8/12/23

Kafka. El proceso


Franz Kafka.
El proceso.
Edición de Isabel Hernández.
Cátedra Cinco décadas. Madrid, 2023.


El 31 de Diciembre de 1914 Kafka hacía balance en su diario de lo que había escrito desde agosto, cuando había retomado El proceso: “Desde agosto he trabajado, en general, no poco y no mal, pero ni en el primer aspecto ni en el segundo lo he hecho hasta los límites de mi capacidad, como tendría que haber sido, especialmente porque, según todas las previsiones (insomnios, dolores de cabeza, insuficiencia cardíaca), mi capacidad no durará ya mucho tiempo. Escrito, sin terminar: El proceso, Recuerdos del ferrocarril de Kalda, El maestro de pueblo, El fiscal suplente, y otros comienzos menores. Terminados solo están: En la colonia penitenciaria y un capítulo de El desaparecido, ambas durante el permiso de catorce días. No sé por qué hago este recuento, no va conmigo.”

Sólo una semana después, el 6 de enero de 1915, anotaba: “He abandonado provisionalmente El maestro de pueblo y El fiscal suplente. Pero también casi incapaz de continuar El proceso.”

Y el 24 de enero, a propósito de su encuentro con Felice en Bodenbach, escribe: “También le he leído algo mío, las frases se embrollaban de forma repulsiva, sin la menor conexión con la oyente, que estaba tumbada en el canapé con los ojos cerrados y acogía mi lectura sin decir palabra. Tibia petición de que le permitiese llevarse un manuscrito y copiarlo. En la historia del guardián de la puerta, más atención y buena observación. Solo en ese momento vi claro el significado de esa historia, también ella la captó correctamente, luego, de todas formas, hicimos groseras observaciones a su propósito, yo fui el primero en hacerlo.”

Aunque la conservó cuidadosamente ordenada en distintos sobres correspondientes a sus capítulos, Kafka no vuelve a hacer ninguna alusión desde entonces a esa novela, sobre la que seguramente no volvió y que sin embargo acabaría convirtiéndose con el tiempo no sólo en una de las obras esenciales del canon kafkiano, sino también en uno de los textos más representativos de la literatura del siglo XX. 

Este es su memorable comienzo, en la traducción de Isabel Hernández para Cátedra que se recupera en la colección Cinco décadas, con la que se celebra el medio siglo de existencia de Letras Hispánicas y Letras Universales:

Alguien debía de haber hablado mal de Josef K, puesto que, sin que hubiera hecho nada malo, una mañana lo arrestaron.

A partir de esa primera frase, la novela inacabada de Kafka que Max Brod publicó en 1925, un año después de la muerte de su autor, abre una espiral de pesadillas inverosímiles que imponen su lógica siniestra a las delirantes situaciones de la novela, que funda con la intensidad narrativa de su clima angustioso una realidad propia y absurda, pero más poderosa y más opresiva que la cotidiana.

Sustentada en una voluntad metafórica alusiva al hombre contemporáneo, confuso y sometido, entre la ausencia de culpa y la certeza del castigo, al opaco e invisible Tribunal que representa el omnipresente poder del Estado o la imagen omnipotente de la divinidad, la novela establece en la sucesión de sus episodios un vertiginoso y paradójico juego de presencias, ausencias y preguntas sin respuesta en un mundo incomprensible.

Su núcleo de sentido es la parábola Ante la ley, que condensa el significado de El proceso. Kafka la publicó exenta en 1915 en una revista y en 1919 en una colección de relatos.  La incertidumbre en la espera, la indefensión ante los mecanismos secretos de la justicia, la soledad del individuo ante la maquinaria social, los laberintos de la burocracia, la desorientación y el error, la postergación, el vacío y finalmente la resignación con que Josef K. asume la ejecución por un delito que desconoce atraviesan una novela que, pese a su carácter fragmentario y a su condición de incompleta -o quizá justamente por eso- representa mejor que ninguna otra el concepto de lo kafkiano.

En su espléndido estudio introductorio, Isabel Hernández describe el entorno histórico y cultural de Kafka, recorre su biografía vinculándola estrechamente con su escritura y aborda su relación con Felice Bauer, Milena o Dora Diamont, antes de acometer un estudio interpretativo del proceso que concluye con estas palabras: “La novela contiene muchos mensajes, complementarios e incluso, tal vez, contradictorios. A pesar de su ambigüedad y de estar incompleta, tiene una unidad y sigue una dirección. El proceso nos presenta un mundo que es absurdo, pero terriblemente real. Este mundo se asemeja muy poco a la existencia ordinaria, pero está hecho de elementos de la vida cotidiana.”


Santos Domínguez