13 noviembre 2014

Mapamundi


Martín López-Vega.
Mapamundi.
La Isla de Siltolá. Sevilla, 2014.

"El consejo de Pound y el jardinero" titula Martín López-Vega la presentación que ha escrito para Mapamundi, el volumen que publica La Isla de Siltolá en su colección Levante.

Se trata de un volumen que reúne bajo el significativo subtíítulo Poemas del siglo XX  un amplio muestrario de textos poéticos que aunque no constituyen "la antología de la poesía del siglo XX que uno propondría /..../ tienen mucho de autorretrato de lector y una abundante colección de poemas predilectos." 

De Albania a Túnez pasando por Chipre, de Dinamarca a Nueva Zelanda con parada en Mozambique, Mapamundi hace una visita a voces imprescindibles como Holan, Frost, Auden, Seferis, Pasolini, Walcott o Brodsky para demostrar que "lo más habitual es que un poema pueda ser trasplantado como un árbol de un idioma a otro sin que se le caigan más que algunas hojas muertas de retórica. Basta con que de ello se encargue un buen jardinero.”

Es la traducción como forma de aprendizaje para el escritor, porque traducir es "la única forma tal vez de aprender los secretos del taller, de aprender cómo funciona en cada mínimo detalle un poema." 

Como esta Homérica de Ossip Mandelstam, traducida por López-Vega:

Insomnio. Homero. Velas desplegadas. 
Leí hasta la mitad la lista de las naves: 
la enorme nidada , la bandada de grullas 
que un tiempo sobrevoló la Hélade. 

Como grullas en picado hacia lejanos confines, 
la espuma de los dioses refresca la regias cabezas. 
¿Hacia dónde navegáis? ¿Qué obtendréis de Troya, 
maridos aqueos, aparte de Helena? 

Pero también el mar, y Homero, todo se mueve por amor. 
¿A quién escucho yo? Fijaos, Homero calla, 
y el mar oscurecido brama y se revuelve 
y con un grave trueno salpica mi almohada.

Santos Domínguez

12 noviembre 2014

Balzac. La comedia humana



Honoré de Balzac. 
La comedia humana. 
Escenas de la vida privada. 
Volumen I.
Traducción y notas de 
Aurelio Garzón del Camino. 
Hermida Editores. Madrid, 2014.

En julio de 1842, Balzac escribía el Proemio de las Escenas de la vida privada para explicar el sentido del ambicioso proyecto que había decidido titular La comedia humana parodiando el título de la obra mayor de Dante. 

Se trataba de un empeño titánico que le igualaba a Napoleón, porque si el emperador había acumulado un poder inmenso, él se enorgullecía de llevar una sociedad entera en su cabeza y de componer una obra de enorme ambición, con tres o cuatro mil personajes, siguiendo los modelos de los tratados de biología para reflejar la sociedad de su tiempo.

Esa idea –escribía en el Proemio- fue el resultado de una simple comparación entre la Humanidad y la Animalidad porque –añade- han existido, y existirán siempre, especies sociales como hay especies zoológicas. Si Buffon ha realizado una magnífica obra intentando representar en un libro el conjunto de la zoología, ¿no estará también por hacer una obra del mismo género con respecto a la sociedad?

En ese ambicioso plan que abarca la historia y la crítica de la sociedad, el papel del novelista es también el de un secretario, porque levantando el inventario de los vicios y de las virtudes, reuniendo los principales datos de las pasiones, pintando los caracteres, escogiendo los sucesos principales de la sociedad, componiendo tipos por la reunión de los rasgos de varios caracteres homogéneos, quizá pudiese llegar a escribir la historia descuidada por tantos historiadores: la de las costumbres.

Escenas de la vida privada, de provincias, parisiense, política, militar y rural. En esos seis libros se organizan los Estudios de costumbres, la parte fundamental en que se agrupan los casi cien títulos que Balzac afrontó en menos de veinte años para reflejar la historia de quienes no aparecen en los libros de historia, para poner en el primer plano de sus novelas a quienes hasta entonces habían sido figurantes anónimos, para revelar la vida privada y los comportamientos sociales y familiares de cientos de personajes intensamente individualizados en su carácter y en sus actitudes.

Y porque las traducciones también envejecen y la de Cansinos Assens necesitaba ya una alternativa actual, Hermida Editores publica con traducción y notas de Aurelio Garzón del Camino el primer volumen del ciclo La comedia humana, con cinco novelas -La casa de El gato juguetón, El baile de Sceaux, La Vendetta, La bolsa y La amante imaginaria-, precedidas del prólogo original de Balzac, que finalizaba con estas palabras:

La inmensidad de un plan que comprende a la vez la historia y la crítica de la sociedad, el análisis de sus males y la discusión de sus principios, me autoriza, yo creo, a darle a mi obra el título bajo el cual aparece hoy: La comedia humana. ¿Es ambicioso? ¿No es sino justo? Esto es lo que, terminada la obra, el público decidirá.

Un conjunto que permanece como uno de los monumentos imprescindibles de la literatura universal, un empeño descomunal que quedó incompleto porque la muerte le impidió rematar un plan trazado con casi ciento cincuenta obras en las que debía reflejar la vida de la Francia del primer tercio del siglo XIX.


Santos Domínguez

11 noviembre 2014

Drácula ilustrado


Bram Stoker.
Drácula.
Ilustraciones de Fernando Vicente.
Traducción de Juan Antonio Molina Foix.
Prólogo de Luis Alberto de Cuenca.
Reino de Cordelia. Madrid, 2014.

La culpa la tuvo el marisco. El autor de Drácula aseguraba a su único hijo, Irving Noel Thornley Stoker (1879-1961), que la idea de crear al rey de los vampiros le surgió tras cenar un indigesto centollo. Sin menospreciar la influencia de la gastronomía en la vida y en la literatura, lo cierto es que por aquella época el vampirismo ya contaba con notables precedentes.

Así comienza Luis Alberto de Cuenca el prólogo que ha escrito para presentar la magnífica edición del Drácula de Bram Stoker que publica Reino de Cordelia con ilustraciones espectaculares de Fernando Vicente y con la traducción de Juan Antonio Molina Foix que comienza con la transcripción del Diario taquigrafiado de Jonathan Harker:

Salí de Múnich el día primero de mayo, a las 8:35 de la tarde, y llegué a Viena a primeras horas de la mañana siguiente; teníamos que haber llegado a las 6:46 pero el tren llevaba una hora de retraso. Budapest parece un lugar maravilloso, a juzgar por lo que pude vislumbrar desde el tren y en el corto paseo que me di por sus calles. No me atreví a alejarme de la estación, ya que habíamos llegado con retraso y nos pondríamos en marcha de nuevo con la menor demora posible respecto al horario previsto. La impresión que tuve es que salíamos de Occidente y entrábamos en Oriente. Tras cruzar el más occidental de sus magníficos puentes sobre el Danubio, que aquí alcanza una profundidad y una anchura considerables, nos adentramos en una región en la que todavía perduran las tradiciones de la dominación turca.

Fragmentos de diarios y cartas, recortes de periódicos o informes psiquiátricos articulan un ágil mosaico narrativo con el que Bram Stoker construyó sobre las raíces de leyendas centenarias un mito moderno de enorme transcendencia en la cultura occidental, en torno a una criatura en cuya esencia está no producir sombra ni reflejarse en los espejos. 

De Budapest a Londres en un ataúd con tierra transilvana, de la hipnosis al sonambulismo, de las víctimas a los ritos antivampíricos, de los lobos a los estigmas, entre animales, hombres y esos seres híbridos de lo humano y lo animal, entre la niebla y la sangre, vuelve Drácula en esta espléndida edición que, además de una intachable traducción, se enriquece con el prólogo de Luis Alberto de Cuenca, que además de analizar el libro elogia las ilustraciones de Fernando Vicente con estas palabras:

Así como el cine se ha ocupado generosamente del conde transilvano, el mundo de la ilustración no ha mostrado tanto interés por el personaje. Fernando Vicente, uno de nuestros ilustradores más literarios, ha ocupado más de un año de su vida en estudiar gráficamente la obra maestra de Stoker y en realizar unas imágenes tan sustanciosas y arrebatadoras, al menos, como las del cinematógrafo.

Santos Domínguez


10 noviembre 2014

Las mil y una noches


Las mil y una noches. 
Prólogo de Manuel Forcano.
Traducción y notas de 
Juan Antonio  Gutiérrez-Larraya 
y Leonor Martínez Sánchez. 
Atalanta. Gerona, 2014.

Atalanta publica en un estuche con tres tomos una cuidada edición de Las mil y una noches, el gran monumento narrativo que desde la Edad Media ha atravesado tiempos, lenguas y fronteras para convertirse en uno de los referentes imprescindibles de literatura universal, en un libro seminal como explicó Juan Goytisolo.

Originado en parte en la tradición sánscrita india, a partir de relatos orales ya existentes en el siglo IX, llegó a Occidente en el siglo XVIII para impulsar la moda orientalizante y lo hizo desde recopilaciones modernas muy posteriores a los originales, en versiones escritas que fijaron su estructura actual a finales del siglo XV en Egipto aunque su parte nuclear se construyó en Persia.

Su marco narrativo es conocido: Sherezade y el suspense sostenido durante mil y una  noches para salvar su propia vida y la de otras mil posibles sucesoras. Un hilo conductor que -como en el Decameron o en El conde Lucanor- evita la mera yuxtaposición o el rosario de cuentos para subordinar los relatos a un esquema argumental sencillo y repetitivo que va acogiendo en su ritmo cíclico la serie sucesiva de cuentos.

Sobre ese marco narrativo se articula una sucesión de relatos -algunos muy largos- que vivieron en la memoria antes de ser puestos por escrito y que se van abriendo camino unos a otros en una estructura que recuerda las cajas chinas o las muñecas rusas, en una acumulación correlativa que admite muchas formas de lectura y muchas vías de acceso a sus páginas. 

Cada lector puede descubrirlas a su antojo transitando por las salas de ese gran palacio narrativo en el que se suceden la poesía y la prosa, lo exótico y lo erótico,  se viaja de Bagdad a Basora, de Damasco a El Cairo, entre el realismo y la fantasía, entre el  refinamiento cortesano y la picardía popular, entre lo trágico y lo cómico, porque en Las mil y una noches cabe el mundo entero.

Es el goce del relato sin intención moralizadora, la diversión y el entretenimiento, la emoción y el ensueño imaginativo, la intriga y la aventura a través de relatos de amor y de magia, de navegaciones y bandidos, de prodigios peregrinos entre el desierto y el palacio, entre los paisajes y las costumbres.

Emparentados algunos de estos relatos con la Biblia, con el Poema de Gilgamesh o con la Odisea, en el relato de Sherezade se suceden los cuentos de misterio y de crímenes, de amor y de navegaciones, habitados con frecuencia por los iffrits, esos genios traviesos y sobrenaturales de la tradición árabe.

Son relatos para el atardecer o para la noche, para el ocio de un público formado probablemente por tenderos y mercaderes. Mil cuentos en vez de mil muertes en este salvavidas literario que da título al prólogo de Manuel Forcano, que define la obra en estos términos:

“Un clásico de la literatura oriental, un monumento de la narrativa árabe, un compendio de cuentos fantásticos, una antología de leyendas exóticas, una colección de fábulas y lecciones morales, un libro portentoso, un pasatiempo divertido, una mera transcripción de relatos orales, un estandarte de lo maravilloso, un cajón de sastre literario, una obra donde se mezclan comedia y tragedia, magia y realidad, un remedio contra el insomnio, un éxito inesperado de público y de crítica en la Europa moderna, el relato desesperado de una superviviente, un claro ejemplo de que la palabra es salvadora… Quizá haya mil y una maneras de definir Las mil y una noches, esta creación literaria que ha conseguido ser la obra más conocida y leída en Occidente de la literatura árabe."

Traducido por primera vez al francés a comienzos del siglo XVIII, en una versión muy mutilada, fue Richard Burton quien impulsó su conocimiento un siglo después. Desde entonces se han sucedido las traducciones a las principales lenguas de cultura. 

Atalanta recupera en esta edición la primera y muy elogiada traducción directa e íntegra del original árabe que hicieron Juan Antonio Gutiérrez-Larraya y Leonor Martínez Sánchez en 1965 y que hoy era prácticamente inencontrable. Quedan fuera de esta versión relatos como Ali Babá y los cuarenta ladrones o Aladino y la lámpara maravillosa, narraciones de origen dudoso -posibles aportaciones apócrifas de Galland en la traducción francesa de 1704-  que no figuran en ningún texto árabe ni en la edición egipcia de Bulaq, impresa en 1835 y considerada la versión canónica de un libro sobre el que Borges escribió estas líneas memorables.

Uno tiene ganas de perderse en Las mil y una noches; uno sabe que entrando en ese libro puede olvidarse de su pobre destino humano; uno puede entrar en un mundo, y ese mundo está hecho de unas cuantas figuras arquetípicas y también de individuos. 
En el título de Las mil y una noches hay algo muy importante: la sugestión de un libro infinito. Virtualmente, lo es. Los árabes dicen que nadie puede leer Las mil y una noches hasta el fin. No por razones de tedio: se siente que el libro es infinito. 
Tengo en casa los diecisiete volúmenes de la versión de Burton. Sé que nunca los habré leído todos pero sé que ahí están las noches esperándome; que mi vida puede ser desdichada pero ahí estarán los diecisiete volúmenes; ahí estará esa especie de eternidad de Las mil y una noches del Oriente.

Santos Domínguez

07 noviembre 2014

Adonis. Zócalo



Adonis.
Zócalo.
Prólogo de Ernesto Lumbreras.
Traducción de Clara Janés.
Vaso Roto. Madrid, 2014.

Con un amanecer mexicano en el que comienza un vagabundeo en profundidad arranca la andadura de Adonis en Zócalo, el último libro del poeta sirio que edita en español Vaso Roto con traducción de Clara Janés y prólogo de Ernesto Lumbreras.

Escrito en francés y publicado el año pasado, Zócalo es un libro de vagabundeos y exploraciones que confluyen en esa plaza que es no solo un lugar de encuentros, sino un aleph en el que concurren tiempos distintos y espacios diversos convocados por la voz potente y la palabra visionaria de Adonis, que empezó a escribir estos textos durante un viaje a México en abril de 2012.

Está aquí el México abrumador de las multitudes y las avenidas y el México precolombino de los mayas y las ruinas, la relación entre el hombre y el universo, el agua y el fuego, la reflexión histórica y la propuesta ética con un hilo conductor que aparece desde el primer verso (El sol ama los caminos de los mayas) hasta el último (El sol ama los caminos de los mayas).

Un verso que recorre las páginas del libro convertido en un mantra que unifica sus 96 secuencias en un solo poema unitario en el que se representa el mundo de la naturaleza y el de la civilización, se invoca la vida, se evoca la cultura y se defiende la diversidad (en un principio era el plural) frente a la intolerancia del integrismo monoteísta:

Hay profetas que besan los muros y la lengua descubre sus carceleros.

Con su mirada crítica, sus versos torrenciales y su palabra celebratoria, Adonis completa una lección de tolerancia y propone una lectura simbólica de la realidad intemporal (Lo eterno necesita de lo efímero) en la que se difumina el tiempo en los museos y en la piedra de sol y la figura de Paz flota en las páginas de este libro en que se suceden Trotsky y Frida Khalo, el Museo de Antropología (me desplazo entre sus salas como si leyera el cielo y la tierra en un mismo libro), los mayas y sus dioses solares (¿nos dirás, sol, dónde se  conservan los archivos de la eternidad?), las calles y las estatuas, la palabra y el dios de la lluvia, la plenitud armónica del mundo: Unos hilos me unen a los cuatro puntos del universo, a la sombra de los mayas y a la del cedro mexicano.

Porque quien habla aquí es un hombre que mira al mundo y dialoga con la realidad, la cultura y la historia en busca de respuestas:

¿En qué apoyarme?
¿En la cuadratura del cero, en el triángulo del deseo, en las pirámides del aire o en los campamentos de la historia? ¿En los vientos que se evaporan de los cementerios o en una tórtola hambrienta?  ¿Tiene la flor al fin un hueco por cuello? ¿No es la mariposa lo mismo que una llama?
¿Debo preguntar cómo acabará este mundo o cómo ha empezado este infierno?
Cómo hacerme amigo de los lobos, matar esta humanidad agazapada entre mis garras.
Mi vista ajustada a mi visión y ésta a aquélla, acompaño en su país al perfume de una rosa muerta.
Las heridas humedecen el vestido de un cielo pobre que aprende a cantar con nosotros:
El pájaro está de paso
La jaula no tiene fin.

El sol ama los caminos de los mayas.

Como señala en su prólogo Ernesto Lumbreras, “el ojo y el pensamiento que rigen el discurso lírico son los de la memoria del poeta y de la tribu. Adonis necesita «vagabundear en profundidad» para ordenar su inventario del mundo. Las calles de la Ciudad de México, las ruinas mayas, el Museo de Antropología o la Casa de León Trotsky se resuelven en el heideggeriano claro de bosque donde todos los tiempos convergen, propiciando un fértil juego de correspondencias o de recapitulaciones donde la historia o la arqueología han cedido su puesto al orbe de la poesía”. 

Por eso Zócalo no es un diario de viaje, ni un elogio sentimental del pasado, sino el fruto verbal de un viaje interior y de una mirada extranjera que se asombra o de una mirada universal que se conmueve y utiliza esa experiencia como palanca para ir más allá en el conocimiento del mundo y de sí mismo, de sí mismo en el mundo, entre el tiempo y el vacío, entre la muerte y la eternidad:

En este momento el aire está en duelo.
Mi mirada se desplaza sobre la tapa de lo real desde que he cedido mi visión a la luz de las leyendas.
Las imágenes que ignoran el mutismo se expresan sólo en cuchicheos.
Cerezas negras son los ojos
Puentes de polvo los pasos.
¿Por qué esta incapacidad para no embriagar a la época sino con jarras de sangre y partículas de átomo?
¿Por qué no saber bailar sino sobre cadáveres de nuestros amigos y amados?

El sol ama los caminos de los mayas.

Santos Domínguez

06 noviembre 2014

Javier Egea. Poesía completa


Javier Egea.
Poesía completa. 
Volumen I.
Prólogo de Manuel Rico.
Edición de José Luis Alcántara 
y Juan Antonio Hernández García.
Bartleby Ediciones. Madrid, 2011.


De Troppo mare -un libro escrito dos años antes que Paseo de los tristes, aunque se publicó después- a Raro de luna, el último que se publicó en vida del autor, la trayectoria de Javier Egea traza entre esos dos títulos esenciales una de las aventuras poéticas más perdurables de la poesía española de los 80.

A recuperarla y a fijar su importancia contribuyó de una manera decisiva la publicación en dos tomos de su Poesía completa en Bartleby en una edición preparada por José Luis Alcántara y Juan Antonio Hernández García y presentada por un espléndido prólogo en el que Manuel Rico, además de denunciar el silencio menos incomprensible que interesado que ha rodeado la poesía de Egea desde los noventa, destacaba la individualidad peculiar de su voz: ''la gravedad de la reflexión de Egea y la lente, teñida por el pesimismo y por lo oscuro, que aplica en su mirada a la vida cotidiana lo alejan /.../ de la poesía figurativa que dominaría la realidad lírica de España en la década de los ochenta y de la que escribían sus compañeros de manifiesto."

Entre el primer verso – Extraño tanto mar, raro este cielo- de Troppo mare, título tomado de un poema de Pavese, y el que cierra el libro –Hoy sólo sé que existo y amanece- hay un itinerario vital que va desde el dolor a la esperanza y que proyecta la soledad, la búsqueda de la identidad y la historia personal en un paisaje que se extiende desde la Alpujarra al Cabo de Gata y a la Isleta del Moro donde Javier Egea escribió estos textos que cifran en buena medida el conjunto de su obra:

Para seguir viviendo he dejado mi nombre
sobre papeles grises y palabras vacías.
Aquí, de pie, viajero, me abrazo a las estrellas
en el último gesto, prisionero del cielo.

Una obra cuyas claves explica en su prólogo “Realidad, lucidez y poesía: una lectura de la obra de Javier Egea” Manuel Rico, que señala que “un libro como Troppo mare o gran parte de los poemas de Raro de luna son inclasificables desde la óptica de la poesía figurativa.”

Y es que hay en ese libro una potencia visionaria e irracionalista que culminará en Raro de luna y que no deja de percibirse en los poemas desolados y urbanos que hablan del amor y de la muerte en Paseo de los tristes:

Quizá me confundí de calle y de aventura
pero ya me conocen sus farolas y el alba,
ya conocen mi sombra, mi canción, mi tristeza
y esta costumbre vieja de andar erguido y solo.

Raro de luna es tal vez la obra más arriesgada de Javier Egea, que en sus propias palabras es “un libro de poemas introspectivo”, el fruto poético de una experiencia psicoanalítica que se concretó en “un surrealismo controlado”, como lo definió el mismo poeta.

Egea exploró en sus versos de apariencia tradicional el paisaje oscuro del subconsciente sobre el telón de fondo simbólico y marginal del conde vampiro, el Príncipe de la noche en quien se centra la segunda parte de Raro de luna:

Va tocado del ala el negro conde

Encendidos sus ojos sobre mis ojos pone
una fiebre violeta de envenenadas flores

Yo le dejo añadido mi veneno a su goce:
la certeza de un tiempo de libres cuellos jóvenes

Aún me verás ahora como me viste entonces
abrazado a las sombras de pálidos amores
despeñarme a la grupa de tus potros veloces

Va tocado del ala el negro conde

Pero sobre los sueños al filo de las doce
se oye un batir de alas príncipe de la noche



Javier Egea.
Poesía completa. 
Volumen II.
Obra dispersa e inédita.
Prólogo de Jairo García Jaramillo.
Edición de José Luis Alcántara 
y Juan Antonio Hernández García.
Bartleby Ediciones. Madrid, 2012.

Ahora ya tengo el humo de tus ojos, escribía Javier Egea en el último de los poemas que Bartleby recoge en el segundo volumen de su poesía completa con cerca de medio millar de textos dispersos o inéditos.

El poema del que forma parte ese texto lo escribió Egea en julio de 1999, pocos días antes de suicidarse. Aquella desaparición física, concreción radical o paralelismo sangriento de su salida de la escena literaria, abría las puertas del purgatorio para el poeta granadinoy lo confinaba al silencio inexplicable al que se refería Manuel Rico en el prólogo del primer tomo.

Culminaba así una historia llena de ramificaciones turbias que empezó a superarse con la edición de estos dos tomos que contienen la obra poética completa del escritor granadino como parte de un proyecto que continuará con otros dos tomos con la prosa, el epistolario, los diarios, artículos y conferencias de Egea.

Con prólogo de Jairo García Jaramillo -"El poeta recobrado"- y edición de José Luis Alcántara y Juan Antonio Hernández García, el segundo volumen incluyó en orden cronológico cuarenta y cinco poemas conocidos que permanecían dispersos en revistas o en antologías, y un número diez veces mayor de inéditos, desconocidos o conocidos parcialmente porque Egea los leyera en algunos recitales.

Firmante con los también granadinos Luis García Montero y Álvaro Salvador del manifiesto La otra sentimentalidad, Javier Egea dejó a su muerte una gran cantidad de textos sin publicar –por desinterés, por inseguridad, por exigencia- que resumen su trayectoria y la diversidad de sus registros en treinta años de escritura, de la sátira de las Coplas a Carmen Romero al intimismo del Cuaderno de Elena.

La recuperación de su poesía completa salda, al menos parcialmente, la deuda con Egea y lo rescata de un silencio no tan inexplicable si se conocen unas claves  de las que es mejor ni hablar aquí.

Santos Domínguez

05 noviembre 2014

Emerson. Ensayos

Ralph Waldo Emerson.
Ensayos.
Edición de Javier Alcoriza.
Cátedra Letras universales. Madrid, 2014.


El genio de Emerson es el genio de América, afirmaba Harold Bloom a propósito de un autor al que definía como generador de gran parte de la literatura y del pensamiento americanos.

Y a ese mismo papel fundacional apunta Javier Alcoriza cuando titula Palabras espermáticas en los muros del mundo el prólogo a su edición de los Ensayos de Emerson en Cátedra Letras universales, donde se publicaron también sus Hombres representativos.

Aquel sabio que se consideraba un escritor sin pasado y defendía que lo importante es vivir, no haber vivido, llevaba a sus espaldas todo el pasado cultural, de Shakespeare a Montaigne, y proyectó su sombra sobre la literatura posterior, de Whitman y Emily Dickinson a Wallace Stevens o Hart Crane, autores de obras dispares que son en gran medida el resultado de su influencia profética.

Desconcertante y creativo, órfico y arbitrario, antepuso la libertad a la virtud y la biografía a la historia, defendió la seguridad en uno mismo y se ganó fama de diabólico entre algunos de sus lectores por afirmaciones como esta: “Así como los rezos de los hombres son una enfermedad de la voluntad, sus credos son una enfermedad del intelecto.”

Esas palabras forman parte del más emblemático de sus ensayos, Confianza en sí mismo, en el que escribe también cosas como estas: “Quien quiera ser un hombre debe ser un inconformista” o “Que el hombre conozca su valor y mantenga las cosas a sus pies.”

Reivindicó la lectura creativa tanto o más que la escritura en libertad y su figura representa el paso del viejo mundo al nuevo, de la mentalidad teocrática de Nueva Inglaterra a la fe democrática de la nueva América. Por eso el espíritu libre y optimista de Emerson, de quien Santayana decía que era un alma entusiasta e insensible al mal, está en las antípodas ideológicas y existenciales de un escritor como Hawthorne, en cuyos relatos el centro temático es el peso abrumador del mal, el pecado y la culpa.

Esta edición reúne un total de veinte ensayos que se publicaron originalmente en dos entregas en 1841 y 1844, entre ellos Experiencia, su ensayo más elaborado, el que le planteó más dificultades de escritura y el de lectura más exigente también por la densidad de su prosa.

La historia y el carácter, el amor y la amistad, el heroísmo y el arte, la naturaleza y la política... Nada realmente importante queda fuera de estos ensayos memorables en los que están muchas de las raíces ideológicas del mundo contemporáneo en la mirada y la palabra de Emerson, de cuya obra dice Javier Alcoriza en su introducción que “puede ser aún objeto de descubrimiento. Este descubrimiento ha de tener que ver, desde luego, con el conocimiento directo de sus libros, con el hecho de leerlos y, en consecuencia, con el hecho mismo de la lectura. Descubrir a Emerson sería descubrir lo que significa leerle o lo que significa la lectura de un autor que depositó en ella una expectativa similar a la de la escritura.”

Santos Domínguez


04 noviembre 2014

Platero y yo. El tiempo recobrado



Rocío Fernández Berrocal.
Platero y yo.
El tiempo recobrado.
La Isla de Siltolá. Sevilla, 2014.

El 25 de octubre de 2014, cuando se cumplía el aniversario de la concesión del Nobel de 1956 a Juan Ramón Jiménez, se fecha el colofón de Platero y yo. El tiempo recobrado, de Rocío Fernández Berrocal.

Lo publica La Isla de Siltolá en su Colección Juan Ramón Jiménez y reúne en un volumen de pequeño formato nueve ensayos breves y una bibliografía actualizada -activa y pasiva- sobre el autor de Moguer.

Pequeño formato que acoge nueve aproximaciones intensas y profundas a un libro centenario que da la medida de aquel escritor total que en 1915, un año después de publicar Platero y yo, manifestaba su deseo de dedicarse a la prosa para conseguir una escritura “clara, elevada, natural.”

Era un momento crucial en la trayectoria vital y literaria de Juan Ramón Jiménez, que estaba culminando su época sensitiva tras un proceso de depuración poética que a lo largo de quince años le había acercado cada vez más a la poesía pura. 

Platero y yo es un libro muy significativo de ese tramo final de una primera etapa que le llevaría sin solución de continuidad desde los Sonetos espirituales al Diario de un poeta reciencasado, un libro decisivo que marca la frontera de la contemporaneidad en la literatura española, 

Estos nueve ensayos de Rocío Fernández Berrocal, que ya publicó en esta misma editorial una espléndida edición de Idilios, tienen como referente común esa elegía andaluza y como fondo el paisaje de Moguer con el corazón en Fuentepiña, al pie del pino de la Corona donde está enterrado Platero, al que se dedica esta elegía en prosa, este caleidoscopio moguereño en el que se transmuta la realidad en sentimiento poético, en palabras de la autora.

Desde su título, El tiempo recobrado, el volumen sugiere como una clave fundamental de lectura la relación de la mirada juanramoniana con la mirada de Proust a partir de la capacidad de ambos para convocar tiempos distintos en un único ámbito. Es la congregación del tiempo en el espacio a la que Juan Ramón seguía refiriéndose treinta años después en el fragmento tercero de Espacio.

Pero estos textos son mucho más que incursiones en Platero y yo: son excursiones por la inmensidad creativa de Juan Ramón de la mano de una de las estudiosas que más saben de la Obra de aquel andaluz universal, una obra que sigue “en marcha” una vez muerto el escritor, como recuerda la autora de estos ensayos imprescindibles que ofrecen las claves biográficas y poéticas con las que Juan Ramón fundió belleza, naturaleza y verdad para elaborar la prosa hecha poesía de Platero y yo.
Santos Domínguez

03 noviembre 2014

Valentí Puig. Barcelona cae


Valentí Puig.
Barcelona cae.
Pre-Textos. Valencia, 2014.

No pasarán. Y si pasan no importa.

Esa broma tardía de quintacolumnistas marca el tono moral de Barcelona cae, una novela corta que Valentí Puig publicó primero en catalán hace dos años y que Pre-Textos edita ahora en castellano.

Una novela que tiene como fondo los últimos días de guerra en la Barcelona republicana de enero de 1939, una ciudad “hambrienta y recelosa”, desolada después de casi tres años de destrucción y con los cañones de Yagüe llamando a sus puertas y los aviones  golpeando sus calles y sus edificios. 

Barcelona es en ese último invierno de guerra una ciudad devastada que muestra sus escombros urbanos y sus heridas morales, una sociedad destrozada en la que los principios han sido reemplazados por el cinismo y la ideología ha dejado paso a la supervivencia, al saqueo y a los peores instintos humanos.

Ese es el telón de fondo de Barcelona cae, que no es una novela histórica, sino una novela de protagonista que tiene como eje y como hilo conductor la figura de Víctor Aymerich, un joven indolente expulsado de la casa familiar justamente el 18 de julio de 1936 por un episodio incestuoso.

Cuando empieza la novela, ese personaje, “fascinado por la supervivencia en la calle y las oportunidades de la intrepidez amoral”, es un cínico que vive apostado en la indiferencia, un agente doble, miembro del Servicio de Inteligencia Militar de la República e integrante de la quinta columna franquista.

Un personaje sin escrúpulos de conciencia, un depredador que practica el saqueo sin distinciones ideológicas y se mueve a sus anchas en un clima de impunidad en medio de esa sociedad atenazada por el miedo y degradada por las necesidades primarias.

En torno a la figura central del protagonista se mueve el resto de vidas al límite que habitan el relato: Palmira, admirable, íntegra y opaca, en busca de su "hermano" Santiago Vicens; el tío Albert, un héroe cándido ajeno a la realidad; el periodista francés Paul Vullo, profesional de la intoxicación; Valeri, un quintacolumnista esnob en medio de la chusma; el joven monárquico Pepín Nicolau; los personajes que acuden a sesiones de espiritismo en busca de algún contacto con los desaparecidos o los que salen a la calle como derrotados y en la Diagonal se incorporan al desfile de los vencedores que entran en la ciudad.

Víctor, que ha sido un ganador entre perdedores en la ciudad asediada, es entre los ganadores un perdedor que renuncia a quedarse por razones sentimentales y termina marchando al exilio en Francia en medio de las columnas de derrotados a los que observan y vigilan con desprecio los gendarmes franceses en la frontera del Pertús.

Escrita con la prosa eficaz de Valentí Puig y con su acreditada agilidad narrativa, Barcelona cae es una novela de una intensidad de la que puede dar idea un párrafo como este, en el que se describe la salida de Víctor de Barcelona:

Dejaba atrás los tiempos más libres de su vida, haber sido libre en el corazón del caos, a dos pasos del mal y la muerte, entre traidores y apóstatas, entre ilusos y fanáticos. Acabar siendo vencedor o vencido poco le había importado. Nada era comparable al frenesí de la vida cuando la guerra pasa por la calle de al lado. Nunca volvería a vivir con tanta convicción, tan a gusto, tan para siempre.



02 noviembre 2014

Dimitris Angelís. Aniversario


Dimitris Angelís.
Aniversario.
Traducción y prólogo de Virginia López Recio.
Valparaíso Ediciones. Granada, 2014.

A caballo entre dos tradiciones, como Cavafis, como Adonis, la biogrrafía y la formación estética de Dimitris Angelís (Atenas, 1973) participa de lo oriental y lo occidental. 

Y lo fronterizo es una característica fundamental de su poesía, no sólo por las referencias culturales sobre las que se construye un libro como este Aniversario que publica Valparaíso, sino porque también está en la confluencia genérica de lo lírico y lo narrativo, de la historia y el mito, del pasado y el presente, de lo individual y lo colectivo, de lo existencial y lo social expresado a través de los mitos homéricos y las referencias bíblicas. 

Traducido y prologado por Virginia López Recio, al muy elogiado Aniversario, el primer libro de Dimitris Angelís que se publica en español, se añade 1989, un largo poema que hace de este volumen una antología que evoca en este texto final a Yannis Ritsos un año antes de su muerte.

Un poeta anciano que contempla helado frente al televisor la caída del Muro de Berlín, ve incrédulo el final de una época y deja caer al final del poema una manta de cuadros, como una metáfora de ese “tablero de ajedrez vacío” en que se ha convertido la historia.

En las cuatro partes en que se organiza Aniversario, el mito griego, los episodios bíblicos o el quijotismo se convierten no solo en referentes, sino en lugares de encuentro entre el presente y el pasado, en espacios poéticos donde dialogan el mundo y la voz potente que habla en poemas como este espléndido Balance:

Días que vendrán y se irán sin eco, días
de un silencio sin cicatrizar que no serán anotados en ninguna parte
porque no estabas a mi lado.

Un tuerto nos tiró piedras. Una hechicera
leyó en el azufre nuestro destino. Algunas mujeres intentaron
seducirnos con sus canciones desnudas de pecho. Poco después
nos quedamos en las tiendas de campaña de un islote y afuera
pasaban los batallones con los arqueólogos: Ésta es
mi historia, si me preguntas.

Y si por mi servicio de oficina me llaman “mitómano”,
no los critiques, durante años
Ninguno firmaba. Hijo de nadie.

Caucásico y kafkiano y siempre
quemado.

Santos Domínguez 



31 octubre 2014

Federico García Lorca. Poemas de la Vega


Federico García Lorca.
Poemas de la Vega.
Selección de Javier Alonso Magaz, 
Luis García Montero y Andrea Villarrubia. 
Prólogo de Luis García Montero.
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona, 2014.


Cuando yo era niño vivía en un pueblecito muy callado y oloroso de la vega de Granada. Todo lo que en él ocurría y todos sus sentires pasan hoy por mí, velados por la nostalgia de la niñez y por el tiempo.

Así evocaba la experiencia infantil del paisaje de la vega granadina el adolescente Federico García Lorca que redactaba una temprana Autobiografía en la que reconocía la persistencia de ese mundo en el escritor en ciernes que escribía esas líneas.

Lo recuerda Luis García Montero en el prólogo de Poemas de la Vega, la selección de textos lorquianos que publica Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. 

Cincuenta textos de diverso género –poemas, fragmentos de obras teatrales, cartas y la Alocución al pueblo de Fuente Vaqueros- que revelan la permanencia y la importancia de ese paisaje granadino en textos lorquianos de épocas distintas.  

“Mi sitio está entre estos chopos musicales y estos ríos líricos que son un remanso continuado, porque mi corazón descansa de una manera definitiva y me burlo de mis pasiones, que en la torre de la ciudad me acosan como un rebaño de panteras”, escribía Federico García Lorca en una carta a Melchor Fernández Almagro.

Y en esta otra, dirigida a Jorge Guillén, decía: "Ahora estoy en la Huerta de San Vicente situada en la Vega de Granada. Hay tantos jazmines en el jardín y tantas damas de noche que por la madrugada nos da a todos en casa un dolor lírico de cabeza, tan maravilloso como sufre el agua detenida."

Medio centenar de textos en torno a un paisaje que si en principio fue el de la infancia y primera adolescencia del poeta, acaba cargándose de un alto componente simbólico a medida que Lorca va creando un mundo poético propio que se concreta en metáforas potentes en las que proyectó sus estados de ánimo y sus situaciones vitales.

El agua que corre o que no desemboca, las cigarras y las alamedas, las acequias y las canciones, los pozos y los caballos son algunas de las imágenes recurrentes de un paisaje que descarta la limitación del pintoresquismo local para lograr una dimensión universal e intemporal en un proceso creativo que permite observar la rápida maduración del poeta desde el adolescente Libro de poemas a las casidas del Diván de Tamarit a través de estaciones de paso como Canciones, Romancero gitano, Poeta en Nueva York, Bodas de sangre o Yerma.

Un ejemplo, los dos tercetos de un soneto que formó parte de Canciones:

¡Ay qué dulce rumor en mi cabeza!
Me tenderé junto a la flor sencilla
donde flota sin alma tu belleza.

Y el agua errante se pondrá amarilla,
mientras corre mi sangre en la maleza
olorosa y mojada de la orilla.

Santos Domínguez 

30 octubre 2014

Vian. Poesía completa


Boris Vian.
Poesía completa.
Edición de Juan Antonio Tello.
Renacimiento. Sevilla, 2014.


Moriré de un cáncer de columna vertebral
Será en una noche horrible
Clara, cálida, perfumada, sensual
Moriré de podredumbre
De algunas células poco conocidas
Moriré de una pierna arrancada
Por una rata gigante surgida de un agujero gigante
Moriré de cien cortes
El cielo caerá sobre mí
Se hará añicos como un vidrio pesado

Así comienza el poema que cierra la edición de la Poesía completa de Boris Vian que publica por primera vez Renacimiento en edición bilingüe de Juan Antonio Tello.

Burlón y provocador, irónico y corrosivo, Boris Vian (1920-1959), novelista, dramaturgo, poeta y músico de jazz, heredó, si no el talento de Rimbaud, sí su capacidad de provocación, su potencia creadora y sus intuiciones verbales.

Inclasificable como poeta para la crítica, incalificable como persona para los sectores más conservadores de la sociedad francesa de los años cincuenta, Vian es nieto del simbolismo y sobrino del superrealismo. Polémico, creativo, heterodoxo y escéptico, el humor y el erotismo, el sueño y el juego verbal recorren su obra entera, pero los temas y las actitudes de su literatura se perciben con mucha claridad en su poesía. 

El tono burlesco, la capacidad para escandalizar, el gusto por el calambur y la libertad creativa están claramente definidos ya en una zona inicial y esencial de su obra poética, los Cien sonetos, que se publicaron póstumos en 1984, cuando se conmemoraba el cuarto de siglo de su desaparición.

Ese libro, dividido en doce secciones, muestra los temas fundamentales de la literatura de Vian bajo el molde del soneto, una elección chocante en alguien tan iconoclasta, que quizá utiliza una forma tan cerrada como esa con una voluntad paródica o como una variante atrevida del juego. 

Unidad formal que constrasta con la amplísima variedad temática de unos textos unidos también por la búsqueda de la sorpresa y por los juegos de palabras, especialmente el calambur, que están presentes ya en el título de esos Cien sonetos: Cents sonnets y Sansonets (Estorninos), que vertebran una de las partes del libro, suenan igual en francés. Y ese calambur se prolonga en otros como el diminutivo de Sanson, Sansonette, o el Évangile selon cinq sonettes.

A la vista de esos ejemplos no hace falta insistir en lo complicado que es para un traductor afrontar el reto de trasladar a otra lengua una poesía como esta, tan sustentada en el juego verbal y el efecto fonético, unos fenómenos intraducibles por definición.

Es lo que pasa también en los poemas de la serie Détente (Esparcimiento), en los que Vian juega con la palabra pederaste de manera que  todos los versos finales contienen en su última parte un juego donde varían las vocales y se conservan las consonantes de esa palabra para generar secuencias fónicas muy parecidas en francés, pero imperceptibles para el lector español a no ser que repare también en las páginas pares en el texto original de Vian, que en Zazou, otra de las secciones de los Cien sonetos, retrató a su generación, una juventud inconformista y rebelde, cercana a los existencialistas y precursora de los jóvenes airados de mayo del 68.

El swing y el jazz, el cine y la literatura fueron las señas de identidad estética de jóvenes como Vian, que dejó sus poemas más autobiográficos en El memo. Porque hay en él algo de adolescente contrariado, de desilusión vital, de choque entre la realidad y el deseo, de manera que las ilusiones acaban reducidas a un “sueño mentiroso”.

Vian escribió su obra poética durante dos décadas, aunque sólo la publicó parcialmente en dos volúmenes: Barnum’s Digest y Cantinelas en jalea. Dejó inéditos, además de los Cien sonetos, otros libros que aparecen agrupados en los dos últimos apartados de esta edición: Poemas diversos y Última colección.

Parte de ese material inédito, compuesto por un conjunto de textos con versos ligeros de tono cercano a los de las canciones, apareció en 1962 en un libro que Juan Antonio Tello, el mismo traductor de esta edición, publicó en español hace diez años con el título No quisiera morir.

Boris Vian murió en 1959 en un cine cuando asistía a un pase privado de Escupiré sobre vuestras tumbas, la película que adaptaba su novela más conocida. Fue una muerte inesperada, que ni siquiera él había previsto en el largo poema -Moriré de un cáncer de columna vertebral- en que aventuraba diversas variantes de su desaparición. Terminaba así:

Moriré de un grito
Que reviente mis tímpanos
Moriré de heridas sordas
Infligidas a las dos de la madrugada
Por asesinos indecisos y calvos
Moriré sin darme cuenta
De que muero, moriré
Sepultado bajo las ruinas secas
De mil metros de algodón derrumbado
Moriré ahogado en aceite de motor
Pisoteado por bestias indiferentes
Y, justo después, por bestias diferentes
Moriré desnudo, o vestido de rojo
O cosido en un saco con cuchillas de afeitar
Moriré quizá sin preocuparme
Del esmalte de uñas en los dedos del pie
Y con las manos llenas de lágrimas
Y con las manos llenas de lágrimas
Moriré cuando me despeguen
Los párpados bajo un sol rabioso
Cuando me digan lentamente
Maldades al oído
Moriré de ver torturar a niños
Y a hombres asombrados y lívidos
Moriré roído vivo
Por gusanos, moriré
Con las manos atadas bajo una cascada
Moriré quemado en un incendio triste
Moriré un poco, mucho,
Sin pasión, pero con interés
Y luego cuando todo haya acabado
Moriré.


Santos Domínguez





29 octubre 2014

Dante. La obra total



Dante. La obra total.
Juan Barja y Jorge Pérez de Tudela (eds.).
Círculo de Bellas Artes. Madrid, 2009.

Hay en la historia de la literatura un reducidísimo número de obras excepcionales que marcan decisivamente el rumbo de la creación, de la estética y el pensamiento.Son obras que resumen y clausuran una época y una concepción del mundo y que a la vez anuncian una nueva mentalidad y nuevas formas de escritura. 

El Quijote es una de esas obras, la Divina Comedia, otra: una bisagra entre la mentalidad medieval y el humanismo. 

Pero no es ese el único aspecto que hace de la Comedia una obra decisiva: su fusión entre literatura y filosofía, entre poesía y teología, entre narrativa y geometría abrió nuevos caminos por los que transitó la cultura del Renacimiento.

Dante proyectó en la elaboración geométrica de su obra su memoria personal y cultural, sus ideas políticas y teológicas; es a la vez el narrador y el personaje que recorre conmovido el embudo invertido de los nueve círculos infernales desde el limbo hasta el infierno de los traidores –el lago helado donde Dante sitúa a sus enemigos políticos- para subir a cielo abierto, donde otra vez contemplamos las estrellas. 

Si Dante es un clásico lo es porque la Comedia –que Boccaccio, su primer comentarista, calificó definitivamente como Divina- y su mundo literario, por encima de las claves místicas de la teología oriental o cristiana, por encima de las estructuras numerológicas que sostienen su construcción, excede las restricciones ideológicas de su mentalidad medieval. Como lo quijotesco o lo kafkiano, lo dantesco es una categoría que sobrepasa los límites de la literatura y de la cultura para pasar a formar parte de un patrimonio lingüístico que usan hasta los iletrados.

A aflorar las claves de su pensamiento y de su concepción del mundo se dedicó en 2008 un ciclo de conferencias que se celebraron en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Los textos revisados de aquella serie de charlas se reunieron luego en un volumen con los diez ensayos que contiene Dante. La obra total.

Las políticas del poeta, el carácter profético de su obra, la ética y la libertad, la filología de la culpa o la filosofía del amor en Dante son algunas de las diez iluminaciones que exploran ese vasto universo de la Comedia, que en el panorama evolutivo de los géneros literarios clausura la épica e inaugura la narrativa. 

Santos Domínguez

27 octubre 2014

Fábula y memoria de Caballero Bonald




José Manuel Caballero Bonald.
Fábula y memoria: 
Antología en prosa y verso.
Selección y prólogo 
de María José Flores Requejo.
Alianza Editorial. Madrid, 2014.

Como “uno de nuestros escritores de lenguaje más rico, sugestivo y complejo, de extraordinaria abundancia léxica e imaginación adjetival” define María José Flores a José Manuel Caballero Bonald en  la presentación -Somos el tiempo- de Fábula y memoria, la amplia antología en prosa y verso que publica Alianza Editorial.

Lo que justifica una antología como esta no es su carácter de muestra representativa de sesenta años de una escritura que -desde Las adivinaciones hasta Entreguerras, desde Dos días de septiembre hasta La novela de la memoria, pasando por Ágata ojo de gato o Descrédito del héroe- constituye una de las cimas de la literatura contemporánea en español.

Lo que hace especialmente valioso un libro como este es que los poemas y los fragmentos en prosa se suceden en un orden nuevo, ajeno a la sucesión cronológica, establecen entre ellos un diálogo distinto al que tenían en las obras a las que pertenecen y adquieren así un nuevo sentido coherente, una nueva lógica, a lo que contribuye decisivamente la decisión de eliminar en el cuerpo del libro la referencia a los títulos de los que proceden.

Y así, tras un fragmento de Diario de Argónida aparece otro de Dos días de septiembre, y a este le suceden textos de Ágata ojo de gato, Laberinto de fortuna, Descrédito del héroe, Toda la noche oyeron pasar pájaros o Entreguerras.

De esa manera Fábula y memoria propone un nuevo itinerario de lectura, un mapa alternativo de la obra de Caballero Bonald, que en estas seis décadas ha llevado a cabo una obcecada y admirable labor de construcción de un mundo propio, de un territorio literario afincado en la memoria y sustanciado en una voz inconfundible.

Una voz proyectada sobre una obra en la que muchas veces el tono y la ambición visionaria se convierten en el centro mismo del texto como acto de lenguaje que construye o inventa una versión de la realidad desde una clara voluntad interrogativa, desde una indagación en la memoria, uno de los pilares centrales sobre los que se sostiene la obra poética y narrativa de Caballero Bonald.

Sobre el entramado irracional de la memoria, la sucesión torrencial de las imágenes construye el mapa de una navegación por la autobiografía vital y literaria del poeta, por su actitud crítica y moral. En el mundo literario, a menudo oscuro y visionario, de Caballero Bonald la memoria se convierte en palabra para recorrer los viejos temas del tiempo y el amor, del mar de Argónida tan central en la mitología atlántica de su autor, que escribe su obra compaginando la sustancia póstuma del recuerdo y la celebración de estar vivo.

Porque en la obra del autor jerezano, en la que conviven belleza y conciencia,  la memoria no cumple una función evocadora sino de indagación, no es tanto recuerdo como conocimiento y exigencia en sus planteamientos estéticos y en su rigor ético. 

Memoria que es el desencadenante del poema, la materia prima que se elabora a través de la construcción verbal, una experiencia creadora en la que confluyen el lenguaje y la vida en un trasvase continuo hacia una nueva forma de conocimiento.

De esa manera, la literatura se plantea como crítica moral, como búsqueda y revelación de lo que desconoce el poeta, como memorial nocturno denso en  contenido, de sostenida tensión verbal y de enorme fuerza sonora, dotada de la intensidad del fulgor y de una carga eléctrica de alto voltaje.

Es el lenguaje como instrumento de introspección y de profundización en el conocimiento de las zonas oscuras de la existencia, de la identidad y la memoria, entre la reflexión, la visión y la melancolía. Caballero Bonald ha ido construyendo así una obra en la que la coherencia de sus dispositivos lingüísticos es solidaria de la resistencia civil y ética. Una literatura que es una forma de insumisión y de iluminación de la realidad.

De todo esto da muestra Argónida, 13 de agosto, una indagación autorreflexiva en la realidad, en la memoria y en la biografía que se puede tomar como uno de esos textos emblemáticos que cifran la obra de Caballero Bonald:

Luciente espejismo que vi 
en los idus de agosto por la linde
crepuscular de la marisma, cerca
del arenal de Argónida,
mientras las monocordes 
dependencias del sueño disputaban
su parte de ficción al predominio
de la brumosa realidad,
¿cómo podría yo olvidarme 
no de lo incierto de esa historia
por nadie atestiguada, 
sino de la razón que me ha asistido 
desde entonces, habitante
de otro espejismo donde sólo
sigue siendo verdad lo que aún no conozco?



Santos Domínguez

24 octubre 2014

Ángel García López. El río de mis ojos


Ángel García López.
El río de mis ojos 
Antología Poética (1963-2013).
Edición y prólogo de Tomás Rodríguez Reyes.
Epílogo de José Jurado Morales. 
La Isla de Siltolá. Colección Arrecifes. Sevilla, 2014.


Esa figura joven, cuyos ojos abarcan todo el cielo y el mundo,
extiende su piel blanca, que es la misma hermosura, al gozoso horizonte;
lapida así la brisa su perfume nocturno al que corre a abrazarse.
Crece en ella a la playa una oculta armonía, un soplo con que enciende 
la dama de la noche que la verja clausura y la huella de pájaros 
que a la luz se resisten sosteniendo el crepúsculo.

Así comienza Mientras suena la lluvia sobre el ala de un pájaro, un poema inédito de Ángel García López perteneciente al libro Última Arcadia.

Aparece en la antología poética El río de mis ojos, que acaba de publicar en su colección Arrecifes La Isla de Siltolá con edición y prólogo de Tomás Rodríguez Reyes y epílogo de José Jurado Morales.

Una antología que recoge cincuenta años de poesía en torno un eje temático, el Sur como “territorio de resonancias -explica Tomás Rodríguez Reyes- que no abandona en ninguno de sus libros.” 

Los atributos fundamentales de ese tema están también en ese poema inédito: el mar, la luz, el cielo, la infancia, los pájaros, el mito y la memoria proyectados en el paisaje atlántico.

Ese hecho confirma la coherencia de la poesía de Ángel García López, que por encima o por debajo de su variedad temática y estilística responde a una profunda unidad.

Se trata, como señala el antólogo, de “una poética del espacio, una ensoñación individual que se funde, a la manera romántica, con el paisaje mismo.”

En el epílogo, José Jurado Morales subraya “la singularidad de un poeta que ha vivido y vive para la poesía con la clara conciencia de que un escritor forma parte una larga tradición de maestros, con la convicción de que en el principio -también en el origen de la literatura- fue el verbo, y con la firme voluntad de alcanzar la belleza a partir de la construcción artística de lenguaje.”

Lo refleja García López en uno de los Veinte apuntes para una poética, que no se reeditaban desde 1980 y que se incorporan en esta edición.

En uno de ellos describe el poeta el objeto de su escritura: 

Belleza-verdad-hombre, todo unido. Belleza, don posible, que niega y se rehúye y, al fin, frágil, se entrega.

A la diversidad temática y a la riqueza estilística de la poesía de García López se suma, como en su maestro Gerardo Diego, la coexistencia armónica de lo antiguo y lo moderno, del rigor métrico y la libertad del verso libre, de la contención clásica del soneto y el desbordamiento expresivo del versículo.

Con tonos distintos, conviven en esta poesía la expresión directa y la metáfora elaborada, la melancolía de Elegía en Astaroth y la exaltación del presente de Auto de fe, la elegía de Memoria amarga de mí y la oda de Mester andalusí. 

Y hasta de vez en cuando la sátira, como en este divertido soneto de Ópera bufa, una crítica ácida e intemporal del mundillo literario y sus envidias. Un soneto que podría haberse escrito en el XVII o pasado mañana:

RECETA DE PACIENCIA Y DE CONSUELO 
CON QUE SANARSE DE LA ENVIDIA PUTA 


Anónimo gaditano, siglo XX 

Te embisten por la espalda dos pitones.
Cornudo, ¿qué hice yo? Cuando parece 
lograste el quite, el toro más se crece
buscando el bulto de los pantalones.

Y cuando piensas que acabó, montones:
media docena, una docena, trece,
catorce, quince... Y siempre otro aparece 
para asestarte un par de cornalones.

Y todo porque ven tu escribanía 
con éxito. Si tonto, Fabio, fueras 
ninguno te envidiara, ni uno solo 

así que tú a tu cosa, a tu poesía.
Mándalos al carajo por gaoneras.
Y que te sigan ordeñando el bolo.


Santos Domínguez

23 octubre 2014

Joan Vinyoli. La mano del fuego



Joan Vinyoli.
La mano del fuego.
Edición y prólogo de Jordi Llavina.
Traducción de Carlos Vitale.
Candaya. Barcelona, 2014.

Soy un alto horno lleno de mineral 
que se vuelve líquido fuego, ardor vivo. 
La sangre de hielo, hace poco muda y cautiva, 
corre bullendo cantando su caudal. 

El astro ya muerto y el árbol y el animal 
que soy en uno la mano del fuego separa. 
La escoria encima, el resto se ha hecho clara, 
rica materia para lo más alto 

que yo no sé pero que me convierte otra vez 
en comienzo, lóbrego sollozo primero, 
paso inexperto en el corazón de las tinieblas. 

Tambaleándose aún con ojos de noche, 
por el negro bosque mi voz celebra, 
fulgura mi silencio lleno de grito.

De ese soneto toma su título la espléndida antología bilingüe preparada por Jordi Llavina y traducida por Carlos Vitale con la que Candaya hace una aportación admirable al centenario de Joan Vinyoli (1914-1984), un poeta que como su maestro Carles Riba ha influido no sólo en la poesía catalana del siglo XX, sino en la obra de muchos poetas en castellano.

La obra poética de Vinyoli, “turbadora y luminosa a la vez”, como señala Jordi Llavina en el prólogo, tiene su centro en la experiencia de la temporalidad, en la suma de paisaje y memoria, de meditación sobre la fugacidad y las devastaciones en la voz de quien se vio a sí mismo como un hombre cargado de sombras.

Poesía del correlato objetivo y de la analogía que usa como método de conocimiento la imagen y como forma de expresión la metáfora, conviven en ella la contención expresiva y la reflexión sobre realidades concretas y próximas, como la bola de billar de Juego, un poema de Domini màgic:

Me he vuelto una bola de billar 
de marfil que rueda empujada siempre
por el taco siniestro y, dolorosamente, 
topando contra las bandas del rectángulo, 
es repelida con seca violencia, 
sin parar.
                   Ya no puedo jugar más, retírame 
del fieltro verde, jugador empedernido, 
déjame sentir cómo van cayendo las horas, 
cómo cesan el ruido y el movimiento, 
cómo, inactivo, el marfil se hace cera, 
que fundirá, al final, la mano del fuego.

Es un viaje de ida y vuelta de lo cotidiano a lo metafísico, de lo concreto a lo abstracto, de la contemplación del paisaje a la meditación existencial, un diálogo en el que el poeta se mueve entre la mirada y la reflexión para proyectarse en las cosas.

Y a la vez la realidad se instala en el interior del poeta, que asume así las herencias del Romanticismo y el Simbolismo para integrarlas en su propia experiencia existencial y para enraizar su poesía en la mirada más honda hacia la realidad.

Lo explicaba Vinyoli en el prólogo de uno de sus primeros libros, El callado, de 1956, en pleno auge de la poesía social: “La poesía es siempre simbólica, hasta cuando el poeta se expresa de una forma directa. Si es verdaderamente poeta, alude a otra cosa o realidad espiritual.” Con esa declaración no sólo se desvinculaba del realismo testimonial. En ese mismo prólogo resumía su forma de vivir la poesía “como un misterio casi religioso.”

En medio de un paisaje amenazante con lobos, a través de los gusanos de seda o el gallo de una veleta, de un molino incansable o un tablero de ajedrez y sus juegos / para aplazar la muerte, la actitud de Vinyoli se sitúa en la tradición indagatoria del poeta órfico que ilumina la realidad y huye de las apariencias, en una forma de escritura en la que la palabra evoca, inquiere y no designa mientras corren/los árboles ciegamente hacia la noche.

Esta cuidada antología esencial resume en sus 33 poemas la trayectoria de una escritura a la que Vinyoli se dedicó con intensidad creadora, con rigor y exigencia verbal, con silencios prolongados y cambios que jalonan una obra viva y en constante y coherente evolución, una obra homogénea en la actitud del poeta hacia la palabra, en su intensa relación con la realidad, en la hondura de su lúcida concepción de la poesía.

Y sube una certeza del subsuelo 
como el verdor compacto en primavera.
En la casa impalpable todo se detiene.

Con La mano del fuego, editada con la impecable elegancia habitual en Candaya y con la muy afinada traducción de Carlos Vitale, se ofrece al lector una nueva oportunidad de releer o de descubrir a un poeta imprescindible, autor de una obra que marca una de las cimas de la poesía contemporánea.

Santos Domínguez

22 octubre 2014

Von Rezzori. Sobre el acantilado y otros relatos


Gregor von Rezzori. 
Sobre el acantilado y otros relatos.
Traducción de José Aníbal Campos.
Sexto Piso. Madrid, 2014.

Este año se cumple el centenario del nacimiento de Gregor von Rezzori, un escritor portentoso del que Sexto piso acaba de publicar tres novelas cortas traducidas por José Aníbal Campos en el volumen Sobre el acantilado y otros relatos. Tres obras –El cisne, Sobre el acantilado y “Afanjáuer” o La prolongación del amor por otros medios- que no se habían traducido al español hasta ahora. 

Austríaco, rumano, apátrida y políglota como sus personajes, Gregor von Rezzori (1914-1998) nació en Chernovitz, en la Bukovina, una región del Imperio austrohúngaro, una Babel fecunda y ambigua en la que convivían rusos, judíos, alemanes, rumanos y comunidades de gitanos.

“Tengo la Babel de esta fabulosa tierra en mis oídos: rumano, ucraniano, alemán, yídish, polaco, magiar, armenio...”, diría Von Rezzori de aquella ciudad que inspiró la Chernopol en la que situó la primera de las tres novelas que forman, su monumental La gran trilogía.

Como un extranjero profesional define Magris a Von Rezzori, que se instala en el canon de la tradición austrohúngara con un referente fundamental, el Musil de El hombre sin atributos. Menos epígono que precursor, Von Rezzori evoca y recrea un mundo que había desaparecido definitivamente con el nazismo y la Segunda Guerra Mundial pero que empezó a desaparecer justo en 1914, con el estallido de la Gran Guerra.

Quien se definió como mezclador de épocas reunió en su obra el presente y el pasado, la narración y la memoria para convertirse en espectador distante e irónico de ese mundo crepuscular que Magris llamo exmundo y que está entre la ruina y el humus.

El narrador de sus obras, distante y cercano, escribe desde la ambigüedad de una voz impostada que es también la voz de la memoria personal de su autor, matizada por el tiempo y afectada por la fabulación. De ahí la peculiar mezcla de estilos y enfoques, de épica y lírica, de objetividad y subjetividad, de mirada interior y exterior que recorre estas tres novelas breves de su última época creativa.

La desaparición de un mundo es el telón de fondo de la pérdida de la infancia en El cisne, epílogo tardío a Un armiño en Chernopol, la primera de las obras de La gran trilogía, una novela dedicada a la memoria de su padre, una reconstrucción de su infancia y adolescencia en Chernovitz y una evocación del conocimiento de la muerte y el sexo por parte del narrador adolescente que echa de menos una edad desaparecida para siempre. 

En Sobre el acantilado lo grotesco se impone sobre lo irónico en un relato emparentado con Edipo en Estalingrado y centrado en un artista paranoico -no escritor sino tallista de vírgenes-, obsesionado con las enfermedades venéreas y envuelto en una sorprendente peripecia.

“Afanjáuer” o La prolongación del amor por otros medios es una crítica del terrorismo en Italia en los años 60 y 70 y de la alta burguesía en torno a Villa Rosalia y a un muchacho de buena familia.

Escéptico y apátrida, Von Rezzori vuelve a brillar en estas tres novelas cortas como potente creador de atmósferas con una prosa de enorme calidad, con una mezcla magistral de tensión narrativa y fuerza documental, siempre a medio camino entre la nostalgia y la ironía crítica, con una ambivalencia que proyecta en toda su obra narrativa, que entiende y practica como perfección de la autobiografía. 

Santos Domínguez