditada estructura arquitectónica en tres partes.

En torno a los ambientes rurales de la primera parte y a los urbanos de las otras dos, aparecen la pobreza y la adversidad, la crueldad y la extravagancia, la sordidez y el humor o el espacio de la casa o de las calles de Londres como un personaje más con descripciones memorables de la ciudad y las orillas del Támesis.

Y todo concluye en el ambiguo final, melancólico y abierto a la esperanza, de una de las novelas más oscuras y nocturnas de un Dickens desilusionado y con una clara inclinación al claroscuro y al contraste.

Síntesis culminante de su narrativa, Grandes esperanzas es también la novela más hondamente arraigada en la memoria personal de Dickens. La espléndida traducción de Manuel Vallvé es otro motivo para recomendar su imprescindible lectura.

 



Julio Cortázar.
Los relatos.
El libro de bolsillo.
Alianza Editorial. Madrid, 2012


En sus últimos años, Julio Cortázar organizó sus relatos en cuatro tomos –Ritos, Juegos, Pasajes, Ahí y ahora- que no responden a un criterio cronológico, sino a la afinidad de enfoque, a su semejanza de tono y a las líneas de fuerza que orientan su temática.

De esa manera conseguía que los textos estableciesen nuevos vínculos y nuevas relaciones en un nuevo contexto, el de estos cuatro volúmenes que publica Alianza en su colección de bolsillo.

Se reagrupan así en una secuencia diferente a la de su escritura relatos perfectos como Casa tomada, Circe o Carta a una señorita en París, textos fundamentales como Continuidad de los parques, La noche boca arriba, La isla a mediodía, La salud de los enfermos y Final del juego, o relatos contemporáneos de Rayuela, como Las babas del diablo o El perseguidor.

El cuento es para Cortázar el territorio de lo fantástico en todas sus variantes, el lugar de la extrañeza que irrumpe en lo cotidiano en forma de pesadilla, de sorpresa o de revelación. La tensión entre lo irracional y la rutina, el tema del doble, la distorsión del espacio y el tiempo están presentes en muchos de estos relatos en su expresión más definitiva.

En esa frontera imprecisa que separa la realidad de la ficción y el sueño de la vigilia, allí donde el misterio surge de lo trivial se sitúan algunas de las claves del Cortázar más sorprendente, variado o provocador, del que escribía Vargas Llosa: La verdadera revolución literaria de Cortázar está en sus cuentos. 


Victor Hugo.
Los miserables.
Traducción de 
Nemesio Fernández Cuesta.
Edición y notas de José Luis Gómez.
Introducción de Alain Verjat.
Austral. Barcelona, 2012.

Siglo y medio después de su primera edición en 1862, Los miserables vuelve al primer plano de la actualidad con el estreno inminente de una esperada versión cinematográfica dirigida por Tom Hooper (El discurso del rey) e interpretada por Anne Hathaway, Hugh Jackman y Russell Crowe. De hecho, para la portada de esta reedición en Austral se ha elegido el cartel de la película con la magnífica fotografía de Amanda Seyfried en el papel de Cosette.

Es una buena ocasión para volver a este novelón irrepetible y visitable que nunca ha pasado de moda y ha generado secuelas tan memorables como el famoso musical de Boublil y Schönberg, porque como en todos los clásicos en Los miserables cabe el mundo y vive nuestro tiempo en un espacio literario y moral alejado de la liviandad de la literatura ligera y del pensamiento blando.

Fantine, Cosette, Jean Valjean, Javert, Myriel, el admirable obispo de Digne, o Marius, por encima de su condición romántica, son personajes intemporales, actores de una trama que es una defensa de la dignidad frente al infortunio. En ellos habitan el arrepentimiento y la injusticia, la maldad y el heroísmo, el encarnizamiento y la piedad, el desamparo y la esperanza.

"Este libro -le escribía Hugo a su editor- es la historia mezclada con el drama, es el siglo, es un espejo amplio que refleja al género humano en un momento concreto de su existencia. Novela por supuesto, pero también es Historia."
Los miserables, añade Alain Verjat en la certera introducción al texto, es "historia de los acontecimientos que cambian la faz del mundo (Waterloo), historia social (retrato del gran burgués), historia de las mentalidades. Sin olvidar, ya que de Victor Hugo se trata, la dimensión poética, el aliento épico que insufla a la mayoría de sus capítulos.”
 


Cormac McCarthy.
Trilogía de la frontera.
Traducciones de
Pilar Giralt y Luis Murillo.
Debolsillo. Barcelona, 2012.

Con traducciones de Pilar Giralt (Todos los hermosos caballos) y Luis Murillo (En la frontera y Ciudades de la llanura), Debolsillo reúne en una cuidada edición en un estuche tres novelas imprescindibles, que forman la Trilogía de la frontera de Cormac McCarthy, junto a Don DeLillo y Philip Roth uno de los grandes del último medio siglo en la novela norteamericana.

Anteriores a No es país para viejos y La carretera, estas tres novelas construyen la épica degradada del sur en la frontera entre Texas y México a través de dos antihéroes, John Grady Cole y Billy Parham, a mediados del siglo XX.

Bajo la mirada dura y cinematográfica de McCarthy, con la prosa cortante y fría de un narrador imprescindible y sólido, esta trilogía cuenta un viaje de formación y unas historias crepusculares, muestra la soledad de las existencias errantes de los protagonistas en unas formas de vida que tienen los días contados en un mundo en extinción.
Esos jinetes que cabalgan interminablemente sobre su desarraigo en un paisaje hostil forman parte de una época que se acaba, de modo que la frontera del título no es solo una referencia espacial a un Sur que ya no existe, sino también a un tiempo que se acaba sobre el telón de fondo del paisaje hostil del desierto mejicano.

Santos Domínguez