José Saramago en sus palabras.
Edición y selección de
Fernando Gómez Aguilera.
Alfaguara. Madrid, 2010.
Edición y selección de
Fernando Gómez Aguilera.
Alfaguara. Madrid, 2010.
Ciudadanía, novela, democracia, compromiso, ética, ironía, escritor, literatura, mujer.
Son las palabras que aparecen en la portada de José Saramago en sus palabras, un profuso repertorio de declaraciones del autor recogidas en la prensa escrita desde la segunda mitad de los años setenta hasta marzo de 2009.
Sobre esas declaraciones decía Saramago en 2008: Me dicen que las entrevistas han valido la pena. Yo, como de costumbre, lo dudo, tal vez porque estoy cansado de oírme. Lo que para otros todavía puede ser novedad, para mí se ha convertido, con el paso del tiempo, en comida recalentada. O algo peor, me amarga la boca la certeza de que unas cuantas cosas sensatas que he podido decir durante la vida no habrán tenido, a fin de cuentas, ninguna importancia. Y ¿por qué habrían de tenerla? ¿Qué significado tiene el zumbido de las abejas en el interior de la colmena? ¿Les sirve para comunicarse unas con las otras?
Son las palabras que aparecen en la portada de José Saramago en sus palabras, un profuso repertorio de declaraciones del autor recogidas en la prensa escrita desde la segunda mitad de los años setenta hasta marzo de 2009.
Sobre esas declaraciones decía Saramago en 2008: Me dicen que las entrevistas han valido la pena. Yo, como de costumbre, lo dudo, tal vez porque estoy cansado de oírme. Lo que para otros todavía puede ser novedad, para mí se ha convertido, con el paso del tiempo, en comida recalentada. O algo peor, me amarga la boca la certeza de que unas cuantas cosas sensatas que he podido decir durante la vida no habrán tenido, a fin de cuentas, ninguna importancia. Y ¿por qué habrían de tenerla? ¿Qué significado tiene el zumbido de las abejas en el interior de la colmena? ¿Les sirve para comunicarse unas con las otras?
Fernando Gómez Aguilera es el responsable de la selección y edición de este José Saramago en sus palabras que publica Alfaguara. Una meritoria labor de ordenación y presentación que da unidad a todos esos materiales dispersos en la prensa escrita para reunir en un conjunto coherente las reflexiones del novelista portugués en torno a la literatura, el compromiso, la política, la ética y la ideología.
Con estas palabras lo presenta Fernando Gómez Aguilera:
La intervención en la esfera pública constituye uno de los rasgos centrales del perfil intelectual de José Saramago, un escritor en permanente elusión de cualquier torre de marfil, alejado del ensimismamiento. A donde va el escritor, va el ciudadano solía reiterar con convicción, despejando cualquier eventual duda sobre su compromiso civil, asumido como imperativo cívico, emanado tanto de sus convicciones políticas cuanto de la impregnación humanista —nihil humanum puto alienum mihi— que se filtra con brío por el tejido de su estructura cultural y de su musculatura de incombustible y vigoroso polemista. Como sucediera con Albert Camus, no cabe la posibilidad de disgregar la escritura de sus principios frente a las circunstancias de la realidad, se deriven las consecuencias que se deriven de este hecho. El autor concentra, sin fisuras, en la persona que es, el haz de obligaciones desprendido de sus actos, ya sean los específicos de la literatura, los propios del ejercicio de la ciudadanía o los concernientes a la simple vida, porque, para Saramago, la obra es el novelista y el novelista resulta de la proyección de la persona que lo anima. De este modo, la responsabilidad —también su variante consanguínea, concretada en un arraigado sentido del deber— afirma una de las categorías que definen su carácter, marcando el conjunto de valores que orientan su conducta ética, pero también su quehacer creativo y reflexivo.
Por eso este libro es un complemento de su obra novelística y la explicación del mundo de quien antes que escritor se consideró un ciudadano comprometido con la justicia y la libertad. Emerge en sus más de quinientas páginas el Saramago combativo y lúcido, el novelista que hizo de la literatura un ejercicio civil, el intelectual coherente y riguroso que reflexiona autocríticamente sobre la escritura y sobre su responsabilidad ética o el hombre que evoca sus recuerdos y el mundo de su infancia.
La infancia de niño pobre en Azinhaga, la formación autodidacta, su problemática y honda relación con Lisboa y con Portugal, las referencias éticas, la religión y la razón, el pesimismo existencial y la relación con la muerte son algunos de los temas que se suceden en las primeras secciones del libro, las más ligadas a la biografía de Saramago y a sus actitudes vitales.
Los capítulos posteriores abordan la literatura y la ideología, el compromiso y el pensamiento crítico y son la base de una intensa reflexión sobre las relaciones entre narrativa y ensayo, entre creación y pensamiento o entre el autor y el narrador. Esas páginas resumen su concepción del estilo y su idea de la novela como instrumento de conocimiento de la realidad, exploran la conexión del método narrativo con la Historia. En ellas Saramago analiza sus propias novelas o habla del papel determinante del lector y de las mujeres en la sociedad, en su biografía y en su literatura.
Una literatura levantada sobre una ética de la palabra que el novelista mantuvo hasta esta declaración que cierra el libro:
Hay una regla fundamental cuando se vive como nosotros vivimos -en sociedad, porque somos animales gregarios-, que es simplemente no callar. ¡No callar!
Santos Domínguez
Con estas palabras lo presenta Fernando Gómez Aguilera:
La intervención en la esfera pública constituye uno de los rasgos centrales del perfil intelectual de José Saramago, un escritor en permanente elusión de cualquier torre de marfil, alejado del ensimismamiento. A donde va el escritor, va el ciudadano solía reiterar con convicción, despejando cualquier eventual duda sobre su compromiso civil, asumido como imperativo cívico, emanado tanto de sus convicciones políticas cuanto de la impregnación humanista —nihil humanum puto alienum mihi— que se filtra con brío por el tejido de su estructura cultural y de su musculatura de incombustible y vigoroso polemista. Como sucediera con Albert Camus, no cabe la posibilidad de disgregar la escritura de sus principios frente a las circunstancias de la realidad, se deriven las consecuencias que se deriven de este hecho. El autor concentra, sin fisuras, en la persona que es, el haz de obligaciones desprendido de sus actos, ya sean los específicos de la literatura, los propios del ejercicio de la ciudadanía o los concernientes a la simple vida, porque, para Saramago, la obra es el novelista y el novelista resulta de la proyección de la persona que lo anima. De este modo, la responsabilidad —también su variante consanguínea, concretada en un arraigado sentido del deber— afirma una de las categorías que definen su carácter, marcando el conjunto de valores que orientan su conducta ética, pero también su quehacer creativo y reflexivo.
Por eso este libro es un complemento de su obra novelística y la explicación del mundo de quien antes que escritor se consideró un ciudadano comprometido con la justicia y la libertad. Emerge en sus más de quinientas páginas el Saramago combativo y lúcido, el novelista que hizo de la literatura un ejercicio civil, el intelectual coherente y riguroso que reflexiona autocríticamente sobre la escritura y sobre su responsabilidad ética o el hombre que evoca sus recuerdos y el mundo de su infancia.
La infancia de niño pobre en Azinhaga, la formación autodidacta, su problemática y honda relación con Lisboa y con Portugal, las referencias éticas, la religión y la razón, el pesimismo existencial y la relación con la muerte son algunos de los temas que se suceden en las primeras secciones del libro, las más ligadas a la biografía de Saramago y a sus actitudes vitales.
Los capítulos posteriores abordan la literatura y la ideología, el compromiso y el pensamiento crítico y son la base de una intensa reflexión sobre las relaciones entre narrativa y ensayo, entre creación y pensamiento o entre el autor y el narrador. Esas páginas resumen su concepción del estilo y su idea de la novela como instrumento de conocimiento de la realidad, exploran la conexión del método narrativo con la Historia. En ellas Saramago analiza sus propias novelas o habla del papel determinante del lector y de las mujeres en la sociedad, en su biografía y en su literatura.
Una literatura levantada sobre una ética de la palabra que el novelista mantuvo hasta esta declaración que cierra el libro:
Hay una regla fundamental cuando se vive como nosotros vivimos -en sociedad, porque somos animales gregarios-, que es simplemente no callar. ¡No callar!
Santos Domínguez