20/12/19

Navidades de libro. Poesía


Giacomo Leopardi.
Dulce y clara es la noche.
Antología esencial.
Traducción y selección de Antonio Colinas.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2019.


Galaxia Gutenberg publica en su colección de poesía de bolsillo Dulce y clara es la noche, una Antología esencial de Giacomo Leopardi preparada por Antonio Colinas.

Una “antología reducida” en la que Colinas reúne los poemas centrales en los que “la poesía de Leopardi brilla con luz propia”, “aquellos cantos que yo considero esenciales, no solo por su valor intrínseco, sino por poseer esas cuatro características que atrás ya he recogido: emoción, pureza, claridad, intensidad.”

Como Schubert en música, Giacomo Leopardi (Recanati, 1798-Nápoles, 1837) representa en poesía la síntesis de lo clásico y lo moderno en un estilo nuevo. Sus personalidades, atormentadas y complejas, propensas a la huida, crearon obras de asombrosa modernidad de lenguaje y de tono.

Leopardi está en la frontera contradictoria e integradora que separa la actitud del hombre moderno de los comportamientos y la mirada del hombre antiguo. Él, que no se siente moderno y sabe que sus modelos son anacrónicos, vive apartado del mundo y busca refugio en la biblioteca familiar y consuelo en el arte y la belleza en una actitud evasiva muy característicamente romántica que en su caso se intensifica por sus problemas físicos y su deformidad dolorosa.

Romántico a su pesar y poeta imprescindible, Leopardi fue, junto con Shelley, el más lucreciano de los poetas románticos. Y lejos del patetismo o la desmesura de Byron, encontró su voz más personal y duradera en los Cantos, especialmente en algunos de sus poemas centrales, como El infinito, La noche del día de fiesta ('Dolce e chiara è la notte e senza vento...'), La vida solitaria, A Silvia o Los recuerdos ('Passo gli anni, abbandonato, occulto').




Charles Simic.
El señor de las máscaras.
Traducción de Nieves García Prados.
Valparaíso Ediciones. Granada, 2018.

Con traducción de Nieves García Prados Valparaíso publica El señor de las máscaras, el libro que el poeta serbio-estadounidense Charles Simic (Belgrado, 1938) publicó en 2010.

Organizado en cinco secciones, es una muestra de la poesía directa, de línea clara, pero rica en matices en sugerencias y en connotaciones de la escritura de Simic.

Exploración en la memoria y voluntad interrogativa, reflexión e imaginación se combinan en estos poemas que indagan en los secretos de la identidad, en la soledad y la incomunicación, en el enigma de lo cotidiano.

La simplicidad engañosa de su estilo narrativo y su tono conversacional persigue la movilización de los sentidos a través de imágenes visionarias y metáforas inesperadas que revelan su estirpe surrealista en el cruce de lo interior y lo exterior, de lo real y lo irreal que anticipa la cita inicial de Wallace Stevens: “Todo lo irreal puede ser real.”




Ernesto Cardenal.
Poesía completa.
Edición y estudio preliminar
de María Ángeles Pérez López.
Editorial Trotta. Madrid, 2019.

“La obra de Cardenal es extraordinariamente fecunda y ha tenido gran influencia en la poesía contemporánea  [...] Su Poesía completa va modulando diversos acentos y tonalidades que brindan, de modo muy original y en riquísimo diálogo con la tradición (las tantas tradiciones a las que interpela) una visión integral de lo humano que no excluye ninguno de sus perfiles: junto al poeta hallamos al historiador, al antropólogo, al místico, al revolucionario, al que, en conjunto, aspira a nombrar una verdad individual y colectiva cuya raíz es el amor. Cuando en 2012 recibió el Premio Reina Sofía, afirmaba la unión de poesía y amor como absolutos.

Por otro lado, su Poesía completa permite advertir la evolución del autor, que va abriendo paso en los últimos años a cuestiones científicas y cosmológicas frente a los grandes proyectos históricos y políticos de los sesenta y setenta con los que se sintió identificado, que revisa críticamente en tanto su carga totalitaria y hegemónica ha sido padecida con rigor. Y en el presente, abre hacia el espacio del cosmos el abrazo que su obra ha deseado brindar desde el comienzo”, escribe María Ángeles Pérez López en el magnífico estudio preliminar que abre su edición de la Poesía completa con que la Editorial Trotta culmina la publicación de la Biblioteca Ernesto Cardenal, en la que ha ido apareciendo la obra completa del poeta nicaragüense (Granada, 1925).

Este espléndido volumen refleja, en edición supervisada por el autor, la evolución de siete décadas de escritura poética que transcurre desde la indagación en la historia y la reivindicación política a la preocupación por la ciencia y el impulso místico que culminan en 1993 en Telescopio en la noche oscura, donde “Cardenal explora la fusión amorosa que vincula física y mística a través de nuevos tonos y un registro de gran desnudez expresiva.”

En conjunto, Ernesto Cardenal ha ido construyendo una obra torrencial desde la búsqueda incesante: desde la formación vanguardista al prosaísmo coloquial y antirretórico, a la voluntad narrativa que recorre sus libros de poesía.

Desde los Epigramas iniciales hasta el más reciente Hijos de las estrellas, su trayectoria poética está jalonada por libros como Salmos, Oración por Marilyn Monroe y otros poemas, Coplas a la muerte de Merton o Cántico cósmico, que cumple ahora treinta años y que en palabras de la editora es “sin duda el proyecto más ambicioso de la obra cardenaliana.”




Pablo Neruda.
Poesía completa.
Tomo I. 1915-1947.
Seix Barral. Barcelona, 2019.


Seix Barral publica el primero de los cinco tomos en los que se organiza la Poesía completa de Pablo Neruda en una edición preparada por Darío Oses y Mario Verdugo, que han fijado los textos según las primeras ediciones y las que el propio autor consideró definitivas, junto con el cotejo de manuscritos y mecanoscritos corregidos de puño y letra por el poeta.

“Entregar al lector del siglo XXI una edición cuidado de la obra de uno de los más grandes poetas del siglo XX” es el propósito declarado por los editores en la nota preliminar de este primer volumen que recoge la poesía y la prosa poética que Neruda escribió entre 1915 y 1947, entre Crepusculario y Tercera Residencia.

Organizado en dos partes, la primera reúne las obras que Neruda organizó el libro cerrado sanitarios, mientras que la segunda recoge la abundante poesía dispersa o inédita de ese mismo periodo: los poemas del Álbum Terusa, de Los cuadernos del poeta adolescente o los que aparecieron en revistas de Santiago o de Temuco, lo que completa un amplio repertorio de su poesía inicial que Matilde Urrutia y Jorge Edwards recopilaron parcialmente en 1980 en El río invisible.

Desde el periodo de formación en el que está germinando la poesía posterior de Neruda hasta cimas de su obra y de la poesía del siglo XX como Residencia en la tierra, se ofrece en este volumen la poesía inicial -y epigonal a la vez- de Neruda, heredera del simbolismo y el modernismo y proyectada en el ritual amoroso de Crepusculario; la explosión del erotismo adolescente de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada; la transición de Tentativa del hombre infinito y El hondero entusiasta, las prosas poéticas de Anillos y la nueva modernidad vanguardista del surrealismo, con la que aparecen en su poesía el conflicto, la incertidumbre y la búsqueda, la desintegración del mundo y la muerte para levantar esa cumbre poética que es Residencia en la tierra, uno de los libros imprescindibles de la poesía del siglo XX en español.




Manuel Alcántara.
Mar de fondo. 
Poesía reunida 1955-2018.
Edición e Introducción de Francisco Ruiz Noguera.
Ciudad del Paraíso. Ayuntamiento de Málaga, 2019.


En su magnífica colección Ciudad del Paraíso el Ayuntamiento de Málaga publica la poesía completa de Manuel Alcántara con el título Mar de fondo. Poesía reunida 1955-2018en una edición preparada por Francisco Ruiz Noguera.

La memoria y el olvido, el amor y el tiempo, la identidad y el sentido de la vida son los temas que atraviesan una poesía existencial emparentada con José Luis Hidalgo y Blas de Otero en la que coinciden el personaje poético y el escritor, reunidos en la primera persona confesional que recorre toda la obra poética de Manuel Alcántara, un poeta que se mueve entre el registro clásico del soneto y el tono neopopularista del arte menor y la soleá pasando por algunos ejercicios de series libres de versos asonantados. 


Y por encima de esa variedad métrica, el ritmo cuidado, ligero o solemne, de los versos, un extraordinario cuidado formal, una conciencia aguda del lenguaje -“yo sé que las palabras son una cosa muy seria”- y una concepción de la  poesía como forma de conocimiento de sí mismo y del mundo, como una manera de afrontar el vértigo del tiempo y de “escribir las memorias de mi olvido.”

Una poesía cuyos rasgos esenciales ya estaban prefigurados en el segundo de los textos de Manera de silencio, titulado Biografía. Es uno de los mejores poemas de Manuel Alcántara y termina con estos versos:

Unas pocas palabras me mantienen:
duda, esperanza, amor... Siempre me pierdo...
Amor, duda, esperanza... Siempre vienen...
La ilusión, si la he visto, no me acuerdo.

Lo mejor del recuerdo es el olvido...

Málaga naufragaba y emergía...

Manuel, junto a la mar, desentendido;
hubo una vez un niño en la bahía.

Y hay un hombre de pie sobre mis huellas
indefenso y sonoro, a ras del suelo,
que se irá mientras hacen las estrellas 

propaganda de Dios allá en el cielo.





Emily Dickinson. 
Palabras como espadas.
Antología bilingüe. 
Selección y traducción de Amalia Rodríguez Monroy. 
Alianza Editorial. Madrid, 2019.


“Si la obra de arte se resiste siempre a la interpretación, en el caso peculiarisimo de Emily Dickinson (1830-1886) esa resistencia al sentido -sobre todo al sentido común- se presenta al lector como clave central de lectura”, escribe Amalia Rodriguez Monroy en la nota intensa y profunda que cierra su traducción de la antología bilingüe Palabras como espadas de la irrepetible poeta de Amherst que publica Alianza Editorial, que toma su título de estos versos:

Ella manejaba sus bellas palabras como Espadas- 
Qué brillo desprendían 

Es una espléndida muestra del mundo poético de Emily Dickinson, un acercamiento al poema como abismo y como enigma, a su palabra ensimismada y misteriosa, una incursión en el espacio prohibido de la excepción y el margen en el que se instaló aquella mujer desolada que decidió un día encerrarse en una habitación en la que la acompañaron la angustia y la soledad, mientras veía por la ventana esa cosa con plumas que se llama esperanza: 

Luego el Espacio -comenzó a tocar a muerto, 
Y todos los Cielos eran una Campana. 

Tan extraña y opaca como su poesía, Emily Dickinson se aisló del mundo en una clausura progresiva y física como la ceguera que sufrió en sus últimos años. Atravesó episodios sucesivos de exaltación desmesurada y profundo desánimo que se reflejan en los poemas que mantuvo a resguardo del mundo y de los que publicó sólo cinco en vida. 

Desde 1861, se había parapetado detrás de lo que ella misma llamaba mi blanca elección. A partir de entonces llevó un luto particular de color blanco. Se recluyó tras los muros íntimos de la casa familiar, ajena a la atmósfera asfixiante de una ciudad pequeña. Entre el entusiasmo creativo y las horas de plomo, Emily Dickinson quiso hacer de la poesía una casa embrujada semejante a la naturaleza. Hasta que murió en esa mítica penumbra en 1886, casi nadie la vio y de ella sólo se conserva esa diáfana imagen de una blanca mariposa de la luz.

Pese a ese carácter secreto y privado de su poesía, pese al conocimiento tardío y al aún más tardío reconocimiento de su obra, su influencia es comparable a la de Baudelaire, Hölderlin, Withman o Rimbaud. Su personalidad escindida entre el encierro físico y la huida espiritual proyectó en su obra las renuncias y los desengaños, las sublimaciones y las represiones de un ambiente puritano y calvinista como el de la Nueva Inglaterra de la que procedían los Dickinson. 

Entre la distante frialdad y la emoción contenida y expresada con una inusual intensidad verbal, con una constante ambigüedad, con una enigmática retórica de la elipsis y el silencio y una radical concentración expresiva que satura de sentido las palabras, la poesía fue la vía de escape de su personalidad atormentada, la forma de expresión de su mundo ensimismado y ciclotímico en el que la muerte es a la vez liberación y aniquilación.

Poesía tan hermética e inquietante, tan clara y oscura como el mundo pequeño en el que se encerró su autora, retirada de la vida y confinada en los límites de su cuarto y un jardín que veía desde la ventana, con una discreta rebeldía ante la sociedad puritana de la que fue no sólo víctima, sino una de sus flores más pálidas y tristes.




Marin Sorescu.
Alma, que sirves para todo.
Antología poética.
Traducción e introducción 
de Catalina Iliescu Gheorghiu,
Linteo Poesía. Orense, 2019. 


“Sorescu es por encima de todo un poeta. Un poeta con un universo original e identificable a primera vista. Su especificidad proviene de su espíritu crítico, lucidez, impresión de presente continuo, ostentación de lo prosaico, desmitificación deliberada de lo sagrado”, escribe Catalina Iliescu Gheorghiu en la introducción con la que presenta su edición de Alma, que sirves para todo, la antología bilingüe que reúne en un volumen editado por Linteo Poesía una muestra representativa de la poesía del rumano Marin Sorescu (1936-1996).


Lo abre uno de sus poemas más conocidos, uno de esos raros poemas en los que se representa la totalidad del mundo, entre lo cómico y lo trágico, como en Shakespeare, a quien está dedicado.


Leer los poemas de esta antología es una buena manera de conocer la mirada incisiva de una poesía clara en la que coexisten lo lúdico y lo profundo, el humor y la seriedad en un estilo narrativo sencillo y alusivo que habla de la simplicidad de lo cotidiano y de la condición humana desde la parodia desmitificadora y la fabulación, desde la ética existencial y la paradójica conciencia del absurdo, desde la busca del sentido de la vida y a veces su celebración, porque


a pesar de todo,

en la tierra hay vida 
que está siendo aprovechada al máximo.

La de Sorescu es una poesía realista que se instala en la cercanía del lector y busca su complicidad con su tono ligero, su desnudez expresiva y su honda capacidad de penetración en la complejidad de lo real mediante la reflexión y el ingenio, la ironía o la emoción.





Wallace Stevens.
Harmonium. 
Edición bilingüe.
Traducción de José Luis Rey.
Reino de Cordelia. Madrid, 2019.

“Bienvenidos al reino de la imaginación. Wallace Stevens (1879-1955) es un poeta, si no el poeta, central en el canon de la poesía anglosajona del siglo XX. Harmonium, publicado en 1923 (con añadido posterior de algunos poemas) es su primer libro. Tenemos, pues, a un poeta que debuta tardíamente (con 44 años), pero de una forma rotunda y originalísima”, escribe José Luis Rey en el prólogo de su traducción de Harmonium, el primer libro de Wallace Stevens – “un místico de la estética, un esteticista trascendente que ha hecho de la poesía su religión y su fe”-, que publica en una magnífica edición bilingüe Reino de Cordelia.


Era ya un hombre maduro cuando publicó ese primer libro, que lo revelaba como dueño de un mundo poético propio y una voz lírica personal que había ido construyendo durante los años en los que mantuvo inéditos sus tanteos poéticos.


Porque en Harmonium se percibe ya el tono característico de su poesía, construida desde una mirada que está contenida en la alusión musical del título y en poemas memorables como Domingo por la mañana, un texto central no sólo de este libro, sino de toda su poesía, cuyas ocho secciones son una celebración de la plenitud de la vida y de la fusión con la naturaleza.


Así termina la primera parte:


El día es agua extensa, muy silenciosamente, 

Calmada para el paso de sus pies soñadores 
Más allá de los mares, hacia una callada Palestina, 
El reino de la sangre y de la tumba.

La armonía del mundo que refleja este poema en el que la muerte es la madre de la belleza se revela como uno de los signos característicos de la poesía de Wallace Stevens. Y como en el resto de su obra, compleja y cautivadora, el poeta se convierte ya en ese texto, por decirlo con las palabras que le dedicó Harold Bloom, en “un sacerdote no de lo invisible sino de eso visible que él se afana por hacer un poco más difícil de ver.”



Santos Domínguez