Hermann Kurzke.
Thomas Mann.
La vida como obra de arte.
La vida como obra de arte.
Una biografía.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2004.
"Una gran obra es algo más que el mero producto de sus fuentes biográficas", afirma con tacto e inteligencia Hermann Kurzke, autor de esta monumental biografía de casi 800 páginas en las que se combinan rigor y audacia para construir una aproximación imprescindible a la vida y la obra de quien fue autor de una de las obras literarias más representativas del siglo XX.
Los Buddenbrook, La muerte en Venecia, La montaña mágica, José y sus hermanos y Doctor Faustus figuran con méritos más que sobrados en cualquier selección de la narrativa europea del siglo pasado.
La novelística de Thomas Mann es compleja y extensa y cualquier análisis de sus características y de la personalidad de su creador exige esa misma complejidad. Por eso Kurzke, que ha dedicado a este trabajo más de veinticinco años de investigación, lectura y análisis, ha tenido que manejar una ingente cantidad de material no sólo literario sino documental (diarios, cartas, notas de trabajo, conferencias) para descifrar algunas de las claves literarias y biográficas de Mann.
Todo ese material abrumador no pesa en la obra de Kurzke, sino que se integra en el hilo narrativo de la secuencia biográfica de quien como Mann se esforzó a lo largo de su vida y de su obra en construirse una imagen pública acorde con su genio.
De ese esfuerzo y de la voluntad de ocultar rasgos problemáticos nos habla este libro en el que la documentación no desequilibra nunca la voluntad reflexiva e interpretativa.
Un libro de título engañoso, porque más allá de los límites de una biografía exterior, es un análisis de la profunda relación entre la vida y la obra de Thomas Mann, sin caer en el fácil mecanicismo positivista.
De personalidad problemática, escindida siempre entre la imagen exterior y las pulsiones interiores, entre el intelecto y el instinto, entre literatura y vida, Mann construyó su vida y su obra con esas contradicciones entre conservadurismo y rebeldía, entre realidad y deseo, entre lo masculino y lo femenino con tendencias homoeróticas reprimidas u ocultadas que le perseguían aún septuagenario.
Sus protagonistas son en gran medida proyecciones de sus fantasmas, sus experiencias, sus inseguridades, sus ideas. Desde Aschenbach a Faustus, con matices, claro, Mann está detrás de sus personajes. El casto José es el casto Thomas y en Hans Castorp se puede rastrear la ideología vital y artística del autor de La montaña mágica.
Esa constante interrelación entre vida y literatura propicia la máscara y la simulación del Mann público, pero permite abordar su obra desde una perspectiva profundamente viva y vivida. De ahí la paradoja de que ante Mann (incluso en las cartas y los diarios) tengamos la sensación de estar ante un personaje y sin embargo ante sus personajes notemos que son personas vivas.
Del miedo a que se conocieran esas tendencias, de la necesidad de sublimarlas a base de idealismo, intelectualidad y literatura, surge la mayor parte de la producción narrativa de alguien que vivió mucho tiempo, pero sin vivir mucho, aunque sacando un enorme provecho literario de esas pocas vivencias acumuladas casi todas en la infancia y la adolescencia.
Lo que viene después de esas vivencias es la articulación novelística de esa personalidad problemática y contradictoria en la que el miedo de Mann a la publicidad de sus tendencias convive con la valentía de su postura antifascista. Una postura inequívoca contra la Alemania nazi de la que se expatrió en los años treinta para reflexionar en su Doctor Faustus sobre la responsabilidad de la cultura alemana en el andamiaje ideológico del nacionalsocialismo.
Escrita de la única manera posible, con rigor y con distancia, con inteligencia e ironía, Kurzke mantiene esta biografía en ese difícil terreno que prescinde de la exaltación hagiográfica y del desprecio que podría inspirar alguien a quien se conoce tanto y tan profundamente no sólo en sus aspectos más brillantes sino en esa otra zona de oscuridad de la máscara y las debilidades.
Adentrarse en esta excelente obra es adentrarse en las claves de luz y sombra del siglo XX y en una de las claves de la literatura de todos los tiempos: la necesidad de ordenar el caos y de explicarse el mundo y a uno mismo. Y a uno mismo en el mundo.
Quizá sea esa la única función útil de la inteligencia y del arte.
Santos Domínguez