Un viejo tapiz tibetano
(y otros poemas de amor).
Prólogo y traducción del alemán
de Jenaro Talens.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2021
“Quiero no tener límites, / regresar
hacia mí”, escribe Else Lasker-Schüler en 'Huir del mundo', el poema que
abre la antología bilingüe de su obra poética de temática amorosa que
publica Galaxia Gutenberg con prólogo y traducción del alemán de Jenaro Talens.
Else Lasker-Schüler, que nació en Alemania en 1869 y murió en 1945 en Jerusalén, fue amiga de Gottfried Benn, que la tuvo por la poeta más importante de Alemania, y de Georg Trakl del que dice en uno de estos poemas:
Precursora
de la vanguardia expresionista en lengua alemana, de ella dice Jenaro
Talens en el prólogo de esta edición que “su obra ha sobrevivido a los
avatares que acompañaron su convulsa existencia, dando testimonio de una
voz única y profundamente original, considerada como una de las figuras
fundamentales del movimiento expresionista.”
Para titular la selección de estos poemas escritos entre 1902 y 1943 se ha elegido este de 1910, Un viejo tapiz tibetano:
Tu alma, que ama a la mía,
se entreteje con ella en un tapiz del Tíbet.
De haz en haz, con colores de amor,
un cortejo de estrellas a lo largo del cielo.
Descansan nuestros pies en el tesoro
de una malla de mil y mil anchuras.
Dulce hijo del Gran Lama en el trono de almizcle,
¿durante cuánto tiempo tu boca besará la mía
y mejilla contra mejilla hará un tejido multicolor de horas?
Un conjunto de treinta y dos poemas compuestos en una trayectoria de más de cuarenta años y en los que proyecta su aguda sensibilidad y su imaginación visionaria para hacer una transfiguración poética de la experiencia amorosa sobre el telón de fondo del deseo, la noche y el sueño, del tiempo y de la muerte.
Así
en esta elegía de 1917 dirigida a Senna Hoy -seudónimo del escritor
anarquista alemán Johannes Holzmann-, que termina con estos versos:
Ya no tengo miedo
de morir.
He florecido sobre tu tumba
junto a los brotes de la enredadera.
Tus labios siempre me llamaron
y ahora mi nombre no conoce el camino de vuelta.
Cada paletada de tierra, al ocultarte,
también caía sobre mí.
Por eso siempre está la noche en mí
y las estrellas ya al atardecer.
Incomprensible para los amigos,
me he convertido en una extraña.
Pero estás a la puerta de la ciudad silenciosa
y allí me esperarás, gran ángel.
Santos Domínguez