23/10/06

El sol de los Scorta




Laurent Gaudé.
El sol de los Scorta.
Traducción de José Antonio Soriano Marco.
Ediciones Salamandra. Barcelona, 2006.

Hace unos años, los estudiantes de los institutos franceses otorgaron el Goncourt des Lycéens a El legado del rey Tsongor, la anterior novela de Laurent Gaudé.

El Goncourt de verdad lo obtendría luego con este El sol de los Scorta, que vendió en Francia el año pasado cerca de cuatrocientos mil ejemplares.

Hay razones que explican ese éxito. Y no es la menor el manejo solvente de una serie de mecanismos narrativos que atrapan a cualquier lector: desde la soltura estilística hasta el diseño de personajes que resultan lejanamente familiares a quienes sean aficionados al cine, el teatro o la novela.

Desde el comienzo en el que el sol cae a plomo a las dos de la tarde sobre las colinas de la Apulia que rodean Montepuccio, hasta el final en el que la familia de los Scorta, la estirpe insaciable de los comedores de sol, proclama orgullosa su sitio y su vieja sed en un paisaje de olivos, el lector queda enganchado a la fluidez de una narración en la que conviven lo mitológico, la realidad y la imaginación, lo telúrico y el fatalismo del destino que arrasa a los personajes en la tragedia griega.

La novela consigue interesar al lector desde el primer párrafo para llevarlo en vilo hasta el final en compañía de los Scorta Mascalzone, una familia marcada por el destino y por maldiciones telúricas y solares.

Entre un destino de tragedia griega y unos ambientes propios del neorrealismo literario y cinematográfico se desarrollan estas vidas en Montepuccio, junto al mar y entre colinas con olivos abrasados por el sol, en el paisaje árido y mediterráneo del sur de Italia.

La historia de una estirpe maldita que llega hasta hoy y empieza en 1875, cuando Luciano Mascalzone vuelve, tras quince años de cárcel, a Montepuccio para cumplir una vieja obsesión sexual, impulsado por un oscuro deseo, aunque sabe que eso le acabará costando la vida frente a las últimas casas del pueblo.

Hay, como en todas las tragedias, un error inicial, un malentendido en la fundación del linaje de los Scorta, hijo de un cadáver y una vieja. Hay un castigo y una venganza y hay un destino que se burla de los hombres y juega con ellos como si fueran juguetes.

Bajo un sol que es más el de la venganza que el de la justicia transcurren estos personajes que parecen condenados a cumplir un viejo destino, víctimas de una violencia latente, de una furia sin ruido y de ese sol que enloquece a los hombres en la hora de la siesta. El calor y las piedras, el destino y las maldiciones, el silencio y la aridez son el telón de fondo contra el que se van sucediendo los días y las generaciones de los hombres en esta novela escrita en una prosa cuya fuerza poética sigue brillando con la excelente traducción de
José Antonio Soriano Marco.


Santos Domínguez