La imagen del Emblema VIII del manuscrito alquímico Atalanta fugiens del médico alemán Michael Maier, Accipe ovum & igneo percute gladio (Toma el huevo y golpéalo con una espada de fuego) es la que se ha utilizado como motivo de la portada en la edición de Jung y la imaginación alquímica, de Jeffrey Raff, que acaba de publicar Ediciones Atalanta con traducción de Francisco López Martín.
Iluminado con veintitrés ilustraciones imprescindibles para entender su contenido, es una aproximación a la alquimia y una reinterpretación psicológica de la tradición hermética en clave junguiana, como alegoría de la consciencia a partir de la lectura simbólica de diversas imágenes alquímicas que representan un modelo de construcción espiritual del yo.
Tras un recorrido histórico desde el inicio de la alquimia entre los siglos IV y II a. C., con la fusión de ideas orientales y el conocimiento científico griego, por alquimistas árabes y místicos sufíes como Ibn Hayyan y la alquimia europea de Paracelso, Raff se centra en el Mysterium Coniunctionis de Jung como cima de esa tradición espiritual, porque “es necesario dirigirse a Jung y extraer de sus textos un modelo de la experiencia espiritual que vuelva descifrable la alquimia.”
“La alquimia -escribe Raff- fue una tradición que duró dos mil años. Pese a sus numerosos cambios, mantuvo una cohesión y una continuidad notables a lo largo de los siglos. Los alquimistas de un periodo determinado podrían haber conversado sin demasiadas dificultades con los de otro separado por varios siglos. La alquimia era una extraña mezcla de experiencias y estados visionarios, por un lado, y de trabajo físico con sustancias materiales, por el otro. Este libro se centra en los primeros elementos. La alquimia proporciona un modelo y un mapa para establecer experiencias interiores, así como un sistema simbólico para su expresión.”
En esa lectura simbólica de imágenes son claves algunos conceptos vertebrales de la psicología junguiana: la construcción del yo, la función transcendente o la imaginación activa, cuya naturaleza explica Jeffrey Raff a la luz de una serie de grabados esotéricos, porque “las imágenes alquímicas representan simbólicamente experiencias y estados psicológicos […] pero además constituyen expresiones simbólicas de estados de consciencia y visiones que son únicas en sí mismas. No es incorrecto entender la alquimia como una metáfora.”
Imaginación y meditación son los instrumentos fundamentales para recorrer ese camino de conocimiento resumido en emblemas como los que el alquimista Lambsprinck incorporó a su tratado sobre la piedra filosofal, De Lapide Philosophico Libellus para resumir todo un proceso espiritual cuya simbología explica detalladamente Raff a la luz de esas imágenes y de otras, procedentes la Philosohia reformata, que apareció en Francfort en 1622, o del Mutus liber francés de 1677.
Imágenes que resumen los procesos de la alquimia interior que dieron lugar a textos como Las bodas alquímicas, atribuidas a Christian Rosenkreutz, el fundador de los Rosacruces, y que culminan en Jung, que hizo de la espiritualidad y la transcendencia dos ejes fundamentales de su pensamiento. Escritos sobre espiritualidad y transcendencia se titula por cierto la espléndida recopilación de textos junguianos que Trotta publicó hace unos años.
En su Conclusión, escribe Jeffrey Raff estas líneas:
Jung vio en la alquimia un mapa de los procesos de individuación y de crecimiento psíquico. Ese mapa es tan válido hoy como lo fue en su momento, pero además estamos empezando a reconocer en la alquimia un plano de la transformación psicoidal y una inestimable ayuda en la búsqueda de la anhelada unión de lo humano y lo divino.
Santos Domínguez