12 febrero 2014

Salinger


David Shields y Shane Salerno.
Salinger.
Traducción de Javier Calvo.
Seix Barral. Barcelona, 2014.

“Esta gente no entiende que no soy uno de ellos, que en realidad no soy más que una pura infección purulenta. Me han clasificado como Tipo Inteligente y Callado con un sentido del humor mordaz de esos,”escribía Salinger a Whit Burnett, que había sido su profesor de escritura creativa en la Universidad de Columbia.

Esas palabras, que se recogen en la voluminosa biografía de Salinger que han escrito los periodistas David Shields y Shane Salerno y que publica Seix Barral con traducción de Javier Calvo, podrían resumir la postura del autor de El guardián entre el centeno ante o frente los demás, la incómoda manera de estar en el mundo de un escritor rodeado de misterio y de silencio y apartado voluntaria y tempranamente de la vida pública.

Una biografía que aspira a ser definitiva y que tras nueve años de trabajo aporta una gran cantidad de material inédito, fotografías y cartas a amigos, amantes, compañeros de armas en la Segunda Guerra Mundial y cientos de testimonios y opiniones sobre un autor de obra tan breve como decisiva  y de vida tan opaca que cuando murió en 2010 a los 91 años se había convertido en una leyenda impermeable, como señalan los autores, que añaden:

A diferencia de lo que nos han dicho, no se pasó recluido los últimos cincuenta y cinco años de su vida. Viajó mucho, tuvo muchas aventuras amorosas y amistades de toda la vida, consumió cantidades abundantes de cultura popular y a menudo encarnó muchas de las cosas que él mismo criticaba en su narrativa. Lejos de ser un ermitaño, mantuvo un diálogo constante con el mundo a fin de reafirmar la noción que éste tenía de su reclusión. Lo que él quería era privacidad, pero el silencio literario que trajo consigo su reclusión se ha llegado a asociar tanto con él como El guardián entre el centeno. Se ha hablado mucho de lo difícil que debió de ser para Salinger vivir y trabajar a la sombra del mito, lo cual es innegablemente cierto; pero nosotros mostramos que en gran medida también se dedicó a perpetuarlo.

Tres propósitos explícitos son los que orientan la investigación y el resultado de esta biografía de quien se pasó diez años escribiendo El guardián entre el centeno y el resto de su vida arrepintiéndose de haberla publicado: explicar los motivos de su silencio literario desde 1965, tras escribir una novela de la que se han vendido más de 65 millones de ejemplares en todo el mundo; entender por qué desapareció de la escena y averiguar qué escribió durante los cuarenta y cinco años que duró ese silencio.

Además de recuperar ese abundante material gráfico, literario y epistolar de Salinger el esquivo, los autores han entrevistado a más de doscientas personas que han contribuido decisivamente a la estructura polifónica de esta biografía oral y escrita en la que se ofrecen distintas aproximaciones a la figura hermética del narrador: amigos, amantes, editores, lectores, compañeros de clase o del ejército, detractores o admiradores ofrecen distintas versiones –a veces antagónicas- de una figura tan compleja que requiere esa perspectiva múltiple, no ya para entenderla sino para acercarse a ella, también a través de doce conversaciones con el novelista, que resumen –en palabras de Shields y Salerno-  una serie de encuentros que durante más de medio siglo tuvieron distintos periodistas, fotógrafos, investigadores, fans y parientes con un hombre que nunca dejó de vivir su vida como si fuera un agente del contraespionaje.

Dos claves parecen explicar todo este complicado asunto en torno al autor y su obra: la experiencia traumática del combatiente en la guerra mundial y su incorporación a la doctrina vedanta. Si la primera destruyó al hombre y creó al artista que escribió El guardián entre el centeno y Nueve cuentos, la segunda borró al artista a cambio del equilibrio psíquico que le procuró su actitud de renuncia y desapego.

La raíz de todo parece estar en el estrés postraumático que le produjo su experiencia de la guerra. Por eso la biografía arranca en las playas de Normandía el Día D, con los combates evocados por Salinger y sus compañeros, con los que conoció la realidad íntima y brutal de la guerra y su secuela de muertes y mutilaciones. Ese trauma lo intentó superar en principio con la terapia de una escritura con la que intentaba conjurar la angustia, luego con el aislamiento y con la filosofía hinduista del vedanta, que sirve como clave estructural de las cuatro partes que vertebran esta biografía, que va desde el aprendizaje del dolor a la renuncia al mundo, de quien ya de niño, como recuerda su hermana, “se estaba siempre escapando.”

La relación complicada con su padre, al que definió una vez como “un maleante”; su escaso rendimiento académico, su relación con Oona O’Neill, que se casó con Chaplin poco después de que Salinger se alistara; los inicios difíciles de su actividad literaria, el recuerdo de los combates en el bosque de Hürtgen y la nieve y los cadáveres helados de la batalla de las Ardenas, los campos de exterminio, un defecto físico, su obsesión por las chicas púberes, la polémica recepción de El guardián entre el centeno son algunas de las claves autobiográficas de una vida en las afueras que acabaría reflejando en su narrativa, tan enigmática a veces como su propia existencia, una especie de suicidio lento, como explican los autores.

Pero quizá lo más llamativo de esta obra es la información que se recoge en el último capítulo del libro, titulado Secretos, donde se aporta una relación descriptiva de los cinco libros que Salinger autorizó para que se publiquen con arreglo a un calendario póstumo previsto entre 2015, cuando se cumplan cinco años de su muerte y medio siglo de silencio, y 2020.

A estas alturas ya se han filtrado en las redes de internet tres de los cuentos inéditos que forman parte de ese proyecto ideado por el propio Salinger como parte de su estrategia huidiza.

Santos Domínguez

11 febrero 2014

Carpe noctem



 En tres colecciones –Rescatados, Ensayo y Narrativa- se organiza el incipiente catálogo de la editorial Carpe noctem, que nace con un lema: Literatura de calidad para lectores exigentes.

Con tiradas cortas a precios asequibles y versiones electrónicas que no superan los cuatro euros, han aparecido tres títulos que cumplen el propósito explícito de los editores: publicar obras de autores que exploren “las posibilidades de la ficción y del lenguaje”

Tres títulos para tres maestros de la literatura en español: Rojas Herazo –En noviembre llega el Arzobispo-, Abelardo Castillo –El que tiene sed- y un ensayo sobre Félix Grande, que definió estas dos obras como “dos de las más grandes novelas del siglo XX en lengua castellana.”

En la colección Rescatados el objetivo es recuperar obras descatalogadas, clásicos vigentes que no se han reeditado, como En noviembre llega el Arzobispo, del colombiano Rojas Herazo, maestro de García Márquez e impulsor del realismo mágico.

Una novela de dictador a la que Luis Rosales le puso un prólogo memorable que se recupera también en la edición de una obra que, en palabras del editor, contiene “una de las mejores prosas en castellano de los últimos cien años. Año arriba, año abajo.” Coetánea de Cien años de soledad, esa circunstancia probablemente perjudicó a esta novela protagonizada por el cacique Leocadio Mendieta.

La colección Narrativa tiene como objetivo la edición de textos esenciales no publicados hasta ahora en España. La inaugura Abelardo Castillo, que describió en El que tiene sed una bajada a los infiernos del alcoholismo. Con su prosa potente y cruda, es el portentoso relato de una autodestrucción a través de la figura lúcida y ebria de Esteban Espósito, de su deterioro y su vivencia de la adicción, con un enfoque distante y humorístico que evita el patetismo.

Un espléndido estudio de Pilar Cáceres sobre la poesía de Félix Grande es la primera de las entregas de la colección Ensayo. Lenguaje, memoria y trauma es el título de ese ensayo en torno a esas tres claves radicales, a las fuentes dolorosas de la memoria traumática de las que se nutren las raíces emocionales de la poesía de Félix Grande y el consuelo sanador de la lengua.

Asumiendo el doble reto de editar títulos de calidad a precios asequibles, Carpe noctem no es un proyecto irreflexivo ni una aventura de advenedizos ignorantes. Por el contrario, responde a una idea asentada en un concepto claro de los criterios de calidad  literaria, en el cuidado del catálogo y en una ambición no económica, sino cultural, de reivindicar la vigencia de unos libros en función de su excelencia, no en términos de mercado.

Descatalogados o nunca editados en España, la recuperación de estos textos es una demostración escandalosa de cómo el mercado y el canon han engendrado híbridos monstruosos de material fungible que se olvida en dos semanas.

Santos Domínguez

10 febrero 2014

Chandler. La ventana alta



Raymond Chandler.
La ventana alta.
Epílogo de Robert F. Moss.
Traducción de Juan Manuel Ibeas.
Debolsillo. Barcelona, 2014.

Fue la tercera novela de Raymond Chandler que protagonizó Philip Marlowe. La escribió en 1941, inmediatamente después de Adiós, muñeca, y alternó su redacción con la de La dama del lago.

Tras una primera versión que tituló The Brasher Doubloon y que fue rechazada por sus editores, la reescribió y le dio otro aire y otro título, el definitivo La ventana alta, que Debolsillo acaba de publicar con traducción de Juan Manuel Ibeas y un epílogo en el que Robert F. Moss relaciona esta novela con un caso real.

Y aunque no es la mejor novela de Chandler, que alcanzaría su cima en 1953 con El largo adiós, fue un paso más en la configuración del perfil definitivo de ese detective irrepetible que se llama Marlowe.

Con un ritmo rapidísimo, en 36 capítulos breves que funcionan como secuencias cinematográficas, su agilidad narrativa se refleja no solo en la acumulación de sucesos, personajes y cadáveres, sino también en la viveza de unos diálogos convincentes que perfilan cada vez más y mejor la figura de un detective duro y desengañado que se permite –ya al final de la novela- esta ridiculización del método lógico-deductivo que inauguró Poe con C. Auguste Dupin y culminó Sherlock Holmes:

Pues claro. Considerar las evidencias una a una, integrarlas todas en un patrón coherente, añadir algún que otro detalle que me saco de la manga por aquí y por allá, analizar los motivos y los personajes, y presentarlos de un modo totalmente diferente de lo que todo el mundo, incluido yo mismo, pensaba que eran hasta este momento mágico… y, por último, lanzarme en picado, como quien no quiere la cosa, sobre el sospechoso menos prometedor /…/ El cual, en ese momento, se pone pálido como un papel, echa espuma por la boca y se saca una pistola de la oreja derecha.

Frente a ese procedimiento clásico, el de Marlowe es la intuición, que se completa con su habilidad como investigador, con su astucia de francotirador algo quijotesco que se enfrenta desde el desengaño a la corrupción del poder y a una policía sobornada por los políticos.

Nada es lo que parece a primera vista en esta novela: lo que parecía un caso trivial, el hurto doméstico de una valiosa moneda antigua, no es un caso menor, sino que encubre una realidad turbia y unas complicadas relaciones familiares.

Cínico y solidario en un mundo violento y cruel, en una sociedad cuyas claves de funcionamiento son el engaño y la ambición de poder, la simulación y la codicia económica, Marlowe es ya aquí un personaje sólido con un perfil definido que el cine ayudó a consolidar.

La importancia de esta novela la resumió ejemplarmente José Ángel Barrueco con estas palabras que escribió en el viento:  "Es cierto que La ventana alta no está a la altura de su precedente, Adiós, muñeca, pero funciona porque ahí están la ironía de Marlowe, su desencanto frente al mundo, las descripciones exhaustivas y siempre precisas del narrador y, sobre todo, ese mundillo de mujeres fatales, mafiosos y detectives, con unos diálogos magistrales que uno relee con deleite. En esta ocasión, Philip Marlowe es contratado para buscar una moneda robada, lo cual es sólo el hilo de un ovillo de engaños y chantajes que tendrá que resolver."

Santos Domínguez

08 febrero 2014

Pedro Larrea. La orilla libre



Pedro Larrea.
La orilla libre.
Ilustraciones de Cristina Rodríguez García.
Ártese quien pueda. Madrid, 2013.

Cada vez que te desnudas 
la calle padece el crujir de los escaparates.

La ropa de las tiendas 
querría pasarse de moda durante tu cuerpo.

Pero déjame que no te vistas.

Escribe Pedro Larrea en uno de los textos de carácter amoroso que aparecen en La orilla libre, que publica la editorial Ártese quien pueda. 

Es el primer libro de un poeta que había dado ya algunos anticipos de textos sueltos en revistas convencionales –todo lo convencional que puede ser la poesía- y en algunos lugares del ciberespacio. 

Casi inaccesibles o con escasa difusión en uno u otro formato, es ahora cuando Pedro Larrea da una muestra amplia y heterogénea –tal vez demasiado heterogénea- de su mundo poético en seis secciones en las que conviven diversas propuestas rítmicas y estilísticas, desde el fragmento al verso libre, pasando por el soneto y sus endecasílabos disciplinados o por el arte menor asonantado.

Pero eso no es más que la piel superficial de un libro lleno de sacudidas verbales y de ímpetu visionario, de rupturas creativas con la norma, de ambición imaginativa y hallazgos expresivos.

Los textos de La orilla libre habitan un territorio poético que está muy lejos del vuelo bajo y de la prosaica trivialidad expresiva o de la ocurrencia burbujeante y sin sentido.

Porque muchos de estos poemas son el resultado de la convergencia de una mirada y una palabra que se cruzan para dar como resultado otra manera de observar y entender el mundo. 

Una propuesta que sólo puede desarrollarse en el cauce expresivo de una poesía tan frecuente en destellos como estos:

(sobre un poema de Carl Sandburg)

Puede que no haya mejor
imagen del tiempo que esta:
en un puerto, un gato y niebla.
Pero a Carl se le olvidó
aclarar que el gato era
otra cosa que la niebla
misma, y que aquella ciudad
era más vieja que el mar.
Así está bien. Un maullido
flota, un vapor ronronea.
El gato explica la niebla
como el tiempo el infinito.

Santos Domínguez

07 febrero 2014

Esther Ramón. Caza con hurones


Esther Ramón.
Caza con hurones.
Icaria. Barcelona, 2013.

Para no dormirse
con ojos de asesino
y matar conejos
con las manos del sueño,
decidió clavarse la hoja
del helecho,
acercó la sombra
de su palma extendida
a la otra sombra,
y dolía más
que el dolor.

Con esos versos elabora Esther Ramón el poema Punición, que forma parte de su Caza con hurones (Icaria).

Como esa caza con hurones, la poesía tiene mucho de cerco furtivo en busca de la presa. Y como el hurón, así también el poeta explora en las galerías subterráneas, escruta en lo oculto, escribe unos textos que bucean en lo profundo con una mirada poética en la que se funden el cazador y la presa, el sujeto y el objeto, el que mira y lo mirado.

Organizado en tres secciones que construyen una secuencia de desarrollo del sentido del texto, Caza con hurones es un libro intensamente unitario en el que Esther Ramón habla de la vida y la muerte desde la vigilia y desde el sueño, evoca el mundo real y el imaginado, la reflexión y lo inconsciente, la mirada y las revelaciones.

Cargados de elipsis evocadoras, de potencia expresiva y de capacidad de sugerencia, sus poemas inquietantes y telúricos se mueven en un territorio en el que conviven lo vivo y lo muerto, lo inerte y lo que respira oculto en el secreto de un túnel.

Caza con hurones es un libro ambicioso, a la vez claustrofóbico y aéreo, un libro lleno de sombra, pero también de luz y de agua, de espacios abiertos y cerrados, de encierro y vuelo, de estancamiento y fluencia, de temporalidad e inmovilidad:

y escarba lejanías 
donde fue mirlo
y existieron batidas
en la fronda, 
caídas del aire, 
desde abajo.


Santos Domínguez

06 febrero 2014

Cantos : & : Ucronías




Miguel Ángel Muñoz Sanjuán.
Cantos : & : Ucronías.
Calambur Poesía. Madrid, 2013.


La de Miguel Ángel Muñoz Sanjuán es una de las voces más personales y ambiciosas de la poesía española actual. Visionaria y arriesgada, alejada de cualquier canon, Cantos : & : Ucronías, que publica Calambur, es un nuevo salto sin red y hacia delante, hacia el vértigo de la palabra y la imagen, una invitación a explorar un territorio poético que, como enseñó Mallarmé, se construye con palabras, no con ideas.

Palabras que -en la frontera de lo discursivo, en las afueras de la comunicación convencional y en las antípodas del lenguaje utilitario- cuestionan los límites de la propia poesía y, como las trompetas bíblicas, rompen las murallas de la ciudad sumisa de la prosa y la costumbre con un impulso que nos cita a nuestro pesar: que nos precisa con idiomas que no comprendemos: con ojos que ya nos miraron cuando aún no éramos este ahora.

Santos Domínguez

05 febrero 2014

Isidore Ducasse. Poesías


Isidore Ducasse.
Conde de Lautréamont.
Poesías.
Traducción, prólogo y notas
de Ángel Pariente.
Renacimiento. Sevilla, 2014.

No acepto el mal. El hombre es perfecto. El alma no muere. El progreso existe. El bien es irreductible. Los anticristos, los ángeles acusadores, las penas eternas, las religiones son el producto de la duda.

Ese fragmento forma parte de las Poesías de Isidore Ducasse que Renacimiento publica en una nueva edición bilingüe corregida y aumentada con traducción, prólogo y notas de Ángel Pariente, quizá el mejor especialista español en la obra del autor Los Cantos de Maldoror, de los que hizo una espléndida traducción en Alianza.

Aunque las escribió a la vez que los Cantos o muy poco después, nada tienen que ver las Poesías con los Cantos, ni siquiera la firma. Si en estos Ducasse utilizó el seudónimo de Conde de Lautréamont, las Poesías las editó con su verdadero nombre.

Frente al frenesí demoníaco y visionario del ángel de las tinieblas que concibe los Cantos, las Poesías son una propuesta burguesa, moralista y reaccionaria; frente al ímpetu creador de la locura y el arrebato, todo es control y freno en estas Poesías que Ducasse publicó en dos fascículos en abril y junio de 1870, pocos meses antes de morir y solo un año después de Los Cantos de Maldoror y sus letales frutos amargos.

Aquellos fascículos no se distribuyeron y hasta medio siglo después no aparece, con una nota previa de André Breton, la edición completa de estas Poesías que trazan una imagen muy distinta de la del autor de los Cantos y que en sus textos equívocos –la expresión es de Ángel Pariente- revelan un radical cambio de rumbo, un arrepentimiento opaco o una enigmática contradicción que Ducasse reconoce ya en la declaración preliminar:

Sustituyo la melancolía  por el valor, la duda por la certeza, la desesperación por la esperanza, la maldad por la bondad, las lamentaciones por el deber, el escepticismo por la fe, los sofismas por la indiferencia de la calma y el orgullo por la modestia.  

Y desde luego, si Maldoror era una bajada a los infiernos de la locura y del mal, estos prosaicos fragmentos –así los llama el propio poeta- son una caída en la intensidad expresiva de aquellos Cantos de expresión desatada que hicieron de Lautréamont un profeta del superrealismo.

Nada que ver con este Ducasse antimoderno que escribe en las Poesías cosas como estas:

La melancolía y la tristeza son ya el comienzo de la duda; la duda es el comienzo de la desesperación; la desesperación es el comienzo cruel de los diferentes grados de la maldad.

La poesía no es la tempestad, ni tampoco el ciclón. Es un río fértil y majestuoso.

Algunos espíritus excesivamente inteligentes /…/ se han arrojado, irreflexivamente, en brazos del mal.

Hay más verdades que errores, más buenas cualidades que malas, más placeres que penas.
  
Un poeta debe ser más útil que ningún otro ciudadano de su tribu.

Colocad una pluma de ganso en la mano de un moralista que sea un escritor de primer orden. Será superior a los poetas.

Santos Domínguez

03 febrero 2014

Virginia Woolf. Orlando



Virginia Woolf.
Orlando. 
Traducción de Jorge Luis Borges.
Lumen. Barcelona, 2014.

Aunque Virginia Woolf la escribió en 1928 como un divertimento, como a writer's holiday para descansar tras terminar la redacción de Al faro, Orlando es una de las obras mayores de su autora, “la más intensa de Virginia Woolf y una de las más singulares y desesperantes de nuestra época”, en palabras de Jorge Luis Borges, que la tradujo en 1937 por encargo de Silvina Ocampo.

Asequible y cercana, luminosa y fascinante, es la obra de Virginia Woolf más fácil para el lector y fue su obra más vendida. La planteó como una falsa biografía, inspirada en parte en la figura de su más que amiga Vita Sackville-West, a la que dedicó esta novela sobre un personaje que vive casi cuatro siglos ajeno al tiempo, a las convenciones sociales y a las diferencias entre sexos. 

Hombre hasta los treinta años, convertido luego en mujer, este andrógino contemporáneo de Shakespeare, favorito de la reina Isabel I, atraviesa las épocas –vive también en el reinado de Jacobo I, en el XVIII, en la época victoriana y en la Primera Guerra Mundial. 

No envejezcas, le pide la reina Isabel al personaje que protagoniza este juego vitalista e imaginativo, lleno de ambigüedad sexual y feliz de travestirse. A través de su biografía Virginia Woolf critica la sociedad patriarcal y reflexiona sobre la identidad personal de un personaje que cuando cambia de sexo al despertar de un largo sueño siente que sigue siendo la misma persona, sin ninguna diferencia más allá del cambio de sexo, una situación que modificaba su porvenir, no su identidad.

En su traducción, que es la que Lumen reedita en este volumen, Borges modificó la perspectiva del narrador, pero hizo algo peor, lo peor que puede hacer un traductor: tergiversó el espíritu del texto original al convertir la reivindicación feminista en una muestra de literatura fantástica. 

Y sin embargo, esta traducción tiene una importancia decisiva en la modernización de la narrativa hispanoamericana, que asimila el enfoque fantástico de descripciones tan espléndidas como esta inolvidable evocación de La Gran Helada, que parece presagiar, cuarenta años antes, algún episodio de Cien años de soledad:

La Gran Helada fue, los historiadores lo dicen, la más severa que ha afligido estas islas. Los pájaros se helaban en el aire y se venían al suelo como una piedra. En Norwich una aldeana rozagante quiso cruzar la calle y, al azotarla el viento helado en la esquina, varios testigos presenciales vieron que se hizo polvo y fue aventada sobre los techos. La mortandad de rebaños y de ganados fue enorme. Se congelaban los cadáveres y no los podían arrancar de las sábanas. No era raro encontrar una piara entera de cerdos helada en el camino. Los campos estaban llenos de pastores, labradores, yuntas de caballos y muchachos reducidos a espantapájaros paralizados en un acto preciso, uno con los dedos en la nariz, otro con la botella en los labios, un tercero con una piedra levantada para arrojarla a un cuervo que estaba como disecado en un cerco. Era tan extraordinario el rigor de la helada que a veces ocurría una especie de petrificación; y era general suponer que el notable aumento de rocas en determinados puntos de Derbyshire se debía, no a una erupción (porque no la hubo), sino a la solidificación de viandantes infortunados que habían sido convertidos literalmente en piedra. La Iglesia pudo prestar poca ayuda y, aunque algunos propietarios hicieron bendecir esas reliquias, la mayoría las habilitó para mojones, postes para rascarse las ovejas, o, cuando la forma de la piedra lo permitía, bebederos para las vacas, empleo que desempeñan, en general admirablemente, hasta el día de hoy.

Un día de hoy, añadiríamos, en el que Orlando y su ambiguo protagonista siguen sin envejecer, inmunes al tiempo, como los clásicos mejores.

Santos Domínguez

02 febrero 2014

Orwell. Ensayos


George Orwell.
Ensayos.
Prólogo de Irene Lozano.
Varios traductores.
Debate. Barcelona, 2013.

En un impresionante y asequible volumen de casi mil páginas, Debate reúne una amplia selección de ensayos y artículos de George Orwell. Organizados cronológicamente y presentados por una introducción –Un hombre decente- de Irene Lozano, se reúnen en este libro textos escritos entre 1928 y 1949, en versiones firmadas por traductores tan prestigiosos como Miguel Martínez-Lage, Manuel Cuesta o Miguel Temprano García.

La literatura y la política, la sociedad y los libros, la cultura y la ideología son algunos de los ejes en torno a los que se articulan estos ensayos que revelan la amplitud de intereses intelectuales de una de las mentes más lúcidas, independientes y contradictorias de la primera mitad del siglo XX, una época tan compleja como las posturas ideológicas de Orwell.

Su rigor intelectual y su capacidad de análisis intentan poner orden en un mundo como aquel, tan confuso en lo cultural y tan violento en lo político que está marcado – como el propio Orwell- por tres conflictos bélicos tan brutales como las dos guerras mundiales y la guerra civil en España.

De la confluencia de esos diversos intereses intelectuales orwellianos en estos ensayos dan fe ensayos breves –o artículos largos si se prefiere- como Literatura y totalitarismo o La literatura y la izquierda, de una agudeza crítica que brilla también en el magnífico ensayo sobre Dickens, en la dura reseña de los Cuatro cuartetos de T. S. Eliot o en el análisis de la figura de Lear a la luz de un panfleto lamentable de Tolstói contra Shakespeare.

Santos Domínguez

01 febrero 2014

En el bosque, bajo los cerezos en flor


Ango Sakaguchi.
En el bosque, bajo los cerezos en flor.
Traducción de Susana Hayashi.
Epílogo de Jesús Palacios.
Satori. Gijón, 2013.


Con un epílogo de Jesús Palacios, experto en terror japonés, Satori publica En el bosque, bajo los cerezos en flor, un volumen que toma su título del primero de los tres relatos de Ango Sakaguchi (1906-1955) que ha traducido Susana Hayashi.

Encabezados por esa obra maestra del terror contemporáneo en la literatura japonesa, estos tres relatos inéditos hasta ahora en español componen un conjunto en el que la opresión convive con el lirismo y la potencia del lenguaje es el cauce de expresión de lo fantástico y del “terror casi cósmico” del que habla el autor del epílogo.

Una mezcla explosiva de lo grotesco y lo macabro, de la locura y la muerte para expresar un horror que –heredero de la concepción de Poe- surge del interior de los personajes más que de la escenografía. Con este título inaugura Satori su nueva colección Satori Ficción. 

Santos Domínguez

31 enero 2014

Carlos Pujol. Magníficat


Carlos Pujol.
Magníficat.
Cálamo Poesía. Palencia, 2013.


Mantegna me pintó en la dormición,
digamos mi serena despedida,
junto a un gran ventanal abierto al cielo
con barcas en el río y nubes blancas.
Entre cirios y palmas, los apóstoles
me rodean cantando y uno inciensa
mi cuerpo abandonado.
Es una imagen contenida y grave,
en mi rostro, arañado por arrugas,
puso el artista dignidad, belleza
de la vejez que cierra al fin los ojos
para mirar a Dios.

Ese espléndido poema, en el que la Virgen contempla el cuadro en el que Mantegna imaginó su muerte, pertenece a Magníficat, uno de los libros que Carlos Pujol dejó inéditos. 

Es el segundo de sus póstumos que publica Cálamo, ahora que se cumplen dos años de la muerte del poeta y tiene como eje la figura de la Virgen, a quien atribuye el evangelio de Lucas (1:46-55) un canto de alabanza (Magnificat anima mea Dominum) de cuya primera palabra procede el nombre de la oración hímnica que da título al libro.

Una oración que en la Liturgia de las horas se reza en las vísperas y que ha dado lugar a una inverosímil atribución a la Virgen, que sería así no solo el sujeto lírico, sino la autora del texto.

Como el evangelista, como Rilke en algún delicado poema, Carlos Pujol cede la voz en los mejores textos de este libro a aquella reina de la paciencia que no está en la letanía, a la protectora de los débiles (Sobre todo me ocupo / de los desesperado), que evoca con asombro el episodio de la anunciación en uno de los momentos más altos de la obra:

Era inimaginable, de repente
se encendió la mañana con colores 
que nunca había visto. El huerto fue 
una inmovilidad de sol y espera.
Sin músicas, los coros celestiales
callaron para oír al enviado.
Después de su saludo sorprendente
(rebosante de gracia me llamó),
si no lo entendí mal
preguntaba pidiéndome permiso.
Durante unos instantes todo el peso 
de los planes de Dios
cayó sobre mis hombros.
Y el tiempo, en apariencia inalterable
reemprendió su camino,
el lento discurrir de cada día.

Esa misma desorientación humilde, ese asombro compartido con la voz del poeta en otros textos, persiste en el recuerdo de la huida (Cuando huimos a Egipto parecía / que aquel era un camino interminable), en la madre desbordada ante los Magos que los visitan  (y al irse reverentes y perplejos / me llamaron Señora (¡esa era yo!), en la promotora de un primer milagro (Dije: No tienen vino /.../ Lo demás de Caná ya lo sabéis), en el dolor contenido cuando oye la profecía de la pasión  (y añadió que una espada / iba a herirme con el mayor dolor).

Es frecuente en la tradición del arte religioso que el autor –poeta, pintor, escultor de retablos- incorpore su figura a la obra en una especie de firma de artista o el autorretrato piadoso del donante. Como en él coinciden esas dos condiciones, eso es lo que hace también Carlos Pujol en el poema especular que cierra el libro, en el que dice la Virgen:

Érase un niño muy zarandeado 
en un tiempo de guerras y más guerras.
Es posible que guarde en la memoria 
demasiado estropicio y fantasía, 
muchas contradicciones y la música 
que parece imposible del ayer.
Ahora ha escrito para mí estos versos.

Santos Domínguez




30 enero 2014

De un lector que cuenta


Robert Saladrigas.
De un lector que cuenta.
Menoscuarto. Palencia, 2013.

Impresiones sobre la narrativa extranjera contemporánea. De Thomas Mann a Jonathan Franzen es el elocuente subtítulo del volumen que publica Menoscuarto, que reúne una selección de las reseñas que Robert Saladrigas ha venido publicando desde 1983 en los suplementos Libros y Cultura/s, además de algunas introducciones a libros de Círculo de Lectores

Reunidas ahora en un libro que las ordena en función de la fecha de la obra comentada, el conjunto traza un panorama global de la narrativa contemporánea en el que no falta ninguno de los narradores fundamentales de los últimos cien años: desde clásicos del siglo pasado, como Thomas Mann, Hermann Broch, Musil, Faulkner, Hemingway, Canetti, Saul Bellow o Italo Calvino hasta los más recientes Sebald, Magris, Coetzee, Cormac McCarthy, Philip Roth, DeLillo, Alice Munro, Ian McEwan, Patrick Modiano o Michel Houellebecq

Dos imprescindibles índices –uno de autores y otro de obras reseñadas- completan una inmejorable guía de lecturas ofrecida por uno de los críticos más lúcidos y fiables del panorama español. El relato de un lector que cuenta.

Santos Domínguez

29 enero 2014

Una historia secreta de la consciencia



Gary Lachman.
Una historia secreta de la consciencia.
Traducción de Isabel Margelí.
Imaginatio vera. Atalanta. Vilaür, 2013.

Frente a los cuatro últimos siglos de hipótesis cientifistas que degradan la consciencia y reducen su realidad a una cuestión de átomos o desdeñan la subjetividad para explicar que la identidad no es más que una ilusión inconsistente, el producto del comportamiento de las células nerviosas en una conexión de leyes moleculares, Gary Lachman explora en Una historia secreta de la consciencia una corriente clandestina del pensamiento occidental que propone una respuesta diferente, defiende la importancia de la consciencia y la rescata del monopolio de las propuestas científicas y académicas.

A través de las teorías psicológicas de William James, de las conjeturas del tiempo subjetivo de Bergson, del superhombre de Nietzsche o de la antroposofía de Rudolf Stein, se da una vuelta de tuerca a las teorías kantianas y se rescata la tradición metafísica, esotérica o espiritualista, que aunque antigua se revitaliza en el contexto irracionalista con el que nace el siglo XX, un momento en el que confluyeron el conocimiento y la especulación de la mano de la ciencia, la filosofía y el esoterismo.

Lo importante es integrar aquello que la ciencia nos cuenta sobre cerebro y mente en una perspectiva más amplia, en una imagen más grande de la historia de la humanidad y en una visión más extensa de su futuro, explica Lachman, que publicó hace diez años este libro que ahora edita Atalanta con traducción de Isabel Margelí.

Santos Domínguez

28 enero 2014

Kerouac y la generación beat



Jean-François Duval.
Kerouac y la generación beat.
Traducción de Francesc Rovira.
Anagrama. Barcelona, 2013.

Un espléndido acercamiento a Jack Kerouac, el running Proust, como lo llama Jean-François Duval en la introducción a este volumen de entrevistas que publica Anagrama en su colección Crónicas, con traducción de Francesc Rovira.

A lo largo de dos décadas, Duval mantuvo una serie de encuentros con personajes fundamentales de aquella generación beat: desde el poeta Allen Ginsberg, el gurú que se convirtió con Aullido en la voz poética del movimiento, hasta Ken Kesey, cobaya del LSD y autor de Alguien voló sobre el nido del cuco. Media docena de entrevistas que incluyen a Carolyn Cassady, amante de Kerouac y mujer de Neal Cassady o a Timothy Leary, profesor de Harvard y profeta de la psicodelia en los años sesenta.

El conjunto de esas entrevistas compone un mosaico vivísimo de la contracultura norteamericana y un retrato complejo y poliédrico del autor de la novela On the road, la Biblia beatnik, y de su bajada a los infiernos de la droga y el alcohol.

Santos Domínguez

27 enero 2014

Juan Ramón Jiménez. Por obra del instante


Juan Ramón Jiménez.
Por obra del instante.
Entrevistas. 
Edición de Soledad González Ródenas.
Fundación José Manuel Lara. 
Centro de Estudios Andaluces.
Sevilla, 2013.

La Fundación José Manuel Lara edita con la colaboración del Centro de Estudios Andaluces un volumen que recupera todas las entrevistas realizadas a Juan Ramón Jiménez que permanecían dispersas y no se habían reunido hasta ahora en un libro.

Un volumen, titulado Por obra del instante, que ha sido preparado por Soledad González Ródenas, responsable también de la edición revisada de Guerra en España, que ha recopilado casi noventa textos que, organizados cronológicamente entre 1901 y 1958, desde los años de Moguer a los del exilio, desde la época sensitiva a la suficiente, confirman que Juan Ramón es seguramente el poeta más entrevistado de la literatura española.  

"Preguntario" era el epígrafe en el que pensó alguna vez Juan Ramón para agrupar en un volumen complementario de su obra las entrevistas y cuestionarios que iba anotando al margen y ordenando en una carpeta que está actualmente en la Sala Zenobia-Juan Ramón de la Universidad de Puerto Rico.

Cansinos Assens, Gómez de la Serna, Giménez Caballero, Alberti, Muñoz Rojas o Lezama Lima son algunos de los autores de estas entrevistas que sirven de complemento de las Conversaciones con Ricardo Gullón o del Juan Ramón de viva voz de Juan Guerrero Ruiz y dan cuenta de la personalidad compleja del poeta y de su evolución personal y estética.

Es posible apreciar una autenticidad progresiva en las respuestas de Juan Ramón Jiménez. A partir de un determinado momento, el poeta –cada vez más seguro de sí mismo y de su obra- se olvida de lo que hoy llamamos la corrección política y entonces, más castizamente, poner paños calientes, para manifestar abiertamente sus ideas políticas, para definirse como “comunista individualista”, para denunciar que "esto de las antologías con poetas vivos me parece política. Con la poesía se hace política, aunque no lo parezca" o para afirmar: “mi amor a la libertad no se hipoteca con prebendas, sino que es un sentimiento esencial.” 

Esa autenticidad no se traduce necesariamente en dureza, aunque sí en una independencia de criterio que explica cuando le preguntan por su vida literaria: "Vida literaria ninguna, pues es bastante fastidiosa, a mi modo de pensar. La paso muchísimo mejor en la terraza de esta mi torre."

Aunque lo más frecuente son sus opiniones literarias ("La poesía es la esencia de la cultura") o los juicios que hace con la dureza de la honestidad sobre otros escritores, aunque con el tiempo se irá templando. A los mayores que él: al "arcaico" Valle; al "retórico" Machado; a un Baroja que "escribe mal"; a un Unamuno que "es un gran espíritu, pero no tiene amor a la belleza y hace cosas horribles, pero es un hombre que arde"o a Azorín, al que fue a devolver personalmente un libro que le había dedicado y describe su casa, "una de esas casas que huelen a cocido madrileño y a pis de gato". En su mesilla de noche vio -y lo utilizó para describir al escritor a través de la decoración de su casa- el negrito de escayola que anunciaba el café torrefacto La Estrella.

No tenía mejor opinión de Ortega: "un buen comentarista, sin obra creadora, un catedrático con talento. Hoy es cosa parada. Ya no hace más" o de D'Ors, con quien no quiso compartir vecindad y del que decía que era "un hábil dilettante" que "terminará bailando la rumba en Cuenca."

Y habla de los más jóvenes: "Luego hay un grupo Guillén, Salinas, etc. a los que yo llamaría 'poetas voluntarios'. Viven a fuerza de ocultación y andamiaje. No tienen invención ni acento. Ellos eligen un tema, y como tienen talento, hacen una cosa que está muy bien literariamente pero que no es poesía." No andaban muy lejos de esa referencia los miembros de "la sociedad poética Eco, Timo & Truco, ilustres de segunda mano." Ni sus "calumniadores ruines, vividores circunstanciales (Bergamín, Salinas, Guillén, etc.)"

Pero la recopilación en estas casi quinientas páginas de material efímero y disperso no sólo transmite la imagen sucesiva de Juan Ramón en la estación total de su poesía, su frecuente elegancia, su tristeza a veces corrosiva como sus respuestas, sus juicios arbitrarios, sus manías y sus obsesiones, una cercanía que desmiente su fama distante o la aspereza sin contemplaciones de algunas de sus respuestas, de "una sinceridad arriesgada, descarnada hasta lo hiriente", como señala Soledad González Ródenas.

Estos textos nos devuelven también la imagen del entrevistador: el retintín que sigue resonando en las palabras de Cansinos o de Gómez de la Serna; la agresiva descripción hecha a navaja de un esperpéntico Giménez Caballero, que le busca la espiritrompa lírica y la reconoce en "la pelambre, de una oleosidad exquisita" de la barba.

Por contra, aparece la admiración de Ramón Gaya, que en 1928 presenta así la capacidad de Juan Ramón como conversador: "No habla lento, pero habla ordenado, no se precipita nunca y sabe darle a su voz las lejanías y los segundos términos que necesita: hace ir y venir su voz como una pieza musical de Haendel, como en una pieza musical de Bach."

O la imagen admirable de un Lezama Lima que le entrevista en dos ocasiones -una de ellas es una larga e imprescindible conversación de junio de 1937- y le atribuye cosas que el poeta no ha dicho, pero con tanta calidad que Juan Ramón decide asumirlas como propias. Ese texto asombroso, elaborado por Lezama, es con diferencia no sólo la mejor entrevista del libro. Sus veinte páginas componen también la mejor de todas las que le hicieron a lo largo de su vida.

Aunque lo tituló como entrevista, el cuestionario que le propuso el periodista portorriqueño Juan Bertoli Rangel genera una larga y muy interesante declaración de Juan Ramón que se publicó en Nueva York en febrero de 1953.

Dos apéndices –uno con cinco borradores de cuestionarios que no llegaron a publicarse y otro con cuatro entrevistas a Zenobia- completan este espléndido volumen que se cierra con un muy útil índice onomástico.

Santos Domínguez

26 enero 2014

Vila-Matas. El mal de Montano



Enrique Vila-Matas.
El mal de Montano.
Debolsillo. Barcelona 2013.

Con una estructura novelística sin precedentes en la tradición, Enrique Vila-Matas escribe en El mal de Montano, que reedita ahora Debolsillo, su novela más importante, la historia de un Quijote contemporáneo. Evocado por su padre narrador y crítico literario, la conversión en un ágrafo trágico del joven Montano que a finales del siglo pasado se convierte en un escritor bloqueado en lucha contra molinos y encantadores.

Además de una reflexión -a veces paródica- sobre el diario como forma narrativa y sobre el final de la literatura y su pérdida de sentido en el mundo actual, El mal de Montano es la piedra angular de la novelística de Vila-Matas, una obra –la más premiada de las suyas- sobre el doble y el espejo, sobre la enfermedad de la literatura que sufren padre e hijo con distinta fiebre: la de quien tiene que escribir compulsivamente para huir del mundo y sobrevivir a través de un nihilismo alegre que se expresa en el estilo de la felicidad y la del ágrafo que sabe que ya no volverá a escribir.

Novela, diario, diccionario de autores y ensayo de autoficción, Tongoy y una Teoría de Budapest en una espléndida construcción literaria sobre la enfermedad literaria levantada en ese terreno de nadie entre la realidad y la ficción en el que Vila-Matas ha encontrado su espacio propio de reflexión sobre la literatura y la vida.

Santos Domínguez

25 enero 2014

El hijo de Greta Garbo






Francisco Umbral.
El hijo de Greta Garbo.
Prólogo de Miguel García-Posada.
Austral. Barcelona, 2013.

Hace quince años, en 1998, Miguel García-Posada afirmaba en el prólogo a la reedición de El hijo de Greta Garbo que era un libro que no había envejecido desde su primera edición en 1982. Hoy, tres décadas después, se puede seguir diciendo lo mismo de este título que es una de las obras más significativas y más intensamente escritas de Francisco Umbral.

Sin llegar a la emoción irrepetible de esa cima de su obra y de la prosa contemporánea que es Mortal y rosa, El hijo de Greta Garbo es una evocación de la infancia a través de la figura idealizada de su madre, una metáfora de la belleza y de la España vencida.

Si allí era la muerte del hijo el motor de la obra, aquí también la enfermedad y la muerte son el punto de partida y el objetivo final es la recuperación de la memoria personal y de la memoria colectiva de la provincia, porque en Umbral la memoria individual se incardina siempre en la memoria sentimental de la sociedad.

Una memoria en la que confluyen también emociones encontradas y afectos contradictorios, porque hay días en que la soledad es un sarao, como dice la última línea de la novela.

Santos Domínguez

24 enero 2014

Las estaciones del año


Kristijonas Donelaitis.
Las estaciones del año.
Traducción de Carmen Caro.
Renacimiento. Sevilla, 2013.

En su cuidada colección de poesía universal, Renacimiento publica Las estaciones del año, de Kristijonas Donelaitis (1714 –1780), el fundador de la poesía lituana.

Aunque es uno de los textos más traducidos de la literatura lituana y en 1977 fue incluido en el elenco de obras maestras de la literatura europea de la Unesco, esta es la primera traducción al español de ese poema épico de estilo neoclásico y propósito patriótico que fue el resultado de la mentalidad ilustrada y de una clara vocación didáctica proyectada sobre el mundo rural. Unas Geórgicas del XVIII de un Virgilio lituano que estudió teología en Könisberg. 

Con motivo de las próximas conmemoraciones del tercer centenario de Donelaitis, se ha encargado de esta edición, la primera completa que se realiza a una lengua románica, Carmen Caro, profesora dedicada a la enseñanza del castellano en la Universidad de Vilnius.

Santos Domínguez

23 enero 2014

Kenneth Clark. Civilización


Kenneth Clark.
Civilización.
El libro de bolsillo.
Alianza Editorial. Madrid, 2013.

Estoy en el Pont des Arts de París. A un lado del Sena se alza la armoniosa y razonable fachada del Instituto de Francia, construido como colegio universitario alrededor de 1670. En la otra orilla, el Louvre, construido sin interrupción desde la Edad Media hasta el siglo XIX: la arquitectura clásica en su forma más espléndida y serena. Apenas visible río arriba está la catedral de Nôtre Dame, quizá no la más atractiva de las catedrales, pero sí la fachada más rigurosamente intelectual de todo el arte gótico. Las casas que bordean las orillas del río constituyen también una solución humanizada y razonable de lo que la arquitectura urbana debería ser, y frente a ellas, bajo los árboles, están los puestos de libros donde generaciones de estudiantes han encontrado alimento espiritual y generaciones de bibliófilos han cultivado su civilizado pasatiempo. Por este puente, a lo largo de los últimos ciento cincuenta años, los estudiantes de las escuelas de arte de París han corrido al Louvre para estudiar las obras que contiene, y luego de vuelta a sus estudios para charlar y soñar con hacer algo digno de la gran tradición. Y cuántos peregrinos de América, de Henry James para abajo, se habrán detenido en este puente para aspirar el aroma de una cultura de muchos siglos, y se habrán sentido en el corazón mismo de la civilización.(...) ¿Qué es la civilización? No lo sé. No soy capaz de definirla en términos abstractos... todavía... Pero creo que sé reconocerla cuando la veo; y en estos momentos la estoy viendo.

Así comienza el primero de los trece capítulos que sirvieron de guión para Civilisation: A Personal View by Kenneth Clark, la monumental serie que dirigió el historiador de la cultura Kenneth Clark (1903-1983) en la BBC en 1969 y cuya traducción reedita El libro de bolsillo de Alianza Editorial, en una edición profusamente ilustrada, es un espléndido panorama que refleja la visión personal de Clark de la cultura occidental, desde la caída del Imperio Romano hasta mediados del siglo XX.

Una visión global que integra las artes plásticas, la música, la arquitectura, la literatura, filosofía e ingeniería, en una lectura profunda y a la vez divulgativa que abre perspectivas y relaciona épocas, actitudes, manifestaciones artísticas y presupuestos ideológicos. Y, sobre todo, propone una interpretación que une la evolución social a la evolución cultural, de manera que el paisaje urbano, por ejemplo, suscita una interpretación del hombre y de su historia, como revelan afirmaciones como esta: Si yo tuviera que decidir quién dice la verdad sobre una sociedad, si el discurso de un ministro de la vivienda o los edificios efectivamente construidos en su época, me fiaría de los edificios.

Santos Domínguez

22 enero 2014

Pla. Lo que hemos comido



Josep Pla.
Lo que hemos comido.
Prólogo de Manuel Vázquez Montalbán.
Traducción de Pedro Gómez Carrizo.
Austral. Barcelona, 2013.


Desde que todo el mundo se ocupa del futuro no se puede comer una tortilla decente,  escribía Josep Pla en una declaración melancólica que resume el punto de vista  que refleja en Lo que hemos comido, uno de sus libros más imperecederos, reeditado ahora por Austral en formato de bolsillo.

A lo largo de más de cincuenta capítulos, Pla escribe, no un libro de recetas –una de sus primeras advertencias es que no sabe cocinar-, sino un libro sobre la memoria de la vieja cocina familiar. Porque esta obra es una celebración del gusto que mira más al pasado que al futuro y entre la cocina del aceite y la de la mantequilla reivindica el vino tinto, pasa por las sardinas y las tortillas, por el pescadito frito y el tomate, por el cordero y las anguilas  para convocar una fiesta de los sentidos, para hacer una exaltación de la becada y un elogio del pollo con alcachofas. Un libro de cocina que muestra al fondo el paisaje, la vida y la cultura.

Vázquez Montalbán definía a Pla en el prólogo de este libro como “el  profeta de la dieta mediterránea” que expresa en estos artículos su “respeto por las raíces del gusto y se pronuncia a favor de los sabores lo más próximos posibles a la desnudez natural de las materias primas. Es un sibarita que apuesta por la cultura del placer de comer bien.”

Pero lo que era Pla sobre todas esas cosas es un magnífico escritor de estilo jugoso y prosa bien condimentada, un “punto de vista ambulante con boina” –en palabras de Vázquez Montalbán-, un payés que cuando tenía que definir su estado en los impresos, en lugar de poner "soltero" escribía “ligeramente alcohólico.”

Santos Domínguez