18 febrero 2008

Cortejo de sombras


Julián Ríos.
Cortejo de sombras.
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.
Barcelona, 2007.


Cuarenta años después de escribir esta su primera novela, Cortejo de sombras, Julián Ríos se ha decidido a publicarla, para suerte de los lectores, en la colección Narrativa, de Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores.

Escrita entre 1966 y 1968, como recuerda Julián Ríos en Tamoga revisitada, el texto que prologa esta edición, Cortejo de sombras es una espléndida novela, habitada por personajes inolvidables y escrita con una prosa de altísima calidad, que envuelve desde el primer párrafo al lector y le atrapa con la fuerza de su voz narrativa y el interés de su mundo novelístico. Una calidad que no se convierte aquí en un factor antinarrativo, porque esa prosa es casi invisible y su eficacia callada no perturba la fluidez de la narración, sino que la hace funcionar con la precisión de un mecanismo.

Cortejo de sombras es una recreación pasmosa de Galicia transformada en el territorio imaginario de Tamoga, un pueblo de frontera, con puerto y tres cines, un espacio que podría ser el de Los gozos y las sombras contemplado por Onetti o evocado por Rulfo.

Organizada en nueve capítulos que pueden leerse de forma autónoma como relatos independientes o como piezas de una novela coral, dos de ellos se publicaron como cuentos después de ganar el Gabriel Miró y el Hucha de Plata.

Desde el primer capítulo, la historia de un suicida en ciernes que llega a Tamoga para matarse, se suceden historias como la de la viuda Dª Sacramento, un personaje que parece venir de un cuento de Faulkner para arder en el fuego de una mesa camilla, como Palonzo, un anormal inocente de salvaje brutalidad.

La guerra civil, con sus madrugadas de paseos y fusilamientos sumarísimos, es el telón de fondo de Cacería en julio, que tiene su inesperada continuación cuando treinta años después, en otro relato, un hombre va a buscar al médico en una noche de llovizna movido por una antigua y oscura necesidad de venganza.

La intrusa que rompe la monotonía de la vida de dos hermanos solterones, el moribundo que sale fuera de su cuerpo y fuera del tiempo durante tres minutos de paro cardiaco, el farmacéutico que venga la humillación de una doble traición familiar o el emigrante que regresa al pueblo para encontrarse en una curva con la muerte...

Son algunas de las presencias de este recuento de muertes, de distintas historias unidas por sus finales convergentes, por espacios, personajes y tiempos compartidos, conectados por su situación en esa antesala de la muerte que se llama Tamoga, el centro de una novela que se encomienda a esta cita del Libro de Job:

Nosotros somos de ayer y no sabemos nada, porque son una sombra nuestros días sobre la tierra.

Si no hubiera permanecido inédita hasta hoy, si se hubiera publicado en 1969 por ejemplo, Cortejo de sombras hubiera obligado a escribir de otra manera la historia de la novela española contemporánea.

Julián Ríos, un escritor subversivo y deslumbrante como pocos, es en Cortejo de sombras más lo segundo que lo primero. En sus posteriores Larva, Poundemonium o Monstruario, que se publicarán en esta misma colección, combinará subversión y deslumbramiento y exigirá al lector - y al crítico- un esfuerzo mucho mayor que en esta novela de Tamoga.


Santos Domínguez

16 febrero 2008

Como si hubiera muerto un niño


Carlos Sahagún.
Como si hubiera muerto un niño.
Lectura de Antonio Lucas.
Bartleby. Lecturas21. Madrid, 2008.

Si por un lado – escribía en 1963 Carlos Sahagún en unas Notas sobre la poesía - la necesidad me obliga a hacer referencias a mi historia privada, por otro, la Historia grande manda en mí y me hace tomar partido, responsabilizarme, como hombre, ante los demás.

Comunicación y expresión, el compromiso moral consigo mismo y con la realidad son algunas de las claves de la poesía de Carlos Sahagún (1938), el más oculto de los poetas del medio siglo, un autor que mientras ejerció como tal practicó una poesía de la vida que era testimonio del hombre concreto y de su realidad histórica.

Catedrático de Instituto en Segovia, Barcelona y Madrid, fue un poeta precoz que con poco más de dieciocho años ganó el Adonais con Profecías del agua, que reunió con Como si hubiera muerto un niño y Estar contigo en Memorial de la noche.

Primer y último oficio fue su último libro. Lo dio por cerrado hace más de treinta años y desde entonces Carlos Sahagún ha sido un poeta huido, un bartleby que opta por el silencio y la renuncia. Y así, Itinerario del poeta huido, titula Antonio Lucas la lectura que ha hecho en Bartleby para la reedición de Como si hubiera muerto un niño, que obtuvo el Premio Boscán en 1960.

De ese libro forma parte Cosas inolvidables, un texto que resume la doble condición de su poesía, entre la memoria lírica individual y la ética solidaria con los demás:

Pero ante todo piensa en esta patria,
en estos hijos que serán un día
nuestros: el niño labrador, el niño
estudiante, los niños ciegos. Dime
qué será de ellos cuando crezcan, cuando
sean altos como yo y desamparados.
Por mí, por nuestro amor de cada día,
nunca olvides, te pido que no olvides.
Los dos nacimos con la guerra. Piensa
lo mal que estuvo aquella guerra para
los pobres. Nuestro amor pudo haber sido
bombardeado, pero no lo fue.
Nuestros padres pudieron haber muerto
y no murieron. ¡Alegría! Todo
se olvida. Es el amor. Pero no. Existen
cosas inolvidables: esos ojos
tuyos, aquella guerra triste, el tiempo
en que vendrán los pájaros, los niños.
Sucederá en España, en esta mala
tierra que tanto amé, que tanto quiero
que ames tú hasta llegar a odiarla. Te amo,
quisiera no acordarme de la patria,
dejar a un lado todo aquello. Pero
no podemos insolidariamente
vivir sin más, amarnos, donde un día
murieron tantos justos, tantos pobres.
Aun a pesar de nuestro amor, recuerda.

La infancia perdida y el descubrimiento simultáneo del mundo de la injusticia y del primer amor son temas frecuentes en la poesía de todos los tiempos, pero ocupan un lugar central en la poesía de la promoción del medio siglo y en Carlos Sahagún. De La casa, otro de los poemas clave del libro, son estos versos que explican su título y dan noticia de su tema y su tono:

Dicen que ha muerto un niño y por las calles
pasa su entierro luminoso. ¡Nadie
se acerque! Oh, sí, dejadme solo,
quiero velar su cuerpo todavía una noche,
llorar por él como si fuera invierno
y estuviera desnudo.

La emoción contenida en la palabra precisa, la transparencia y el compromiso que revelan sus versos cordiales o indignados se proyectan sobre el conjunto del libro. Como si hubiera muerto un niño surge de la comunicación con el paisaje, del diálogo con la realidad y con la amada, con un tú que habita aquel paisaje y esta poesía aún solar y del sur, de playas y pinares de su infancia almeriense. Y ese paisaje se confunde con el sentimiento en la memoria y se convierte a menudo en el paisaje de un corazón amargo que se mueve entre el temblor y el inconformismo.

Poeta precoz en logros y precoz también en la renuncia a la poesía, el esfuerzo insistente de Antonio Lucas ha permitido vencer la resistencia de Carlos Sahagún a la reedición de Como si hubiera muerto un niño en la serie Lecturas21 con que Bartleby -ninguna editorial más adecuada al talante de Carlos Sahagún- sigue recuperando la poesía de los años sesenta enriquecida con la interpretación de poetas actuales.

Abrió esta serie Félix Grande y luego se han recuperado títulos imprescindibles de Diego Jesús Jiménez, Ángel González, Antonio Gamoneda o Caballero Bonald. No tardará mucho en aparecer una nueva entrega con Teatro de operaciones, de Martínez Sarrión con lectura de Julieta Valero.

Santos Domínguez

15 febrero 2008

Cavafis narrador


C. P. Cavafis.
A la luz del día.
Edición y traducción de
Pedro Bádenas de la Peña.
Miguel Gómez Ediciones. Málaga, 2007.

Del lugar de la literatura en donde se encuentran Poe y Baudelaire, de las raíces que alimentan la narración y la poesía contemporáneas, surge A la luz del día, el relato breve de Constantino Cavafis que publica por primera vez en castellano Miguel Gómez Ediciones, con edición de Pedro Bádenas de la Peña, traductor de la poesía de Cavafis y buen conocedor de una obra que comparte temas, actitudes y ambientes alejandrinos con este relato.

A la luz del día permaneció inédito hasta 1979, en que se editó en la Universidad de Palermo, y pertenece al terreno de la literatura fantástica. La irrupción de lo sobrenatural en lo cotidiano, la difuminación de las fronteras entre lo lógico y lo mágico son algunas de las constantes de un subgénero que se puso de moda a finales del XIX.

A la luz de día desarrolla una trama sencilla a partir de una conversación trivial. El mundo del sueño y la vigilia, el misterio y el secreto, el ensueño y el terror acaban haciéndose visibles, a través de descripciones inquietantes.

Esta es una rareza dentro de la obra de Cavafis, que lo escribió influido por la lectura de Hoffman y Poe, con quienes compartió planteamientos estéticos como la unidad de impresión, la importancia de la sugerencia, la indefinición o el ensueño, que son fundamentales también en su poesía, igual que la intensidad del estilo, la voz de la primera persona, el destello visionario o el efecto suspensivo del final abierto.

Santos Domínguez

13 febrero 2008

El reino de las mujeres


Antón Chéjov.
El reino de las mujeres.
Traducción de Gonzalo Guillén Monje.
Breviarios de Rey Lear. Madrid, 2008.



Breviarios de Rey Lear publica El reino de las mujeres, una novela corta de Antón Chéjov, con una nueva traducción de Gonzalo Guillén Monje.

La mirada compasiva y honda de Chéjov, más piadosa que optimista, está aquí a la altura de sus mejores relatos. Una mirada magistral que vive en el matiz y en la sutileza con que construye a los personajes, en las contradicciones de sus comportamientos y en la economía de la elipsis.

La protagonista, Anna Akimovna, es uno de esos personajes femeninos con carencias emocionales que abundan en los relatos y en el teatro de Chejov, profundos y delicados a un tiempo.

Hay en esta novela el mismo olor a coles y a pobreza que en las novelas de Dostoievski, el mismo mundo de amos y siervos, la misma nieve, pero ahí acaban las semejanzas. La mirada de Chéjov nunca contempla a los personajes, como hacían Dostoievski o Tolstoi, desde arriba, sino cara a cara. Por eso hay un hilo invisible y persistente, como la melancolía invisible y persistente de su literatura, que une a Chéjov con Cervantes y con Shakespeare en la construcción de un universo narrativo en el que conviven ricos y pobres, la simulación y la sinceridad.

Por eso, como ocurre con ellos, leerle es una experiencia inolvidable que altera en el lector la forma de mirar el mundo y amplía su profundidad de campo.

Esta novela corta, espléndidamente traducida por Gonzalo Guillén Monje, es además una nueva prueba de que los clásicos que de verdad lo son nos esperan siempre en el futuro.

Santos Domínguez

12 febrero 2008

Un plan de lectura para toda la vida



Clifton Fadiman y John S. Major.
Un plan de lectura para toda la vida.
La guía definitiva de lo que hay que leer.

Traducción de Pilar Adón, Marta Bris y Gloria Mengual.
Planeta. Barcelona, 2008



Es ya un clásico de un género al que pertenecen libros como la Biblioteca personal de Borges, Cómo leer y por qué, de Harold Bloom o las Cien cartas a un desconocido, de Roberto Calasso.

Se publicó por primera vez en Estados Unidos en 1960 firmado por Clifton Fadiman, que hizo cuatro revisiones de este plan. La última, que es la que se traduce en esta edición, contaba ya con la colaboración de John S. Major, se fechaba en 1998 y presentaba una selección de 133 autores, muchos de ellos representados con varios títulos, lo que multiplica la primera cifra por tres o por cuatro.

No era la única novedad importante. En un mundo cada vez más globalizado, se incorporaban libros de tradiciones ajenas al canon occidental y en un apéndice se ofrecía una ampliación de propuestas de lectura con autores del siglo XX a cargo de John S. Major.

Ahora se traduce por primera vez al español en esta edición preparada por Planeta a la que muy acertadamente se incorpora otro apéndice con las mejores traducciones disponibles en español de esos libros que tienen la condición de clásicos porque nos hablan por encima del tiempo y del espacio.

El Plan está diseñado -explica Fadiman- para llenar nuestras mentes —de forma lenta, gradual y sin coacciones— con lo que algunos de los más grandes escritores han pensado, sentido e imaginado. Y después de haber compartido estos pensamientos, sentimientos e imágenes, aún nos quedará mucho que aprender: todos morimos ignorantes. Pero al menos no nos sentiremos tan perdidos, tan desconcertados. Nos habremos liberado de lo meramente contemporáneo. Comprenderemos un poco mejor –no mucho, pero un poco— la posición que ocupamos en el tiempo y en el espacio.

Organizado en cinco secciones que responden a cinco grandes periodos culturales, están en este plan de lectura desde la anónima epopeya de Gilgames a García Márquez y el nigeriano Chinua Achebe. Pero que nadie espere un resumen sinóptico de grandes obras. Lo que va a encontrarse el lector es mucho más que eso: dos páginas escuetas, pero suficientes para incitar a la lectura de autores y textos de poesía, novela, ensayo o teatro.

No es mi deseo colmar de elogios este plan de lectura para toda la vida. No es mágico. No le convierte a uno automáticamente en una persona culta. No tiene la clave para los misterios fundamentales de la vida. No le hará feliz. Todos estos beneficios son los que suelen atribuir a sus productos los fabricantes de dentífricos, automóviles y desodorantes, pero no Platón, Dickens o Hemingway. El libro no le servirá más que para ayudarle a convertir su vida interior en algo más interesante, como lo hace una historia de amor o un proyecto que le exige toda su energía.

Como tantos otros, yo he ido leyendo estos libros, a ratos, durante toda mi larga vida. Una de las cosas que he descubierto es que resulta fácil decir que te hacen crecer, pero bastante difícil demostrárselo a los lectores más jóvenes. Tal vez es mejor decir que actúan como un líquido para revelar películas; es decir, que te hacen ser consciente de lo que no sabías que sabes. Más que instrumentos para la mejora personal, son instrumentos de descubrimiento personal. Esta idea no es mía. Se encuentra en Platón, que fue quien pensó en ello, como en otras muchas cuestiones, por primera vez. Sócrates se autodenominó «comadrona de ideas». Un buen libro suele ser eso, una comadrona que hace que salga a la luz lo que ha estado enrollado como un embrión en las oscuras profundidades del cerebro.

Luis E. Aldave

11 febrero 2008

Sombras


Ángeles Vicente.
Sombras. Cuentos psíquicos.
Edición y prólogo de Ángela Ena Bordonada.
Rescatados Lengua de Trapo. Madrid, 2008.



Sola en mi habitación, hasta donde llegan los últimos rumores de la noche, estoy enferma y triste pensando en amargas y lúgubres quimeras, y haciendo el análisis de mi vida, queriendo descifrar el enigma de mis pensamientos. En mi corazón se refleja como en un espejo la ansiedad de mi dolor, que me parece el espectro de un sueño. ¿Qué grito de ignorada boca sale de la profundidad de mi alma? ¿Qué vanas quimeras flotan a mi alrededor? ¿Qué palpitaciones de un mundo invisible siento como si lucharan exhaustas? ¿Quiénes son los vencidos en el ansia de la liberación? ¿Qué desvarío es este? ¿Qué me sucede? ¿Qué busco? ¿Qué quiero? ¿Por qué esta depresión de alma? ¿Por qué este deseo de buscar siempre algo nuevo? Cuanto me rodea, me aburre.


Así comienza Sombras, el primero de los catorce cuentos psíquicos que Ángeles Vicente (Murcia, 1878) reunió en un volumen aparecido en 1911 en la casa editorial de Fernando Fe. Lengua de Trapo los rescata con edición y prólogo de Ángela Ena Bordonada, que se ocupó de editar en esta misma editorial Zezé, una novela erótica sorprendente y desenfadada. En ella una Ángeles Vicente adelantada a su tiempo mostró la sexualidad femenina desde una perspectiva inédita por entonces: la de la propia mujer.

Aparte de cierto tufillo estilístico de época, esas primeras líneas de Sombras muestran las claves del libro: la mirada femenina, lo desconocido, el sentido de la realidad y la existencia.

A esa búsqueda de respuestas responde la acumulación de interrogaciones, el signo de una época de crisis en la cultura europea. Las décadas de transición del XIX al XX fueron años de desorientación de los que surgieron la mentalidad y la literatura contemporáneas.

En esos años críticos y desorientados escribió su obra narrativa –dos novelas y dos tomos de cuentos- Ángeles Vicente. En ella proyectó su mentalidad progresista a través de unos textos que son el resultado de las tendencias irracionalistas que sucedieron al exceso naturalista y al culto extremo al dato verificable que sustentaba aquella técnica.

Estos cuentos psíquicos abordan las limitaciones de la razón, el campo vedado a la lógica que exploran estos relatos en los que las patologías mentales y los elementos fantásticos conviven con planteamientos avanzados y la reivindicación feminista con lo sobrenatural, los sueños o la noche.

Un reseñista anónimo que no había visto este libro ni por el forro lo saludó en ABC como la expresión de una escritora cálida, realista y apasionada. Nada de eso, ninguna de esas tres cosas, existe en estos cuentos que abordan la cara oculta de la realidad, la crítica social o el anticlericalismo, la parodia del espiritismo o la defensa de la cultura, la educación y el progreso.

Aparte del que da título al volumen, relatos como El huerto encantado, La última aventura de don Juan o Algunos fenómenos psíquicos de mi vida, en los que la crítica social es compatible con la literatura fantástica, revelan a una escritora con apreciables dotes para el manejo de la intriga y los personajes.

Santos Domínguez


10 febrero 2008

Antes del eclipse


Rafael-José Díaz.
Antes del eclipse (2003-2005).
Pre-Textos Poesía. Valencia, 2007.


El poeta (al menos el poeta que yo desearía ser) escribe siempre en los bordes del sueño: en la incertidumbre del adormecimiento o en la lenta resurrección del despertar; en la encrucijada de los caminos; en la oscuridad de la noche irrigada de estrellas; junto a las tumbas de los muertos, frente a esa última morada que es a veces la luz crujiente del mediodía; en habitaciones vacías asediadas de pronto por remotos recuerdos; bajo acantilados extasiados ante los pliegues de un mar inaccesible; en medio del bramido de un viento que desgasta y desnuda las palabras. El poeta (al menos el poeta que yo desearía ser) habita desde el principio los límites difusos de un umbral en el que las palabras se adelgazan para cruzar silenciosas entre la vida y la muerte.

En esas líneas esclarecedoras resume su poética Rafael-José Díaz (Santa Cruz de Tenerife, 1971), un poeta del que ya tuvimos ocasión de admirar en estas páginas su traducción de la poesía de Hermann Broch y que acaba de publicar en Pre-Textos Antes del eclipse, un libro de poemas escrito entre 2003 y 2005.

El sueño y la creatividad poética, semejantes en misterio, imágenes y fragmentaciones, se unen en este libro abierto, visionario y controlado a la vez, que entre la racionalidad y la irracionalidad es una apuesta arriesgada por el lenguaje y tiene como una de sus claves la variedad formal - del fragmento breve al poema en prosa en el que la palabra fluye más libre, del texto lírico al narrativo- y la diversidad de temas y tonos, desde la angustia introspectiva a la apertura hacia el paisaje.

El equilibrio de todos esos factores, de esas fuerzas dispares convocadas en Antes del eclipse, se concreta en la cuidada arquitectura que organiza las siete secciones del libro.

La insularidad de esta poesía modela la forma de mirar hacia fuera, hacia el espacio que limita la isla y define su contorno. Poesía corporal en la que la naturaleza es objeto del diálogo del cuerpo propio con otros cuerpos, con los recuerdos o los sueños, y la experiencia amorosa se concibe como forma de conocimiento de uno mismo, del otro y de lo otro, de los límites de las playas y la altura del volcán.

Detrás de estas palabras hubo un cuerpo
que se eclipsó un instante y espera, algún día, regresar.

Y en todo el libro, frágiles y persistentes, el viento, el agua y la piel, la luz y el silencio, la inmóvil tranquilidad de la mirada que asume el misterio que proyectan las cosas o surge del interior del poeta:

El primer volador fue la señal:
se acababa este instante inesperado.
Dejaron de pasar las nubes
y la luna extremaba su luz contra el eclipse.
Vi que un gato, asustado,
corría a protegerse bajo un coche.
Yo entré en casa, cené. Luego vino el poema.

Ese espacio misterioso en el que la mirada interrogativa del poeta se encuentra con el mundo y lo interpreta es el lugar del sueño, el espacio natural del poema como iluminación de la realidad o de la memoria, el territorio de la incertidumbre:

Pero tal vez no he visto nada- escribe el poeta en uno de los textos- y es sólo la palabra que sueña.



Santos Domínguez

08 febrero 2008

Arroyo


Emilio Ruiz Barrachina.
Arroyo.
Sial Ediciones. Madrid, 2007.


Como una conversación con los muertos (“porque de ellos es el reino de la palabra”) se plantea Arroyo, el último libro de poesía de Emilio Ruiz Barrachina.

Un libro complementario de su excelente documental Lorca. El mar deja de moverse, del que es prolongación y profundización, como señala Manuel Rico en un prólogo de significativo título: Una conversación, un libro, un poema.

Esas tres cosas es simultáneamente este Arroyo por cuyo cauce transitan Lorca y Luis Rosales, Joaquín Amigo, Félix Grande o Francisca Aguirre, convocados en una sola emoción por este intenso poema narrativo construido con personas, poetas y palabras sobre los que se reconstruye la memoria.

El pasado y el presente, el entonces y el ahora, el allí y el aquí, la vida y la muerte se funden en la imagen del arroyo, del fluir de los recuerdos y las emociones, en un transcurso que se sucede a sí mismo en tramos soleados o sombríos, en pasajes de agua remansada o en remolinos turbios en una vieja imagen de la vida.

El asesinato, la calumnia, la infancia y noche, la orfandad y el dolor de las humillaciones transcurren en ese arroyo que reúne todas esas voces con sus historias, revelación e indagación alrededor de una mesa en la que se sientan la rabia y el recuerdo para ver fluir las palabras y para ejercer la compasión que es pasión compartida, porque, como se dice en un verso memorable del libro,

la frase de un amigo es la Memoria

Santos Domínguez

Historia de la literatura latina


Carmen Codoñer (ed.)
Historia de la literatura latina.
Cátedra. Madrid, 2007.



En su monumental colección Historias de la literatura y Cronologías, Cátedra reedita, diez años después de su primera edición, la Historia de la literatura latina coordinada por Carmen Codoñer y en la que se dieron cita más de veinte autores para ofrecer una panorámica rigurosa de la literatura latina entre el siglo III a. C. y el siglo IV d. C.

La mayoría de los colaboradores son catedráticos de Latín en distintas universidades españolas. Personalidades como Antonio Fontán, Francisco Lisi o la propia coordinadora del volumen colaboran en este manual que se organiza alrededor de dos ejes cronológicos: la literatura de la época republicana y augústea y la literatura de época imperial.

En torno a esas dos grandes épocas de la literatura clásica, cada uno de los autores ha sido objeto de estudio por parte de un acreditado especialista, que a veces - como en el caso de Virgilio, Séneca o Apuleyo- comparte tarea con otros profesores para afrontar su literatura desde distintas perspectivas temáticas o estilísticas.

Como no podía ser de otra manera, el esquema organizativo es el clásico de un manual de referencia como este: combinando el criterio cronológico con la diferenciación genérica entre poesía y prosa, se abordan en sus páginas los distintos géneros literarios desde diversos enfoques críticos.

Los orígenes del teatro y el desarrollo de la comedia y la tragedia, los poetas mayores de Lucrecio a Virgilio, de Catulo a Horacio o a Ovidio; los grandes prosistas, entre la historiografía de César o Salustio y las epístolas de Cicerón; la sátira de Persio y Juvenal o los epigramas de Marcial en una época imperial fecunda en prosistas como Séneca, Petronio y Tácito, Suetonio o Apuleyo.

Nombres que representan las alturas más destacadas de esa cordillera que llamamos literatura latina.

José A. Acosta

06 febrero 2008

El descubrimiento del espíritu


Bruno Snell.
El descubrimiento del espíritu.
Traducción de Joan Fontcuberta.
Acantilado. Barcelona, 2008.



Acantilado publica, con traducción de Joan Fontcuberta, El descubrimiento del espíritu, un monumental ensayo en el que Bruno Snell (1896-1987), uno de los más importantes helenistas del siglo XX, aborda la génesis del pensamiento europeo en los griegos.

Publicado por primera vez en 1946 y sometido a sucesivas revisiones, Snell debe gran parte de su prestigio a este libro convertido ya en un clásico de la historia de las ideas. El descubrimiento del espíritu, que une en su enfoque los saberes antropológicos, la filosofía y la lingüística, consta en su edición definitiva de diecisiete capítulos que son el resultado de muchos años de estudio sobre las bases de la civilización europea, y de un epílogo añadido en 1974 acerca de aquellos puntos que habían suscitado más polémica.

En Grecia surgieron concepciones del hombre y de su pensamiento que determinaron el futuro desarrollo europeo.

Este es el punto de partida de un estudio en el que, desde la idea del hombre en Homero hasta el descubrimiento del paisaje espiritual de la Arcadia ya con Virgilio en el 42 a. C., Snell rastrea la épica, la lírica, la tragedia y la filosofía para analizar la aparición de la ética y la ciencia, la relación entre el mito y la realidad, el paso del pensamiento mágico al pensamiento lógico:

La contradicción interna por la que, desde hace un siglo y medio, llamamos «humanidades» a los estudios sobre la Antigüedad griega, esto es, un período para el que el hombre no era tenido particularmente en gran valor, revela que aquí ha habido una confusión y corremos el peligro de caer en la trampa de los tópicos; la única manera de resolverla será una reflexión histórica que tal vez nos haga ver que la contradicción señalada tiene una causa objetiva que conviene tomar en serio y obedece a cuestiones candentes. De vez en cuando se oye decir que los griegos, en su arte clásico, no representaron al hombre con sus contingencias, sino al «hombre en sí», la «idea del hombre», como se diría quizá platónicamente. Pero esta manera de hablar no es griega y mucho menos platónica. Jamás un griego habló en serio de la idea del hombre. Platón la evoca una sola vez en broma, asociándola a la idea del fuego y del agua, seguida de la idea del cabello, la suciedad y el cieno (Parménides, 130 c). Si se quiere describir las estatuas del siglo V con palabras de la época, se puede decir que representan personas bellas o perfectas o también «semejantes a los dioses», para utilizar una expresión utilizada con frecuencia en la antigua poesía lírica para ensalzar a alguien. La norma y los valores radican todavía para Platón en lo divino, no en lo humano.

La constitución de ese pensamiento, que se proyecta en la filosofía y la ciencia, es el resultado de un largo proceso histórico que se manifiesta en la evolución de las ideas filosóficas y en la literatura y dará como resultado una nueva concepción del hombre. Épica, lírica arcaica, drama y filosofía son las etapas de ese proceso de descubrimiento del espíritu entre la intuición mítica o el destello poético y la formación del pensamiento lógico.

Desde Homero, que representa el primitivo pensamiento europeo y no tenía conciencia del espíritu ni del carácter de sus personajes, a las manifestaciones de la gran poesía lírica y trágica, y de la tragedia a la filosofía, Snell combina en los capítulos del libro el seguimiento histórico y la sistematización del proceso de construcción del pensamiento, la conciencia histórica o la formalización de la cultura.

Un Snell riguroso, apoyado en una ejemplar y fecunda colaboración metodológica de filosofía y filología, explora la lenta configuración de los principios éticos y estéticos de la civilización occidental y los fundamentos del pensamiento griego.

Desde la escasa abstracción de la lengua homérica y el griego primitivo hasta la formación de los conceptos científicos, se recorre aquí el largo camino que va de la comparación o la metáfora que son las claves estilísticas del mito hasta la deducción y la analogía que están en la raíz del pensamiento científico y filosófico.

Fue un proceso largo, más una conquista que un descubrimiento, en el que el hombre va adquiriendo progresivamente conciencia de sí mismo y de la realidad y sustituye a los dioses olímpicos por su propia responsabilidad moral.

Los géneros literarios, sucesivos y no coexistentes en Grecia, dan cuenta de esa evolución que arranca de la epopeya en la que el hombre aún actúa por dictado de los dioses y pasa por la lírica en la que se expresa ya la individualidad. Y del himno a la tragedia y a la muerte del mito en Eurípides. Poco después Aristófanes firmaba el acta de defunción de la tragedia a manos de la filosofía y de Sócrates, el más prosaico de los griegos.

No era el final del camino. Poetas posfilosóficos como Calímaco completaron aquella aventura cuando antepusieron la sabiduría poética a la filosófica.

Santos Domínguez

05 febrero 2008

Ellos


Juan Ramón Jiménez.
Ellos.
Edición de José Antonio Expósito.
Ediciones Linteo. Orense, 2006.

ELLOS
En mi alma son igualessus luces, pero a todos los distingoigual que a las estrellas...Todos están, en mi alma,sin número. Sé cuántos son y quiénes,como el pastor sin letra,conoce, oveja por oveja, todo su rebaño,con su alma viva y amorosa.

Cuando se celebraba hace dos años el cincuentenario del Nobel de Juan Ramón Jiménez, la editorial Linteo publicó Ellos, un libro inédito que Juan Ramón dedicaba a su madre (Madre Pura), a su hermano Eustaquio (Que mi madre y mi hermano queden, después de mi muerte, inmortales) y a las afinidades elegidas como sus amigos.

Moguer, la madre y los hermanos constituyen el paisaje humano de un libro que Juan Ramón Jiménez no vio publicado completo, aunque era un antiguo proyecto que el poeta mencionaba ya en 1902, que estaba organizando en abril de 1931 según recoge Juan Guerrero en Juan Ramón de viva voz y del que publicó cuatro poemas sueltos en las antologías Segunda y Tercera.

Está en Ellos, rescatado y cercano, un Juan Ramón familiar y doméstico, el Juan Ramón culminante de su primera época y el incipiente que en torno a 1916 se decanta por la poesía pura de su época intelectual.

Por eso este libro, además de su valor humano, tiene un valor literario indiscutible como reunión de tendencias estéticas, desde el soneto que entronca con los Sonetos espirituales a la poesía depurada y desnuda y al poema en prosa del Diario de un poeta reciencasado, para encauzar las constantes temáticas de su poesía (el tiempo, la muerte, el amor o el paisaje).

El autor de la edición crítica, José Antonio Expósito, reunió ochenta y seis poemas y los organizó en las dos secciones previstas por Juan Ramón, una dedicada a sus hermanos ( A ellos) y otra que tiene como referente a su madre (A la vejez amada); escribió un prólogo y unas notas que daban entera noticia del libro y de su construcción como parte de la obra en marcha de Juan Ramón. Añadía once fotografías inéditas del álbum familiar y, además de ese material gráfico abundante y valioso, reproducía poemas manuscritos, notas y anotaciones del poeta sobre los mecanoscritos que le pasaba en limpio Zenobia.

De esos textos dispersos, que aparecieron esporádicamente en revistas y publicaciones de muy poca circulación y hoy inencontrables, veintidós son rigurosamente inéditos. Juan Ramón no descartó nunca este proyecto de un libro de familia, para el que tenía pensada la portadilla y la tipografía del libro, escrito y reescrito entre 1916 y 1925. Las inacabables idas y venidas con su obra, la obsesiva corrección, la revisión constante de los textos frustraron como en tantas otras ocasiones este proyecto que vio la luz gracias al esfuerzo de José Antonio Expósito y al apoyo de la editorial Linteo, que un año después volvieron a unirse en la edición de otro inédito juanramoniano, los Libros de amor.

Cuando se cumplen los cincuenta años de la muerte de Juan Ramón. esta edición de Ellos quedará como una de las aportaciones fundamentales de los últimos años al conocimiento de su obra.


Santos Domínguez

01 febrero 2008

Los siete ahorcados


Leonid Andreiev.
Los siete ahorcados.
Traducción de Rafael Torres.
El Olivo Azul. Sevilla, 2007


Es la tarjeta de presentación de la editorial El Olivo Azul, que nace en Sevilla con la idea de editar libros singulares de autores -grandes, oscuros, invisibles, felices y torturados- de la literatura europea moderna y contemporánea.

Quizá con la única excepción de la felicidad, casi todas esas condiciones las cumple Leonid Andreiev (1871-1919), del que Narrativas del Olivo Azul publica dos novelas cortas, Los siete ahorcados y Un pensamiento, con excelentes traducciones de Rafael Torres.

Novelas cortas, pero de intensidad inusual, que exploran la zona oscura de unas vidas al límite, en la frontera de la muerte y de la locura a través de unos personajes que se mueven entre la lucidez y la brutalidad animal.

En Los siete ahorcados, cinco terroristas lanzadores de bombas y dos campesinos, delincuentes comunes, esperan la ejecución de su sentencia en la horca y recorren el espacio físico y moral que separa la sala de juicios de la celda y esta del patíbulo. En esa travesía, lo espacial se diluye y se convierte en un itinerario moral marcado por el tiempo, la piedad o el odio.

Entre el activista y el bandido, entre el idealista y la instintiva pulsión bestial, lo insoportable de esas situaciones extremas es el conocimiento de los plazos, la fijación de una fecha y una hora. Por eso tiene tanta importancia la espléndida descripción inicial del estado de ánimo del ministro al que se dirigía el atentado frustrado. La desazón se la produce la información de la hora a la que estaba prevista su muerte: la una en punto de la tarde.

Escrita en 1909, Los siete ahorcados es una novela de interiores en la que el espacio de la celda, el interior de la conciencia o el tiempo interior se superponen para construir una reflexión sobre la existencia. Una reflexión intensa que no da tregua al lector en la indagación de esas siete vidas ante la inminencia de la muerte: la fuerza de las situaciones, la dosificación de la materia narrativa en capítulos breves que concentran su tensión, la mirada introspectiva sobre la tenebrosa condición humana, son algunos de los rasgos de una narración que, dedicada a Tolstoi, tiene una evidente relación con la profundidad atormentada de Dostoievski.

Un pensamiento, la novela corta que completa esta edición, es una narración más temprana, en donde la influencia del maestro de Petersburgo se emparenta con el Poe de La caída de la casa Usher. En ella, a través de ocho cartas asistimos al monólogo de Kerzentshev, un médico asesino que reflexiona sobre sus crímenes en la frontera de la conciencia, entre la cordura y la locura, en otro descenso a la zona oscura de la maquinación y la maldad del criminal.

Más que su dudosa condición profética, lo que hace de Andreiev un autor importante –inmenso escritor lo llamó Kundera- es la actualidad de su mirada, que permite leerlo como un contemporáneo profundo y riguroso.

Un escritor rigurosamente contemporáneo que parece escribir desde la otra orilla, desde la nieve y la lucidez.

Santos Domínguez

31 enero 2008

Cuadernos de Valéry


Paul Valéry.
Cuadernos (1894-1945).
Selección e introducción de
Andrés Sánchez Robayna.
Traducción de Maryse Privat,
Fátima Sainz y
Andrés Sánchez Robayna.
Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores. Barcelona, 2007.

Paul Valéry dejó a su muerte 261 cuadernos que había empezado a escribir en 1894 como resultado de una crisis de creatividad que le llevó a pensar que no estaba a la altura de Rimbaud o Mallarmé y a abandonar temporalmente la poesía.

Lo que empezó como una mera válvula de escape se convirtió primero en una costumbre y luego en un admirable vicio creativo. Durante más de medio siglo, hasta el mismo año de su muerte en 1945, Valéry escribió estos Cuadernos "entre la lámpara y el sol." Se publicaron póstumamente en Francia en edición facsímil de 29 tomos y 26.600 páginas que son el testimonio de su curiosidad intelectual y su voluntad de conocimiento.

En España Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores publica ahora una amplia selección, preparada por Andrés Sánchez Robayna, de estos Cuadernos que son el deslumbrante diario intelectual de Valéry.

Emparentados con los Fragmentos de Novalis y con el Zibaldone de Leopardi, en sus páginas hay materiales muy diversos, que expresan en su variedad la riqueza del mundo intelectual, literario y humano de Valéry: aforismos, poemas en prosa, dibujos, fórmulas matemáticas, disquisiciones filosóficas, ideas sobre arte y estética, apuntes psicológicos, reflexiones políticas, biográficas, de crítica literaria o sociología son algunas muestras estos "pensamientos del alba", como los llamó Valéry.

Al alba, un hombre piensa, escribe y dibuja, como recuerda Sánchez Robayna en su introducción. Textos y temas que rectifican la imagen de un poeta cerebral, puro y distante al que estábamos acostumbrados, para situarnos ante un pensador lúcido del que dijo Octavio Paz que era el gran filósofo francés de su época y el de influencia más persistente.

Hay en los Cuadernos, además de la previsible meditación de un escritor sobre sus procesos creadores, sobre la función de la poesía y la reflexión estética o ética sobre la literatura o el arte, una exploración amplísima de la realidad, una visión del mundo elaborada con múltiples materiales ( borradores y notas, apuntes y reflexiones, destellos y chispazos) sobre múltiples materias (Filosofía y Matemáticas, Memoria y Tiempo, Sueño y Conciencia, Ciencia y Política...) hasta completar los 31 apartados en los que se estructura temáticamente el conjunto, un intento de acotar el material amplio y disperso de estos Cuadernos que son muchas cosas a la vez: el taller de escritura de un creador excepcional, el diario intelectual de una mente inquieta, la enciclopedia íntima de un hombre curioso, un repertorio filosófico, la summa de un pensamiento radicalmente libre... La construcción, en definitiva, de una imagen coherente y compleja del mundo.

Creación y reflexión, pensamiento en marcha e iluminaciones que surgen de los tanteos del borrador, vicio y oficio de Penélope, testimonio de los procesos creativos y mentales de aquel cerebro siempre en vigilia (como el de Poe según Baudelaire) que causaron la admiración incondicional de intelectuales solventes como Octavio Paz, Theodor W. Adorno o T. S. Eliot, que reconocieron su lucidez y su poderío intelectual.


Santos Domínguez

30 enero 2008

Los futuros del libro


Joaquín Rodríguez.
Edición 2.0. Los futuros del libro.
Prólogo de Sergio Vila-Sanjuán.
Melusina Circular. Barcelona, 2007.


Joaquín Rodríguez, sociólogo y director de la revista Archipiélago, acaba de recopilar gran parte de los artículos que componen su blog Los futuros del libro en un volumen, Edición 2.0. Los futuros del libro, que publica Melusina con prólogo de Sergio Vila-Sanjuán.

Su blog, dedicado a la reflexión editorial, tiene como punto de partida esta declaración inicial:

El libro no es una realidad inmutable, un objeto imperturbable. La historia de los soportes de la escritura, de los modos de producción y de su uso y consumo nos muestran que esa realidad es, al contrario, mutable y cambiante. Este blog tratará de reflexionar sobre la naturaleza móvil y versátil de ese soporte y de la industria que lo rodea.

Los viejos mecanismos de edición, difusión y distribución de la cultura y el conocimiento se han visto alterados de manera sustancial por los nuevos soportes y las nuevas redes de comunicación. La relación que unía en la edición tradicional al autor con el lector a través del editor se está modificando de manera radical e irreversible para dejar de supeditarse a los intereses del intermediario.

A propósito de esas novedades, Joaquín Rodríguez escribió en su página:

Es muy posible que el debate sobre el futuro del libro tenga que plantearse no como el de una unidad inseparable -el futuro del libro, a secas- sino como el de destinos y futuros paralelos en función del tipo de contenidos que se comuniquen, las ventajas que se obtengan transmitiéndolos de una u otra forma y el tipo de público al que vayan dirigidos. En suma, para avanzar en este debate deberíamos comenzar a hablar, comenzar a pensar, en términos de "los futuros del libro", idea de la que este blog toma el nombre.

Se trata de un proceso que no afecta sólo a los tres lados de ese triángulo, sino también a otros elementos de intermediación como el librero o a la crítica literaria de las publicaciones periódicas y los suplementos de cultura. A través de las nuevas maneras de difusión de la obra, el autor está en condiciones de ponerla en circulación y a disposición del lector.

En ese contexto y con esos presupuestos se aborda una reflexión sobre factores como los siguientes: los retos de las editoriales independientes, el debate decepcionante, insuficiente, tendencioso, interesado y trasnochado –los calificativos son de Joaquín Rodríguez- sobre el futuro del libro, una historia del libro electrónico, la transformación del papel de los editores y los libreros en la tormenta digital que se aproxima, la imparable digitalización de las bibliotecas, el biblioburro en tiempos de Internet, las bibliotecas paquidérmicas y unguladas, el futuro del libro sin tapas, la increíble historia de los libros crecientes, estrategias de supervivencia para editores en la era digital, el futuro de la edición y de la propiedad intelectual, la poesía visual y los caligramas digitales, los mapas de contenidos, la impresión digital y la autoedición, el imparable ascenso de las librerías virtuales o el acceso libre al conocimiento científico que implican las nuevas maneras de edición, la edición 2.0.

Son algunos de los aspectos y apartados en los que se articula una reflexión sobre el futuro del libro. Es la reflexión de un observador optimista que cree en una democratización de la cultura, como señala Vila-Sanjuán en el prólogo a esta obra que explora la relación entre Amazon y Juan de la Cuesta, el parecido entre los libreros virtuales y los del XVII o la creciente importancia de la crítica literaria en los blogs frente a los medios tradicionales que servían de soporte a unos modelos críticos que también están llamados a reconvertirse.

Y para dar ejemplo, la mayor parte de los materiales que integran este libro se pueden descargar en versión digital en la página de la editorial Melusina.

Debería ser durante unos meses lectura de cabecera de editores, autores y lectores, es decir, de quienes tienen algún interés en este complejo mundo de la creación, la transmisión del conocimiento y la recepción de la cultura.

Santos Domínguez

29 enero 2008

Historia del corazón


Ole Martin Høystad.
Historia del corazón.
Traducción de Cristina Gómez Baggethun.
Lengua de Trapo. Madrid, 2007.



La colección Fuera de serie, que Lengua de Trapo puso en marcha hace algo más de un año con el propósito de ofrecer libros singulares y merecedores de una edición especial, llega a su segunda entrega. Cuidada hasta el menor detalle para deleite de la inteligencia y los sentidos, acaba de incorporar a su catálogo un excelente libro: una Historia del corazón desde la Antigüedad hasta hoy, escrita por el noruego Ole Martin Høystad, profesor de Estudios Culturales y de Historia en la Universidad del Sur de Dinamarca, Odense.

Con un enfoque multicultural e interdisciplinar y desde una perspectiva en la que se conjuntan filosofía y literatura, el profesor Martin Høystad ha elaborado un estudio de antropología cultural en el que se abordan la historia y el significado del corazón como símbolo fundamental de lo humano.

Escribir una historia del corazón es trazar una historia de la cultura, del pensamiento y del sentimiento. Y por eso donde comienza la historia de la cultura empieza también la historia del corazón. En Mesopotamia, hace 5000 años las primeras fuentes escritas ya tratan de ese órgano vital y de lo que representa. De Gilgamesh, el primer corazón inquieto de la historia, al egipcio Libro de los Muertos, de la Grecia homérica a Odín, del pensamiento bíblico a los aztecas, el corazón tiene un papel fundamental en la configuración de la idea del mundo, como sede de la conciencia como metáfora, personificación o metonimia de los sentimientos creadores o destructivos, de diferentes pasiones en contextos diversos: la indiferenciación homérica entre lo emocional y lo racional; las metáforas de la patología en la mentalidad cristiana; la importancia del corazón como símbolo sentimental, intelectual y espiritual en el Islam, la última de las culturas del corazón; el corazón como objeto de los sacrificios aztecas o las raíces gordas del corazón entre los antiguos nórdicos.

Ese es el objeto de la primera parte de este ensayo que se centra en su segunda mitad en la lucha por el corazón en el pensamiento europeo. Desde el giro emocional que se produjo en la Alta Edad Media con los trovadores y el amor cortés hasta la configuración del sujeto en la modernidad con los Ensayos de Montaigne o en El Rey Lear de Shakespeare.

De ahí en adelante, las aportaciones de Rousseau, un filósofo del corazón, o de un Goethe fáustico abren el camino de la renovación de las conquistas cordiales en Niezstche y Freud, que marcan una nueva correlación de fuerzas entre lo sentimental y lo racional.

Aunque para renovación de los corazones, ninguna tan literal como la que se produce hace cuarenta años con las técnicas de transplantes coronarios, que culminan ese largo proceso de lucha por el corazón.

Este no es, pese al rigor de su enfoque, un ensayo sesudo o árido, dirigido a especialistas, sino un libro muy legible, escrito con excelente estilo y capacidad narrativa sobre la gramática histórica del sentimiento.

Un regalo para la inteligencia, por el espléndido texto, y para los sentidos, por las cuidadas ilustraciones que lo subrayan.

Luis E. Aldave

28 enero 2008

La verdad sobre Miguel Mañara



Manuel Barrios Gutiérrez.
La verdad sobre Miguel Mañara.
Almuzara. Córdoba, 2007.


Un día cualquiera, la camarilla de "la clase" se planteó que tenían mucho, pero no todo, y fue entonces cuando, muerto el caballero Mañara, aquellos biempensantes, en juerga mística entre las cuentas del rosario, la copa de oloroso, los versos de algún poeta primaveral y la cita para enterrar a los ajusticiados, acordaron la gracia de tener un santo.

Todo empieza con un héroe popular de Sevilla, un arquetipo desgarrado del barroco español, lleno de contrastes y tergiversado por el pintoresquismo, y con una sevillanía interesada en tener un santo.

Frente a la historia convencional del Mañara indigente y disoluto que vio su propio entierro en la calle del Ataúd, Manuel Barrios ha escrito con buena prosa una dilucidación de Mañara el Venerable, de su verdad y su secreto, en este libro que publica la editorial Almuzara.

Un libro escrito con inteligencia e ironía, con sabiduría y distancia de aquel que se creyó mensajero de la muerte y plantó unos rosales que llevan floreciendo más de trescientos años en el hospital de la Caridad:

El autor de la presente crónica -que nunca ha tenido nada en contra de la Religión ni de don Miguel Mañara- intenta esclarecer por qué el caballerro calatravo sólo ha alcanzado el título de Venerable, y no de Santo, aunque el mejor día (para "la clase") en contra del dictamen suscrito por el Abogado del Diablo, el cónclave de los impolutos vea coronado -como les prometió Juan Pablo II- el anhelo de hacer Santo a don Miguel Mañara Vicentelo de Leca.

La Sevilla que era la capital del mundo en el siglo XVII fue el caldo de cultivo de tradiciones orales fomentadas por panegiristas y detractores, comunes en milagrerías diversas que ensalzaron los que participaban en una conjura de testigos que le atribuían actuaciones sobrenaturales y portentos varios.

Los linajes, los perdularios y las tapadas, el necrómano y su conversión, las obsesiones de un paranoico y otras truculencias con reliquias y cuerpos muertos fueron algunos de los ingredientes con los que se ejecutó un psicodrama que tuvo en Mañara a su protagonista.

En un apéndice documental se incluyen, entre la partida de nacimiento del Venerable y su testamento, una serie de textos, entre ellos un fragmento del Discurso de la verdad, las 38 páginas en octavo que escribió el crápula arrepentido para contagiar al lector devoto su enfermiza obsesión por la muerte.

Un Mañara no enteramente dilucidado, dueño de un secreto que parece conocer ese niño que, sentado a la izquierda del retrato que le hizo Valdés Leal, reclama silencio al espectador.

Y es que, como en todo el Barroco, hubo en Mañara y en torno a su figura mucho de representación teatral, incluso en la risa final de su gesto agonizante. Una risa ambigua, propia de aquella época de luces y sombras y de aquella figura en la que convivieron extrañamente la humildad y el orgullo, la galantería y el misticismo, el exceso y el recogimiento.

A descubrir los trucos del montaje y a ventilar las tumbas y los osarios contribuye la valentía y la lucidez de Manuel Barrios, que no ha podido o no ha querido evitar el tránsito de la ironía al sarcasmo en párrafos como este:

Don Miguel /.../ se queda nuevamente viudo. Ahora de un caballo.


Santos Domínguez

27 enero 2008

Ifigenia en Caracas


Teresa de la Parra.
Ifigenia.
Del Taller de Mario Muchnik.
Madrid, 2007.


El Taller de Mario Muchnik reedita Ifigenia, la novela de la venezolana Teresa de la Parra (1890-1936) , la obra maestra de la literatura popular latinoamericana.

Subtitulada y planteada como el Diario de una señorita que escribió porque se aburría, cumple ahora los ochenta años de su edición definitiva y del escándalo que provocó su planteamiento feminista. Porque el eje de la obra es el desajuste entre la realidad y el deseo, el conflicto entre la nueva mujer latinoamericana, a quien las lecturas y los viajes a Europa les descubrieron otro mundo, y una realidad que la tenía atada a los prejuicios y sometida a la autoridad familiar, paterna, materna o matrimonial.

Lo paradójico de la situación es que esta novela sirvió más de consuelo que de revulsivo a las mujeres que la leían, muchas veces de forma clandestina: se identificaban con la heroína de la novela y se consolaban en el ensueño de aquella identificación.

Retrato crítico de la alta sociedad caraqueña en los comienzos del XX, su planteamiento es más irónico que combativo y su humor desenfadado a veces se convierte en sarcasmo, pero por su prosa elegante ha pasado el tiempo sin hacer estragos.

Con un más que probable componente autobiográfico, Ifigenia arranca con una carta muy larga, casi una novela epistolar, que Mª Eugenia Alonso le escribe a su amiga Cristina de Iturbe para entretenerse y porque no puede callar más y necesita un desahogo para su vida tapiada. Soñadora, viajera y lectora de novelas, ha decidido salir de la timidez y entrar en el mundo con el convencimiento de que ella vale mucho más que las heroínas de sus novelas. Ha viajado por Europa, ha descubierto el cuerpo, se ha educado en París, pero a su vuelta a Venezuela aquella sociedad cerrada y patriarcal no le permite más expansiones que las de una biblioteca circulante. Aquellos libros prohibidos que frecuenta en secreto son su único consuelo en el huerto cerrado de su existencia, porque la monotonía y el aburrimiento han vuelto a su vida.

Después de esa primera parte empieza propiamente el diario de Mª Eugenia Alonso, una mujer que espera y espera no sabe bien qué, una contemplativa proclive a la verbosidad desde el balcón de Julieta que acaba conversando con las ramas de las acacias, una compañía que prefiere a las obras completas de Shakespeare. O habla con el río y- lo que es más prodigioso- este no sólo le contesta, sino que le da consejos en esta novela de formación frustrada, en esta narración de amores imposibles:

Como en la tragedia antigua soy Ifigenia; navegando estamos en plenos vientos adversos, y para salvar este barco del mundo que tripulado por no sé quién corre a saciar sus odios no sé adónde, es necesario que entregue en holocausto mi dócil cuerpo de esclava marcado con los hierros de muchos siglos de servidumbre. Sólo él puede apagar las iras de ese dios de todos los hombres en el cual yo no creo y del cual nada espero. Deidad terrible y ancestral; dios milenario de siete cabezas que llaman sociedad, familia, honor, religión, moral, deber, convenciones, principios. ¡Divinidad omnipotente que tiene por cuerpo el egoísmo feroz de los hombres; insaciable Moloch, sediento de sangre virgen en cuyo sagrado altar se inmolan a miles las doncellas...! Y dócil y blanca y bella como Ifigenia, ¡aquí estoy ya dispuesta para el martirio!


Mayra Vela Muzot

26 enero 2008

Santuario de Edith Wharton


Edith Wharton.
Santuario.

Traducción de Pilar Adón.

Introducción de Marta Sanz.
Impedimenta. Madrid, 2007.

Fue amiga de Henry James, pero renegó de que la identificasen con la literatura de aquel inglés nacido en Boston. A pesar del comprensible enfado de Edith Wharton ante una comparación que parecía rebajarla a la categoría de una secuela epigonal, la relación es más que evidente en La edad de la inocencia o en La casa de la alegría, una novela que escribió a la vez que este Santuario que publica por primera vez en castellano la editorial Impedimenta, con una impecable traducción de Pilar Adón.

La relación va más allá de las tendencias europeístas de ambos o de la común vocación introspectiva. Es una cuestión de tono y de mirada. Y si ese es el rasgo esencial de la literatura de Edith Wharton, transmitir esa mirada es el reto mayor para quien la traduce a otra lengua. Una labor nada fácil, desde luego.

Posiblemente no exista una literatura femenina, ni siquiera una forma femenina de mirar el detalle.
Lo demuestra el propio James, cuyo ejemplo podría utilizarse para negar el argumento o para afirmarlo. Así pues, en el caso de que esa mirada no sea peculiar, habrá que admitir al menos que existe una manera de reflejarla en la obra, de devolvernos la realidad filtrada, si no por la mirada, por la forma de contarla. Una mirada que estaba no sólo en James, sino en Proust o en Azorín, por poner dos ejemplos muy distintos.

Entre esa mirada penetrante que desciende a lo subterráneo y la palabra precisa que transmite el detalle se mueve la literatura de Edith Wharton. En este a ratos inquietante Santuario, una novela corta que no llega a las ciento cincuenta páginas, se agudiza la tensión de su prosa, de concentrada precisión, y la capacidad penetrante de su mirada.

De esas claves habla Marta Sanz en un prólogo en el que aborda la mirada y la construcción de la obra a partir de su primera frase, que deja fijado el tono, marcado el territorio y la distancia narrativa:

Resulta poco frecuente que la juventud se permita una felicidad perfecta.

Como en otras novelas de
Edith Wharton, también aquí, a través de la protagonista, Kathe Orme, la autora está tomando distancia para reescribirse a sí misma y contarnos cosas propias, está reelaborando su biografía e indagando en la conciencia con una fuerza inusual. Por eso, una historia como la que aborda Santuario, que con otra mirada y otra voz no hubiera pasado de ser un folletín barato, es en sus manos alta literatura, llena de sutileza y de hondura psicológica. También en eso la semejanza con Henry James es evidente.

Traigo aquí como cierre la autoridad de Harold Bloom, que escribió a propósito de la literatura de Edith Wharton estas líneas terminantes:

No me gusta lo que Wharton ve ni cómo lo ve, pero me enseña a ver lo que no podría contemplar sin ella. En estos duros años de George W. Bush II, Wharton es una guía privilegiada al advenimiento de una nueva Edad Dorada.
Santos Domínguez


25 enero 2008

Asombro y búsqueda de Rafael Barrett


Gregorio Morán.
Asombro y búsqueda de Rafael Barrett.
Anagrama. Barcelona, 2007.


Las putas gallinas tuvieron la culpa.

Así comienza
Asombro y búsqueda de Rafael Barrett, la semblanza biográfica que publica Gregorio Morán en la espléndida Biblioteca de la Memoria de Anagrama.

Una reivindicación apasionada y polémica de aquel escritor malogrado, un radical subversivo que antes de serlo fue un señorito adinerado calavera y pendenciero en el Madrid bohemio de fines del XIX y comienzos del XX.

Las pobres gallinas, con su mala fama de promiscuidades y lascivias, son las de
un artículo que Barret publicó en Paraguay y que arranca con estos dos párrafos:

Mientras no poseí más que mi catre y mis libros, fui feliz. Ahora poseo nueve gallinas y un gallo, y mi alma está perturbada.
La propiedad me ha hecho cruel. Siempre que compraba una gallina la ataba dos días a un árbol, para imponerle mi domicilio, destruyendo en su memoria frágil el amor a su antigua residencia. Remendé el cerco de mi patio, con el fin de evitar la evasión de mis aves, y la invasión de zorros de cuatro y dos pies. Me aislé, fortifiqué la frontera, tracé una línea diabólica entre mi prójimo y yo. Dividí la humanidad en dos categorías; yo, dueño de mis gallinas, y los demás que podían quitármelas. Definí el delito. El mundo se llena para mí de presuntos ladrones, y por primera vez lancé del otro lado del cerco una mirada hostil.

Como al personaje de ese texto, a Gregorio Morán también le cambiaron la vida esas perturbadoras gallinas que en 300 palabras trazaban una parábola en la que el hombre degenera en propietario.

A partir de ese artículo, el biógrafo se interesa por el escritor desconocido:

¿Quién es Barrett? ¿Nadie sabía quién había sido Rafael Barrett? Una referencia malévola de Baroja, unas páginas excéntricas de Maeztu, un retrato póstumo de Manuel Bueno, un apunte cariñoso de Cansinos y una leyenda de intenciones atribuida a Valle-Inclán. Con eso no basta para existir. Se podría decir que está su obra. Pero su obra es tan efímera como la flor de un día porque se fijó en algo tan ligero como el papel de periódico y ahí quedó, pasados los primeros años de emoción ante su prematura desaparición.

Fue uno de aquellos seres excéntricos que se movieron con naturalidad entre lo ridículo y lo admirable, entre la brillantez y la mangancia siempre cuesta abajo, a menudo al filo del abismo. Un Baroja despectivo lo mencionó en sus memorias, aunque lo conoció menos que un Cansinos que lo recuerda con respeto. Pudo haber sido uno de los figurantes de Las máscaras del héroe, una de aquellas criaturas marginales y desahuciadas que el mismo
Prada reunió en Desgarrados y excéntricos.

Un personaje impulsivo y estrafalario que tuvo su primera muerte -muerte civil- una tarde en el circo. Fue el 24 de abril de 1902 y revistió la forma de un escándalo que, junto con una exploración anal que certificaba su virginidad, sirvió para defender su hombría puesta en entredicho.

La muerte civil se disfrazó en la prensa de presunto suicidio. Y el presunto suicida, expulsado de la alta sociedad, en vez de irse al otro mundo, se fue a América para recomponer su fortuna. No salió de la ruina, pero primero en Argentina y luego en Paraguay y Uruguay, desarrolló su actividad literaria como articulista.

Buenos Aires fue una ciudad determinante en su vida y en su obra, como luego lo sería Asunción (un jardín desolado y más tarde un rincón maldito). Allí, un Barrett arrogante y todavía seguro de sí mismo radicaliza su pensamiento libertario, ejerce como agrimensor o funda la revista Germinal antes de sufrir la transformación que supuso en su vida la travesía del río Paraguay camino del destierro.

Volvió desde Montevideo, clandestino, enfermo y abandonado, para morir en Europa, en Arcachon, a mediados de diciembre de 1910.

La fotografía de la portada, la última que se le hizo -en Montevideo, un 6 de septiembre de 1910-, resume su existencia “en pendiente hacia el abismo”, su conciencia del fracaso y le muestra ya casi como un póstumo de sí mismo.

Un autor de breve y brillante producción literaria, que se concretó en artículos y aforismos y en un libro que se publicó muy poco antes de su muerte. Lo elogió un Borges adolescente que lo tomó por argentino y genial, y Roa Bastos, con más temple, escribió sobre su importancia estas líneas:

Barrett nos enseñó a escribir a los escritores paraguayos de hoy; nos introdujo vertiginosamente en la luz rasante y al mismo tiempo nebulosa, casi fantasmagórica, de la "realidad que delira" de sus mitos y contramitos históricos, sociales y culturales.

Vuelven a encenderse con este libro las luces tristes de bohemia para iluminar la vida y la obra de un maldito olvidado y recuperado ahora en la prosa de Gregorio Morán.


Santos Domínguez

23 enero 2008

Poesía completa de Kapuściński

Ryszard Kapuściński.
Poesía completa.
Traducción y prólogo de Abel A. Murcia Soriano.
Bartleby. Madrid, 2008.

Otro Kapuściński titula Abel Murcia Soriano, poeta y director del Instituto Cervantes de Varsovia, el prólogo de su edición bilingüe de la poesía completa en Bartleby Editores del escritor polaco, de cuya muerte se cumple hoy un año justo.

Es la zona más desconocida -pero no la menos importante- de la obra del prosista viajero, autor de memorables reportajes y por eso Abel Murcia ha planteado su introducción a la Poesía completa de Kapuściński como una conversación imaginaria en la que el escritor explica, con declaraciones tomadas de aquí y de allá, qué sentido tiene para él escribir poesía:

Uno escribe poesía porque hay cosas que no se pueden decir de otra manera. La poesía es el único camino.

O manifiesta su interés por la lengua:

Escribir poemas permite tocar la lengua viva, explorar sus límites, valorar el significado de las propias palabras y de las metáforas.

Su juventud literaria fue la de un poeta que luego se dedicó al periodismo y a principios de los ochenta se refugió en la poesía, en la búsqueda de sentido a través de una forma de expresión que él consideraba la más personal: De profesión reportero; de vocación, poeta, según se definió a sí mismo.

Y si la poesía exige, según Kapuściński, entrar en otro lenguaje, en otra forma de ver, en otra atmósfera, en otro tipo de recogimiento, de concentración, la mirada profunda e indagadora del periodista que va más allá de la superficie de las situaciones y los acontecimientos es la misma mirada, hacia dentro y hacia fuera, que excava en la realidad y en el interior de sí mismo a través de la palabra.

Aunque publicó dos libros de poemas, Bloc de notas (1986) y Leyes naturales (2006), Kapuściński sigue siendo un poeta casi secreto que se sitúa en la tradición de los grandes autores polacos del siglo XX como Milosz o Symborska.

Los veinte años que pasan entre ambos libros explican algunos cambios de temas y tono. En Bloc de notas, más volcado hacia el exterior, la destrucción de la guerra confunde en el recuerdo los rastrojos secos y los huesos en un paisaje de alambradas en el que dialogan el yo y el tú, el interior y el exterior:

Alambrada

Tú escribes sobre el hombre en el campo de concentración
yo sobre el campo de concentración en el hombre
en tu caso las alambradas están en el exterior
en el mío anidan en el interior de cada uno de nosotros

–¿Crees que es una diferencia tan grande?
Son dos caras de un mismo sufrimiento

Frente a la realidad sombría, frente a los desastres y la situación de su país, emerge sin embargo la esperanza:

Nieve

al andar oyes el canto de los zapatos
un repentino rayo de sol
huido de las nubes
se convierte en pájaro

En esa abundancia de pájaros de muchos de estos finales, hay siempre una mirada que se levanta sobre el dolor:

la vida sigue
existimos

Leyes naturales
es un libro más meditativa y ensimismada. En él, un Kapuściński más intimista y existencial, convoca al sueño y a la memoria y habla de la muerte y del fuego de la poesía en un diálogo contenido del poeta consigo mismo más que con la realidad.

Es una poesía más intensa y confesional, más melancólica en su lamento de la fugacidad:

Estos lugares grises estas casas grises ventanas tras las que no sucede nada
Por este paraje de paralizadas luces apagadas que nunca han dado luz pasa un autobús
De ninguna parte
A ninguna parte

Esa misma línea temática, con un estética más despojada, se manifiesta en los siete inéditos de 2006 que se ha incorporado a esta edición:

El día que has perdido
ya no lo recuperarás,
el mundo ha seguido adelante
te has quedado atrás –
tienes las manos vacías
y los ojos vacíos

sentado en el parque
en un banco
observas una hormiga
pero también está ocupada y se va
te has quedado solo
no hay nadie a tu alrededor

Santos Domínguez