06 mayo 2007

Irak, Afganistán e Irán


Nazanín Amirian y Martha Zein.
Irak, Afganistán e Irán.
40 respuestas al conflicto en Oriente Próximo.

Desórdenes. Biblioteca de ensayo.
Lengua de Trapo. Madrid, 2007.


La editorial Lengua de Trapo acaba de poner en las librerías un valiente análisis que plantea cuarenta preguntas sobre el conflicto en Oriente Próximo. Lo firman Nazanín Amirian, una politóloga iraní que reside en España desde 1983 y es actualmente profesora en la UNED, y Martha Zein, narradora y columnista alemana.

Se trata de un trabajo riguroso que ha manejado un verdadero caudal de informaciones actualizadas hasta casi el mismo momento de la publicación. El libro se abre con una introducción en la que plantean el conflicto de Oriente Próximo en su contexto regional, en relación con los intereses expansionistas de Israel y los yacimientos petrolíferos de la zona, y en su dimensión internacional con una única potencia hegemónica que aspira a perpetuarse según los planteamientos de los neocons convencidos del fin de la historia.

Y a partir de ahí se plantean cuarenta preguntas y se ofrecen cuarenta respuestas articuladas en torno a cuatro ejes:

Irak o la guerra de Israel.
Afganistán o la guerra de EE. UU.
¿Irán amenaza o es amenazado?
La actual crisis nuclear con Irán.

En torno a esas cuatro cuestiones se plantean preguntas tan cruciales como estas, que exigen un análisis agudo y complejo:

¿Se han cumplido los planes de EE UU-Israel en Irak?

¿Qué es eso que atrae tanto a las potencias occidentales que una vez derrocados los talibanes no se marchan de Afganistán?

¿A qué se debe esa extraña tranquilidad desafiante del régimen iraní ante las amenazas de EE UU?

¿Serán capaces de lanzar un ataque nuclear sobre Irán?

Cuando las mismas mentiras que se utilizaron como excusa para invadir Irak empiezan a esgrimirse contra Irán, resulta muy oportuno un libro como este, que deja al descubierto el entramado de manipulaciones propagandísticas y de intereses oscuros que esconden los múltiples conflictos de la zona:

A estas alturas, la mayoría de los analistas y millones de personas en todo el mundo consideran que la verdadera razón de la criminal agresión militar de Estados Unidos y sus aliados contra el Estado soberano de Irak fue el control de su petróleo. Sólo algunos ex presidentes (y contados aún presidentes) siguen insistiendo en que si invadieron al moribundo Irak fue por las armas de «destrucción masiva» que poseía Sadam Husein, no dándose por enterados de la probada inexistencia de este armamento. Este mismo argumento vuelve a convertirse en un pretexto para la siguiente (e inminente) agresión: Irán. Por otra parte, quienes denunciaban la farsa, insistían en que el objetivo real de la Alianza era, principalmente, apoderarse de los inmensos campos de petróleo del país asiático. Se equivocan si arguyen que Sadam —ese gran títere de Washington— de repente se volvió anti imperialista y que, de forma parecida, la República Islámica de Irán se está convirtiendo en una enemiga de la Administración Bush... suposiciones absolutamente irreales. En este libro barajamos otra posibilidad: que el objetivo primordial de las guerras en Oriente Próximo promovidas por Washington no ha sido el control sobre el oro negro sino cumplir las directrices del gobierno israelí para debilitar e incluso destruir los dos grandes estados de la región, Irak e Irán, que son quienes pueden cuestionar su hegemonía y expansionismo militar y territorial. En el transcurso de este análisis político demostraremos, de paso, que estas aventuras bélicas perjudicarán a medio y largo plazo los intereses estratégicos, económicos y políticos de EE UU (que no de la élite gobernante actual). Decía el estudioso palestino Edward Said que la política de EE UU para Oriente Próximo se asienta en dos pilares centrales: el control de las abundantes reservas de petróleo de la región y la seguridad de Israel. Al sabio palestino se le escapó precisar que, a veces, como es el caso del actual caos en Irak, los proyectos geoestratégicos de Tel Aviv no sólo no convergen con los planes de Washington sino que colisionan de frente.

A pesar de esas colisiones, el libro aporta datos inquietantes sobre el lobby judío en Estados Unidos y el control político y económico que ejerce no sólo sobre los republicanos, sino sobre el Partido Demócrata.

Al control del petróleo y a la protección de los intereses del Estado de Israel, habría que añadir una tercera causa para entender las acciones armadas norteamericanas en la zona: la pedagogía del miedo y la demostración de músculo.

Ello provoca situaciones tan explosivas como la que se está incubando en torno a Irán:

En las circunstancias actuales, los presidentes de Irán y de Estados Unidos se retroalimentan. No hay duda de que una agresión militar sobre Irán incrementaría el poder y la popularidad de Ahmadineyad, y no sólo en Irán, sino también entre millones de musulmanes del mundo. Por su parte, el presidente Bush también puede recurrir a una agresión militar limitada —eso sí, después de una fuerte campaña de demonización de Irán que acabe presentándolo como el principal peligro para la paz mundial y la del cosmos—, para enviar las noticias sobre el caos en Irak y en Afganistán a un segundo plano, exportar la crisis política interna a la que se está enfrentando y, sobre todo, realizar los deseos de Israel de llevar a cabo «la doble contención» a Irán, pues ésta amenaza su política hegemonista en Oriente Próximo.

Las situaciones son tan complejas que no se agotan en una sola explicación ni en una sola causa. De ahí que el enfoque de esta realidad tenga que ser geoestratégico, financiero y tal vez ideológico. No son demasiado optimistas las previsiones de las dos autoras, a juzgar por la respuesta a la penúltima pregunta del libro, la que plantea la posibilidad de una ataque nuclear contra Irán:

Pues, sí. Todo indica que el ataque será más nuclear que convencional, sobre todo para no repetir fiascos como el de Irak. Por todos es sabido que un arma nuclear «borra» más y de forma más rápida cualquier huella del enemigo; por eso, para evitar que la opinión pública vuelva a dejar en evidencia la honorabilidad de los atacantes con sus dudas sobre si los atacados poseen armas de destrucción masiva, EE UU-Israel atacarán «nuclearmente» a Irán y así acabarán de un plumazo con cualquier evidencia que pudiera demostrar la inocencia iraní. Lo hacen por razones «preventivas», por si los ex presidentes y aún presidentes tuvieran que enfrentarse a la pregunta «¿Dónde estaban las armas nucleares de Irán?»; llegado el caso la respuesta sería absolutamente incuestionable: «Han sido destruidas en el ataque nuclear». De este modo, mandatarios como el ex presidente Aznar no tendrán que recurrir a perífrasis embarazosas del estilo:
Tengo el problema de no haber sido tan listo y no haberlo sabido antes, pero es que, cuando yo no lo sabía, nadie lo sabía... y todo el mundo creía que las había.

La técnica consiste en crear un bulo estremecedor y luego destruirlo para siempre.


El volumen, una aportación imprescindible al tema, lo cierra una larga serie de referencias bibliográficas. No es la bibliografía al uso. Se trata de algo bien distinto por su actualidad y su actualización: cinco páginas de enlaces a sitios de internet en revisión permanente.

Luis E. Aldave

05 mayo 2007

Corambo





José Antonio Ramírez Lozano.
Corambo.
DVD. Barcelona, 2007.


Corambo, el último libro de poesía de José Antonio Ramírez Lozano, es un nombre de lugar, del lugar de la palabra creadora que funda el mundo y, antes que la luz, ilumina la realidad. Porque la lengua inaugura las cosas al nombrarlas, empieza por fijar un territorio, un espacio propio.

Corambo es el nombre de ese lugar, refugio y defensa frente a un mundo en el que acechan la destrucción, el tiempo y el olvido, porque el sentido de la literatura es ese, el de enfrentarse al tiempo. De ese combate contra el tiempo trata este libro, porque, como asegura el premeditado final del libro, lo que importa es, al cabo, derrotar a la Muerte.

Y por eso el reino de Corambo es no sólo un espacio, sino un estado de ánimo, que tiene nombre de caballo:

El hombre que bautiza con un nombre un caballo
lo hace suyo al instante y no habrá ya enemigo
que lo monte si antes no le arranca sus sílabas.

Es este un libro de aliento amplio, de hondura reflexiva y ambición poética semejantes a la del Ramírez Lozano más meditativo, el de Sybila Famiana, el de Teluria o El arquero ciego.

Un libro compacto, recorrido por un motivo central, el de la palabra creadora, y por una voz sola, madura, potente y -aunque lo disimule- dolorida. No una voz impostada, una voz personal, severa en su cadencia alejandrina y reflexiva, consciente de estar cercada por las postrimerías y de que vivir en la palabra es vivir contra la muerte:

Las palabras no fueron más que ese alrededor,
esa débil corola que circunda el abismo,
esa boca terrible en que mana el silencio.

Y mientras, como una de las ciudades invisibles de Italo Calvino, Pontinia resiste el asedio porque las ciudades se fundan con palabras hermosas.

En el que posiblemente sea el texto central del libro, el bien articulado diálogo que construye el Martirio de San Icasio, un poema clave y de una extraordinaria hondura, se lee este verso, que podría cifrar el sentido total de este Corambo, de poderosa palabra alzada contra la muerte y el olvido y otras afecciones no menos insidiosas:

Vivirás mientras digas. La palabra es el reino.

Santos Domínguez

04 mayo 2007

Las bodas de Pentecostés


Philip Larkin.
Las bodas de Pentecostés.
Traducción y prólogo de Damián Alou.
Lumen. Barcelona, 2007.


En 1964, diez años antes de publicar Ventanas altas, Philip Larkin (1922-1985) se convirtió con Las bodas de Pentecostés en una de las voces más personales y renovadoras de la poesía inglesa.

Áspero y directo, insolente e incisivo, Larkin ejerció una influencia determinante también en la poesía norteamericana con este libro que se publicaba en febrero de 1964 en Inglaterra y en octubre en Estados Unidos y se convertía en un éxito de ventas inmediato: en dos meses vendió 4.000 ejemplares y las reediciones se sucedieron con cadencia más propia de la narrativa que de la poesía.

Tras unos inicios juveniles con poemas marcados por la lectura de Yeats o con meros pastiches impostados de Auden, Larkin encuentra en la lectura de Thomas Hardy un modelo poético: una modesta atención a la realidad, una incursión en lo cotidiano es lo que le enseña esa poesía.

No se trata sólo de una cuestión de temas. El tono coloquial y la actitud de retraimiento ante el mundo sitúan esta poesía en las antípodas de Pound, Eliot o Auden.

En un artículo sobre Hardy, Philip Larkin habla de ese autor en términos que definen su propia poesía, su propia literatura:

No es un escritor trascendente, no es un Yeats, no es un Eliot; sus temas son los hombres, las vidas de los hombres, el tiempo y el paso del tiempo, el amor y el apagarse del amor.

Es justamente esa modestia de los temas la que define esta poesía y orienta su tono. Lo anota el propio Larkin:

Mis poemas se explican tan bien solos que cualquier comentario sería superfluo. Todos derivan de cosas que he visto, pensado o hecho, y dudo que entre sus temas haya nada extraordinario.


El dolor, el fracaso y la angustia, las humillaciones o el complejo por su tartamudez escolar y su voz aflautada, la dureza degenerativa de la vida cotidiana en la Inglaterra de posguerra son algunos de esos temas.

La poesía, señalaba Larkin en una reseña para la radio, debería comenzar con una emoción en el poeta, y acabar con esa misma emoción en el lector. El poema no es más que el instrumento de transferencia.

Larkin era bibliotecario en la Universidad de Hull, un lugar situado en el extremo oriental de Inglaterra. Lejos de todo, desde ese rincón periférico, un Larkin solitario y aislado escribe Las bodas de Pentecostés en un tono elegiaco que convive con la ironía para construir una poesía autobiográfica que tiene menos de confesión que de venganza y de ajuste de cuentas con los agravios de la vida:

La vida primero es tedio, luego miedo.
La utilicemos o no, pasa,
y deja lo que algo ajeno a nosotros eligió,
y la vejez, y luego el único fin de la vejez.

escribe al final de Dockery e hijo, uno de los mejores textos de un libro alejado a veces de un mundo de sombras industriales y del sonido gutural de los apeaderos bajo la niebla, de suburbios con solares de maleza y desperdicios. Otras veces, Larkin escribe una partitura compasiva como Sidney Bechet, el clarinetista más famoso de Nueva Orleans, al que está dedicado uno de los poemas más emocionados del libro.

Damián Alou ha escrito para esta edición un prólogo exacto y directo, el que requería una poesía y una personalidad como la de Larkin. El mejor elogio que se puede hacer de su traducción es decir que cumple eficientemente la parte que le corresponde en esa transferencia de emociones que es la poesía para Larkin.

A la vez que esta versión de Las bodas de Pentecostés, Lumen recupera en su espléndida colección de narrativa la traducción de Marcelo Cohen de Jill (1946), la primera de las dos novelas de Larkin. Una novela de college, sobre los ambientes universitarios de Oxford en el trimestre de otoño de 1940, en los primeros meses de la segunda guerra mundial.

Hay más de un punto de contacto entre esta novela y la poesía de Larkin: el mismo tono incisivo, la misma ironía turbia, la misma amargura ante la dureza de la vida, idéntico pesimismo ante una realidad gris. El mismo contraste entre el aquí y el allí, entre la realidad y el deseo, un tema que atraviesa toda la literatura de Larkin.

Santos Domínguez

03 mayo 2007

Metamorfosis del jardín



Giovanni Quessep.
Metamorfosis del jardín. Poesía reunida (1968-2006).
Edición de Nicanor Vélez.
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2007.


Casi desconocido en España, en donde no había sido editado ningún libro suyo hasta ahora, Giovanni Quessep (1939), ocupa con Álvaro Mutis, Darío Jaramillo o Juan Gustavo Cobo Borda, y probablemente por encima de ellos, un lugar fundamental en la poesía colombiana del siglo XX.

Lo recuerda Nicanor Vélez en el prólogo que ha preparado para esta edición de su poesía reunida (1968-2006) en Metamorfosis del jardín, un libro deslumbrante que incorpora un inédito escrito entre 2004 y 2006, Las hojas de la Sibila. Lo acaba de publicar Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores simultánemente en España y Colombia.

De origen árabe, Quessep, como uno de aquellos comerciantes sirios o turcos que aparecen en las novelas de García Márquez, es hijo de un libanés emigrado a Colombia. Y más allá del mero mestizaje personal que le hace conjugar la tradición española con la poesía árabe, su estancia de dos años en Italia marca profundamente los intereses poéticos de quien, con los otros autores de su edad, renovó la poesía colombiana del siglo XX.

“Soy un cruce de culturas” ha declarado Quessep alguna vez. Y así es su poesía. Una poesía de encrucijada entre culturas, influencias y tradiciones, su autor ha sido acusado a menudo en su país de practicar una poesía evasiva, de ignorar la realidad en una actitud que recuerda al modernismo y que lo situaría en su estela anacrónica.

Nada más superficial, más injusto ni más falso, porque Quessep va más allá de la superficie libresca, de la alusión culturalista, para construir con ellas un correlato figurativo, una metáfora alusiva a una realidad interior y profunda, marcada por el tema constante del tiempo.

Fusión de culturas, historia y leyenda en una espléndida revisión del Carpe diem, con un tiempo que colecciona mariposas en La alondra y los alacranes, uno de los mejores poemas de uno de sus mejores libros, Duración y leyenda (1972):

Que estás en un lugar de Suramérica
No estamos en Verona
No sentirás el canto de la alondra
Los inventos de Shakespeare
No son para Mauricio Babilonia
Cumple tu historia suramericana
Espérame desnuda
Entre los alacranes
Y olvídate y no olvides
Que el tiempo colecciona mariposas

Hay poetas
- ha dicho Darío Jaramillo- que, desde su primer verso, poseen un lenguaje propio por el cual filtran su realidad. Quessep es uno de estos: un lenguaje.

Y no sólo ese lenguaje propio, claro, sino una realidad filtrada a través de una serie de temas: la temporalidad y el olvido, simbolizados en unas nubes que son otra/de las formas del tiempo; la sensación de exilio, la vivencia del poeta como un extranjero que recuerda a Jabès en este fragmento del Canto del extranjero (1976):

Cómo entrar a tu reino si has cerrado
La puerta del jardín y te vigilas
En tu noche se pierde el extranjero
Blancura de isla

Pero hay alguien que viene por el bosque
De alados ciervos y extranjera luna
Isla de Claudia para tanta pena
Viene en tu busca

O el jardín y el pájaro que inauguran el que quizá sea su mejor libro, el excelente Un jardín y un desierto (1993), donde aparecen poemas como Hiedra:

Destino de la hiedra
que va aferrada al tiempo, al blanco muro:
penetrar en la piedra
y revelar los lirios de lo oscuro.

¿Qué silencios persigue?
¿De qué músicas huye?
¿No hay ala que hacia el cielo la desligue?
Vuela un pájaro en torno, el agua fluye.

Jardín y desierto que se convierten en metáforas de la escritura, como en este Jardín final:

Jardín final: al cielo
renuncia el girasol que se desdora.

Perdida en su desvelo
el agua del aljibe da la hora.

Todo ha sido cantado;
quizá un tapiz se teje en el pasado.

En Mito y poesía, un texto en prosa que figura como introducción de Carta imaginaria (1998), escribe Quessep estas palabras que podrían aplicarse a toda su poesía :

El poeta no teme a la nada. Sabe la lengua del coloquio de los pájaros, que aprendió Adán en el Paraíso terrenal. Y sabe, también, que la poesía es una danza, y que hay un arte de pájaros en su asombro y en su vuelo. Los ojos del poeta están tejidos de un cristal mágico; en su pasión tienen la esfericidad de los cielos y de su música extremada. A medida que se distancian de lo real, hallan la verdad de la poesía, o duración de las fábulas, que es el alma. El poeta, que no lo ignora, pone en juego su ser; pero, si quiere perseverar en éste, debe entregarse a la única ley que rige la creación poética: la palpitación del abismo. Y el abismo es el centro del universo: están en él las constelaciones, pero también la rosa, «espejo del tiempo», semejante a la luna en la metáfora del místico persa. Belleza o abismo, palabra y música: encantamiento total, orden del espíritu que descubre la ciencia del amor y abre las puertas de lo desconocido.

Santos Domínguez

02 mayo 2007

El anarquista de las bengalas



Santiago Montobbio.
El anarquista de las bengalas.
March Editor. Barcelona, 2005.

Una lengua la crea el dolor, y yo he sido una lengua,
el modo extraño en que alguien se salva.


Esos versos los escribía Santiago Montobbio (Barcelona, 1966) en Ética confirmada, un conjunto de textos de 1990. De esa misma época son los poemas que aparecieron en Hospital de inocentes y en El anarquista de las bengalas, un libro fechado en 1987 que fue el año pasado finalista del premio Quijote al mejor libro de poesía de 2005.

Lo publicó March Editor en su Biblioteca Íntima, que dirige Antonio Beneyto, y en la que han aparecido textos de Javier Tomeo, Alejandra Pizarnik o Joan Perucho.

La poesía -ha explicado Santiago Montobbio- es una rama civil y laica de la soterología, la ciencia de la salvación.

Poesía, pues, para la supervivencia, trabajada con intensidad por la voz verdadera de quien escribe para salvarse y para salvarnos.

Poesía abismada en la hondura de su mirada hacia dentro, que plantea preguntas y busca comprenderse a través de la expresión y expresarse una vez lograda o entrevista esa comprensión del fondo oscuro de la conciencia de la angustia y la memoria del dolor.

Porque la soledad y la muerte son los dos temas que recorren una obra poética consistente que ha sido traducida a las más importantes lenguas de cultura y en la que la melancolía se expresa a través de un estilo que huye del destello deslumbrante y prescinde del ingenio imaginativo. Y en ella dos constantes: la reflexividad y la búsqueda de respuestas que descifren las razones del desasosiego.

La poesía de Montobbio se convierte así en revelación de zonas secretas y realidades clandestinas. Y a veces el poeta se convierte en portavoz de ese misterio, porque como dijo Pound es el poema el que le ocurre al poeta.

Esta es una poesía que no se parece a ninguna otra. Y en ella coexisten varias voces, tonos diversos. El humor o la ironía que acercan alguno de estos poemas, como Lo dijo el policía, a la tradición epigramática

Más frecuente es el tono confesional del poeta que se lava el alma sobre el papel, como explica en el poema que da título a este libro. Y es en esos textos donde el libro alcanza sus momentos más altos, su versos más intensos.

Por ejemplo, cuando Montobbio habla de la literatura como forma/de tomarle el pulso a las miserias o de su vocación interrogativa al concluir que la única carne/del hombre es la pregunta.

O al definir la soledad, uno de sus temas vertebrales, con esta imagen: una flor seca/que alguien me había puesto/en el silencio de un ojal.

De un pozo muy oscuro y verdadero
decía Carmen Martín Gaite que surgían los poemas de Santiago Montobbio. Una poesía perturbadora y honda, porque llama a una zona oscura y dolorosa del ser, a la conciencia atormentada de un hombre ante un espejo.

Santos Domínguez

01 mayo 2007

El insurrecto


Jules Vallès.
El insurrecto.
Traducción de Manuel Serrat Crespo.
ACVF Editorial. Madrid, 2007.


ACVF Editorial completa la brillante publicación en español de la trilogía de Jacques Vingtras de Jules Vallès. Tras El niño y El bachiller aparece ahora el último volumen, El insurrecto, la más comprometida, la más radical y amarga de las tres novelas.

El insurrecto se publicó póstuma en 1886 y es probablemente la novela de más calidad de la trilogía, su ápice autobiográfico, documental y literario. Jacques Vingtras, el alter ego de Vallès, el niño maltratado de la primera parte, el ba­­chiller desorientado, hambriento y sin oficio de la segunda, es ya un escritor y un activista político que ejerce su oposición al decadente régimen imperial.

Activista y agitador periodístico, los artículos en la prensa y las conferencias de Vingtras, como las de Vallès, su modelo y su inventor, alarman a un régimen en descomposición, que niega la libertad de prensa y le encarcela por ejercer la libertad de expresión. Cuando cae el emperador y se proclama una república autoritaria, será uno de los pro­tagonistas de la Comuna de París de 1871.

En el prólogo que Andreu Nin escribió en 1935 para la primera traducción española de El insurrecto figuraban estas palabras:

La obra, que tiene un carácter autobiográfico, es no obstante una novela con todos los puntos y las íes, que nos lleva a la época turbulenta que Vallès vivió intensamente, a las postrimerías del segundo Imperio y de la “Commune” de Paris. El estilo se distingue por su originalidad deliberada, la extraordinaria riqueza de expresión y la abundancia de palabras, con abundantes giros populares, una parte de los cuales han desaparecido del lenguaje corriente. Sobre todo al evocar los años escolares, Vallès consigue, por la fuerza de su arte, hacernos revivir la emoción profunda de los momentos dramáticos de los que fue testimonio y actor.

Esta es la culminación de la obra de Vallès, su testamento político y literario, un relato crítico y de primera mano de la revolución, la crónica de su derrota y el homenaje conmovido a quienes lucharon por la libertad y la construcción de una república federal, democrática y social.

Y este es el final de la novela:

Estoy en paz conmigo mismo.
Sé, ahora, a fuerza de haber pensado en silencio, con la mirada fija en el horizonte sobre el patíbulo de Satory —¡nuestro crucifijo!—, que el furor de las multitudes es el crimen de la gente honrada, y ya no sufro por mi memoria, llena de humo y manchada de sangre.
El tiempo la lavará, y mi nombre quedará inscrito en el taller de las guerras sociales como el de un obrero que no fue perezoso.
Los rencores han muerto. He tenido mi oportunidad.
Muchos otros niños fueron abofeteados como yo, muchos otros bachilleres pasaron hambre, y han llegado al cementerio sin haber visto vengada su juventud.
Tú has recogido tus miserias y tus penas, y has llevado un pelotón de reclutas a esta revuelta que ha sido la gran federación del sufrimiento.
¿De qué te quejas?
Es verdad. Los investigadores pueden venir, los soldados pueden cargar sus armas: estoy dispuesto.

Acabo de atravesar un riachuelo que sirve de frontera.

¡Ya no me podrán detener! Y podré seguir al lado del pueblo si, de nuevo, se lanza a la calle y le fuerzan a luchar.
Miro el cielo hacia el lado donde está París. Es de un azul frío, salpicado de nubes rojas. Parece un enorme blusón manchado de sangre.


Santos Domínguez

27 abril 2007

Basado en hechos reales


Juan Bonilla.
Basado en hechos reales.
Editorial Berenice. Córdoba, 2006.


Juan Bonilla ha reunido en Basado en hechos reales, que edita Berenice, sus relatos. Publicados unos, inéditos otros o dispersos en revistas y otras publicaciones efímeras y volanderas, esta edición recoge diecisiete relatos y toma título del epílogo en el que el autor aporta comentarios e informaciones de primera mano sobre cada texto.

Desde su primer libro de relatos, El que apaga la luz (Pre-Textos, 1994) hasta El estadio de mármol (Seix Barral, 2005), pasando por La Compañía de los Solitarios (Pre-Textos, 1998) y La noche del Skylab (Espasa, 2000), Juan Bonilla ha proyectado gran parte de su actividad literaria en la narrativa corta y ha sido recogido en algunas de las antologías más representativas del género en los últimos diez años.

El material narrativo que reúne Basado en hechos reales lo ha organizado su autor alrededor de tres núcleos temáticos: el mundo de los sentimientos en De lo que es capaz la gente por amor; el misterio y las perplejidades que aporta la realidad en Un mundo raro y el estudio de ambientes y comportamientos en Personajes secundarios.

Con distintas estrategias narrativas, con una clara preferencia por la primera persona que crea en el lector el espejismo de la verosimilitud o de lo autobiográfico, Juan Bonilla le da preferencia una veces al diálogo, otras al narrador, para situar cada uno de sus relatos en un lugar donde se difuminan los límites de la ficción y la realidad, de lo cotidiano y lo raro, para explorar una forma literaria como esta, cuya mejor virtud tal vez sea su permeabilidad, su carácter abierto.

El epílogo, Basado en hechos reales, escrito por Juan Bonilla expresamente para esta edición es quizá lo más valioso del libro. Un conjunto de reflexiones del propio autor sobre los textos seleccionados, en las que Juan Bonilla pasa revista a cada uno de sus cuentos con comentarios agudos e irónicos, con datos de primera mano y juicios a distancia de un narrador que como él ha reflexionado sobre el cuento y sus posibilidades técnicas.

Un epílogo brillante que revela la intrahistoria de cada relato, su origen casual, su gestación secreta.


Santos Domínguez

26 abril 2007

Cuentos de dobles


Alter ego.
Cuentos de dobles (una antología)
Edición de Juan Antonio Molina Foix.
Traducciones de Aurora Nolla y Juan Antonio Molina Foix.
Siruela. Barcelona, 2007.


Con antecedentes tan antiguos como la misma literatura, el tema del doble era el centro de La comedia de los errores, de Shakespeare, de El doble, de Dostoievski o de Nuestro común amigo, de Dickens.

Espejos y reflejos, viajes al interior de uno mismo, evasiones de lo cotidiano en busca de espectros y apariciones, alucinaciones y sombras son algunas de las constantes de este tema que a partir del Romanticismo adquiere una nueva dimensión y se convierte en la metáfora de la crisis del individuo contemporáneo. Lo que había empezado, en las narraciones mitológicas, como una construcción metafórica o teológica para explicar dualidades sobre el hombre y su sombra o sobre el cuerpo y el alma, acabó aludiendo simbólicamente a la crisis de identidad y a la escisión del hombre contemporáneo que se manifiesta en algunos de los mejores relatos de Borges y Cortázar.

Ese motivo literario del doble es la base de Alter ego, la antología de relatos de dobles que acaba de publicar Siruela en una cuidada edición que ha preparado Juan Antonio Molina Foix.

Trece relatos escritos en poco más de un siglo, entre un cuento de Hoffmann y otro de José Mª Salaverría, pasando por una de las mejores ghost stories de Henry James, La esquina alegre.

Tras una introducción que hace un recorrido por el tema del doble en la literatura, cada uno de los trece relatos va precedido de un breve comentario, de un estudio introductorio que sitúa el texto en el contexto general de la obra de cada autor.

Y así se van sucediendo cuentos como el de Hoffman, en el que la atmósfera esquizoide prepara el triunfo del espíritu sobre la materia. O el de Hawthorne, que aprovecha el motivo de un poema frustrado de Byron (el mismo que Poe utilizó también para su William Wilson) para escribir La mascarada de Howe, uno de esos relatos llenos de la fuerza oscura que caracteriza su narrativa.

Con uno de sus mejores relatos, Markheim, está en este libro Stevenson, uno de los referentes de este motivo literario, con su Jekyll y Hyde, que comparte con este cuento no sólo temática, sino también fuente de inspiración en una anécdota oral sobre un hombre de doble vida.

De Maupassant se ha seleccionado ¿Él?, uno de sus inconfundibles relatos de terror, alucinatorios y naturalistas, en el que el doble es la amenaza de la muerte, la señal del peligro.

El refinado y secreto Marcel Schwob firma El hombre doble, un excelente relato en el que un asesino es también el doble de su juez.

¿Más? Un relato de Wells, La historia del difunto Mr. Elvesham, narrado en primera persona con una habilidad convincente que envuelve al lector en este cuento sobre transferencias de personalidad. O La esquina alegre, de Henry James, la más sutil de sus historias de fantasmas, llena de claves alegóricas.

No falta un cuento de Bierce sobre mellizos, en el que el doble es un gemelo. El horror y el humor macabro se conjugan para construir un texto truculento y ambiguo.

De Conrad se ha seleccionado El partícipe secreto, un relato marinero de aprendizaje con los temas característicos del autor: la soledad, el valor, la lealtad y la culpa.

El volumen se cierra con dos relatos hispánicos: Mirtho, de César Vallejo, que trató el tema del doble en su poesía y lo proyecta en este texto sobre una conflictiva relación amorosa, y La muerte de mi doble, un cuento de José Mª Salaverría, noventayochista menor, sobre una conflictiva identidad personal. Como en otros relatos y novelas sobre este tema, el doble es aquí también la cristalización de la maldad y de los demonios personales.

Un tema que había encontrado su formulación narrativa en el William Wilson de Poe, en el que estaban ya algunas de sus constantes: la aniquilación de una conciencia problemática, el enfrentamiento con el doble y el antiguo debate entre el bien y el mal.

Santos Domínguez

24 abril 2007

Colapso


Jared Diamond.
Colapso.
Editorial Debate. Barcelona, 2006.

Jared Diamond, biólogo y geógrafo, profesor en la Universidad de California, y que ya hace unos años publicó su excelente Armas, gérmenes y acero (un repaso del pasado de la humanidad, en el que biología y tecnología se convertían en protagonistas de la historia), presenta ahora Colapso, una recopilación, en algo más de 800 páginas, de análisis históricos sobre cómo unas sociedades sucumben y otras perviven, dependiendo de su capacidad para explotar y conservar su medio ambiente.

El libro, cuya extensión puede resultar disuasoria, resulta sin embargo de lectura placentera y estimulante. Además resulta provechoso aunque no se lea completo, pues está compuesto por varios capítulos que son auténticas monografías dedicadas a sociedades que se colapsaron, como las colonias vikingas asentadas en Groenlandia desde el siglo X, o como los primitivos habitantes de la isla de Pascua, capaces de erigir decenas de imágenes en piedra de sus dioses (alguna de más de veinte metros de altura y doscientas toneladas de peso) y luego desaparecer.

Jared Diamond analiza cada sociedad, su alimentación, su forma de explotar el entorno y va descubriendo los errores, las malas prácticas que pueden llevar a un grupo humano al deterioro irreparable de su medio y con esto a poner en peligro su propia supervivencia.

Resulta, por ejemplo, fascinante el empeño de los vikingos asentados en Groenlandia por reproducir en la isla el tipo de explotación ganadera que puede tener éxito en el sur de Noruega, pero que sólo con esfuerzos infinitos (que Diamond describe en el libro de manera brillante) fue viable durante los siglos cálidos que conoció Europa entre el año 1000 y el final de la Edad Media; pero que luego con un clima (aún) más frío se fue haciendo cada vez más impracticable y llevó a la desaparición de la colonia groenlandesa. Diamond se pregunta por qué se obstinaron en alimentarse casi en exclusiva de leche, queso y mantequilla, y por qué no hicieron uso de los ingentes recursos pesqueros de la isla, o por qué no aprendieron de sus vecinos los inuit (antes conocidos como esquimales) la caza de la foca. Y no hay respuestas claras, pero resulta aleccionador observar como un grupo de europeos pensó en reproducir su modo de vida milenario en un entorno diferente y cómo se mantuvieron firmes en sus hábitos aunque el precio fuese el colapso de su sociedad.

Para demostrar que sus análisis no son deterministas, Diamond incluye también descripciones de sociedades humanas que han conservado durante milenios una relación equilibrada con su entorno, y aún más, dedica unas páginas muy clarificadoras a la isla La Española, dividida hoy entre dos estados, Haití y la República Dominicana, que demuestran la importancia del factor humano: mientras Haití ha sido brutalmente deforestada y se encuentra al borde del colapso, del otro lado de la frontera la República Dominicana ha sabido conservar buena parte de su entorno natural y sin ser un país rico, disfruta de una renta muy superior a la de sus vecinos. Sorprendentemente, el individuo responsable del bienestar ecológico dominicano fue Joaquín Balaguer, el político astuto y escurridizo que tan bien describió Vargas Llosa en su novela La fiesta del chivo ambientada durante la terrible dictadura de Trujillo.

En sus últimos capítulos se dedica Jared Diamond a analizar la actual situación del mundo y sus problemas ecológicos: el fuerte crecimiento demográfico mundial, el despegue económico de China y sus posibles consecuencias, las prácticas de las grandes empresas multinacionales, las complicaciones de la globalización… Al final, en un libro que habla de colapsos de civilizaciones, el autor se proclama “optimista cauteloso” y este leve optimismo nace en parte de que hoy no somos sociedades aisladas como las de los vikingos groenlandeses o la de los polinesios de la isla de Pascua que marchaban hacia la ruina sin referencias de ninguna clase. Hoy tenemos televisiones, radios y periódicos que nos informan de situaciones como las de Haití o Ruanda. Y disponemos de libros que nos previenen de los errores de civilizaciones pasadas. Algunos espléndidos, como éste.
Jesús Tapia

Los vencidos


Antonio Ferres.
Los vencidos.
Gadir. Madrid 2005.



Antonio Ferres, uno de los más caracterizados representantes del realismo social en la narrativa española, vio cómo su novela Los vencidos fue rechazada por la censura en 1960 y tuvo que aparecer en París en 1965. Gallimard y Feltrinelli publicaron traducciones de esa novela que no se ha editado en España hasta 2005, en que la incorpora a su catálogo Gadir, que la ha convertido en uno de sus aciertos editoriales, en uno de sus títulos más relevantes.

Con López Salinas, Jesús López Pacheco o Alfonso Grosso, Antonio Ferres representa la línea más combativa del realismo de los años sesenta, una radicalización estética y política de aquel otro realismo más templado que iniciaron Fernández Santos, Ferlosio o Aldecoa a mediados de la década anterior.

Esta, que no se corresponde exactamente con las anteriores, es la versión definitiva de Los vencidos, una recuperación tan acertada como deseable, porque esta novela quedará como uno de los mejores testimonios narrativos e históricos de la posguerra.

Su punto de partida se sitúa en 1942, el mismo año en que se ambienta La colmena. Y desde ahí, en flashback, la acción se retrotrae al pasado inmediato de los últimos meses de la guerra y los primeros tiempos de la represión y la posguerra.

Con el esquema narrativo clásico del viaje, el que realiza la protagonista desde Granada a Madrid, la novela tiene como referentes a tres personajes: Asunción, la maestra de Torrenoblejas, que viaja en busca de noticias de Antonio Blanco, su marido, secretario del ayuntamiento; Federico Vidal, médico catalán que compartió guerra y cárcel con él y Miguel Armenteros, oficial de prisiones, que hizo la guerra como capitán de artillería en el bando sublevado.

Ese viaje es temporal además de espacial. Es un viaje hacia el pasado que contiene también una dimensión moral en la que conviven el miedo y la esperanza individual y colectiva en torno a la superación de una tragedia que tuvo también esa doble proyección.

Con técnicas características del objetivismo, el propósito documental y testimonial se proyecta en el uso del diálogo con el que el narrador cede la voz a los personajes. Baroja, Aldecoa, Faulkner sustentan esa técnica en esta novela sin vencedores, porque todos perdieron en aquella tragedia civil en la que unos derrotaron a otros, pero todos resultaron vencidos: los que perdieron la guerra y los que, aunque la ganaron, perdieron la historia.

De esa situación habla esta novela en la que, pese a todo, aparece la confianza en el entendimiento y en la reconciliación. Canción de fe se titula muy significativamente la cuarta parte de la novela, el último de los cuatro fragmentos que la articulan. Va encabezada esa parte por una cita de Jesús López Pacheco, tan vinculado generacional y narrativamente a Ferres:

De la luz de la mañana yo nunca dudaría.

Santos Domínguez

22 abril 2007

Blues castellano



Antonio Gamoneda.

Blues castellano.
Lectura de Elena Medel.
Bartleby Editores. Madrid, 2007


En sus Lecturas21 Bartleby Editores acaba de publicar Blues castellano, quizá el libro más narrativo y más claro de Antonio Gamoneda.

Como un libro de contraseñas lo define Elena Medel en su lectura, que titula La canción del solitario. Una lectura profunda y demorada de las sílabas negras de estos textos, de la reiterada tristeza de estas canciones tristes del pobre. Canciones que miran al fondo negro del corazón, a la zona más turbia de la vida.

Escritos en la primera mitad de los sesenta, los paró primero la censura y luego el propio Gamoneda. Se publicaron en 1982 y fueron revisados para la edición de su poesía completa (Esta Luz) en 2004.

Blues castellano es una obertura en la que se incoan temas y actitudes de los libros posteriores: el dolor, el tiempo, la creación poética y la tristeza expresados a través de un lenguaje que es ritmo cordial y respiración desolada.

Por sus anticipaciones y por lo directo de su lenguaje, quizá sea esta la mejor puerta de entrada en el complejo mundo poético de Gamoneda.

Porque en este libro la poesía no es oscura sino que es el resultado de una realidad oscura, los poemas de Blues castellano nacen de una sensibilidad conmovida para conmover al lector con su canción oscura y triste.

El mismo poeta ha explicado que aquí buscó la armonización de intereses éticos y sociales con los poéticos y el resultado fueron estos textos, una canción sencilla enraizada en una certeza básica: que los hombres mueren y no son felices.

Dolor y conjuro, canto y letanía conviven en la expresión de un sujeto poético que es a la vez víctima y verdugo, como en Remordimiento:

Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpo,
pero aunque tuviese el tamaño de la tierra
no podría volver y despegar
el cable de aquel vientre ni enviar
la carta del soldado

Blues castellano tiene que ver con una manera de pensar el mundo, pero sobre todo con la voluntad de convertir en poema un estado de ánimo. La desolación, el color negro se imponen en la voz y en el paisaje. Así toma forma el insistente quejido negro de los cantos afroamericanos en un ritmo repetitivo que crea un lenguaje musical y verbal apoyado en la reiteración y en el paralelismo de la poesía y la canción popular.

Como esas canciones negras y espirituales que están en el origen del jazz, estos poemas son a la vez expresión del sufrimiento y una forma de consuelo.

Yo era un proletario- ha explicado Gamoneda-; lo era, al menos, en los años en que escribo el Blues y en los veinte anteriores que le dan contenido.

Después de veinte años
se titula el texto en el que aflora ese pasado:

Cuando yo tenía catorce años,
me hacían trabajar hasta muy tarde.
Cuando llegaba a casa, me cogía
la cabeza mi madre entre sus manos.

Yo era un muchacho que amaba el sol y la tierra
y los gritos de mis camaradas en el soto
y las hogueras en la noche
y todas las cosas que dan salud y amistad
y hacen crecer el corazón.

A las cinco del día, en el invierno,
mi madre iba hasta el borde de mi cama
y me llamaba por mi nombre
y acariciaba mi rostro hasta despertarme.

Yo salía a la calle y aún no amanecía
y mis ojos parecían endurecerse con el frío.

Esto no es justo, aunque era hermoso
ir por las calles y escuchar mis pasos
y sentir la noche de los que dormían
y comprenderlos como a un solo ser,
como si descansaran de la misma existencia,
todos en el mismo sueño.

Cuando el oprimido sólo puede expresarse en la lengua del opresor -concluía Gamoneda sus reflexiones sobre este libro-, esta se torna una lengua revolucionaria.

Santos Domínguez

21 abril 2007

Luna de Capricornio




María Sanz.
Luna de Capricornio.

Introducción de Biruté Ciplijauskaité.
Aguaclara, Alicante, 2007.


Veinticinco años de poesía ha reunido María Sanz (Sevilla, 1956) en Luna de Capricornio, la antología que acaban de publicar Aguaclara y el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil Albert. Veinticinco años de poesía y de vida, porque la poesía de María Sanz, elaborada y reflexiva, se alimenta de la biografía y de la experiencia sentimental e intelectual de su autora.

Sevilla y Soria, los Jardines de Murillo y el Paseo de los magnolios emergen en la memoria y en el presente de una poesía que se nutre de la emoción contemplativa y de la sensorialidad de la palabra, de una contemplación emocionada y dolorida y una actitud receptiva en la que se implican todos los sentidos para ahondar en una realidad que se capta sensorialmente antes de ser pensada en su dimensión temporal y existencial.

La raíz sevillana de María Sanz, tan barroca también, se percibe en esa actitud sensitiva que enlaza con el Barroco andaluz de la poesía, la imaginería y la pintura para hablarnos de una lenta soledad que calienta un mínimo sol de invierno, en vuelo sostenido como el del pájaro.

Y la música. En los poemas de María Sanz suena al fondo el piano de Satie o el violín de Vivaldi, siempre un solo que brilla con el tibio resplandor de su palabra.

Música y pintura quedan incorporadas así con naturalidad a la palabra en verso de María Sanz, de enorme capacidad plástica y evocadora. Están aquí convocados Leonardo en el Cenáculo vinciano, Vivaldi y Brahms, los cipreses de Van Gogh, Mahler y Wagner.

Naturaleza y vida se dan cita en esta poesía para fundirse luego en la emoción y en la palabra que brotan de una fuente oscura y transparente. Salida de un pozo de misterio, la palabra poética de María Sanz surge de la intuición, del hospedaje de nieblas becquerianas para tomar cuerpo en el poema, en el lugar hondo y secreto de donde surge la luz más transparente.

Fundida con el paisaje, con la tarde o la noche cerrada, o empapada por la lluvia que cae sobre el silencio del tiempo y sus alas caídas, la autora evoca la infancia en sus Jardines de Murillo, la tristeza de los naufragios en Aires de paso, el sueño de Numancia en Los aparecidos, las cenizas y relojes para un derrumbamiento en Desde noviembre.

Amor, tiempo y soledad son los tres vértices del triángulo de una poesía que encuentra su sentido en el cauce sereno de su verso. Y tres movimientos: percepción, contemplación y reacción en forma de poema, que se convierte en el lugar de encuentro de lo exterior y lo interior, de la subjetividad que ejerce su caza de altanería, elevada y precisa.

Del corazón a la palabra, como en la presencia poética constante de San Juan de la Cruz, hay aquí una insistente llama que persiste, encendida siempre, por detrás del desengaño de Tanto vales o de estos versos de A cierta altura:

el mundo es una fiesta
a la que tú jamás fuiste invitado.

Y tras la reconstrucción de una Sevilla vegetal y emocionada, la de Domus Aurea, tras la literatura como forma de homenaje en Tu lumbre ajena, que es también una exploración arriesgada de la poesía visionaria más arrebatada e irracional, a partir de Dos lentas soledades la poesía de María Sanz se concentra en un tono más sapiencial que deja pasar de vez en cuando la ironía.

Esa línea persiste en Tempo de vuelo sostenido, en su noche transfigurada por el silencio y en la desnuda madurez reconcentrada de sus dos últimos libros, Mínimo sol de invierno y Voz mediante.

Entre su primer libro, Tierra difícil, y el último, Voz mediante, este es el testimonio de un proceso de crecimiento que persigue la perfección poética y consigue algo tan inusual como una voz propia, clara y verdadera: la de María Sanz.

Santos Domínguez

20 abril 2007

El niño pan



Agustín Gómez Arcos.
El niño pan.
Traducción y prólogo de Carmen Molina.
Cabaret Voltaire. Barcelona, 2006.

Como el de Blanco White, como el de Juan Goytisolo, el de Agustín Gómez Arcos (1933-1998) es uno de esos casos de escritores en los que el exilio es mucho más que un mero alejamiento circunstancial del lugar en que nacieron o donde crecieron: una actitud vital, una forma de ser y de estar en el mundo, de habitar el margen de la sociedad.

Nacido en Almería y muerto en París, novelista reconocido en Francia y prácticamente inédito en España, él mismo se consideraba un autor fantasma. Dramaturgo al que machacó con insistencia la censura franquista, en el exilio en Francia reorientó su carrera literaria: empezó a escribir novelas en francés, a ser un escritor francés malgré lui.

Quizá este sea el ejemplo más extremo de desarraigo: al cambio de país se suma el cambio de género literario y el de lengua: de dramaturgo español a novelista francés, como Blanco White había pasado del español al inglés en sus Cartas de España (1822).

Ese es el cambio más radical: el del exilio lingüístico y la subversión de la lengua para hablar de la realidad y del pasado con un temperamento y una memoria enraizados en lo español y en la óptica distanciada de Goya, Buñuel o Valle. Monstruos, fantasmas y esperpentos.

Publicada en 1983, L'enfant pain, su novela más suave y autobiográfica, no se había traducido al español hasta esta bellísima edición que ha preparado la editoriall Cabaret Voltaire. El hambre y el miedo de la posguerra inundan la memoria del Gómez Arcos de aquellos días, proyectada en esta novela que es a la vez homenaje a su familia, denuncia del franquismo y exorcismo de los demonios del miedo.

Entrañada en el recuerdo de la madre y de la tierra, El niño pan es, más allá de lo autobiográfico, un homenaje a los niños de la guerra, de todas las guerras. Gómez Arcos la ambienta en el campo de Almería en abril del 39, en los días siguientes al final de la guerra, cuando él y el niño tienen seis años. Retrospectivamente, la acción se remonta a los años de la guerra.

El proyecto rondaba la cabeza de su autor antes del exilio y tardaría en concretarse en una obra de temple lorquiano, sobre todo en la propuesta de una Andalucía profunda que, como la también almeriense de Bodas de sangre, va más allá de lo local y de sus límites geográficos para hablar al lector de temas y situaciones universales.

Excelente novela, escrita con una fluidez narrativa y una potencia verbal que la traductora, Carmen Molina, ha sabido mantener y transmitir en su edición, para la que ha escrito un prólogo medido y esclarecedor.

El niño pan forma parte de la segunda línea editorial de Cabaret Voltaire: la recuperación de la memoria histórica a través de la obra narrativa de Agustín Gómez Arcos, uno de los símbolos más radicales del exilio español del siglo XX. Y ya se anuncia la próxima, El cordero carnívoro.

Santos Domínguez

18 abril 2007

El hombre que amaba las islas




D.H. Lawrence.
El hombre que amaba las islas.
Traducción de Jordi Fibla.
Prólogo de Juan Villoro.
Atalanta. Gerona, 2007.


Arco de sangre titula Juan Villoro la excelente semblanza de D. H. Lawrence que ha preparado como prólogo de El hombre que amaba las islas, una colección de tres magníficos relatos de la última época de D. H. Lawrence que publica Ediciones Atalanta en su colección Ars brevis.

La mujer que se alejó a caballo, El gallo huido y El hombre que amaba las islas son tres relatos que no olvidará quien los lea. Tres relatos firmados por quien escandalizó con sus novelas a una Inglaterra puritana e hipócrita, experta en disimulos, en virtudes públicas y vicios privados, que prohibió sus libros hasta 1960.

Juan Villoro explora en su prólogo el legado de Lawrence, un “promotor de escándalos” que, sin embargo, defendió siempre la ética de sus personajes y la condición moral de sus relatos.

Lawrence fue un profeta en un tiempo que no es el suyo. Y ese desajuste, imprescindible para quien aspire a ejercer el oficio de la profecía, lo proyectó en la reivindicación de lo natural y lo original, en la defensa del instinto y en la fuerza del erotismo como forma de conocimiento y de identificación con el cosmos.

Lawrence, que nunca admitió las medias tintas, ha generado posturas contrapuestas y viscerales, sin términos medios. Auden, que lo descalificó como analista del comportamiento, lo definió como el mejor poeta de la lengua inglesa cuando habla de las posibilidades simbólicas de los animales. Lawrence Durrell y Henry Miller lo tomaron como modelo de vida y escritura. Nabokov y Gore Vidal, que lo admiraron de adolescentes, lo repudiaron en su madurez.

Y es que hay algo de eterno adolescente inadaptado en Lawrence, en el que todo es intenso y exagerado, algo de boy scout del amor carnal, de apóstol falócrata de la libertad sexual, de ingenuo predicador de la pasión y el deseo.

En La mujer que se alejó a caballo, el primero de los relatos, una norteamericana intrépida abandona a su familia en busca de emociones fuertes, del misterio antiguo y salvaje de los indios chilchui, y asume el papel de víctima de un rito solar descrito con minuciosidad.

El gallo huido, escrito poco antes de su muerte, es un relato de asombroso parecido con Lázaro, uno de los mejores poemas de Luis Cernuda, la revisión que hace Lawrence de la resurrección de un Cristo que ya no está verdaderamente vivo porque carece de la fuerza ancestral del deseo. En este relato la fuerza simbólica del paisaje y del animal sirven para reivindicar el erotismo como manifestación de un estado original anterior a la civilización y a sus devastaciones.

El hombre que amaba las islas es un desasosegante relato planteado como un cuento de hadas, una alegoría de los peligros del aislamiento y la misantropía.

Ese texto es el que se ha utilizado para titular esta cuidada edición de tres relatos elípticos de un Lawrence poco conocido en las distancias narrativas cortas que se organizan en torno a lo que callan tanto como a lo que dicen.


Santos Domínguez

17 abril 2007

El Vaticano y sus banqueros

John F. Pollard.
El Vaticano y sus banqueros.
Editorial Melusina. Barcelona, 2007.
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Aunque, según recoge San Juan en su Evangelio, Cristo afirmó ante Pilatos que su reino no era de este mundo, lo cierto es que el Cristianismo tuvo muy pronto su sede en Roma, cuyo obispo dispone desde hace siglos de unos poderes terrenales que lo convierten, aun hoy, en un monarca absoluto. Y los reinos, al menos los de este mundo, necesitan financiación.

Como, incluso para los más acérrimos creyentes, siempre ha existido una cierta inquietud por la contradicción entre la pobreza exigida por Cristo y las riquezas de la Iglesia católica, no es extraño que sobre las finanzas papales hayan circulado historias, no necesariamente veraces, acerca de los intereses vaticanos en empresas que venden anticonceptivos o armas o, incluso peor, automóviles. Historias que la escasa transparencia de las cuentas del Estado vaticano no ayuda a confirmar o rechazar.

Por eso se agradece este libro de John F. Pollard que publica la editorial Melusina, y que de una forma desapasionada, rigurosa y muy documentada, analiza las finanzas vaticanas desde los años centrales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX.

Durante siglos las finanzas del papado eran bastante simples: el Papa era un señor feudal que obtenía la mayor parte de sus ingresos de los pagos que efectuaban los campesinos que vivían en los entonces extensos Estados Pontificios. Pero en los años que van de 1859 a 1870 el proceso de unificación italiana privó a la Iglesia de esos territorios y de las rentas que se obtenían. La Curia romana tras una etapa de pánico y desorientación creó nuevas estrategias como la recaudación universal de donativos (el óbolo de San Pedro), la inversión de parte de los dineros públicos en activos financieros e incluso la creación de instituciones financieras total o parcialmente al servicio de Roma (la llamada “banca vaticana”). La leyenda de un Papa “prisionero” y pobre alimentó historias de persecución que siempre han movido a los creyentes a aflojar la bolsa. Con la inversión de esas limosnas en diversos negocios comenzó la historia moderna de las finanzas papales.

En el libro se analizan los obstáculos que tuvo que salvar el Vaticano para poner al día sus cuentas, como la clara prohibición bíblica del préstamo con interés, que durante siglos había servido a los papas para injuriar a judíos y protestantes, y que ahora el obispo de Roma se ve obligado a practicar. No fue fácil este aggiornamento del pensamiento económico católico y el proceso se realizó por fases, desde la práctica secreta y vergonzante del préstamo con interés, hasta la “legalización” en el derecho canónico ya en el siglo XX, eso sí, con finezza vaticana, pues sólo se autorizará el cobro de réditos cuando “exista una razón justa y proporcionada”.

El libro termina su análisis en los años centrales del siglo XX, lo que nos priva de un estudio, aunque sí se cita en un par de ocasiones, del muy oscuro incidente del Banco Ambrosiano (con la muerte por ahorcamiento del banquero Roberto Calvi). Pero sí hay capítulos muy jugosos donde se aclaran, por ejemplo, las conexiones del Vaticano con Mussolini, quien acabó con el enfrentamiento entre el estado italiano y el Vaticano desde mediados del siglo XIX intercambiando concesiones políticas y económicas por el apoyo papal a su política. Por no hablar de las tenebrosas relaciones con los fascistas croatas durante la Segunda Guerra mundial o de la breve referencia en su último capítulo al posible impacto de la crisis de la iglesia católica norteamericana, a la que las demandas multimillonarias contra decenas de sus sacerdotes por prácticas pederastas puede llevar a una situación desesperada que prive a Roma de las aportaciones estadounidenses, las más importantes desde el siglo XX gracias a los muchos irlandeses e italianos que se instalaron en Boston, Nueva York o Chicago.

Una vez leído el libro de Pollard podemos lamentar que el Vaticano no haya evolucionado tanto en su aceptación de otros aspectos de la vida moderna como lo hizo con su adaptación al capitalismo, demostrando que incluso la palabra de Dios ("No podéis servir a Dios y al dinero", Lucas 16, 13) es negociable. A un buen interés.
Jesús Tapia

16 abril 2007

Viaje alrededor de mi habitación



Xavier de Maistre.
Viaje alrededor de mi habitación.
Traducción de Puerto Anadón.
Ilustraciones de Gustave Staal.
Funambulista. Madrid, 2007.

Paul Auster y Alberto Manguel han puesto últimamente de actualidad este Viaje alrededor de mi habitación que escribió Xavier de Maistre durante un arresto domiciliario de seis semanas como consecuencia de un duelo. Se publicó en 1794 y, aunque no lo firmaba, lo había escrito aquel joven conde saboyano que vivió entre 1763 y 1852, entre Chambéry y San Petersburgo.

Cuarenta y dos días retirado del mundo y de la envidia, cuarenta y dos capítulos breves para abordar un viaje interior y sentimental como el de Sterne, en aquel siglo XVIII tan viajero de los ilustrados.

La amistad, el amor, la naturaleza y la muerte, la música y la pintura, la rosa seca del desengaño y el tiempo pasado y perdido son algunas de las estaciones con parada de este viaje por la imaginación en el que no falta alguna caída, algún accidente y, como en el teatro isabelino, un perro y un criado. Y una mitad de sombra, el lado animal, la bestia que recibe lecciones de filosofía y humanidad del perro y el sirviente.

En ese viaje por el reino imaginativo de la libertad no podía faltar tampoco una biblioteca con novelas sentimentales y poesía clásica. Es la biblioteca de quien se sabe doble, escindido, con un cuerpo y un alma en conflicto, encerrado y libre.

En París, capital del siglo XIX, uno de los ensayos incluidos en sus Iluminaciones, escribía Walter Benjamin: “El hombre privado, realista en su oficina, exige del interior que le mantenga en sus ilusiones. Esta necesidad es tanto más acuciante cuanto que ni piensa extender sus reflexiones mercantiles a las sociales. Reprime ambas al configurar su entorno privado. Y así resultan las fantasmagorías del interior. Para el hombre privado el interior representa el universo. Reúne en él la lejanía y el pasado. Su salón es una platea en el teatro del mundo.”

Posmoderno, premoderno, antimoderno... Todos esos rótulos admite un autor como Xavier de Maistre, tan próximo a la sensibilidad contemporánea en una obra como esta, que ha tenido el acierto de recuperar en español Funambulista para enriquecer con él su brillante colección de Grandes Clásicos.

Ingenioso, delicado y tierno lo llamó Sainte-Beuve en una completa semblanza que se incorpora a esta edición ilustrada por Gustave Staal, el dibujante francés que ilustró el Quijote en el XIX, con tanta delicadeza como la del propio Maistre cuando escribe y se cierra con un postfacio admirativo y exacto de J. M. Lacruz.

La traducción de Puerto Anadón ha sabido conservar una de las claves de este texto: su tono, esa media voz confesional y cómplice, irónica y comprensiva que utiliza Maistre. Una tonalidad ingenua y sentimental, que se gana desde las primeras líneas la confianza y la complicidad del lector.

Santos Domínguez

14 abril 2007

Billy Collins


Billy Collins.
Lo malo de la poesía y otros poemas.
Edición bilingüe.
Traducción y prólogo de Juan José Almagro Iglesias.
Bartleby Poesía. Madrid, 2007.


Doméstico y fiable como unos pantalones vaqueros.


Pocas veces se habrá definido un estilo poético con esa mezcla de precisión, humildad y fuerza expresiva que utiliza Juan José Almagro Iglesias para introducir su traducción de Lo malo de la poesía y otros poemas, el primer libro de poemas de Billy Collins (Nueva York, 1941) que se publica en España. La versión original apareció en Estados Unidos en 2005 y ahora la edita Bartleby en edición bilingüe. Esta es la tarjeta de presentación de un poeta que viene avalado por su éxito de ventas, por el respeto de la crítica y por una presencia muy amplia en las páginas de poesía de la red.

Humildad, precisión y fuerza, decía más arriba. Tres conceptos que definen también la tonalidad y el timbre emocional de los poemas de Collins, un poeta de interiores que enlaza con la tradición de los poemas conversacionales de Coleridge, otro poeta del domicilio.

Vinculado a la poesía de Frost, Larkin o Lowell y a su desnudez expresiva, como todos ellos Collins convierte esa poesía aparentemente circunstancial en poesía meditativa que se remonta desde el objeto cotidiano en la habitación o en la cocina a una profundización en su interior. Bien significativo de esa actitud es el título (Sailing Alone Around the Room) que Collins le puso a una antología poética que publicó en 2001.

Se ha hablado con frecuencia de la vinculación de la poesía de Collins con el jazz, música de la que se ha declarado seguidor. Esa influencia, que vincula la improvisación en el jazz a la improvisación en parte de la poesía contemporánea, en Collins incide en un cierto tono sincopado, pero sobre todo en la técnica de construcción del poema: un comienzo suave para terminar con fuerza. Y así están dosificados los elementos de su poesía: con la descripción de un escenario doméstico o una situación trivial para sacar de allí matices de gran intensidad emocional.

La poesía se plantea en Collins como un viaje de un lugar a otro de la mente, desde la realidad a la imaginación, en una actitud evasiva que lleva al poema, al autor y al lector a terrenos desconocidos desde una poesía tan doméstica como los perros que aparecen con frecuencia en sus versos. Por ejemplo, el fantasma del perro que desprecia a su amo, que lo sacrificó con una inyección letal:

Ahora me he liberado del collar,
la gabardina amarilla, el jersey con el nombre grabado,
la estupidez de tu césped perfecto,
y eso es todo lo que necesitas saber sobre este lugar

excepto lo que ya suponías
y estás satisfecho de que no ocurriera antes -
que aquí todo el mundo sabe leer y escribir,
los perros poesía, los gatos y el resto en prosa.

Lo que rodea al poeta – los árboles, una escoba, un cubito de hielo— se convierte en la puerta de acceso a una realidad más amplia, más profunda, más abstracta. Los objetos humildes, las situaciones triviales e irrepetibles del presente dan lugar a una celebración de lo cotidiano que enlaza esta poesía, como la de otros norteamericanos contemporáneos vinculados a la generación beat como Rexroth, a la tradición poética del haiku japonés, en el que sólo existe el presente, lo que ocurre en el preciso instante del poema.

Convencido de que cada sustantivo cuenta una larga historia, de que la palabra silla encierra toda un épica, Collins huye de la grandilocuencia metafórica o de la sorpresa del adjetivo y dirige su esfuerzo poético a conseguir que el poema sea claro, articulado e inteligible.

Comparaciones, imágenes o metáforas de sentido común, apoyadas en una lógica que entiende cualquier lector, son los instrumentos que utiliza el poeta para realizar la exploración poética del mundo que es cada uno de sus libros y cada uno de sus poemas, apoyados en su narratividad y en un coloquialismo que permite pasar de lo naïf a la irracionalidad limitada que emerge a veces en ellos.

Y es que la preocupación por el receptor es otra de las claves de la poesía de Billy Collins, que suele iniciar sus libros con una apelación al lector.

Tú, lector se titula el poema que abre el libro. En él se aprecia el tono y el calado de esta poesía, honda y sencilla:

Me pregunto cómo te vas a sentir
cuando averigües

que escribí yo esto y no tú,

que fui yo el que se levantó pronto
para sentarse en la cocina

y mencionar con un bolígrafo


las ventanas empapadas de lluvia,

el papel pintado con dibujo de hiedra,
y el pez de colores dando vueltas en la pecera.

Venga, date la vuelta,

muérdete el labio y arranca la hoja,
pero, escucha —era tan sólo una cuestión de tiempo

antes de que uno de nosotros casualmente
percibiera las velas sin encender
y el reloj murmurando en la pared.


Encima, nada ocurrió esa mañana-

una canción en la radio,
el silbido de un coche que pasaba por la carretera-


y yo sólo pensando
en el salero y el pimentero
que estaban colocados juntos en un mantel individual.


Me preguntaba si se habían hecho amigos
después de todos estos años
o si aún eran desconocidos el uno para el otro


como tú y yoque nos las arreglamos para ser conocidos y desconocidos
al mismo tiempo—

yo en esta mesa con peras en un frutero,

tú apoyándote por ahí en el quicio de una puerta
cerca de unas hortensias azules, leyendo esto.
Entre ese primer texto y el Silencio que lo cierra, el poeta explica el título:

lo malo de la poesía es
que anima a escribir más poesía.

Santos Domínguez

12 abril 2007

La vida plural de Fernando Pessoa



Ángel Crespo.
La vida plural de Fernando Pessoa.
Seix Barral. Barcelona, 2007.

I know not what tomorrow will bring (No sé lo que traerá el día de mañana).

Es lo último que escribió Fernando Pessoa, que había ingresado en el hospital de San Luis de los Franceses en Lisboa el 28 de noviembre de 1935. Al día siguiente pareció mejorar y escribió esa última línea. El 30 de noviembre los médicos certificaban su muerte por coma hepático.

Tenía 47 años y con él moría no sólo el titular de un documento de identidad, sino las múltiples personalidades literarias que fueron surgiendo de él. Heterónimos como Alberto Caeiro, del que el Pessoa ortónimo se declaraba discípulo, a otros herederos de Caeiro, paganos y dolientes como Álvaro de Campos, Ricardo Reis o el filósofo neopagano Antonio Mora, o semiheterónimos como Bernardo Soares, una máscara del Pessoa interior, que lo definía como yo menos el raciocinio y la afectividad.

Desde 1988 en que se publicó por primera vez La vida plural de Fernando Pessoa hasta la reedición reciente en Los Tres Mundos de Seix Barral, este estudio de Ángel Crespo, uno de los primeros traductores de Pessoa al español, se ha convertido en una biografía de referencia y en un modelo canónico del género.

Era lúcido y triste como un día frío, dijo de sí mismo Fernando Pessoa, cuya obra permaneció inédita durante décadas, olvidada en el baúl en que la iba guardando su autor, de tan compleja personalidad que sólo pudo canalizarse a través del drama em gente que escenificó su poesía: Caeiro, Campos, Reis son algunas de las voces con las que se expresó uno de los poetas esenciales del siglo XX. Y cada uno de ellos es un mundo. No sólo un mundo poético, sino un universo vital que excede la simpleza o la ocultación del seudónimo. Sé plural como el universo, había escrito en uno de sus aforismos. Y es que el heterónimo no es ocultamiento, sino revelación.

Pessoa cuenta el proceso de aparición del primero de ellos, Caeiro: Un día en que había por fin desistido- fue el 8 de marzo de 1914-, me acerqué a una cómoda alta y, cogiendo un papel, empecé a escribir de pie, como escribo siempre que puedo. Y escribí treinta y tantos poemas de un tirón, en una especie de éxtasis cuya naturaleza no conseguiré definir... Y lo que vino a continuación fue la aparición en mí de alguien a quien di el nombre de Alberto Caeiro. Discúlpeme lo absurdo de la frase: apareció en mí mi maestro. Fue esa la sensación inmediata que tuve.

En ese año crucial empieza la escritura intermitente del Libro del desasosiego, un diario de interiores que Pessoa mantendría hasta un año antes de su muerte. Y en La floresta de la enajenación escribe: Éramos fuera y otros.

Esas dos décadas largas son las que centran el interés del estudio de Crespo, que conecta ejemplarmente biografía y crítica e historia literaria: la fundación de la revista Orpheu, escandalosa, vanguardista y hermética, en la que se publicaron los primeros versos de su heterónimo Álvaro de Campos, o el año 1916, uno de los peores de su vida, con el suicidio parisino de su amigo Sá-Carneiro y el comienzo de su afición por el ocultismo y por las teorías de la Blavatsky, aquella rusa esotérica que influyó también en Yeats, y que reforzaron en Pessoa la idea de que era un medium a través del que se expresaban otras voces.

Sobre la tendencia de Pessoa a la despersonalización y a la simulación; sobre el significado de esas voces y esas vidas; sobre sus problemáticas relaciones con Ofelia Queirós, una compañera de trabajo, trece años más joven que él; sobre su relación con el sebastianismo y el Quinto Imperio; sobre los más de 25.000 textos que guardó en el arca famosa, con un índice que reseña el orden en que deben ser publicados giran algunos de los capítulos de este libro que es ya una referencia imprescindible en los estudios pessoanos y una excelente introducción a su poesía.

Santos Domínguez