12/3/10

Sebald. Vértigo


W. G. Sebald.
Vértigo.
Traducción de Carmen Gómez.
Anagrama. Barcelona, 2010.


La realidad, como sabemos, es diferente a todo, escribe W. G. Sebald (1944-2001) en Vértigo, una obra de 1990 que recupera Anagrama con traducción de Carmen Gómez.

Un Beyle agitado y febril que entra en Ivrea con el ejército napoleónico en 1800 en Beyle o el extraño hecho del amor, su exaltación ante la música y el amor antes de ser Stendhal y de escribir sobre el amor desde la perspectiva del milanés vocacional en que se había transformado; un viaje de Inglaterra a Viena en 1980, en All’ estero (En el extranjero), las errancias del flâneur que destroza los zapatos en sus interminables caminatas por la ciudad en la que un día se cruza con Dante. El traslado en tren a Venecia bajo las nubes que pintó Tiépolo. Y en Venecia, la sombra de un Casanova encarcelado por el Santo Oficio en los sótanos del Palacio Ducal, Luis II de Baviera en la popa del vaporetto, un jardín veronés y la búsqueda de Pisanello, el asombroso pintor del siglo XV. Un viaje a Verona que se mezcla con otro de 1987 antes de ir a Padua a ver los frescos de Giotto y de reflejar un Milán peligroso y extraño.

La evocación de otro viaje de Venecia a Verona, el que hizo Kafka en septiembre de 1913, el arte inventivo de la memoria en Viaje del Doctor K. a un sanatorio de Riva, donde el recuerdo de las cartas a Felice se confunde con La montaña mágica de Mann. Y la melancolía de la lectura que culmina en Il ritorno in patria, el inolvidable final con el sueño del incendio de Londres y la sugestión del Diario de Samuel Pepys.

Delirios, experiencias, recuerdos y ensoñaciones de tiempos, rostros, lecturas y lugares se suceden en este inclasificable Vértigo en el que la prosa de Sebald, potente e hipnótica, sumerge al lector en una aventura que de párrafo en párrafo le pasea por la vida y por la historia bajo la especie de una biblioteca, le traslada a ese mundo de recuerdos reales o inventados que sólo existe en la literatura, un ámbito que vence al tiempo, funde el presente y el pasado y anula las distancias entre espacios distantes como Viena, Venecia, Milán, Verona, Innsbruck o Baviera.

En el viaje continuo que propone toda su obra, la prosa de Sebald, delicada y potente, lenta unas veces, vertiginosa otras, llena de meandros y rincones apacibles, va más allá de lo narrativo, lo lírico o lo reflexivo para apelar a lo más hondo, lo más humano, lo más próximo al lector fascinado por estas páginas, la vez densas y fluidas por las que se suceden viajes y vidas de escritores viajeros y atormentados por el recuerdo, el tiempo y la desorientación.

Los muertos siempre me han interesado más que los vivos - escribió Sebald una vez. Y tal vez por eso la destrucción, el luto y el recuerdo son los temas que unen su labor narrativa con su producción ensayística y dan lugar a un híbrido de narración, ensayo y dietario característico de la obra de Sebald. Vértigo y sus páginas inolvidables fueron la primera demostración de esa literatura estremecedora y mestiza.

Santos Domínguez