25 septiembre 2006

Rayuela


Julio Cortázar.
Rayuela.

Punto de lectura. Barcelona, 2006.

En La vuelta al día en ochenta mundos, Julio Cortázar inventaba un artefacto para facilitar la lectura de Rayuela: el «rayuel-o-matic», un auténtico triclinio, puesto que comprendió desde un comienzo que Rayuela, es un libro para leer en la cama, a fin de no dormirse en otras posiciones de luctuosas consecuencias.

La broma incluía un diseño gráfico que le daba consistencia técnica y verosimilitud duchampiana a aquel disparate. La verdad es que no resulta imprescindible y que sin él se puede disfrutar de ese libro que está lleno también de claves autobiográficas, de las que Cortázar dijo una vez: Si no hubiera escrito Rayuela, probablemente me habría tirado al Sena.

Un texto transgresor y renovador que llevaba al límite las posibilidades expresivas de la lengua:

Yo ya no podía aceptar el diccionario, ni aceptar la gramática. Empecé a descubrir que la palabra corresponde por definición al pasado, es una cosa ya hecha que nosotros tenemos que utilizar para contar cosas y vivir que todavía no están hechas, que se están haciendo, el lenguaje no siempre es adecuado. Desde luego, eso es un poco la definición del escritor, en todo caso, del buen escritor. El buen escritor es ese hombre que modifica parcialmente un lenguaje. Es el caso de Joyce modificando una cierta manera de escribir el idioma inglés. Y los poetas, en general los poetas más que los prosistas, introducen toda clase de trasgresiones que hacen palidecer a los gramáticos y que luego son aceptadas y que entran en los diccionarios y entran en las gramáticas.

Rayuela, la novela-mundo-río de Cortázar, acaba de aparecer en Punto de lectura en una nueva edición en bolsillo, que es el formato que pide un libro como ese, que es además de muchas otras cosas un libro portátil, un libro al que, como en el juego que le da título, se vuelve una y otra vez. Rayuela es siempre una novedad para quien la relee, siempre aporta sorpresas esa obra que más que un libro es toda una literatura y aún más: todo un universo.

Y en el principio, el verbo:

¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.

No hacen falta excusas ni prólogos para incurrir en ella, para reincidir en Oliveira y en Morelli, en su magia y en su Maga, pero si se presentan ocasiones como esta, aunque sólo sean meros recordatorios, conviene aprovecharlas.

Santos Domínguez

Cuerpos sexuados




Anne Fausto-Sterling.
Cuerpos sexuados
La política de género y la construcción de la sexualidad.
Traducción de Ambrosio García Leal
Editorial Melusina. Barcelona, 2006.


¿Tienen los hombres y las mujeres un cerebro distinto? ¿Por qué unos prefieren el amor heterosexual y otros se decantan por las personas del mismo sexo? ¿Está la identidad sexual determinada por la biología o es tan sólo un producto de las convenciones sociales?

Esas son algunas de las cuestiones que aborda Anne Fausto-Sterling en este ensayo brillante y provocativo sobre identidades sexuales que ha titulado Cuerpos sexuados. La política de género y la construcción de la sexualidad. La conclusión es que la respuesta a esas y otras preguntas hay que buscarla tanto en el reino de la ciencia como en el de la política.

Profesora universitaria en la Brown University, bióloga, feminista e historiadora de la ciencia, Anne Fausto-Sterling nos ofrece en este libro una oportunidad para cuestionar los prejuicios y una propuesta de nuevas formulaciones planteadas desde su doble condición de bióloga y activista social.

Este libro apareció en su versión original en inglés en el año 2000 y aunque va destinado a un público amplio, o quizá por eso mismo, se ha convertido en un clásico sobre el tema de la identidad sexual. La traducción al castellano la acaba de publicar en Barcelona la editorial Melusina.

La autora está convencida de que la Biología es una disciplina muy visual que con frecuencia transmite más información por ese medio que por el canal verbal. Por eso hay una apreciable cantidad de ilustraciones y viñetas que evidencian que la ciencia y el feminismo pueden tener sentido del humor sin perder seriedad ni profundidad por ello.

El libro arranca en su planteamiento de un duelo a los dualismos (macho / hembra, sexo fisiológico / género sicológico) para centrarse en el problema de la identidad sexual, de la homosexualidad y la heterosexualidad y acabar ese apartado con una negación de los dualismos.

Tras analizar con rigor al problemática intersexualidad del hermafrodita y el conflicto entre géneros y genitales en la transexualidad, se afrontan las posibilidades del arreglo quirúrgico y psicológico del intersexual.

Y puesto que, tal y como defiende el libro, interpretar la naturaleza es un acto cultural y social, la autora vuelve a retomar su propuesta de los cinco sexos, para insistir en que vamos hacia el fin de la tiranía de los géneros.

Tras un pormenorizado estudio del cerebro sexuado (glándulas humanas y química del género), la biopolítica del feminismo y la homosexualidad, las hormonas y el proceso por el que la cuestión del género se traslada a la química, se llega a la parte fundamental del libro: una teoría de la sexualidad humana como reflejo de las relaciones conflictivas entre las instituciones y los individuos.

Culmina de esta manera su autora un trabajo que le ha supuesto seis años de dedicación a esta ambiciosa obra de síntesis que ahonda en algunos aspectos de su anterior The Five Sexes (1993) y busca la provocación para estimular la discusión sobre aspectos como el feminismo o la sexualidad.


Luis E. Aldave

23 septiembre 2006

V.O. subtitulada




Oscar Wilde
El fantasma de Canterville
Traducción de Mario Lacruz
Postfacio de Isabel Lacruz Bassols
Editorial Funambulista. Madrid, 2006.


Un intempestivo decadente en V.O. con subtítulos de Mario Lacruz y un postfacio de Isabel Lacruz a esa versión subtitulada por su padre de El fantasma de Canterville, de Wilde. Lo acaba de editar Funambulista, que recupera la traducción que Mario Lacruz hizo a principios de los cincuenta para la Enciclopedia Pulga de la Editorial Plaza.

Un texto y una versión que soportan sin daño el paso del tiempo, como el pobre fantasma protagonista de esta novela corta, un fantasma huidizo y resignado, con zapatillas de orillo para no despertar a los invasores, la víctima débil y tierna en el fondo que de alguna manera es también su autor.

El Wilde de finura humorística y tierna ironía, ágil en la narración y hábil en la conexión de situaciones cómicas y diálogos, efectivo y certero en las descripciones llenas de matices

Es esta una entrañable parodia de novela gótica, una fábula sobre el amor más poderoso que la muerte y que la vida, como subraya Isabel Lacruz en su emotivo postfacio, en el que iguala a Wilde y a Mario Lacruz por su sentido del humor, por su rebeldía, por su condición marginal y por la sabia combinación que hay en ambos de talento y talante.

Santos Domínguez

22 septiembre 2006

Sebastian en sueños y otros poemas

Georg Trakl.
Sebastian en sueños y otros poemas. 
Edición bilingüe de Jenaro Talens. 
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2006.

Hermana de tristeza tormentosa titula Jenaro Talens el estudio sobre Georg Trakl que abre su edición de Sebastian en sueños y otros poemas en Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores.

Junto a Celan y Rilke, Trakl (Salzburgo, 1887-Cracovia, 1914) es uno de los poetas esenciales de la lírica en lengua alemana del siglo XX. Con una producción corta, enmarcada en el primer expresionismo alemán, que como todos los movimientos consistentes no es sólo una corriente estética, sino una forma de entender el mundo, la obra de Trakl es un claro exponente del irracionalismo y de las poéticas contemporáneas que proponen la distorsión onírica y visionaria de la realidad y de la sintaxis. 

El Hölderlin del siglo XX le ha llamado más de un crítico a Trakl, un poeta que deslumbraba a Wittgenstein, que escribió sobre él: No llego a entender la poesía de Trakl, pero su lenguaje me deslumbra. Poeta más visionario que hermético, Trakl vivió menos de treinta años, cultivó el malditismo y se enganchó al alcohol y a las drogas, a las que tenía fácil acceso por su profesión de farmacéutico. 

Publicó su primer libro de poemas en 1913 y, cuando murió en Cracovia en 1914 de una sobredosis de cocaína, tenía en imprenta este Sebastian en sueños y estaba al borde de una depresión aguda. Su vida breve y problemática explica, junto con el ambiente de su época, lo extraño de su poesía, enraizada en el simbolismo francés de Baudelaire y Rimbaud y en el Hölderlin más perplejo y enigmático, emparentada con la actitud de prosistas como Kafka y Walser ante el sinsentido. Una poesía que explora siempre los límites del sentido y de la realidad a través de una palabra que sale del silencio vaciada de sus valores referenciales y pragmáticos. 

 De ahí que, como en Hölderlin, en su poesía sea más importante el proceso poético mismo que el resultado del poema. Poesía del fragmento, porque ese era el signo de aquellos tiempos, de búsqueda y disolución del sentido, erigida sobre la reiteración verbal y sobre imágenes desconcertantes que revelan a un hombre desconcertado y aluden a un mundo tan incomprensible como la imaginería que intenta no reproducirlo, sino expresarlo. Su visión terminal de un mundo en crisis provocó estas palabras de Rilke: La poesía de Trakl es un objeto de existencia divina, para mí el más conmovedor de los lamentos ante un mundo imperfecto. 

 Jenaro Talens, que tradujo, hace ya treinta y cinco años, algunos poemas de Trakl, ha incluido en esta edición de Sebastian en sueños una amplia selección del resto de la obra poética del alemán. Adelantado a su tiempo, Trakl fue el autor de una obra tan breve como intensa, cuya influencia ha ido creciendo desde la publicación póstuma de su libro Sebastian en sueños, en 1915. Por eso estas palabras de Oscar Wilde parecen pensadas para él: Hay dos clases de artistas. Unos traen respuestas y otros preguntas. Hay obras que esperan largo tiempo antes de que se las pueda comprender, pues traen respuestas a preguntas que aún no han sido formuladas. 

 Una obra subyugante en la que el atardecer y el sueño, la melancolía y la noche, el silencio y la música y el paisaje de otoño son los motivos insistentes que evidencian, más que un mero interés temático, una modulación espiritual, la grave entonación de una poesía de tonalidades azules y oscuras que, pese a todo, transmiten al lector una rara armonía. Sigue oyendo ese lector la campana que sonaba en los atardeceres de Hölderlin en un paisaje que es el mismo que el de Trakl, sobrevuela estos poemas el mismo ángel terrible que oiría Rilke a la orilla del mar. Y el mirlo que canta en estos textos es padre del que sigue cantando en Zagajewski, que dijo una vez una frase definitiva que se puede aplicar a la poesía de Trakl: El poeta está vinculado a los muertos. Canción del que ha muerto se titula significativamente una de las secciones más conmovedoras del libro.

Santos Domínguez

21 septiembre 2006

¿Chusma?



Alèssi Dell´Umbria. ¿Chusma?
Pepitas de calabaza.
Logroño, 2006

A propósito de la quiebra del vínculo social, el final de la integración y la revuelta del otoño de 2005 en Francia ha escrito Alèssi Dell’Umbria, según se indica en el amplio subtítulo, este ¿Chusma?, un análisis de la explosión suburbial que conmovió a la sociedad francesa hace pocos meses que publica la editorial Pepitas de calabaza.

A él pertenecen estas líneas, que son a la vez resumen orientativo y reclamo para el lector interesado:

"La cuestión social por excelencia es la de la relación con el mundo. El aislamiento, la separación entre el individuo y la comunidad, son la condición misma del funcionamiento de la maquinaria capitalista. El capital debe destruir de forma imperativa, mediante la violencia directa o por medio de infames constreñimientos, cualquier forma de arraigo local, a imagen de aquellos campesinos ingleses del siglo XVIII a los que obligó, a través de la práctica de las enclosures (cercados), a abandonar el campo para engrosar las filas del ejército de reserva del salariado industrial. Desarraigados, privados del punto de apoyo de la comunidad rural, a los fabricantes textiles de Manchester y de Birmingham les servían igual para un roto que para un descosido. Nos encontramos ahora en la etapa en que ese proceso se ha globalizado bajo diversas formas, lo cual significa que los incendios de los suburbios no plantean una cuestión de derechos, sino las cuestiones de la lucha social real, porque los jóvenes parados-de-por-vida y precarios que nacen y crecen en estas zonas de marginación no son el resultado de una injusticia particular, sino la condición de funcionamiento de un país capitalista avanzado."

Lejos de cualquier discurso prepotente, moralizante o pseudo-insurreccionalista -explica el editor-, este riguroso y esclarecedor texto sitúa los acontecimientos del otoño de 2005 en Francia dentro del proceso de desintegración social y reforzamiento del Estado-Leviatán iniciado en toda Europa. Y lo hace con la intención de abrir un debate real y proponer una perspectiva revolucionaria frente al chantaje político-mediático que ofrece, como opción ineludible, la elección entre la integración laica y democrática frente al comunitarismo étnico-religioso o pseudocultural. El autor de estas líneas - comenta el editor- no es, por fortuna, ni sociólogo ni periodista ni militante. A principios de los años ochenta participó en la primera gran revuelta de las «banlieues». Después asistió, impotente, a la derrota y recuperación de la misma, así como a la instauración en el país vecino de un auténtico apartheid social, cuyas etapas y mecanismos de constitución, desde el final del colonialismo hasta la actualidad, recapitula en el texto. Así pues, este ensayo nos ofrece mucho más que una historia de la revuelta de los suburbios o de la inmigración, ya que no se limita a dar las claves de varias décadas de evolución social (lo que ya es todo un logro en sí mismo), sino que propone orientaciones concretas para el presente y el futuro inmediatos.

Hoguera de vanidades en la que ardió algo más intangible que los coches, revueltas de fuego en las que los incendiarios no eran sólo los musulmanes, los inmigrantes pobres de segunda generación no integrada. Aquella no fue una simple revuelta de los integristas: tuvo un importante componente anarquista que se afirmó en el escándalo, el alboroto y el desorden como respuesta agonista a la marginación urbana, a la segregación social y étnica, una mezcla explosiva en los suburbios.

La violencia adolescente se concentró en la banlieu ( el suburbio y etimológicamente el lugar del destierro) y dio cauce a la agresividad sistemática, al racismo y a los valores machistas de la juventud rebelde de los suburbios pobres.

Así se desató en la sociedad una guerra abierta de todos contra todos, una neurosis colectiva que reclama la seguridad de los modelos autoritarios de la V República, con una importante responsabilidad histórica de la izquierda francesa, con peligrosos rebrotes de religiosidad y sectarismo ideológico, formas equivalentes de identidades ideológicas monolíticas con dimensión comunitaria.

Inmigrantes y globalizados, la ruptura de los vínculos familiares de estos adolescentes favorece la exclusión en otros niveles sociales y su integración en bandas marginales como forma de socialización para las que la violencia se convierte en signo de identidad.

La del otoño de 2005 fue la primera gran revuelta, la primera llamada de atención de los precarios del mercado laboral y los contratos-basura de prácticas.

Hasta aquí, el diagnóstico.

¿El pronóstico? Reservado, reservado.

Luis E. Aldave


20 septiembre 2006

Dos inéditos de Fernando Quiñones


Fernando Quiñones.
Los ojos del tiempo
. Culpable o El ala de la sombra.
Alianza Editorial. Madrid, 2006.

Alianza Editorial acaba de publicar Los ojos del tiempo y Culpable o El ala de la sombra, dos novelas cortas que Fernando Quiñones había empezado a escribir a principios de los noventa y en las que estaba trabajando cuando murió en noviembre de 1998. Esa circunstancia les ha dado a estas dos obras un carácter casi de testamento estético.

Ha sido la profesora Nieves Vázquez la que ha realizado el minucioso trabajo de ordenación de los borradores acabados y profusamente anotados que dejó Fernando Quiñones en su mesa de trabajo y quien ha escrito una introducción (La escritura desatada de Fernando Quiñones) expresamente para esta edición. En ella recuerda que, cuando murió Hemingway, tenía en su mesilla de noche un ejemplar de La gran temporada, seguramente el mejor conjunto de relatos de tema taurino que se haya escrito.

Fernando Quiñones fue un escritor de una pieza, fecundo y con altibajos, pero con una calidad narrativa y poética que no está suficientemente reconocida. Al día siguiente de su muerte, Carmen Martín Gaite publicaba un artículo en el Diario de Cádiz reclamando ese reconocimiento que sin duda merecía y que no siempre tuvo.

Estas dos obras que edita ahora Alianza Literaria son dos novelas cortas y crepusculares, una muy gaditana, muy caletera (Los ojos del tiempo) y la otra, Culpable o El ala de la sombra, que es la historia de una obsesión.

En Los ojos del tiempo, para la que barajaba otros títulos posibles, como Sonaban por la Alameda, Fernando Quiñones retoma el esquema narrativo de Legionaria y Las mil noches de Hortensia Romero, el modelo de la grabación magnetofónica, ahora con Nono, un pescador de La Caleta, un gaditano del barrio de La Viña, la voz narrativa a través de la que se recorren los siglos de la ciudad en su Campo del Sur, en los callejones y entre los castillos de San Sebastián y Santa Catalina. Una nueva demostración de su oído privilegiado para reproducir el habla de la calle, porque Fernando Quiñones fue también un poeta en la calle, y una insistencia en temas que vienen de La canción del pirata, otra de sus novelas emblemáticas.

Culpable o El ala de la sombra eran los dos títulos posible que manejaba su autor para la segunda de las novelas que contiene este volumen: Un monólogo interior que es la mejor manera de hablar sobre la obsesión y el peso de la culpa en Damián Oguiza, quien, como la sombra que proyecta el ala del avión, parece llevar la muerte ("Mi llegada es su muerte.") a los lugares a donde llega.

Dos textos muy distintos unidos por la fecha de composición, porque por su carácter póstumo no están rematadas del todo y por el tema del tiempo y de la muerte que las sobrevuela, como la sombra del ala de ese avión siniestro.


Santos Domínguez



19 septiembre 2006

Por orden alfabético


Jorge Herralde.
Por orden alfabético. Escritores, editores, amigos.
Biblioteca de la memoria.
Anagrama.
Barcelona, 2006.


Escritores, editores, amigos
es el subtítulo de Por orden alfabético, que Jorge Herralde publica en la Biblioteca de la memoria de Anagrama.

Reunión de nombres, de homenajes y de recuerdos en un conjunto de 48 textos que, como los de Opiniones mohicanas (Acantilado) tienen como vínculo su relación con el mundo de la literatura y la amistad.

Desde los recuerdos dispersos de Jesús Aguirre, editor y duque con abanico, con los que se abre el libro, hasta una semblanza a caballo de Puco Zaforteza, el padre de Diana Zaforteza, la fundadora de la editorial Alpha Decay, se van sucediendo, con varia atención y distinta intención, una serie de textos, algunos inéditos, casi todos escritos en este siglo, los menos de compromiso, algunos llenos de suave ironía y casi todos rematados con buena prosa y en clave de narración persuasiva y directa.

Una reunión de afectos en la que se convoca a personajes que no siempre quedan bien parados. Y es que aunque esa no haya sido la intención de Jorge Herralde, el mero hecho de que el lector no comparta el nivel afectivo hacia esos nombres le coloca en otra perspectiva menos benévola.

Homenajes y recuerdos de editores amigos como Roberto Calasso, de Adelphy; José Martínez, de Ruedo Ibérico; Paco Porrúa, que fue el primer editor de Rayuela y de Cien años de soledad; o Esther Tusquets, editora editada por la casa, a propósito de su Correspondencia privada. Y así hasta llegar al elogio de Jaume Vallcorba, sociedad unipersonal, editor de Quaderns Crema y Acantilado, antes Sirmio.

Por orden alfabético
, lo señala Herralde en la contraportada, es una cara B, una forma de prolongación del catálogo de Anagrama, del que forman parte muchos de los escritores que aparecen en el libro. Por eso en algún momento del libro se dice que este es también un croquis de autores de la casa.

Autores traducidos, como Julian Barnes, sobre el que aparece un texto de presentación de sus artefactos literarios, con carga de profundidad incluida en esta paradoja del autor de El loro de Flaubert: “Los críticos no son escritores frustrados. Lo que son es críticos frustrados.”

¿Más? Un texto elegiaco y admirativo sobre Carver; un elogio de Claudio Magris, autor de ese monumento literario que es El Danubio, a zancadas entre fronteras; el recuerdo cruel del francés voluntarioso de Tierno Galván con Patricia Highsmith...

Y los nacionales, desde Rafael Chirbes a José Antonio Marina, desde Carmen Martín Gaite el día de su entierro, al Vila-Matas de Bartleby y compañía y El mal de Montano.

Uno de los momentos más altos del libro es el díptico dedicado a Alberto Méndez en su vida y en su muerte, un emocionado requiem laico. Y en el capítulo dedicado a Álvaro Pombo y su ingreso en la Academia se consigue otro de los textos más redondos.

Se desliza ahí un error, más cómico que molesto, cuando Herralde, no sé si para compensar el requiem laico a Alberto Méndez, santifica el nombre de la calle en la que vive Pombo, que es Martín de los Heros, no San Martín de los Heros.

Error bien fácil de subsanar en nuevas ediciones, como el de una foto en la que el autor está con Laly Gubern y Juan Villoro en Jerez y en el pie se dice que es el Puerto de Santa María.

Detalles menores, como se ve, que no enturbian en absoluto un libro de lectura tan grata y fluida como la prosa que lo hilvana.

Santos Domínguez

18 septiembre 2006

Todas las familias felices


Carlos Fuentes.
Todas las familias felices.
Alfaguara. Madrid, 2006


En una narración coral que participa de distintos géneros, desde la narrativa a la tragedia pasando por la poesía, Carlos Fuentes nos guía, como otro Virgilio, en dieciséis relatos y dieciséis poemas corales intercalados en Todas las familias felices (Alfaguara), por los nueve círculos infernales del lugar que una vez fue la región más transparente. Relatos que habitan y recorren, entre la soledad y la muerte, todas las familias felices unidas por una común predisposición al mal y a las diferentes formas de la violencia, del engaño y de la corrupción del México contemporáneo.

Todas las familias felices se asemejan mientras que cada familia infeliz lo es a su manera, escribía Tolstói al comienzo de Anna Karénina.

Desde la elección irónica de ese título hasta el Corocodaconrad (la violencia, la violencia) que cierra el libro como un homenaje a Conrad y a Kurtz, se nos impone la fuerza de un Carlos Fuentes maduro y sarcástico, distanciado de una realidad que quizá sólo pueda presentarse así, desde dentro sí, pero vista desde arriba, como en los esperpentos y en las pinturas negras de Goya.

Desde el primer relato (Una familia de tantas), construido con una sintaxis vertiginosa en la que cada frase suena como un rayo o un latigazo, el autor pone las cartas sobre la mesa: un padre que sabe guiñar, un hijo que se pasa de listo y una madre que cantaba boleros canallas que eran el mapa de la vida real, de la que huye su hija para refugiarse en la Red de la realidad virtual y en los reality shows que pasan por Ciudad Juárez.

Sale el lector de ese relato y se toma un respiro con el Coro de las madrecitas callejeras para encontrarse con El hijo desobediente de Isaac, hijo de Abraham, que estuvo a las órdenes de un general Trinidad (claro) en la guerra cristera y tuvo cuatro hijos que se llamaron Mateo, Marcos, Lucas y Juan para pasar al Nuevo Testamento y no ser Esaú ni Jacob, que era lo que tocaba. Un relato de humor negro, un evangelio según Marcos.

Y a esas alturas, a las sesenta páginas, el lector está ya definitiva y felizmente preso de un libro excepcional, absorbido por una obra polifónica que, a través de los diálogos y los monólogos de los personajes, a través de las sibilinas intervenciones del narrador, le lleva por voces y lugares, de lo individual a lo colectivo, de lo familiar a lo social, de la casa a la calle, por la diversidad de la sociedad mexicana. Desde el presidente del país al indígena más pobre, desde el actor famoso a un sacerdote pecador, desde el solterón a un hombre con dos amantes.

Cualquiera de esos relatos podría estar en una antología exigente del género. Algunos, como The gay divorcee, tienen una altura que los convierte en pruebas definitivas de la maestría de un autor, de su capacidad estilística y de su potencia narrativa. Las voces del narrador y de los personajes se combinan en las distintas perspectivas de ese relato con una solvencia técnica ejemplar.

Y entre unos textos y otros, los turbadores coros que a ritmo de rap cumplen una misión fundamental, la misma que tenían en la tragedia clásica: resumen el pasado, comentan el presente y advierten proféticamente acerca del futuro.

Esos coros colectivos sostienen además el entramado de la obra, cosen su estructura y sirven de engranaje entre unos relatos y otros en un texto que quiere ser a la vez denuncia de la corrupción y exorcismo de la violencia, en una obra que aspira a unir pasado, presente y futuro con una actitud más próxima a lo apocalíptico que a lo edénico.

Entre la sonrisa y la mueca media el colmillo, se dice en un relato. En esa misma sutil diferencia que a veces enseña un colmillo está la frontera practicable entre el humor y el sarcasmo en esta obra coral e imprescindible, quizá la más ambiciosa y desde luego la más alta de las de Carlos Fuentes.

Santos Domínguez

16 septiembre 2006

1491


1491. Una nueva historia de las Américas antes de Colón
Editorial Taurus.
Madrid, 2006


Subtitulado Una nueva historia de las Américas antes de Colón, este libro escrito por Charles C. Mann, periodista especializado en temas científicos y colaborador asiduo de Science, pretende pasar revista a la situación del continente americano antes de la llegada de las naves de Colón.

Redactado con un estilo de divulgador científico muy al uso en Estados Unidos, el autor, quizás con la intención de motivar al lector, rebasa los límites del didactismo y por momentos se transforma en una especie de Indiana Jones pelmazo, con extensas digresiones sobre sus aventuras y contactos de primera mano con aborígenes, arqueólogos e historiadores.

Por lo demás es un libro muy interesante en el que se pretende cambiar la visión tradicional de la historia de América como un continente poco poblado y retrasado culturalmente antes de la llegada de los europeos.

Mann recorre la visión histórica que los europeos han ido teniendo de los nativos americanos en los últimos cinco siglos y así, si al principio los europeos vieron en las Indias un paraíso poblado por seres ingenuos (el mito del Buen Salvaje), luego han dominado los voces de quienes veían en los indios a unos seres perezosos y toscos incapaces de poblar el territorio y explotar sus recursos, hasta que con la llegada del siglo XX el movimiento ecologista quiso convertirlos en una especie de santos laicos permanentemente sintonizados con la madre tierra (el Buen Salvaje, segunda edición). Quizás el logro más conseguido del libro de Mann es el derribo de todas estas teorías: América estaba mucho más densamente poblada de lo que los primeros colonos europeos pensaron (y de lo que los historiadores decían hasta hace veinte o treinta años).

Mann afirma que la visión que transmiten los primeros cronistas castellanos del siglo XVI sobre el centro y sur de América, y las muy posteriores descripciones del norte de América, es la de un continente muy despoblado, sí, pero a causa de los propios colonos europeos, culpables de un genocidio que en algunas zonas supuso la desaparición de etnias completas y que para el conjunto de América pudo llegar a suponer un descenso de la población próximo al 90 %. Lo novedoso de esta explicación no es el genocidio (ya denunciado en pleno siglo XVI por Las Casas) sino su alcance y sus causas: no fueron los malos tratos típicos de un sistema esclavista (que provocaron miles de muertos), ni la tecnología de los conquistadores, que armados con espadas y armas de fuego, seguro que perpetraron sangrientas carnicerías; sino que los responsables principales de la despoblación de América fueron la viruela, la hepatitis, la gripe y el sarampión.

Según Mann, Pizarro y Cortés se enfrentaron a civilizaciones heridas de muerte por estas patologías, y aunque los primeros conquistadores llegaron a ver las últimas luces de los imperios inca y azteca, eran ya mundos en descomposición. Y cuando los colonos en Norteamérica se maravillaban de los extensos bosques y las gigantescas manadas de bisontes observaban un paisaje y una fauna “vírgenes” que no eran tales, sino el fruto de la desaparición de cientos de miles de nativos y del colapso de sus sociedades.

Dedica el autor también decenas de páginas a describir los logros culturales de estas civilizaciones, su avanzada tecnología agraria, sus amplios conocimientos astronómicos, su impresionante arquitectura, sus complejos y variados sistemas de escritura… Podemos estar de acuerdo con Mann: algunas de estas civilizaciones, como los mayas o los incas, deberían estar en los libros de historia al mismo nivel que otras civilizaciones del Viejo Mundo, como la egipcia o la china.

Bordeando la contradicción, dedica algún capítulo a tratar de convencernos desde la óptica de lo políticamente correcto, de que no debemos comparar unas civilizaciones con otras para decidir cuál es superior y cuál inferior. Podría habernos convencido si no fuese porque dedica varias páginas a “demostrar” que algunas civilizaciones americanas son superiores a las del Viejo Mundo en sus conocimientos astronómicos, en su desarrollo urbanístico, en el campo de las matemáticas…; permitiéndose afirmaciones que como poco parecen poco sólidas, como cuando sostiene que la admirable y compleja domesticación del maíz es el inicio de la ciencia biogenética o que la democracia en Estados Unidos surgió también por la inspiración que los colonos encontraron en algunas tribus indias vecinas en las que observaron una casi ausencia de jerarquías, un máximo de libertad individual y una gran armonía social.

Leyendo algunas de estas teorías de Mann, me temo que, partiendo de la corrección política, algunos estudiosos norteamericanos irán más allá de la justicia histórica que se les adeuda a los nativos americanos, y escribirán la enésima edición del mito del Buen Salvaje, tan ajustada a la verdad como todas las anteriores.

Jesús Tapia

La generación de 1936




La generación de 1936.
Antología poética
Edición de Francisco Ruiz Soriano
Cátedra. Letras Hispánicas.
Madrid, 2006.

Como una antología integral se plantea esta generosa recopilación de textos de cuarenta y un poetas que escribieron y publicaron la parte esencial de su obra poética entre mediados de los años 30 y comienzos de los 60.

Quizá hubiera sido preferible haber prescindido de ese rótulo generación, un término y un método tan desacreditados en los estudios literarios, y más cuando se reconoce que el conjunto de poetas antologados no cumpliría los requisitos exigidos por Petersen para hablar de grupos generacionales.

Pero esa cuestión, que le resta al antólogo energías y páginas del prólogo en una discusión estéril, es una cuestión menor. Lo importante en literatura y más en poesía si cabe, es que el bosque deje ver los árboles.

Ya se sabe cuáles son los riesgos de toda antología: si es demasiado restrictiva, se la critica por poco representativa; si es tan amplia como esta se echa de menos una criba y un criterio selectivo.

El valor de esta muestra que acaba de publicar Cátedra Letras hispánicas, el valor de Ruiz Soriano cuando hace esta propuesta, es el de exponer un estado de cosas, un panorama. Y cuanto más amplio sea ese panorama, mejor perspectiva se tendrá. Porque la poesía no se reduce a los cuatro o cinco autores destacados en cada grupo, en cada tendencia.

Y el panorama que refleja esta antología es el de poetas de enorme disparidad en cuanto a calidad técnica, a formación y lecturas, a trayectorias vitales muy distintas en un momento tan traumático de la historia de España, por no hablar ya de diferencias ideológicas entre unos poetas y otros, de arraigados y desarraigados, de vencedores y exiliados.

Huyendo de tentaciones reduccionistas, de simplificaciones estéticas, Ruiz Soriano ha completado en este panorama una nómina, no un escalafón, una muestra representativa y no un cuadro de honor en el que entre Miguel Hernández y Antonio Otero Seco conviven poetas mayores y menores, antiguos y modernos, clásicos y vanguardistas: Luis Rosales y Rafael Dieste, Gil- Albert y Panero, Ramón Gaya y Muñoz Rojas.

Esa promoción del 36, que la fecha de la guerra y la del centenario de Garcilaso, ¿tuvo un espíritu de grupo? Es posible: la rehumanización, el neorromanticismo, la recuperación de los modelos estróficos y expresivos de la poesía clásica son sus líneas de fuerza. Pero también es verdad que esas tendencias las ponen en práctica los poetas del 27 por esos años previos a la guerra civil.

A dar idea de la encrucijada que fue aquella poesía, a dibujar el mapa de aquel cruce de caminos estéticos y éticos contribuye esta reunión de voces que ha convocado Francisco Ruiz Soriano en esta que, como todas y casi por definición, es una antología discutible, pero de un evidente interés. No va a servir para establecer un canon jerárquico, porque esta no es una apuesta, pero consigue elaborar un panorama poético de la época, panorama que sería ininteligible sin esos poetas menores en los que confluyen actitudes, temas y técnicas que recogen la herencia del pasado y abren trabajosamente caminos para la poesía posterior, como esta antología abre caminos a los lectores.

Santos Domínguez