16 diciembre 2013

Navidades de libro. Regalo




Umberto Eco.
Historia de las tierras y los lugares legendarios.
Traducción de Maria Pons Irazazábal
Lumen. Barcelona, 2013.


El último libro de Umberto Eco, cuya edición original apareció este mismo año en Italia, se publica en español de la mano de Lumen en una espectacular edición que en su texto y en sus cientos de ilustraciones está a la altura de los lugares prodigiosos que constituyen su objeto.

Desde la imagen de una Tierra plana a lugares novelescos como la isla Sonante, Xanadú, el castillo de If o Baker Street, esta Historia de las tierras y los lugares legendarios es un recorrido por los territorios prodigiosos que ha ido construyendo la inventiva de los hombres con leyendas milenarias o con creaciones modernas que se han instalado en el imaginario occidental. 


Espacios lejanos e inexplorados que, desde los libros proféticos del Antiguo Testamento a Los viajes de Gulliver, desde las leyendas del Grial a los comics y desde los poemas homéricos a los mapas antiguos o la ciencia ficción, alimentan las narraciones y provocan las abundantes representaciones plásticas de las que este volumen ofrece una muestra muy significativa.



Entre la mitología, la religión y la literatura, tres manifestaciones de la imaginación que ha generado lugares de quimera y espacios de utopía como el Paraíso terrenal, El Dorado o el Jardín de las Hespérides, la Última Thule o Jauja, este volumen contiene un impresionante despliegue gráfico, un atlas de espacios legendarios cuya extensión varía desde la de continentes como la Atlántida hasta el palacio que Calvino imaginó en el centro de Fedora.





Alexandre Dumas. 
Los mosqueteros. 
Traducción, introducción y notas 
de Javier La Orden Trimollet. 
Bibliotheca Avrea Cátedra. Madrid, 2013.

Con un espléndido texto de solapa -El oso que juega- se presenta el volumen Los mosqueteros (Los tres mosqueteros. Veinte años después) que edita Cátedra en su Bibliotheca Avrea con traducción, introducción y notas de Javier La Orden y con las ilustraciones clásicas de Maurice Leloir y R. de La Nézière.

El ambiente: la Francia de 1625.  Los personajes: Luis XIII, Richelieu, Treville, Milady de Winter, Rochefort, Ana de Austria, Buckingham. Y cuatro mosqueteros. La peripecia: los doce herretes de diamantes, el misterio y el secreto, la doblez y la lealtad, la amistad y la traición, las venganzas y el secuestro, las citas a escondidas, tres duelos para una paz provisional firmada con un abrazo.

Veinte años después, en 1648, otro cardenal, Mazarino, Bragelonne, la Fronda, los amigos y los enemigos, la Inglaterra de Cromwell y de Carlos I, el cuarto duelo con Rochefort, la muerte, la separación.

"Nadie - escribía Maurois- ha leído todo Dumas, pero todo el mundo ha leído a Dumas... Si en este momento (se decía en 1850) hay en alguna isla desierta un Robinson Crusoe, seguro que estará leyendo Los tres mosqueteros."





1001 películas que hay que ver antes de morir.
Coordinado por Steven Jay Schneider.
Grijalbo Ilustrados. Barcelona, 2013.

Han pasado diez años desde la primera edición de este volumen espectacular, de este recorrido imprescindible por 1001 películas que se han convertido en clásicos indiscutibles o que, sin llegar a ese nivel, han tenido un impacto fuerte en la crítica o un notable éxito de público, porque esta obra no es exactamente una selección de las mejores películas, sino algo más complejo y menos técnico. A lo largo de esta década estas 1001 películas que hay que ver antes de morir que publica Grijalbo Ilustrados se han venido poniendo al día con nuevas ediciones anuales que recogen los últimos títulos que un amplio equipo de decenas de expertos coordinados por Steven Jay Schneider ha considerado dignos de figurar en esa relación.En esta edición, por ejemplo, se incorporan obras como Django desencadenado, Amor, Lincoln, Los miserables o Argo.

Quizá parezcan muchos títulos, pero son miles y miles los que se han estrenado, de manera que, como señalan los responsables de la selección, los que han sido recogidos en este libro no son más que gotas en el océano fílmico. Como es lógico, y ya que el número es intocable, cada una de las actualizaciones no sólo añade varias películas nuevas, sino que revisa el conjunto para eliminar tantos títulos como los que se incorporan. 

Esos títulos sacrificados (El rostro impenetrable, El hombre de Laramie, Fanny y Alexander, El turista accidental, Drácula de Bram Stoker, La edad de la inocencia o El gran Lebowski) es quizá lo más discutible de una obra tan ambiciosa como irreprochable, en la que la cantidad y la calidad se hacen compatibles página tras página.

Porque además de un profundo y apretado análisis de cada una de las películas, las casi mil páginas del libro contienen momentos de prosa brillante como estos, que copio aquí a título de ejemplo, porque esa altura estilística y crítica es lo usual en unas reseñas que combinan el rigor y la amenidad.

Jean de La Bruyère.
Los caracteres.
Traducción de Consuelo Berges.
Hermida Editores. Madrid, 2013.

Si no gustan estos Caracteres, me sorprende, y si gustan, me sorprende también,
escribe La Bruyère en la anotación que cierra el apartado De los incrédulos y el volumen Los caracteres, que Hermida Editores publica por primera vez íntegro en español con una traducción de Consuelo Berges que nunca se había editado completa.


A mitad de camino entre la condición narrativa del retrato y la capacidad analítica del ensayo, esta es una de esas pocas obras por las que no pasa el tiempo, porque la mirada del moralista lúcido que fue La Bruyère proyecta su pesimismo desengañado de hombre barroco sobre una serie de prototipos intemporales. 
El hipócrita y el ambicioso, el adulador y el fanfarrón son algunos de los componentes de un fresco que La Bruyère, admirador de Montaigne y espectador atento del teatro del mundo, construyó en dieciséis capítulos que componen un laberíntico juego de espejos en los que se refleja la sociedad francesa del XVII, pero que más allá de eso contiene en sus páginas el mundo.

Fue un moralista con voluntad de estilo que evita la sentencia lapidaria y la máxima concisa y sin matices y prefiere el párrafo largo que permite ese despliegue estilístico con el que hizo una aportación decisiva a la configuración de la prosa literaria francesa: 
Es hacer un mal uso de la pureza y de la claridad del discurso ponerlos al servicio de una materia árida, infructuosa, sin gracia, sin utilidad, sin novedad./.../ Si se pone alguna profundidad en ciertos escritos, si se aparenta cierta finura de expresión y, a veces, una excesiva delicadeza, es sólo por la buena opinión que se tiene de los lectores.


Enrique Vila-Matas.
Fuera de aquí.
Conversaciones con André Gabastou.
Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores. Barcelona, 2013.

Fuera de aquí se titulaba el homenaje narrativo a Chejov que Enrique Vila-Matas incluía en uno de los textos de Exploradores del abismo. Y en ese mismo libro, al final del primer párrafo, se recordaba una cita de La partida, un microrrelato de Kafka: Fuera de aquí, tal es mi meta.

Y ese título, que resume su actitud ante la literatura y ante la vida, es el que se ha elegido para traducir y adaptar el volumen de conversaciones Vila-Matas, pile et face, rencontre avec André Gabastou que se publicó en Francia en 2010 y que acaba de publicar Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores ampliado y actualizado por sus autores con nuevas fotografías y con textos que no habían sido recogidos en un libro hasta ahora.

Fuera de aquí es más que un volumen que recoge las conversaciones de 2009 con su traductor francés. Es también una antología esencial, un álbum repleto de imágenes que expresan la fusión de vida y literatura en su obra, un atlas para orientarse por el ya extenso universo Vila-Matas a través de unas páginas que proponen al lector un recorrido por su obra, por sus preferencias personales -El mal de Montano y Doctor Pasavento-, por el territorio de nadie entre la realidad y la ficción en el que se mueve a su gusto el autor. 

Cine y literatura, libros y ciudades, clásicos y contemporáneos conviven en estas conversaciones que revelan algunas de sus claves literarias, evocan su proceso de composición, sus lecturas y sus influencias y son también un cuaderno de viaje por las geografías reales e imaginarias en las que transcurre la obra del novelista y del viajero que recorre ciudades y escrituras para intentar explicarse el mundo.




España a través de la fotografía.
1839-2010.
Taurus. Madrid, 2013.


Con la fotografía como hilo conductor, el espléndido volumen España a través de la fotografía (1839-2010) que acaba de publicar Taurus, ofrece un recorrido intrahistórico por los últimos 170 años.

En las cuatrocientas fotografías de este volumen se contiene la memoria visual de España y de su evolución: desde la imagen pintoresca que vieron los viajeros románticos de la primera mitad del XIX, hasta ayer mismo, con la caravana que celebraba el Mundial de fútbol en 2010 por las calles de Madrid, pasando por el reinado de Isabel II, la Primera República y la Restauración, el desastre del 98, la Segunda República y la guerra civil, la posguerra bajo la dictadura franquista o la transición a la democracia.

Está aquí la España lamentable que convocaba multitudes alrededor de un cadalso en el que se iba a dar garrote a un delincuente de 22 años en un espectáculo público ejemplarizante del que no se privaba a los niños; la España atrasada y pintoresca de los pueblos y la evolución de sus ciudades, de su paisaje y su paisanaje. 

La selección de imágenes va precedida de dos artículos monográficos en los que Jordi Canal analiza la relación entre historia y fotografía y Alejandro Castellote aborda la creación de un imaginario visual sobre la evolución paralela de España y de la fotografía, sobre su potencia documental a través de una muestra en la que están representados los más destacados fotógrafos españoles como Alfonso, César Lucas, Cristina García Rodero, Jordi Socias, Oriol Maspons o Ramón Masats.

Por su importancia documental o por su valor artístico, sus obras han contribuido a crear un rico patrimonio histórico y artístico, indispensable ya para conocer la sociedad, la historia y la cultura contemporáneas. Y una parte muy representativa de esa espectacular riqueza patrimonial está magníficamente reproducida en las páginas de este volumen espléndidamente editado en el que se contienen las claves sociales e históricas del pasado reciente.



William Blake. 
Libros proféticos. 
Prólogo de Patrick Harpur. 
Traducción de Bernardo Santano Moreno.
Imaginatio Vera. Atalanta. Vilaür, 2013.


William Blake (1757-1827) es uno de los poetas más enigmáticos y asombrosos de la tradición occidental. Inclasificable e irrepetible, su intensa poesía fue una isla deslumbrante en el racionalismo del siglo XVIII, una profecía del irracionalismo romántico y de la actitud visionaria del superrealismo.

Aquel poeta iconoclasta y profético, en cuyos versos conviven en raro equilibrio las luces y las sombras, fundó una cosmogonía prometeica propia sobre el hombre anterior a la caída en los Cantos de inocencia y sobre el conocimiento del dolor en los Cantos de experiencia, creó una obra de enorme potencia imaginativa, murió cantando y dejó una huella importante en Yeats o en el Graves de La diosa blanca, en Cirlot o en Borges, o en el Neruda más visionario de las Residencias.

Atalanta acaba de presentar la edición del primer volumen de sus Libros proféticos traducidos por Bernardo Santano y prologados por Patrick Harpur. Es la primera edición completa y bilingüe de sus poemas proféticos en la que se recogen todas sus imágenes en color. Un volumen trabajadísmo y asombroso -el libro mejor editado del año sin ninguna duda-, profusamente ilustrado con los grabados originales del artista y cuidado hasta el más mínimo detalle para reflejar la obra del artista complejo que fue Blake, la convivencia en ella de lo oscuro y lo deslumbrante a la vez, de la inspiración y el caos, de lo disparatado y lo convencional, de un raro equilibrio, de la inusual coexistencia de lucidez y locura que recorre sus textos.

Su irrelevante biografía exterior contrasta con una vida imaginativa intensa y literalmente visionaria. De esas visiones, frecuentes desde su niñez, se alimentan su mundo poético y plástico, profundamente entrelazados. Blake fue dibujante y grabador antes que poeta, más cercano en su concepción gráfica a los libros iluminados de la Edad Media que al Neoclasicismo imperante en su época. 

Un escritor tan irrepetible como Blake se merecía un volumen tan excepcional como este.



Judith Schalansky.
Atlas de islas remotas.
Traducción de Isabel G. Gamero.
Capitán Swing y Nórdica Libros. 
Madrid, 2013.

Cincuenta islas en las que nunca estuve y a las que nunca iré, aclara Judith Schalansky en el subtítulo de este Atlas de islas remotas, que coeditan Capitán Swing y Nórdica Libros, dos sellos hermanos que han unido esfuerzos y talento editorial para publicar la versión española que firma Isabel G. Gamero de un libro espectacular que –afirma su autora en la introducción, Tierra a la vista- no es un manual de geografía, sino un proyecto poético.

Entre la promesa y el misterio, entre la exploración y la imaginación que convierte a una isla en metáfora del individuo –porque un hombre es una isla, pese a John Donne-, en imagen de la utopía, en lugar del no lugar, cincuenta islas remotas que justifican el título del prefacio: El Paraíso es una isla, el Infierno también.

Porque desde la ártica Soledad deshabitada a la isla antártica de Pedro I, aquí no hay solamente islas paradisiacas y espacios de libertad, sino islas sombrías y siniestras, recintos para la reclusión y el crimen, lugares de destierro o colonias penitenciarias, ámbitos de desolación y escorbuto o destino de experimentos nucleares.

A cada uno de esos mundo en miniatura, a cada una de estas cincuenta islas remotas, habitadas o desiertas, no sólo las ilustra un mapa meticuloso. Cada una de ellas es una invitación al viaje, al naufragio y al sueño, cada una contiene un relato prodigioso, propone un itinerario imaginativo que no está en el catálogo de las agencias de viaje. 

Reales y distantes, inalcanzables todas, imposibles de abarcar, porque una isla  no es solo un accidente físico o geológico, sino la idea de una isla. Y el atlas no es  más que otra metáfora, una representación imaginaria que crea la ilusión de simular a escala el dominio de lo inabarcable. Porque sus páginas reivindican la cartografía como género literario en el que las islas remotas favorecen los espejismos y dibujan la topografía de los sueños o de las pesadillas.



Mary W. Shelley.
Frankenstein o el moderno Prometeo.
Ilustraciones de Lynd Ward.
Epílogo de Joyce Carol Oates.
Traducción de Rafael Torres.
Sexto Piso Ilustrado. Madrid, 2013. 

Imaginado por Mary W. Shelley en una noche de apuestas y tormenta, en compañía de Byron, Percy Bysshe Shelley y Polidori, con el gótico telón de fondo de una propiciatoria escenografía romántica, el monstruo creado por Victor Frankenstein -un Prometeo actualizado- se ha convertido en uno de los más potentes mitos contemporáneos, en una criatura de dos metros y medio, sin nombre, sin identidad y sin pasado que ha alimentado las pesadillas de la sociedad occidental.

Adaptado memorablemente al cine desde sus comienzos hasta la cercana Remando al viento de Gonzalo Suárez, su enorme repercusión en las artes plásticas se enriquece ahora con las prodigiosas e inquietantes ilustraciones de Lynd Ward (Chicago, 1904-Virginia, 1985), un maestro del blanco y negro a partir de los grabados que hizo en madera en 1934. Ilustraciones expresionistas que aportan al relato unos matices que subrayan el desgarramiento del monstruo y del relato y su distorsión de lo racional.

La espléndida edición de Sexto Piso Ilustrado, traducida por Rafael Torres, añade al valor de las ilustraciones un magnífico epílogo –El ángel caído de Frankenstein- de Joyce Carol Oates, que lo reivindica como un patrimonio cultural del inconsciente colectivo.




Winsor McCay.
Little Sammy Sneeze.
Planchas completas a color 1904-1905.
Traducción de María Robledano
Los tebeos de Cordelia. Madrid, 2013.

Con las planchas dominicales a todo color de Little Sammy Sneeze, la serie que Winsor McCay publicó entre 1904 y 1905 en The New York Herald, Reino de Cordelia inaugura una nueva colección, Los tebeos de Cordelia.

Una serie que fue el precedente del clásico Little Nemo in Slumberland, que McCay publicaría desde el año siguiente. La protagoniza un temible niño -Little Sammy Sneeze- que nunca habla, nunca sabe cuándo va a estornudar y siempre estornuda, porque no puede evitarlo, de una manera tan inoportuna como destructiva.

Invariablemente, esos estornudos provocan catástrofes comparables a tifones domésticos que incluso afecta al equilibrio de los recuadros y conducen con frecuencia a una viñeta final en la que una patada en el trasero acaba levantándole los pies al estornudador incontenible.




Alejandra Pizarnik.
Diarios. 
Nueva edición de Ana Becciu.
Lumen. Barcelona, 2013. 


El 8 de marzo de 1961, Alejandra Pizarnik anotaba esta confesión en su diario: El más grande misterio de mi vida es este: ¿por qué no me suicido? En vano alegrar mi pereza, mi miedo, mi olvido /.../Tal vez por eso siento, de noche, cada noche, que me he olvidado de hacer algo, sin darme cuenta bien de qué. Cada noche me olvido de suicidarme.


Doce años después de la publicación de los Diarios de Alejandra Pizarnik, Lumen publica una nueva edición de la que también se ha responsabilizado Ana Becciu.



Una nueva selección, corregida y aumentada, que incorpora nuevas entradas que la limitación de espacio impidió que aparecieran en la primera edición. Esta estupenda recuperación tiene ahora más de mil páginas –el doble de la anterior- que contienen muchas de las claves vitales y literarias de una voz tan poderosa como la de Alejandra Pizarnik, que el 24 de enero de 1971 escribía en su última anotación: El arma del poeta es la locura. El arma del poeta es la alarma. Toque de alarma.


Rabindranath Tagore.
Gitanjali.
(Ofrenda lírica).
Traducción de Zenobia Camprubí.
Introducción de W. B. Yeats.
Ilustrados Cálamo. Palencia, 2013.

Con espléndidas ilustraciones de Manuel Alcorlo, Cálamo publica en su colección Ilustrados una edición de Gitanjali con la que celebra el centenario de la concesión del Nobel al bengalí Rabindranath Tagore, el primer autor no europeo que recibió ese premio.


Con la traducción de Zenobia que revisó Juan Ramón, y en la que dejó una impronta inconfundible que va más allá de su peculiar ortografía fonética, Gitanjali es la antología que el propio Tagore hizo de su prosa lírica en lengua bengalí, que él mismo se encargó de traducir al inglés para difundirla en el mundo occidental, en una cultura que no le era extraña a aquel escritor de la India colonial.


Pero además en su mirada y en su palabra hay un cruce de tradiciones que lo convierte en un poeta cercano que descubre en este libro su  “corazón completo y verdadero”, como señalaba Juan Ramón Jiménez en la dedicatoria de la versión española de este libro que muestra a un Tagore muy parecido en el tono de voz y en la visión de la realidad a la época sensitiva del maestro de Moguer y al Rilke inicial: Las palabras del poeta dan a cada hombre el sentido que ellos quieren ; pero su sentido definitivo va hacia ti.



Y para abrir la fiesta que es esta edición conmemorativa, otro regalo: la introducción que W. B. Yeats firmó en septiembre de 2012 sobre estos poemas que lo acompañaron durante un tiempo y lo conmovieron porque “muestran en su concepción un mundo con el que he soñado siempre.”





Fiódor Dostoievski.
Memorias del subsuelo.
Ilustraciones de Jorge González.
Traducción de Rafael Cansinos Assens.
Sexto Piso Ilustrado. Madrid, 2013.

Escritas en 1864, asomado al vacío en plena crisis existencial, tras las muertes de su mujer y su hermano, acosado por la censura zarista y dominado por la ludopatía que le puso varias veces al borde del abismo, las Memorias del subsuelo narran, a través de su protagonista paranoico, al margen de cualquier norma ética, una bajada literal a los infiernos de Dostoievski, una de sus más radicales exploraciones en la sombra.

Con obras como esta, que Sexto Piso publica en una magnífica edición ilustrada por Jorge González, que ha captado y expresado gráficamente el espíritu oscuro de esta novela, Dostoievski se convirtió en uno de los profetas del existencialismo del siglo XX y en uno de los analistas más lúcidos del hombre moderno a través del antihéroe en el que proyectó algunos de sus precoces monólogos interiores. 


Con las Memorias del subsuelo, que contienen el germen parcial de Crimen y castigo y de Los demonios, Dostoievski buscó el consuelo en la narración de la desgracia y conjuró sus propios demonios autodestructivos.




Flamencos.
Jerónimo Navarrete (Fotografías)
José María Goicoechea y José Manuel Gómez (Textos)
Edición de María Robledano.
Rey Lear. Madrid, 2013.

El espíritu del flamenco. Así titula el fotógrafo Jerónimo Navarrete el texto introductorio a Flamencos, un espléndido volumen que publica en una lujosa edición Rey Lear. 

Casi ciento cincuenta fotografías realizadas en los últimos treinta años, en las que Jerónimo Navarrete ha captado y reflejado el espíritu del flamenco a través de cantaores y guitarristas, de bailaores y percusionistas sobre los que José María Goicoechea y José Manuel Gómez han escrito semblanzas de cantaores como Camarón, Sordera, Enrique Morente, Rancapino o Miguel Poveda; de guitarristas como Paco de Lucía, Cepero, Habichuela, Moraíto o Niño Jero; de percusionistas como Tino di Geraldo o Manuel Soler; de bailaores como El Güito, Farruquito, Sara Baras o Israel Galván.

Semblanzas que complementan las imágenes de los flamencos y acercan a esos artistas a un público amplio, porque son retratos al minuto, de una página en la que una anécdota o una frase caracterizan al personaje y reflejan su esencia artística y su aportación al universo creativo del flamenco.

Seis años ha durado el proceso de producción de Flamencos. A la vista del resultado ha merecido la pena esperar esa lenta elaboración de este libro espectacular.



Christopher Maurer.
Andrew A. Anderson.
Federico García Lorca en Nueva York y La Habana.
Cartas y recuerdos.
Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores. Barcelona, 2013.

Una carta a sus hermanas escrita en corteza de abedul en agosto de 1929 en Eden Mills, cientos de fotografías y facsímiles de textos autógrafos de Federico García Lorca constituyen la importante parte gráfica del volumen que, organizado en dos partes –Cartas y recuerdos- reúne gran parte del material conocido en torno a ese periodo de la biografía del poeta.

Son el testimonio gráfico e íntimo que compone la base documental de unos meses decisivos en la vida y la obra de Lorca, que viajó a Nueva York huyendo de su propio pasado, de una doble crisis -sentimental y creativa- y volvió transformado en una persona nueva y más fuerte y en un poeta muy distinto a partir de entonces.

Preparado por Christopher Maurer y Andrew A. Anderson, Federico García Lorca en Nueva York y La Habana. Cartas y recuerdos, que publica Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores, es el relato minucioso de un periodo intrigante, como señalan los editores, porque en las cartas a su familia el poeta elude el reflejo de su problemática situación personal y sentimental, entre junio de 1929 y marzo de 1930.

Es una vez más esa máscara de la que habló el propio Lorca en varias ocasiones y que de la mano de Maurer y Anderson  permite seguir, aunque sea leyendo entre líneas, el proceso de transformación que daría uno de sus primeros frutos en los poemas del ciclo neoyorkino. Unos poemas que, por encima de su laberíntica peripecia textual, constituyen una de las cimas de la poesía española del siglo XX.

Santos Domínguez


13 diciembre 2013

Robert Bringhurts. La belleza de las armas


Robert Bringhurst.
La belleza de las armas.
Antología poética bilingüe.
Traducción de Marta del Pozo y Aníbal Cristobo.
Prólogo de Nacho Fernández R.
Kriller 71 Ediciones. Barcelona, 2013.

La colección de poesía de Kriller 71 Ediciones, dirigida  con pasión y convencimiento por Aníbal Cristobo y apoyada por un consejo asesor del que forma parte Edgardo Dobry, tiene ya seis volúmenes que revelan la consistencia de un proyecto editorial que aúna calidad y nuevas propuestas que cuestionan el canon o lo amplían, según se mire.

Los dos títulos más recientes que ha incorporado a su catálogo son dos magníficas  antologías bilingües – El claroscuro del pingüino, de Mary Jo Bang, y La belleza de las armas, la primera traducción al español de la poesía del canadiense Robert Bringhurst (Los Angeles, 1946).

Traducidos por Marta del Pozo y Aníbal Cristobo y prologados por Nacho Fernández R., los poemas de La belleza de las armas, la antología bilingüe que ha preparado el propio autor con textos escritos entre 1972 y 1982, descubren al lector el asombroso mundo literario de un poeta, tipógrafo, traductor y ensayista que incorpora a su descarnado y extenso universo literario el conocimiento de diversas tradiciones orales y escritas.

La auténtica belleza rara vez va desarmada, escribe Bringhurst en la nota que ha escrito para esta edición. Y añade: ¿Por qué no podemos tratar al mundo tal como el mundo nos ha tratado a nosotros?

Desde la tradición oral homérica a la bíblica, desde la mediterránea a la oriental, La belleza de las armas reúne el ímpetu interpretativo de los presocráticos con una lección de botánica en las montañas de Malasia y a Antígona con Heidegger, la poesía de Bringhurts es una invitación a oír a los muertos en “su voz poética en conjunción con los susurros antiguos que la sustentan”, como señala Nacho Fernández R. en el prólogo -Buenos antepasados- que presenta esta antología.

Esta generosa antología funde canción y parábola, vida y literatura, ciencia y filosofía en la voz personalísima de Bringhurst, como en la magnífica Parábola de las tres piedras:

He visto en las montañas a un hombre arrancar
de las ramas de un abeto alpino el liquen de nido
que colgaba al viento como si fuese pelo
de cabra color verde mar; lo he visto recoger tres
piedras blancas, tan afiladas y claras como dientes de leche.

Lo he visto colocar esos pedazos
rotos de piedra en el interior
de la copa del nido como una criatura
semi-cazadora, semi-ave zancuda,

y lo he visto alejarse con ellas: tres
piedras afiladas como navajas: dos
representando a los amantes
y la tercera representando al mundo.

He visto tres piedras de bordes afilados, blancas
como la leche, en el liquen de un nido color verde mar
dispuestas sobre una mesa y he podido ver cómo a los curiosos
visitantes se les decía que eran dientes de peces
de aguas profundas o huevos de pájaros carnívoros.

Santos Domínguez


12 diciembre 2013

Auden. El arte de leer





W.H. Auden.
El arte de leer.
Ensayos literarios.
Edición y prólogo de Andreu Jaume.
Traducción de Juan Antonio Montiel Rodríguez.
Lumen. Barcelona, 2013.

Lleva este lugar, desde su creación hasta estos días en que sobrepasa las 805.000 visitas, un lema de W.H. Auden que resume su forma de entender la crítica. Forma parte de Leer, y en la versión de Juan Antonio Montiel dice: Atacar los libros  malos no solo supone una pérdida de tiempo, sino que es malo para el carácter.  

Uno de los rasgos más significativos de la crítica contemporánea es que algunas de sus mejores muestras las han realizado críticos que antes que eso son poetas. La nómina es larga en cualquier literatura. Baste recordar en la crítica hispánica algunos nombres: Dámaso Alonso, Cernuda, Salinas, Valente, Gil de Biedma o Borges. O Pound, Eliot y Brodsky en el ámbito anglosajón. O Valèry en Francia. No es un fenómeno estrictamente contemporáneo, hay precedentes tan brillantes como el de Fernando de Herrera, temprano y brillante comentarista de la poesía de Garcilaso.

En ese panorama, el nombre de Auden es uno de los más relevantes. Poliédrico en su escritura, en sus intereses y en sus influencias, Auden, uno de los grandes poetas del siglo XX, es también un crítico de importancia incuestionable cuya lucidez ha dejado una huella imborrable en el ensayo literario posterior. 

De esa línea crítica, paralela y complementaria de su actividad creadora, dan una certera muestra los dieciséis ensayos que se recogen en El arte de leer, que publica Lumen con edición y prólogo de Andreu Jaume y traducción de José Antonio Montiel.

Una selección que se abre con Leer y Escribir, dos ensayos especialmente significativos pese  a su carácter fragmentario e impresionista, que Auden concibió como prólogo de La mano del teñidor y que resumen ejemplarmente sus dos facetas creadoras, la del poeta y la del crítico, convergentes en tantos momentos de su obra. Dos facetas inseparables en su labor literaria, porque su crítica es la del poeta y su poesía está sometida a una autocrítica constante.como en el espléndido Hacer, conocer y juzgar.

Por eso, la relación del poeta con su obra es una relación problemática y en revisión constante. Escritor en conflicto consigo mismo y con sus textos, sometidos a un constante proceso de corrección o de impugnación. Confuso y perplejo, en el filo de la navaja que corta el terreno de lo racional y lo irracional, la religión y el sicoanálisis, el marxismo y el cristianismo, Auden resolvió parte de esas tensiones, y otras más subrepticias, menos emergentes, a través del proceso de escritura.

En él, la actividad crítica es una exploración del sentido, impropia de dioses menores que premian a los buenos y castigan a los malos, de porterillas del Parnaso, de reseñistas intransitivos con vocación de guardias de la circulación o de gafapastas profesorales especializados en celebrar la insustancialidad del humo con palabras vacías.

Son las antípodas del excelente crítico que es Auden cuando escribe sobre el legado griego, sobre Marianne Moore, sobre Poe, Valèry, Eliot o Cavafis, o cuando proyecta hacia los sonetos de Shakespeare una mirada tan contemporánea como imprescindible.

Tan imprescindible como esta colección de ensayos que se cierra con algunos fragmentos de la conversación que recogió y editó su alumno, el poeta Alan Alsen en el libro The Table Talk of W.H. Auden.

Santos Domínguez


11 diciembre 2013

Memoria de los poetas de los lagos



Thomas de Quincey.
Memoria de los poetas de los lagos.
Selección, traducción y notas de Jordi Doce.
Pre-Textos. Valencia, 2003.

Evocando este libro, escribía Bioy Casares de Thomas de Quincey: “Fue amigo personal de Wordsworth, de Coleridge, de Charles Lamb y de Southey, hombres de letras cuya fama contemporánea excedía en mucho a la suya. Al describirlos, no vaciló en registrar sus pequeñas vanidades, sus flaquezas y aun el rasgo íntimo que puede parecer indiscreto o irrespetuoso, pero que nos permiten conocerlos con vividez. Las reminiscencias de De Quincey son parte integral de la imagen que tenemos de ellos ahora. Si no fuera por él los veríamos con menos precisión y menos encanto.”

Y añadía Bioy que, como en ningún otro autor, la producción de De Quincey seguía creciendo desde su muerte en 1859. No es solamente una cuestión de cantidad, de textos dispersos recuperados y de sucesivas ediciones. Se trata sobre todo de que pocos escritores del XIX han soportado el paso del tiempo como este autor anárquico y torrencial, cuya obra ha ido creciendo imparable en prestigio y en lectores.

Los últimos días de Enmanuel Kant, Confesiones de un inglés comedor de opio, El asesinato considerado como una de las bellas artes, La rebelión de los tártaros o Suspiria de profundis son algunos de los textos memorables de un autor que influyó decisivamente sobre Baudelaire en Los paraísos artificiales y al que se sigue editando y traduciendo con asombrosa regularidad como uno de los autores más actuales del siglo XIX.

La Memoria de los poetas de los lagos forma parte imprescindible del catálogo de Pre-Textos desde hace diez años, cuando apareció en una cuidadísima edición preparada por Jordi Doce. Y aunque quizá sea un título menos conocido, es uno de sus libros más importantes, una obra central en la historia de la literatura europea, aunque no se publicó exento hasta comienzos del siglo pasado.

Lo forman los artículos en los que De Quincey evoca a tres poetas de los lagos -Coleridge, Wordsworth y Southey- a los que admiró y conoció de cerca. Tan de cerca que dejó de admirarlos como personas aunque mantuvo –ciertamente mermada- la devoción por su poesía. Los publicó en la revista escocesa Tait's Edinburgh Magazine entre 1834, a la muerte de Coleridge, y 1839, y provocaron el escándalo que De Quincey podía prever al dar detalles de las vidas privadas de aquellos poetas admirables.

Eso hace de esta obra un libro irrepetible, no sólo por la altura de los poetas que son sometidos a la agudeza crítica del autor, sino por su peculiar mirada, lúcida e indiscreta, que provocó la indignación de un Wordsworth que hasta entonces había tolerado al admirador desde la altura despectiva de su prestigio.

“Estas memorias episódicas –explica Jordi Doce en el prólogo- aúnan biografía, autobiografía, crítica literaria, topografía, sociología y cotilleo en una prosa nerviosa y saltarina.”

Esos dos adjetivos resumen no sólo las características de la prosa de De Quincey. Son también una caracterización extensiva a la actitud del autor ante la vida y ante la literatura, a su propensión a dispersarse y a hacer excursos y excursiones que le alejan del tema central. Pero eso, que en un escritor con menos talento que De Quincey podría ser un enfadoso defecto, en él es un rasgo de estilo y una tendencia narrativa que sus lectores aprecian y agradecen.

Este es sin duda y en conjunto uno de los mejores libros de crítica literaria sobre el primer Romanticismo inglés, pero es mucho más que eso: es el relato de un deslumbramiento y de un desencanto, una exploración sobre la distancia que hay entre la literatura y la vida, entre el poeta y su fama, entre el escritor y el hombre.

“En toda esta historia –escribe el traductor en el prólogo-, con sus recovecos y dobles fondos profusamente explorados por los biógrafos, nadie sale muy bien parado.” Y ese nadie incluye no sólo a los poetas de los lagos, sino al propio De Quincey, que pasó de dirigirse a ellos –especialmente a Wordsworth- con un deslumbrado servilismo a desacreditar su imagen privada en unos artículos que provocaron su destierro del Parnaso lakista, su expulsión de un Paraíso habitado por unos dioses homéricos en su altura poética y en su deleznable y poco edificante vida diaria.

Porque De Quincey, que pudo haber sido el Boswell de Wordsworth o el Eckermann de Coleridge, prefirió hablar de los desarreglos mentales de este último, de la debilidad de su voluntad, de sus conferencias lamentables  y de su destructiva adicción al opio; de las rústicas costumbres de Wordsworth, de su tosquedad, su pereza y sus escasas lecturas, de su egocentrismo insoportable y su indiferencia despectiva ante los demás, una mezcla tan explosiva que el lector se pone inevitablemente de parte del admirador decepcionado que escribe estos artículos.

Unos artículos en los que además no se privó de expresar su admiración literaria y su desprecio personal por Southey, el menos potente de los tres, al que De Quincey trató menos y el que -quizá por eso mismo, por más plano- sale mejor parado de estas páginas.

Habrá quien vea en estas páginas imprescindibles sólo el cotilleo, la anécdota o la indiscreción del voyeur desinhibido y chismoso que es a veces De Quincey, mucho más convincente cuando ironiza que cuando elogia.

Y aunque sólo por eso ya se justificaría su lectura, esta Memoria de los poetas de los lagos es además un magnífica obra de crítica literaria en la que el talento desordenado y brillante de De Quincey traza desde dentro -con la excelencia de su estilo y sus digresiones y meandros trasladados al español por Jordi Doce- el panorama global de un movimiento fundamental en la configuración de la modernidad.

Santos Domínguez

10 diciembre 2013

La conquista del clasicismo



Jorge García López. Gonzalo Pontón. Eugenia Fosalba.
Historia de la literatura española. 
2. La conquista del clasicismo. 1500-1598.
Editorial Crítica. Barcelona, 2013.

La conquista del clasicismo es el título del tomo que completa la magnífica Historia de la literatura española publicada por Crítica y dirigida por José-Carlos Mainer que en nueve tomos traza una panorámica renovadora de diez siglos de creación literaria en lengua española.

Tras las historias literarias firmadas por un autor (Valbuena Prat, Ángel del Río, Alborg) o manuales colectivos como la Historia General de las Literaturas Hispánicas que coordinó Díaz Plaja o la inacabada serie que dirigió García de la Concha en Espasa y se limitó a los siglos XVIII y XIX, esta Historia de la literatura española es un reflejo del nuevo paradigma crítico que se ha ido configurando en el último medio siglo.

Es la primera obra de este tipo en las tres últimas décadas y por tanto propone nuevos enfoques que responden a las nuevas preguntas que plantea el lector de comienzos del siglo XXI. Porque, como la propia literatura, la crítica y los estudios literarios son hijos de su tiempo y contemplan la realidad desde una perspectiva cambiante, fijada por el gusto estético, por el canon de cada momento y por las circunstancias sociales, históricas y culturales que configuran la ideología de cada época. Por eso incluso los tres términos del título -Historia, literatura y española-, que delimitan el campo del estudio, son movedizos e inestables.

Con una inteligente suma de síntesis y análisis, con una lúcida conciencia de caducidad que invita a las propuestas abiertas y renuncia al planteamiento y a la presentación del libro de texto convencional, cada volumen tiene la misma estructura: un bloque inicial sobre la topografía de la literatura de cada época y su relación con el contexto, un acercamiento al mundo del escritor, un tercer bloque de historia literaria de los movimientos y su evolución y una amplia selección de textos de apoyo que recoge, además de significativos fragmentos literarios, documentos de carácter sociológico, ideológico o estético para entender las distintas épocas y las poéticas de cada autor o cada grupo.

El tomo de más reciente aparición, que abarca el periodo de 1500 a 1598, cierra un proceso de publicación que se inició en 2010 con un análisis profundo y riguroso del Renacimiento español como una manera de apropiación del Humanismo italiano del Quattrocento, un modelo que afina todas sus posibilidades creativas en el siglo XVI español hasta aquel primer 98 que coincidió con la muerte de Felipe II y con una cultura ya bajo el signo contrarreformista de Trento y su demolición del pensamiento renacentista.

Entre el pensamiento reformista de Erasmo y el estoicismo de Justo Lipsio, al que admiró tanto Quevedo, el Renacimiento fue en toda Europa un momento decisivo que sienta las bases de la modernidad en el cauce de unas corrientes intelectuales que van del protestantismo al misticismo, que renuevan la espiritualidad con semejante ímpetu purificador.

Pero ese es solo el marco ideológico general. En el terreno literario se crea entonces un nuevo castellano que es en Garcilaso una revolución en el tono de la poesía, en Juan de Valdés limpieza de la prosa y en Fray Luis transparencia de una nueva cadencia sintáctica.

En un recorrido por los géneros, los autores y las obras más representativas del siglo, este volumen aborda cómo se redefine en el XVI, con la imprenta, el papel de la lectura y de la oralidad; cómo se establecen vías de comunicación entre los distintos géneros: la polimetría del teatro o la poesía en los libros de pastores; cómo se produce una transcendente renovación narrativa que se inauguraba con el Lazarillo y ponía los cimientos de la novela moderna que fundaría Cervantes; cómo empiezan a perfilarse en el primer teatro urbano las tendencias que Lope de Vega acabaría fundiendo en el arte nuevo de la comedia nacional; cómo se desarrolla el legado de Petrarca hacia el primer cultismo manierista de Fernando de Herrera o cómo emergen nuevas tipologías literarias en respuesta a las nuevas realidades sociales que surgen al amparo de la ciudad. 

Casi sesenta textos de aquella centuria reflejan desde dentro, a través de su distinta condición y de diversos enfoques, la política y la espiritualidad, el nuevo panorama del libro y de la lectura, la cultura del humanismo y los juicios literarios entre coetáneos o las normas que prohibían la presencia de mujeres en las compañías de cómicos.

Como en el resto de los volúmenes, también en este, aparte de la calidad de los textos y el rigor del enfoque, el desarrollo de la obra no es el de una mera historia literaria que habla de períodos, corrientes y obras, sino que se fija también en cuestiones fundamentales como el papel del escritor, las formas de transmisión de la obra literaria o las siempre problemáticas relaciones entre la literatura y el poder.

Santos Domínguez

09 diciembre 2013

Vila-Matas. Fuera de aquí


Enrique Vila-Matas.
Fuera de aquí.
Conversaciones con André Gabastou.
Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores. Barcelona, 2013.

Fuera de aquí se titulaba el homenaje narrativo a Chejov que Enrique Vila-Matas incluía en uno de los textos de Exploradores del abismo. Y en ese mismo libro, al final del primer párrafo, se recuerda una cita de La partida, un microrrelato de Kafka: Fuera de aquí, tal es mi meta.

Y ese título, que resume su actitud ante la literatura y ante la vida, es el que se ha elegido para traducir y adaptar el volumen de conversaciones Vila-Matas, pile et face, rencontre avec André Gabastou que se publicó en Francia en 2010 y que acaba de publicar Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores ampliado y actualizado por sus autores con nuevas fotografías y con textos que no habían sido recogidos en un libro hasta ahora.

Fuera de aquí es más que un volumen que recoge las conversaciones de 2009 con su traductor francés. Es también una antología esencial, un álbum repleto de imágenes que expresan la fusión de vida y literatura en su obra, un atlas para orientarse por el ya extenso universo Vila-Matas, cuyo origen explica así su autor:

Cuando empecé a escribir de verdad, amplié  mi independencia y me separé, ya no del sol y de la familia, sino también de la gran familia mundial, de la humanidad, casi diría que me separé también de la vida. Para escribir sobre el mundo, ¿no es necesario separarse del mundo? Es una paradoja del oficio de escritor.

Con la premisa de que, como decía Nabokov, lo más importante en la biografía de un escritor es la historia de su estilo, estas páginas proponen al lector un recorrido por su obra, por sus preferencias personales -El mal de Montano y Doctor Pasavento-, por el territorio de nadie entre la realidad y la ficción en el que se mueve a su gusto el autor. Porque, como Baroja cuando pasó tímidamente la frontera del exilio, un Vila-Matas joven también preguntó “¿Se puede pasar?” en la frontera que une y separa la vida y la literatura, el relato y el ensayo. 

En esa frontera, inestable y habitable al mismo tiempo, se instalan algunos de los textos más memorables que ha escrito un autor que, aunque empezó a escribir antes de leer seriamente, se define como un lector que escribe autocríticamente.

Y como una muestra brillante de ese ejercicio autocrítico, en un espléndido apéndice se añaden las opiniones que Enrique Vila-Matas fue dando sobre cada uno de sus libros en una entrevista con Rodrigo Fresán que trazaba pormenorizadamente su autobiografía literaria.

Como hizo en el prólogo de En un lugar solitario, Vila-Matas rememora su iniciación literaria durante el servicio militar en Melilla y recuerda su ingreso premeditado en la sección de psiquiatría del hospital militar. Luego convirtió aquella experiencia de frenopático en materia narrativa de un relato, Todos conocemos Hong Kong, que en su versión definitiva fue el más extenso El hijo del columpio.

Esa bajada a los infiernos significó en buena medida el despertar de la vocación literaria de Vila-Matas. Por eso empezó a escribir. Por eso y porque a un comandante del ejército le dio por robar tres cajas de whisky a la semana en el economato de aquel cuartel africano y puso a investigar a aquel soldado recién salido del hospital.

Fue entonces, en aquella soledad inteligente de la trastienda del colmado militar, cuando Vila-Matas escribió su primera obra, En un lugar solitario, una novela corta, un monólogo lírico según los modelos de la escritura automática.

Quizá porque le habían prohibido el uso de armas, el soldado Vila-Matas construyó con ese texto –un largo monólogo sin ningún punto- un arma asesina para asfixiar sin contemplaciones y acabar con el lector más bondadoso.

Así empezó una larga trayectoria que le llevó de la escritura secreta a las ediciones minoritarias, y de ahí al éxito y a un amplio reconocimiento de la crítica y de los lectores con una literatura que indaga en las fronteras inestables que delimitan no sólo los géneros, sino también las zonas de coexistencia de la literatura más radicalmente minoritaria con la narrativa más tradicional o comercial. 

En sus páginas pares, Fuera de aquí recoge una antología que aporta además varios textos dispersos e inéditos en libro, como Grandes tarados sin sentimientos, Intertextualidad y metaliteratura, una conferencia que leyó en la Universidad de Monterrey en 2008, o La levedad, ida y vuelta, su reciente e imprescindible conferencia en la Biblioteca Nacional de Madrid. 

Cine y literatura, libros y ciudades, clásicos y contemporáneos conviven en estas conversaciones que revelan algunas de sus claves literarias, evocan su  proceso de composición, sus lecturas y sus influencias y son también un cuaderno de viaje por las geografías reales e imaginarias en las que transcurre la obra del novelista y del viajero que recorre ciudades y escrituras para intentar explicarse el mundo.

Santos Domínguez

06 diciembre 2013

SolitarioS



José Manuel de la Huerga.
SolitarioS.
Menoscuarto. Palencia, 2013.

Desde la deliberada ambigüedad del juego de palabras que contiene el semipalíndromo del título, las dos novelas cortas -Ultramarinos El Pez de Oro y Naipe de señoritas- que José Manuel de la Huerga reúne en SolitarioS bajo el sello de Menoscuarto funden el azar de los naipes con el azar de la vida.

Ambientadas en la imaginaria Barrio de Piedra, una ciudad mesetaria y sombría que no es ninguna ciudad concreta castellana porque es cualquiera de ellas, sus protagonistas buscan en ese azar en el que se confunden la realidad y la imaginación una salida a sus existencias rutinarias y anodinas.

Berta, la dueña insatisfecha, soñadora y fogosa de los Ultramarinos El Pez de Oro, viaja a Lisboa con la seguridad de encontrar allí al Caballero de Oros. Félix, el agente judicial que pasa sus aburridas tardes solteras y masturbatorias con una baraja erótica desplegada sobre la mesa camilla de su cuarto de estar, acaba encontrando en la realidad la carne de un Naipe de señoritas que le consuela clandestinamernte desde la adolescencia. 

Son personajes que huyen de su pasado sombrío, de la soledad y de un desvalimiento casi infantil en la sombría capital de la provincia mesetaria, un lugar anodino y gris, sepulcral en invierno, fantasmagórico en la calima del verano, hacia otros proyectos donde todo estaba dispuesto para la incertidumbre.

Y como telón de fondo histórico, no por casualidad, los años del tardofranquismo, en el que convivían problemáticamente el conservadurismo católico y autoritario con los nuevos tiempos inciertos y deslumbrados que empezaban a despuntar en el horizonte.

Un horizonte que no solo es histórico: es también el nuevo horizonte personal en el que estos personajes van a dar un giro a sus vidas en busca de los sueños, de la mano del azar. 

Porque estos perdedores buscan la felicidad y hacen solitarios en los que los naipes cuadran al final y sus vidas cambian bajo la sonrisa y la mirada compasiva del narrador de estas dos eficientes novelas cortas.

Santos Domínguez

05 diciembre 2013

España a través de la fotografía



España a través de la fotografía.
1839-2010.
                                                                    Taurus. Madrid, 2013.


Con la fotografía como hilo conductor, el espléndido volumen España a través de la fotografía (1839-2010) que acaba de publicar Taurus, ofrece un recorrido intrahistórico por los últimos 170 años.

Un recorrido que se inicia con los primeros daguerrotipos que se realizaron en España, en noviembre de 1839, pocos meses después de que Daguerre hiciera público su invento: el primero, del 10 de noviembre en Barcelona, no se conserva, pero sí el que se hizo el 18 de noviembre del Palacio Real de Madrid desde la margen derecha del Manzanares.

En las cuatrocientas fotografías de este volumen se contiene la memoria visual de España y de su evolución: desde la imagen pintoresca que vieron los viajeros románticos de la primera mitad del XIX, hasta ayer mismo, con la caravana que celebraba el Mundial de fútbol en 2010 por las calles de Madrid, pasando por el reinado de Isabel II, la Primera República y la Restauración, el desastre del 98, la Segunda República y la guerra civil, la posguerra bajo la dictadura franquista o la transición a la democracia.

Está aquí la España lamentable que convocaba multitudes alrededor de un cadalso en el que se iba a dar garrote a un delincuente de 22 años en un espectáculo público ejemplarizante del que no se privaba a los niños; la España atrasada y pintoresca de los pueblos y la evolución de sus ciudades, de su paisaje y su paisanaje. 

La selección de imágenes va precedida de dos artículos monográficos en los que Jordi Canal analiza la relación entre historia y fotografía y Alejandro Castellote aborda la creación de un imaginario visual sobre la evolución paralela de España y de la fotografía, sobre su potencia documental a través de una muestra en la que están representados los más destacados fotógrafos españoles como Alfonso, César Lucas, Cristina García Rodero, Jordi Socias, Oriol Maspons o Ramón Masats.

Por su importancia documental o por su valor artístico, sus obras han contribuido a crear un rico patrimonio histórico y artístico, indispensable ya para conocer la sociedad, la historia y la cultura contemporáneas. 

Y una parte muy representativa de esa espectacular riqueza patrimonial está magníficamente reproducida en las páginas de este volumen espléndidamente editado en el que se contienen las claves sociales e históricas del pasado reciente.

Porque, como decía Susan Sontag y recuerda Jordi Canal en su prólogo, “coleccionar fotografías es coleccionar el mundo.”

Santos Domínguez

04 diciembre 2013

Stevenson. Ensayos sobre literatura



Robert Louis Stevenson.
Escribir.
Ensayos sobre literatura.
Traducción de Amelia Pérez de Villar.
Páginas de Espuma. Madrid, 2013


La literatura está escrita por y para dos sentidos: una especie de oído interno que percibe con gran rapidez "melodías nunca oídas" y el ojo, que guía la pluma y descifra la frase impresa, escribe Robert Louis Stevenson en Aspectos técnicos del estilo en la literatura, uno de los ensayos reunidos en Escribir, un volumen espléndidamente editado por Páginas de Espuma.

En estos ensayos sobre literatura Stevenson reflexiona sobre el personaje y el estilo, sobre el ritmo de la frase y la elección de las palabras, sobre la ética de la escritura y la experiencia de los sueños, sobre sus propios libros –de La isla del tesoro a El señor de Ballantrae-, sobre el oficio de escritor y la técnica narrativa o sobre autores como Poe, Verne, Dumas, Victor Hugo, Thoreau o Walt Whitman, que le interesaron especialmente.

Porque en este libro, muy significativamente, se habla de la escritura, pero el referente constante es la lectura, ya que Stevenson, aparte de su indiscutible potencia como narrador, tuvo también, y estas páginas lo demuestran palmariamente, el don de la lectura como un ineludible ejercicio de aprendizaje y autocrítica del escritor, que reivindica la imaginación frente al realismo radical o al naturalismo de Zola, escribe un irónico autorretrato en Cómo aprendió Stevenson a escribir, de modo autodidacta o evoca brillantemente la figura de François Villon, estudiante, poeta y ladrón.

Stevenson no fue un lector cualquiera ni un lector superficial, sino un lector excepcional que reflexiona sobre la literatura desde dentro, no desde fuera, y lo hace con una enorme finura analítica -por ejemplo en sus estupendos ensayos sobre los relatos de Poe, las novelas de Victor Hugo, los diarios de Samuel Pepys o la poesía de Whitman -, con una lucidez en la que se armonizan la hondura de la reflexión y la calidad de una prosa magníficamente traducida por Amelia Pérez de Villar.

Nos dejó no solo algunas de las novelas que han poblado los sueños y alimentado las pesadillas de la imaginación contemporánea, sino estas páginas llenas de fervor contagioso y de celebración de la literatura.

Santos Domínguez


03 diciembre 2013

Blake. Libros proféticos



William Blake. 
Libros proféticos. 
Prólogo de Patrick Harpur. 
Traducción de Bernardo Santano Moreno.
Imaginatio Vera. Atalanta. Vilaür, 2013.


William Blake (1757-1827) es uno de los poetas más enigmáticos y asombrosos de la tradición occidental. Inclasificable e irrepetible, su intensa poesía fue una isla deslumbrante en el racionalismo del siglo XVIII, una profecía del irracionalismo romántico y de la actitud visionaria del superrealismo.

Grabador y poeta, místico y pintor, visionario y filósofo, excéntrico y astuto, Blake fue un artista total que fundió la palabra y la imagen en una doble actividad que nunca concibió por separado y que dio lugar a libros tan desasosegantes como El matrimonio del cielo y del infierno o Los cantos de experiencia y de inocencia. 

Aquel poeta iconoclasta y profético, en cuyos versos conviven en raro equilibrio las luces y las sombras, fundó una cosmogonía prometeica propia sobre el hombre anterior a la caída en los Cantos de inocencia y sobre el conocimiento del dolor en los Cantos de experiencia, creó una obra de enorme potencia imaginativa, murió cantando y -como explicó Antonio Rivero Taravillo- dejó una huella importante en Yeats o en el Graves de La diosa blanca, en Cirlot o en Borges, o en el Neruda más visionario de las Residencias.

En noviembre de 1934, la revista Cruz y Raya publicaba Visiones de las hijas de Albión y El viajero mental, dos poemas de William Blake traducidos por Pablo Neruda, que estaba escribiendo por entonces la segunda entrega de su Residencia en la tierra.

En ese año central en la escritura de Neruda quizá ninguna voz como la suya podía plasmar mejor en español la potencia visionaria, el irracionalismo sensorial y la ambición verbal de William Blake, el eslabón que conecta la actitud pasional del Romanticismo con la intelectualización simbolista. No es una casualidad que por aquelllos años Neruda tradujera parcialmente Las flores del mal de Baudelaire, ni que, a caballo entre la Residencia de 1933 y la de 1935, el poeta chileno escribiese esa cima o sima del superrealismo.

Entre el mito y el delirio, entre la visión sagrada del mundo y la reivindicación social emparentada con el fervor revolucionario de 1789, esos dos poemas de Blake proponen un mundo de imágenes, sinestesias y metáforas deslumbrantes que aspiran a resumir el universo y a contener –como quería Blake- la eternidad en una hora.

Atalanta, que publicó recientemente los Ocho ensayos sobre William Blake, de Kathleen Raine sobre el sentido simbólico y la base mística del mundo de Blake acaba de presentar la edición del primer volumen de sus Libros proféticos traducidos por Bernardo Santano y prologados por Patrick Harpur. 

Es la primera edición completa y bilingüe de sus poemas proféticos en la que se recogen todas sus imágenes en color. Un volumen trabajadísmo y asombroso -el libro mejor editado del año sin ninguna duda-, profusamente ilustrado con los grabados originales del artista y cuidado hasta el más mínimo detalle para reflejar la obra del artista complejo que fue Blake, la convivencia en ella de lo oscuro y lo deslumbrante a la vez, de la inspiración y el caos, de lo disparatado y lo convencional, de un raro equilibrio, de la inusual coexistencia de lucidez y locura que recorre sus textos.

“Para Blake –explicó Kathleen Raine, que iluminó las claves espirituales y artísticas de una obra tan opaca y de tanta fuerza expresiva y en la que las luces y las sombras conviven con tanta naturalidad- vivir según la Imaginación es el secreto de la vida.” 

Por eso la obra de Blake, con su fusión de lo plástico y lo verbal, encuentra un espacio propio en el que se conjuntan el tiempo histórico y el tiempo mitológico, la poesía y la pintura, en el territorio común de la imagen, compartida por dos artes que Blake entiende, igual que las civilizaciones orientales, como una forma de meditación.  

Presentados por sendos prefacios del traductor, Bernardo Santano, estos son los poemas proféticos y narrativos que figuran en el primer volumen: Tiriel, El libro de Thel, El matrimonio del cielo y el infierno, La Revolución francesa, Visiones de las hijas de Albion, América: Profecía, Europa: Profecía, El [primer] libro de Urizen, El libro de Ahania, El libro de Los, El cantar de Los, Vala, o los cuatro Zoas.

Esotérico y marginal, con un satanismo de fondo que reivindicaron en su poesía el movimiento romántico y el superrealismo o con la percepción de Juan Ramón Jiménez, que hizo una lectura poética de sus textos y vio en su obra un precedente de la poesía pura, Blake fundó con su potente imaginación creadora una nueva mitología igualitaria o elaboró sus profecías continentales a partir del neoplatonismo, la alquimia y una interpretación heterodoxa de la Biblia.

Su irrelevante biografía exterior contrasta con una vida imaginativa intensa y literalmente visionaria. De esas visiones, frecuentes desde su niñez, se alimentan su mundo poético y plástico, profundamente entrelazados. Blake fue dibujante y grabador antes que poeta, más cercano en su concepción gráfica a los libros iluminados de la Edad Media que al Neoclasicismo imperante en su época. 

No empezó a desarrollar su talento poético hasta los treinta y dos años, cuando en plena época de las luces, Blake pone su irracionalismo no al servicio de la imaginación inventiva, que eso es mera fantasía, sino de algo más complejo y profundo: la imaginación creativa.

Una imaginación que ejerce su facultad creadora de arquetipos cambiantes, metáforas, símbolos y mitos, de representaciones del alma en distintos personajes, variantes neoplatónicas que son el eje central de estos Libros proféticos en los que se defiende el amor libre, se critica la superchería clerical, se denuncian la hipocresía social y la pedagogía racionalista que amputa la imaginación de los jóvenes o se exalta la vinculación del hombre con la naturaleza, el ímpetu del deseo, del placer o de la revolución social.

“No hay nadie como William Blake –escribe Patrick Harpur en su introducción- en la literatura y el arte ingleses. Su genio prendió la antorcha del Romanticismo en Inglaterra hacia finales del siglo XVIII, pese a que fue ignorado o, al menos, poco reconocido a lo largo de su vida.”

Un escritor tan irrepetible como Blake se merecía un volumen tan excepcional como este.

Santos Domínguez

02 diciembre 2013

Proust. Días de lectura

Marcel Proust.
Días de lectura. 
Traducción de Alicia Martorell 
y Núria Petit Fontserè.
Taurus Great Ideas. Madrid, 2012.

Repletos de inteligencia y sensibilidad, los cinco ensayos de Marcel Proust que Taurus reúne con el título Días de lectura en su delicada colección Great Ideas son una muestra brillante del lector excepcional y del escritor portentoso que unos años después escribiría En busca del tiempo perdido.

Un bellísimo elogio de la obra de John Ruskin, una evocación de las lecturas en la infancia, clandestinas y nocturnas a la luz de una vela, una reivindicación del carácter creativo de la lectura o Swann explicado por Proust recorren estas páginas en las que se prefigura el mundo proustiano en reflexiones como esta:

El artista debería pedir a los recuerdos involuntarios la materia prima de su obra.

Para Proust, la lectura activa, no meramente receptiva, debe ser el motor del pensamiento y de la creación literaria y artística, porque escribir presupone leer y la lectura es, señala una y otra vez en estos textos, una condición previa a la escritura.

Y como un don añadido, la excelente prosa que recorre la lucidez de estos ensayos, su capacidad de sugerencia y de evocación, su hondura reflexiva en torno a una lectura que moviliza la conciencia y la creatividad, porque, escribe Proust, sus llaves mágicas nos abren en el fondo de nosotros mismos la puerta de las estancias en las que no hubiéramos sabido penetrar.

Un Proust tan brillante como imprescindible.
Santos Domínguez