2/10/07

La luz nueva


Vicente Luis Mora.
La luz nueva.
Singularidades en la narrativa española actual.

Berenice. Córdoba, 2007.


¿Dónde viven los narradores españoles? ¿Qué leen? ¿Qué les preocupa? ¿En qué piensan? ¿Qué concepto tienen de su mundo y de su tiempo?

Con esas preguntas, que forman parte de la descripción de un simulacro, inicia Vicente Luis Mora la presentación de La luz nueva, un libro subtitulado Singularidades de la narrativa española actual que publica Berenice.

El ensayo, que surge de un encargo de sus editores para que reuniera el material de su blog Diario de lecturas, está organizado en dos partes: El mapa náutico, una carta de navegación para orientarse en el turbulento océano de aguas agitadas por muy diversas corrientes estéticas, y una segunda parte que es un cuaderno de bitácora, un diario de lecturas en que el autor anota los avatares del periplo y las escalas en los puertos de unas cuantas novelas representativas de estos últimos años.

El análisis parte de un diagnóstico polémico: el letargo de una novelística anclada en la preposmodernidad de los setenta y ochenta y ajena a lo que Vicente Luis Mora llama nuevas tecnologías de la prosa.

Y es que en paralelo a la poesía de la normalidad que denunció en su anterior Singularidades, hay una prosa de la normalidad, tan prescindible como la primera, basada en una serie de normas impuestas por el mercado: No hay más que mercado en nuestra narrativa.

Y si la narrativa es mercado y la crítica, propaganda, el panorama acaba convirtiéndose en un sistema inmobiliario, con sus corruptelas y todo.

Con ese telón de fondo de un mercado incompatible con la literatura y responsable de una novelística inane, Mora describe una situación en la que tardomodernistas, posmodernistas, pangeicos y no-modernos son los actores de una cartografía crítica más que discutible que hace escalas en novelas como Llámame Brooklyn, Dr. Pasavento, El heredero o Vidas de santos.

Asumir la defensa de la excepción como la fuente del futuro es un arriesgado punto de partida para un ensayo. Y justamente sobre esas excepciones a la norma construye el crítico su alternativa estética. Lo que pide Vicente Luis Mora es una novela que aporte ideas y haga pensar al lector. Pero se lo pide a una posmodernidad caracterizada por el pensamiento débil y por su incapacidad para dar una imagen coherente del mundo. Una posmodernidad que en gran medida vuelve a unos principios estéticos (disolución del espacio-tiempo, de la anécdota y la trama, difuminación del personaje) que están a punto de cumplir un siglo. Con tanta razón como ironía, comentaba alguien que todo cambia, menos las vanguardias.

No sabe uno si la luz nueva es la de un determinado tipo de narrativa, unas excepciones en las que parece fundar la esencia pangeica del futuro el crítico, o esa luz nueva es la que surge de la veta crítica de una obra como esta.

En un caso y en otro queda el terreno abonado para la discusión y la polémica. Algo inevitable si se aprovecha su observación de que el crítico debe ser responsable, de que también él está y debe estar, como el escritor al que reseña o estudia, sometido a crítica.

Luis E. Aldave