Manuel Rico.
Fugitiva ciudad.
Hiperión. Madrid, 2012.
Estaba en la mirada que entregaba el espejo,
en los días felices, a un huidizo muchacho,
probablemente muerto, quizá oculto
en un armario frío, abandonado
en ese vertedero de desastres
que adorna descampados y abismos industriales,
en el cuarto de atrás de la ciudad
donde has crecido mucho, quizá demasiado:
en tardes sobre todo
y en deudas impagables e hipotecas
de dudoso interés, de incierto euríbor.
Ese
poema, Huidizo muchacho, de Fugitiva ciudad (Hiperión), con el que Manuel Rico obtuvo el último Premio Internacional Miguel Hernández-Comunidad Valenciana, resume en su tono y en su contenido el talante poético de
Manuel Rico, el compromiso con el presente de una mirada y una voz que
tienen sus raíces en el pasado, que emerge en estos textos con más
melancolía que desencanto, con más serenidad que indignación.
Patria de la memoria es
la palabra poética para Manuel Rico, que une la voluntad testimonial a
la voluntad de estilo y el compromiso ético a la potencia del lenguaje y
a la ambición creativa que encierran sus adjetivos inesperados o sus
sinestesias iluminadoras.
En
la metonimia personificadora del título, en esa ciudad fugitiva que es
una proyección del poeta, de sus pérdidas y de su evolución personal,
confluyen –entre lo íntimo y lo público- ciudades como Madrid, Berlín,
Barcelona, Roma o Viena, unidas por la mirada rememorativa de tiempos y
lugares convocados por la vivencia del presente y la evocación del
pasado, los años de plomo y la memoria histórica, el tiempo parado en el
que no estalla la primavera y el espacio familiar al que llega la
muerte, los barrios inciertos o los días con música de fondo que
estructuran algunas de las secciones de este libro urbano y elegiaco.
En
sus poemas, el presente se superpone al perfil del pasado para trazar
el mapa de la experiencia y la memoria personal y colectiva, eje
fundamental del libro: la guerra de Irak y los recuerdos de la pana y la franela,
los bares y los hipermercados, las lecturas y los amigos muertos
(Vázquez Montalbán, Dulce Chacón, Diego Jesús Jiménez), la pintura y la
música, la conciencia crítica que aparece en Cena en Frankfurt, con Juan Gelman:
Casi solos,
nos reímos contra la incertidumbre
de una Europa cobarde, desgajamos
la naranja misteriosa de los sueños,
tanteamos la piel donde la vida
tiembla junto a la muerte, se deseca
cuando el odio es de plata y en los ríos oscuros
los muertos desayunan
el sueño de las algas y de la sal cortada.
O la adolescencia periférica del muchacho huidizo que fue el poeta en los desmontes suburbiales de la ciudad fugitiva:
el muchacho ya viejo que amó las periferias
urbanas y mortales, intentando atrapar
la sombra de un poema.
Santos Domínguez