Francesc Parcerisas.
Fuegos de octubre.
Introducción y traducción de Ángel Paniagua.
Linteo. Orense, 2008.
Fuegos de octubre.
Introducción y traducción de Ángel Paniagua.
Linteo. Orense, 2008.
La obra poética de Francesc Parcerisas (1944), una de las más importantes de la literatura catalana actual, escasamente traducida al castellano, es también una de las más desconocidas para el lector ajeno a aquella comunidad lingüística.
Lo denuncia Ángel Paniagua en la introducción a estos Fuegos de octubre que publica Linteo en edición bilingüe. Un libro articulado en dos partes y cuya versión original obtuvo en 1992 el Premio de poesía Ciudad de Barcelona.
El sentido elegiaco y la reflexión moral de estos textos, presentes ya en el espléndido Álbum de escritor que abre el libro, desarrollan un concepto de la escritura como forma del recuerdo, como anulación del tiempo.
Y así, junto con los homenajes a la memoria de escritores como Pla, Vinyoli o Gil de Biedma, el libro es un despliegue de imágenes en las que el recuerdo recupera fragmentos de infancia, las olas y la noche en la bahía, el canto de los pájaros, los restos del naufragio, la frondosidad de un bosque o un jardín, porque
La vida son momentos hermosos, mariposas
que consume el recuerdo en noches sin memoria.
Sobre el paisaje mediterráneo o el universo mitológico de la Odisea se va sucediendo la luz cambiante de las estaciones, llena de matices cromáticos y de un simbolismo que tiene a Baudelaire al fondo.
Y a lo largo del libro, en una coexistencia que explica el sentido del título, lo elegiaco convive con lo celebratorio y el poema se transforma en el lugar en donde se unen el pasado y el presente, y espacios diversos en los que se confunden la realidad y el ensueño, lo que se ve y lo que se evoca, la introspección y lo contemplativo, para
pensar aún que la primavera estalla para languidecer,
que quizá tras la muerte sentiremos renacer las raíces.
Lo denuncia Ángel Paniagua en la introducción a estos Fuegos de octubre que publica Linteo en edición bilingüe. Un libro articulado en dos partes y cuya versión original obtuvo en 1992 el Premio de poesía Ciudad de Barcelona.
El sentido elegiaco y la reflexión moral de estos textos, presentes ya en el espléndido Álbum de escritor que abre el libro, desarrollan un concepto de la escritura como forma del recuerdo, como anulación del tiempo.
Y así, junto con los homenajes a la memoria de escritores como Pla, Vinyoli o Gil de Biedma, el libro es un despliegue de imágenes en las que el recuerdo recupera fragmentos de infancia, las olas y la noche en la bahía, el canto de los pájaros, los restos del naufragio, la frondosidad de un bosque o un jardín, porque
La vida son momentos hermosos, mariposas
que consume el recuerdo en noches sin memoria.
Sobre el paisaje mediterráneo o el universo mitológico de la Odisea se va sucediendo la luz cambiante de las estaciones, llena de matices cromáticos y de un simbolismo que tiene a Baudelaire al fondo.
Y a lo largo del libro, en una coexistencia que explica el sentido del título, lo elegiaco convive con lo celebratorio y el poema se transforma en el lugar en donde se unen el pasado y el presente, y espacios diversos en los que se confunden la realidad y el ensueño, lo que se ve y lo que se evoca, la introspección y lo contemplativo, para
pensar aún que la primavera estalla para languidecer,
que quizá tras la muerte sentiremos renacer las raíces.
Santos Domínguez