24/9/21

Else Lasker-Schüler. Un viejo tapiz tibetano

Else Lasker-Schüler.
Un viejo tapiz tibetano
(y otros poemas de amor).

Prólogo y traducción del alemán
de Jenaro Talens.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2021

“Quiero no tener límites, / regresar hacia mí”, escribe Else Lasker-Schüler en 'Huir del mundo', el poema que abre la antología bilingüe de su obra poética de temática amorosa que publica Galaxia Gutenberg con prólogo y traducción del alemán de Jenaro Talens.

Else Lasker-Schüler, que nació en Alemania en 1869 y murió en 1945 en Jerusalén, fue amiga de Gottfried Benn, que la tuvo por la poeta más importante de Alemania, y de Georg Trakl del que dice en uno de estos poemas:

Georg Trakl sucumbió a la guerra por su propia mano.
Siempre estaba tan solo en este mundo. Yo lo amé.

 Precursora de la vanguardia expresionista en lengua alemana, de ella dice Jenaro Talens en el prólogo de esta edición que “su obra ha sobrevivido a los avatares que acompañaron su convulsa existencia, dando testimonio de una voz única y profundamente original, considerada como una de las figuras fundamentales del movimiento expresionista.”

Para titular la selección de estos poemas escritos entre 1902 y 1943 se ha elegido este de 1910, Un viejo tapiz tibetano:

Tu alma, que ama a la mía,
se entreteje con ella en un tapiz del Tíbet.

De haz en haz, con colores de amor,
un cortejo de estrellas a lo largo del cielo.

Descansan nuestros pies en el tesoro
de una malla de mil y mil anchuras.

Dulce hijo del Gran Lama en el trono de almizcle,
¿durante cuánto tiempo tu boca besará la mía
y mejilla contra mejilla hará un tejido multicolor de horas?

Un conjunto de treinta y dos poemas compuestos en una trayectoria de más de cuarenta años y en los que proyecta su aguda sensibilidad y su imaginación visionaria para hacer una transfiguración poética de la experiencia amorosa sobre el telón de fondo del deseo, la noche y el sueño, del tiempo y de la muerte.

Así en esta elegía de 1917 dirigida a Senna Hoy -seudónimo del escritor anarquista alemán Johannes Holzmann-, que termina con estos versos:

Ya no tengo miedo
de morir.

 He florecido sobre tu tumba
junto a los brotes de la enredadera.

Tus labios siempre me llamaron
y ahora mi nombre no conoce el camino de vuelta.

Cada paletada de tierra, al ocultarte,
también caía sobre mí.

Por eso siempre está la noche en mí
y las estrellas ya al atardecer.

Incomprensible para los amigos,
me he convertido en una extraña.

Pero estás a la puerta de la ciudad silenciosa
y allí me esperarás, gran ángel.

Santos Domínguez