11/6/08

Hopper visto por Mark Strand





Mark Strand.
Hopper.
Traducción y prólogo de
Juan Antonio Montiel.
Lumen. Barcelona, 2008.


Un poeta frente a un pintor. Mark Strand explora con su palabra y su mirada las historias inquietantes que viven en los cuadros de Edward Hopper. En una cuidada edición ilustrada Lumen publica un asombroso ejercicio de hondura, estilo y sensibilidad de uno de los mejores poetas norteamericanos contemporáneos sobre las escenas de Hopper, tan sugerentes, tan susceptibles de desarrollos narrativos o poéticos.

Como en Rafael Alberti, al que ha traducido al inglés, en Strand la vocación pictórica es anterior al ejercicio poético. Es un nuevo ejemplo de las relaciones entre pintura y poesía, especialmente estrechas desde el Renacimiento.

Los cuadros de Hopper -escribe Strand- transcienden el mero parecido con la realidad de una época y transportan al espectador a un espacio virtual en el que la influencia de los sentimientos y la disposición de entregarse a ellos predominan. Mi lectura de ese espacio es el tema de este libro.

Un libro en el que el poeta traduce el misterio de la pintura de Hopper a palabras, se aproxima a las claves de lectura de unos cuadros con una clara voluntad narrativa en los que Strand reconoce su propio pasado e invita al lector a entrar en la atmósfera de la escena, a implicarse visualmente en esa pintura y a situarse, con el pintor y el poeta, en la frontera que marca el límite del yo y el mundo exterior.

Piglia ha sido uno de los últimos en recordar que todo relato contiene dos historias, una superficial y otra oculta. Y algo muy parecido ocurre en los cuadros de Hopper. A adentrarse en el fondo oscuro y misterioso de esas profundidades plásticas se dedica la mirada de Mark Strand, que busca su sentido simbólico y universal más allá de la anécdota.

La soledad de Aves nocturnas, la siniestra premonición de Gasolina, la serenidad paradójica de Mar de fondo o las formas intemporales de la luz detenida en la memoria en Habitaciones junto al mar son algunos de los ejes temáticos de esta pintura en la que conviven los interiores y el espacio abierto, el campo y la ciudad, la tristeza y el humor, la atmósfera sombría o la luminosidad más intensa.

Y el misterio. Ese algo más que parece ocultarse en cada cuadro de Hopper y en cada uno de sus personajes, sumidos en una mirada introspectiva abismada en el secreto, como la de la acomodadora del espléndido Cine de Nueva York.

Una mirada tan profunda y matizada como la de Strand es la mejor iluminación de ese misterio en un libro que es el lugar de reunión de la palabra y la mirada del pintor y el poeta, del lector y el espectador.

Santos Domínguez