Henrik Nordbrandt.
Nuestro amor es como Bizancio.
Traducción de Francisco Uriz.
Debolsillo. Barcelona, 2010.
Nuestro amor es como Bizancio.
Traducción de Francisco Uriz.
Debolsillo. Barcelona, 2010.
Henrik Nordbrandt (Copenhague, 1945) es el más prestigioso de los poetas nórdicos vivos, uno de esos escasos poetas que provocan en el lector la sensación de estar leyendo a un clásico contemporáneo.
Es una cuestión de tono, de estilo y de temas, que en Nordbrandt se convierten en variaciones actualizadas de los temas y las actitudes tradicionales de la poesía: el tiempo y el amor, la soledad y la muerte, la naturaleza y el viaje.
Es una cuestión de tono, de estilo y de temas, que en Nordbrandt se convierten en variaciones actualizadas de los temas y las actitudes tradicionales de la poesía: el tiempo y el amor, la soledad y la muerte, la naturaleza y el viaje.
Lo nuevo en Nordbrandt, lo que hace que en su poesía hable una voz personal es el enfoque de temas como la ausencia y las pérdidas, las ciudades y los viajes como una variante de la búsqueda del sentido o de expresión de la nostalgia o la ironía. Porque esa manera personal de enfocar los temas poéticos clásicos determina el estilo y el tono de sus textos, marcados por la influencia de Cavafis, Auden y Wallace Stevens y por la luz mediterránea de Turquía, Italia o España, algunos de los espacios que eligió para vivir (una casa blanca junto al mar / con mi amada y la noche de verano.)
Textos en los que conviven la experiencia y el sueño, lo narrativo y la meditación, la anécdota y la metáfora, lo mítico y lo cotidiano, el misterio y lo autobiográfico o el gusto por lo oriental como en este espléndido poema:
China contemplada a través de un aguacero griego en un café turco
La llovizna
cae en mi café
hasta que se enfría
y se sobra
hasta que se sobra
y se aclara
de forma que se hace visible
la imagen del fondo.
La imagen de un hombre
con barba larga
en China, delante de un pabellón chino
bajo la lluvia, una lluvia torrencial
que ha cuajado
en rayas
sobre la fachada azotada por el viento
y en la cara del hombre.
Debajo del café, la leche y el azúcar
que están a punto de separarse
bajo el gastado esmalte
los ojos parecen apagados
o vueltos hacia dentro
hacia China, en la porcelana de la taza
la taza que lentamente se vacía de café
y se llena de lluvia
lluvia clara. La lluvia de primavera
se pulveriza sobre la marquesina de la taberna
las fachadas del otro lado de la calle
semejan un gran
muro de porcelana muy gastado
cuyo resplandor atraviesa las hojas de la vid
hojas de vid que también están gastadas
como dentro de una taza. El chino
ve aparecer el sol a través de una hoja verde
que ha caído en la taza.
La taza cuyo contenido
ahora aparece completamente transparente.
Nuestro amor es como Bizancio es el título de la amplia antología que publicó hace unos años Lumen con prólogo y traducción de Francisco Uriz, que ponía en español la antología personal que preparada por Nordbrandt en 1998.
Organizada cronológicamente y revisada por el propio Nordbrandt, que escribió una nota para la edición española, aparece ahora en Debolsillo y es una inmejorable ocasión para que el lector español pueda descubrir en su páginas una de las voces más personales de la poesía europea contemporánea.
Alguien capaz de escribir este memorable texto sobre la fugacidad:
En la plaza de Israel
Ojalá nunca hubieras venido
así la noche tampoco habría pasado nunca.
Y ojalá no te hubieras quedado
así la mañana tampoco habría llegado nunca.
Ojalá no se hiciese nunca verano
así el verano estaría siempre acercándose.
Organizada cronológicamente y revisada por el propio Nordbrandt, que escribió una nota para la edición española, aparece ahora en Debolsillo y es una inmejorable ocasión para que el lector español pueda descubrir en su páginas una de las voces más personales de la poesía europea contemporánea.
Alguien capaz de escribir este memorable texto sobre la fugacidad:
En la plaza de Israel
Ojalá nunca hubieras venido
así la noche tampoco habría pasado nunca.
Y ojalá no te hubieras quedado
así la mañana tampoco habría llegado nunca.
Ojalá no se hiciese nunca verano
así el verano estaría siempre acercándose.
Santos Domínguez