S. T. Coleridge.
Poesía completa.
Edición de José Luis Rey.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2024.
¡Tú, viajero cristiano, detente, hijo de Dios!
Y lee con ternura. Bajo esta hierba yace
un poeta, o al menos quien tal cosa soñó-
¡Eleva una oración por Coleridge!
¡El mismo que durante mucho tiempo
luchó hasta entregar su último aliento
y halló la muerte en vida pueda aquí
hallar su vida ahora! Ten tú misericordia,
bendícelo si puedes - ¡él quiso que la fama
lo perdonara, y esperó en su Cristo!
¡Ten fe y haz tú lo mismo!
Ese Epitafio de Coleridge (1772-1834), que se publicó el año de su muerte, cierra la edición de su Poesía completa en Cátedra Letras Universales.
La ha preparado José Luis Rey, autor de la traducción y las notas y de una introducción en la que aborda las Baladas líricas que publicó con Worsdworth en 1798 como el acontecimiento fundacional del Romanticismo inglés; la poesía irónica y cercana de “circunstancias trascendidas” en El arpa eolia, poema conversacional al que dedica un espléndido análisis y del que afirma que “aunque menos conocido que Kubla Khan o la Balada del viejo marinero, tal vez sea este el principal poema de Coleridge”; la aristocracia estética y el exilio de lo mundano en su paraíso americano soñado de la Pantisocracia o la suma de imaginación y fantasía de la Biographia Literaria, “el más importante y el más extraño de los libros en prosa de Coleridge.”
‘Escribir poesía en sueños’ es el título del apartado que dedica al visionario Kubla Khan, “el poema más famoso de Coleridge; el más misterioso también.” Una visión en un sueño es el subtítulo de ese poema fragmentario, compuesto en sueños una tarde del verano de 1797 bajo los efectos del opio. Interrumpido e inacabado, el poeta despertó con la certeza de haber recibido un texto de unos trescientos versos en los que se describía el palacio perdido del gran Khan. Lo iba recordando con tanta claridad que llegó a transcribir medio centenar de versos de un tirón, antes de que lo interrumpiera para siempre la visita de “un oriundo de Porlock” para hablar de negocios. Así quedó a medio construir aquel palacio del sueño levantado con palabras:
Placentero palacio con su sombra,
la sombra que flotaba sobre el agua,
y allí era posible escuchar bien
la canción que componen las cuevas y la fuente.
¡Quién pudo imaginar este milagro:
cúpula soleada con cavernas de hielo!
Autor de una poesía meditativa que influyó decisivamente en el último Cernuda, el alma visionaria del poeta expresa en ella el sentimiento del paisaje y la visión de la naturaleza serena o agitada de los campos, las colinas o los bosques que Coleridge recorría en sus largas caminatas. Porque Coleridge es uno de los poetas que componen sus textos mientras pasean. Y de la imposibilidad de realizar esos paseos con unos amigos por un accidente doméstico surge en junio de 1797 una de sus cimas poéticas: Este rincón de tilos, mi prisión, otro de sus poemas de tono conversacional y de circunstancias transcendidas, un intenso canto a la amistad y al paisaje en el que están presentes todas las claves líricas del Romanticismo: la soledad, la voluntad evasiva, el tiempo, el ansia de libertad, la quietud y el silencio. Comienza con estos versos:
¡Ya se han marchado ellos y aquí me quedo yo,
en el rincón de tilos, mi prisión!
¡Y pierdo yo bellezas, sentimientos,
que tan dulce sería recordar
incluso siendo un pobre viejo ciego!
Pero estos amigos, mientras tanto
(puede que no seamos amigos para siempre),
bordean la colina y pisan ya los brezos,
vagan alegremente y tal vez bajan
al rüidoso valle que yo les he descrito;
el rüidoso valle, estrecho, hondo, con árboles,
y tocado tan solo por el sol de las doce;
donde el fresno se inclina como un puente
estirando su tronco de una roca hasta otra.
La poesía de Coleridge, como se ve en esos versos, es una poesía de la mirada y de la imaginación. La imagen se convierte en un motor fundamental de muchos de sus poemas, que mantienen el tono conversacional característico de la poesía inglesa y reflejan la melancolía conscientemente en el paisaje, en una transferencia que reconoce otro de sus mejores poemas, El ruiseñor (Un poema coloquial, abril de 1798) :
En la Naturaleza no existe este dolor.
Pero algún vagabundo de la noche
que tenía el corazón lleno de pena
y de amor rechazado y dolorido
( y así, qué desgraciado, en todo estaba él,
no había cosa que no tuviera su tristeza,
cada dulce sonido se trocaba en dolor),
él y otros así creyeron que esta música
de la Naturaleza es melancólica.
La balada del viejo marinero, que se publicó también en 1798, es uno de los poemas más oscuros e inquietantes que se han escrito en la historia de la poesía. Un poema narrativo y visionario, con una atmósfera de pesadilla angustiosa que moviliza el subconsciente y apela a lo sobrenatural a lo largo de sus seiscientos veinticinco versos.
Coleridge lo escribió, como Kubla Khan y Christabel, sus otros poemas largos y demoníacos, en sus dos años de mayor creatividad (1797-1798), en los que tuvo más contacto con Wordsworth, y es una casi insoportable incursión en lo demoníaco, en el mal y en la crueldad gratuita, un descenso a los infiernos y una fantasmagoría de enorme fuerza expresiva, una desoladora exploración en la niebla y el hielo infernal, un viaje por el territorio del dolor, el horror y el sentimiento de culpa:
Y llegaron las dos: niebla y la nieve
y hacía un frío proverbial allí.
Los icebergs, tan altos como el mástil,
como esmeraldas verdes pasaban junto al barco.
Y las cimas nevadas iban a la deriva
con un brillo sombrío:
no había rastro de hombre ni animal-
el hielo era todo lo que había.
Quizá para sacudirse tanta carga emocional, Coleridge lo calificó como una obra de pura imaginación, pero es mucho más que eso: heredada y reinterpretada medio siglo después por Baudelaire en El albatros, la Balada del viejo marinero es una potente alegoría de la condición humana y de la vida que termina con estos versos:
y llegó la mañana y despertó
y era más sabio y triste.
Imaginación, meditación, evasión y sueño se unen en la poesía de Samuel Taylor Coleridge para proponer una nueva realidad que funda la visión romántica del mundo.
Esta estupenda edición en Letras Universales ofrece por primera vez en español la poesía completa de Coleridge, que marcó el renovador punto de partida del Romanticismo inglés. La Edad Media, la mirada a la naturaleza, el irracionalismo, el sentimiento o el exotismo se convierten en sus poemas en materiales poéticos y abren nuevos y decisivos caminos temáticos y estilísticos a la poesía europea.
Con este párrafo termina su introducción Jose Luis Rey: “Es justo reconocer en Samuel Taylor Coleridge el precursor, o uno de los grandes precursores (junto a Wordsworth y, antes, Blake), de la poesía a la vez divina y humana, sublime y sencilla, cotidiana y trascendente a un tiempo. En Coleridge comienza algo más grande que él y que no acabará ni siquiera con las iluminaciones y las epifanías de un Wallace Stevens.”
Santos Domínguez