NAVIDADES DE LIBRO
ENSAYO
Fernando del Rey.
Retaguardia roja.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2019.
“En
el contexto de una Europa convulsa donde la idea democrática liberal
retrocedía a marchas forzadas, el golpe de julio de 1936, la guerra y la
revolución fueron las circunstancias que enmarcaron las matanzas de la
retaguardia republicana, una política de limpieza selectiva que
respondió al objetivo de controlar el territorio tras el desafío
planteado a la legalidad por la insurrección militar. Sin el golpe -y su
derrota parcial- nunca se hubiera producido aquel baño de sangre, que
salpicó tanto a los combatientes en los frentes como a la población
civil. El golpe fue el acontecimiento decisivo, el hecho que puso todos
los relojes a cero. La violencia con la que irrumpieron los golpistas y
la que surgió de inmediato en respuesta a ellos se vieron directamente
mediatizadas por la marcha de la guerra y las represalias derivadas de
la misma, sobre todo en los primeros meses. Cada derrota militar, cada
bombardeo, cada matanza generada por los insurgentes tuvieron su réplica
en la otra retaguardia. El golpe y el desarrollo de la guerra fueron,
por tanto, los factores determinantes de aquella explosión sangrienta a
ambos lados de la línea del frente”, escribe Fernando del Rey en el
capítulo de Conclusiones que rematan su
Retaguardia roja, el ensayo publicado en
Galaxia Gutenberg que ha merecido el Premio Nacional de Historia 2020.
La
represión en la zona republicana, pese a su considerable intensidad, no
ha tenido en la historiografía de la Guerra Civil la atención que se ha
dedicado a la que se ejercía en la llamada zona nacional.
En ese sentido, Retaguardia roja
representa un intento de entender desde dentro de la lógica del terror,
similar en los dos bandos en guerra: el caótico estado fallido de una
República en ruinas y el estado campamental que se instauró en la zona
sublevada. Fernando del Rey lo expone en estas líneas de su
Introducción:
Y
es que, como ha defendido con valentía muchas veces Santos Juliá a
contracorriente de las modas memorialistas, «los militares, con su
rebelión, provocaron una guerra civil, pero los crímenes cometidos en
territorio de la República no pueden pasarse por alto o despacharse como
simples desmanes, actos de incontrolados o cualquier otra excusa por el
simple hecho de que, si los militares no se hubieran sublevado, esos
crímenes nunca se habrían producido». Una sociedad democrática, a
diferencia de una dictadura, «debe cargar con todos los muertos y dar
libre curso a todas las memorias, y un Estado democrático, al enfrentar
una guerra civil con más muertos en las cunetas que en las trincheras,
no puede cultivar una determinada memoria, sino garantizar el derecho a
la expresión de todas las memorias». Al fin y al cabo, todos los que
sufrieron la violencia asesina fueron víctimas de graves violaciones de
derechos humanos. Por eso, un Estado democrático «no puede recordar a
unos y olvidar o volver invisibles y excluir a otros, como fue el caso
de la dictadura, por la simple razón de que una democracia no es una
dictadura vuelta del revés».
El
terror en la retaguardia republicana no fue ejercido solamente por
elementos incontrolados, sino que tuvo el amparo de organizaciones y
partidos de izquierda, porque -subraya Fernando del Rey- “casi nunca se
mató por azar y de forma improvisada. En la violencia revolucionaria
hubo escasa espontaneidad, muy poco descontrol y sí mucho cálculo
racional y premeditación.”
“No
va a quedar un fascista ni para un remedio”, le decía a su mujer en una
carta de mediados de agosto de 1936 Luis Araquistain, el cerebro gris
de Largo Caballero, que reflejaba así un clima de violencia seguramente
reactiva y especialmente intensa por eso mismo en los primeros meses de
la guerra.
Antonio Pau.
Herejes.
Trotta. Madrid, 2020.
“En
una época como la nuestra, en que hay temor de expresar lo que se salga
del pensamiento único y en que la conducta se procura mantener en el
cauce de lo políticamente correcto, los herejes son un modelo. Un
auténtico modelo de comportamiento social. Herejía deriva del griego
haíresis, que significa opinión, creencia, criterio. Todas esas cosas
las tuvieron los herejes. Y además tuvieron el valor de decir lo que
pensaban y de morir por sus ideas. A muchos de ellos les hubiera
resultado fácil retractarse en el último momento y librarse de la cárcel
o la muerte, pero no lo hicieron, porque lo que pensaban lo pensaban
con honradez, y no se traicionaron a sí mismos”, afirma Antonio Pau en
el prólogo de
Herejes, el volumen publicado por
Trotta que
reúne veintidós perfiles de disidentes descritos por la prosa precisa y
elegante del admirable humanista y polígrafo que ha dejado en esta
misma editorial memorables traducciones de la poesía de Rilke, sobre el
que ha escrito la biografía más completa que existe en español.
Y
precisamente sobre la relación profunda entre Rilke y uno de estos
herejes, el Maestro Eckhart, gira uno de los capítulos centrales de este
volumen, “El Maestro Eckhart, inspirador de Rilke”, donde se lee este
párrafo:
“Eckhart fue un místico, aunque un místico sin
visiones. El lenguaje místico es escandaloso, porque habla de Dios con
la lengua de los poetas. Sometida la palabra poética al rigor conceptual
de los teólogos, el resultado es nefasto: solo ven disparates. Sin
embargo, a los místicos los entienden muy bien los poetas. Eso sucedió
sucedió con Rilke respecto de Eckhart.”
De Marción de Sínope,
fundador de una iglesia asentada sobre su idea de un Dios bueno
neotestamentario, a Janet Horn, la bruja que se calentaba las manos en
su propia hoguera, pasando por Miguel Servet cuando sube a la colina de
Champel o por Miguel de Molinos en la oficina de la nada, veintidós
viñetas narrativas en las que -anuncia Pau en su prólogo- “se esboza la
vida y el pensamiento de veintidós herejes. ¿Por qué veintidós? Quizá
porque veintidós fueron las vidas imaginadas por Marcel Schwob, con las
que este libro está remotamente emparentado. Sólo remotamente: aunque
parezcan fantásticas e inverosímiles, las vidas de estos veintidós
herejes son absolutamente reales. Pero de esa realidad que, como tantas
veces, se aproxima la ficción.”
Personajes
que fueron un paso más allá de la mera heterodoxia o por su activismo
militante o por la radicalidad de sus propuestas. Así destaca Antonio
Pau su importancia:
Los herejes, los disidentes del
pensamiento común, obligan a poner en duda las ideas generalmente
admitidas que sobreviven en muchos casos por inercia. Los disidentes
mejoran el pensamiento del que disienten. Quizá por esa razón escribió
san Pablo: “Conviene que haya herejes.” [...] Es bueno que haya
rebeldes, que haya contradictores, que haya disconformes, que haya
discordantes, que haya insatisfechos, que haya discrepantes. Porque
hacen mejorar a la sociedad entera.
Lewis Hyde.
Breviario del olvido.
Apuntes para dejar atrás el pasado.
Traducción del inglés de Julio Hermoso.
Siruela. Madrid, 2020.
Todo acto de la memoria es un acto del olvido.
Estudiar el yo es olvidarlo.
Soñamos para olvidar.
Son tres de los aforismos que encabezan la primera parte (“Mito. La licuefacción del tiempo”) del
Breviario del olvido, de Lewis Hyde, que publica
Siruela con traducción de Julio Hermoso.
Subtitulado Apuntes para dejar atrás el pasado, así explica el autor su origen y su sentido:
Hace
muchos años, mientras leía sobre las viejas culturas orales donde la
sabiduría y la historia no residen en los libros, sino en la lengua, me
encontré con un breve comentario que despertó mi curiosidad: «Las
sociedades orales», leí, «[conservan] el equilibrio [...]
deshaciéndose de los recuerdos que ya no tienen relevancia en el
presente». En aquel momento, el objeto de mi interés era la memoria en
sí, las maneras tan valiosas en que las personas y las culturas
conservan el recuerdo del pasado, pero había aquí una nota en sentido
contrario, una nota que incitaba claramente mi propio espíritu de ir a
la contra, ya que comencé una serie de álbumes de recortes de otros
casos en los que desprenderse del pasado resulta ser, cuando menos, tan
útil como preservarlo.
Este
libro, fruto tardío de aquellos recortes, ha resultado ser un
experimento tanto en el fondo como en la forma. En cuanto al fondo, el
experimento pretende poner a prueba la proposición de que el olvido
pueda ser más útil que la memoria o, en el ultimísimo de los casos,
que la memoria funciona mejor en tándem con el olvido. Alabar el olvido
no es, por supuesto, lo mismo que denostar la memoria.
Construida
a partir de esos recortes con una enorme variedad de fuentes y multitud
de fragmentos de textos desde la antigüedad hasta la modernidad, con
meditaciones filosóficas, notas autobiográficas y obras de arte, Hyde
explora a través de esta amplia antología textual y gráfica las virtudes
de la amnesia como fuerza creativa, su efecto curativo y su valor
espiritual.
Y
estructura su ensayo en cuatro apartados, en cuatro cuadernos en torno
al mito, el yo, la nación y la creación, como él mismo explica: “Las
citas, aforismos, anécdotas, relatos y reflexiones que constituyen la
materia de este formato episódico las he agrupado en torno a cuatro
puntos centrales: la mitología, la psicología personal, la política y
el espíritu creativo.”
Imaginación,
tiempo y misterio, memoria y olvido, creación y conocimiento recorren
las páginas de esta enciclopedia del olvido y la memoria, un libro en el
que conviven la tradición occidental y la oriental, los mitos clásicos y
el apartheid o textos de Hesíodo y de Borges, de Esquilo y Nabokov:
Memoria
y olvido: estas son las facultades de la mente por medio de las cuales
somos conscientes del tiempo, y el tiempo es un misterio. Además, hay
una larga tradición que sostiene que la mejor manera de concebir la
imaginación es hacerlo como algo que funciona mezclando la memoria y el
olvido. La creación —la aparición de cosas que antes no había— es
también un misterio. Los autores como yo, los que trabajamos muy
despacio, hacemos bien en decantarnos por temas de esta índole, temas
cuya fascinación tal vez nunca se agote. Estos autores no se limitan a
contarnos lo que saben; nos invitan a unirnos a ellos ante los
necesarios límites de nuestro conocimiento.
Joseph Campbell.
El héroe de las mil caras.
Traducción de Carlos Jiménez Arribas.
Atalanta. Gerona, 2020.
“Los
mitos del ser humano, que han proliferado a lo largo y ancho del mundo
habitado en todo tiempo y circunstancia, son la viva inspiración de
cuanto ha surgido al hilo de los quehaceres del cuerpo y la mente. No
exageraríamos si dijéramos que el mito es la secreta abertura por la que
las energías inagotables del cosmos se vierten hasta cuajar en la
manifestación cultural humana. La religiones, las filosofías, las artes,
las formas sociales del ser humano primitivo e histórico, los
descubrimientos más importantes de la ciencia y la tecnología, los
mismos sueños que puntean nuestro descanso brotan como una erupción del
anillo primordial y mágico del mito”, escribe Joseph Campbell en el
prólogo de El héroe de las mil caras, un libro fundamental sobre el monomito del viaje del héroe y sobre la vinculación entre el mito y el sueño que publica Atalanta en su colección Memoria mundi
Con
una nueva traducción de Carlos Jiménez Arribas, se incorporan en esta
edición ochenta y cuatro ilustraciones, con varias imágenes inéditas
proporcionadas por la Joseph Campbell Foundation, en un amplio
despliegue iconográfico que ilumina los contenidos del libro, y una
bibliografía actualizada por Richard Buchen, bibliotecario de la
colección Joseph Campbell del Pacifica Graduate Institute de Santa
Bárbara, California.
La primera edición en inglés apareció en
1949, precedida de un Prefacio en el que Campbell fijaba el objetivo del
libro, que lleva como subtítulo Psicoanálisis del mito. Escribía
allí que “el propósito de este libro es descubrir algunas de las
verdades que se presentan ante nosotros disfrazadas con las figuras de
la religión y la filosofía; para ello, se han reunido multitud de
ejemplos relativamente sencillos de manera que el significado que tenían
de antiguo salga por sí solo a la luz. Los viejos maestros bien sabían
lo que decían. Cuando se aprende a leer de nuevo su lenguaje simbólico,
basta el talento de un antólogo para que sus enseñanzas sean escuchadas.
Pero primero hay que aprender la gramática de los símbolos, y no
conozco mejor llave a nuestro alcance para abrir estos arcanos que el
psicoanálisis. No aspira este a ser la última palabra en el asunto, pero
al menos sirve como acercamiento.”
Cómo leer un mito fue el primer título de El héroe de las mil caras, un
libro germinal que a modo de obertura inaugura el ciclo de monografías
de Joseph Campbell en torno a los mitos. Desde este estudio inicial
hasta el último, Las extensiones interiores del espacio exterior (1986),
Campbell se dedicó a buscar un espacio de reconciliación entre la
consciencia y el misterio a través de los arquetipos mitológicos,
religiosos y psicológicos de las distintas culturas, y utilizó la
antropología, el psicoanálisis, la literatura o la fenomenología de las
religiones para construir una interpretación vitalista del mito y del
héroe, de ahí que prestara tanta atención a los mitos encarnados en
Osiris, Dionisos, Mitra o Cristo, señores de la muerte y la
resurrección.
Hay
un hilo conductor en todos esos títulos: el rastreo de patrones
arquetípicos comunes a todas las mitologías que las distintas culturas
han elaborado, desde Mesopotamia a los mayas o los etruscos, desde la
India a Oceanía, desde la cultura egipcia a la olmeca, desde China a
Europa.
En El héroe de las mil caras
el objeto de estudio es el monomito del viaje y la travesía del héroe
en un itinerario interior, en un viaje iniciático hacia la
transformación de sí mismo y hacia la restauración del orden en el
mundo. Es un itinerario que arranca de lo cotidiano y va hacia lo
sobrenatural para enfrentarse con antagonistas de fuerza sobrehumana y
obtener una victoria que revierte en el resto de los hombres.
Antonio Carreño.
Que en tantos cuerpos vive repetido.
(Las voces líricas de Lope de Vega)
Cátedra. Madrid, 2020.
En el epitafio que Pérez de Montalbán incorporó a su Fama póstuma de Lope de Vega, don Diego de Mojica González escribió:
Yace aquí el cuerpo del varón famoso,
que en tantos cuerpos vive repetido.
De ese último verso toma su título el espléndido ensayo sobre las voces líricas de Lope de Vega que publica en
Cátedra
Antonio Carreño, acreditado especialista que ha editado y estudiado con
mucha solvencia la poesía y el epistolario de Lope en Cátedra Letras
Hispánicas.
Voces
líricas y máscaras poéticas que recorren la vida y la obra de Lope
desde las figuras del moro Zaide o del pastor Belardo de su juventud al
Reverendo Padre Gabriel Padecopeo, al desengañado Fabio o al presbítero
Tomé de Burguillos del ciclo de "senectute".
“Este
múltiple sujeto, conflictivo -explica Antonio Carreño- se escinde en
una gran variedad de voces y abarca una rica tonalidad de sentimientos.
Establece un impresionante mapa de la subjetividad, no solo amorosa,
también lírica y textual.”
Con la construcción de esas máscaras, desde las Rimas iniciales a la cima poética de las Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos, pasando por las Rimas sacras, Lope desarrolló una multiplicidad de voces líricas.
Y, como parte de su teatro, su poesía tiene la rara
virtud de permanecer joven, de parecer reciente. Ese don de la eterna
juventud, por cierto y paradójicamente, no lo manifiestan sus textos más
juveniles, sino los de su vejez, cuando inventa a su heterónimo Tomé de
Burguillos, aquel presbítero desastrado de aspecto, enamorado de una
lavandera del Manzanares y poeta de repente en el que hizo su propia
caricatura y la del poeta petrarquista.
Antes había inventado
Lope otras máscaras como la de Belardo, pero Burguillos es ya más que un
seudónimo: es el primer heterónimo de la literatura española, con el
que su autor se anticipa en casi tres siglos a la modernidad de los
heterónimos de Pessoa y a los complementarios de Machado.
Humano
y divino, culto y popular, serio y risueño, asceta a ratos y hedonista
habitual, tan caudaloso en sus versos como en su agitada vida
sentimental, Lope fue el “gran púlpito de sí mismo”, como señala Antonio
Carreño.
Y desde ese púlpito Lope habló de Elena Osorio (Filis),
de Isabel de Urbina (Belisa), de Micaela Luján (Camila Luscinda) y de
Marta de Nevares (Amarilis), nombres que reflejan que Lope vivió y
escribió con una intensidad de la que dejó huellas –como en una larga
confesión- en sus Rimas, que el propio poeta adjetivó más tarde como humanas para contrastarlas con las Rimas sacras, su segundo título esencial en el conjunto de una obra que culminarían las Rimas humanas y divinas del Licenciado Tomé de Burguillos.
Un Lope de asombrosa juventud en su desolada
vejez, que ponía en la pluma del Conde Claros -otra máscara- este
terceto en elogio de Burguillos:
Viva vuestra merced, señor Burguillos,
que más quiere aceitunas que laureles,
y siempre se corona de tomillos.
Cierran el volumen una extensa bibliografía que abarca más de cincuenta páginas y un utilísimo índice onomástico y de materias.
Francisco Ayala.
Recuerdos y olvidos.
El libro de bolsillo. Alianza Editorial. Madrid, 2020
El 30 de enero de 2005 está fechado el texto que cierra el último capítulo de
Recuerdos y olvidos,
las memorias que Francisco Ayala (1906-2009) revisó y aumentó al borde
de su centenario. Ese texto reproduce la conferencia que dictó en la
Biblioteca Nacional a finales del año anterior con el mismo título -
De vuelta en casa-
que el de la cuarta parte de la edición definitiva del libro.
Estos
Recuerdos y olvidos (1906-2006), cuya versión definitiva acaba de reeditar
Alianza Editorial en
El libro de bolsillo, van mucho más allá de la simple autobiografía y
contienen la conciencia lúcida y crítica de un siglo conflictivo a
través de la mirada del narrador protagonista que integra en su
perspectiva realidad y ficción, imaginación y memoria.
Una mirada
aguda al siglo XX, a las vanguardias y el 27, a la República y la
guerra civil, al exilio y al regreso. De la Granada de Lorca al Madrid
de la Universidad y la Residencia de Estudiantes, de Berlín a tertulias
como la de Ortega, de revistas como la de Occidente a los desastres de
la guerra, al Buenos Aires efervescente de los intelectuales exiliados, a
Puerto Rico y a Nueva York.
Organizadas en cuatro apartados
(Del paraíso al destierro, El exilio, Retornos y De vuelta en casa),
las páginas de estas memorias reflejan un siglo que vio pasar a Ayala
del paraíso granadino de la infancia a la experiencia del destierro a
través del brillante Madrid republicano; el duradero exilio bonaerense
que dejó huellas imborrables en su vida y su acento porteño; los
retornos profesorales desde Estados Unidos y los recuerdos que se
intensifican a su regreso a España.
Conviven en estas páginas,
escritas a lo largo de tres décadas, todas las facetas de Ayala: el
escritor y el profesor, el novelista y el sociólogo, el crítico lúcido y
el memorialista poco o nada autocomplaciente consigo mismo.
La memoria de un siglo agitado y complejo en un apretado volumen que remata el epílogo -
La Biblioteca Francisco Ayala de Alianza Editorial: Un universo literario-, donde Carolyn Richmond destaca que “las sucesivas ediciones de
Recuerdos y olvidos publicadas
por Alianza Editorial [ofrecen] por una parte un reflejo, ya no
ficticio sino autobiográfico, del proceso creador tantas veces recreado
por el Ayala narrador en sus obras de invención; y por otra, una
expresión poética-
real del acto de escribir como reflejo de la vida humana.”
Gaston Bachelard.
La poética de la ensoñación.
Traducción de Ida Vitale.
Breviarios. Fondo de Cultura Económica.
México, 2019.
“Al obligarnos a cumplir un regreso sistemático sobre nosotros mismos y un esfuerzo de claridad en la toma de conciencia, a propósito de una imagen dada por un poeta, el método fenomenológico nos lleva a intentar la comunicación con la conciencia creante del poeta. La imagen poética nueva —¡una simple imagen!— llega a ser de esta manera, sencillamente, un origen absoluto, un origen de conciencia. En las horas de los grandes hallazgos, una imagen poética puede ser el germen de un mundo, el germen de un universo imaginado ante las ensoñaciones de un poeta. La conciencia de maravillarse ante ese mundo creado por el poeta se abre en toda su ingenuidad. Sin duda la conciencia está destinada a mayores empresas”, escribe Gaston Bachelard en un significativo fragmento de
La poética de la ensoñación, un ensayo esencial en la obra del filósofo que, junto con Heidegger, se ha adentrado más profundamente en las claves gnoseológicas y fenomenológicas de la creación poética.
Tres años después de su
Poética del espacio, Bachelard publicó en 1960 esta
Poética de la ensoñación que reedita el
Fondo de Cultura Económica en su colección Breviarios con una estupenda traducción de Ida Vitale.
“A grandes rasgos el sueño es masculino, la ensoñación es femenina”, afirma Bachelard en
El soñador de palabras, uno de los cinco capítulos de este libro que explora la imaginación poética a partir de la potencia creativa de las palabras -“las palabras sueñan”- y las imágenes, que son revelaciones en las que se proyecta el mundo interior del poeta y constituyen la base de la nueva conciencia de la realidad que propone la verdadera poesía.
Aunque -advierte Bachelard sobre el proceso de la creación poética y sus mecanismos-“la Poética de la Ensoñación que esbozamos no es de ninguna manera una Poética de la Poesía. Los documentos de onirismo despierto que nos entrega la ensoñación deben ser trabajados -a menudo largamente- por el poeta para que reciban la dignidad de poemas. Pero, en fin, esos documentos formados por la ensoñación son la materia idónea para ser convertida en poemas.”
Pero Bachelard no sólo analiza esos mecanismos creativos en la zona del poeta. Hay también propuestas que se refieren al papel activo del lector, en un anticipo de la poética de la recepción:
Ante las imágenes que nos proporcionan los poetas, ante esas imágenes que nunca nosotros habríamos podido imaginar por nuestra cuenta, esta inocencia del maravillarse es muy natural. Pero si vivimos con pasividad ese maravillarnos, no participaremos demasiado profundamente en la imaginación creadora. La fenomenología de la imagen nos pide que activemos la participación en la imaginación creadora. Dado que la finalidad de toda fenomenología consiste en traer al presente la toma de conciencia, en un tiempo de extrema tensión, deberemos concluir que no existe, en lo que se refiere a los caracteres de la imaginación, una fenomenología de la pasividad. Sin duda, la descripción de los psicólogos puede proporcionarnos documentos, pero el fenomenólogo debe intervenir para situar esos documentos en el eje de la intencionalidad. ¡Que esta imagen que acaba de serme ofrecida sea mía, verdaderamente mía, que se vuelva -cima del orgullo del lector- mi obra! ¡Y qué gloria de lectura si logro vivir, ayudado por el poeta, la intencionalidad poética! Mediante la intencionalidad de la imaginación poética el alma del poeta encuentra la apertura consciente que conduce a toda verdadera poesía.
Santos Domínguez