Reseñar libros malos no es sólo una pérdida de tiempo, sino también un peligro para el carácter (W.H. Auden)
31/5/21
Vidas truncadas
28/5/21
Las flores del mal. Edición ilustrada
Las flores del mal.
Traducción de
Ilustrado por Louis Joos.
Nørdicalibros. Madrid, 2021.
Con motivo del bicentenario del nacimiento de Baudelaire Nørdicalibros publica una espléndida edición ilustrada de Las flores del mal, un libro esencial en el nacimiento de la poesía contemporánea.
Baudelaire nació hace dos siglos, el 9 de abril de 1821, el mismo año que murió Napoleón, y vivió hasta 1867, el año en que Marx publicaba El capital.
Entre esas dos fechas capitales y simbólicas transcurrió la vida de uno de los fundadores de la literatura contemporánea, del autor que más ha influido en la poesía del último siglo y medio, no sólo por haber creado el género del poema en prosa, una de las formas características de la modernidad, sino por haber incorporado en su obra alguno de los temas fundamentales de esa misma modernidad, como el reflejo de una identidad borrosa y desvanecida, la obsesión por el paso del tiempo o los paisajes urbanos de una ciudad que no es sólo el fondo, sino el centro y el tema de su poesía.
Lleno de limitaciones verbales, esforzado y constante en su dedicación a la literatura, Baudelaire sintió como pocos el poder demoníaco de la palabra y la fuerza enajenante de la poesía. Afrontó el mismo desafío ante las letras de cambio y ante las palabras y todo lo resolvió con habilidad, talento y valor. Por eso fue un dandy empobrecido y con propensión crediticia, autor de una poesía marcada por su intenso sentido del presente.
Insurgente y transgresor en política y en literatura, cuando en 1851 la Segunda República Francesa confirma el fracaso de las utopías revolucionarias del 48, Baudelaire era ya una celebridad poética en los ambientes del París bohemio, pero no había publicado aún ningún libro.
Biógrafo y traductor de Poe, al que según Eliot mejoraba, publica en 1857 Las flores del mal, un libro con sólida base autobiográfica, con París y Jeanne Duval al fondo, que en sucesivas ediciones fue recogiendo la poesía que escribió a lo largo de veintiséis años. Un libro escandaloso por su violencia verbal contra el hipócrita lector, contra la instituciones y las normas, una radicalización de la rebelde subjetividad romántica llevada a sus últimas consecuencias.
Con Las flores del mal, desde ese hodiernismo y esa rebeldía que busca el aire libre, el espacio de las multitudes como paisaje humano y el vagabundeo urbano por las calles de París, Baudelaire convirtió la gran ciudad en ámbito y tema de una poesía hasta entonces asfixiantemente claustrofóbica.
Porque Las flores del mal supuso el desplazamiento del paisaje de la naturaleza al de la gran ciudad, al nuevo París de las muchedumbres y los bulevares que sustituía a mediados del XIX a la abigarrada ciudad de los barrios medievales. Era la ciudad en profunda transformación que sirvió de marco para una obra poética que supuso a su vez la transformación del panorama literario.
El caos movedizo de la gran ciudad se convierte en el paisaje literario y vital que sirve de fondo a la exaltación del presente y a la conciencia de sí mismo del artista, relegado al anonimato de las multitudes en la vida moderna, habitante de los márgenes sociales -como el mendigo, el loco o el viejo saltimbanqui que aparecen en estos textos y reaparecerán en Rilke por ejemplo- y con una capacidad crítica que más de siglo y medio después sigue mostrando una voz asombrosamente contemporánea, la que se expresa en poemas como El albatros, Correspondencias, Un fantasma, La invitación al viaje o las Letanías de Satán, que forman parte ya del canon fundamental de la poesía contemporánea.
Con ese libro explosivo se abría un abismo insalvable con la poesía anterior. Seguramente se inauguraba así en 1857 la poesía contemporánea, porque a partir de Las flores del mal, pese a la indiferencia de los críticos venales de la época, pese a su aura de malditismo satánico, pese a la condena del libro por inmoral y blasfemo en los tribunales, ya no se podrá seguir escribiendo poesía como hasta entonces.
Y el primero que lo confirma es el propio Baudelaire, que en los póstumos Poemas en prosa pasa de la subjetividad exacerbada de Las flores del mal a un objetivismo poético de influencia creciente en los poetas contemporáneos.
Porque cuando Baudelaire dio por terminadas esas flores malsanas que acercaban la vida a la literatura y suponían la desacralización del arte y el artista, empezó a escribir, con una discontinuidad que ocupó los diez últimos años de su vida, los poemas en prosa del Spleen de París, el contrapunto de Las flores del mal, su réplica en prosa.
Lúcido y moderno, Baudelaire inauguraba de esa forma una nueva literatura que transformó radicalmente la poesía como forma de representar la realidad, modificó la voz lírica, alteró el tono del poema y cambió el papel del lector.
Al margen de su importancia histórica y de su potencia germinal como obra fundadora del canon del que surge la poesía contemporánea, Las flores del mal tienen una virtud más alta: mantienen intacta su capacidad para conmover y para sorprender al lector actual, como en el Spleen que comienza con estos versos:
Santos Domínguez
26/5/21
Karl Kerényi. Los dioses de los griegos
“Este
libro debe su origen a la convicción, compartida por los editores y el
autor, de que ha llegado el momento de escribir una Mitología de los Griegos
para adultos. Es decir, una mitología no sólo para especialistas en
estudios clásicos, en historia de la religión o en etnología; menos aún
para niños, quienes en el pasado recibieron los mitos clásicos muy
alterados o, al menos, escogidos cuidadosamente según los criterios de
una educación tradicional; sino simplemente para aquellos adultos cuyo
interés primordial, si bien vinculable al interés por cualquiera de las
mencionadas ramas del saber, reside sin em bargo en el estudio de los
seres humanos. La forma actual que ese interés toma es, desde luego, la
de un interés por la psicología. Y tal como lo ha admitido un gran
exponente del pensamiento humanístico moderno, es precisamente la
psicología el saber que «contiene en su interior un interés por el mito,
tal como toda escritura creativa contiene en su interior un interés por
la psicología».”
Esas últimas
palabras que entrecomilla en su cita Karl Kerényi en la Introducción de
Los dioses de los griegos, que publica Atalanta con traducción de Jaime
López Sanz, son de una conferencia de Thomas Mann, que añadía: “mientras
lo mítico representa un estadio temprano y primitivo en la vida de la
humanidad, en la vida del individuo representa uno tardío y maduro.”
“La
palabra griega mythologia contiene el sentido no sólo de «cuentos»
(mythoi), sino también el de «contar» (legein): un tipo de narración que
originalmente también despertaba ecos, porque promovía el darse cuenta
de que la historia contada concernía personalmente al narrador y a la
audiencia. [...] Este libro es un intento experimental de reponer la
mitología de los griegos (al menos hasta cierto punto) en su medio
original: en el contar historias mitológico”, escribe el filólogo,
helenista y mitógrafo húngaro Károly Kerényi, que publicó Los dioses de los griegos en 1951. Es el primer volumen de La mitología de los griegos, que completó en 1958 con Los héroes de los griegos, editado en España hace doce años también en Atalanta.
El
conjunto es un estudio ya clásico sobre la profunda huella que han
dejado los dioses y los héroes de la mitología de la Grecia clásica no
sólo en la configuración de prototipos literarios o éticos, sino en la
formación del pensamiento occidental.
Se trata de una mitología
para adultos presentada como una narración continua que prescinde del
análisis erudito y se construye como un relato puesto en boca de un
narrador inventado por Kerényi: un griego isleño de nuestro tiempo que
cuenta esos mitos y leyendas heroicas desde dentro, como parte de su
propia realidad.
Porque -explica Kerényi en su introducción- “el
elenco presentado en este libro debe también incluir un personaje
ficticio que recuenta las historias de la mitología griega. Este
personaje dirá el prólogo de las acciones narrativas mayores y menores;
al modo clásico de la tragedia griega introducirá a los otros personajes
a medida que aparezcan y describirá sus indumentarias.”
Por
medio de esa voluntad narrativa se asume así un único punto de vista
omnisciente que recorre una parte fundamental de nuestro inconsciente
colectivo a través de esas historias.
La interpretación de
Kerényi de las figuras de la mitología griega como arquetipos de alma
humana se relaciona directamente con el enfoque de Freud y Jung, que
exploraron los vínculos entre la psicología y la mitología griega.
Lo
explica en su prólogo Luis Alberto de Cuenca cuando escribe que “la
psicología moderna, con Sigmund Freud a la cabeza, buceó en los
arquetipos que le ofrecía la mitología griega para dar nombre a procesos
de naturaleza psíquica como el complejo de Edipo, el de Electra, el de
Medea y tantas otras proyecciones de nuestro yo infantil en el mundo de
las emociones y los sentimientos consustanciales a nuestra especie.”
Con
esa perspectiva narrativa, a partir del estudio de una ingente cantidad
de fuentes y relatos desde los himnos homéricos hasta Aristófanes o
Plinio y desde Teócrito hasta Cicerón o Virgilio, Kerényi ofrece un
recorrido por los mitos griegos más significativos desde los mitos sobre
el origen y las divinidades primordiales (Tetys y Océano, Gea y Rea, la
Gran Madre de los dioses) a los cultos mistéricos de Dionisos o
Eleusis, a los que dedicó sendas monografías.
Hécate,
las Moiras y otras deidades preolímpicas como las Erinias o Euménides;
Afrodita y sus diversas advocaciones; Zeus y sus múltiples esposas; su
hija, Palas Atenea, virgen y madre; Apolo en Delfos con forma de delfín y
Ártemis, su hermana cazadora; las maternidades de Hera y el canto de
Hermes, inventor de la lira; Posidón, hermano de Zeus, y sus
matrimonios; el Sol, la Luna y su familia; Prometeo, rival de Zeus, y la
raza humana; Hades, “el hermano subterráneo de Zeus”, su hermana
Deméter y su sobrina Perséfone, divinidades del Inframundo, y otras
historias de rapto, consuelo y ascensión.
Forman
parte de un mosaico espectacular, porque -como avisa Kerényi a
propósito de Afrodita y sus sobrenombres- “la sustancia de los relatos
estaba contenida en la figura de la deidad misma, pero ningún relato
aislado podría presentar a la figura completa en todos sus aspectos. Los
dioses vivían en el alma de nuestros ancestros, por lo que sus figuras
no se agotaban al entrar en algunas de sus historias tomadas
aisladamente. Y sin embargo, cada relato contiene, ahora como entonces,
alguna parte viva de ellos, un fragmento que contribuye a sus
configuraciones totales.”
Las
páginas de este ensayo imprescindible son una contribución decisiva a
la reconstrucción de ese mosaico complejo y plural que representa la
complejidad del hombre y su relación consigo mismo y con los otros, con
la naturaleza y el universo, con la vida, el tiempo y la muerte.
Santos Domínguez
24/5/21
Jane Austen. Lady Susan y otras novelas
21/5/21
Cavadías. Poesía completa
Nicos Cavadías.
La Cruz del Sur.
Poesía completa.
Introducción, traducción y notas
de David Hernández de la Fuente.
Alianza Editorial. Madrid, 2021.
“Nicos
Cavadías es uno de los grandes poetas que Grecia ha dado al siglo XX,
una figura única y atípica en la historia de la literatura de ese país.
Su obra ha gozado del favor de los griegos, tanto del público como de la
crítica, y se puede decir que ya forma parte de la memoria colectiva de
un pueblo que vive con el alma mirando al mar. Su voz poética, tan
personal como atemporal, manifiesta la esencia del ser humano a través
del mar, los sentimientos del exilio, voluntario o no, el extrañamiento,
el conocimiento de otras realidades a través de los viajes, la
fascinación cosmopolita por el ancho mundo y, a la vez, el profundo
desamparo que se experimenta en todas partes por igual ante los mismos
padecimientos: soledad, muerte, enfermedad, desamor”, explica David
Hernández de la Fuente en la introducción con la que presenta su
traducción de la poesía completa del poeta griego Nicos Cavadías
(1910-1975), que publica El libro de bolsillo de Alianza Editorial.
La de Cavadías fue una vida marcada por la profesión de comerciante naval de su padre, por los viajes marítimos y vinculada al puerto de El Pireo. Su poesía tiene como eje el mar y la vida marinera, porque -como recuerda Hernández de la Fuente en su prólogo- “se diría que algo le arrastraba irremediablemente a una existencia ligada al mar y a los largos viajes ya desde su primera infancia: el viaje de regreso desde el lejano oriente a la península helénica es un primer contacto con las travesías del océano, que tanta importancia han tenido para las letras griegas.”
Al sur bajo las aguas de la costa africana
hace ya muchos años que duermes en tu sueño.
Ya no te acuerdas de los destellos de los faros
ni del dulce pastel de todos los domingos.
Marabú, Calima y el póstumo De través, además de un nutrido grupo de poemas sueltos y dispersos en revistas y antologías, son los libros que recoge esta edición de una obra de la que dice Hernández de la Fuente:
“La crítica y el público fueron unánimes al juzgar única e irrepetible la voz poética de Cavadías, personal y fascinante. No tiene encaje en los movimientos literarios de su época, pues siempre anduvo a la deriva en eso también. En continua navegación por todo el mundo, se diría que Cavadías vivió apartado de cualquier clasificación, inaccesible a críticos y público, retirado como un verdadero eremita del mar que sólo de cuando en cuando se permitiera algunos días en tierra, junto a su hermana y sus sobrinos. Viajó hasta el último momento, incluso cuando la muerte se lo llevó a su «oscuro puerto»; viajó, como diría Proust, con esos ojos nuevos que tiene el auténtico viajero.”
Anclado en la tradición de la lírica popular griega y en la influencia de poetas griegos y europeos, Cavadías fue un poeta del exilio, el extrañamiento y el desarraigo. En su poesía conviven la nostalgia de la casa y la voluntad de partir en un viaje que se convierte en experiencia renovadora y de transformación. Así comienza su Mal de départ:
Seré siempre un amante indigno e ideal
de los lejanos viajes y los mares azules,
y moriré una tarde como todas las tardes,
sin surcar ya la turbia línea del horizonte.
Ese texto pertenece a su inicial Marabú, un libro narrativo y pródigo en descripciones de viajes, puertos y barcos, lugares y personajes de mares lejanos. Se iniciaba con él una travesía poética y marítima que confirma, como indica el editor, que “hablar de los griegos y el mar es hablar de poesía, desde Homero a Cavafis.”
Su segundo libro, Calima, más intimista y más sombrío, es una obra de madurez cuyos perfiles se acentúan en De través, un libro crepuscular atravesado por el tema de la muerte y el ejercicio de la memoria. A él pertenecen estos versos, que cierran el poema Yarra Yarra, fechado en Melbourne en 1951:
Quiero esa barca, río, la barca de cartón
con la que juegan esos niños en la ribera.
Di, ¿la distancia mata? Hiere, pero no mata.
¿Quién dijo «tierra»? Miente. Pues nunca hemos llegado.
He optado por una traducción que mantenga en lo posible la literalidad y el esquema «verso por verso», pero, a la vez, he intentado imprimir a la versión castellana algo de ese compás musical de la métrica que usa Cavadías (fundamentalmente el citado «político» o decapentasílabo, aunque también se usan en sus poemas endecasílabos y otros metros). La rima, en cambio, que está presente en muchos de los poemas, no se ha intentado trasladar al castellano. Cavadías es osado en ese ejercicio y va más allá del acervo poético helénico, en su vertiente cosmopolita, introduciendo a menudo palabras extranjeras.”
Santos Domínguez
19/5/21
Sánchez-Ostiz. Pío Baroja a escena
17/5/21
Manuel Azaña. El jardín de los frailes
“Cien años después de que apareciera impreso el primer capítulo en una serie de entregas mensuales, ha llegado el momento de proceder a una lectura estrictamente literaria, no vicaria de la significación histórica de su autor, escribe Ángel Luis Prieto de Paula en el prólogo -‘Manuel Azaña y el sabor de la ceniza’- que ha escrito para la edición en Drácena de El jardín de los frailes.
Retrato del artista adolescente, novela de formación o memoria novelada, Azaña fue publicando desde septiembre de 1921 hasta junio de 1922 sus doce primeros capítulos en La Pluma y en 1927 editó la versión definitiva en un libro con siete capítulos más y un prólogo de diciembre de 1926 que terminaba así:
Unidas por un yo continuo pero desdoblado en el tiempo -el yo maduro del que recuerda y el adolescente recordado-, estas páginas ofrecen, con la viveza de su estilo fluido, su vigorosa galería de personajes y su prosa limpia, el espectáculo, a la vez hipnótico y desagradable, de la quema de rastrojos del pasado, de la purga interior y la demolición de un edificio en ruinas sobre las que se levanta el hombre formado y crítico que es Azaña veinte años después de aquella experiencia colegial y de su crisis religiosa en el marco de una educación anacrónica, escolástica y deplorable de la que fue a la vez testigo y víctima quien es sin duda uno de los intelectuales más lúcidos de su tiempo.
14/5/21
La hermana, la extranjera
cuando el deseo toma el horizonte del vientre
y zarpa la razón de duna y barca.
Crece la sal en los cabellos y crece el viento,
crece el árbol y se me abraza como un sexo
y el rumor de bosque desborda los riscos.
Se organizan en dos partes -En el deseo cicatrizado y en la sombra y Sangre presa- que suponen un cambio de tono con el que se matiza la construcción de la identidad en el proceso sentimental del conjunto en torno a dos ejes, el primero, la experiencia de la maternidad solitaria:
yo contemplaba aquel pedazo de mí
extranjero, y a la vez impreso para siempre, a corazón y sangre,
en el deseo cicatrizado, y en la sombra.
***
Heura,
victoria de marzo,
hermana
extranjera, de golpe hecha presente:
¡Cómo descifrar tu lenguaje bárbaro
y violento que fuerza mis confines
hasta la sangre, un reto que no me deja
ni las piernas tan solo para huir!
¿Qué ojos y qué manos -no las mías-
sabrían verte como un tacto, sólo,
como la belleza hecha carne, eclosión
sobre mi vientre, sin interrogantes?
No puedo dejar de añorar los oídos
adivinos que atrapaban tu voz
cuando sólo eras la sombra de un murmullo
de hojas altas, cuerpo adentro, deseo,
señales de humo de uno a otro lado
del bosque, sonido de tambores, abierto, lejano,
palomo de pico blanco, donde yo inscribía
el alfabeto vegetal de tu mensaje,
poema vivo que no urgía respuesta
como por ejemplo esta que sé que no sé.
Y a pesar de todo te nombro victoria,
hiedra de marzo, hermana, la extranjera.
El día siguiente al solsticio de la lluvia
empezó la derrota: No lo vi
hasta que el estrago por todas partes plantó bandera
y los espejos de la noche me reflejaron
con la pena clavada en medio del sexo.
Lo supe, amor, de repente,
y quería deshacer nuestros pasos
para descifrar el enigma: en la hora fundida
no encontraba ningún rastro de pisada.
Sólo esqueletos calcinados de palabras,
fósiles de besos, presagios en ceniza,
silencios que fijaban el silencio.
La añoranza interrogaba precipicios
y el vacío retornaba, en el eco, las preguntas
asesinadas por los puñales del aire.
Amor de sal, claridad
de noche y de arma blanca.
El arrabal oscuro donde pierdo
el paso imanta toda
la tristeza del mundo.
Sangre muerta en los bolsillos.
***
Y sé que eres tú, y sé que no eres tú
la sangre que chupo de esta herida.
¿Recuerdas? Menstruaban las estrellas
y un grito de primavera temeraria
manchaba las sábanas lívidas del miedo:
ya ninguna lejía borrará la impronta.
¿Recuerdas, lejos, la desbandada loca,
incruenta, generosa, rosas encendidas
de tu-mi sexo, entre la seda y el ónix
-trampa de melancolías indomables:
¿Reloj vivo, contraluz de horas fundidas
sin señal, calendario lunar y abrazo?
Y ahora que tú no estás, absurdamente,
la sangre se me hace, absurdamente, herida.
Es porque te sé hermana que puedo decirte extranjera.
Sin tregua esbozada, sin tregua abolida
esta guerra que me une a ti
en un pacto de sangre interminable.
Es porque te sé extranjera que puedo decirte hermana.
12/5/21
Isaak Bábel. Cuentos completos
“No tengo imaginación, no sé inventar nada. Para escribir sobre alguna cosa he de conocerla hasta el más pequeño detalle. Por eso escribo tan despacio y tan poco. Después de cada relato he envejecido diez años... Cuando lo escribo, por pequeño que sea, trabajo como un cavador que debiera llegar él solo con su pala hasta la base del Everest,” afirmaba a propósito de su escritura Isaak Babel (Odesa, 1894-1940), judío ruso, “abiertamente judío en forma y en contenido”, señalaba Harold Bloom, que destacó su “extraordinario talento como escritor de cuentos.”
Heredero del humorismo de Gógol, del cuidado de la prosa y la mirada amarga de Maupassant y del rigor estilístico y la sobriedad narrativa de Chejov, apadrinado por Gorki, fue ejecutado en enero de 1940 en un purga estalinista y rehabilitado en 1956, cuando ya era demasiado tarde.
10/5/21
Monólogos de la bella durmiente
Monólogos de la bella durmiente.
Sobre María Zambrano.
Alianza Editorial. El libro de bolsillo. Madrid, 2021.
“La historia de este libro es una larga historia, y por ello mismo no parece aconsejable entrar en muchos detalles. Con saber tan sólo que el primer texto que aquí se recoge se remonta al año 1991 y que el más reciente se acabó de escribir hace pocas semanas, debería bastar para hacerse una idea de cuán largo, lento y variopinto ha sido el camino que queda en buena medida consignado en las páginas que siguen. Se recoge aquí la práctica totalidad de lo que he publicado de alguna relevancia a propósito de María Zambrano a lo largo de casi treinta años.
Con el mismo título, Monólogos de la bella durmiente, se publicó hace unos años un work in progress de una parte del presente texto (en Ed. Eclipsados, Pamplona, 2010), como un primer material de trabajo. A partir de aquella edición primera se llevó a cabo una revisión general, se reconsideraron los textos allí publicados junto con los comentarios y críticas recibidos, se reescribieron en su mayoría y se añadieron otros nuevos para la presente edición”, escribe Miguel Morey en ‘Lecturas de María Zambrano’, el Prefacio con que presenta sus Monólogos de la bella durmiente. Sobre María Zambrano, que publica El libro de bolsillo de Alianza Editorial.
Organizados en dos secciones, estos dieciséis estudios son el resultado de treinta años de reflexión sobre la obra de María Zambrano, abordada directamente en los once Monólogos y de manera tangencial en los cinco Apartes que se centran en la obra de Valente, José Miguel Ullán o Ramón Gaya.
Textos -explica Miguel Morey- que “a pesar de sus diferencias formales, comparten una misma voluntad, acompañar al lector un tramo por ese paso a paso de la lectura y la meditación. Sabemos que no puede resumirse con otras palabras lo que Platón o Nietzsche dicen, que no puede hacerse una síntesis satisfactoria de su prosa a otro nivel de lenguaje; hay que leerlos y, sobre todo, releerlos, no queda otra – y esto es así también con la prosa de M. Zambrano: lo único que puede hacerse en estos casos es dar orientaciones que pudieran servirle acaso al lector para que lo que lee no se le haga obstáculo, abrirle espacio a los lados, desplegar ejemplos, variaciones, invitarle a demorarse en algún rincón erudito o probar a encenderle ocasionalmente una luz cenital. Tengo la convicción de que las dificultades del pensamiento de María Zambrano pueden ser allanadas, en una buena medida, inventando vías de acceso, creando las condiciones para una escucha posible. Y no es otra cosa lo que aquí se ha intentado, reiteradamente, sin tratar de escamotear en ningún caso una dificultad que es precisamente lo que en la escritura de M. Zambrano no deja de darnos que pensar – su claroscuro…”
Precedidos de un Preludio ('María Zambrano, uso y mención'), los once Monólogos, son el “relato de una experiencia de lectura” que recorre la patria de la infancia y la conciencia del tiempo, el interrogar, la figura de Antígona (“Un emblema, tanto del sentir propio a la antigua tragedia como del que subyace a la reflexión misma de María Zambrano”), el pensamiento y la escritura de la duermevela, los delirios habaneros y la soledad o la mirada con los ojos cerrados del sueño y la noche.
María Zambrano, discípula de Ortega y Gasset, transformó la razón vital de su maestro en razón poética y exploró las relaciones entre pensamiento y poesía, entre filosofía y creación, entre la razón y el conocimiento poético en la mística o el Romanticismo hasta llegar a Valèry, con quien la poesía deja de ser sueño y se convierte en exactitud.
“Filosofía y poesía -escribe Miguel Morey en “Divagaciones sobre el interrogar”- han acercado tanto sus caminos, han estado tan cerca de compartir un mismo afán salvífico que no cuesta demasiado comprender que se soñara con hermanarlas en una sola escritura creadora que acogiera, a la vez, la radicalidad última del interrogar poético y el interrogar filosófico -trascendidos ambos en un tercer espacio de interrogación denominado ahora, con un bello oxímoron (la figura más propia de la tragedia y de la mística): razón poética.”
Y porque filosofía y poesía, pensamiento y palabra se funden armónicamente en la razón poética de María Zambrano, estos textos prestan atención no sólo al pensamiento, sino también a la calidad de la escritura de María Zambrano, a “un ideal de excelencia en la prosa de pensamiento” que define así Miguel Morey:
A esta impresión primera se corresponde el título de este libro, que remite al universo de los cuentos de hadas; y que tal vez fuera la primera respuesta que se encontró para la pregunta: ¿a qué suenan las palabras de María Zambrano? De primeras, sonaban a una voz que iba hablando desde el otro lado, más allá de un muro imposible de sortear, a menos que, con cuidado, volviera uno sobre sus propios pasos y se fueran siguiendo las indicaciones que iban apareciendo, traspasando umbrales por el laberinto, probando a ver, aceptando la guía, sintonizando frecuencias; y entonces sí, sucedía que poco a poco finalmente iba sonando ya más nítida la voz, más clara, cristalina en ocasiones, cercana…
La calidad de la prosa de María Zambrano y la sutileza de su pensamiento son constantes de una obra y una actividad intelectual que se prolongó durante más de sesenta años de indagación en las conexiones entre filosofía y lenguaje, entre razón y revelación, entre el misterio y el secreto, entre la palabra y la música. Estos ensayos, además de ser invitaciones a su lectura, exploran su universo deslumbrante.
7/5/21
Ramírez Lozano. Peccata Mundi
ESE RÍO
Por Torales, mi pueblo,
pasa un río sin nombre que crece con nombrarlo.
Un río de sonidos, un caudal de rumores
que está hecho de voces lavanderas
y lejanos balidos y remotos aullidos
y del grito terrible de los niños ahogados.
Basta contar un cuento para que crezca el río.
A veces, es tan alta la crecida
que en las ermitas hubo que dejar de rezar
y estuvieron prohibidos los pregones,
las canciones de amor y hasta las nanas.
El río de mi pueblo no tuvo nunca nombre.
En cuanto se lo ponen,
él lo arrastra al olvido, ese otro mar.
Con ese poema se abre la primera de las dos partes que articulan el expresionista Peccata Mundi, con el que José Antonio Ramírez Lozano obtuvo el XXXIV Premio Oliver Belmás, que publica Pre-Textos.
En
torno a dos tipos de pecados, los veniales y los mortales, se vertebra
una sucesión de figuras que habitan el retablo verbal sobre el que
construye el libro.
Un retablo
de Torales en la primera parte, barroco por poblado de santos extravagantes y por movido en milagros y prodigios, que
se alimenta del inconfundible mundo poético de Ramírez Lozano y al que
se suman en la segunda los penitentes que procesionan en una secuencia
de escenas casi solanescas que se inician con esta Cruz de guía:
Y de repente, allí, contra el desgarro
turbio del lubricán, entre chumberas,
por los negros calveros
remotos del canchal, asoma
ya la cruz.
¿De quién son esas voces
tan agrias, la salmodia triste,
destemplada, sin lumbre,
que el ventarrón, a ráfagas,
deshilacha hasta el grito?
¿De qué valle de lágrimas?
¿De qué región sin pastos peregrinan
al huerto de qué miel? ¿Qué estrella guía
su ciega trashumancia?
Acudid al asombro.
Bajan al mundo a tientas
y en la espina lo buscan del rosal.
Dios se da en el castigo, ellos lo saben,
más que en el dulce goce de sus dones.
Evocadas con una mirada compasiva que suaviza su indisimulada raíz esperpéntica,
estas alegorías de lo humano son el resultado de una sabia mezcla de
imaginación fabuladora y potencia verbal, de creatividad lírica y
voluntad narrativa, de composición plástica y reflexión existencial.
La tarde se santigua de lechuzas
y el cielo se recoge, impuro por torcaz,
en el recato de los palomares.
Ya los cirios se abren
paso en las sombras alumbrando
las sombras mismas, esa oscura
comitiva de lutos, esa fila
de los deudos de Dios con el pabilo
en mano de la fe, con la moneda
del arrepentimiento con que saldan
los mortales el pecio de su horror,
el ábaco terrible de sus culpas.
Da su hilera en la plaza
y en la cal se recortan los perfiles chinescos
de las calvas devotas, de las negras
mantillas, mientras suena
la música de Dios en la calleja y callan
las fuentes en su salmo.
5/5/21
Rilke. Cartas a un joven poeta
Cartas a un joven poeta.
Ilustraciones de Ignasi Blanch.
Traducción y epílogo de Isabel Hernández.
Nørdicalibros. Madrid, 2021.
En esas líneas, amables y demoledoras a un tiempo, de la primera de las diez Cartas a un joven poeta resume Rilke su idea de la escritura poética.
Fechada en París, el 17 de febrero de 1903, cuando aún quedaba casi una década para que se iniciase el lento milagro de las Elegías de Duino, ya está claramente perfilada en esa carta la idea casi sacerdotal del ejercicio de la poesía como actividad sagrada.
La vida y la poesía recorren esas diez cartas que Nórdica publica en una cuidada edición con ilustraciones de Ignasi Blanch y traducción de Isabel Hernández, autora también del epílogo en el que destaca que “Rilke da forma en sus cartas a su concepción de la vida, la literatura, el arte y la religión. [...] En sus cartas Rilke despliega todo un mundo de sentimientos que parte de sus vivencias en Sankt Pölten, a través de los que intenta definir sus propias concepciones sobre la poesía y aconsejar al joven en las cuestiones más importantes que lo ayudan a dar forma a su inclinación literaria.”
Rilke se las envió al joven austríaco Franz Xaver Kappus, poeta incipiente y cadete en una academia militar en Viena, que las editó en Berlín en 1929, dos años después de la muerte de Rilke, precedidas de una introducción en la que recuerda cómo se decidió “a enviarle a Rainer Maria Rilke mis intentos poéticos y pedirle su opinión. Sin haber cumplido aún veinte años y muy próximo a pisar el umbral de un ámbito profesional que sentía como todo lo contrario a mis inclinaciones, esperaba encontrar comprensión, si es que podía encontrarla en alguien, en el autor del libro En mi honor. Y sin que yo en realidad lo hubiera pretendido, surgió una carta que acompañó a mis versos, en la que yo me expresaba sin reservas, como nunca lo había hecho antes ni volví a hacerlo después frente a otra persona.
Pasaron muchas semanas hasta que llegó una respuesta. El escrito, con un sello azul, llevaba el matasellos de París, pesaba mucho en la mano y mostraba en el sobre los mismos rasgos claros, hermosos y seguros con los que estaba redactado el texto desde la primera hasta la última línea. Con él empezó mi correspondencia regular con Rainer Maria Rilke, que duró hasta 1908 y luego, poco a poco, fue diluyéndose porque la vida me empujó por caminos de los que precisamente la preocupación cálida, tierna y conmovedora del poeta había querido protegerme.
Pero esto no importa. Lo único importante son las diez cartas que siguen a continuación, importantes para conocer el mundo en el que vivió y creó Rainer Maria Rilke, e importantes también para muchos que están creciendo y formándose hoy y para los que lo harán mañana. Y allí donde alguien grande y único habla, los pequeños han de guardar silencio.”
3/5/21
Ramón Gómez de la Serna o El mercader de imágenes
“