12 noviembre 2012

Felisberto Hernández. La casa inundada


Felisberto Hernández.
La casa inundada.
Prólogo de Eloy Tizón.
Ars brevis Atalanta. Gerona, 2012.

En los dieciocho relatos que Atalanta recoge en el volumen La casa inundada se resume el particular mundo narrativo de Felisberto Hernández (Montevideo, 1902-1964), un escritor- decía Calvino en el prólogo a la traducción italiana de la obra de Felisberto Hernández- que escapa a toda clasificación y encasillamiento pero que a cada página se nos presenta como inconfundible.

Mucho antes del boom de la novela latinoamericana de los años sesenta, y desde fuera de lo que había sido hasta los años cuarenta su tradición narrativa, Felisberto Hernández contribuyó a modernizar la literatura de Hispanoamérica y la obra de quienes vinieron después.

De esa situación crucial hablan explícitamente las fechas: murió en 1964, el mismo año en que Onetti publicaba Juntacadáveres y poco después de la publicación de Rayuela, La ciudad y los perros. La muerte de Artemio Cruz o El astillero.

A ese papel, tan excéntrico como esencial de Felisberto Hernández, que estuvo allí y estuvo antes, se refiere Eloy Tizón en el prólogo intenso que ha escrito para esta edición. Un prólogo que contiene las claves fundamentales de la narrativa de Felisberto Hernández, uno de esos escritores subterráneos que se ganan a pulso la admiración y el cariño de sus lectores de manera discreta, sin aspavientos ni escándalos, al contrario, se presentan como narradores de apariencia afable y chaleco de punto bajo el cual bombea un corazón indómito empeñado en robar el daguerrotipo de Dios.

El papel de Felisberto Hernández es más el de un profeta visionario que el de un patriarca como Borges, Asturias o Carpentier. Pianista itinerante y pobre en conciertos provincianos por el interior de Uruguay, acabó dedicado exclusivamente a la narrativa y pese a su condición de escritor minoritario fue admirado por Gómez de la Serna y Onetti, y autores más jóvenes, como Cortázar o García Márquez reconocieron la deuda que tenían con él.

Los relatos de su última etapa, que se inicia en 1943 con El caballo perdido y se prolonga con los volúmenes Nadie encendía las lámparas (1947) y La casa inundada (1962), son los que se recogen en este canon de la narrativa de Felisberto Hernández.

Sobre esos cuentos ha dicho Luis Harss palabras definitivas y certeras:  me parece que todos los libros de Felisberto -hechos de misteriosas imágenes casi de sueño- son los de un tipo que está escribiendo al piano. En la pantalla de sus historias se proyectan las imágenes de lo que él va viendo mientras toca el piano. Y ésos son sus cuentos.

Su mundo narrativo, un mundo misterioso y secreto, se alimenta de la sintaxis inconexa de los sueños, de las visiones y la imaginación que sustituye a la realidad, porque Felisberto Hernández parece escribir para ser otro, para huir de sí mismo.


Mis cuentos no tienen estructuras lógicas  /.../ yo no sé cómo hago mis cuentos, porque cada uno de ellos tiene su vida extraña y propia, escribió en Explicación falsa de mis cuentos. Son cuentos escritos en primera persona, porque él fue su propio personaje y en sus relatos se mezclan el sueño y la realidad, la imaginación y el recuerdo para dar lugar a una literatura envolvente en la que los recuerdos de infancia y juventud reconstruyen un  pasado de jardines arruinados, casas deterioradas y objetos animados. Es un pasado imaginario que no está tanto en la memoria como en la invención.

En esta selección que ha hecho Jacobo Siruela no podía faltar el que probablemente sea su cuento más conocido, Nadie encendía las lámparas, uno de los mejores relatos breves que se escribieron en español en el siglo XX. Pero hay otros tan imprescindibles como La casa inundada, que da título a la antología, El cocodrilo o La casa nueva.

Y así como hay una parte inaccesible de su obra en una serie de cuadernos taquigráficos que aún no han sido descifrados, hay también una parte opaca e inaccesible en su mundo literario, en el que lo irreal o lo confuso tienen un papel central y son el paisaje de fondo en el que transcurren los secretos o la sexualidad, las sensaciones y el misterio.

Nadie ignora- escribió Juan José Saer-  que uno de los más antiguos ciclos narrativos que posee la humanidad se lo debemos a una muchacha que, para salvar su vida y la de su hermana, le contaba historias a un tirano para embrujarlo con ellas y, dejándolas en suspenso cada noche, incitarlo a postergar la ejecución capital. Como todos los grandes narradores es esa prórroga lo que parece buscar Felisberto Hernández en cada uno de sus admirables relatos.

Santos Domínguez

10 noviembre 2012

Manuel Rico. Fugitiva ciudad

 

Manuel Rico.
Fugitiva ciudad.
Hiperión. Madrid, 2012.



Estaba en la mirada que entregaba el espejo,
en los días felices, a un huidizo muchacho,
probablemente muerto, quizá oculto
en un armario frío, abandonado
en ese vertedero de desastres
que adorna descampados y abismos industriales,
en el cuarto de atrás de la ciudad
donde has crecido mucho, quizá demasiado:
en tardes sobre todo
y en deudas impagables e hipotecas
de dudoso interés, de incierto euríbor.

Ese poema, Huidizo muchacho, de Fugitiva ciudad (Hiperión), con el que Manuel Rico obtuvo el último Premio Internacional Miguel Hernández-Comunidad Valenciana, resume en su tono y en su contenido el talante poético de Manuel Rico, el compromiso con el presente de una mirada y una voz que tienen sus raíces en el pasado, que emerge en estos textos con más melancolía que desencanto, con más serenidad que indignación.

Patria de la memoria es la palabra poética para Manuel Rico, que une la voluntad testimonial a la voluntad de estilo y el compromiso ético a la potencia del lenguaje y a la ambición creativa que encierran sus adjetivos inesperados o sus sinestesias iluminadoras.

En la metonimia personificadora del título, en esa ciudad fugitiva que es una proyección del poeta, de sus pérdidas y de su evolución personal, confluyen –entre lo íntimo y lo público- ciudades como Madrid, Berlín, Barcelona, Roma o Viena, unidas por la mirada rememorativa de tiempos y lugares convocados por la vivencia del presente y la evocación del pasado, los años de plomo y la memoria histórica, el tiempo parado en el que no estalla la primavera y el espacio familiar al que llega la muerte, los barrios inciertos o los días con música de fondo que estructuran algunas de las secciones de este libro urbano y elegiaco.

En sus poemas, el presente se superpone al perfil del pasado para trazar el mapa de la experiencia y la memoria personal y colectiva, eje fundamental del libro: la guerra de Irak y los recuerdos de la pana y la franela, los bares y los hipermercados, las lecturas y los amigos muertos (Vázquez Montalbán, Dulce Chacón, Diego Jesús Jiménez), la pintura y la música, la conciencia crítica que aparece en Cena en Frankfurt, con Juan Gelman: 

Casi solos, 
nos reímos contra la incertidumbre
de una Europa cobarde, desgajamos 
la naranja misteriosa de los sueños, 
tanteamos la piel donde la vida 
tiembla junto a la muerte, se deseca
cuando el odio es de plata y en los ríos oscuros
los muertos desayunan
el sueño de las algas y de la sal cortada.

O la adolescencia periférica del muchacho huidizo que fue el poeta en los desmontes suburbiales de la ciudad fugitiva:

el muchacho ya viejo que amó las periferias
urbanas y mortales, intentando atrapar
la sombra de un poema.

Santos Domínguez







09 noviembre 2012

Bailando en Odesa


Ilyá Kamínsky.
Bailando en Odesa.
Edición bilingüe.
Traducción y prólogo de
Gustavo A. Chaves.
Libros del Aire.Madrid 2012.

Oración del autor

Si he de hablar por los muertos, tendré que abandonar
este animal que es mi cuerpo,

deberé escribir una y otra vez el mismo poema,
porque una página vacía es la bandera blanca de su rendición.

Si he de hablar por ellos, deberé caminar
sobre el filo de mí mismo, deberé vivir como un ciego

que corre por los cuartos
sin tocar los muebles.

Sí, estoy vivo. Puedo cruzar la calle y preguntar «¿Qué año es?»
Puedo bailar mientras duermo y reírme

frente al espejo.
Hasta dormir es orar, Señor,

yo he de alabar tu locura, y
en un idioma no mío, hablaré

de la música que nos despierta, la música
en que nos movemos. Pues cualquier cosa que diga

es una especie de súplica, y los más oscuros días
tendré que alabar.

Con ese poema en el que parece resonar la voz poética de Rilke, se abre Bailando en Odesa, un libro que Ilyá Kamínsky, poeta norteamericano nacido en Odesa en 1977, publicó en 2004.

Entre lo intimista y lo alucinatorio, entre lo confesional y las revelaciones, esta poesía, cercana en su mirada a lo mágico, es una exploración en la identidad propia a través de la memoria, lo que hace brillar un cuerpo. Esa búsqueda de las raíces indaga, naturalmente, en el recuerdo autobiográfico y familiar, pero también en una serie de escritores, pintores y músicos que constituyen referentes artísticos y morales para Kamínsky: desde Paul Celan hasta Brhams, desde Chagall a Brodsky, desde Chopin a Isaak Bábel, pasando por Mandelstam, a quien dedica uno de los poemas centrales del libro, una hermosísima elegía titulada Música humana, o por Marina Tsvietáieva.

Libros del Aire lo incorpora a su colección Jardín Cerrado en edición bilingüe con traducción y prólogo de Gustavo A. Chaves, que resume estos textos de Kamínsky como “el testimonio de una memoria en que literatura y vida se han mezclado de tal forma que son inseparables, tan inseparables como la vida del poeta y el recuerdo de la ciudad donde vivió su familia y él vio la luz.”

Y de esa ciudad familiar –Nací en la ciudad que tomó su nombre de Odiseo- en la que están sus raíces toman título la obra, la primera sección del libro y este poema en prosa, estremecido y confesional: 


Bailando en Odesa

En una ciudad gobernada conjuntamente por palomas y cuervos, las palomas cubrían el distrito central y los cuervos el mercado. Un niño sordo contó los pájaros que había en elpatio de su vecino, y obtuvo un número de cuatro dígitos. Marcó ese número en el teléfono y le declaró su amor a la voz del otro lado.

Mi secreto: a la edad de cuatro años me quedé sordo. Cuando perdí el oído, empecé a ver voces. En un tranvía lleno de gente, un hombre con un solo brazo me dijo que mi vida estaría misteriosamente conectada a la historia de mi país. Y sin embargo mi país ha desaparecido; sus ciudadanos se dan cita en sueños para realizar elecciones. El hombre no describió sus caras, sólo unos pocos nombres: Roldán, Aladino, Simbad.


Esta edición de Bailando en Odesa contiene como apéndice un conjunto de poemas que con el rótulo Sonia y su cuento de hadas forman parte del libro inédito República Sorda.

Santos Domínguez

08 noviembre 2012

De Borges al presente



José Miguel Oviedo.
Historia de la literatura hispanoamericana.
4. De Borges al presente.
Alianza Editorial. Madrid, 2012.

De Borges al presente es el título del cuarto volumen de la Historia de la literatura hispanoamericana que publica Alianza Editorial. Desde Borges y la literatura fantástica hasta la postmodernidad y el “post-boom”, José Miguel Oviedo hace un recorrido minucioso por la literatura hispanoamericana de los últimos sesenta años, una historia viva y un análisis más profundo de lo que cabría esperar de una obra tan panorámica como esta.

Se abordan en sus cinco apartados cronológicos desde el sistema y la estratagema narrativa de Borges o la órbita de lo fantástico en la que se mueven Bioy Casares, Felisberto Hernández, Virgilio Piñeira o Juan José Arreola hasta la condición extemporánea de Mujica Láinez, pasando por el existencialismo de Ernesto Sábato y por la renovación del regionalismo y el indigenismo en el mundo penitencial de Juan Rulfo, en la nostalgia arcádica de José María Arguedas o en los laberintos históricos de Roa Bastos.

Otras secciones se centran en la renovación neovanguardista de la antipoesía de Nicanor Parra o el superrealismo de Gonzalo Rojas, el universo barroco de Lezama Lima, la aventura triangular de Julio Cortázar en Rayuela o la ardiente lucidez de Octavio Paz en su doble condición de poeta y ensayista, presencias poéticas femeninas potentes y decisivas como Olga Orozco, Idea Vilariño o Blanca Varela, la verticalidad profunda de la poesía de Roberto Juarroz, la literatura anfibia –entre el verso y la prosa- de Mutis o Benedetti, la suma de arte y moral en la prosa de Monterroso y de Julio Ramón Ribeyro.

Como es lógico, se dedica un capítulo específico al boom, a su centro - los círculos mágicos de García Márquez, la libertad estética y moral de Carlos Fuentes, las jerarquías de la realidad y el poder en Vargas Llosa-, a su órbita, de la que forman parte José Donoso más allá del realismo o Cabrera Infante y sus juegos verbales, a su periferia, con Jorge Edwards o Carlos Monsiváis.

Y finalmente hay una aproximación a la posmodernidad a través de la voluntad indagatoria de Sergio Pitol y Juan José Saer, un acercamiento a la poesía de José Emilio Pacheco, Alejandra Pizarnik y Juan Gelman y una indagación en nombres más recientes como los narradores Bolaño, Volpi o Ana María Shua o los poetas Cobo Borda y Jaramillo Agudelo.

Con una perspectiva regional, no nacional, este recorrido por la contemporaneidad de las letras hispanoamericanas es ya un referente en los estudios de conjunto, en las panorámicas literarias que abordan un momento tan brillante como el del último medio siglo de la literatura en aquel continente.

Santos Domínguez





07 noviembre 2012

Robespierre. Una vida revolucionaria



Peter McPhee.
Robespierre.
Una vida revolucionaria.
Traducción de Ricardo García Pérez.
Península. Barcelona, 2012.

Robespierristas, antirrobespierristas, ya es suficiente. Les pedimos, por piedad, dígannos simplemente cómo era realmente Robespierre, escribía en 1941 el historiador Marc Bloch.

Robespierre. Una vida revolucionaria, el libro del profesor Australiano Peter McPhee que apareció a comienzos de este año en su versión original y que acaba de publicar Península con traducción de Ricardo García Pérez, es seguramente el intento más serio y riguroso de responder a las palabras de Marc Bloch y de acercarse a una figura tan compleja como la de quien fue conocido como “el incorruptible”.

Héroe o canalla, monstruo del Terror o revolucionario íntegro, mártir o golpista, egocéntrico y compasivo, víctima de la reacción girondina y de sus propias contradicciones, Robespierre asume el papel de icono de la conflictiva Revolución francesa.

Así justifica Peter McPhee su interés por el biografiado:

La figura de Maximilien Robespierre me ha intrigado desde que, en mi época de estudiante, me preguntaba cómo era posible que en 1793 y 1794 se acabara considerando que quien había formulado los más altos principios de 1789 era la personificación del reinado del Terror. ¿Fue un caso trágico de los riesgos que entraña la rigidez ideológica y personal, como se enseñaba en las furibundas dramatizaciones literarias, o se trató más bien de un ejemplo extremo de que tal vez los grandes líderes acaban siendo vilipendiados por aquellos a quienes han servido y salvado? ¿O se trata de algo enteramente distinto?

A contestar esos interrogantes se dedican los doce capítulos de esta obra que traza un retrato tan profundo como el que requería alguien de personalidad tan polémica y de fama tan controvertida como Robespierre.

Cuando el 29 de julio de 1794 lo guillotinaron los girondinos junto con Saint Just y otros jacobinos, el golpismo reaccionario empezaba a imponer su estrategia y a escribir el final de una revolución que intentó acabar con los privilegios de la nobleza y proclamó la felicidad y la libertad de los ciudadanos como objetivos del nuevo régimen  republicano.

Aquel día acababa simbólicamente no solo un periodo utópico de la Historia. Acababa también la vida del prototipo que encarnó los ideales de la Revolución francesa.

En la fosa común en la que se tiraron sus restos quedó enterrada y cubierta por la tierra y la cal una vida nada fácil que había durado treinta y seis años

El profesor McPhee integra en este libro las últimas aportaciones sobre la vida de Robespierre y las combina con una atención constante al contexto histórico en que transcurrió su existencia. Por eso su acercamiento al personaje no es solo un acercamiento político, sino humano, porque las claves del hombre público, del revolucionario incorruptible, las indaga el biógrafo en la importancia decisiva que tuvieron sus años de infancia y juventud en la formación de su personalidad y su ideología.

Y esa es una de las contribuciones más innovadoras de esta biografía, derribar parte de las barreras existentes entre lo público y lo privado en la vida de Robespierre para contestar a esta pregunta: ¿Quién era aquel hombre que llegó a Versalles tan solo unos días antes de su trigésimo primer cumpleaños?

En aquellos años decisivos en la vida de Robespierre, en los treinta y un años que transcurren entre 1758 y 1789 se habían forjado sólidamente sus planteamientos éticos y políticos.

Fueron los años de infancia traumática de aquel huérfano pausado, razonable y laborioso, años de búsqueda de éxito social del abogado joven, ingenioso e inteligente, soltero y abstemio que se convirtió en el parlamentario brillante y reivindicativo que se enfrentó a los privilegios de la aristocracia y el clero.

Diputado en representación del tercer estado, Robespierre se irguió como modelo de revolucionario activo y radical que se enfrentó sin desmayo a enemigos numerosos e implacables que sabían que descabezando aquel cuerpo descabezaban también los ideales políticos que había defendido desde joven.


Santos Domínguez


06 noviembre 2012

Canetti. Obras completas V


Elias Canetti.
Obras completas V.
La conciencia de las palabras.
Teatro. Ensayos. Miscelánea.
Edición dirigida por Juan José del Solar.
Traducciones de Carlos Fortea, Adan Kovacsis,
José Manuel de Prada-Samper, Juan José del Solar.
Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores. Barcelona, 2012.


En una carta de 1971, Elias Canetti le explicaba a Claudio Magris la importancia de su teatro: “Mis dramas son mucho más importantes de lo que nadie se imagina, su época apenas ha empezado, aún está por venir, son en lo más íntimo el centro de mi obra, y sin ellos nadie podrá jamás entenderla realmente.”

Una declaración tan autorizada como esa justifica el interés del tomo V de las Obras completas de Canetti en Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores, que empezó a publicarlas en una prestigiosa edición dirigida por Juan José del Solar, con el asesoramiento de Ignacio Echevarría y la colaboración de un equipo excelente de traductores.

En conjunto, la de Canetti es una de las obras esenciales del siglo XX. No sólo los imprescindibles Auto de fe y Masa y poder, también su autobiografía o su larga serie de apuntes son fundamentales en el panorama de la cultura europea contemporánea.

Tras los volúmenes anteriores -Masa y poder, Historia de una vida, La escuela del buen oír y Apuntes-, acaba de aparecer La conciencia de las palabras, el tomo que cierra este espléndido proyecto editorial que se ha desarrollado durante una década.

Organizado en tres secciones-Teatro. Ensayos. Miscelánea- este volumen recoge tres dramas, la edición ampliada de los ensayos y discursos que forman parte de La conciencia de las palabras, y un tercer apartado misceláneo que reúne artículos, prólogos, conferencias y conversaciones.

El teatro de Canetti es un teatro reflexivo, un drama de ideas y un ejercicio intelectual en el que resume sus ideas sobre el matrimonio -La boda, una obra sombría que provocó un enorme escándalo cuando se estrenó en 1965-, hace una crítica del nazismo en Comedia de la vanidad o construye una danza macabra contemporánea y existencialista en Los emplazados, la que Canetti consideró su mejor obra literaria, en la que dejó su primera toma de posición ante la muerte.

Quizá a primera vista pueda parecer sorprendente hallar aquí, yuxtapuestas, a personalidades como Kafka y Confucio, Büchner, Tolstoi, Karl Kraus y Hitler; catástrofes de magnitud tan terrible como la de Hiroshima y consideraciones literarias sobre la escritura de diarios o el origen de una novela– explica Canetti en la nota preliminar a La conciencia de las palabras, que reúne los ensayos escritos entre 1962 y 1974-. Pero era justamente esta yuxtaposición lo que me interesaba, pues sólo en apariencia se trata de temas incompatibles. Lo público y lo privado resultan hoy en día inseparables: se interpenetran recíprocamente de un modo que antes era inimaginable. Los enemigos de la humanidad han ganado poder rápidamente, aproximándose mucho al objetivo final de destrucción de la Tierra; es, por lo tanto, imposible prescindir de ellos y dedicarse a la contemplación exclusiva de aquellos paradigmas espirituales que aún signifiquen algo para nosotros.

Además de esos referentes morales, La conciencia de las palabras recoge uno de los ensayos más conocidos de Canetti  -El otro proceso-, centrado en la correspondencia entre Kafka y Felice, resume en Poder y supervivencia una de las ideas centrales de Masa y poder, analiza la obra de Hermann Broch, reflexiona sobre los diarios, las agendas y los apuntes de los escritores en el Diálogo con el interlocutor cruel o deja su lucidez ética en La profesión de escritor, “el discurso más importante que he pronunciado nunca.”

En la sección Miscelánea, tras los artículos, los discursos y otras piezas sueltas, se recogen trece conversaciones y entrevistas en las que Canetti reflexiona de modo global y directo sobre las claves de su obra y su pensamiento; sobre la concepción de la literatura y del mundo que sustenta su producción literaria.

¿Qué puede esperarse hoy en día de un escritor, cuando sabemos lo poco que nosotros mismos hemos hecho?, se preguntaba en el prólogo a la segunda edición alemana de La conciencia de las palabras.

Quizá ningún título pueda resumir mejor que ese las respuestas de Canetti a esa pregunta, su actitud como escritor, su concepción intelectual, estética y moral de la literatura, la precisión lingüística que mantuvo como exigencia a lo largo de su vida.

Santos Domínguez

05 noviembre 2012

Alex Ross. Escucha esto

Alex Ross.
Escucha esto.
Traducción de Luis Gago.
Los tres mundos. Seix Barral. Barcelona, 2012.

Después del éxito de crítica y público de su primer libro, El ruido eterno, Alex Ross, crítico musical del New Yorker, publica Escucha esto en Seix Barral con traducción de Luis Gago.

Este libro surgió de una manera muy peculiar. Ross estaba redactando un prólogo para ese primer libro y se dio cuenta de que lo que estaba escribiendo tendría que ser el primer capítulo de una nueva obra.

Esa es la génesis de un volumen que desmitifica la música clásica desde una perspectiva cultural amplia y tolerante. Y es que así como conviene tener una mente abierta a la realidad, conviene también tener los oídos libres de prejuicios culturales, porque para Alex Ross la música es una forma de conocer el mundo.

Esta misma idea era la que estaba en la raíz y en el resultado de su imprescindible El ruido eterno, que dispensaba la misma atención al canon clásico, a la música moderna y al jazz.

Escucha esto da un paso más y se propone cruzar la frontera de la música clásica al pop. Y el problema no es cruzarla, lo que se necesita es un explorador experto, alguien que conozca los puentes que hay que atravesar para salvar esa frontera entre la música culta y la música popular.

Ese es el papel de Alex Ross, cuya formación musical empezó siendo la de la música clásica y desde ahí se fue abriendo a otros horizontes tradicionalmente despreciados por quienes tienen un concepto elitista de la música y la cultura.

Contra los estereotipos retrógrados de ese elitismo mediocre que intenta fabricar autoestima aferrándose a fórmulas hueras de superioridad intelectual se levanta este libro que niega esos planteamientos, porque –añade Ross- la música es un medio demasiado personal para apoyar una jerarquía absoluta de valores.

Frente al desprecio implícito en expresiones del tipo “gran música”, “música culta”, “música seria” o “música buena”, Alex Ross propone, a través de una docena de músicos, la convivencia de Bob Dylan y el último Brahms, de Mozart y Radiohead, de Stravinsky y Charlie Parker, de Verdi y Björk, de Mahler y Pink Floyd, la ópera y el jazz, recorre la línea musical que va de la chacona al blues o analiza el hip-hop o las fronteras del pop en Sinatra o Kurt Cobain.

Y lo más importante, lo que le da sentido al conjunto del volumen es la idea de que la dificultad de escribir sobre música no estriba, en fin de cuentas, en describir un sonido, sino en describir a un ser humano.

Santos Domínguez

03 noviembre 2012

Blancanieves





Jacob y Wilhelm Grimm.
Blancanieves.
Ilustraciones de Miguel Navia.
Traducción de Álvaro y Luis Alberto de Cuenca.
Prólogo de Luis Alberto de Cuenca.
Reino de Cordelia. Madrid, 2012.


Érase una vez, en mitad del invierno, mientras los copos de nieve caían como plumas blancas del cielo, una reina que cosía sentada junto a una ventana con un marco de ébano negro. Y como cosía a la vez que veía cómo nevaba, se pinchó un dedo con la aguja, y cayeron tres gotas de sangre en la nieve. Quedaban tan bonitas aquellas manchas rojas sobre el blanco de la nieve, que pensó para sus adentros: "¡Ojalá tuviera una niña tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y tan negra como la madera de este marco!"

Al poco tiempo tuvo una hijita tan blanca como la nieve, de mejillas arreboladas como la sangre y con los cabellos tan negros como el ébano, y por eso le puso de nombre Blancanieves. Y, al nacer la niña, la reina murió.

Pasó un año, y el rey tomó a otra mujer por esposa...

Así comienza Blancanieves en la versión de Álvaro y Luis Alberto de Cuenca que acaba de publicar Reino de Cordelia, en una edición de lujo ilustrada por Miguel Navia.

Hace ahora doscientos años de la primera edición alemana de un tomo de cuentos infantiles recopilados por dos hermanos filólogos, los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, que habían dedicado varios años a recoger y reelaborar relatos tradicionales y orales. Uno de esos relatos, tal vez el más famoso de todos, es Blancanieves, quizá también el de simbología más oscura e inquietante.

En su imprescindible Psicoanálisis de los cuentos de hadas, que publicó la Editorial Crítica con traducción de Silvia Furió, Bruno Bettelheim dedicó un capítulo a indagar en las oscuras claves psicológicas de Blancanieves: la rivalidad sexual, los celos, el complejo de Edipo, el solitario viaje iniciático por el bosque peligroso, el crecimiento de la protagonista, el narcisismo, la manzana de la discordia de Afrodita y la del pecado original en Eva, de la que habla en estos términos:

Al comer la parte colorada de la manzana, la niña que hay dentro de Blancanieves muere y es enterrada en un ataúd de cristal transparente. Allí permanece durante largo tiempo; tres aves van siempre a visitarla, además de los enanitos; primero una lechuza, luego un cuervo y por último una paloma. La lechuza simboliza la sabiduría; el cuervo —como el cuervo del dios teutónico Woden— representa, probablemente, la conciencia madura; y la paloma encarna, tradicionalmente, el amor. Estas aves indican que el sueño letárgico de Blancanieves en el ataúd no es más que un período de gestación, el período final que prepara para la madurez.

En las antípodas de Disney, las magníficas ilustraciones de Miguel Navia utilizan esa tonalidad oscura para llamar no solo a la imaginación, sino también a esos abismos de la conciencia infantil  y adulta que evocó Bettelheim, para reflejar plásticamente la crueldad sangrienta que recorre sus líneas desde el principio hasta el final, el inquietante escenario del bosque peligroso o la expresividad individual de los rostros de los siete enanos protectores que lo habitan como símbolo de los siete días de la semana o de los siete planetas que giran alrededor de la figura solar y luminosa de Blancanieves.

Santos Domínguez

02 noviembre 2012

Poesía reunida de Cobo Borda

Juan Gustavo Cobo Borda.
Poesía reunida (1972-2012).
Tusquets. Barcelona, 2012.

País mal hecho
cuya única tradición
son los errores.
Quedan anécdotas,
chistes de café,
caspa y babas.
Hombres que van al cine,
solos.
Mugre y parsimonia.

Colombia es una tierra de leones, escribió Rubén Darío. Y ese verso lo utilizó -con sarcasmo más que con ironía- el poeta y ensayista Juan Gustavo Cobo Borda (Bogotá, 1948) para titular el poema demoledor con el que abría su primer libro, El animal que duerme en cada uno.

Ese poema sigue estando al frente de la Poesía reunida del colombiano, que acaba de editar Tusquets, un volumen en el que se recogen los cuatro libros de poesía publicados por Cobo Borda hasta hoy. Además del ya citado, La musa inclemente, Los poetas mienten y Cuando papá perdió la guerra, más un apartado –Nuevos poemas- que incorpora siete textos inéditos.

La mirada crítica sobre el presente y el pasado de Colombia, el amor también como experiencia presente o como recuerdo de pérdidas, la ironía sobre el sentimentalismo o el homenaje a los maestros, de Cavafis a Lezama, de Vallejo a Borges, recorren una poesía en la que –como señaló Octavio Paz- conviven la ironía y el lirismo, una poesía de tono conversacional, escrita en verso corto y con palabras directas:

Escribir como se nos dé la gana,
sin laúd,
un idioma para ladrar desde las tablas del escenario.

La poesía es el lenguaje en estado de sueño, dice Cobo Borda, que se mueve en su escritura entre la imaginación y lo cotidiano, entre el entusiasmo y la distancia irónica, entre la rebeldía y el desengaño, entre el deseo y el olvido.

Y con frecuencia, la luz de Grecia, el mito o la pintura son no solo el telón de fondo de esta poesía, sino el centro en el que se proyecta la emoción del poeta. Tiziano, Rembrandt o, como en este espléndido poema, Brueghel, en el que el cuadro establece una correspondencia con el sentimiento del poeta:

Desde mil seiscientos
cae la nieve
sobre este paisaje flamenco.

Ni un instante se ha detenido.

Pero nos queda un consuelo:
también los tres Reyes Magos
volverán de nuevo.

Oro. Incienso. Mirra.

Lo mismo que tú traes contigo.

Sí. Oro. Incienso. Mirra.
Como la Sulamita.

La poesía de Cobo Borda construye siempre una poética consciente de sí misma, de sus limitaciones, de su sentido y su necesidad:

¿Cómo escribir ahora poesía,
por qué no callarnos definitivamente
y dedicarnos a cosas mucho más útiles?
¿Para qué aumentar las dudas,
revivir antiguos conflictos,
imprevistas ternuras;
ese poco de ruido
añadido a un mundo
que lo sobrepasa y anula?
¿Se aclara algo con semejante ovillo?
Nadie la necesita.
Residuo de viejas glorias,
¿a quién acompaña, qué heridas cura?



Que conteste el lector.

Santos Domínguez


31 octubre 2012

Schwob. Teoría de la ficción


Marcel Schwob.
El deseo de lo único.
Teoría de la ficción.
Edición de Cristian Crusat.
Traducción de Rocío Rosa y Cristian Crusat.
Páginas de Espuma. Madrid, 2012.


En su colección de ensayo, Páginas de Espuma edita una espléndida recopilación de ensayos, artículos, prólogos y diálogos de Marcel Schwob preparada por Cristian Crusat.

El volumen se abre muy acertadamente con una conversación de 1891, inédita hasta ahora en español y que anuncia como una obertura los temas y los enfoques que desarrollaría a lo largo de su obra un Schwob que en aquel momento no había publicado aún su primer libro de cuentos.

El arte –afirmaba- es lo contrario de las ideas generales, no describe sino lo individual, no desea más que lo único.

En esa declaración está la raíz del título elegido para esta reunión de textos que resumen la obra crítica de Schwob, que –ajeno a las corrientes historicistas y a la crítica psicologista del positivismo- revela lo que de verdad importa: el juicio subjetivo de un lector excepcional.

Estos textos conforman lo que podríamos denominar la “poética de la ficción” de Marcel Schwob,
escribe Cristian Crusat en Breve retrato y fortuna de un homo duplex, el prólogo que abre esta edición de ensayos que ha traducido con Rocío Rosa.

Como indica el subtítulo, estos textos trazan una teoría de la ficción que Schwob no sistematizó, pero que se deduce de los diversos artículos de crítica literaria que publicó el autor de Vidas imaginarias.

Procedentes en gran medida de Espicilegio, algunos de ellos estaban inéditos en español y son complementarios a la brillante actividad traductora de Schwob, como el prólogo a Los últimos días de Enmanuel Kant, de De Quincey o a su memorable versión de Hamlet.

La tragedia griega, entre el terror y la piedad, el arte de la biografía, un extenso ensayo sobre Villon, una espléndida lectura de Stevenson y La isla del tesoro, una aproximación a la leyenda de San Julián el Hospitalario, la genealogía literaria de Hamlet y un ensayo de interpretación de las claves de su comportamiento son el centro de interés de algunos de los textos de un conjunto que con frecuencia tiene un tono semejante al de las Vidas imaginarias.

Y en todo caso, late en ellos el estilo, el talento y la sensibilidad de Schwob, que brilla aquí igual que en sus obras mayores.

Santos Domínguez

30 octubre 2012

Drácula, un monstruo sin reflejo

Drácula, un monstruo sin reflejo.
Cien años sin Bram Stoker (1912-2012).
Reino de Cordelia. Madrid, 2012.
Así se titulaba la exposición de imágenes que organizó la Fundación Luis Seoane de La Coruña con motivo del centenario de la muerte de Bram Stoker. Poco después, un curso de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo complementaba esa exposición con una serie de conferencias sobre el autor y el monstruo.
El resultado de esas actividades se plasma en  Drácula, un monstruo sin reflejo. Cien años sin Bram Stoker (1912-2012), un espectacular volumen, coordinado por Jesús Egido, que publica Reino de Cordelia y en el que se reúnen distintos asedios al mito de Drácula y a su creador.

Antes que nada, el libro se plantea como una reivindicación de la figura de Stoker, que – como recuerda el editor- le quitó la novia a Oscar Wilde, se carteó con Walt Whitman y mantuvo una cordial amistad con Mark Twain. Y sobre el creador del mito escriben Jesús Egido -Cien años sin Bram Stoker- y Óscar Palmer -El padre del vampiro.

Pero el desarrollo de la obra excede con mucho de ese propósito:  además de un recorrido por la biografía de su autor, se analiza el proceso de composición de la novela, su repercusión en la literatura, en el cine –encarnado por Bela Lugosi o Cristopher Lee-, la ilustración, el cómic, su llamada a las zonas oscuras de la conciencia, su presencia en el inconsciente colectivo son algunos de los aspectos que se abordan en esta obra sobre el mito vampírico.

Y así Luis Alberto de Cuenca recorre el largo proceso creativo y la historia editorial de esa novela y sus traducciones en España; Jesús Palacios recoge en Vampiro cañí un conjunto de anotaciones sobre la repercusión del vampirismo en la literatura hispánica, con Joan Perucho a la cabeza; Javier Alcázar repasa exhaustivamente los cómics de vampiros y las adaptaciones de la novela en Viñetas de sangre, con secuelas como Vampirella, dibujada por Pepe González y Enric Torres; José Luis Castro de Paz rastrea las formas de Drácula entre las sombras del cinematógrafo desde el Nosferatu de Murnau hasta la saga Crepúsculo; y Emma Cohen recuerda a los vampiros del cine español, donde La torre de los siete jorobados de Edgar Neville es ya un clásico.

Drácula, un monstruo sin reflejo, contiene también una antología gráfica de representaciones del conde transilvano. Es un amplio catálogo de más de cien fotogramas e ilustraciones que proponen o sugieren imágenes de una criatura en cuya esencia está no producir sombra –aunque su fama haya ensombrecido la de su autor-  ni reflejarse en los espejos.

Cierran el volumen dos relatos vampíricos, El invitado de Drácula, una precuela del mismo Bram Stoker, y un cuento de Emilia Pardo Bazán, Vampiro, la primera narración de vampiros de la literatura española.

Santos Domínguez

29 octubre 2012

Las obras esenciales de la Filosofía


Robert Zimmer.
Las obras esenciales de la Filosofía.
Traducción de José Aníbal Campos.
Ariel Quintaesencia. Barcelona, 2012.

Dieciséis clásicos de la Filosofía en un compendio riguroso y nada superficial que desde la publicación de su edición original en alemán se ha convertido ya en un referente de los ensayos divulgativos en materia filosófica.

El portal de los filósofos
era el título original de esa edición alemana, y sobre esa metáfora gira el texto prologal que justifica el sentido de este ensayo que pretende un primer contacto con esas construcciones filosóficas, porque, escribe Zimmer, el portal, por muy sólido y robusto que pueda parecernos, es la forma natural y más cómoda de entrar a un edificio. Quien hasta ahora se haya cohibido de cruzar su umbral comprobará que el portal de los filósofos se abre para cualquiera que traiga consigo curiosidad, interés y un poquito de tiempo.

No mucho tiempo, en efecto, porque cada uno de los dieciséis capítulos ocupa en el formato limpio de Ariel Quintaesencia alrededor de quince páginas que como invitación a pasar son suficientes.

De La República de Platón a la Teoría de la Justicia de John Rawls, pasando por Así habló Zaratustra de Nietzsche y por el Tractatus de Wittgenstein, Robert Zimmer propone un recorrido por una serie de títulos fundamentales en la historia de la cultura y del pensamiento occidental: los papeles de un sabio universal como Montaigne, el viaje al interior de la razón de Descartes, el éxito de un joven pesimista como Schopenhauer, la lógica al servicio de la mística en Wittgenstein son algunos de los capítulos de este excelente manual que tiene como mejor virtud su incitación a la lectura.

Porque el portal de los filósofos - explica Zimmer- no es solamente la entrada a un edificio grande, sino a un edificio abierto y vivo.

Santos Domínguez

27 octubre 2012

Conversaciones con Tàpies

Imma Julián.
Conversaciones con Tàpies.
Barataria. Barcelona, 2012.

En su colección Documentos, Barataria publica Conversaciones con Tàpies, un volumen que recoge tres largos diálogos del pintor con la catedrática de Historia del Arte Imma Julián,.

1976, 1985 y 1999. Tres fechas, tres décadas, tres conversaciones en casa de  Antoni Tápies:

La primera, de 1976, es un repaso al arte y a la sociedad de la posguerra y del franquismo, que acababa de enterrar al dictador pero seguía vivo, pujante y disfrazado de metamorfosis predemocrática o anclado en la fidelidad a los principios fundamentales del movimiento.

El segundo diálogo se centra en la producción de Tàpies como cartelista comprometido con la sociedad. Afiches para partidos políticos de izquierda, portadas de libros, carteles de películas o de actos culturales en los que el pintor se opone a la pena de muerte, se sitúa en primera línea en la defensa de Cataluña o de la amnistía.

Finalmente, la última conversación revisa los hechos que marcaron su biografía personal, política y artística, recuerda su relación con Joan Brosa y repasa las incursiones de Tàpies en la escritura.

En conjunto el volumen aporta un análisis crítico del pintor acerca de la historia reciente, de los años grises de la posguerra y del papel del artista comprometido con la sociedad, la libertad y la democracia.

Y además de eso, es una espléndida introducción al mundo plástico de Antoni Tàpies, porque estos diálogos contienen constantes reflexiones sobre teoría y práctica del arte y sobre la responsabilidad ética del artista.

Santos Domínguez


26 octubre 2012

Espacio y Tiempo de JRJ



Juan Ramón Jiménez.
Espacio y Tiempo.
Edición crítica, introducción y notas
de Joaquín Llansó Martín-Moreno y Rocío Bejarano Álvarez.
Ilustraciones de Narciso Fernández Sánchez.
Linteo. Orense, 2012.

En su imprescindible colección de poesía, Linteo acaba de publicar una monumental edición de Espacio y Tiempo que han preparado Joaquín Llansó Martín-Moreno y Rocío Bejarano Álvarez, que explican en el Prefacio:

"Ni Espacio ni Tiempo son obras inéditas. Si bien esta última ha tenido escasa resonancia y ha sido publicada sólo en dos ocasiones, Espacio es un largo poema en prosa de reconocido prestigio, no sólo en lengua española, sino en todas las lenguas. Reconocido en efecto como una de las obras cumbres de la literatura del siglo XX, ha sido editado en múltiples ocasiones. Ofrecerla nuevamente al lector de lengua hispana, junto al poema, también en prosa, Tiempo, no sólo fue concebido con el ánimo de ofrecer dos obras singulares en el quehacer poético de Juan Ramón, sino, también, de ofrecerlas en lectura sucesiva, ya que a nuestro entender ambas están más estrechamente unidas de lo que en una primera lectura de una y otra pudiera parecer, y hacerlo desde esa primera concepción de esta edición: rigurosamente crítica respecto de la fijación de los textos, pero con el ánimo de mostrarla al tiempo lo más limpia posible, acompañada de ilustraciones y en un bello formato. Ofrecer, en definitiva, una edición que, sin resultar lujosa ni recargada – lo que el propio poeta siempre desdeñó de las ediciones de sus obras- se editara de modo diferente al que se ha hecho hasta el momento."

Espacio y Tiempo son dos poemas vinculados no sólo por el evidente parentesco de sus títulos, sino también por una tonalidad verbal semejante, la del monólogo interior rememorativo, que llevado al territorio de la poesía convierte estos dos textos en dos cimas del poema en prosa en español desde la intuición de que el espacio y el tiempo son dos conceptos estrechamente relacionados entre sí, como en este inolvidable fragmento de Espacio:

No, ese perro que ladra al sol caído, no ladra en el Monturrio de Moguer, ni cerca de Carmona de Sevilla, ni en la calle Torrijos de Madrid; ladra en Miami, Coral Gables, La Florida, y yo lo estoy oyendo allí, allí, no aquí, no aquí, allí, allí. ¡Qué vivo ladra siempre el perro al sol que huye!


En una carta a Enrique Díez-Canedo, el 6 de agosto de 1943, Juan Ramón explicaba el origen de ambos poemas y aclaraba sus vinculaciones y paralelismos:

"En La Florida empecé a escribir otra vez en verso. Antes, por Puerto Rico y Cuba, había escrito casi esclusivamente crítica y conferencias. Una madrugada me encontré escribiendo unos romances y unas canciones que eran un retorno a mi primera juventud, una inocencia última, un final lójico de mi última escritura sucesiva en España. La Florida es, como usted sabe, un arrecife completamente llano y, por lo tanto, su espacio atmosférico es y se siente inmensamente inmenso. Pues en 1941, saliendo yo, casi nuevo, resucitado casi, del hospital de la Universidad de Miami (adonde me llevó un médico de estos de aquí, para quienes el enfermo es un número y lo consideran por vísceras aisladas), una embriaguez rapsódica, una fuga incontenible empezó a dictarme un poema de espacio, en una sola interminable estrofa de verso mayor. Y al lado de este poema y paralelo a él, como me ocurre siempre, vino a mi lápiz un interminable párrafo en prosa, dictado por la estensión lisa de La Florida, y que es una escritura de tiempo, fusión memorial y anécdota, sin orden cronológico: como una tira sin fin desliada hacia atrás en mi vida. Estos libros se titulan, el primero, Espacio; el segundo Tiempo, y se subtitulan Estrofa y Párrafo."

Espacio y Tiempo son la cristalización poética del flujo de conciencia, que huye del automatismo verbal superrealista para ahondar en un conocimiento consciente de la realidad a través de una conciencia vigilante que se aparta del subconsciente y de su formulación de una realidad que está por encima de la lógica racional.

La conciencia poética de Juan Ramón discurre fluvialmente en estos dos poemas y dibuja un círculo con su estructura radial y con un ritmo musical emparentado con la técnica de la fuga.

Presentados por una introducción general que propone un profundo ensayo de interpretación, se ofrecen los facsímiles y las transcripciones de esos dos grandes poemas en prosa y en distintos apéndices se añaden los facsímiles de la primera edición en verso de Espacio, borradores inéditos y notas autógrafas.

Basta con pasar la vista por esos materiales para comprobar que esos dos textos son parte fundamental de la Obra en marcha de Juan Ramón, de esa “provisionalidad esencial” con la que los editores caracterizan su obra poética.

Una provisionalidad de obra abierta que es aún más evidente a la vista de las constantes correcciones y revisiones de unos textos sometidos a una reescritura exigente e ininterrumpida por la mano de Juan Ramón.

Santos Domínguez

25 octubre 2012

Escribir en internet


Escribir en internet.
Guía para los nuevos medios 
y las redes sociales
Mario Tascón (Dir.)
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona, 2012.

La generalización de internet, el desarrollo de la web 3.0, el avance imparable de las comunicaciones electrónicas, los nuevos dispositivos móviles y la extensión abrumadora de las redes sociales han supuesto una revolución del conocimiento, de la escritura y de la transmisión de la información, una revolución solo comparable a la que supuso en el siglo XV la creación de los tipos móviles por Gutenberg y el consiguiente desarrollo de la imprenta.

La rapidez vertiginosa de la transmisión de contenidos, la inmediatez y la democratización del conocimiento son las claves esenciales de una comunicación que ya no está restringida a los medios tradicionales y que manifiesta de esa forma la característica fundamental de un mundo globalizado: la globalización de la información, de la escritura y la publicación.

Esas innovaciones decisivas no solo han generado nuevos medios y nuevos canales de comunicación e información. Han incidido de forma notable en los registros lingüísticos y en nuevas formas de uso del lenguaje verbal.

Y a la necesidad de responder a los desafíos y a las dudas que plantean esos nuevos usos lingüísticos obedece el espléndido manual Escribir en internet, elaborado por un equipo de la Fundación del Español Urgente dirigido por el periodista Mario Tascón y publicado por Galaxia Gutenberg.

Como una guía para los nuevos medios y las redes sociales se presenta en el subtítulo este manual que aspira a conseguir los dos objetivos básicos que se explican en el prólogo. Un manual que quiere ser una brújula que permita la navegación inteligente por las nuevas aguas y sea, a la vez, una caja de herramientas adecuadas para el trabajo diario de los profesionales.

En función de ese planteamiento inicial, el volumen se organiza en dos partes: una dedicada al uso cotidiano –la estilística del correo electrónico, la ortografía adaptada al lenguaje simplificado de la mensajería instantánea, las redes sociales, la anatomía de un tuit o la gestión de un blog-  y otra centrada en el uso profesional de los nuevos medios sociales – la arquitectura del contenido de una página web, la gramática multimedia, las estructuras hipertextuales, la accesibilidad o los aspectos jurídicos de internet.

Se configura así esta obra como una guía rápida de supervivencia en el ciberespacio que recoge consejos y análisis sobre el español urgente y global de más de cuarenta expertos que abordan y sistematizan las normas generales de estilo para moverse en la red, para expresarse con corrección y no perder la reputación en línea.

Pero este manual no se limita a la fijación de una norma lingüística y a la solución de dudas ortográficas, morfosintácticas o léxicas. Se tratan también temas como los tiempos de respuesta a los correos electrónicos, la extensión de los mensajes, la verificación de las fuentes informativas, la optimización para buscadores, la arquitectura de la información, los formatos de las plataformas multimedia, las licencias Creative Commons o se ofrecen consejos jurídicos para blogueros.

Cuestiones como la transcripción de los nombres extranjeros, las estrategias de gestión de contenidos en internet, la estilística del tuit y las prácticas que deben evitarse en Twitter, la escritura colectiva de los wikis, la maquetación y la estructura de los artículos en un blog, el uso de los emoticonos, la escritura para buscadores, la lectura en pantalla o las tipografías más recomendables son solo algunos ejemplos de lo que puede encontrar en estas páginas imprescindibles el lector.

El volumen se cierra con un apéndice que recoge un abundante vocabulario básico de términos imprescindibles y una bibliografía actualizada sobre los diferentes aspectos que  esta obra crucial.

Santos Domínguez

24 octubre 2012

William Ospina en Mondadori




William Ospina.
Ursúa.
Literatura Mondadori. Barcelona, 2012.




William Ospina.
El País de la Canela.
Literatura Mondadori. Barcelona, 2012.

Al final no triunfamos los humanos, al final sólo triunfa el relato, que nos recoge a todos y a todos nos levanta en su vuelo, para después brindarnos un pasto tan amargo, que recibimos como una limosna final la declinación y la muerte. Veo mi isla perdida como una ostra abierta en el mar; veo el Perú de juesos incas y de piel cristiana que visité en mi adolescencia; veo los bosques de caneleros que al tocarlos eran de viento; veo el río que nos llevó en su lomo como a una hoja seca arrancada del árbol; veo los muelles de Sevilla llenos de lágrimas y los palacios de Roma llenos de favoritos; veo los cuerpos podridos goteando en las ruedas de Flandes y veo las mezquitas blancas detrás de las aguas azules de Argel; veo los galeones altísimos, los frágiles palacios flotantes con pendones de Cristo y mascarones en forma de arcángeles; y en los barrizales de Panamá veo a Ursúa como lo vi por primera vez, los cabellos dorados y la barba rizada, el rostro ya feroz iluminado por una sonrisa desafiante, a la luz de las velas en la casa de un cirujano, en una noche de hace más de quince años, la noche en que recibí al mismo tiempo un doble don de tiniebla y de luz, una herida en el vientre que pudo ser mortal, y una amistad que desde entonces llenó mis años.

A la vista de esas líneas, no es raro que Fernando Vallejo dijera a propósito de William Ospina (Colombia, 1954):

No sé de nadie que esté escribiendo hoy en día en español una prosa tan rica, tan inspirada y tan espléndida como la de William Ospina. Se ha convertido en uno de los mejores escritores de Colombia y del idioma.

Quienes conocen la obra de Ospina saben que es seguramente el más interesante de los escritores latinoamericanos actuales, el equivalente de lo que representaron en sus mejores momentos García Márquez o Vargas Llosa, un escritor consciente de que, como él mismo ha explicado, no puede ignorar que está escribiendo después de Borges y de Rulfo, de Neruda y de García Márquez, y en la lengua riquísima que tenemos después de ellos para interrogar nuestro pasado y nuestro futuro.

Autor de una obra poética memorable en la que destacan El país del viento y ¿Con quién habla Virginia caminando hacia el agua?, ensayista lúcido y comprometido con la problemática realidad de su país y del continente, con títulos fundamentales como Las auroras de sangre, sobre Juan de Castellanos, y En busca de Bolívar, se internó en el terreno de la novela cuando ya era un poeta y ensayista reconocido.

Y lo hizo de forma espectacular en 2005, con Ursúa, la primera entrega de una trilogía sobre la conquista a la que siguieron El país de la canela y La serpiente sin ojos.

Una de las mejores noticias literarias del otoño editorial es la reedición en Mondadori de los dos primeros títulos de una trilogía que comienza así:

Cincuenta años de vida en estas tierras llenaron mi cabeza de historias. Yo podría contar cada noche del resto de mi vida una historia distinta, y no habré terminado cuando suene la hora de mi muerte. /.../ Ahora quiero contar solo una.

Desde esas primeras líneas, la potente voz del narrador marca su territorio, delimita el ámbito de su dominio y prende al lector con la historia de aquel aventurero que no había cumplido diecisiete años, y era fuerte y hermoso, cuando se lo llevaron los barcos, de aquel alegre jinete, cada vez más pequeño por el camino de Elizondo, que no encontraría jamás la ruta del regreso al país que allá arriba se borraba en las lágrimas.

Pedro de Ursúa, que organizó la segunda expedición al Amazonas, era uno de aquellos hombres, como Lope de Aguirre, desmesurados en la crueldad y en el valor, que llegaron a las Indias occidentales envenenados por la ambición y las leyendas, y no podía saber que en su destino lo esperaban las batallas bestiales y las flechas emponzoñadas, que llegaría a ser el hombre más poderoso de un reino indescifrable, que él mismo se trenzaría en cinco guerras tratando de alcanzar un espejismo, que tendría en sus brazos a la mujer más bella de una raza nueva, y que finalmente la selva se cerraría sobre él como se cierra el agua sobre los pobres náufragos.

William Ospina es un autor deslumbrante que convierte al lector en un ser asombrado, de este heredero de los también asombrados cronistas de Indias, de Carpentier o de García Márquez, que reconoció Ursúa como el mejor libro del año en que se publicó.

El país de la canela es el relato alucinado de una penosa y demencial expedición de conquistadores que atravesaron las selvas laberínticas y descubrieron el caudaloso Amazonas en busca de los interminables bosques de canela de los que Gonzalo Pizarro oyó hablar en Cuzco.

Así comienza esa novela con la que Ospina ganó el Premio Rómulo Gallegos en 2009:

La primera ciudad que recuerdo vino a mí por los mares en un barco. Era la descripción que nos hizo mi padre en su carta de la capital del imperio de los incas. Yo tenía doce años cuando Amaney, mi nodriza india, me entregó aquella carta, y en ella el trazado de una ciudad de leyenda que mi imaginación enriqueció de detalles, recostada en las cumbres de la cordillera, tejida de piedras gigantes que la ceñían con triple muralla y que estaban forradas con láminas de oro.

Con una rara mezcla de crueldad y maravilla sobre cuyo equilibrio se sostiene el conjunto de la narración de aquellos delirantes excesos, Ospina levanta una novela monumental y densa que exige una lectura tan lenta y asombrada como pudo ser la travesía de los intrincados laberintos amazónicos por aquellos aventureros febriles y violentos.

Santos Domínguez

23 octubre 2012

Javier Marías. Mala índole


Javier Marías.
Mala índole.
Cuentos aceptados y aceptables.
Alfaguara. Madrid, 2012.

Casi a la vez que aparecen los cuatro primeros volúmenes de Javier Marías en la colección Modern Classics de Penguin, un restringido club de clásicos modernos, Alfaguara reúne en Mala índole su narrativa breve, un conjunto de treinta cuentos -aceptados unos; aceptables otros, según indica el subtítulo.

Procedentes en su mayoría de dos colecciones de relatos, Mientras ellas duermen y Cuando fui mortal, se añaden a esta recopilación otros cuatro cuentos que no habían sido incluidos hasta ahora en ningún libro. Uno de ellos, Mala índole, "el más largo y acaso el más logrado", en palabras del autor, apareció por entregas en agosto de 1996 en El país y es el que da título al conjunto.

Rescatar ese cuento en un libro es una de las razones que impulsan esta  reunión de textos que se organizan en dos bloques cuyo sentido explica Javier Marías en la nota preliminar que ha escrito para esta edición: el de los Cuentos aceptados (De los que aún no me avergüenzo”) y el de los aceptables (“De los que sí me avergüenzo un poco pero no demasiado”).

Y así, aunque “hay un tercer epígrafe que no aparece en el índice puesto que las piezas correspondientes sí están excluidas, al ser Cuentos inaceptables,” Mala índole ofrece el canon de la narrativa breve de Marías, la “totalidad aceptada y aceptable de mi contribución al género del cuento.” Muchos más por cierto los aceptados que los simplemente aceptables.

Entre ellos, el espléndido La canción de Lord Rendall, que apareció como apócrifo en Cuentos únicos, atribuido a un ficticio James Denham.

Un fantasma metódico y dimisionario en el Instituto Británico, el monólogo de un capitán napoleónico en Rusia, el viaje de novios del que surgió Corazón tan blanco, el ejecutivo que se encuentra con su doble exacto e invariable, un voyeur obsesionado con captar el último día de vida de la mujer de la que está enamorado, el fantasma que sufre la maldición del conocimiento completo, un médico, un guardaespaldas o un futbolista son algunos de los personajes y de las situaciones con las que Javier Marías aborda en estos relatos las conflictivas relaciones humanas, el conocimiento, la identidad y la memoria o los límites difusos de la realidad.

En la narrativa breve de Marías, ejemplar en la intensidad y la precisión que exige el género, están algunas de las mejores piezas de ficción de toda su obra. Por ejemplo, Cuando fui mortal, que desde su inicio establece una tensión narrativa que no decrece en ningún momento del relato:

A menudo fingí creer en fantasmas y fingí creerlo festivamente, y ahora que soy uno de ellos comprendo por qué las tradiciones los representan dolientes e insistiendo en volver a los sitios que conocieron cuando fueron mortales. La verdad es que vuelven.

Y en casi todos estos cuentos, constantes temáticas como el tiempo,  el deseo, el odio, la envidia o el miedo transmitidos por una mirada aguda y una prosa punzante y elaboradísima.

Una mirada y una prosa que indagan en el conocimiento y el secreto de un mundo opaco e inquietante con una narración fluida y absorbente que hace del lector un cómplice hipnotizado por la sutileza del narrador, que va siempre un paso más allá de lo visible. Lo ha explicado así Marías:

La mayoría de mis narradores son intérpretes en un sentido amplio del término. No intervienen ni actúan mucho; ven, observan, son testigos a menudo pasivos. /.../ En cierto sentido son fantasmas, y he dicho en muchas ocasiones que el punto de vista de un fantasma me parece un excelente punto de vista para narrar: uno ya no está, ya nada puede pasarle, pero a la vez no es indiferente a los hechos (por eso los fantasmas vuelven y rondan).

Además de su valor propio como textos aislados, estos relatos ofrecen un importante valor añadido:  mantienen una evidente red de relaciones con el resto de la obra de Javier Marías en temas, situaciones, personajes y sobre todo en el cuidado de una prosa de respiración inconfundibe en la que no se percibe el menor descuido ni el más mínimo desfallecimiento.

Santos Domínguez




22 octubre 2012

El cristal Spinoza

Juan Arnau.
El cristal Spinoza.
Pre-Textos. Valencia, 2012.



Las traslúcidas manos del judío
labran en la penumbra los cristales
y la tarde que muere es miedo y frío.
(Las tardes a las tardes son iguales.)

Las manos y el espacio de jacinto
que palidece en el confín del Ghetto
casi no existen para el hombre quieto
que está soñando un claro laberinto.

No lo turba la fama, ese reflejo
de sueños en el sueño de otro espejo,
ni el temeroso amor de las doncellas.

Libre de la metáfora y del mito
labra un arduo cristal: el infinito
mapa de Aquel que es todas Sus estrellas.



Dos veces se nombra el cristal en ese memorable soneto de Borges que tiene a Baruj Spinosa como protagonista.

En las dos ocasiones se trata de metáforas del limpio pensamiento y de la transparencia de su sistema filosófico panteísta que recorre Juan Arnau en el espléndido El cristal Spinoza, que publica Pre-Textos en su colección de narrativa contemporánea.

Un libro compuesto -explica Arnau- barajando frases que otros escribieron, fundamentalmente Spinoza, pero también aquellos que lo elogiaron o vituperaron. Son palabras extraídas de su correspondencia, de algunas de sus biografías clásicas y modernas, de documentos de la época como actas notariales o certificados de excomunión.

Y a través de una sucesión de escenas que articulan lo que su autor define como ficción filosófica, se hace un intenso y minucioso recorrido por la vida y el pensamiento de quien a su muerte dejaba el mundo algo más libre y espiritual que como me lo encontré.

Entre la escena teatral, la diapositiva y la secuencia cinematográfica, el lector entra, llevado de la mano del narrador Jan van der Spyck, en una sucesión de imágenes, diálogos y episodios con los que recorre los paisajes holandeses, los canales y las tabernas de Amsterdam, las calles y la penumbra de las sinagogas de La Haya, las tiendas y las callejas del barrio judío, con la prosa potente e impresionista de Juan Arnau.

Las geometrías de la luz o la rosa con cautela son algunos de los ejes de este libro que asciende a una de las cimas de la Filosofía, a la figura de aquel constructor de lentes que se preocupó por la libertad y la verdad, por el mal y la alegría, pensó en la naturaleza, el alma y la materia, escribió sobre la vida y la muerte e hizo de la filosofía un cristal transparente

Porque en Spinoza la filosofía se hace cristal y con ella el mundo, en su infinita complejidad, adquiere una hermosa geometría.

Santos Domínguez

19 octubre 2012

Hölderlin. Poemas


Friedrich Hölderlin.
Poemas.
Traducción e introducción de Eduardo Gil Bera.
Prólogo de Félix de Azúa.
Lumen. Barcelona, 2012.

Camináis arriba en la luz,
sobre un suelo mullido, genios benditos,
brillantes brisas divinas
os rozan,
como dedos de artista
las cuerdas sagradas.

Así comienza la Canción del destino de Hiperión, un poema de juventud de Hölderlin al que puso música Brahms en un espléndido lied.

La versión, de Eduardo Gil Bera, es la que aparece en el reciente volumen que publica Lumen de los Poemas de Hölderlin. Es una edición bilingüe y limpia que prescinde de notas y comentarios y busca la transparencia que ha faltado en otras traducciones de Hölderlin.

Friedrich Hölderlin (1770-1843), romántico alemán en una época en la que Alemania no existía aún, es –salvo por su lengua- también un poeta griego por su actitud ante la naturaleza y la vida, por el paisaje mediterráneo en el que habitaron sus sueños y su poesía y hasta por la elección de esquemas métricos con los que organiza sus poemas mayores antes de usar el verso libre.

Como todo romántico, Hölderlin huyó de su tiempo y su espacio para refugiarse en el paisaje literario de la Grecia clásica y en la arcádica edad de oro.  Y después de huir desde el Neckar o desde el Danubio al paisaje mental de la mitología, acabó huyendo de sí mismo en un camino sin retorno hacia la esquizofrenia que le llevó a aullar sus poemas por la noche como un perro desamparado.

Hasta ese desorden mental, que fue irreversible desde 1804, emparenta “el destino trágico e inocente” de Hölderlin –como sugiere Gil Bera en su introducción- con la naturaleza doble y escindida del centauro Quirón al que dedicó uno de sus poemas de madurez, en el que escribía:

Pero los días cambian, y si uno luego
los considera, en bueno y malo, es doloroso,
cuando uno es de doble configuración,
y no hay quien distinga lo mejor.

Esta nueva traducción recoge una muestra significativa de los poemas juveniles (1793-1799) y todos los de la madurez, hasta 1803, con lo que se excluyen los poemas de la locura que escribió durante su reclusión en Tubinga en la casa del carpintero Zimmer.

Está aquí pues el corpus esencial de la poesía de Hölderlin, con las grandes odas, las elegías y los himnos, en una traducción que elogia así Félix de Azúa en su prólogo:

“Cuando leemos una traducción de Hölderlin estamos oyendo la música del poema a través de una versión instrumental específica, a veces es una orquesta sinfónica como en las viejas ediciones de Díez del Corral, a veces es una orquesta mozartiana como en la reciente versión de Helena Cortés y Arturo Leyte. La de Gil Bera me parece música de cámara y más específicamente de inspiración schubertiana. Tiene una coloración crepuscular y muestra la mirada del viajero: es la traducción de un wanderer que lleva el libro de poemas en la mochila durante años”

La de Hölderlin es poesía que llora la pérdida y canta la libertad, pero sobre todo poesía que huye a otro tiempo y a otro lugar, evoca a Grecia y busca consuelo en la naturaleza, se exalta en la búsqueda febril de la belleza o en el amor de Diotima, en la plenitud de los bosques y los pájaros y en la inquietante belleza de los crepúsculos sagrados.

Hölderlin, un desterrado del paraíso mítico de la edad de oro, viaja en el poema, lo utiliza lugar del ensueño y como salvoconducto de esa huida a un nuevo universo mental en el que la poesía es una forma de diálogo con los dioses y el poeta es un mediador para explicar lo sagrado,

para que el espíritu
se agite sin miedo sobre las aguas semejante al nadador,
con la fresca felicidad de los fuertes, y entienda el lenguaje divino,
el cambio y el devenir, y cuando el tiempo torrencial
se apodere de mi cabeza, y la pobreza y el desvarío
entre los mortales estremezcan mi vida mortal,
déjame meditar en el silencio de tus profundidades.

Son los versos culminantes de uno de sus poemas mayores, El Archipiélago, que comparte importancia con elegías como Pan y vino (Reposa la ciudad a la redonda, se aquieta la calle iluminada, / y se alejan ruidosos los coches adornados de antorchas) o con el poema espléndido que comienza con estos versos:

Como cuando un día de fiesta, un labrador 
sale a ver el campo por la mañana...

En ese poema creyó ver Heidegger la esencia de la poesía en un estudio imprescindible para entender la obra de Hölderlin como la de un contemporáneo, el mismo que nos habla ahora en esta traducción que nos vuelve a acercar la palabra de un poeta decisivo que expresó en su obra el sentimiento del tiempo fugaz y dejó escrito que lo que queda lo fundan los poetas.

Santos Domínguez