Quisiera que mi libro
fuese, como es el cielo por la noche,
todo verdad presente, sin historia.
Que, como él, se diera en cada instante,
todo, con todas sus estrellas; sin
que niñez, juventud, vejez quitaran
ni pusieran encanto a su hermosura inmensa.
¡Temblor, relumbre, música
presentes y totales!
¡Temblor, relumbre, música
en flor, reduce hombre, música en la frente
-cielo del corazón- del libro puro!
fuese, como es el cielo por la noche,
todo verdad presente, sin historia.
Que, como él, se diera en cada instante,
todo, con todas sus estrellas; sin
que niñez, juventud, vejez quitaran
ni pusieran encanto a su hermosura inmensa.
¡Temblor, relumbre, música
presentes y totales!
¡Temblor, relumbre, música
en flor, reduce hombre, música en la frente
-cielo del corazón- del libro puro!
Ese es el último poema de Piedra y cielo, el libro juanramoniano que publica Cátedra Letras Hispánicas con edición de Jorge Urrutia, que afirma en su introducción que “los ciento diecinueve poemas de Piedra y cielo, constituyen un conjunto integrado, muy singular en la poesía española del siglo XX, y no sólo en la poesía española. Nada tiene de extraño que fuera recibido en su momento con comentarios superficiales debido a la incomprensión y el desconcierto que produjo. Tampoco con posterioridad ha sido muy estudiado, sino que suele unirse a los libros del periodo comprendido entre 1917 y 1920. Entre estos se destaca, con justificación por su combinación de verso y prosa, Diario de un poeta recién casado. Además, la publicación de la Segunda antolojía poética y la inclusión en ella de cincuenta y ocho poemas del libro redujo mucho la lectura del volumen completo.”
Publicado en 1919, Piedra y cielo es un libro central en la segunda época de Juan Ramón, una etapa de poesía abstracta que se había iniciado con el Diario de un poeta recién casado. Así lo explicaba el propio Juan Ramón:
“Mi renovación empieza cuando el viaje a América y se manifiesta con el Diario. El mar me hace revivir, porque es el contacto con lo natural, con los elementos, y gracias a él viene la poesía abstracta.”
Una poesía intelectual que prescinde de la sensorialidad, del adjetivo y de la música y entiende la escritura como conocimiento, como búsqueda y revelación de la verdad esencial y la desnudez poética exenta de ropajes.
El de Piedra y cielo, “posiblemente el libro más simbolista de la poesía europea”, en palabras de Jorge Urrutia, es un nombrar creador y exclamativo en el que se funden el pensamiento y la vida, el sueño y la memoria, el misterio y la búsqueda de la identidad, la palabra y la conciencia en torno a un eje vertebral del libro: el proceso de la creación poética. Porque, como señala el prologuista, “el contenido del poema simbolista es el propio poema.”
Un proceso en el que la palabra se transforma en conciencia y la conciencia se transfigura en palabra, en mirada interior, en revelación de transcendencia y belleza fugitiva, como en este magnífico poema, uno de los más altos y depurados de Juan Ramón:
Mariposa de luz,
la belleza se va cuando yo llego
a su rosa.
Corro, ciego, tras ella…
la medio cojo aquí y allá…
¡Sólo queda en mi mano
la forma de su huida!
Publicado en 1919, Piedra y cielo es un libro central en la segunda época de Juan Ramón, una etapa de poesía abstracta que se había iniciado con el Diario de un poeta recién casado. Así lo explicaba el propio Juan Ramón:
“Mi renovación empieza cuando el viaje a América y se manifiesta con el Diario. El mar me hace revivir, porque es el contacto con lo natural, con los elementos, y gracias a él viene la poesía abstracta.”
Una poesía intelectual que prescinde de la sensorialidad, del adjetivo y de la música y entiende la escritura como conocimiento, como búsqueda y revelación de la verdad esencial y la desnudez poética exenta de ropajes.
El de Piedra y cielo, “posiblemente el libro más simbolista de la poesía europea”, en palabras de Jorge Urrutia, es un nombrar creador y exclamativo en el que se funden el pensamiento y la vida, el sueño y la memoria, el misterio y la búsqueda de la identidad, la palabra y la conciencia en torno a un eje vertebral del libro: el proceso de la creación poética. Porque, como señala el prologuista, “el contenido del poema simbolista es el propio poema.”
Un proceso en el que la palabra se transforma en conciencia y la conciencia se transfigura en palabra, en mirada interior, en revelación de transcendencia y belleza fugitiva, como en este magnífico poema, uno de los más altos y depurados de Juan Ramón:
Mariposa de luz,
la belleza se va cuando yo llego
a su rosa.
Corro, ciego, tras ella…
la medio cojo aquí y allá…
¡Sólo queda en mi mano
la forma de su huida!
Santos Domínguez