10 diciembre 2012

Navidades de libro. Regalo

Charles Baudelaire.
Dibujos y fragmentos póstumos.
Edición, traducción y notas de Ernesto Kavi.
Sexto Piso Ilustrado. Madrid, 2012

Casto como el papel, sobrio como el agua, inclinado a la devoción como una comulgante, inofensivo como una víctima, no me disgustaría pasar por un libertino, un borracho, un impío y un asesino, escribe Baudelaire en uno de lo textos que Sexto Piso publica en el magnífico volumen de Dibujos y fragmentos póstumos, que reúne la obra gráfica de Baudelaire y los textos póstumos del padre de la poesía contemporánea, con edición, traducción y notas de Ernesto Kavi, que escribe en su introducción (Fiat Lux) a los Dibujos:

Baudelaire no ignoraba la potencia de las imágenes y (...) dedicó su vida entera a fabricarlas, a veces con palabras, a veces con pinceles y colores.  
 
Se recogen así en un libro espléndidamente editado los dibujos que hizo Baudelaire entre 1843 y 1859 y los Fragmentos póstumos que escribió de 1854 a 1866, entre ellos las notas de Proyectiles, las reflexiones de Mi corazón al desnudo, los Pensamientos y aforismos o los Proyectos de prefacio a Las flores del mal.


William Shakespeare.
Teatro completo II.
Comedias y tragicomedias.
 Edición de Ángel-Luis Pujante.
Espasa Clásicos. Barcelona, 2012.

Los tres círculos concéntricos que se unen en la noche del bosque y en un sueño de verano, las comedias oscuras y la fuerza del deseo, la Roma clásica y la Florencia del Renacimiento, el Rosellón o las Bermudas, el amor y los celos y las variables formas de la venganza, lo cortesano y lo pastoril, el campo y la ciudad, la ambigüedad sexual, el humor y la inteligencia, una Venecia oscilante entre lo trágico y lo cómico, el sueño y la magia, el desdén y la furia domada, lo inverosímil y los naufragios, los mercaderes y los equívocos, el honor y la ambición, el enredo y el diálogo, el teatro dentro del teatro, Falstaff y las comadres de Windsor, el mito y la tempestad, el perdón y la risa, los juegos de palabras, las mujeres disfrazadas de hombre y los matrimonios no deseados, la libertad individual y las convenciones sociales...

El mundo, el hombre y la vida según Shakespeare, cuyas comedias contienen la totalidad de la realidad, desde su plenitud más luminosa hasta su sesgo más oscuro y amargo.

La colección Espasa Clásicos sigue publicando el teatro completo de William Shakespeare, el mayor dramaturgo de la historia, el clásico primordial. Tras la primera entrega, que recogía las Tragedias completas, acaba de aparecer  un volumen que reúne todas las comedias y tragicomedias de Shakespeare, en una versión unitaria y actual con traducciones de Ángel Luis Pujante, Salvador Oliva y Alfredo Michel Modenessi.

Precedidas de un prólogo general y de una breve introducción a cada obra, organizadas en orden cronológico y presentadas en una edición cuidadísima, ocho de las dieciocho traducciones son inéditas: Los dos caballeros de Verona, Todo bien si acaba bien, Cimbelino, La fierecilla domada, Las alegres comadres de Windsor, Pericles, La comedia de los enredos y Afanes de amor en vano.

La serie se completará con un tercer volumen que recogerá las piezas que el First Folio clasificaba como Histories, los dramas históricos.

Como a todos los clásicos que lo son de verdad, a Shakespeare no se le acaba de leer nunca. En cada nueva lectura, en cada nueva versión, en cada puesta en escena de sus variadas tramas incide una luz distinta.


Neil MacGregor.
La historia del mundo en 100 objetos.
Traducción de Francisco J. Ramos Mena.
Debate. Barcelona, 2012.

Debate publica un espectacular libro escrito por Neil MacGregor, director del British Museum, como guión de A history of the world in 100 objects, una serie de programas radiofónicos que emitió la BBC en 2010.

El objetivo de la serie era hacer un viaje por la evolución de la humanidad a través del tiempo, de distintos lugares del mundo y de diversas civilizaciones. Se trataba, y a eso respondieron sus programas y los capítulos de este volumen, de seleccionar cien objetos que debían abarcar el mundo entero y reflejar la enorme variedad de la experiencia humana, de las civilizaciones y de las diferentes capas sociales. Cada uno de esos cien capítulos incluye no solo el texto explicativo, sino una ilustración imprescindible que permite que el lector se acerque a cada uno de esos objetos significativos y a veces humildes que resumen una civilización, la vida diaria o la intimidad de los hombres que vivieron hace miles de años.

Desde un canto tallado encontrado en Tanzania y datado hace dos millones de años hasta una Visa oro de los Emiratos árabes o una lámpara solar china de 2010, pasando por el papiro matemático Rhind, hallado en Tebas, que contiene ochenta y siete problemas aritméticos y geométricos, las piezas de un ajedrez noruego del siglo XII talladas en marfil de morsa y dientes de ballena, un galeón mecánico de finales del XVI o el Rinoceronte de Durero, los cien objetos, organizados en veinte bloques de cinco elementos, trazan la biografía de las cosas, como señala MacGregor en la introducción y resumen una historia de los objetos y de los hombres a través del tiempo y del espacio, a través de muchos mundos y muchas épocas.

Bajo las luminosas claraboyas del vestíbulo del British Museum este es uno de los libros que más se venden desde hace meses y acaba de aparecer en español traducido por Francisco J. Ramos Mena

Jacob y Wilhelm Grimm.
Blancanieves.
Ilustraciones de Miguel Navia.
Traducción de Álvaro y Luis Alberto de Cuenca.
Prólogo de Luis Alberto de Cuenca.
Reino de Cordelia. Madrid, 2012.

Hace ahora doscientos años de la primera edición alemana de un tomo de cuentos infantiles recopilados por dos hermanos filólogos, los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, que habían dedicado varios años a recoger y reelaborar relatos tradicionales y orales. Uno de esos relatos, tal vez el más famoso de todos, es Blancanieves, quizá también el de simbología más oscura e inquietante: la rivalidad sexual, los celos, el complejo de Edipo, el solitario viaje iniciático por el bosque peligroso, el crecimiento de la protagonista, el narcisismo, la manzana de la discordia de Afrodita y la del pecado original en Eva.

Reino de Cordelia acaba de publicarlo en una edición de lujo ilustrada por Miguel Navia y traducida por Álvaro y Luis Alberto de Cuenca. En las antípodas de Disney, las magníficas ilustraciones de Miguel Navia utilizan esa tonalidad oscura para llamar no solo a la imaginación, sino también a esos abismos de la conciencia infantil  y adulta que evocó Bettelheim, para reflejar plásticamente la crueldad sangrienta que recorre sus líneas desde el principio hasta el final, el inquietante escenario del bosque peligroso o la expresividad individual de los rostros de los siete enanos protectores que lo habitan como símbolo de los siete días de la semana o de los siete planetas que giran alrededor de la figura solar y luminosa de Blancanieves.


F. Scott Fitzgerald.
El gran Gatsby.
Traducción de Justo Navarro.
Ilustraciones de Jonny Rizzo.
Sexto Piso. Barcelona, 2012.

El gran Gatsby, uno de esos títulos que han ido creciendo con el paso del tiempo hasta convertirse en un clásico contemporáneo, vuelve de nuevo a la actualidad.

El interés que sigue suscitando la novela lo confirma no sólo el reciente estreno de una nueva versión cinematográfica -la primera es de 1926, solo un año después de la primera edición del libro- con Leonardo Di Caprio y Carey Mulligan, sino el hecho de que en las mesas de novedades aparezca una nueva y espléndida edición ilustrada que publica Sexto Piso con la traducción que Justo Navarro preparó para Anagrama.

Por debajo de su superficie sentimental y folletinesca y más allá de su desenlace truculento, El gran Gatsby es uno de esos títulos que han ido creciendo con el paso del tiempo hasta convertirse en un clásico contemporáneo imprescindible y en la más acabada representación del ambiente americano de los años veinte, la Edad del Jazz y la ley seca, con su rara y explosiva mezcla de vitalismo y decadencia, de miseria y lujo.

Con ilustraciones de Jonny Ruzzo, norteamericano de Rhode Island, que captan en un potente lenguaje plástico el espíritu y la ambientación de la novela, es una invitación a la lectura o a la relectura de un texto que traza una épica de la derrota, una elegía de la autodestrucción de una época y unos personajes que comparten con el autor esa virtud poliédrica, cambiante y hasta contradictoria que solo tienen los clásicos.



Joseph Campbell.
Imagen del mito.
Traducción de Roberto R. Bravo.
Imaginatio vera. Atalanta. Gerona, 2012.

Atalanta edita por primera vez en español Imagen del mito, una obra monumental del mitólogo norteamericano Joseph Campbell (1904-1987), un libro basado en un amplio banco de reproducciones que permiten recorrer cinco milenios de historia, mitología y representaciones plásticas a través de más de cuatrocientas imágenes comentadas.

Porque imagen y relato son consustanciales a la esencia y al desarrollo del mito y en esas dos actividades se proyectan la imaginación y la capacidad narrativa con las que el hombre construye, con símbolos y con palabras, la interpretación coherente del universo, de los sueños y de la vida que es la raíz del mito. Y lo que ofrece Campbell en este libro espectacular es un viaje guiado por la relación entre el mito y la civilización, el mito y el sueño, el mito y el pensamiento a través de las distintas manifestaciones visuales que las distintas culturas han elaborado, desde Mesopotamia a los mayas o los etruscos, desde la India a Oceanía, desde la cultura egipcia a la olmeca, desde China a Europa.

La mirada de Campbell es la mirada abarcadora y profunda propia de quien sustituye los prejuicios por la curiosidad intelectual y arranca de un amplio sincretismo cultural y religioso para transmitir una visión abierta e integradora de las distintas construcciones mitológicas.


Oscar Wilde.
El secreto de la vida.
Edición de Andreu Jaume.
Traducción de Miguel Temprano García.
Lumen. Barcelona, 2012.

Lumen publica en un espléndido tomo una selección de ensayos de Oscar Wilde. Con edición y prólogo de Andreu Jaume y traducción de Miguel Temprano García, reúne los ensayos más representativos de Wilde, una selección cronológica de aquellos textos que (...) pueden considerarse expresión del pensamiento crítico de su autor. Más que en ninguna otra zona de su obra, es en los ensayos donde brilla el Oscar Wilde más lúcido y profundo, un Wilde en el que la agudeza no es un simple destello verbal, sino una manifestación de su asombrosa capacidad analítica y de la ambición crítica que atraviesa toda su obra.

Tras la máscara del personaje homónimo que se había construido Wilde, tras sus provocaciones y sus ocurrencias, está aquí el escritor refinado y culto que considera la literatura la forma más alta de vida y reflexiona en profundidad sobre la importancia de la crítica como género literario y sobre sus posibilidades creativas, que ya exploraron los antiguos griegos, una nación de críticos de arte que nos legaron las dos artes más elevadas que existen, la vida y la literatura, la vida y la perfecta expresión de la vida. La pintura, Shakespeare, el arte por el arte o la admiración por el mundo clásico recorren estos textos procedentes de las conferencias que dio en Estados Unidos (El renacimiento inglés del arte), artículos como "La decadencia de la mentira" o "El crítico como artista", colecciones de aforismos (Frases y filosofías para uso de la juventud) y como cierre De profundis, la desgarrada carta que Wilde le escribió a su amante lord Alfred Douglas desde la cárcel de Reading.


Franz Kafka.
Obras completas.
Debolsillo. Barcelona, 2012.

Desde El desaparecido -la primera de las tres novelas que Kafka emprendió y no llegó a terminar y que Max Brod editó con el título América- hasta los Aforismos, pasando por El proceso y El castillo, La transformación (La Metamorfosis), los Diarios o la Carta al padre, Debolsillo publica en un estuche con nueve volúmenes la totalidad de la obra de Kafka en la mejor traducción en español, basada en la edición crítica alemana que publicó la editorial S. Fischer desde 1983 y que es considerada, por el rigor con que ha sido realizada, la edición definitiva de la obra de Franz Kafka.



William Shakespeare.
Obra completa 4.
Romances.
Edición de Andreu Jaume.
Clásica Debolsillo. Barcelona, 2012.

La traducción que hizo Luis Cernuda de Troilo y Crésida abre el cuarto volumen de las Obras completas de William Shakespeare que está publicando Debolsillo. Troilo y Crésida es el primero de los ocho Romances que escribió el primero de los clásicos. Escritos entre 1602 y 1613, en la plenitud de su madurez creativa, están entre ellos algunas cimas como Cuento de invierno o La tempestad, en los que la maquinaria teatral del conflicto funciona como un asombroso mecanismo de precisión.

El First Folio incluía títulos como Bien está lo que bien acaba, Medida por medida, Pericles, príncipe de Tiro o Cimbelino en el apartado de las Comedias, pero la complejidad de sus tramas y la oscuridad de su retórica han inclinado a la crítica contemporánea a hacer un apartado específico con estas obras bajo el epígrafe Romances, que evoca sus fuentes novelísticas.


Edward Gibbon.
Decadencia y caída del Imperio romano.
Volumen II.
Traducción de José Sánchez de León.
Atalanta. Gerona, 2012.

Como una populosa novela leía Borges la Decadencia y caída del Imperio romano, de Edward Gibbon, el padre de la historiografía moderna que publicó este monumento imperecedero en seis volúmenes entre 1776 y 1778.

La investigación y la inteligencia, la sutileza y el rigor se dan cita en las numerosas páginas de este clásico que Gibbon dedicó a analizar quince siglos que culminaron con la caída de Constantinopla en 1453. La asombrosa capacidad narrativa de aquel deísta ilustrado, dueño de una prosa depurada y exacta, se concentra en los siglos finales de la Edad Antigua y en una Edad Media que acaba cuando cae el Imperio oriental.

En Gibbon la historia es maestra del presente, porque su historia antigua rastrea las raíces de Europa. Unas raíces que fueron creciendo en los quince siglos que abarca su estudio, proyectado en un espacio igual de ambicioso que el tiempo del relato: desde Siberia al Nilo, desde China hasta Gibraltar, Gibbon construye el puente que comunica la antigüedad con la modernidad.

Cuando escribió esta obra ciclópea se atisbaba la cercanía de un cambio histórico crucial: faltaban diez años para la Revolución de 1789, que pondría el punto final a aquella Edad Moderna que había surgido de las ruinas del Imperio romano.


Atalanta acaba de completar la edición de este texto fundamental con el segundo tomo – desde el origen, progreso y efectos de la vida monástica hasta una perspectiva de las ruinas de Roma en el siglo XV- de la nueva traducción de José Sánchez de León, de la que ya apareció el primer tomo en el primer semestre del año. 

Monjes y bárbaros, el rey Arturo y las cruzadas, Constantinopla y Belisario, Justiniano y Carlomagno, Mahoma y la biblioteca de Alejandría, las controversias religiosas y la milagrería, Juan Cantacuceno y el imperio otomano.

Son algunos de los personajes y las tramas de esta populosa novela que culmina con la coronación poética de Petrarca y una perspectiva de las ruinas de Roma desde la colina del Capitolio den el siglo XV. Por su ironía y su lucidez, su capacidad evocadora y su mirada crítica sobre el fanatismo religioso y los excesos del poder, este segundo tomo, centrado en la época medieval, es aún mejor que el primero.


Marqués de Sade.
Los 120 días de Sodoma.
Traducción de la Baronesa de Convit.
Ilustraciones de Miguel Ángel Martín.
Reino de Cordelia. Madrid, 2012.

Ilustrado, adaptado y editado por Miguel Ángel Martín, Reino de Cordelia publica Los 120 días de Sodoma, el clásico del exceso que el marqués de Sade escribió encarcelado en la Bastilla. Con una estructura que recuerda el esquema narrativo del Decamerón, Sade imagina a un grupo de personas que se reúne en el castillo de Silling durante 120 días para narrar cinco relatos cada día y practicar todo tipo de perversiones sexuales. Sade va mucho más allá de lo imaginable en el terreno del escándalo y la provocación constante con los seiscientos relatos que contiene este libro que deja a los escritores contemporáneos de pornografía como criaturas inocentes de textos previsibles.

Cuando Pasolini adaptó esta obra para rodar su Saló, no tuvo más remedio que contenerse y hacer una versión soft del original que Miguel Ángel Martín ha ilustrado con imágenes explícitas que no renuncian a reflejar nada del mundo violento y excesivo de Sade, que pasó casi treinta años de su vida encarcelado en Vincennes y en la Bastilla. Muy poco antes del 14 de julio de 1789 fue sacado de allí y encerrado en un manicomio. Desde entonces y hasta comienzos del siglo XX estuvo desaparecido el manuscrito de estos días de Sodoma y de su repertorio de barbaridades.



Chiyo Chida.
Andrés Pérez Riobó.
Yokai.
Monstruos y fantasmas en Japón.
Satori. Gijón, 2012.

Híbridos de formas animales y humanas, los yokai japoneses viven a medio camino entre la realidad y la pesadilla, entre la superstición y el folklore en los espacios compartidos por el mundo de los dioses y los hombres.

La espléndida guía ilustrada de estos monstruos y fantasmas japoneses que han publicado en Satori la diseñadora gráfica japonesa Chiyo Chida y el historiador Andrés Pérez Riobó hace un inventario alfabético de 33 yokai por su apariencia física y por su temperamento.

Protagonistas grotescos o terroríficos de diversas leyendas tradicionales japonesas, atormentan, asustan o auxilian a las personas desde su condición de dioses menores caídos en desgracia, de habitantes de los fondos marítimos, los bosques intrincados o las montañas inaccesibles.

Malignos o benéficos, divertidos o violentos, invisibles y extraños, permanecen en un limbo propio aunque con frecuencia invaden el mundo de los hombres para ocupar en principio un lugar en los relatos tradicionales de transmisión oral y para adquirir forma plástica desde el siglo XVII, en el periodo Edo de la cultura japonesa.

Una variada zoología oriental del fantasma capaz de diversas metamorfosis físicas o monstruoso resultado físico de la monstruosidad del carácter, de los celos o la envidia: el chupamugres o chupatechos, el lavahabas que aterroriza con ese ruido a la orilla del río, el fuego fatuo o la sirena, el dios perro o el vuelcaalmohadas, la vieja de montaña o la mujer de nieve, el cara plana o el cortapelos con aspecto de gallo punki.

Estos crepusculares seres de frontera y penumbra que procesionaban en las oscuras noches del medievo se modernizaron y emigraron de las zonas rurales a los núcleos urbanos antes de convertirse en antecedentes del manga y de los videojuegos, a cuya iconografía han contribuido de forma decisiva.


Javier La Orden Trimollet.
El invierno del mosquetero.
Literatura Rey Lear. Madrid, 2012.

Como la cuarta y última parte de Los tres mosqueteros se define en el subtítulo El invierno del mosquetero, que publica Rey Lear, una novela histórica repleta de aventuras, acción e imaginación con la que Javier La Orden traslada a España al superviviente Aramis tras la muerte de Athos, Porthos y D’Artagnan en la tercera parte de la serie de Dumas.

Octogenario y con la salud recuperada, un Aramis ennoblecido con el título de duque de Alameda es asesor en Madrid del rey Carlos II en asuntos franceses frente a Luis XIV. La irrupción del conde D’Herstel, hijo ilegítimo de D’Artagnan, lo convertirá en el brazo armado del anciano mosquetero en una novela que asimila el pulso narrativo de Dumas y su capacidad para entretener y sorprender al lector.

Esta es la primera novela del autor, pero la soltura y el bien logrado tono de la narración no pueden extrañar si se sabe que Javier La Orden tradujo las tres novelas del ciclo de los mosqueteros en la que seguramente es la mejor edición en español, la de Cátedra AVREA, para la que escribió también un estudio imprescindible que está en la base de esta nueva aventura que podría haber firmado Dumas. Al fin y al cabo no hubiera sido la primera vez.


Antonio Muñoz Molina.
El atrevimiento de mirar.
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.
Barcelona, 2012.

En El atrevimiento de mirar Muñoz Molina reúne nueve ensayos sobre arte y artistas. Una recopilación de textos de conferencias o de catálogos de exposiciones que toma su título de la valentía de la mirada profética de Goya sobre los Desastres de la guerra o los Fusilamientos de la Moncloa el tres de mayo.

Pero ese atrevimiento, en el que se unen ética y estética, conciencia y percepción, resume también la actitud de Antonio Muñoz Molina ante el arte, su mirada al mundo a través de la ventana de la pintura:

Creo que fue de Baudelaire y de Marcel Proust de quienes empecé aprendiendo a escribir sobre arte, intentando usar las palabras como una lente de aumento para mirar mejor lo que se tiene delante de los ojos, en los cuadros y también en la realidad.

Y el título adquiere finalmente un tercer sentido cuando se convierte en una invitación al lector para que se atreva a mirar la vida y a entenderla más profundamente a través del arte: el enigma de la vida y los personajes ensimismados bajo la luz irrepetible de Georges de La Tour, la hondura del retrato goyesco de Jovellanos, las ventanas del presunto realista que fue Hopper, una teoría del verano de 1923 a propósito del Arlequín con espejo y La flauta de Pan de Picasso, la vocación de Juan Genovés, el retrato y la sombra de Christian Schad, la presencia del tiempo en las fotografías de Nicholas Nixon o el inédito sobre las criaturas animales y humanas en la pintura de Miguel Macaya.

La mirada del espectador se superpone así a la mirada del artista de la misma manera que el viaje de ida que lleva de la vida a la literatura se convierte en este libro en un viaje de vuelta desde la pintura a la vida.



Varios autores.
El palacio de Liria.
Atalanta. Gerona, 2012.

El Palacio de Liria es, después del Palacio Real, el edificio particular de Madrid más importante del siglo XVIII, escribe Jacobo Siruela en el prólogo del volumen sobre el palacio de Liria que publica Atalanta.

Por sorprendente que pueda parecer, es la primera vez que se publica un libro sobre el palacio. La arquitectura, el jardín, los cuadros y los tapices, los libros y los manuscritos se abordan por distintos especialistas en siete capítulos apoyados en un espléndido material gráfico.

Tras el apartado inicial, en el que Jacobo Siruela relata la historia de la casa de Alba desde el siglo xv, Carlos Sambricio, experto en la arquitectura española de la Ilustración, firma el apartado dedicado al diseño, la importancia y la singularidad del edificio, del que William Beckford decía en 1787, dos años después de su construcción, que  era el más espléndido de Madrid.

Mónica Luengo, estudiosa de la historia y la restauración de jardines, realiza aquí la primera investigación histórica del jardín del palacio desde su trazado dieciochesco hasta la remodelación de Forestier en 1916.

De la pinacoteca de Liria, con una notable colección de cuadros y tapices de las escuelas italiana, flamenca y española –Fray Angélico, Tiziano, Rembrandt, Rubens, Brueghel, Ribera, Murillo, Velázquez o Goya–, resultado de tres siglos de coleccionismo aristocrático, se encarga Fernando Checa Cremades.

José Manuel Calderón, bibliotecario del palacio, escribe una nota sobre los fondos documentales de la biblioteca –con una Biblia miniada del siglo xv- y el archivo, donde se conservan expuestos en una vitrina los diarios de a bordo de Cristóbal Colón o el testamento autógrafo de Felipe II.

Finalmente, tras un texto de José-Francisco Yvars sobre la memoria y la evolución de la colección familiar, cierra el volumen un reportaje fotográfico de Javier Salas, con un recorrido visual que permite apreciar los cuadros en su distribución actual por los salones del palacio de Liria, un pozo inagotable –señala Jacobo Siruela- de historia y cultura.




Flamenco.
Pasión, desgarro y duende.
Una historia fotográfica desde 1970.
Fotografías de Elke Stolzenberg y José Lamarca
Península. Barcelona, 2012.

Con un magnífico prólogo de Alfredo Grimaldos sobre la grandeza de lo marginal y un texto inédito de Francisco Moreno Galván sobre el duende de los sonidos negros (“El cante es lo que no es el canto") Península publica Flamenco. Pasión, desgarro y duende, un excepcional libro de fotografías de dos fotógrafos excepcionales: Elke Stolzenber, con su capacidad para captar el movimiento arrebatado, y José Lamarca o el reposo en el posado para buscar la hondura y el duende en el gesto del retratado.

Un baile de Antonio Mairena con palmas y jaleos de Camarón, Fernanda de Utrera, Menese y Morente; la boda de Camarón; la verticalidad de Paco de Lucía atisbando la altura de su genio; una panorámica de los Habichuela; los rasgos afilados de Antonio Gades o el gesto de pedernal de Agujetas.

Un Chaquetón entregado en el tercio; la seriedad honda de Mairena dos años antes de su muerte; Terremoto jugando a los chinos con Menese y Sordera; El Gallina posando como un faraón; La Cañeta y María Pagés; Fernanda y Bernarda de Utrera en la Fiesta de la Bulería de Jerez en 1982.

El corpachón de Terremoto en un arranque de baile por bulerías; Porrina en claroscuro; Sordera en silla de enea; Moreno Galván, Alberti, Menese y Marcos Ana en París; Menese con Rancapino o con El Cabrero; el baile temperamental y masculino de Farruco; Chocolate como depositario de los sonidos negros de Manuel Torre; el Chato de la Isla recortado sobre fondo oscuro; la compostura clásica de Sabicas y la gracia jerezana de Moraíto.

Y los retratos de las familias jerezanas: los Parrilla, los Vargas, Los Terremoto o los Agujetas.

Pasión, desgarro y duende en una historia gráfica del flamenco en las últimas décadas con más de 150 fotografías de enorme potencia expresiva y sinestésica sobre un cante y un baile que se sienten al fondo de estas imágenes.

Y el que siente, como señala Moreno Galván, se convierte en orante de piedra.


Alberto Manguel.
Una historia de la lectura.
Traducción de José Luis López Muñoz.
Alianza Literaria. Madrid, 2012.

Una cuidada reedición del clásico imprescindible de Alberto Manguel, revisada por el autor y ampliada con más ilustraciones en Alianza Editorial.

Seis milenios de palabras escritas y vistas desde la perspectiva del receptor. El papel del lector a lo largo de la historia y de sus soportes cambiantes: desde las tablillas sumerias hasta la tecnología electrónica de la actualidad pasando por los papiros, los códices, el pergamino o el papel.

Una historia del mundo con paradas en San Ambrosio y su lectura silenciosa o Diderot y su defensa terapéutica de las novelas sicalípticas; la máquina para leer en la cama o los lectores cubanos contratados para entretener a los trabajadores de las fábricas de tabaco en Cuba.

Leer para sí o para los demás, leer para entender el mundo o para huir de él, leer imágenes o libros prohibidos, leer el futuro o el pasado, leer sombras o robar libros.

Leer. O releer esta siempre asombrosa historia de la lectura que tiene algo del inabarcable libro de arena de Borges y mucho del libro-hombre de Whitman.

Una reivindicación de la lectura como forma de conocimiento y sobre todo como expresión activa de la rebeldía.


Charles Dickens.
Grandes esperanzas.
Ilustrada por Ángel Mateo Charris.
Traducción de Manuel Vallvé.
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona, 2012.

Para celebrar un doble acontecimiento, el bicentenario de Dickens y el cincuentenario de Círculo de Lectores, Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores publica una espectacular edición ilustrada por Ángel Mateo Charris de Grandes esperanzas, una de las grandes creaciones de madurez del maestro de la novela en inglés del siglo XIX y su última obra maestra.

Publicada por entregas entre diciembre de 1860 y agosto de 1861 y contada en forma autobiográfica por Philip Pirrip, un narrador-personaje que evoca su vida desde que era el huérfano Pip, Grandes esperanzas es la novela mejor construida de Dickens, con una muy meditada estructura arquitectónica en tres partes.

En torno a los ambientes rurales de la primera parte y a los urbanos de las otras dos, aparecen la pobreza y la adversidad, la crueldad y la extravagancia, la sordidez y el humor o el espacio de la casa o de las calles de Londres como un personaje más con descripciones memorables de la ciudad y las orillas del Támesis.

Y todo concluye en el ambiguo final, melancólico y abierto a la esperanza, de una de las novelas más oscuras y nocturnas de un Dickens desilusionado y con una clara inclinación al claroscuro y al contraste.

Síntesis culminante de su narrativa, Grandes esperanzas es, aún más que David Copperfield, la novela más hondamente arraigada en la memoria personal de Dickens.  

Llevada repetidamente al cine, es también una novela de enorme potencia visual, que Ángel Mateo Charris subraya con la maestría que demostró por ejemplo en El corazón de las tinieblas.

La espléndida traducción de Manuel Vallvé es otro motivo para recomendar su imprescindible lectura.



Santos Domínguez


                                                                                            

 

07 diciembre 2012

Antonio Gamoneda. Canción errónea


Antonio Gamoneda.
Canción errónea.
Tusquets. Barcelona, 2012.

Históricamente ahora mismo, ante el dolor español y planetario de una pobreza que comporta hambre, enfermedad y muerte, nuestro lenguaje ha de ser poética y moralmente subversivo. Y nuestra conducta. El sufrimiento de causa social es nuestro sufrimiento y penetra nuestra conciencia, que creación literaria que no lleve consigo conciencia no es creación.

Esas palabras pertenecen a un reciente discurso en la Biblioteca Nacional de Antonio Gamoneda, que acaba de publicar en Tusquets Canción errónea, un libro que es una  reunión de temas y una síntesis de actitudes de su última etapa.
La vida entre dos sombras, sin miedo ni esperanza, el amor, el tiempo y la muerte, la denuncia de la injusticia, el diálogo con pintores, poetas y escultores son algunas de las claves de este libro, que en el pórtico hace esta enumeración de conceptos y contenidos:

Luz, Otras luces, Límites, Imposibilidades, Insistencias,
Contradicciones, Fiestas fúnebres, Causas ciegas,
Extravíos, Causas lingüísticas, Indiferencia,
Negaciones, Olvido, Ira, Agonía, Madera,
Poemas con nombre, Pérdidas

Es, en palabras de Gamoneda, una relación que me parece aplicable a los que son contenidos de Canción errónea, que van a darse inadvertidamente dispersos o contiguos.

Entre la luz y la oscuridad, entre el olvido y la memoria, entre la elegía y la celebración matizada de desesperanza, entre la indiferencia y la ira, Canción errónea es una nueva manifestación de la densidad poética de Antonio Gamoneda, que ha reunido en este libro algunos de sus poemas menos elípticos y más directamente confesionales.
Exentos de título y no sometidos a ningún criterio de organización, de uno de ellos son estas estrofas finales, que resumen el tono y los temas fundamentales del libro:

Amo este cuerpo viejo y la sustancia
de su miseria clínica.
                                El olvido
disuelve la materia pensativa
ante los grandes vidrios
de la mentira.
                      Ya
todo está dirimido.

No hay causa en mí. En mí no hay
más que cansancio y
un antiguo extravío:
                               ir
de la inexistencia
a la inexistencia.
                          Es
un sueño.
               Un sueño vacío.

Pero sucede.
                    Yo amo
todo cuanto he creído
viviente en mí.
                      Amé las manos
grandes de mi madre y
aquel metal antiguo
de sus ojos y aquel
cansancio lleno de luz
y de frío.

              Desprecio
la eternidad.
                   He vivido
y no sé por qué.
                         Ahora
he de amar mi propia muerte
y no sé morir.

                      Qué equívoco.

Con la serenidad que otorga la indiferencia y la conciencia de la pérdida, con dudas y con contradicciones que son señales de vida, Gamoneda asume su “ser para no ser” en textos memorables como este:

Un desconocido habita en mí. Agoniza y, para agonizar, utiliza mi corazón.
Pienso en mi padre enloquecido por la visión de frutos muy frescos, pienso en el amor y en la morfina. No. No es mi padre. Pero, entonces, ¿quién agoniza en mí?
Cabe que yo mismo sea el desconocido y que mi corazón no sea mío aunque yo ponga en él sus latidos. Cabe.
En realidad no hay problema. En cualquier caso, yo voy a ser, ya estoy siendo, huérfano de mí mismo. 
Santos Domínguez
 

05 diciembre 2012

Calvino. La gran bonanza de las Antillas


Italo Calvino.
La gran bonanza de las Antillas.
Traducción de Aurora Bernárdez.
Biblioteca Calvino. Siruela. Madrid, 2012.

Teníais que oír a mi tío Donald, que había navegado con el almirante Drake, cuando empezaba a contar una de sus aventuras.
–¡Tío Donald, tío Donald! –le gritábamos al oído cuando veiamos el fulgor de una mirada asomarse entre sus párpados perennemente entrecerrados–, ¡cuéntanos qué pasó la vez aquella de la gran bonanza de las Antillas!
–¿Eh? Ah, bonanza, sí, sí, la gran bonanza... –empezaba con voz temblorosa–. Estábamos en el mar de las Antillas, avanzábamos como un caracol, por el mar liso como de aceite, con todas las velas desplegadas para atrapar algún raro soplo de viento. Y entonces nos encontramos a tiro de cañón con un galeón español. El galeón estaba parado, nosotros también nos paramos y allí, en medio de la gran bonanza, empezamos a desafiarnos. Nosotros no podíamos pasar, ellos no podían pasar.

Así comienza un cuento que Italo Calvino publicó en 1957 en la revista Città Aperta. De ese relato, La gran bonanza de las Antillas, uno de los mejores de toda su trayectoria narrativa, toma su título el volumen que Siruela incorpora a su Biblioteca Calvino.

Con traducción de Aurora Bernárdez, se recogen en este volumen una parte de los cuentos escritos entre 1943 y 1984 por Italo Calvino. Organizados en dos secciones, Apólogos y cuentos (1943-1958) y Cuentos y diálogos (1968-1984), son una muestra significativa de la evolución del mundo literario de Calvino, desde las formas más breves de la primera parte a los textos más complejos de la segunda fase.

Vemos crecer así un mundo literario consistente que oscila entre dos extremos, el realismo y la literatura fantástica o entre lo cotidiano y lo extravagante pasando por la narración de carácter alegórico, y se alimenta por igual del sentido crítico y el humor irónico, de la verosimilitud y la imaginación proyectada en las memorias ficticias de Casanova o en las entrevistas imaginadas con Moctezuma o el hombre de Neanderthal.

En 1979, veintidós años después de publicar La gran bonanza de las Antillas, Calvino escribía un comentario explicativo de este cuento. Empezaba con estas líneas:

He releído La gran bonanza de las Antillas. Tal vez sea la primera vez que releo este cuento desde entonces. No lo encuentro envejecido, y no sólo porque se sostiene como cuento en sí, independientemente de la alegoría politica, sino porque el contraste paradójico entre lucha encarnizada e inmovilidad forzada es una situación típica, tanto político–militar como épico–narrativa, tan vieja por lo menos como la Ilíada, y resulta natural referirla a la propia experiencia histórica. Como alegoría de la política italiana, pensando que han pasado veintidós años y que los dos galeones están siempre ahí, enfrentándose, la imagen resulta aún más angustiosa.

Como ese cuento, la mayoría de los que recoge este volumen no han envejecido o lo han hecho con la dignidad que se espera de la buena literatura, porque siguen hablando al lector de hoy de situaciones que están más allá o más acá de las circunstancias concretas que provocaron su escritura.

Porque, como se espera también de la buena literatura, su alcance sobrepasa su tiempo y su momento y se convierte a menudo en una profecía de su futuro, que es nuestro presente. Eso es exactamente lo que ocurre con el espléndido La tribu que mira al cielo, que termina con este párrafo, en el que está contenida gan parte de la esencia del mundo literario de Italo Calvino:

También yo, sentado en el umbral de la cabaña, miro estrellas y cohetes que aparecen y desaparecen, pienso en las explosiones que envenenan los peces del mar, y en las reverencias que se hacen, entre una explosión y otra los que deciden las explosiones. Quisiera entender más: ciertamente la voluntad de los dioses se manifiesta en estas señales, y en ellas está incluida también la ruina o la fortuna de nuestra tribu... Pero hay una idea que nadie me quita de la cabeza: que a una tribu que se fia solo de la voluntad de los bólidos celestes, por bien que le vaya, siempre le darán por sus cocos menos de lo que valen.

Santos Domínguez

04 diciembre 2012

Alejandro Céspedes. Topología de una página en blanco



Alejandro Céspedes.
Topología de una página en blanco.
Amargord ediciones. Madrid, 2012.

El hecho -particular y sin importancia- de que no lo veas, no significa que no exista, o que no esté aquí, acechándote desde algún lugar de la página en blanco, preparado y ansioso de saltar sobre tu ceguera.

Esa cita de Wilfredo Machado abre, junto con otra en la que María Zambrano iguala las revelaciones poéticas al pensamiento filosófico, Topología de una página en blanco, el último libro de Alejandro Céspedes que acaba de aparecer en Amargord ediciones.

Una vez le oí decir a Leopoldo María Panero que si le interesaba Mallarmé era por su condición de poeta científico. Lo recuerdo al leer este libro cuando veo que Mallarmé forma parte de la genealogía moral de la poesía en la tensa reflexión sobre la escritura que mantiene en estos textos Alejandro Céspedes, uno de esos raros poetas que “se rebelan para revelarse”, como explica Jesús Malia en el epílogo.

María Zambrano, Foucault, Eliot, Juan Carlos Mestre, Juarroz, Muñoz Sanjuán, Clara Janés, Chantal Maillard, Dante, Celan, Deleuze son algunos de los guías que acompañan a Alejandro Céspedes en su viaje a los infiernos de la incertidumbre de la que surgen las revelaciones, en un difícil equilibrio entre intuición y reflexión.

Una reflexión exigente sobre los límites de la poesía desde dentro del poema, desde el centro vertiginoso de la página en blanco, desde la oscuridad en la que el poeta enciende el fuego primordial con pedernales y yesca. Porque la misión de la poesía no es proponer respuestas, sino plantear preguntas una vez que ha delimitado su ámbito de reflexión, la conciencia de su vocación interrogativa lejos de toda actitud autocomplaciente, en un salto al vacío o en medio del desierto que es el territorio propio del poema, como enseñó Jabès.

Desde ese centro oscuro del laberinto, un espejo se convierte en metáfora absoluta, símbolo último de ese territorio movedizo al que intentan fijarse las ideas, el lenguaje, y en donde se encuentran, enfrentados, entrelazados, atónitos, desdeñosos o resbaladizos los ojos del lector y del autor.

Topología de una página en blanco es un catálogo de perplejidades, un libro nada condescendiente en el que los textos se cuestionan a sí mismos, se construyen y se destruyen con la densidad de una poética insumisa que surge del núcleo de la escritura, bucea en la profundidad turbia de los límites del significado y explora la posibilidad de la iluminación, la expresión simbólica de lo inefable desde la inconsistencia del lenguaje como reflejo opaco del mundo

con su espejo vacío
el espejo que mide la profundidad de ese vacío
la cáscara de un nombre
el hueco que la nombra

Al final del libro, la reaparición de las palabras de Wilfredo Machado completa una estructura círcular a la que se añaden estos dos versos de cierre:

alguien que cree saber dónde encontrarlo
sigue fingiendo que sabe cómo ahorcarse


Santos Domínguez






03 diciembre 2012

Luis Landero. Absolución


Luis Landero.
Absolución.
Tusquets. Barcelona, 2012.

¿Será posible que, al fin, hayas logrado ser feliz?, piensa mientras se afeita y observa en el espejo su cara radiante de felicidad.

Así comienza Absolución, la última novela de Luis Landero, que publica Tusquets Editores.

Quien medita es Lino, el protagonista reconciliado con un mundo azaroso y con una realidad contingente cuyo sentido parece quedar determinado por detalles triviales, por incidentes nimios que producen cambios decisivos en su vida.

Porque en Absolución, como en otras novelas de Luis Landero, medio huevo cocido, una riña callejera o unos tomates de Almería contaminados pueden alterar el orden previsto de las cosas y plantear un conflicto entre el personaje problemático y el mundo inhóspito. Ese es el conflicto que está en el fondo de la novela clásica, que trata de una criatura arrojada en medio del mundo y en mitad del tiempo, en un entramado constante de pasado, presente y futuro, de ilusiones y desengaños, de esperanzas y decepciones que son el eje de la novela moderna desde el Quijote.

¿Por qué la vida era así de rara, de arbitraria, de inhóspita?, se pregunta el protagonista de Absolución. Y esa interrogación resume el sentido no solo de esta obra, sino de una línea fundamental de la novela española desde Cervantes hasta Landero pasando por Galdós o Baroja.

La culpa y la felicidad, la indagación sobre la vida y la búsqueda de sentido, la insatisfacción y la huida de la realidad conviven en la figura de un protagonista que hace recuento de su vida e inconfundiblemente forma parte del universo literario del autor de Juegos de la edad tardía:

¿Por qué huía de los sitios –se pregunta Lino en pleno recuento-, por qué de pronto necesitaba estar en otra parte, donde no lo conocieran y pudiera pasar inadvertido, libre de obligaciones y reproches?

Perplejo y desorientado, entre la abulia y la fuga, en constante búsqueda de la felicidad, Lino es un personaje formado en el tedio y en la huida que busca su lugar en el mundo. Todo había comenzado con el final feliz provisional de la primera frase, con ese personaje reconciliado con el pasado, pero expuesto a un futuro incierto y acechante que hace acto de presencia –se hace presente- al comienzo de la segunda parte, como un presagio turbio, como una nube oscura:

Y también ahora, como entonces, en rara sintonía con la naturaleza, todo invita a reconstruir la vida sobre las ruinas de un pasado ya muerto. Y diría que es del todo feliz si no fuese porque de vez en cuando un pensamiento fugaz, indescifrable, viene a turbar su dicha.

Y así, tras un imprevisto incidente callejero, todo volverá a cambiar para Lino, alterará su lugar en el mundo y a partir de entonces, huyendo de un crimen o de un matrimonio inminente, buscará su propia absolución con una vida peregrina que se justifica en el azar quijotesco de un camino sin rumbo en que se irá cruzando con todo tipo de personajes.

Una galería espectacular de personajes comparte el camino con el protagonista esquivo y nómada: el imprevisible padre de Lino; el señor Levin, inolvidable y creciente en interés a medida que avanza la novela; Clara, la novia imaginativa y sorprendente; el viajante Gálvez y su doble vida de cazador furtivo de cangrejos de río; Olmedo, un náufrago estable cerca del Duero, un Robinson hablador en medio del campo castellano.

Con la agilidad narrativa que es característica de Landero desde su primera novela y con una equilibrada estructura que articula el relato en tres partes alrededor de un jueves de mayo, Absolución es –como toda novela consistente- una indagación en la vida desde la insatisfacción y la duda, desde la confluencia de la libertad y el destino, el azar y la necesidad, la realidad y el deseo.


Santos Domínguez

01 diciembre 2012

Onetti. Novelas breves


Juan Carlos Onetti.
Novelas breves.
Prólogo de Juan José Saer.
Eterna Cadencia Editora. Buenos Aires, 2012.

Eterna Cadencia Editora ha reunido en un solo volumen las siete novelas breves -El pozo, Los adioses, Para una tumba sin nombre, La cara de la desgracia, Jacob y el otro, Tan triste como ella y La muerte y la niña- que escribió Juan Carlos Onetti, el constructor de uno de los universos literarios más transcendentales de la literatura del siglo XX en español.

Presentadas por un espléndido prólogo de Juan José Saer, se recogen en un cuidado tomo desde la obertura que fue El pozo (1939), escrito en una primera versión durante una tarde sin tabaco y en un arranque de mal humor creativo, hasta La muerte y la niña (1973), pasando por esas dos obras maestras indiscutibles que son Los adioses (1954) y Jacob y el otro (1961).

Prácticamente desde el principio, con una sorprendente madurez en la que se conjuntan el vigor y la contención artística, los temas esenciales de la narrativa de Onetti están ya perfilados: la incomunicación, el fracaso, la soledad de unos personajes a quienes la insatisfacción y la pesadumbre los empujan a la evasión.

Claro que El pozo lo publica Onetti con 30 años, tras diez de maduración y luego de haber extraviado una primera redacción de la novela. Onetti es a esas alturas un personaje más de su narrativa, un escritor desordenado, sin método ni horario, que escribe cuando tiene un arranque creativo, un autor que se identifica con frecuencia con sus personajes, esos indiferentes a los que el narrador trata con indiferencia impávida.

Entre las muchas piezas rigurosamente magistrales que escribió Juan Carlos Onetti hay una, Jacob y el otro, que pese a su poca extensión contiene todo el universo narrativo y estilístico del uruguayo. Publicada a veces en colecciones de relatos, tiene sin embargo la condición técnica de una novela corta. Onetti la escribió a la vez que Juntacadáveres y El astillero y resume el canon novelístico de su autor: por su ambientación en el degradado espacio mítico de Santa María, por la aparición de un personaje narrador como el Dr. Díaz Grey, por la opacidad turbia e insondable de la realidad y los hechos, presentados desde una perspectiva múltiple, parcial e incompleta.

Onetti se siente especialmente cómodo en esa Santa María que no es Montevideo ni Buenos Aires pero tiene rasgos de las dos, porque más que una ciudad es un paisaje moral, uno de esos territorios imperecederos de la imaginación que más que un lugar es una atmósfera o un estado de ánimo.

Con prosa deslumbrante y potencia de demiurgo, con profundidad y desesperanza, demoledor y tierno, comprensivo y piadoso a la vez que pesimista, Onetti explora una y otra vez las fronteras confusas de la realidad y el sueño, la necesidad evasiva y las tendencias monologantes de esos personajes problemáticos e incomunicados que en realidad hablan de su autor, porque la literatura, como escribió Onetti, es una larga confesión.

La radical unidad temática y estilística de estas novelas y su relación con las obras más extensas aconseja entender todos estos títulos como entregas sucesivas de una novela única que Onetti fue elaborando a lo largo de más de cincuenta años. Es la "unicidad vívida que justifica a toda obra de arte" a la que hace referencia Saer en su prólogo.

Eso explica una de las peculiaridades del proceso de escritura del uruguayo: toda su narrativa integra un conjunto de piezas interrelacionadas por una mirada escéptica hacia dentro que encuentra su expresión más acabada en el tratamiento de la acción desde el interior del personaje, en la construcción de un estilo cuidado hasta el último detalle, en la arquitectura rítmica de su prosa o en la elección meditada y certera de cada adjetivo, para articular la lección de expresividad de una lengua sometida a una tensión más propia de la poesía que de la narrativa.

Nada se deja aquí al azar o a la improvisación. Todo está calculado y contribuye a tejer un entramado narrativo que prende a un creciente número de adictos a un mundo literario portentoso, un mundo espectral por el que cruzan personajes derrotados por la vida.

Y así como la niebla o la noche difuminan el paisaje de Santa María, abundan las zonas de sombra sobre los personajes y en la acción de las novelas de Onetti, atravesadas siempre por una mirada introspectiva y desesperanzada, habitadas por seres devastados por la fatalidad, el fracaso y la resignación, perplejos y derrotados bajo la bruma o el humo de los cigarrillos y destartalados por el alcohol.

Los personajes de Onetti combaten el pesimismo y la abulia con la fantasía y alivian sus decepciones en el sueño de un mundo imaginario ambientado las más de las veces en la irreal ciudad del sueño que se llama Santa María.

La ambigüedad de los comportamientos, las interpretaciones múltiples de una realidad opaca, tan borrosa como la niebla que difumina el paisaje es otra de las constantes del mundo narrativo de Onetti, que se mueve con soltura en una zona de indeterminación en la que se confunden la realidad y el sueño, la alucinación y la mirada.

Es un mundo narrativo en el que la invención de historias se convierte en ejercicio de insumisión ante la realidad y los mundos imaginarios se integran en la memoria del narrador como una forma de sobrevivir en el desacato y la rebeldía, como una manera de paliar las frustraciones y de cubrir la distancia que separa la realidad y el deseo. Ese es el mecanismo que sostiene a los antihéroes onettianos.

Con el personaje siempre en un primer plano que se antepone a la acción, las novelas de Onetti tienen el clima moral de un tango, su temperatura delirante, su desaliento resignado.

En ese espacio propio, intermedio entre sus novelas largas y  sus cuentos, las novelas breves de Onetti viven en la frontera difusa del mundo real y la ficción, entre el discurso y la historia y exploran la realidad a través de unos personajes de perfiles borrosos y comportamientos complejos, cuyo rostro –concluye Saer- “tarde o temprano terminamos por reconocer: es el de cada uno de nosotros.”

Santos Domínguez

30 noviembre 2012

Francisco Brines. Aún no


Francisco Brines.
Aún no.
Lectura de Juan Carlos Abril.
Bartleby Poesía. Madrid, 2012.

En su imprescindible colección Lecturas21, Bartleby Editores recupera una obra central en la poesía de Francisco Brines: Aún no, un libro de 1971 que Juan Carlos Abril define en su lectura epilogal como “una obra actual que se balancea entre el pesimismo y el optimismo, y que inexorablemente se decanta hacia lo segundo porque ante todo existen poderosos argumentos para disfrutar de lo que poseemos, de lo que estamos viviendo. El carácter temporal y reflexivo de esta dicotomía implica un descrédito del futuro y una apuesta radical por el presente.”

En ese difícil equilibrio inestable (La gloria de la vida, y su fracaso) se sostiene la poesía de Brines y de manera especial Aún no, al que pertenecen algunos de los poemas más representativos de su obra como Los signos de la madrugada, ¿Con quien haré el amor?, Estela griega, Palabras para una despedida o el texto final, Cuando yo aún soy la vida, donde se lee:

La rosa cuchillada
de la mar, las derribadas luces
de los muertos, fragor de las palomas
en el aire, la vida en torno a mí,
cuando yo aún soy la vida.

“La poesía –ha explicado Brines- surge del mundo personal y de las obsesiones del poeta, pero yo no puedo escribir desde la plenitud ni desde el dolor, necesito un distanciamiento con respecto a la experiencia. La poesía desvela una visión del mundo, una cosmovisión de la vida como pérdida, que me ha concedido la poesía, y así surgen los poemas: del amor y de la pérdida, de la luz y de la sombra. La poesía, secretamente da a conocer aquello que está en uno y no se conoce y, además, es un retrato opaco del escritor.”

Un retrato opaco que dibuja el contorno moral y biográfico de Brines, su mezcla de reflexión y pasión sobre el fondo de luz y sombra de la realidad. De esa lucidez y esa intensidad se alimenta su obra:

"Estimo particularmente, como poeta y lector, aquella poesía que se ejercita con afán de conocimiento, y aquella que hace revivir la pasión por la vida. La primera nos hace más lúcidos, la segunda, más intensos."

En Aún no, esas dos líneas en las que se cruzan la vida y la muerte, el tiempo fugaz  y el amor más fugaz aún, el deseo y el abandono, conviven armónicamente en versos como estos:

¿Cuál será la esperanza?
Vivir aún;
y amar, mientras se agota el corazón,
un mundo fiel, aunque perecedero.

O en otros textos en los que sin abandonar el tono clásico que recorre muchos de los poemas de un libro tan mediterráneo como este, la elegía deja paso a incursiones brillantes en la sátira. Es lo que ocurre en la parte central –la única de las tres que tiene título propio, Composiciones de lugar-, a la que pertenece Vidas paralelas, que termina así:  

que a debida distancia cualquier vida es de pena.

Esa distancia irónica persiste también en otros poemas del libro, como El testigo, de la tercera parte:

creía que la vida
fuese eterna. Bien sé que ya no es cierto
perdí la eternidad, y tú la vida.

Forma de conocimiento, lamento de las pérdidas y afirmación de la vida, como en Métodos de conocimiento, uno de los textos que pueden tomarse como cifra de Aún no y como síntesis del tono, los temas y el lenguaje poético de Francisco Brines. Termina con estos versos:

Algún puñal fallido buscaba un corazón.

Yo alcé también mi copa, la más leve,
hasta los bordes llena de cenizas:
huesos conjuntos de halcón y ballestero,
y allí bebí, sin sed, dos experiencias muertas.
Mi corazón se serenó, y un inocente niño
me cubrió la cabeza con gorro de demente.

Fijé mis ojos lúcidos
en quien supo escoger con tino más certero:
aquel que en un rincón, dando a todo la espalda,
llevó a sus frescos labios
una taza de barro con veneno.
                                                       Y brindando a la nada
se apresuró en las sombras.

Santos Domínguez

29 noviembre 2012

Cimas y abismos de José Luis Parra



José Luis Parra.
Cimas y abismos.
Antología poética.
Selección y prólogo de Antonio Cabrera.
Renacimiento. Sevilla, 2012.

José Luis Parra: Estrago del tiempo y esplendor de la poesía. Con ese título, profético y exacto, resume Antonio Cabrera el sentido de la escritura poética de José Luis Parra (1944-2012) en el prólogo de Cimas y abismos, la antología que apareció en Renacimiento pocos meses antes de la muerte del poeta.

En ese prólogo a su selección de poemas, Antonio Cabrera destaca el proceso de ósmosis entre vida y poesía que alimenta la obra del poeta tardío y el muerto prematuro que fue José Luis Parra.

Porque la poesía no puede nunca con la vida; la vida con la poesía, a veces. Y el tiempo con la palabra, nunca.

Y es que la vida y el tiempo habrán hecho su estrago irreparable, pero no podrán con el esplendor memorable de algunos de los mejores poemas de Parra, con la progresiva intensidad de sus libros sucesivos, sobre todo desde La pérdida del reino. Poemas como este Noviembre, de Tiempo de renuncia:


Tardíamente llegas a mí, país sereno,
otoño dulce, destilada luz.
¿Tardíamente digo? ¿No es, quizás, prematuro,
cuando el clima del corazón aún reverbera
de excesos y nostalgia?
Nada, nada
en mi vida llegó a su hora justa:
muertes anticipadas por el miedo,
impuntuales citas, demoras humillantes
cuando el vigor del cuerpo joven, con más ferocidad,o
precisos cumplimientos reclamaba.
¿No vibra ahora, delicado, el armonioso acorde?
En leve balanceo, en transparente música,
caen las hojas de los plátanos,
salpica la llovizna
tenue de las acacias.
Aunque temo del frío los rigores,
compasiva comienza a ser la carne,
y los labios caídos susurran por el suelo
su mansa aceptación.

La conciencia del tiempo y sus devastaciones, el conocimiento del vértigo y las ruinas son el centro de una poesía caracterizada por la cercanía de su tono y la intensidad de una palabra fluida y sólida que se mueve en el difícil filo que transcurre entre lo narrativo y lo lírico, entre la precisión expresiva y el vuelo de la imagen, a caballo entre la ironía y la emoción.

De poeta a poeta escribe Antonio Cabrera en el prólogo: “estamos ante un poeta para quien la poesía se sobrepone a la vida, ya enumerada por las renuncias y socavada por los descensos.” Un poeta que sabe –añade Cabrera- que “la belleza nunca es modesta, no pierde nunca la sustancia de su brillo. El amor caduco alcanza a regalar todavía instantes grávidos. El sol sigue clavando rayos en el banco de la cocina. El mirlo silba. Hay a veces una luz leonada. Y existe la cerveza.”

Porque en la trama verbal y emocional de todo poeta elegíaco hay un fondo hímnico, ese impulso levanta algunos de los mejores  poemas de José Luis Parra, como este baudeleriano y otoñal Adieu, vive clarté, de su último libro, Inclinándome.

Con él se cierra esta antología, Cimas y abismos, que toma de este texto repleto de antítesis su título, central en la obra de Parra y muy significativo de su desgarro afectivo:

Con qué dulzura expira este verano
de corteses tormentas y turbias claridades,
y qué melancolía
no haber sabido aprovechar su regalada plenitud,
aunque el otoño, con pausada cadencia,
no menos pleno y sosegado se presiente.
En el confín de la orfandad,
cimas y abismos, que tanto me elevaron
y me hundieron,
                              por fin caminan juntos
en una extraña e inquietante calma.
Ah concordia tardía,
la alegría y la desesperación
son ya casi lo mismo.

Santos Domínguez


28 noviembre 2012

La historia del mundo en 100 objetos

Neil MacGregor.
La historia del mundo en 100 objetos.
Traducción de Francisco J. Ramos Mena.
Debate. Barcelona, 2012.

Una estatuilla tallada en un canto rodado en Judea hace once mil años es la representación más antigua que se conoce de una pareja practicando sexo. Representa el abrazo de dos amantes de Ain Sakhri y fue hallada en Uadi Jareitun, cerca de Belén, y fechada hacia el año 9000 a.C.

Está expuesta en una caja en la Sala de Manuscritos del British Museum y forma parte de la selección que resume La historia del mundo en 100 objetos, un espectacular libro escrito por Neil MacGregor, que lleva una década como director del museo, como guión de A history of the world in 100 objects, una serie de programas radiofónicos que emitió la BBC en 2010, y  que acaba de aparecer en español editado por Debate y traducido por Francisco J. Ramos Mena. 

Bajo las luminosas claraboyas del atrio del British Museum este es uno de los libros que más se venden, entre otras cosas porque los cien objetos se presentan con textos como este:

Cuando la última era glacial tocó a su fin, alguien cogió un guijarro de un riachuelo no lejos de Belén –escribe MacGregor- y talló este canto rodado, ya maravillosamente traqueteado por la naturaleza, convirtiéndolo en uno de los objetos más conmovedores que hoy alberga el Museo Británico.

O como este otro, a propósito de la Momia de Hornedjitef, una caja de momia de madera, procedente de Tebas, cerca de Luxor, Egipto y datada hacia el 240 a. C.:

La primera vez que crucé las puertas del Museo Británico, en 1954, a los ocho años de edad, empecé por las momias, y creo que todavía es por ahí por donde empieza la mayoría de la gente en su primera visita. Lo que me fascinó entonces fueron las propias momias, la emocionante y terrible idea de los cuerpos muertos. Hoy, cuando atravieso el Gran Atrio o subo la escalinata frontal, sigo viendo a grupos de niños emocionados dirigiéndose a las galerías egipcias para desafiar el terror y el misterio de las momias.

El objetivo de la serie era hacer un viaje por la evolución de la humanidad a través del tiempo, de distintos lugares del mundo y de diversas civilizaciones. Se trataba, y a eso respondieron los programas y los capítulos de este volumen, de seleccionar cien objetos que debían abarcar el mundo entero y reflejar la enorme variedad de la experiencia humana, de las civilizaciones y de las diferentes capas sociales.

Cada uno de esos cien capítulos incluye no solo el texto de MacGregor, sino una ilustración imprescindible que permite que el lector se acerque a cada uno de esos objetos significativos y a veces humildes que resumen una civilización, la vida diaria o la intimidad de los hombres que vivieron hace miles de años. 

Desde hachas de sílex hasta una Visa oro de los Emiratos árabes, desde una herramienta cortante – un canto tallado bifacial- encontrada en Tanzania y datada hace dos millones de años hasta una lámpara solar china de 2010, pasando por el papiro matemático Rhind, hallado en Tebas, que contiene ochenta y siete problemas aritméticos y geométricos, las piezas de un ajedrez noruego del siglo XII talladas en marfil de morsa y dientes de ballena, un galeón mecánico de finales del XVI o el Rinoceronte de Durero, los cien objetos, organizados en veinte bloques de cinco elementos, trazan la biografía de las cosas, como señala MacGregor en la introducción y resumen una historia de los objetos a través de muchos mundos distintos.

Una momia egipcia, la etiqueta de una sandalia del rey Den hecha con marfil de hipopótamo, mosaicos aztecas y tablillas de escritura cuneiforme en arcilla, una taza de jade o un Buda sedente, un pimentero inglés o el cronómetro marítimo del Beagle, un astrolabio judío o la Piedra Rosetta, uno de los referentes imprescindibles del British... 

Son algunos de los objetos en torno a los que se organiza este libro, que muestra, en palabras de us autor, que la de la “familia humana” no es una metáfora vacua, (...) que toda la humanidad tiene las mismas necesidades y preocupaciones, temores y esperanzas. Los objetos nos obligan a reconocer con humildad que, desde que nuestros antepasados dejaran África para poblar el mundo, hemos cambiado muy poco. Ya sea en piedra o en papel, en oro, plumas o silicio, es seguro que seguiremos fabricando objetos que configurarán o reflejarán nuestro mundo, y que nos definiràn ante las generaciones futuras.

Santos Domínguez


27 noviembre 2012

Seferis. Poesía reunida


Yorgos Seferis.
Mythistórima.
Poesía reunida.
Traducción, prólogo y notas de
Selma Ancira y Francisco Segovia.
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona, 2012.


Entre el mito y la historia sitúan a Yorgos Seferis (1900-1971) Selma Ancira y Francisco Segovia en el prólogo a la edición bilingüe de su poesía completa que acaba de aparecer en la indispensable colección de poesía de Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.

El que posiblemente sea el libro central en toda su trayectoria -Mythistórima- es el que se ha utilizado como título para reunir toda la poesía de Seferis. Ese libro se abría con este espléndido poema:
   

        Al mensajero
        tres años lo esperamos a porfía
        pegada la mirada
        a los pinos la playa y las estrellas.
        Fundidos a la reja del arado o a la quilla del barco
        buscábamos hallar de nueva cuenta la semilla primigenia
        de la que germinase una vez más el más antiguo drama.

        Hemos tornado a nuestras casas rotos
        extenuados los miembros, las bocas agrietadas
        por el sabor de la salmuera y de la herrumbre.
        Al despertar viajamos hacia el Norte, extranjeros
        sumidos en la bruma de prístinas plumas de cisnes que nos herían.
        En las noches de invierno el impetuoso viento del Este nos volvía locos 
        en el verano errábamos en la agonía del día que no sabía entregar el alma.

        A nuestra vuelta hemos traído
        estos bajorrelieves de un arte humilde.


En los veinticuatro cantos de ese libro que se publicó en 1935 con una cita de Arthur Rimbaud al frente (si j'ai du goût, ce n'est gueres / que pour la terre et les pierres) se mostraba ya en plena madurez el mundo poético de Seferis, proyectado a menudo en máscaras mitológicas como esta de su espléndido Andrómeda:

Se abre otra vez la herida de mi pecho
cuando declinan las estrellas y se hacen una misma sangre con mi cuerpo
cuando el silencio cae bajo los pasos de los hombres.

Estas piedras que se hunden en el tiempo ¿hasta dónde me arrastrarán?
El mar, el mar ¿quién podrá agotarlo?
Cada mañana veo las manos que hacen señas al buitre y al halcón
atada a este peñasco que el dolor ya ha hecho mío,
miro los árboles cómo respiran la negra calma de los muertos
y luego la sonrisa sin despliegue de las estatuas.

Nacido en Esmirna, la trimilenaria ciudad griega, poco antes de que fuera conquistada por los turcos, en Seferis se cumple como en pocos autores el destino del poeta como un extranjero.

Seferis ejerció como diplomático en una vida errante que le llevó a Alejandría, Pretoria, El Cairo, Estambul, Londres, Nueva York, Beirut, Damasco, Amman o Bagdad, pero su referencia constante fue Grecia. Escribía en 1936, a bordo de un barco, como Ulises:

Dondequiera que viajo Grecia me hiere,
cortinas de montañas archipiélagos granito vivo...
El barco en que viajo llama AG ONÍA 937.

Por eso su obra está escrita desde la noción y el núcleo del exilio y hay en ella una presencia constante del tema del viaje y del eterno retorno que iguala al poeta con Ulises. De esa circunstancia que atraviesa la poesía de Seferis hablan los editores en el prólogo:

Todo en los poemas de Seferis es regreso. Regreso imposible,si se quiere, pero siempre en curso, como el de Ulises en la Odisea. Quizá por eso para él no hay nada más griego que el viaje de vuelta, que carga a las espaldas la nostalgia de una tierra a la que hay que regresar, siempre regresar, pues acaso sea verdad que una patria no es nunca el lugar del que se parte sino siempre el lugar al que se vuelve. Esto es lo que le enseñan Ulises y Jasón.

A los Argonautas les dedica Seferis un poema que comienza así:

Y si el alma a sí misma
se quiere conocer,
es en un alma
donde debe mirar:
al extranjero y al enemigo en el espejo los hemos visto.

Y así, a la vez que se produce esa disolución del yo en el nosotros, el mito, que no es un adorno, se hace dolorosamente historia en Seferis, actualiza su sentido en el presente y el drama clásico revive en tragedias contemporáneas. De esa manera, el mito se convierte en su poesía, como en la de Elytis, en fuente del sentido para el poeta, que une mito, historia y experiencia personal en correlatos como Stratis el Marinero, que aparece prefigurado tempranamente en su primer libro, Estrofa.

En ese libro hay un poema que es en gran medida un homenaje al buque fantasma de Arthur Gordon Pym. Se titula El aire de un día y termina así:

Han muerto todos los del barco, pero el barco sigue la idea que tenía al zarpar del puerto.

Cómo han crecido las uñas del capitán ... y el contramaestre sin afeitar, que tenía tres amantes en cada puerto...

El mar lentamente se hincha, se jacta el velamen y el tiempo se calma.

Destellan los lomos negros de tres delfines, sonríe la sirena, y un marino olvidado hace señas montado en la gavia.

Desde ese primer libro hasta el último, Tres poemas escondidos, pasando por Mythistórima, Gimnopedia, Cuaderno de ejercicios, las tres Bitácoras o El Zorzal, la peregrinación, la búsqueda, el viaje por mar y las preguntas se convierten en claves poéticas que cifran la imagen de la vida para Seferis sobre un paisaje de olivos y rocas, de islas con estatuas y caballos y viento en los cipreses.

Y al fondo, siempre, la temporalidad, la conciencia de la pérdida:

Lamento haber dejado correr un ancho río entre mis dedos
sin beber una sola gota.
Ahora me hundo en la piedra.
Un minúsculo pino sobre la tierra roja,
mi sola compañía.
Cuanto amé se ha perdido con las casas
que eran nuevas el último verano
y se desmoronaron con el viento del otoño.

Incluso tras el intenso ejercicio de abstracción y despojamiento que caracteriza los textos de sus últimos libros, sobre todo los de Tres poemas escondidos, se siguen percibiendo esos mismos temas, aunque sometidos a un radical proceso de desnudez en el que los versos se han adelgazado y adquirido una nueva tensión.

Es lo que ocurre, por ejemplo, en uno de los poemas de Solsticio de verano:

Hablabas de cosas que no ellos no veían
y se reían.

Rema en el oscuro río
a contracorriente;
recorre el camino ignoto
a ciegas, obstinado
y busca palabras enraizadas
como el olivo de muchos nudos—
déjalos que se rían.
Desea que pueblen también otras personas
la soledad sofocante de hoy
en este presente aniquilado—
déjalos.

El viento del mar y la brisa del alba
existen sin que lo pida nadie.

Ningún poema mejor que este para invitar a la lectura de un poeta fundamental.
         
        
Santos Domínguez
        

        

26 noviembre 2012

María Zambrano. La tumba de Antígona

María Zambrano.
La tumba de Antígona
y otros textos sobre el personaje trágico.
Edición de Virginia Trueba.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2012.

La figura trágica de Antígona es una de las que ha alimentado con más fuerza y con mayor continuidad la literatura y la filosofía desde Sófocles hasta hoy. De hecho, George Steiner dedicó un ensayo a las diversas Antígonas de la historia.

Desde la de Eurípides a la de Brecht, pasando por la de Hölderlin, y desde Goethe a Kierkegaard pasando por Hegel, pocos mitos han inspirado tantas interpretaciones, variaciones y reelaboraciones como el de la hija de Edipo.

En la historia de Antígona, explicaba Steiner, se resumen cinco conflictos propios de la condición humana: el enfrentamiento entre hombres y mujeres; entre la senectud y la juventud; entre la sociedad y el individuo; entre los vivos y los muertos; entre los hombres y Dios (o los dioses).

Desde la experiencia de la guerra civil y el exilio, desde los años cuarenta, ese personaje se convierte en un referente constante del pensamiento de María Zambrano, que ya en 1948 hizo una primera aproximación al tema en su “Delirio de Antígona.” Ese es uno de los textos sobre la heroína trágica –entre ellos dos cuadernos inéditos- que recoge Cátedra Letras Hispánicas en La tumba de Antígona y otros textos sobre el personaje trágico, con edición de Virginia Trueba.

Además de los temas que enumeraba Steiner para explicar la enorme fecundidad de la figura de Antígona, en la obra de Sófocles vio María Zambrano una síntesis de poesía y conocimiento que se ajustaba a su concepción de la razón poética. Por eso afirmaba en el prólogo que esta tragedia es entre todas las que de este autor y de todos los demás conocemos la más cercana a la filosofía.

Y hay además otras razones añadidas que explican su interés por el personaje: la rebeldía del resistente, la guerra civil y la condición de exiliada, la angustia y la soledad esencial del personaje.

De manera que, por su sentido existencial o por su dimensión política, Antígona se convierte para María Zambrano en una figura viva y en un símbolo contemporáneo al que dedicó este ensayo de estructura dramática que publicó en 1967 y que, junto con Claros del bosque, es su obra más ambiciosa desde el punto de vista literario.

Pero en medio del desamparo del vencido, del abandono en la oscuridad y de ese no-lugar que define el territorio existencial del desterrado, aparece el sentido moral de Antígona, que nace del todo a la vida en un re-nacimiento que consiste en un nuevo proyecto vital construido con el sacrificio, la piedad y la conciencia, en un nuevo conocimiento poético en busca de la luz que surge de las sombras:

Pedíamos que nos dejaran dar. Porque llevábamos algo que allí, allá, donde fuera, no tenían; algo que no tienen los habitantes de ninguna ciudad, los establecidos; algo que solamente tiene el que ha sido arrancado de raíz, el errante, el que se encuentra un día sin nada bajo el cielo y sin tierra; el que ha sentido el peso del cielo sin tierra que lo sostenga.

En todas las voces sobre las que se vertebran las doce escenas de su estructura dramática suena el eco del pensamiento de María Zambrano, en un viaje sin retorno al fondo de la conciencia a través de la palabra y sobre todo de la escucha, que en su pensamiento filosófico tiene, como en Heidegger, más importancia que el decir, como explica Virginia Trueba en un excelente estudio que ocupa la mitad del volumen. Más que una mera introducción, es el mejor ensayo que conozco sobre La tumba de Antígona.

Por eso el motor esencial de la búsqueda de Antígona es la necesidad de saber y su centro es la palabra contra el poder injusto. Palabra que desde la conciencia se proyecta en una orquestación de voces y ecos, de sombras y de sueños, de metáforas y símbolos (la luz y el agua, la sangre y la piedra) alrededor de los dos monólogos de la protagonista –el personaje autor- que abren y cierran este libro imprescindible y central en la obra de María Zambrano.

Santos Domínguez

24 noviembre 2012

Marco Aurelio, una vida contenida

Fernando R. Genovés.
Marco Aurelio, una vida contenida.
Evohé Didaska. Madrid, 2012.

Siempre hay buenas razones para volver a los clásicos. En especial, volver a quienes, como Marco Aurelio, han dejado una obra de referencia de lo más estimable. Para muchos, entre quienes me incluyo, las Meditaciones representan un libro de cabecera.

Esa es la perspectiva con la que define Fernando R. Genovés su ensayo Marco Aurelio, una vida contenida, que publica Evohé Didaska, un recorrido por la vida y la obra de Marco Aurelio, eslabón de una cadena de filósofos morales de la que formarían parte también Montaigne y Spinoza que como él hicieron de la ética el eje de su pensamiento y sus escritos.

El contento moral y la coherencia del estoico son los objetivos que definen la ética del presente que dio uno de sus mejores frutos en las Meditaciones, que el emperador Marco Aurelio escribió en griego helenístico en el siglo II.

La ecuanimidad, la independencia de juicio, la piedad y la liberalidad, la constancia y la continencia, la frugalidad y la vigilancia sobre sí mismo, la llaneza en el trato y la impasibilidad ante las adversidades, la autosuficiencia, la razón natural y la tolerancia son algunas de las claves de la vida y la obra de quien hizo de la contención su disciplina espiritual y existencial y dejó testimonio de ello en unas Meditaciones que no contienen la propuesta de un sistema filosófico orgánico, pero constituyen –como señaló Stuart Mill- la más alta producción ética del espíritu antiguo.

Hasta tal punto es cierta esa afirmación que –concluye Fernando R. Genovés- con la desaparición de Marco Aurelio la sabiduría y la serenidad dejan de estar presentes en la acción política de la Antigüedad. En rigor, el mundo antiguo queda atrás. El estoicismo abandona el Poder, aunque no perderá en el futuro energía ni fuerza entre los hombres prudentes. Porque para muchos esta perspectiva moral e intelectual sigue definiendo la línea del horizonte en la que mirarse, en la que aprender a vivir, saber pensar y ser uno mismo.

Santos Domínguez



23 noviembre 2012

Mario Luzi. Honor de la verdad



Mario Luzi.
Honor de la verdad.
Estudio introductorio y traducción
de Francisco Deco.
Ediciones Linteo. Orense, 2012.

Con Honor de la verdad, el libro que Mario Luzi (1914-2005) publicó en 1957, Linteo incorpora a su catálogo una de las voces más representativas de la poesía italiana del siglo XX.

Ese título marcaba un cambio decisivo en su trayectoria poética, que a partir de entonces superaría el periodo hermético y abriría las puertas a la realidad. Con esa apertura a lo exterior, Luzi se iría desvinculando paulatinamente de una concepción subjetiva de la poesía para buscar un lugar de encuentro entre el sujeto y el objeto en la conciencia de la naturaleza, para construir unos textos que revelan la convergencia entre el poeta y el mundo, igual que en uno de sus poemas sale el hombre del faro con su barca, / indaga, escruta, va hacia lo abierto.

Frente a la actitud órfica que había predominado en su primera etapa hermética, en Honor de la verdad Mario Luzi se impone la asimilación de la realidad a través de un lenguaje coloquial que no renuncia a la interrogación metafísica y se proyecta en la contemplación del paisaje con un alto contenido simbólico:

la cortina de lluvia abriéndose y cerrándose,
árboles, trozos de ciudad, carretas,
gente, lluvia en la lluvia, humo.


Voces y pájaros, olas y veranos, otoños y ríos, epifanías y noches son algunos de los centros de esos paisajes en los que se resumen la mirada y las imágenes de una poesía en busca de respuestas y de claridad. Así ocurre en este texto, Como debe:

¿Qué quieres tú que vienes de tan lejos
y en vuelo ciego entras en la niebla
hasta aquí donde aun los pajarillos
se desorientan de una rama a otra?

La vida, como debe, se perpetúa,
en mil arroyos se derrama. La madre
entre los hijos parte el pan, alimenta
el fuego; la jornada pasa, plena
o fastidiosa, llega un forastero,
se va, cae nieve, escampa o una llovizna
de fin de invierno apaga los colores,
moja zapatos y vestidos. Llega la noche.
Es poco, de otra cosa no hay señales.



En su estudio introductorio, Francisco Deco, autor de la traducción, explica que en este libro “cada poema abre desde su respiración contenida un tiro de aire. No sabemos hacia dónde. Pero las respuestas posibles se multiplican. En la densidad del misterio se extienden fisuras que van generando un tipo de conocimiento intuitivo.”

Porque en la poesía intensa y figurativa de Mario Luzi la realidad aparece cambiante como la suerte del día,/ el granizo, la lluvia, el claro o es contradictoria como la oscuridad que envuelve días claros, como el día de primavera que ilumina y daña las flores efímeras, o como ese mar que lucha consigo mismo y en el que se proyecta la duda agónica del hombre que lo contempla y del poeta que lo escribe.

Los vivos y los muertos, los días y las noches, los soles y la nieve, la corriente ligera y agitada, el movimiento que es quietud, forman parte de esa lucha interior y expresan un debate existencial metaforizado en ese paisaje con figuras, en la sucesión de las estaciones y los meses y en una aguda conciencia del tiempo y de la pérdida que tiene siempre al fondo la esperanza, como en estos dos espléndidos versos:

Me precedes, no sabes si en verdad
habrá un fanal también sobre esta noche.


O en este arranque de los Versos de octubre:

Aquí donde al vivir se va creando sombra, misterio
para nosotros, para el que debe recogerlo y a su vez
lanza a la espalda su semilla, aquí
es donde debe hacerse luz, no en otra parte.

Santos Domínguez