23/12/19

Navidades de libro. Regalo



André Breton.
El arte mágico.
Traducción de Mauro Armiño.
Atalanta. Gerona, 2019.

“Si no corresponde al surrealismo jugar el papel, forzosamente confuso en el marco de la sociedad actual, de los magos de los que, tal vez, carece de forma cruel esta sociedad, ni zanjar los debates entre las diversas tendencias que invocan la tradición esotérica, su consigna fundamental, 'liberación sin condiciones del espíritu' en el mejor de los sentidos, no hace más que dar, o devolver, el impulso moral y poético a lo que fue el afán de la magia, su secreto diversamente confesado, siempre amenazado y jamás disuelto a lo largo de los siglos”, escribe André Breton en El arte mágico, una de sus obras fundamentales, que publica Atalanta con una espléndida traducción de Mauro Armiño.

Es una peculiar historia del arte que se plantea como una reivindicación de la magia como motor del arte y como una indagación en los orígenes irracionalistas del surrealismo. Porque esa es la clave del planteamiento y la ejecución de esta obra de culto: la búsqueda de una tradición plástica que entronca las piedras paleolíticas de Stonehenge con la pintura de Magritte o de Picasso.

“Enteramente subjetivo y ajeno a cualquier pretensión académica”, explican los editores en su nota inicial a propósito de este libro que resume la historia universal del arte desde la prehistoria hasta mediados del siglo XX. Un libro elaborado desde una mirada surrealista que reivindica ese movimiento como punto de llegada de una tradición mágica e irracionalista que arranca del arte prehistórico.

El arte mágico es una expresión que utilizó un siglo y medio antes Novalis, el romántico alemán que Breton reivindica como uno de los eslabones fundamentales de la cadena artística irracionalista que culmina hasta ese momento en el surrealismo, "producto de una experiencia milenaria", que se explora en estas páginas pero que no renuncia a su proyección futura.



El Buscón de Vierge
Francisco de Quevedo
Ilustraciones de Daniel Urrabieta Vierge
Puesto en castellano moderno íntegra y fielmente,
con introducción y notas, por Arturo Echavarren.
Reino de Cordelia. Madrid, 2019.

Reino de Cordelia recupera en una bellísima edición, con el texto “puesto en castellano moderno íntegra y fielmente, con introducción y notas, por Arturo Echavarren”, las ciento veinte ilustraciones que Daniel Urrabieta Vierge (Madrid, 1851-París, 1904) preparó para la edición inglesa de El Buscón, que se publicó en Londres en 1889 editada por Unwin con el título Pablo de Segovia: The Spanish Sharper.

Con esta recuperación se trataba además de que, como explica el editor en su prólogo, “la gran obra de Quevedo resultara tan clara al lector de hoy en día como las ilustraciones que la acompañan. Si ya se ha vertido al castellano moderno El Quijote, cuya comprensión es más fácil que la de El Buscón, había que asumir ese nuevo reto que el filólogo Arturo Echavarren ha resuelto con brillante maestría. Pues lo bueno de leer a los clásicos es, sin duda, entender lo que cuentan.”

“El objetivo -explica el adaptador en su Introducción- era elaborar una versión del Buscón que, respetando el modus scribendi del autor, pudiera leer sin tropiezos y de forma fluida cualquier lector poco familiarizado con la prosa aurisecular. He apelado tanto al oído como al instinto en todo el proceso, procurando discernir qué puede resultar opaco y qué precisa de renovación.”

En ese proceso de adaptación Echavarren ha seguido un criterio equilibrado para buscar un punto intermedio que permitiese armonizar la modernización y el respeto al texto, “pues –añade- al afán de producir una versión fácilmente inteligible para los lectores del siglo XXI se sumaba -y, en ocasiones, se oponía- el deseo vehemente de no abaratar en modo alguno la prosa magistral de Quevedo.”



Antonio Pau.
Manual de Escapología.
Teoría y práctica de la huida del mundo.
Editorial Trotta. Madrid, 2019.


“Todo el mundo ha sentido alguna vez la necesidad de huir. No hay nadie que no haya soñado con alejarse de una realidad incómoda que le rodea. Y muchos han tenido la valentía de cumplir ese sueño. Se han dado cuenta de que la vida abre, afortunadamente, muchos caminos de huida, y han elegido uno, el más ilusionante. Porque a la huida la mueve la ilusión y le sigue la felicidad”, escribe Antonio Pau en el epílogo (Huida y felicidad) de su magnífico Manual de Escapología, que publica Trotta.

Un ensayo que se centra en la huida como forma de respuesta ante un entorno hostil, como resultado de una decisión libre y reflexiva que se produce cuando el individuo “se encuentra incómodo en su entorno y opta alejarse de él para refugiarse en un lugar más propicio.”

Y porque huir no es de cobardes, sino un acto de afirmación y valentía, Antonio Pau describe en este ensayo, subtitulado Teoría y práctica de la huida del mundo, treinta formas de huida: de los Amigos del Desierto al Beatus ille horaciano; del jardín abierto de Epicuro al jardín cerrado que atraviesa las épocas culturales; de la torre de Montaigne donde surgió el género del ensayo al ascetismo de los Solitarios de Port-Royal; de Thoreau a Pascal o de los paraísos artificiales de Baudelaire al emboscamiento en uno mismo y el exilio interior de Jünger.

Esas treinta conductas fugitivas que ofrece en un recorrido histórico Antonio Pau son la proyección cultural de un impulso que resume la cita inicial de El malestar en la cultura, de Freud: “Los hombres saben que siempre podrán escapar del peso de la realidad huyendo a un mundo propio que ofrezca mejores condiciones para su sensibilidad.”




Antonio Pereira.
Oficio de mirar. 
Pre-Textos. Valencia, 2019.


No tengo nada que ocultar de mi vida literaria -bueno, alguna cosilla-, pero procuro que en mis biografías y en las solapas de mis libros no consten aquellos pecados de juventud: concursar con una tirada de tercetos encadenados sobre una gloria de la que me informaba astutamente en el Espasa, y si me caía la flor natural, cumplir el trámite del madrigal a la reina de la fiesta mediante un soneto-comodín al que bastaba cambiar un endecasílabo. Uno de esos folclores salió en La Vanguardia y un fabricante catalán me felicitó con grueso membrete mercantil: “No sabíamos, señor Pereira, que fuese usted competente en el ramo de la poesía.

...don Antonio González de Lama, el cura leonés que estuvo entre los fundadores y rectores de la revista Espadaña. Sus críticas de poesía eran temidas en Madrid, y se decía que un poeta garcilasista y vapuleado por el cura le había puesto un telegrama: “Me cago en su padre, padre.” 

En esos dos fragmentos, tomados de las primeras páginas de Oficio de mirar, de Antonio Pereira, que acaba de publicar Pre-Textos, se aprecia el talento involuntario de un narrador de raza al que cuando se le lee parece que se le oye, un don cervantino al alcance de muy contados narradores. 

Andanzas de un cuentista, 1970-2000 es el subtítulo de la recopilación en un volumen de algunas de las anotaciones de los dietarios inéditos de Antonio Pereira, que toman su título de la columna semanal de los viernes que mantuvo en los años setenta en La Vanguardia. 

Una nueva oportunidad de disfrutar de la mirada penetrante y la prosa admirable de uno de los mejores narradores españoles de la segunda mitad del siglo XX, de su tono zumbón y del uso sutil de esa “arma oblicua” de la ironía, de la que da cuenta esta anotación sobre Pedro Gimferrer:

Le mandé algún libro mío y alguna carta y nunca tuve respuesta. Una de esas cartas se la envié con mi mejor intención cuando vino a Madrid a recoger el Premio Nacional de Poesía José Antonio Primo de Rivera. Lo recogió y cobró de manos de Fraga Iribarne, y ahora se reduce en su biografía a Premio Nacional, supongo que por economía verbal, por qué otra cosa iba a ser.



Rubaiyat.
Omar Jayam / Edward FitzGerald.
Ilustraciones de Willy Pogány.
Traducción de Victoria León.
Prólogo de Luis Alberto de Cuenca.
Reino de Cordelia. Madrid, 2019.

“Nombrado con admiración sin reservas por escritores de la talla de Borges, Oscar Wilde, Amin Maalouf, Juan Ramón Jiménez o Salman Rushdie, Omar Jayam ha sobrepasado la barrera que separa al escritor del personaje, convirtiéndose en un mito susceptible de generar literatura a partir de sí mismo y no solo de sus admirables cuartetas”, escribe Luis Alberto de Cuenca en el prólogo (Omar Jayam, poeta de todos) de la estupenda edición que publica Reino de Cordelia de setenta y cinco Rubaiyat del poeta persa Omar Jayam con una magnífica traducción de Victoria León.

Los versos de Jayam, matemático, astrónomo, filósofo escéptico y poeta secreto que vivió en los siglos XI y XII, circularon clandestinamente en su tiempo, al margen de la ortodoxia del pensamiento sufí dominante. 

La incertidumbre frente a la fragilidad de la existencia, la fugacidad de la naturaleza y la vida alimentan la melancolía, el pesimismo y el escepticismo religioso de Jayam:

A algunos les parece lo más dulce la vida 
terrenal mientras otros el Paraíso ansían.
Tomad pájaro en mano sin mirar más allá, 
y no sigáis la música de lejanos tambores.

Fijaos en las rosas que, risueñas, florecen 
advirtiéndole al mundo al instante de abrirse 
que su bolsa de seda muy pronto se desgarra 
y su tesoro esparce de nuevo en el jardín.

Y en consecuencia, recorre las Rubaiyat la invitación al goce, el epicureísmo vitalista y la defensa de los placeres del amor y el vino en composiciones dotadas de una enorme expresividad plástica y de una admirable fuerza sensorial en el despliegue de sus imágenes:

Llenad ya vuestra copa y, con la primavera, 
despojaos del manto de la culpa invernal.
Brevísimo es el vuelo que al pájaro del tiempo 
le está dado volar, y ya surca los aires.

Con un trozo de pan, la sombra de una rama, 
un buen jarro de vino, un puñado de versos,
si cantáis a mi lado en mi yermo baldío,
este yermo baldío Paraíso se hará.

¡Hasta la última gota de la copa apurad 
antes que pronto al polvo nos sumemos de nuevo, 
polvo al polvo que yace bajo un manto de polvo, 
sin vino y sin canciones, por los siglos sin fin! 

¡Llenad la copa, entonces, y os diré nuevamente 
que el tiempo se desliza veloz bajo los pies! 
No ha nacido el mañana. El ayer ya está muerto. 
Pero ¿qué ha de importarnos si es tan dulce el ahora?

Esta nueva traducción que firma Victoria León ofrece una espléndida versión métrica en alejandrinos que toma como base la versión inglesa de Edward FitzGerald, que difundió por primera vez en Europa las Rubaiyat en 1859. 

Estas son las dos primeros cuartetas: una plástica evocación del amanecer:

«¡Despertad, que ya el alba ha lanzado el guijarro 
que espanta las estrellas al cuenco de la noche, 
y el Cazador de Oriente acaba de atrapar
la torre del sultán en su lazo de luz!»

Y esta variación sobre el tópico del Carpe diem:

En sueños, con el falso amanecer, oímos
esa voz que nos llama desde alguna taberna: 
«¡Despertad, hijos míos, y llenad vuestra copa 
antes que se evapore el licor de la vida!»

Esta edición incorpora además las ilustraciones art nouveau del artista húngaro Willy Pogány que aparecieron en la publicada en Nueva York en 1909.




Javier Alcaíns.
La adivinanza del agua.
Javier Martín Santos. Cáceres, 2019.


Ahora que la medianoche se deshace y la lluvia marca un ritmo de corazón tranquilo, busca la memoria el agua del origen.

Con esa frase abre Javier Alcaíns La adivinanza del agua, que publica Javier Martín Santos en una bellísima edición ilustrada.

Como si fuera el manantial donde se inicia el ciclo circular del agua y su transcurso, en esa frase inicial queda prefigurado este espléndido poema en prosa de Javier Alcaíns, que lo ha iluminado con veinticinco ilustraciones en color y ha diseñado sus páginas con líneas de plata.

Su ritmo circular, como el del ciclo del agua, es el de la salmodia de la lluvia, de la vida y la memoria que vuelve como el agua de la lluvia. Una lluvia primordial que cae con la misma suave mansedumbre con que caen las palabras sobre las páginas breves e intensas de este libro tan irrepetible como el agua del río de Heráclito.

Son imágenes en las que llueve y palabras que dibujan el agua pasajera del río de la vida y plantean preguntas sin respuesta al enigma de la lluvia, que es el enigma de la vida y de la memoria:

Busca la memoria el agua del origen, busca en el fondo turbio y en la claridad del cristal, busca en la escarcha y en el vaso de la fiebre imágenes del agua, pero toda se va como en un río.

Los romances viejos y la literatura fantástica, los relatos tradicionales y las ciudades invisibles de Calvino confluyen como afluentes de un tiempo circular como la tierra, como la memoria que vuelve cíclicamente a una lluvia parada una tarde de invierno sobre las ciudades imaginarias.

Un tiempo circular como el de las palabras que regresan a estas páginas como una salmodia, como el de las mitologías, como el de ciertos cuentos de Borges, que descubrió que la lluvia sucede en el pasado.

A esa idea vuelve también Javier Alcaíns cuando escribe:

en ningún lugar del mundo llueve como en la memoria. Esta luz que vuelve de una tarde antigua, esta luz que da al aire un ocre luminoso y envuelve tejas que gotean y dejan brillantes las chinas blancas del suelo, este largo susurro de agua algo quiere decir, pero qué quiere. Si no lo entiende el oído que lo entienda la piel, si no lo descifra el pensamiento que lo descifre la sangre.

Memoria de la lluvia y del tiempo pasajero, memoria transfigurada en palabras e imágenes que fundan la delicada belleza literaria y plástica de esta Adivinanza del agua en la que al final sale el sol de una mañana de verano.

Esa mañana quizá sea la que se evoca en el colofón, que recuerda que el autor lo “comenzó en abril de 2018 y le dio fin el  primer domingo de junio de 2019, fecha en la que seguía sin saber la solución de la adivinanza del agua.”


Santos Domínguez