22/6/12

Miguel Ángel Velasco. La muerte una vez más

 

Miguel Ángel Velasco.
La muerte una vez más.
Poemas póstumos.
Edición de Isabel Escudero.
Tusquets. Barcelona, 2012.

La muerte una vez más, el libro de Miguel Ángel Velasco que acaba de publicar Tusquets, reúne los poemas póstumos que el poeta dejó inéditos a su muerte en octubre de 2010.

Se agrupan en este tomo preparado por Isabel Escudero, que ha escrito un emocionado prólogo a su edición, cuatro libros, tres de ellos terminados -Espinas, Historia de las manos y La muerte una vez más- y un cuarto -Circulaciones- que reúne materiales dispersos y heterogéneos que Miguel Ángel Velasco escribió los últimos meses de su vida.

Está en ellos no solo el testamento poético de su autor, sino la voz última y definitiva de uno de los poetas más significativos de la poesía española actual. Junto con la rebeldía de textos espléndidos como Canalla de París, Grecia 2010 o Variaciones Goldberg, algunos de los poemas de este volumen podrían tomarse como cifra culminante de su trayectoria poética: Y en la noche un piadoso plenilunio de escrúpulo, / la solitaria aldaba de los desamparados.

Recorren estos poemas las espinas y los pájaros, la música y las flores, las hogueras y los presagios de cenizas, el corazón del fuego y una inmersión constante en las raíces, en la profundidad del tiempo y en las claves secretas del mundo

Porque ese decidido ahondamiento en lo inseparable de razón y corazón a la que alude Isabel Escudero en su prólogo, esa labor minera que hunde su mirada en lo profundo ha sido siempre la propia de la poesía.

Tras el cristal, un mundo aún parece posible, escribía en un poema fechado el uno de enero de 2010. Nueve meses después, el uno de octubre siguiente, atravesaría la frontera para ir definitivamente al otro lado del espejo.

Lo había previsto repetidamente en algunos de estos textos, como este homenaje a Emily Dickinson que tituló Caja de compás:

CUANDO yo ya no esté y tiréis mis cosas
al cubo de las cosas ya sin alma,
a quien tome la caja
del compás, yo le ruego
lo haga con cuidado; mi niñez
plegada duerme dentro.
Y aún otra cosa más
le he de pedir: no un círculo
completo, que ello fuese
demasiada merced para mi sueño
sin tiempo, un arco basta, sugiriéndole
el columpio de sol, que mi niñez
sabrá hacer lo demás cuando regrese
a su funda morada
.


Santos Domínguez