16 junio 2021

Poe. Ensayos completos II



Edgar Allan Poe.
Ensayos completos II.
Traducción y prólogo de 
Antonio Jiménez Morato.
Páginas de Espuma. Madrid, 2021.


“Poe revolucionó la literatura de su tiempo gracias a sus relatos y sus poemas, eso es algo sabido, pero el único modo de calibrar el alcance de sus intenciones y los riesgos a los que se sometió es mediante el análisis de su labor crítica”, escribe Antonio Jiménez Morato en la introducción que abre la edición del segundo volumen de los Ensayos de Edgar Allan Poe que ha traducido para Páginas de Espuma

 Y a pesar de eso -añade- su obra crítica “ha sido despreciada, leída de modo apresurado o ignorada. Y eso pese a que, con los doscientos años de distancia como juez, podemos apreciar que Poe parece no equivocarse nunca. Elogia lo que ha atravesado mejor el tiempo, y denuesta lo que ha ido olvidándose con el paso de los años. Hay en la capacidad de prospección de Poe algo más que mera perspicacia, hay una auténtica voluntad de cimentar y encauzar una literatura. Más aún, no solo voluntad, sino la tenacidad necesaria para lograrlo. Poe no solo es el padre del cuento moderno, lo es también de la crítica moderna, hecha desde la prensa de modo militante y combatiente.” 

Organizado en dos secciones, la fundamental contiene veintidós reseñas sobre autores y literatura: desde un largo ensayo sobre el drama estadounidense hasta una evocación de Francis Lieber, editor de la Enciclopedia Americana, un conjunto de ensayos que se centran preferentemente en poetas y narradores contemporáneos de Poe entre los que destaca Nathaniel Hawthorne, a cuyos cuentos dedica una especial atención.

Publicados en revistas, incluyen críticas demoledoras de obras como El estudiante español, un drama de Longfellow (“en conjunto, solo podemos lamentar que el profesor Longfellow haya  escrito esta obra”), comentarios pormenorizados de textos de poetas sobrevalorados, como John Brainard, William Bryant (“en todos los méritos de menor importancia el señor Bryant se muestra sobresaliente”), el sr. Dawes (“ayudado para alcanzar su reputación poética por la amabilidad de su carácter”) o Drake y Halleck: “Que contamos entre nosotros con poetas del más elevado orden es algo de lo que estamos seguros, pero no creemos que esos poetas sean Drake y Halleck.”

Opiniones sobre Tennyson y Carlyle, reseñas de libros de Fennimore Cooper, de un manual de buena educación o de una historia eclesiástica de Virginia conviven en estas páginas con el pormenorizado y elogioso análisis de los dos libros de cuentos de Hawthorne, Cuentos contados dos veces y Musgos de una vieja casa parroquial.

Cierra el volumen una segunda sección (‘La escena literaria y social’) de textos entre los que destacan los agrupados bajo el rótulo ‘Miscelánea editorial’. Breves y ágiles, entre ellos está este irónico párrafo autorreferencial:

En una muy elogiosa nota, de la señorita Fuller, sobre los Relatos de Edgar Allan Poe, la crítica pone reparos a las frases “tenía muchos libros pero raramente los empleaba” y “sus resultados, obtenidos por la esencia y el alma misma del método, tenían, de hecho, todo el aire de la intuición”. Nos doblegamos ante las muy bien consideradas opiniones de la señorita Fuller, la cual, por supuesto, merece todo nuestro respeto, pero nos hemos esforzado en vano por entender, en ambos casos, los motivos de sus objeciones. Quizás ella pueda explicarlos.

No sólo brillan aquí la capacidad analítica de Poe, su ironía aguda, sus sarcasmos hirientes y su lucidez como crítico. En estos ensayos inevitablemente proyecta su teoría y su práctica de la escritura quien simultaneaba la crítica con la creación poética y con la narración. 

 Por eso -concluye Jiménez Morato en su introducción-  “estas páginas dejan claro hasta qué punto arriesgó y se permitió ser libre como lector, en qué medida se proyectó como autor, hasta qué punto se atrevió a construir otro mito de Poe, bastante desconocido a día de hoy pero que existió y acaso fue lo más llamativo de él mientras vivió, de su figura literaria, como vehemente crítico, modelado por sí mismo dentro de los círculos literarios. Y resulta fascinante adentrarse en ellas.”

Santos Domínguez 

14 junio 2021

Georges Forestier. Molière

 



 Georges Forestier.
Molière. 
El nacimiento de un autor.
 Traducción de Mauro Armiño.
Cátedra Biografías. Madrid, 2021.
 
Pocos autores habrá en la literatura universal de biografía tan oculta e intimidad tan opaca como Molière, “un hombre del que han desaparecido todos los papeles personales. De Jean-Baptiste Poquelin, señor de Molière, no subsisten ni carta, ni borrador, ni nota, ni manuscrito. En aquella época, no se daba ninguna importancia a las huellas escritas de los grandes hombres y de los grandes creadores. Una vez publicada su obra, el propio autor prendía fuego a borradores y manuscritos. En cuanto a la correspondencia, a las notas y a los esquemas, su supervivencia dependía de la familia o de los amigos cercanos. Molière no tuvo la suerte de Racine, cuyos dos hijos, atormentados por la obsesión de recoger todo de un padre idolatrado, consiguieron salvar del naufragio cerca de doscientas cartas y algunos esquemas y poesías manuscritos. Tres de los cuatro hijos de Molière y de Armande Béjart murieron en edad temprana, y la cuarta, Esprit-Madeleine Poquelin, que tenía siete años en el momento de la muerte de su padre, solo dejó el convento donde había crecido para expiar, con una vida cristiana y austera, el oficio «infame» de sus padres, de los que no quería conocer nada. El hijastro póstumo de Molière, Nicolas Guérin, salido del nuevo matrimonio de Armande Béjart, tuvo «sus papeles» entre las manos, pero murió en 1708 a la edad de treinta años y todo desapareció con él.”

Con esas palabras lo subraya Georges Forestier, catedrático de La Sorbona, en el Prefacio, 'Contar Molière', con el que abre su espléndida biografía Molière. El nacimiento de un autor, que publica Cátedra Biografías con traducción de Mauro Armiño.

Publicada en su versión original por Gallimard hace tres años, esta biografía descarta los distintos estereotipos, no siempre agradables, que se han ido acumulando sobre la personalidad del dramaturgo francés desde la aparición temprana de la Vida de Molière, de Jean Grimarest, para intentar reconstruir su vida y su figura sobre los abundantes testimonios que sus contemporáneos dejaron por escrito.

Una imagen puramente exterior y con notables insuficiencias y falsedades, aunque -añade Forestier- “en la actualidad disponemos de suficiente material para dibujar a grandes rasgos el recorrido de Molière en medio de su familia y de su troupe, frente al público, con el rey y los grandes, en su rivalidad con los teatros de la competencia, en sus negociaciones con los libreros que publicaban sus libros. Podemos asimismo seguir el estreno de las obras y, de esta forma, como espejo, medir el extraordinario ingenio creador de Molière, contemplarlo en su trabajo, recuperando y volviendo a trabajar temas cuyo enfoque revolucionó, como alquimista que transforma los metales en oro. Pero si cada vez conocemos mejor al autor, al artista y al hombre social, seguimos privados de todo elemento tangible para revelar su intimidad, sea familiar, amorosa, amistosa, intelectual o artística.”

Asumiendo la dificultad del reto, Forestier emprende en este ambicioso libro la tarea de elaborar un relato verosímil de la biografía de Molière a partir de los datos documentales y de la imagen que sus contemporáneos tuvieron de él. Y en esa tarea es fundamental también un examen de sus obras para intentar reconstruir su formación intelectual y la germinación de las ideas que sustentan su mundo ideológico y su creatividad artística hasta descubrir que “bajo unos géneros y unos registros diferentes [...], sale a la luz una coherencia intelectual y artística sorprendente. Molière no cesa de innovar y de explorar permaneciendo siempre el mismo -él mismo.”

En esa ardua tarea de minuciosa recreación biográfica, Forestier reconstruye su formación artística y revela su proceso creativo y sus múltiples registros, evoca su entorno social y familiar, su público y sus rivales, sin perder nunca de vista lo fundamental en la biografía de un escritor o un artista: la iluminación que proyecta sobre su obra.

Y así lo hacen los veinticinco capítulos que proponen un recorrido por su trayectoria como director y autor de obras como La escuela de las mujeres, Tartufo, El enfermo imaginario, El misántropo, El burgués gentilhombre o El avaro; por su conocimiento de las elites que apoyaban el teatro, por su consagración como autor, por su caída temprana con una muerte brutal.

“En resumen, he querido sorprender al escritor en el momento de crear y me he esforzado por contemplarlo trabajando, a fin de llegar mejor al hombre bajo las ropas del artista.
Si, acabado este libro, sigo ignorando los sentimientos de Molière, espero haber podido dejar que se vislumbre una parte de su intimidad creadora. Quien sigue siendo el mayor autor cómico occidental y uno de los mayores artistas franceses, que continúa haciendo reír al mundo y que no cesa de hablarnos, es también un individuo apasionante para la observación. Molière sigue siendo un hombre fascinante, incluso a cuatro siglos de distancia.”

Y concluye Forestier su epílogo  -Cómo una gloria se volvió un clásico- con estas palabras sobre Molière:

De generación en generación hasta nosotros, lectores y espectadores se declaran conmovidos hasta lo más profundo de su alma por este autor de comedia, que consiguió transfigurar un género considerado ligero, y por el hombre fascinante, misterioso, que fue capaz de esta alquimia.
Es el secreto de este asombroso éxito lo que me he esforzado por sacar a la luz dando vida al extraordinario itinerario de este hombre excepcional.”
 
Santos Domínguez

11 junio 2021

Marta Agudo. Sacrificio

Marta Agudo.
Sacrificio.
Bartleby Editores. Madrid, 2021.

Cuando morir es una guerra en la que todos los bandos están de acuerdo. Momento azul que libera, síndrome de Estocolmo que se convierte en verdad mineral o esta plaza de rincones accesibles. Así se mitiga el dolor en su macabro tráfico de días, así la esperanza en su rutina absurda, así la conciencia en su irracional comparsa. Reconocer, entonces, que el minotauro acierta y devuelve al mar sus muertos de carne galopante. 

Ese es el penúltimo poema de Sacrificio, de Marta Agudo, que aparece en Bartleby Editores.

 Tras su anterior Historial, Sacrificio es un paso más de la autora en la oscuridad del túnel, una nueva incursión poética en la experiencia de la enfermedad, en la desolación y la soledad o en la intransitividad intensa del dolor, otra indagación en la conciencia de la fragilidad, en la disolución de la identidad y la memoria del daño:

Como los avisos de los aeropuertos repito mi nombre para recordarme. Válvulas de un oxígeno ya respirado, juegos de identidad contra una tarde gastada. Hoy viste demasiado el mar.

Poesía del límite y del cuerpo enfermo en la que el minotauro y el laberinto, el glaciar y las agujas, el túnel y el oleaje son imágenes sobre las que se articulan la vivencia y el aprendizaje del deterioro.

Su intensidad expresiva y su palabra, a la vez desatada y contenida como una queja, encuentran su cauce más adecuado, como en Historial, en el poema en prosa para marcar el tono, a veces alucinado y visionario, de un libro escrito desde el interrogativo territorio de la incertidumbre y el miedo (“Habito en la circunscripción del miedo”), pero también desde la resistencia al llanto y al patetismo, desde la certeza del naufragio tras el desesperado ejercicio natatorio de la supervivencia:
 
Pero sólo se extiende el confín:  

las articulaciones del luto.
 
Santos Domínguez

09 junio 2021

El río de Osiris

 
El Río de Osiris.
Cien textos imprescindibles de la literatura egipcia.
Edición, prólogo y notas
de Miguel Ángel Elvira Barba,
con la colaboración de Marta Carrasco Ferrer.
Reino de Cordelia. Madrid, 2021.


¡Que el Nilo reciba nuestro saludo!

Él sale de la tierra y vivifica Egipto. / Su naturaleza es misteriosa: tinieblas en pleno día. / Su cortejo le dirige cantos, / pues da la vida a las praderas creadas por Re / para que se alimenten los animales. / Él humedece el desierto / cuando desciende el agua lejana: / es como el rocío que cae del cielo. / Él es el bien amado de Geb, el que trae el trigo / y hace que prosperen las creaciones de Ptah...

Así comienza el Gran Himno al Nilo, una celebración de las crecidas fértiles del río. Es uno de los cien textos que forman parte del espléndido volumen El río de Osiris, que publica Reino de Cordelia.

Enriquecida con las abundantes ilustraciones que los iluminan, es una selección de Cien textos imprescindibles de la literatura egipcia, que abarca desde la Teología Menfita y los Textos de las Pirámides, de la V Dinastía del Reino Antiguo (“la de los templos solares coronados por gruesos obeliscos”), hasta los cuentos de magia, novelas épicas y fábulas contemporáneas de Cleopatra, a cuya muerte entraron en Egipto las legiones romanas.

Con la colaboración de la profesora Marta Carrasco, los ha recopilado Miguel Ángel Elvira Barba, Catedrático de Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid, que explica en su prólogo los criterios que han guiado la elaboración de esta magnífica antología.

Se trataba de reunir y ofrecer a los lectores “una lista de textos escogidos -tomé el número redondo de cien, para evitar la dispersión- y determinar el concepto de «literatura» que dirigiría mis pesquisas. No lo dudé: trataría de textos que un crítico actual consideraría «literarios», y no de los más apreciados por los propios egipcios. Por tanto, frente a los elaborados himnos religiosos y los abrumadores cantos a los monarcas, que han llegado hasta nosotros a centenares, destacaría la narrativa de ficción, la lírica, el teatro y, en el campo del pensamiento, las máximas «sapienciales».
Una vez escogidos los textos, me planteé un grave problema: ¿Debía ofrecerlos completos, o escoger sus partes potencialmente más atractivas? Adopté la segunda solución, porque me pareció la más coherente en una antología que no desea ser un libro de consulta. Ese mismo criterio rige en las versiones que aquí se ofrecen: siempre he pensado que el traductor debe, ante todo, escribir en su propia lengua, dando a su estilo la fluidez o el empaque que el autor traducido dio a sus textos utilizando los medios lingüísticos de que disponía.”

Uno de esos himnos del Reino Antiguo que cubren los muros de los pasadizos de las pirámides es este poema, que -según explica Miguel Ángel Elvira- está “presente en la pirámide de Unas y reutilizado casi por completo en la de Teti, es conocido por los estudiosos como el Himno caníbal, porque imagina al faraón difunto, hijo del dios solar Atum, comiendo carne de otros dioses para adquirir la inmortalidad”:

El cielo está cubierto de nubes, las estrellas se han oscurecido.
La bóveda celeste vibra, tiemblan los huesos del dios de la tierra.
Las estrellas se detienen cuando ven a Unas surgiendo en todo su poder,    
como un dios que vive de sus padres y se alimenta de su madre.

Unas es el señor de la astucia:
oculta su nombre a su propia madre.
El puesto de Unas está en el cielo;
su fuerza se halla en el horizonte,
como la de su padre Atum, que también lo parió. 
Pero, aunque Unas es su hijo, es más fuerte que Atum.

Las almas de Unas están con él;
sus ayudantes, bajo sus pies.
Sus dioses, sobre su cabeza, pues el ureo corona su frente: 
lleva en su frente la serpiente que le guía,
la que mira a los enemigos, la de llamarada poderosa.
El cuello de Unas está firme sobre su pecho.

Unas es el toro celestial,
lleno de rabia en su corazón.
Se alimenta de todos los dioses,
come sus entrañas
según vienen, llenos sus cuerpos de magia, desde la Isla de la Llama.


Organizados en siete capítulos cronológicos, desde el Reino Antiguo al Periodo Ptolemaico, y presentados por esclarecedoras introducciones, estos cien textos responden al objetivo de ofrecer, en palabras del recopilador, “una antología literaria que permitiese a cualquiera asomarse al pensamiento de los escribas, a la creatividad literaria de una cultura que tan brillante se había mostrado en sus artes, y que bien podía equipararse, por tantos conceptos, a mi querido mundo helénico.”

Textos que muestran una enorme variedad de temas y de tonos que van de lo épico a lo lírico, del himno a la autobiografía, del mito a la literatura sapiencial, de la historia a la novela, del cuento fantástico al poema amoroso, del teatro litúrgico a la fábula.

Este es otro de esos textos, La Instrucción para Kagemni, de la XII Dinastía, un tratado de prudencia del que se conservan en un papiro los últimos párrafos, que dan consejos sobre la urbanidad en la mesa:
 
Le irán bien las cosas a quien sea prudente, y será ensalzado el que conoce la justa medida. La sala de reuniones está abierta para el silencioso, y es bienvenido aquel que habla con tranquilidad; en cambio, se afilan los cuchillos contra quien, abandonando la vía correcta, se lanza a destiempo.

Si te sientas a comer con más gente, deja pasar los platos que te gusten, pues solo cuesta un instante vencer un deseo momentáneo, y la glotonería es un vicio que se señala con el dedo.

Un vaso de agua basta para calmar la sed, y un bocado de verduras fortalece el espíritu. Un solo plato puede sustituir a un banquete, y un trozo pequeño, a otro mayor. Resulta despreciable aquel que evidencia la pasión de su estómago y olvida más tarde a los propietarios de la casa donde ha comido en exceso.

Si te sientas junto a un glotón, debes comer solo cuando este haya calmado su avidez. Si bebes junto a un gran bebedor, haz lo mismo que él ya haya hecho: de este modo, su corazón se alegrará. No extiendas con ansia tu mano hacia la carne si estás junto a un glotón: tómala cuando él te la ofrezca, y no la rechaces entonces, porque de este modo te ganarás su aprecio.

Nada se puede decir contra quien es irreprochable en la mesa, si evita mostrar disgusto por algo; incluso un hombre grosero se mostrará más amistoso con él que con su propia madre, y todo el mundo querrá ponerse a su lado.

Deja que tu fama crezca; con el tiempo, se recurrirá a ti sin que tengas que abrir la boca. No presumas de tu fuerza entre tus iguales. Guárdate de suscitar antipatías, pues no se sabe lo que puede pasar en el futuro ni qué hace Dios cuando castiga.

Santos Domínguez


07 junio 2021

La búsqueda de interlocutor

  


  Carmen Martín Gaite.
 La búsqueda de interlocutor.
Prólogo de Manuel Longares.
Siruela. Madrid, 2021
 
Para Carmen Martín Gaite, una de las escritoras fundamentales de la segunda mitad del siglo XX en España, el fundamento y la justificación de la actividad narrativa y de la escritura en general es la búsqueda de un interlocutor.

Esa idea se la había sugerido ya en esos términos exactos Juan Benet, que tanto se despreocuparía luego de esa búsqueda, en una carta de 1965. Y en septiembre de 1966 publica en Revista de Occidente su ensayo La búsqueda de interlocutor, que formula ya una poética de la comunicación literaria en la que volverá a insistir para matizarla en El cuento de nunca acabar.

Dedicado a Juan Benet, “cuando no era famoso”, ese texto central en su obra revela la concepción de la obra literaria como un diálogo cómplice y múltiple (con el lector, con su tiempo, con la tradición) que está en la base de toda su narrativa.  Escribía allí líneas como estas: “siempre me he inclinado a pensar que el originario deseo de salvar de la muerte nuestras visiones más dilectas, nuestras más fugaces e intensas impresiones, a pesar de constituir la raíz inexcusable de toda ulterior narración, comporta un primer estadio de elaboración solitaria donde la búsqueda de interlocutor no se plantea todavía como problema. Es decir, que las historias ya nacen como tales al contárselas uno a sí mismo, antes de que se presente la necesidad, que viene luego, de contárselas a otro.”

De ese ensayo tomó título la recopilación de ensayos breves -que habían ido apareciendo dispersos en distintas revistas-, que se publicó por primera vez en 1973 y que iría creciendo en posteriores ediciones hasta adquirir su forma definitiva en la tercera, del año 2000, el de la muerte de su autora, un conjunto de treinta textos que Siruela reedita ahora con un espléndido prólogo -Hablemos- en el que Manuel Longares evoca la figura de Carmen Martín Gaite, que tuvo en él un interlocutor privilegiado, porque, como escribía la narradora en ese ensayo, “la del interlocutor no es una búsqueda fácil ni de resultados previsibles y seguros, y esto por una razón fundamental de exigencia, es decir, porque no da igual cualquier interlocutor.”

Como señalaba la propia Martín Gaite en el prólogo a la primera edición, la selección tiene su unidad en “un asunto al que he comprobado que, más tarde o más temprano, acaba remitiendo cualquier posible reflexión sobre los conflictos humanos: el de la necesidad de espejo y de interlocución, se sepan o no buscar.”

Búsqueda del encuentro con el otro, como espejo donde reconocer la propia identidad, tema central del ensayo que abre el libro, ‘Los malos espejos’; la evocación fúnebre de Ignacio Aldecoa en los dos años de Comunes en Salamanca y luego en Madrid, donde la puso en contacto con los narradores del medio siglo: Ferlosio, Fernández Santos, Medardo Fraile; el centenario de Macanaz, que encontró en ella a una interlocutora excepcional desde que lo conoció a fondo en el archivo de Simancas, y al que dedicó un libro memorable; tres siglos de quejas de los españoles sobre los españoles; la condición social femenina de Madame Bovary a Marilyn Monroe: la publicidad dirigida a las mujeres, el matrimonio y las mujeres liberadas (“O se asumen las ataduras o se asume la soledad. No creo que haya más alternativas”).

Completan la recopilación una reflexión sobre las coplas de posguerra y una crítica demoledora del Cancionero general que recopiló Vázquez Montalbán; artículos sobre Jekyll y Hyde, Capote o El otoño del patriarca, Robert Mitchum y Gregory Peck en El cabo del miedo, Fernando Quiñones y Jane Eyre, Salamanca o los cuentos de Medardo Fraile.

Referencias todas ellas sobre las que se proyecta la búsqueda de interlocutor de estos ensayos que confirman -insiste Carmen Martín Gaite- que “toda búsqueda de aprecio, de identidad, de afirmación o de confrontación con el mundo se reduce, en definitiva, a una búsqueda de interlocutor.”

Porque, como señala Manuel Longares en su prólogo, “la existencia de interlocutor escolta y atestigua el traspaso de las fuentes clásicas a las generaciones modernas. [...] La heredera de este universo de fantasía en el que sus antepasados echaron raíces recoge de sus contemporáneos sugerencias de todo tipo, incluso desdenes. Pero también iluminaciones de quienes, tratados en su día como aprendices y aprovechándose de las lecciones de sus maestros, predican ahora como expertos y, en calidad de interlocutores de la autora desaparecida, toman la voz cantante en el proceso tantas veces abanderado por Carmen Martín Gaite en el cuarto de atrás de su piso de Doctor Esquerdo, cuando, bajo el cielo pintado de la tardecer y en actitud receptiva, se situaba frente a su escucha y, con todo el tiempo del mundo a su disposición, le interpelaba con el estimulante: «hablemos».”

Es, digámoslo para terminar, “el título más mencionado en las tesis y estudios sobre mi obra”, como señalaba la autora al comienzo del prólogo de la edición definitiva de este volumen.
 
Santos Domínguez

 

04 junio 2021

Eugenio Montejo. Poesía completa


Eugenio Montejo. 
Obra completa. 
I Poesía. 
Edición al cuidado de 
Antonio López Ortega, Miguel Gomes 
y Graciela Yáñez Vicentini.
Pre-Textos. Valencia, 2021.

 

TERREDAD
 
Estar aquí por años en la tierra,
con las nubes que lleguen, con los pájaros,
suspensos de horas frágiles.
A bordo, casi a la deriva,
más cerca de Saturno, más lejanos,
mientras el sol da vuelta y nos arrastra
y la sangre recorre su profundo universo
más sagrado que todos los astros.
 
Estar aquí en la tierra: no más lejos
que un árbol, no más inexplicables,
livianos en otoño, henchidos en verano,
con lo que somos o no somos, con la sombra,
la memoria, el deseo, hasta el fin
(si hay un fin) voz a voz,
casa por casa,
sea quien lleve la tierra, si la llevan,
o quien la espere, si la aguardan,
partiendo juntos cada vez el pan
en dos, en tres, en cuatro,
sin olvidar las sobras de la hormiga
que siempre viaja de remotas estrellas
para estar a la hora en nuestra cena,
aunque las migas sean amargas.

Es uno de los poemas más significativos de Eugenio Montejo (Caracas, 1938-Valencia, Venezuela, 2008), uno de los poetas imprescindibles de la lengua española en los últimos años.

Con esa afirmación del aquí y el ahora que vertebra ese poema central en su obra, Terredad da título también a uno de sus libros más representativos, que apareció en 1978 y que, junto con el resto de su obra poética, forma parte de la magnífica edición en Pre-Textos de la totalidad de su poesía, primer volumen de su Obra Completa, preparada por Antonio López Ortega, Miguel Gomes y Graciela Yáñez Vicentini en la canónica Biblioteca de Clásicos Contemporáneos.

Abre el volumen, que reúne cuarenta años de escritura poética entre Élegos (1967) y Fábula del escriba (2006), un espléndido estudio introductorio de Antonio López Ortega y Miguel Gomes, que a propósito de ese libro subrayan “el tenor ‘cósmico’ de la voz de Montejo. Nada lo condensa mejor que el neologismo terredad: nos habla, por supuesto, de la condición del ser terrestre, habitante de un planeta; nos habla de los elementos que nos contienen: aire, agua, luz, fuego; nos habla también del campo anímico: sentimientos, nostalgia, flaquezas; y también de las vidas que nos acompañan o sobrepasan: la de los árboles centenarios que nos saludan sin saberlo, la de las ballenas con sus resoplidos incesantes, la de las hormigas con sus sobras del día. La condición de la existencia como una cornucopia en la que todo coincide, incluso lo que no podemos imaginar; la concentración máxima de sentido, armoniosa pero también incomprensible, pues en sí también lleva su dosis de autodestrucción. La vida, pues, como un verdadero milagro, pero también como el mayor de los enigmas.”

La memoria elegíaca de Élegos, la suma de impulso órfico y meditación moral de Muerte y memoria y la mirada abierta al mundo de Algunas palabras recorren los tres libros que forman la primera época de la poesía de Eugenio Montejo, que en esos tres títulos pone los cimientos de toda su obra posterior. Esa primera etapa -señalan los prologuistas y editores- “fija las primeras nociones, intuiciones o dimensiones de lo que finalmente será toda una poética.”

La meditación sutil sobre el misterio de la existencia, la concepción de la poesía como último reducto de lo sagrado, la afirmación de la luz, la fusión de naturaleza y emoción, de reflexión y paisaje, la contemplación serena de la vida, la indagación en el lenguaje como herramienta de desciframiento de la realidad interior y exterior, la utilización de la palabra como instrumento de revelación del mundo en su continuidad circular son algunas de las claves de libros como Terredad, Trópico absoluto o Alfabeto del mundo, libros que -explican Antonio López Ortega y Miguel Gomes- constituyen una “secuencia que sin duda constituye el arco más prominente de su obra poética.”

Tras la transición de Adiós al siglo XX, Montejo entra en una segunda madurez caracterizada por una mayor depuración estilística y por una agudización de su conciencia de la temporalidad proyectada en la suma de pasión amorosa y verbal de Papiros amorosos, en el equilibrio de lenguaje y experiencia de Partitura de la cigarra o en la transitividad de la escritura temporal y transparente de Fábula del escriba, su último libro, publicado dos años antes de su muerte.

En esas tres obras finales se funden ejemplarmente la reflexión y la emoción, cuando la incertidumbre se abre a la paradoja y se armonizan la mirada y el recuerdo. Y a la vez la naturaleza se compagina con la memoria de las ausencias para dar una lección de vida y muerte, como en esta Pavana para una dama egipcia:

Yo sé que un día aquí sobre la tierra
no estaré nunca más. Habré partido
como los viejos árboles del bosque
cuando los llama el viento. Y esto que escribo
no me lo dicta apenas una idea
pues ya se ha hecho sangre de mis venas.
    
También sin meditar suelen los árboles
tener claro su fin. Como toda materia
guarda memoria de su nada póstuma.
No es preciso pensar para decirse
-cada quien a sí mismo- adiós por dentro.
Con ver las hojas en otoño basta;
con ver la tierra allá a lo lejos, roja,
flotando en el abismo, sin nosotros,
se aprende casi todo...

 “La poesía es la última religión que nos queda”, afirmaba Montejo, creador de una obra intensa y transparente en la que conviven la serenidad meditativa y la hondura emocional con la búsqueda de la palabra como medio de revelación del mundo. Poesía de la conciencia y la celebración que, en sus propias palabras, aspira a “nombrar la condición tan extraña del hombre en la tierra, de saberse aquí entre dos nadas, la que nos precede y la que nos sigue.” 

Un ejemplo memorable, también de Terredad, un libro central en su trayectoria poética, es esta Duración, una serena meditación sobre la fugacidad que se ha convertido en uno de sus poemas más conocidos:

Dura menos un hombre que una vela
pero la tierra prefiere su lumbre
para seguir el paso de los astros.
Dura menos que un árbol,
que una piedra,
se anochece ante el viento más leve,
con un soplo se apaga.
Dura menos que un pájaro,
que un pez fuera del agua,
casi no tiene tiempo de nacer,
da unas vueltas al sol y se borra
entre las sombras de las horas
hasta que sus huesos en el polvo
se mezclan con el viento,
y sin embargo, cuando parte
siempre deja la tierra más clara.

Santos Domínguez


02 junio 2021

Cantar de Valtario ilustrado

 
 Cantar de Valtario.  
Ilustraciones de Miguel Ángel Martín.
Traducción de Luis Alberto de Cuenca.
Reino de Cordelia. Madrid, 2021.

La tercera parte del mundo, hermanos, se llama Europa. Sus pueblos  difieren entre sí en el nombre, la lengua y las costumbres, distinguiéndose también por la religión y por el culto a dioses diferentes. Notorio es entre ellos el pueblo de Panonia, al que por lo común solemos llamar de los Hunos.

Este pueblo valiente, superior a los demás en coraje y destreza en el uso de las armas, extendió su dominio no solo por la regiones circundantes, sino también por la situadas a orillas del Océano, pactando con aquellos que se rendían y sometiendo por la fuerza a los rebeldes. Más de mil  años dicen que duró su dominación.

 Así comienza la magnífica edición del Cantar de Valtario que publica Reino de Cordelia con la traducción en prosa de Luis Alberto de Cuenca con la que obtuvo el Premio Nacional de Traducción en 1989 e ilustraciones de Miguel Ángel Martín. 

  Todo es tiniebla en torno a ese poema latino del siglo X que une al anacronismo monacal de utilizar en sus mil quinientos versos el hexámetro virgiliano mil años después de la Eneida, el no menos asombroso anacronismo de oír, aunque deteriorado por los usos de la clerecía, a un bárbaro hablando el latín matizado de Cicerón o el refinado de Horacio.

En esa niebla medieval está también el mejor efecto y la mayor virtud de un relato en el que la magia y la irrealidad se imponen a la fidelidad histórica de la crónica. Lo que importa en el Cantar de Valtario es lo que tiene de literatura en estado puro, de invención y de aventura, de gusto de contar por contar –como señala el traductor en el prólogo- que lo sostienen como uno de los grandes poemas medievales.

A esas cualidades del texto se les une la traducción de Luis Alberto de Cuenca, por lo que la palabra del monje Ekkehard, aquel oscuro benedictino que caligrafió el pergamino en la Abadía de San Gall, nos llega actualizada, casi como el texto de una novela gráfica posmoderna o como el guión de una película de aventuras medievales, de hijos de reyes y secuestros, de tesoros y tributos, de decapitaciones y pócimas milagrosas.

Compuesto en hexámetros latinos a finales del siglo X por el monje Ekkehard de la abadía de San Gall (un monasterio situado en lo que hoy es Suiza), relata la peripecia guerrera de Valtario de Aquitania, héroe del reino de Tolosa, que dejó posiblemente alguna huella en la materia de Bretaña del romancero viejo castellano, hijo de un rey franco, entregado -igual que Haganón, un franco “vástago del ilustre tronco troyano” y la joven Hildegunda, hija única y heredera del rey de Burgundia- como rehén de los bárbaros hunos, las huestes de Atila, que los educa como si fueran sus hijos y los hace crecer en el arte de la guerra. 

Los casi mil quinientos hexámetros que componen el Cantar de Valtario se publicaron a mediados del XIX, integrados en una novela histórica del escritor alemán Joseph Viktor von Scheffel, como recuerda Luis Alberto de Cuenca en el prólogo que abre la estupenda edición ilustrada y en tapa dura de esta obra que define como “una de las joyas más preciadas de las letras latinas medievales.”

Más cercano en sus planteamientos narrativos a lo que serían siglos después los libros de caballerías que a los cantares de gesta, el Cantar de Valtario tiene como hilo conductor el viaje de regreso a la patria, a su reino de origen, tras una fuga en la que lo acompaña su amada Hildegunda. Haganón se había fugado tiempo atrás.

Y en torno a ese elemento central que es el camino, como ocurre desde la Odisea, se van sucediendo los duelos y las aventuras bélicas que cumplen una doble función: por un lado esos combates fraguan su identidad con su condición heroica y por otra parte le permiten demostrar una y otra vez su capacidad guerrera en una sucesión de lances múltiples que culminan en el combate conjunto con el gigantesco Haganón y con el furibundo rey franco, Guntario.

Duelos y lances narrados con una agilidad admirable en la que seguramente ha sido decisiva la labor del traductor, que cierra su prólogo con este párrafo:

“Hasta ahora no se había vertido al castellano, que yo sepa, el Cantar de Valtario. He utilizado en mi traducción como texto base el fijado por Karl Strecker en una edición que es un auténtico monumento de la filología latina medieval. He consultado con provecho dos excelentes traducciones modernas. Pero, ante todo, lo he pasado muy bien trasladando a mi lengua las hazañas de un héroe bárbaro que, por obra y gracia de no importa qué monje, hablaba en latín. Ojalá disfrutes, lector, con las aventuras de Valtario. Y que Dios nos conceda a todos, si no la salvación, por lo menos una Hildegunda que vele nuestro sueño.”

Santos Domínguez 

 

31 mayo 2021

Vidas truncadas

 

 
Manuel Álvarez Tardío y Fernando del Rey.
Vidas truncadas.
 Historias de violencia en la España de 1936
Galaxia Gutenberg. Madrid, 2021.
 
“La historia de la vida política española durante el año de 1936 no es sólo la de una confrontación de partidos o ideologías más o menos homogéneos y estructurados. Es también algo que no siempre se ha tenido suficientemente en cuenta: una historia de individuos y vivencias personales ricas en matices y contradicciones. De eso se ocupa este libro, de personas, lugares y experiencias concretas. Porque hubo protagonistas en aquella evolución compleja en la que la tensión y la violencia extrema arrinconaron progresivamente la discrepancia ordenada y el conflicto regulado, hasta lograr que algunos –‍pocos, pero movilizados e influyentes–‍ tomaran decisiones que precipitaron una guerra civil de la que pocos pudieron o quisieron escapar. Los ganadores y los perdedores de febrero, los protagonistas de la primavera, los mismos que serían testigos durante la segunda parte del año de la extrema dureza y la miseria moral de una guerra entre vecinos, tenían nombres y apellidos. De ellos se habla en los capítulos de este libro, que trascienden las etiquetas y las generalizaciones para narrar las vidas y las circunstancias particulares en que los españoles pasaron de unas reñidas y polémicas elecciones a un repentino vuelco en el poder y, más tarde, a un deterioro brutal de la convivencia democrática, un golpe de Estado fracasado y finalmente a una guerra, con la experiencia desconocida y desoladora de una confrontación sangrienta que enfrentó a vecinos y viejos adversarios también en las retaguardias. Sí, nombres y apellidos que no siempre han tenido el protagonismo que merecían en el análisis del período, pero que resultan cruciales para analizar y comprender cómo evolucionó y hasta qué punto cambió la violencia política antes y después del golpe de Estado del 17 de julio y del comienzo de la guerra”, escriben Fernando del Rey y Manuel Álvarez Tardío en la Introducción de Vidas truncadas, el volumen colectivo que acaba de publicar Galaxia Gutenberg
 
 Fernando del Rey, que mereció el Premio Nacional de Historia el año pasado por Retaguardia roja, y Manuel Álvarez Tardío, autor del fundamental 1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular, son los directores de este libro, subtitulado Historias de violencia en la España de 1936, que se organiza en ocho capítulos que abordan en un enfoque microhistórico, con el análisis de diversas historias personales, el clima de violencia que desembocó en la guerra civil española a partir de un conflictivo entramado en el que se cruzan lo individual y lo colectivo. 
 
Así explican su propósito los coordinadores del volumen, en el que han participado otros seis historiadores: 
 
 El propósito de este libro no es contar «los orígenes de la guerra civil» en sentido clásico, sino narrar desde abajo, identificando algunos de los protagonistas y sus lugares de residencia, cómo se transitó desde un período tan apasionante y convulso como el de la primavera de 1936 hasta otro de guerra abierta en el verano y el otoño de ese mismo año. No queremos explicar la violencia de la guerra apelando a una explicación simple de lo que pasó en los meses previos. Queremos mostrar, siguiendo a algunos protagonistas, qué continuidades y qué rupturas se produjeron en diversas situaciones. Y nuestra perspectiva es la de la microhistoria. Es, por tanto, una perspectiva inductiva, en tanto que pretende extraer enseñanzas que nos aproximen a algunas conclusiones generales a partir de la observación de hechos o casos particulares. Tal enfoque cuenta ya con una trayectoria solvente desde que, amén de otros pioneros, un puñado de historiadores modernistas italianos de los años setenta, saturados por el marxismo o el estructuralismo de la Escuela de los Annales, apostaron por los individuos de carne y hueso en sus indagaciones en el pasado. Personas muchas veces anónimas, por las que los historiadores habían pasado de largo, cuyas vidas podían aportar muchas claves para la comprensión de su época o sus sociedades.

En un contexto de enorme agitación política y social, este libro habla de ambiciones y enemistades, de agitadores y oportunistas, de vecinos que se convirtieron en enemigos en Alcalá de Henares, de una brutal y sostenida explosión de violencia en Caspe, del pistolerismo de los grupos paramilitares de extrema izquierda y extrema derecha y de la politización de las fuerzas de seguridad, de los dos generales responsables de la sublevación fallida en Madrid, de la deserción del cabecilla de la represión descontrolada en el Madrid republicano, de un socialista italiano y su participación en la insurrección armada del PSOE, del ajuste de cuentas contra un exministro lerrouxista de la Gobernación o del asesinato de un líder agrario manchego de segunda fila.

Hechos y personas, víctimas y verdugos con los que se compone un vivo relato hecho desde abajo con ocho episodios significativos del clima de violencia del 36 y su mezcla de enconos personales y odios políticos. Un mosaico construido con ocho piezas que reflejan cómo se pasó de la ruptura de la convivencia al ajuste de cuentas pendientes, al asesinato en la retaguardia o al ajusticiamiento sumario. Ocho escenas de individuos y vidas truncadas que sufrieron la violencia ideológica, los odios políticos y personales y cuya peripecia intrahistórica es el espejo de un clima general del que formaron parte y del que fueron víctimas. 

Santos Domínguez


28 mayo 2021

Las flores del mal. Edición ilustrada

 


Charles Baudelaire.
Las flores del mal.
Traducción de 
Carmen Morales y Claude Dubois
Ilustrado por Louis Joos.
Nørdicalibros. Madrid, 2021.

 Con motivo del bicentenario del nacimiento de Baudelaire Nørdicalibros publica una espléndida edición ilustrada de Las flores del mal, un libro esencial en el nacimiento de la poesía contemporánea.

Baudelaire nació hace dos siglos, el 9 de abril de 1821, el mismo año que murió Napoleón, y vivió hasta 1867, el año en que Marx publicaba El capital.

Entre esas dos fechas capitales y simbólicas transcurrió la vida de uno de los fundadores de la literatura contemporánea, del autor que más ha influido en la poesía del último siglo y medio, no sólo por haber creado el género del poema en prosa, una de las formas características de la modernidad, sino por haber incorporado en su obra alguno de los temas fundamentales de esa misma modernidad, como el reflejo de una identidad borrosa y desvanecida, la obsesión por el paso del tiempo o los paisajes urbanos de una ciudad que no es sólo el fondo, sino el centro y el tema de su poesía.

Lleno de limitaciones verbales, esforzado y constante en su dedicación a la literatura, Baudelaire sintió como pocos el poder demoníaco de la palabra y la fuerza enajenante de la poesía. Afrontó el mismo desafío ante las letras de cambio y ante las palabras y todo lo resolvió con habilidad, talento y valor. Por eso fue un dandy empobrecido y con propensión crediticia, autor de una poesía marcada por su intenso sentido del presente.

Insurgente y transgresor en política y en literatura, cuando en 1851 la Segunda República Francesa confirma el fracaso de las utopías revolucionarias del 48, Baudelaire era ya una celebridad poética en los ambientes del París bohemio, pero no había publicado aún ningún libro.

Biógrafo y traductor de Poe, al que según Eliot mejoraba, publica en 1857 Las flores del mal, un libro con sólida base autobiográfica, con París y Jeanne Duval al fondo, que en sucesivas ediciones fue recogiendo la poesía que escribió a lo largo de veintiséis años. Un libro escandaloso por su violencia verbal contra el hipócrita lector, contra la instituciones y las normas, una radicalización de la rebelde subjetividad romántica llevada a sus últimas consecuencias.

Desde el primer poema, Bendición, está presente esa tonalidad delirante y provocadora. Este es su inicio:

Cuando, por un decreto de los supremas potencias,
el Poeta aparece en este tedioso mundo, 
su madre espantada y llena de blasfemias 
crispa los puños hacia Dios, y este la compadece:

-¡Ay, mejor hubiese parido un nido entero de víboras, 
en vez de abrigar esta irrisión! 
¡Maldita sea la noche de los efímeros placeres 
cuando mi vientre concibió mi expiación!

Con Las flores del mal, desde ese hodiernismo y esa rebeldía que busca el aire libre, el espacio de las multitudes como paisaje humano y el vagabundeo urbano por las calles de París, Baudelaire convirtió la gran ciudad en ámbito y tema de una poesía hasta entonces asfixiantemente claustrofóbica.

Porque Las flores del mal supuso el desplazamiento del paisaje de la naturaleza al de la gran ciudad, al nuevo París de las muchedumbres y los bulevares que sustituía  a mediados del XIX a la abigarrada ciudad de los barrios medievales. Era la ciudad en profunda transformación que sirvió de marco para una obra poética que supuso a su vez la transformación del panorama literario.

El caos movedizo de la gran ciudad se convierte en el paisaje literario y vital que sirve de fondo a la exaltación del presente y a la conciencia de sí mismo del artista, relegado al anonimato de las multitudes en la vida moderna, habitante de los márgenes sociales -como el mendigo, el loco o el viejo saltimbanqui que aparecen en estos textos y reaparecerán en Rilke por ejemplo- y con una capacidad crítica que más de siglo y medio después sigue mostrando una voz asombrosamente contemporánea, la que se expresa en poemas como El albatros, Correspondencias, Un fantasma, La invitación al viaje o las Letanías de Satán, que forman parte ya del canon fundamental de la poesía contemporánea.

Con ese libro explosivo se abría un abismo insalvable con la poesía anterior. Seguramente se inauguraba así en 1857 la poesía contemporánea, porque a partir de Las flores del mal, pese a la indiferencia de los críticos venales de la época, pese a su aura de malditismo satánico, pese a la condena del libro por inmoral y blasfemo en los tribunales, ya no se podrá seguir escribiendo poesía como hasta entonces.

Y el primero que lo confirma es el propio Baudelaire, que en los póstumos Poemas en prosa pasa de la subjetividad exacerbada de Las flores del mal a un objetivismo poético de influencia creciente en los poetas contemporáneos.

Porque cuando Baudelaire dio por terminadas esas flores malsanas que acercaban la vida a la literatura y suponían la desacralización del arte y el artista, empezó a escribir, con una discontinuidad que ocupó los diez últimos años de su vida, los poemas en prosa del Spleen de París, el contrapunto de Las flores del mal, su réplica en prosa.

Lúcido y moderno, Baudelaire inauguraba de esa forma una nueva literatura que transformó radicalmente la poesía como forma de representar la realidad, modificó la voz lírica, alteró el tono del poema y cambió el papel del lector.

Al margen de su importancia histórica y de su potencia germinal como obra fundadora del canon del que surge la poesía contemporánea, Las flores del mal tienen una virtud más alta: mantienen intacta su capacidad para conmover y para sorprender al lector actual, como en el Spleen que comienza con estos versos:

Soy como el rey de un país lluvioso, 
rico mas impotente, joven y sin embargo muy viejo, 
que, despreciando las zalemas de sus preceptores, 
se aburre tanto con sus perros como con otros animales. 
Nada puede distraerle, ni la caza, ni el halcón, 
ni su pueblo muriendo ante su balcón.

Esta edición bilingüe de Nørdicalibros, magníficamente traducida por Carmen Morales y Claude Dubois, contiene una selección de los cincuenta y ocho poemas más significativos de Las flores del mal. 
 
Cincuenta y ocho poemas ilustrados por el artista belga Louis Joos con potentes dibujos que acompañan a los textos con diversas técnicas (acuarela, tinta china, pastel) que son el contrapunto plástico de los temas, las imágenes, el tono y el enfoque de los irrepetibles versos de Baudelaire, que se recogen al final del volumen en su versión original.

Santos Domínguez


26 mayo 2021

Karl Kerényi. Los dioses de los griegos

 

 Karl Kerényi.
Los dioses de los griegos.
Traducción de Jaime López-Sanz.
Prólogo de Luis Alberto de Cuenca.
Atalanta. Imaginatio vera. Gerona, 2021.

“Este libro debe su origen a la convicción, compartida por los editores y el autor, de que ha llegado el momento de escribir una Mitología de los Griegos para adultos. Es decir, una mitología no sólo para especialistas en estudios clásicos, en historia de la religión o en etnología; menos aún para niños, quienes en el pasado recibieron los mitos clásicos muy alterados o, al menos, escogidos cuidadosamente según los criterios de una educación tradicional; sino simplemente pa­ra aquellos adultos cuyo interés primordial, si bien vinculable al inte­rés por cualquiera de las mencionadas ramas del saber, reside sin em­ bargo en el estudio de los seres humanos. La forma actual que ese interés toma es, desde luego, la de un interés por la psicología. Y tal como lo ha admitido un gran exponente del pensamiento humanístico moderno, es precisamente la psicología el saber que «contiene en su interior un interés por el mito, tal como toda escritura creativa contiene en su interior un interés por la psicología».”

Esas últimas palabras que entrecomilla en su cita Karl Kerényi en la Introducción de Los dioses de los griegos, que publica Atalanta con traducción de Jaime López Sanz, son de una conferencia de Thomas Mann, que añadía: “mientras lo mítico representa un estadio temprano y primitivo en la vida de la humanidad, en la vida del individuo representa uno tardío y maduro.”

“La palabra griega mythologia contiene el sentido no sólo de «cuentos» (mythoi), sino también el de «contar» (legein): un tipo de narración que originalmente también despertaba ecos, porque promovía el darse cuenta de que la historia contada concernía personalmente al narrador y a la audiencia. [...] Este libro es un intento  experimental de reponer la mitología de los griegos (al menos hasta cierto punto) en su medio original: en el contar historias mitológico”, escribe el filólogo, helenista y mitógrafo húngaro Károly Kerényi, que publicó Los dioses de los griegos en 1951. Es el primer volumen de La mitología de los griegos, que completó en 1958 con Los héroes de los griegos, editado en España hace doce años también en Atalanta.

El conjunto es un estudio ya clásico sobre la profunda huella que han dejado los dioses y los héroes de la mitología de la Grecia clásica no sólo en la configuración de prototipos literarios o éticos, sino en la formación del pensamiento occidental.

Se trata de una mitología para adultos presentada como una narración continua que prescinde del análisis erudito y se construye como un relato puesto en boca de un narrador inventado por Kerényi: un griego isleño de nuestro tiempo que cuenta esos mitos y leyendas heroicas desde dentro, como parte de su propia realidad.

Porque -explica Kerényi en su introducción- “el elenco presentado en este libro debe también incluir un personaje ficticio que recuenta las historias de la mitología griega. Este personaje dirá el prólogo de las acciones narrativas mayores y menores; al modo clásico de la tragedia griega introducirá a los otros personajes a medida que aparezcan y describirá sus indumentarias.”

Por medio de esa voluntad narrativa se asume así un único punto de vista omnisciente que recorre una parte fundamental de nuestro inconsciente colectivo a través de esas historias.

La interpretación de Kerényi de las figuras de la mitología griega como arquetipos de alma humana se relaciona directamente con el enfoque de Freud y Jung, que exploraron los vínculos entre la psicología y la mitología griega.

Lo explica en su prólogo Luis Alberto de Cuenca cuando escribe que “la psicología moderna, con Sigmund Freud a la cabeza, buceó en los arquetipos que le ofrecía la mitología griega para dar nombre a procesos de naturaleza psíquica como el complejo de Edipo, el de Electra, el de Medea y tantas otras proyecciones de nuestro yo infantil en el mundo de las emociones y los sentimientos consustanciales a nuestra especie.”

Con esa perspectiva narrativa, a partir del estudio de una ingente cantidad de fuentes y relatos desde los himnos homéricos hasta Aristófanes o Plinio y desde Teócrito hasta Cicerón o Virgilio, Kerényi ofrece un recorrido por los mitos griegos más significativos desde los mitos sobre el origen y las divinidades primordiales (Tetys y Océano, Gea y Rea, la Gran Madre de los dioses) a los cultos mistéricos de Dionisos o Eleusis, a los que dedicó sendas monografías.

Hécate, las Moiras y otras deidades preolímpicas como las Erinias o Euménides;  Afrodita y sus diversas advocaciones; Zeus y sus múltiples esposas; su hija, Palas Atenea, virgen y madre; Apolo en Delfos con forma de delfín y Ártemis, su hermana cazadora; las maternidades de Hera y el canto de Hermes, inventor de la lira; Posidón, hermano de Zeus, y sus matrimonios; el Sol, la Luna y su familia; Prometeo, rival de Zeus, y la raza humana; Hades, “el hermano subterráneo de Zeus”, su hermana Deméter y su sobrina Perséfone, divinidades del Inframundo, y otras historias de rapto, consuelo y ascensión.

 Forman parte de un mosaico espectacular, porque -como avisa Kerényi a propósito de Afrodita y sus sobrenombres- “la sustancia de los relatos estaba contenida en la figura de la deidad misma, pero ningún relato aislado podría presentar a la figura completa en todos sus aspectos. Los dioses vivían en el alma de nuestros ancestros, por lo que sus figuras no se agotaban al entrar en algunas de sus historias tomadas aisladamente. Y sin embargo, cada relato contiene, ahora como entonces, alguna parte viva de ellos, un fragmento que contribuye a sus configuraciones totales.”

Las páginas de este ensayo imprescindible son una contribución decisiva a la reconstrucción de ese mosaico complejo y plural que representa la complejidad del hombre y su relación consigo mismo y con los otros, con la naturaleza y el universo, con la vida, el tiempo y la muerte.

 Santos Domínguez

24 mayo 2021

Jane Austen. Lady Susan y otras novelas


 

 Jane Austen.
Lady Susan y otras novelas.
Traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez.
Alianza Editorial. Madrid, 2021.
 
 Dos novelas epistolares (Lady Susan y Amor y amistad) y otras dos inacabadas (Los Watson y Sanditon) de Jane Austen son las que Alianza Editorial reúne en el volumen Lady Susan y otras novelas, con una magnífica traducción de Miguel Ángel Pérez Pérez.

La que da título al conjunto se publicó póstuma, aunque su autora la había escrito a los dieciocho años. Construida como un mosaico de más de cuarenta cartas cruzadas entre distintos personajes, es una subversión de los tópicos de la novela romántica y de sus heroínas a través de la antiheroína que la protagoniza: una viuda reciente y atractiva, cínica y manipuladora, inteligente, calculadora  y con una gran habilidad social, amante de un hombre casado, madre de una hija y en busca de un nuevo marido, lo que la convierte en una presencia amenazante para algunas de sus congéneres.

Así la describe su cuñada, la señora Vernon, en una carta a su hermano:

Bueno, mi querido Reginald, ya he visto a esta mujer peligrosa y paso a describírtela, aunque espero que muy pronto puedas hacerte tu propia idea de ella. En verdad es muy hermosa. Por mucho que quieras poner en tela de juicio el atractivo de una dama que ya no es joven, he de afirmar por mi parte que pocas veces he visto a una mujer tan preciosa como lady Susan. Es rubia y delicada, de bonitos ojos grises y pestañas oscuras, y, por su aspecto, nadie pensaría que tuviese más de veinticinco años, aunque de hecho debe de tener diez más. Yo desde luego no estaba dispuesta a admirarla, pese a haber oído tanto acerca de su belleza, pero no me queda más remedio que reconocer que reúne en sí una unión muy poco habitual de simetría, esplendor y gracilidad. Se dirigió a mí con tanta ternura, franqueza e incluso afecto que, de no saber yo la aversión que me tiene por haberme casado con el señor Vernon, además de que nunca nos habíamos visto antes, podría haber llegado a creerme que estaba recibiendo a una amiga íntima. Supongo que tenemos tendencia a relacionar el exceso de seguridad en una misma con la coquetería, y a esperar que unos modales insolentes vayan acompañados por una similar insolencia de mente; cuando menos, yo estaba preparada para que lady Susan se comportase con un indecoroso exceso de seguridad en sí misma, pero resulta que tiene un semblante muy dulce, y que su voz y su porte son muy agradables y encantadores. Qué pena que sea así, ya que no es más que un engaño. Lamentablemente la conocemos demasiado. Es inteligente y agradable, tiene ese conocimiento del mundo que permite que sea fácil conversar con ella, y se expresa muy bien, con un acertado dominio del lenguaje que me da la impresión de que emplea con demasiada frecuencia para convertir lo blanco en negro. Ya casi me ha hecho creer que le tiene muchísimo cariño a su hija, pese a que llevo tanto tiempo convencida de lo contrario. Habla de ella con tanta ternura y preocupación, y se lamenta con tanta amargura de haber descuidado su educación, lo cual, por otro lado, afirma que fue algo totalmente inevitable, que me veo obligada a recordar las muchas primaveras seguidas que pasó en Londres, mientras su hija se quedaba en Staffordshire al cuidado de los sirvientes, o de una institutriz que apenas era mejor que aquéllos, para no creerme todo lo que me cuenta.

Está ya en esa obra de juventud buena parte del mundo narrativo de Jane Austen, sus intrigas familiares en el contexto de la burguesía rural del sur de Inglaterra, sus matrimonios de conveniencia, su ironía y sus mujeres independientes en comportamientos y con una enorme determinación para conseguir sus propósitos ante unos hombres que nunca manejan las riendas de las acciones.

Amor y amistad, una novela anterior de juventud, responde también al modelo narrativo del cruce de cartas. Pero no son esos dos los únicos vínculos que unen estas dos novelas. Subtitulada Engañada en la amistad y traicionada en el amor, la ingeniosa Amor y amistad comparte también con Lady Susan un mismo propósito paródico del Romanticismo más superficial y sentimentaloide:

Ten cuidado con los desmayos… Por más que en el momento puedan parecer refrescantes y agradables, créeme cuando te digo que, si se repiten demasiado y en épocas poco apropiadas, terminarán acabando con tu constitución… Espero que aprendas de mi sino… Muero mártir por la pena de haber perdido a Augustus… Un desvanecimiento fatídico me ha costado la vida… Ten cuidado con los desvanecimientos, querida Laura… Un ataque de histeria no es ni la mitad de pernicioso; es ejercicio para el cuerpo si no se excede en su arrebato, y me atrevería decir que hasta resulta beneficioso para la salud… Vuélvete loca todo lo que quieras, pero no te desmayes nunca.

Los Watson y Sanditon son las dos novelas inacabadas que completan el volumen. En torno a Emma Watson y Charlotte Heywood, dos esbozos argumentales sobre muchachas de clase baja sin más horizonte que un buen matrimonio, la reivindicación de la libertad de elección, la independencia económica y la emancipación social de la mujer son temas apenas incoados en estas páginas que anunciaban un proyecto interrumpido de mayor aliento.

21 mayo 2021

Cavadías. Poesía completa

  Nicos Cavadías.
La Cruz del Sur.
Poesía completa.

Introducción, traducción y notas
de David Hernández de la Fuente.
Alianza Editorial. Madrid, 2021.

“Nicos Cavadías es uno de los grandes poetas que Grecia ha dado al siglo XX, una figura única y atípica en la historia de la literatura de ese país. Su obra ha gozado del favor de los griegos, tanto del público como de la crítica, y se puede decir que ya forma parte de la memoria colectiva de un pueblo que vive con el alma mirando al mar. Su voz poética, tan personal como atemporal, manifiesta la esencia del ser humano a través del mar, los sentimientos del exilio, voluntario o no, el extrañamiento, el conocimiento de otras realidades a través de los viajes, la fascinación cosmopolita por el ancho mundo y, a la vez, el profundo desamparo que se experimenta en todas partes por igual ante los mismos padecimientos: soledad, muerte, enfermedad, desamor”, explica David Hernández de la Fuente en la introducción con la que presenta su traducción de la poesía completa del poeta griego Nicos Cavadías (1910-1975), que publica El libro de bolsillo de Alianza Editorial.

 La de Cavadías fue una vida marcada por la profesión de comerciante naval de su padre, por los viajes marítimos y vinculada al puerto de El Pireo. Su poesía tiene como eje el mar y la vida marinera, porque -como recuerda Hernández de la Fuente en su prólogo- “se diría que algo le arrastraba irremediablemente a una existencia ligada al mar y a los largos viajes ya desde su primera infancia: el viaje de regreso desde el lejano oriente a la península helénica es un primer contacto con las travesías del océano, que tanta importancia han tenido para las letras griegas.”

 La Cruz del Sur es el título elegido para reunir por primera vez en español la totalidad de la poesía de Cavadías. Y ese es también el título de uno de sus poemas más representativos, que apareció en su libro Calima, de 1947, y que termina con estos versos:

Al sur bajo las aguas de la costa africana
hace ya muchos años que duermes en tu sueño.
Ya no te acuerdas de los destellos de los faros
ni del dulce pastel de todos los domingos.


Marabú, Calima
y el póstumo De través, además de un nutrido grupo de poemas sueltos y dispersos en revistas y antologías, son los libros que recoge esta edición de una obra de la que dice Hernández de la Fuente:

“La crítica y el público fueron unánimes al juzgar única e irrepetible la voz poética de Cavadías, personal y fascinante. No tiene encaje en los movimientos literarios de su época, pues siempre anduvo a la deriva en eso también. En continua navegación por todo el mundo, se diría que Cavadías vivió apartado de cualquier clasificación, inaccesible a críticos y público, retirado como un verdadero eremita del mar que sólo de cuando en cuando se permitiera algunos días en tierra, junto a su hermana y sus sobrinos. Viajó hasta el último momento, incluso cuando la muerte se lo llevó a su «oscuro puerto»; viajó, como diría Proust, con esos ojos nuevos que tiene el auténtico viajero.”

Anclado en la tradición de la lírica popular griega y en la influencia de poetas griegos y europeos, Cavadías fue un poeta del exilio, el extrañamiento y el desarraigo. En su poesía conviven la nostalgia de la casa y la voluntad de partir en un viaje que se convierte en experiencia renovadora y de transformación. Así comienza su Mal de départ:

Seré siempre un amante indigno e ideal
de los lejanos viajes y los mares azules,
y moriré una tarde como todas las tardes,
sin surcar ya la turbia línea del horizonte.

Ese texto pertenece a su inicial Marabú, un libro narrativo y pródigo en descripciones de viajes, puertos y barcos, lugares y personajes de mares lejanos. Se iniciaba con él una travesía poética y marítima que confirma, como indica el editor, que “hablar de los griegos y el mar es hablar de poesía, desde Homero a Cavafis.”

Su segundo libro, Calima, más intimista y más sombrío, es una obra de madurez cuyos perfiles se acentúan en De través, un libro crepuscular atravesado por el tema de la muerte y el ejercicio de la memoria. A él pertenecen estos versos, que cierran el poema Yarra Yarra, fechado en Melbourne en 1951:

Quiero esa barca, río, la barca de cartón
con la que juegan esos niños en la ribera.
Di, ¿la distancia mata? Hiere, pero no mata.
¿Quién dijo «tierra»? Miente. Pues nunca hemos llegado.
 
Sobre su traducción añade Hernández de la Fuente que “la poesía de Nicos Cavadías es musical, eminentemente narrativa y está arraigada -aparte de sus conexiones con otros autores- en la lírica popular y las canciones griegas. Por tanto, me parece que todo intento de traducción al español debería tratar de respetar en cierta forma esas características.
He optado por una traducción que mantenga en lo posible la literalidad y el esquema «verso por verso», pero, a la vez, he intentado imprimir a la versión castellana algo de ese compás musical de la métrica que usa Cavadías (fundamentalmente el citado «político» o decapentasílabo, aunque también se usan en sus poemas endecasílabos y otros metros). La rima, en cambio, que está presente en muchos de los poemas, no se ha intentado trasladar al castellano. Cavadías es osado en ese ejercicio y va más allá del acervo poético helénico, en su vertiente cosmopolita, introduciendo a menudo palabras extranjeras.”

 Santos Domínguez

 

19 mayo 2021

Sánchez-Ostiz. Pío Baroja a escena

 
 
Miguel Sánchez-Ostiz.
Pío Baroja, a escena.
Una biografía a contrapelo.

Renacimiento. Sevilla, 2021.

 
“He realizado este trabajo al principio con distancia, luego con interés creciente, no por mi texto, sino por las páginas de Pío Baroja a las que me remitían las mías y que volvía a leer con curiosidad: ese Baroja autobiográfico que no es fácil atrapar del todo, aunque aparezca hasta en los rincones más insospechados. Ha sido como releer una novela requetepoblada de personajes, pero con un protagonista indiscutible”, escribe Miguel Sánchez-Ostiz en el prólogo a la segunda edición de su Pío Baroja, a escena que publica Renacimiento en la colección Biblioteca de la memoria. 
 
Es una edición ampliada y corregida respecto a la que apareció en Espasa en 2006, que “tuvo poca fortuna”, “fue destruida enseguida y acabó por desaparecer por completo de las librerías, incluso de las de lance, de modo que mi trabajo se esfumó, al menos por lo que al comercio se refiere. Esta edición representa para mí la oportunidad de rescatar mi trabajo del olvido y sobre todo de la inexistencia. 
Al retomar estas páginas trece años después de haberlas cerrado, con motivo de su nueva publicación en la Editorial Renacimiento, en circunstancias vitales bien diferentes, me he visto obligado a corregir, en la medida en que he podido, errores que contenía la primera edición, tanto de redacción como de datos, así como a ampliar algunos capítulos, que estimo quedaron cortos, con ayuda de lo publicado en Tiempos de tormenta (2007).” 
 
Con una personalidad tan compleja como la de Baroja, con una obra de tanta apariencia autobiográfica y tan mixtificadora al menos como la de Silvestre Paradox, nunca se puede tener la certeza de que todo está dicho. Demonizado por unos y sacralizado por otros, su personalidad contradictoria ha generado toda una bibliografía que bebe en las fuentes de sus memorias y las mira al trasluz. 
 
Desde aquel lejano Pío Baroja en su rincón con el que Pérez Ferrero daba otra imagen del escritor y del hombre, Baroja ha ido saliendo de un espacio de sombra en el que en el fondo parece que nunca quiso estar. 
 
Porque la biografía de Baroja es la del personaje literario que se crea una imagen pública precisamente sobre el eje de su aborrecimiento de lo público, de un carácter insociable más que dudoso. 
 
Aceptemos que pudo haber en ello menos simulación que incoherencia. Aunque fuera así, explorar esas contradicciones e iluminar esas zonas de sombra justifica un acercamiento como este que hace Miguel Sánchez-Ostiz en un libro de título y subtítulo significativos: Pío Baroja, a escena. Una biografía a contrapelo. 
 
Es este un libro equidistante de la hagiografía barojiana y de la descalificación destemplada, escrito con admiración contenida y crítica, con la brillante subjetividad de quien culmina en esta obra una larga dedicación a Baroja y una lectura consolidada en la que el hombre malo de Itzea, aquel fauno reumático, le irrita y le emociona a la vez. Y con él a los lectores de Baroja y de Sánchez-Ostiz. 
 
La obra de Baroja, y no solo sus memorias, es una autobiografía hecha a medida, la calculada invención de una imagen. Una construcción sistemática pero llena de escamoteos, lagunas y contradicciones del Baroja personaje a través de sus apariciones estelares. 
 
Solitario y sociable, humilde y ególatra, insatisfecho y sedentario, rebelde y orgulloso, contradictorio siempre, buscó el calor de las tertulias y la congregación en torno a él de jóvenes admiradores entre los que fue fomentando el culto a la imagen oficial del novelista, su puesta en escena.
 
Ese es el punto de partida, el método y la tesis de este libro: la idea de que Baroja construyó simultáneamente su obra literaria y su proyección social. Equidistante de la inquina aguda y de la devoción ciega, no es este un estudio objetivo, sino el resultado de una integración de vida y literatura en un peculiar rompecabezas compuesto desde la perspectiva de Miguel Sánchez-Ostiz, un barojiano curioso de su obra y de su persona que acude, más que a las memorias, a las abundantes contrafiguras que aparecen en sus novelas. 
 
Ese es quizá el más alto valor de este libro que ahora se recupera y se actualiza: la propuesta de un nuevo e inteligente manejo de materiales, sostenido en un potente aparato de notas, que integren y expliquen vida y literatura, materiales que refrescarán la memoria de los barojianos, que siguen siendo legión agradecida. 
 
El hombre y su obra, dos construcciones paralelas llenas de luces y sombras, de virtudes y defectos, de vitalidad en suma, en un ensayo imprescindible cuyo sentido resume así Sánchez-Ostiz: 
 
Fue algo más que reescribir un ensayo biográfico, con luces y oscuridades, emocionantes unas veces, irritantes otras... ¿Con qué otro escritor de esa época te puede pasar? No se me ocurre mejor motivo que este para volver sobre la huella de mis propios pasos y de los de Baroja en sus puestas en escena, que ese y no otro es el pretexto y motivo de mi trabajo.
 
Santos Domínguez